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lunes, 25 de enero de 2021

Condicionar a los niños como voluntad



Los niños son páginas aparentemente en blanco y desde bebés, nosotros los padres, insertamos un montón de cosas que los condicionarán: canciones, humor, emociones, aficiones deportivas –la pasión por un equipo-, lenguas que los habitarán, una forma de ver el mundo, ideologías nacionales –el amor por una patria y no por otra-, odios y resentimientos, concepciones sociales y políticas, pasiones fracasadas, experiencias vitales, sabores –esto es fundamental-, cuentos, poemas, su propio nombre es un mensaje sobre su vida… 

 

Lamento a estas alturas –mis hijas tienen veintiún y veintitrés años- no haberlas condicionado ideológicamente en muchos sentidos como se acostumbra a hacer por aquí donde se les educa en amores y odios nacionales, políticos y deportivos –lo que tiene una enorme eficacia, lo puedo asegurar-. Un niño es un ser para ser ideologizado, pero yo no lo entendí así y dejé que mis hijas crecieran en libertad a la que añadí en lo que pude la literatura, los cuentos, los poemas… 

 

Dicen que los hijos salen como salen y que los condicionamientos son inseguros porque todo da la vuelta, pero alguien que desde bebé lleva la camiseta del Atleti o del Betis o del Barça, un niño que desde casi bebé se le imbuye de ser un miembro de una comunidad nacional oprimida por un estado genocida, crece de acuerdo a ello y es muy difícil que pueda liberarse de ello por más que su inteligencia le lleve a cuestionar el condicionamiento ideológico, deportivo o político. 

 

Yo elegí no hacerlo. Tal vez porque mis convicciones eran tan inseguras que no lo pretendí. Ahora no sé si lamentarlo, me tendría que haber esforzado más en darles una identidad en muchos sentidos. Han sido ellas las que tienen que buscarla. 

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