Hace unos días estaba yo de guardia en mi instituto. Era una guardia relativamente tranquila, pero en un momento nos llegó la incidencia de que un alumno de tercero de ESO se había lesionado. Bajó cojeando. Me interesé por lo que había pasado. Parece ser que bajando la escalera alguien se le había interpuesto y el había tropezado y se había torcido el tobillo. Todos los alumnos tienen seguro escolar y hay un centro de traumatología donde atienden problemas como éste. Deduje que sería pertinente hacer una radiografía y practicar un vendaje compresivo si tenía un esguince o una distensión. No entiendo mucho. Estaba de guardia. Nada más fácil que coger a este alumno y llevarlo en mi coche, aparcado en el instituto, al ambulatorio a cinco minutos. Iría con él y le esperaría a ver el diagnóstico. Me pareció razonable.
Sin embargo, en cuanto formulé dicha hipótesis, la conserje torció el gesto. No podía llevarlo en mi coche. Habría que avisar a sus padres para que vinieran a recogerle y que hicieran lo más oportuno. Se lo planteé al alumno y me dijo que no quería inquietar a su madre (luego entendí por qué) y que prefería que no se enterara hasta después. Fui a secretaría a recoger la documentación, pero allí me volvieron a decir que yo no podía llevarlo al centro médico. Que pensara –me dijeron- en lo que podía ocurrir si sucedía algo en el trayecto. Que se me caería el pelo, el poco que me queda. Arguí que estaba muy cerca y que qué iba a pasar. Se avisó al Jefe de estudios que se reafirmó en la tesis de los conserjes y secretaría. Era absolutamente inapropiado que yo lo llevara en mi coche al centro médico. Que vinieran sus padres a buscarlo. Avisamos a su madre. Se puso a hablar de su expediente escolar con el jefe de estudios, olvidándose del tema que motivaba la llamada que no parecía inquietarle mucho. Yo razoné que lo más humano era llevar al muchacho sin más tardanza a que le revisaran. Así lo hice sin no pocos tiras y aflojas con jefatura de estudios. La secretaria me dijo que yo era un profesor de los de antes, y yo entendí que significaba pasado de moda, que se ceñía por un código que no es el normal en estos tiempos.
Le llevé. No pasó nada. Le hicieron la radiografía, lo vendaron y lo devolví al instituto, no sin haber trabado con el muchacho una conversación interesante que me dio a entender que su madre no confiaba nada en él. Sin embargo, yo tuve la sensación de que era alguien muy responsable, y que podía haber tenido malos momentos que le habían llevado a repetir. No sé.
Esto me lleva a recordar mi pasado como profesor cuando me iba un fin de semana con alumnos –sin permiso paterno- a pasar dos días acampados junto a un lago, o les llevaba a media noche a entrar en una cueva por túneles angostos que les evocaban en la madrugada la salida del claustro materno. Luego en el interior de la cueva contábamos historias de terror en la más absoluta oscuridad. Recuerdo haber hecho queimadas con alumnos de COU en un playa de Almuñecar de madrugada. Recuerdo cuando les tomaba fotos sin que fuera necesario un permiso especial de los padres para robarles la imagen. Y cuando mis alumnos llevaban una cabeza de cerdo y cien objetos raros a clase para hablar del surrealismo, bebiendo moscatel, en un tiempo en que los bares de los institutos no proscribían el alcohol ni a alumnos ni a profesores. Recuerdo haber fumado en clase y que mis alumnos de BUP me pidieran permiso para hacerlo ellos. Recuerdo cuando como profesores pensábamos que las clases eran una especie de acto de rebeldía frente al sistema y los alumnos participaban con entusiasmo poniendo en cuestión el mundo y la sociedad o aportando sus puntos de vista. Recuerdo alumnos con el torso desnudo llevando antorchas en el teatro del instituo representando un acto dadaísta.
No sé. Sé que estoy pasado de moda, absolutamente demodé y que esto pertenece a un pasado irrepetible, pero en el que existía un espíritu de cambio, de resistencia, de crítica frente al sistema fuera el que fuera. Y concordábamos en ello alumnos y profesores que no estabamos tan alejados.
