Pericles
Es un lugar común entre algunos espíritus nostálgicos y obtusos lanzar vituperios contra la LOGSE, la ley general de educación que trajo la modernidad a nuestro sistema educativo extendiendo la enseñanza obligatoria hasta los 16 años y vertebrando coherentemente sus ciclos, así como aportando su filosofía de lo que es el aprendizaje basada en las corrientes pedagógicas más innovadoras en el mundo occidental.
Esos cipotes zampabollos reprochan a la LOGSE, como argumento más socorrido y zurumbático, que renuncia y no se plantea el conocimiento como objetivo. ¡El conocimiento! Vaya chascarrillo majadero. Ignoran o pretenden ignorar que vivimos en una sociedad dada. Una sociedad democrática no gobernada por el espíritu de las élites sino de los valores sociales de la mayoría, y que es una sociedad liberal vertebrada por el valor del mercado. Nuestra esencia es el mercado, el juego entre oferta y demanda. Nuestros alumnos se preparan para incorporarse eficazmente y entrar en ese juego. No los estamos preparando para la Atenas de Pericles. No estamos formando a pretendientes de intelectuales beocios, ni a miembros de la academia estoica o platónica. No estamos en jardines en que conversamos como peripatéticos tuturutos buscando el conocimiento con Aristóteles como maestro. ¡El conocimiento! ¡Ya ven! Nuestros alumnos deben participar de los valores de la mayoría social, una mayoría que no acepta hace mucho tiempo valores exquisitos ni que sean de la considerada cultura. Ya no existen popes sublimes que tengan autoritas para juzgar qué es culto y qué no lo es. El ciudadano medio aspira a un razonable grado de felicidad y de vulgaridad (no temamos la palabra), de bienestar económico y de capacidad de consumo que le permitan desarrollar su vida con un trabajo y una familia. Y para ello no hace falta convertir a los sujetos del sistema educativo en expertos en filosofía, ni requiere demasiados conocimientos de historia, ni tienen por qué rendirse ante las excelencias de la literatura clásica –por otra lado, tan anacrónica- . La cultura no es un ingrediente imprescindible para convertirse en ciudadano en plenitud de derechos. En muchos sentidos se puede decir que la cultura dificulta la vida moderna. La cultura nos convierte en insatisfechos, en dubitativos, en escépticos. Casi diríamos que en mojigatos. Y no es eso lo que nuestro mundo necesita.
Nuestro mundo participa de la filosofía del mercado. No existe nada fuera del mercado. Alguna corrección y puntualización si acaso. El sistema educativo debe preparar a los jóvenes para incorporarse al mundo productivo, a ser útiles a la sociedad que tiene en el consumo su motor de desarrollo. ¿Hay alguien que ponga en cuestión esto? Es un tópico atacar a la sociedad de consumo entre algunos progres necezuelos partidarios de la economía cubana o iraní, pero el acceso al consumo de las masas ha permitido la creación de las sociedades más prósperas de la historia y ello con sistemas democráticos que garantizan las libertades. Hay que preparar a los jóvenes para que se conviertan en piezas solidarias de esos valores. Y para ello no hay que predisponerlos contra el sistema ni a ser críticos con él atacando sus fundamentos. Es absurdo plantear que no exista la libre competencia, ni que los gobiernos no tengan el poder real que estaría en manos de los bancos, ni que las crisis las pagan siempre los mismos, o que el mundo se base en la explotación de unos por otros. Eso son claroscuros de nuestro sistema, pero que refulge brillante a pesar de los desajustes ocasionales.
Nuestro sistema educativo debe ser eficaz, no generar individuos rebeldes y sí productivos que ansíen el progreso individual que es garantía del progreso general. Deben buscar legítimamente enriquecerse. Ello es una garantía de libertad. No hace falta ni es deseable un sistema de educación en contradicción con nuestra filosofía liberal. El ser humano moderno no necesita de la excelencia –tan sospechosa por otra parte-, ni debe sacralizar el conocimiento en abstracto, tan inútil en cuanto tal, para convertirse en consumidor responsable. Necesitamos ciudadanos flexibles que sepan adaptarse a las necesidades del mercado, a los cambios y transformaciones ideológicos que están sufriendo nuestras dinámicas sociedades para entender la esencia del siglo XXI. Nuestro mundo está en trance de experimentar mutaciones formidables. No hacen falta individuos marcados por el pasado ni por el exceso de la llamada cultura. El sistema educativo debe crear individuos que administren unas competencias básicas, tolerantes, que sean capaces de cooperar, que sepan aprender por sí mismos sin excesiva necesidad de un profesor que crea tener las llaves del saber y tienen que incorporarse al mundo tecnológico sin hacerse demasiadas preguntas que sabemos que no tienen respuesta. El conocimiento añade dolor. Y necesitamos ciudadanos conscientes de sus valores que no sufran demasiado. El consumo satisface y calma nuestras ondas de tristeza, y si esto falla, tenemos la industria química que produce sustancias que nos aligeran de nuestro malestar vital.
