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lunes, 3 de octubre de 2022

La sociedad transparente


Estoy leyendo La sociedad de la transparencia de Byung-Chul Han, autor del que he leído otros títulos de carácter filosófico y que siempre me hacen pensar. 

 

En estas líneas que siguen, intento interpretar y aplicar las ideas del libro a la sociedad en que vivimos, pero a mi manera, lo que puede distanciarme, tal vez, del desarrollo argumentativo del filósofo coreano, afincado en Alemania y cuya tesis doctoral fue sobre el pensamiento de Heidegger. 

 

La transparencia, se ha hablado mucho de ella. Se apuesta por una política transparente, por una economía transparente, por una sociedad transparente, es decir, que no sea opaca a la luz. Y este concepto es tenido por algo deseable por la mayoría de la gente. 

 

Paralelamente, en nuestra sociedad que aspira a ser transparente, se exhibe la intimidad personal, que se difunde por las redes sociales y medios de comunicación. Estos días circulan profusamente algunos asuntos personales de una relación de pareja en que ella se ha visto engañada. Parece que es una pasión nacional la que se ha extendido a favor de la novia burlada. Todo se enseña, la tendencia es a desnudarse en público como muestra de que no hay nada que esconder, y todo tiene que ser objeto de evaluación popular… Abunda la literatura testimonial del yo, la autoficción como expresión contraria al ocultamiento íntimo que se ha vivido en tiempos anteriores. 

 

Byung-Chul Han utiliza el término de pornográfica para calificar esta tendencia a exhibir todo sin lugares para el ocultamiento, los velos, la ambigüedad, el doble sentido, el misterio y a esto lo llama “positividad”. “La negatividad” es un concepto paradójicamente positivo, estimulante y válido a diferencia de la “positividad” que es un concepto opuesto y negativo. Nuestra sociedad apuesta por la “positividad” en un afán de transparencia y autenticidad desvelando cualquier atisbo de misterio o enigma, de oscuridad (es a lo que llama “negatividad”). Se rechazan y abandonan los mitos, lo rituales, la teatralidad como expresión de la objetividad para defender la autenticidad sin tapaderas, sin fingimientos. Queremos hombres y mujeres auténticos, que se muestren puros y tal como son sin disimulos u oscuridades. 

 

Sexualmente se quiere la claridad, no la seducción, el juego, el artificio amoroso. Se pide prácticamente un contrato jurídico para establecer una relación amorosa que explicite el consentimiento legal para pasar al juego del coito. Se excluye la ambigüedad, el doble juego (el no pero sí). Parecería que debiera haber un notario para legalizar una salida nocturna con apéndice. Me pregunto dónde quedaría el ritual amoroso sofisticado y complejo del amor cortés de la edad media. 

 

Se defiende la positividad, mostrar siempre y en todo momento las cartas bocarriba y se condena la negatividad que es dar lugar al juego, al rito, a la conquista, a los motivos ocultos, a la complejidad humana, en definitiva. 

 

Las redes sociales son un observatorio general para atisbar en profundidad en todo. Son un ojo infinito que escruta la más mínima materia oscura para hacerla transparente. Todo se debate, todo se muestra, se ilumina, se juzga, se evalúa y se condena o cancela si rompe nuevos códigos de limpieza ideológica. Millones de personas desde sus móviles observan y ponderan la realidad que deja de tener huecos sin iluminación. 

 

Por otra parte, la llamada positividad está presente en nuestra manera de considerar el mundo, las cosas y todas nuestras acciones y pensamientos que han de ser positivos, es decir, de acuerdo con un molde que excluye lo oscuro, lo doloroso, lo ambiguo, lo crítico, lo real diríamos nosotros. Las acciones políticas, las declaraciones públicas han de ser siempre positivas, e incluso se exige que nuestros pensamientos más íntimos deben responder a un esquema positivo. Fuera queda buena parte de la literatura y el arte universal que fueron en buena parte exposición de la negatividad. 


Los metadatos controlan nuestra vida, nuestro modo de entender las cosas, nuestros pensamientos, nuestras ideas, nuestro entretenimiento. Somos transparentes para el sistema. Es el reino de la positividad. 

 

Me costó entender el juego del filósofo coreano-alemán para entender que la negatividad es buena y la positividad problemática para él. 

 

Vivimos en el imperio de la positividad cuando mucho que subyace en nuestro interior es expresión de la negatividad, es decir, de lo complejo, de lo oscuro, somos seres de luz, pero también de sombra. Ahora se quiere que millones de focos estén siempre iluminando todo lo que pasa incluso en nuestro interior. Todo ha de ser transparente. No debe haber nada oculto. Todo se debe mostrar. 

 

¡Viva la negatividad!

 

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