Hoy todo es normativa, código, autorizaciones, programaciones, memorias que nadie lee, permisos, prescripciones, miedo a las consecuencias o a las demandas judiciales, direcciones burocráticas y carentes de imaginación… Y nuestra máxima tarea es vigilar para que nada se escape fuera de nuestro control. Se pide autorización por escrito para todo, se teme dejarlos fuera de vigilancia en todo momento, y cuando se sale con ellos, se les acompaña a todos los sitios menos al cagadero donde todavía no hemos decidido intervenir, pero todo se llegará. De momento han de llevar un escrito cuando necesitan ir al váter por alguna necesidad.
Los institutos parecen penitenciarías, se cierran las puertas, se llama a casa si faltan… Todo me parece lógico, pero uno siente a veces la tentación de añorar el tiempo en que uno no tenía vocación de carcelero y creía que la enseñanza estaba unida al ejercicio de la libertad. Lo dicho, totalmente demodé.
Pensé que lo que había cambiado todo había sido el gobierno de la izquierda durante décadas a la que yo había votado siempre.
Temí haberme equivocado en esto último y sentí satisfacción por haber llevado a aquel muchacho al centro médico.
Hola Joselu, totalmente de acuerdo contigo. Llevo sólo cuatro años dando clase y en todos los institutos en los que he estado y han sido varios, ya que sigo siendo interino, todos son papeles, burocracia, miedo a... Una parte de mí piensa que esto no hace más que infantilizar hasta extremos lamentables a nuestros estudiantes y que esa forma de, no sé, ver, actuar no hace más que esta sea una de las sociedades, para mal, más sobreprotectoras que podemos encontrar. Deberíamos dejar que ellos se equivocaran, que crecieran por sí solos y recordar que la humanidad, el trato, el respeto al otro, está muy por encima de reglas y de estúpido papeleo. Este curso, sin embargo, he empezado en un instituto en Atarfe, Granada, donde el instituto no es para nada una cárcel, en la que los chicos se pueden ir antes si falta el profesor de la última hora, y en la que la convivencia entre profesores y estudiantes es inmejorable. Sinceramente, un instituto debería ser un lugar donde hacer que nuestros estudiantes aprendieran a pensar, no a aprender una serie de normas estúpidas en las que se pierden ellos y, muchas veces, nosotros. Un gran abrazo y gracias por lo que aprendo leyéndote.
ResponderEliminarLas normas, en todos los ámbitos, deberían estar hechas para facilitar el discurrir de las cosas, con el mínimo perjuicio para la naturalidad y la espontaniedad y el máximo rendimiento en cuanto a evitar incidencias no deseables.
ResponderEliminarCuando las normas atenazan, enlentecen, complican y desnaturalizan procesos que, por de otro modo, discurrirían con toda simpleza en el 99 por ciento de los casos, es que son excesivas o improcedentes.
No se trata de estar pasado de moda, sino de que vuelva a estar de moda el sentido común, la confianza, la humanidad y el respeto. Dado que las modas se rigen por movimientos pendulares (dicen) soy optimista y espero impaciente que seamos testigos de este retorno.
Saludos, Joselu.
Efctivamente, querido Joselu, los que llevamos muchos años en esto hemos pasado por tantas etapas, disposiciones, leyes, normativas y demás zarandajas que muchas de las imposiciones actuales nos parecen fuera de lugar, y sin embargo somos nosotros los "pasados de moda" porque seguimos sintiendo la enseñanza de un modo muy distinto, más abierto y espontáneo, sin tener que preocuparnos por permisos escritos y trámites burocráticos para llevar a un niño a un centro médico o llevarles a pasar una tarde en el pinar. Es una locura, una sinrazón. Yo he llevado cantidad de chavales con la pierna rota o la cabeza abierta a MAPFRE y no pasaba nada, se solucionaba el problema rápida y eficazmente y nadie salía perjudicado ni nos pedían explicaciones, al contrario, los padres agradecían la atención recibida. Hoy todo necesita firmas, permisos, papeles... Al final sólo valemos si lo dice un papel. Incluso para demostrar que estamos vivos hay que buscar un papel que lo diga. Es absurdo. Los profesores ya no somos educadores apenas, ni siquiera enseñantes, si me apuras, sólo somos un eslabón más de la cadena burocrática. Nos pasamos la vida rellenando papeles estúpidos para justificar lo que hacemos y lo que no en vez de emplear nuestras fuerzas y nuestro tiempo en atender a nuestros alumnos. Cualquier denuncia o reclamación puede causarnos un disgusto y nadie nos defiende. Por eso me extrañó tu osadía al proyectarles "El imperio de los sentidos", podría haberte causado un serio problema. Ha desaparecido la parte humana de la docencia, toda precaución es poca y experiencias tan bonitas como las que cuentas sólo son una anécdota ya, por desgracia. Las normas son necesarias, pero no pueden ahogar las iniciativas loables, hay que dejar margen para la espontaneidad y confiar en la profesionalidad de los docentes.
