El proceso de comunicación entre un emisor y un receptor –eso que enseñaba cada año en el instituto y nadie parecía sentirse demasiado emocionado por ese tema- es incierto y de difíciles perspectivas.
Una cosa es lo que uno intenta decir, sea verbalmente o por escrito –en el mundo de los blogs- y otra cosa es lo que el que escucha o lee recibe. Mi experiencia es profundamente pesimista al respecto. Es raro que ambos mecanismos coincidan. Uno expresa un conjunto de ideas, teniendo un contexto interno donde hay convicciones, dudas, creencias, referencias, pasado, emociones y un magma interior donde las cosas parecen –solo parecen- lógicas y congruentes. Y el receptor escucha o lee e interpreta de modo diferente lo expresado porque tiene otro mundo interior totalmente diferente al original que formuló el mensaje. Sus coordenadas vitales e intelectuales son absolutamente diversas. Lo que era esencial en el productor del mensaje no lo es para el receptor, y el proceso comunicativo se llena de confusión, ambigüedad e intenciones oblicuas. Se reinterpreta de nuevo y el resultado termina por ser radicalmente diverso a lo expresado.
Otro factor relevante es que el que habla o escribe está construyendo su pensamiento y lo que expresa son especulaciones no acabadas, fruto de un proceso de reflexión en marcha. Puede equivocarse, eso es lo bueno del pensamiento, puede llegar en ese momento a planteamientos que luego revisa y rehace. Muchas veces en este blog escribo ideas en construcción que luego, a tenor de los comentarios, me doy cuenta de su insuficiencia y relativismo. Y el emisor puede a llegar a desconocer lo que escribió. Y arrepentirse. Claro que es más cómodo dictar doctrina sin contradicciones, sin fosos de riesgo, pensamientos cerrados y redondos, acabados. ¿Hay algo más soberbio que la mente de una persona mayor que cree que tiene suficiente perspectiva en la vida como para saber qué piensa acerca de todo? Bah. El tiempo demuestra que nadie sabe nada, es la única realidad que se me impone por más exquisito que se crea el emisor.
Interpreto el proceso de comunicación como algo proceloso y sujeto a la incertidumbre esencial de la vida. Lo bueno de esto es que asumir riesgos y saltos en el vacío, por complicados que puedan ser, tiene su sentido, aunque no se sea correcto.
El tema de factores que intervienen en la comunicación es esencial para entender la complejidad del proceso donde el contexto y la situación son liminares para intentar dilucidar qué decimos y qué entiende el que escucha o lee.
Samuel Beckett creía que el proceso de comunicación era imposible y la incomunicación era la realidad más común en la vida social, y así llegamos al absurdo que es el trasfondo de todo.