ResponderEliminarLa jornada única en Primaria lleva años implantada en muchas localidades y no quieren volver atrás, a todos les gusta. Lo normal es desarrollarla de 9 a 2, pero nosotros la tenemos de 9.30 a 2.30, con lo que los chavales mayores comen muy tarde, porque la clave de todo esto es el comedor, un problema que no tenéis en Secundaria. Nosotros tenemos que seguir haciendo cinco horas de exclusiva por las tardes, y cada centro lo hace de una manera. Veremos si a la larga nos compensa. Algunos padres han amenazado con ir a los tribunales, pero la medida no tiene marcha atrás, así que no sabemos qué pasará si siguen dando por saco.
Con el dichoso bilingüismo se rumorea que acabarán implantando la sexta hora (ya damos cinco), pero de momento sólo es un rumor. En cualquier caso, a los profesores no nos pueden ampliar nuestro horario sin cambiar muchas cosas, así que no creo que lo hagan, pero quién sabe, los que mandan pueden legislar lo que se les antoje.
Un fuerte abrazo, colega.
Toda la razón. Mis padres eran maestros y les recuerdo perfectamente llevando a niños al hospital. Ahora estamos todos acojonados vivos y se ha sustituido el genuino amor al prójimo por el derecho civil, o como se llamen las leyes que lo regulan absolutamente todo.
ResponderEliminarYo vi esto en Inglaterra hará unos 15 años, estuve unos meses viviendo allí y ya vi esta enfermedad que ahora tenemos todos. La anulación completa del sentido común es uno de los síntomas más alarmantes.
Pero no suframos más de la cuenta que el mundo se acaba, con tanta imbecilidad y con la institucionalización de la mediocridad, esto no puede durar.
Joselu, me da la impresión de que ahora sí has puesto el dedo en la llaga y que por ese síntoma podemos detectar el nombre de la enfermedad.
ResponderEliminarEs tan de sentido común -no de moda- lo que has hecho que hay que preguntarse quién puso los medios para que todos los demás renunciaran a este sentido común.
Ya sabes que hace tiempo tengo la intuición de que la enseñanza actual no pretende educar sino domar, hacer a los niños buenos sujetos para la explotación mansa posterior (con la colaboración de los que se prestan a ello). No sé si todo esto tendrá algo que ver.
La educación siempre ha sido, desde los tiempos de los presocráticos, creo, un hombre junto a otros que se esfuerzan por entender. Tú me dirás si lo es ahora.
El post, naturalmente, me ha encantado.
Miedo JoseLu, hay que alienarlos controlarlos lo has escrito tambien, porque tenemos Miedo que nos muestren fehacientemente cómo nos hemos equivocado!!!! Ha sido un post genial! Sigamos pasados de moda!! abrazos.
ResponderEliminarLes comparto un enlace a mi parecer pertinente para el debate.
ResponderEliminarhttp://www.heterodoxia.info/?s=escuela
Cada vez que salgo de excursión con el alumnado me repiten "qué valor tienes". Creemos en otro tipo de enseñanza que no nos permiten llevar a cabo porque es la propia sociedad quien lo prohibe. Es verdad que si "pasa algo" nos cae el pelo: los padres denuncian y la administración no nos apoya. Estamos solos. Y el miedo es libre.
ResponderEliminarQuerido amigo, entonces éramos jóvenes e indocumentados...no le temíamos al mundo y creo que era el mundo el que nos miraba con algo de resquemor. Ahora nos hemos vuelto gilipollas en el más amplio sentido de la palabra. Precisamente ayer, que pasé un magnífico día en casa de unos amigos, el anfitrión, Profesor Universitario, nos leyó un test o algo similar, que otro profesor había realizado a sus alumnos de primero de Químicas...puedes creer que les preguntaban ¿si habían ido a clase con bolígrafo y libreta para tomar notas?.
ResponderEliminarPues si en la Universidad estamos así...Ahora los “niños” pueden llegar al coma etílico en el botellón...pero en clase tienen que estar entre pañales. Pueden partirse el cráneo en cualquier polígono haciendo del cabra con sus escuters, pero si se rompen una uña en clase se tiene que llamar al 112. Aún recuerdo el primer día de mi hijo en clase, en Primero... una vez pasado el Preescolar. Conozco a los Profesores, son vecinos, algunos son amigos, me lo llevé con su Profesor, Director por entonces, y le dije “Si le tienes que arrear un colleja se la das y después me lo dices para que yo le arree otra. Hemos llegado a unos extremos, que recuerdo una reunión de padres de alumnos de 4º de ESO en la que una madre le pedía a la Tutora que si podía ayudar a su hijo en la hora de tutoría, porque claro, pobrecito entre las clases por la mañana y el deporte por las tardes pues no tenía tiempo de estudiar y hacer los deberes....pa mear y no echar ni gota-
Los centros educativos se han convertido en escuelas de adiestramiento, y ni eso consiguen; al menos los perros obedecen a la voz de su amo. Éstos no; ni se educan ni se adiestran: viven en una anarquía promovida por el gobierno, las leyes educativas y la permisividad de la sociedad. Como dice un comentarista, has puesto el dedo en la llaga.
ResponderEliminarUn saludo.
¡¡Pues muuy mal hecho , JOSELU!!
ResponderEliminarPero ¡¡xD!! ¡¡qué imprudente eres!! :-)
¿Y si cuando llevas a tu alumno chocáis contra in mosquito, al que le provocáis lesiones, os demanda exigiendo una cuantiosa indemnización y fruto de esa colisión a tu alumno se le produce un shock post-traumático con secuelas de por vida, que también debes indemnizar ?:-)
¿Suena surrealista verdad? lo es, pero es que vivimos en un mundo surrealista, mercantilizado al máximo, lo único que puede hacer, como en medicina, es actuar siempre a la defensiva. Existe la medicina defensiva ( que solicita mil pruebas innecesarias, sólo para cubrirse ante posibles demandas) bueno pues vosotros practicáis os guste o no la educación defensiva, en la cual, para cubriros pedís permisos firmados por los tutores de los menores, hasta para ir al WC, como tú comentas.
No estás pasado de moda, JOSELU, tú eres un anti sistema de libro, que a mi me encanta por cierto, pero supones un grave peligro para los ortodoxos. Como amiga ( y abogado :-) te diría que debes tener más cuidado, lo tuyo raya la rebelión civil en las aulas jajaja
Y de anticuado nada, dudo que hace cien años, un profesor fumara en clase con sus alumnos o se fuera de acampadas nocturnas. Suena de maravilla en lo tocante a la libertad JOSELU, ahora bien, si yo como madre me entero que te pones a fumar con mi hijo en clase jajaja ¡¡vaya bronca que te cae!! ;-)
Te digo esto en broma, por favor :-) pero no creas, tiene su parte seria. En tú caso como profesor, te guste o no, también tienes un componente coercitivo, como lo tenemos los padres con los hijos. Ser su colega, supone renunciar a esa parte que a mi no me gusta nada, pero que está ahí y hay que asumirla como parte de la labor, olvidarla, no sólo te acarreará problemas a ti, sino también a esos alumnos que saldrán al mundo suponiendo que se van a encontrar muchos JOSELUS y me temo, que como tú, sólo existes tú. :-)
Muchos besos y feliz día ( pero sin fumar) ¿OK?:-)
PD
Yo también me hubiera llevado a tu chico al médico y además fumo jajaja
Una vez más en el mismísimo clavo, amigo mío... Como profesor he sentido las mismas sensaciones que tú en muchas ocasiones; como secretario de un centro de Secundaria también me han sorprendido reacciones hiperestrictivas y normativizadas en exceso del personal administrativo... En fin, ¿cómo es posible que me recomienden no publicar la imagen de la persona que me ha sustraído el bolso con todas mis pertenencias de mi despacho? Mmmmmm... me temo que no lo voy a cumplir.
ResponderEliminarBravo Joselu! Estoy de acuerdo totalmente con este blog, yo gracias a no sé quién he podido vivir la época en que maestro y alumno son personas que hablan y se comunican.
ResponderEliminarTengo amigos profesores y estoy muy orgulloso de ellos, no estamos volviendo como en el libro de Orwell 1984, el día menos pensado nos plantan el ministerio de la igualdad... ups!
Un abrazo!
Hace tiempo leo su blog, me recuerda usted mucho a profesores de mi país, Uruguay. La semana pasada tuvimos la reunión con el tutor del curso de mi hija, 2ºESO. Toda la información que dio se refirió a la reglamentación de los patios, de los baños, de la agenda. Y los padres también preguntaban cosas del estilo, xej. "queremos que le justifiquéis la falta a mi hijo el día de la huelga" (!?).
ResponderEliminarY se dan situaciones ridículas como que el instituto que tiene unos 500 alumnos, habilita sólo un aseo para chicas y otro para chicos, a pesar de tener más perfectamente funcionales, porque "están lejos de la entrada y es difícil controlarlos". Sólo se pueden usar en los recreos, si alguien lo necesita fuera de ellos, tiene que pedir un permiso especial que queda registrado en un cuaderno ad hoc que lleva el profesor y además en la Conserjería, que lleva un control mensual del alumno y del profesor que da los permisos, para disuadir a los "muy listillos" o demasiado permisivos.
Me fui de allí con mucha rabia, pero leer hoy su post me ha dejado con mucha pena por la "educación" que recibe mi hija en el instituto, creí era algo acotado a este instituto en particular y no general como muestra su post. Trato de pensar qué podemos hacer los padres que queremos una educación pública sin pasar por el aro de la privada, pero no me doy cuenta por dónde ir.
Gracias por su blog, me ha dado muchos ratos el placer de pensar.
En fin, qué te voy a decir, poco puedo añadir a lo expuesto en tu post y los comentarios. Lo que más se acerca a lo que pienso, es lo que ha expuesto Malo-Malísimo: ¡que nos hemos vuelto gilipollas o somos presa de la gilipollez... porque no se entiende de otra manera.
ResponderEliminarPodría añadir cien anécdotas en el mismo sentido de lo que dices, y cada cual más absurda. Por ejemplo, que un alumno de bachiller (alguno hasta con 19 tacos por aquello de las repeticiones) no pueda salir en la hora del recreo a comprarse un bocadillo al bar de la esquina... Me pregunto que pasaría si llamara a la guardia civil denunciando que está siendo retenido contra su voluntad.
En fin.
Todo cuanto pueda decir es ya reiterativo respecto a los comentarios publicados. Aun así, la escuela, en sentido amplio, se ha transformado de un centro de saber, con olor a lápices y adonde todo el mundo iba a reivindicar(se), en un centro de acogida, donde la juventud esté controlada, sometida a horario y regularizada, sin importar qué, cómo o cuánto aprenden, si es que son capaces de asimilar algún conocimiento. Ya no huele a goma de borrar y cuaderno de papel, sino a rancio, moho y petas, por más que esté prohibido fumar.
ResponderEliminar¿A quién le importa? No a los padres, que van tranquilos a trabajar sabiendo que sus hijos están recogidos. No a la mayor parte de profesores, apenas poco más sabidos y leídos que los alumnos a quienes imparten conocimiento ¡qué risa! Mucho menos a los propios chavales, conocedores de sus derechos aunque no sepan hacer la "o" con un vaso redondo, y conscientes de que al final, hagan lo que hagan, tendrán el puto título de las narices sin esfuerzo alguno. Quizá los únicos que presten algo de interés a este sistema educativo, y como paradoja, sean los políticos, esos estúpidos y mediocres seres en los que la mayoría de la sociedad deposita sus esperanzas; los políticos, con el poder de legislar pero que condenan al inmovilismo, o peor aún, al desastre absoluto, a la educación, sabedores de que es la mejor arma que tienen para asegurar levas futuras de ciudadanos-borregos incapaces de cuestionarse cosa alguna al no haber adquirido los mecanismos necesarios para ello.
En fin. Quizá todo esto, Joselu, pueda servirte de referencia para responder a la pregunta de por qué he dejado la docencia...
Un abrazo.
Como ya han dicho anteriormente, has dado en el clavo. Este es el triste ambiente en el que se vive en los institutos, pero creo que va más allá, que es toda la sociedad la que estamos cayendo en una reglamentación masiva de muchos aspectos de la convivencia (incluso los más nimios)que nunca deberían ser determinados por normas o leyes, sino autorregulados desde la propia responsabilidad. Luego nos encontramos con adolescentes que, abandonados a sí mismos, cometen las mayores burradas y nos extrañamos, sin pensar que no les hemos dejado disfrutar de la libertad real de ser y de equivocarse.
ResponderEliminar¿Y qué decís de no poder castigar a los alumnos en la clase durante el recreo, a no ser que sea el grupo entero? A mí, hoy mismo me han llamado la atención por tener a dos alumnos de 1º copiando en su clase en el recreo y me han recordado eso de "no te quedes a solas con ellos". Es absurdo. Un abrazo
ResponderEliminarH., nada puedo decir sino que estoy de acuerdo contigo. Hubo un tiempo en qu el mundo de profesores y alumnos no estaban alejados. Yo lo viví. Ahora rige un paternalismo que lleva a que nunca sean ellos mismos responsables de sus actos. Una vez tenía la sensación de tener personas y ahora tengo la impresión de tener alumnos a los que hay que educar. Quizás sea el signo de los tiempos.
ResponderEliminarZim, pienso que el paternalismo es un factor inevitable. Quiérese proteger, educar o reconducir a alumnos que llegan desnortados. El precio es que se les sigue considerando como incapaces a todos los efectos. Se ha infantilizado todo. Tratamos con personas supuestamente incapacitadas para la responsabilidad y les tratamos en consecuencia. No sé cómo abordar esta situación.
ResponderEliminarSigo contestando a vuestras interesantes cuestiones mañana. Ahora, por la noche, me voy a ler a Chinua Achebe, una novela africana. Mañana sigo en la brecha. Un cordial saludo.
ResponderEliminarJoselu, es lo que pasa en una sociedad que no lee, que se vuelve manipulable y propensa a caer en todos los miedos que se le inoculan. ¿Por qué hay que superproteger a los niños y adolescentes? Para que crezcan pensando que la vida está llena de peligros a los que no podrán enfrentarse. Pero, ¿por qué esos mismos adolescentes pueden salir los fines de semana hasta las ocho de la mañana y emborracharse hasta perder el control? Porque hacen un gasto importante, porque los jóvenes son los grandes consumidores de esta época. Quieren que todos entremos en el círculo del miedo y la verdad es que parece que lo están consiguiendo.
ResponderEliminarMe resulta extraña la historia, como si los anacronicos fueran los de "míralo y no lo toques". En los dos últimos IES en los que he estado, disponíamos no sólo del seguro de la clínica, sino de un servicio telefonico de taxis al que se avisaba para recoger al profesor y al alumno y llevarlos y traerlos de y al Centro. Por otro lado, lo mejor es decidir y obrar con la sensatez propia de quien, por ejemplo, tiene hijos y sabe que hay que tomar decisiones al segundo.
ResponderEliminarEs tan evidente lo que cuentas que es fácil establecer la comparación entre dos momentos. Yo estudié BUP y COU en un centro donde fumábamos y bebíamos en el bar del instituto. Íbamos a casa de los profesores a tomar café y a conversar y nadie nunca dijo nada. Era lo normal.
ResponderEliminarEn mis primeros años de profesora, tuve una lesión de rodilla y di clases en mi casa. Mi sustituta no daba crédito. Era más joven que yo y no lo entendió. Los tiempos empezaban a cambiar.
La conserge y la dirección de tu centro te recomendaban no acompañar al joven, porque una vez fuera del centro no tienes ninguna cobertura legal. Ese es el problema: la desprotección. Los tiempos han cambiado definitivamente.
"vocación de carcelero", me gusto eso.
ResponderEliminarPosiblemente, bajo el punto de vista que planteas y que es del todo cierto, se deba la desconfianza y la lejanía que ahora tiene el alumno frente al profesor, que por lo que planteas no ocurría antes.
Seguramente no todos los maestros actuaban de la misma forma que tu, pero ya con el simple hecho de que se pudiera disfrutar de una clase del modo en que la describes motivaba al alumno a aprender y sentirse "interesado en" cosa que ahora mismo no suele pasar.
Posiblemente sea este mundo que nos anula a base de normas impuestas, como bien dices, y en el cual nos hemos acomodado.
Es tan fácil seguir unas pautas, leyes, etc... que solo implican egoísmo y menos responsabilidad por nuestro propio entorno, que ya a nadie le preocupa cambiar eso que esta bien, incluso hablar con el alumno de un tema privado ya puede parecer fuera de sí. Esto es un error.
Yo no sé hasta donde vamos a llegar y cuando explotará la burbuja.
Saludos.
Cuando se gana en desconfianza, también se pierde en libertad. Y en tantas otras cosas, por desgracia :( :(
ResponderEliminarBesos, Joselu.
Estoy de acuerdo contigo Joselu.
ResponderEliminarEstamos en la era de la gilipollez y el "sinsentido común".
Yo acompañé una vez también a un alumno con el coche a no se qué y no pasó nada.
Me pregunto de donde viene tanta estupidez y tanto "y si..."
Aunque confieso que yo mismo no me escapo y cada vez me atrevo a menos cosas si no es en presencia de mi abogado.
Vuestras comentarios me han desbordado y son en muchos sentidos más interesantes que el post que les ha dado pie. Amigos, no sabéis lo acompañado que me siento en esta especie de inteligencia colectiva que es la red.
ResponderEliminarGracias, H., Yolanda, Zim, Frikosal, Animal de fondo, Liliana, Ronsel, Jose Miguel Ridao, Malo, malísimo, María, Marcos, Buscador de corazones, Anónimo uruguayo, María, Clivus, Serenus Zeitbloom, Javier, Juan Poz, Hortensia Lago, Toro sentado, V., Bu, Lu, Caperucita azul...
Un fuerte abrazo a todos.
Seguramente como tu dices, es lógico todo lo impuesto ahora pero... tu no estás hecho para lo de ahora, te traban, te impiden hacer tu trabajo libremente o sea que yo también opino que estás pasado de moda. Tu, Joselu, eres un peculiar profesor, de los que no existen muchos y pienso que tampoco han existido demasiados antes.
ResponderEliminarSigue contándonos tu vida, pues tus alumnos son una parte muy importante de tu vida.
Te mando un fuerte abrazo. Lola
Mira JOSELU,
ResponderEliminaracabo de estar en le blog de un amigo, que es maestro de los de antes jajaja bueno, es un profe jubilado, verás me ha parecido que podía interesarte su entrada y a él la tuya, así que a él le he enlazado tu entrada y aquí te dejo la de él, como tú, es otro tipo genial :-)
EL RINCÓN DEL NÁUFRAGO
Seguramente ya conocerás lo que comenta en su entrada, pero bueno, me ha parecido una buena ocasión para que os conocierais ambos, si además te sirve lo suyo, perfecto.
Muchos besos "desbordado" jajaja
si es que, te haces querer...
Espero que en tu insti sepan la joya que tienen :-)
Y si no, que nos pregunten a nosotros...
Comulgo contigo. Además, esa institucionalización afecta ya a cualquier actividad social. Un pequeño empresario, para abrir su tienda, debe cumplir cien requisitos nada baratos, y una vez abierta, mantenerlos. Un profesor no es menos. Se convierte en un funcionario, un administrador de horas ajenas, carcelero a su pesar.
ResponderEliminarLo único que nos queda es, como en tu caso, arañar algo de humanidad a esta fría administración de la vida social, tener esos pequeños gestos de disidencia que nos recuerden que estamos vivos y no impedimos que otros lo estén.
Saludos desde "La mirada perpleja" (lamiradaperpleja.blogspot.com) y más veces.
Sí, Joselu, estamos pasados de moda. Todos aquellos que estamos en esto de la enseñanza desde hace unos cuantos añitos estamos demodeés. Yo aún me acuerdo al principio que trabajaba que cuando un niño se hacía daño, se le llevaba en el coche del profesor al hospital(yo lo he hecho más de una vez) y allí no pasaba nada. Es más, luego, los padres te daban las gracias. Ahora todo son reglas y temores que ahogan nuestro sentido común. Estamos siendo devorados por lo políticamente correcto y lo legalmente correcto. ¡Qué asco! Yo quiero ser libre, como lo era en aquellos años. Y andar por ahí con la libertad de hacer las cosas guiado por mi sentido común y saber que no vendrá un padre o una madre a exigirme la hoja de las programaciones o un director a preguntarme si esta actividad extraescolar consta en el Plan de Centro aprobado por el Consejo escolar...
ResponderEliminarUn abrazo.
También debo estar pasado de moda, pues hace poco llevé a su casa a una alumna que se había hecho daño en la pierna (vivía con los abuelos y no la podían recoger). También me advirtieron de que me la jugaba, pero asumí mi culpa; supongo que la vida está llena de riesgos y alguna vez hay que ejercer de seres humanos.
ResponderEliminarHola, compañero y comentaristas:
ResponderEliminarPermitidme añadir un par de anécdotas:
Este año, tras un par en un centro de educación especial donde todo es diferente, vuelvo a un centro ordinario. En la primera semana de clase una niña se hace un buen estropicio en la rodilla. Cuando un compañero vio que pensaba limpiarle la herida y ponerle un poco de agua oxigenada, casi le dio un infarto. Corrió a decirme que a los niños no podemos ponerles ningún tipo de cosa que cure. Que se jodan o que la pongan sus padres o el médico.
Hace seis años, en un colegio de monjas donde comenzaba a intentar ser maestro un niño tropezó con la red de la portería y se rompió el cúbito y el radio. El antebrazo formaba un doloroso ángulo de 90º. Seguimos el protocolo de la llamada de los padres, pero estos no lo cogían y el niño sufría terriblemente. Yo me enfadé terriblemente, pero no me dejaron ir en un taxi con el niño al hospital. Mientras todo esto ocurría, la monja-conserje le decía al niño que estuviera tranquilo que ella estaba pidiendo a dios por su brazo. Los padres llegaron tras una hora de espera.
Vivimos bajo la dictadura de unas normas estúpidas y ajenas al buen juicio. En mi caso, prefiero pagar algunas multas por contravenirlas que aceptar esta forma de vivir atontada que nos imponen.
Un saludo.
Marciano Ansotano, realmente preocupante. Ignoraba que no pudiera aplicarse ni siquiera agua oxigenada. ¿Nos estamos volviendo locos, gilipollas o algo peor? La judidialización de la sociedad hace que todo el mundo tenga en la boca la expresión "te denuncio". El año pasado una alumna fantasiosa implicó al jefe de estudios y a la tutora en un caso de malos tratos. Su padre le había pegado. Puede que fuera algo verdad o no. El caso es que el instituto se personó en la policía autonómica para respaldar el testimonio de la niña. Se tiene tanto miedo a las denuncias que la sanidad se encarece con infinidad de pruebas innecesarias -que no podemos pagar-, se abdica del sentido común como sucede en los casos que citas. La vida es falible, podemos cometer errores pero sentimos pánico a hacerlo porque estamos desprotegidos ante las denuncias, las reclamaciones por cualquier cosa, aunque sea algo tan elemental como limpiar una herida con agua oxigenada. Increíble.
ResponderEliminarSaludos.
Todos nos hemos desahogado, pero ¿podemos hacer algo? Lo primero sería determinar la causa de todo esto. Y lo que no sirve de nada, me parece, son los manifiestos, que se quedan en un lavado de conciencia para quien los suscribe.
ResponderEliminar¿Qué es lo que nos contamina de falsedad y de burocracia? Me parece que mantener unas instituciones políticas falsas, que no representan para nada al pueblo, sino que son una carta otorgada, está en el origen de todo. Si no se reglamenta todo lo correcto y lo incorrecto, ¿cómo va uno a aceptar que votar sea un ejercicio de soberanía? Se trata de sustituir el sentido común por las normas, así como de dividir a los unos frente a los otros. El padre que ataca y el médico o el maestro que atacan también (no penséis que solamente se defienden) son el mismo pueblo enfrentado y fragmentado y en oposición a sí mismo.
Lo que cada uno podemos hacer es en nuestro ámbito no dejarnos engañar. Para ser feliz como profesor no cabe duda que hay que enseñar y sentirse útil. Cualquier otro camino lleva a las lágrimas de cocodrilo en la sala de profesores y a las quejas de que "no tengo la culpa yo" pero en definitiva se deja de hacer el bien a nuestro alrededor que es lo importante.
Marco Aurelio decía: "No bien habrán pasado diez días, cuando ya te reputarán por un dios aquellos mismos que ahora te tienen por una bestia o por una mona, si te dieres a seguir y tener por sacrosantas las leyes de la razón."
¿Es que una cerilla no encenderá ya más el mundo?
Saludos cordiales
Cuánta razón tenía Foucault, aunque digan que (también) está pasado de moda.
ResponderEliminarvaya, yo entro en el perfil de alumno anticuado, por suerte o por desgracia estudié COU en esos años en los que podias tomar una cerveza con la profesora de latín y no se veía como algo peligroso, es más afianzaba la relación profesor-alumno un poco más si cabe, ahora empiezo mi andadura en el mundo de la enseñanza, eso si, en primaria, así que habrá que ponerse al día y actualizarse a estos tiempos. me ha encantado leerte
ResponderEliminar