El franquismo creó un sistema educativo que algunos todavía añoran. Pero dividía a la sociedad entre los individuos pensantes y los que estaban diseñados para trabajar. Hoy día ya sabemos que lo primero es innecesario y perjudicial. Caminamos hacia un mundo nuevo sin pesar ni cadenas del pasado. Cuando se jubile toda esa generación de nostálgicos y mastuerzos, la LOGSE (o LOE) podrá al final ser una realidad y mostrar toda su dimensión y alcance.
Esos cipotes zampabollos reprochan a la LOGSE, como argumento más socorrido y zurumbático, que renuncia y no se plantea el conocimiento como objetivo. ¡El conocimiento! Vaya chascarrillo majadero. Ignoran o pretenden ignorar que vivimos en una sociedad dada. Una sociedad democrática no gobernada por el espíritu de las élites sino de los valores sociales de la mayoría, y que es una sociedad liberal vertebrada por el valor del mercado. Nuestra esencia es el mercado, el juego entre oferta y demanda. Nuestros alumnos se preparan para incorporarse eficazmente y entrar en ese juego. No los estamos preparando para la Atenas de Pericles. No estamos formando a pretendientes de intelectuales beocios, ni a miembros de la academia estoica o platónica. No estamos en jardines en que conversamos como peripatéticos tuturutos buscando el conocimiento con Aristóteles como maestro. ¡El conocimiento! ¡Ya ven! Nuestros alumnos deben participar de los valores de la mayoría social, una mayoría que no acepta hace mucho tiempo valores exquisitos ni que sean de la considerada cultura. Ya no existen popes sublimes que tengan autoritas para juzgar qué es culto y qué no lo es. El ciudadano medio aspira a un razonable grado de felicidad y de vulgaridad (no temamos la palabra), de bienestar económico y de capacidad de consumo que le permitan desarrollar su vida con un trabajo y una familia. Y para ello no hace falta convertir a los sujetos del sistema educativo en expertos en filosofía, ni requiere demasiados conocimientos de historia, ni tienen por qué rendirse ante las excelencias de la literatura clásica –por otra lado, tan anacrónica- . La cultura no es un ingrediente imprescindible para convertirse en ciudadano en plenitud de derechos. En muchos sentidos se puede decir que la cultura dificulta la vida moderna. La cultura nos convierte en insatisfechos, en dubitativos, en escépticos. Casi diríamos que en mojigatos. Y no es eso lo que nuestro mundo necesita.
Nuestro mundo participa de la filosofía del mercado. No existe nada fuera del mercado. Alguna corrección y puntualización si acaso. El sistema educativo debe preparar a los jóvenes para incorporarse al mundo productivo, a ser útiles a la sociedad que tiene en el consumo su motor de desarrollo. ¿Hay alguien que ponga en cuestión esto? Es un tópico atacar a la sociedad de consumo entre algunos progres necezuelos partidarios de la economía cubana o iraní, pero el acceso al consumo de las masas ha permitido la creación de las sociedades más prósperas de la historia y ello con sistemas democráticos que garantizan las libertades. Hay que preparar a los jóvenes para que se conviertan en piezas solidarias de esos valores. Y para ello no hay que predisponerlos contra el sistema ni a ser críticos con él atacando sus fundamentos. Es absurdo plantear que no exista la libre competencia, ni que los gobiernos no tengan el poder real que estaría en manos de los bancos, ni que las crisis las pagan siempre los mismos, o que el mundo se base en la explotación de unos por otros. Eso son claroscuros de nuestro sistema, pero que refulge brillante a pesar de los desajustes ocasionales.
Nuestro sistema educativo debe ser eficaz, no generar individuos rebeldes y sí productivos que ansíen el progreso individual que es garantía del progreso general. Deben buscar legítimamente enriquecerse. Ello es una garantía de libertad. No hace falta ni es deseable un sistema de educación en contradicción con nuestra filosofía liberal. El ser humano moderno no necesita de la excelencia –tan sospechosa por otra parte-, ni debe sacralizar el conocimiento en abstracto, tan inútil en cuanto tal, para convertirse en consumidor responsable. Necesitamos ciudadanos flexibles que sepan adaptarse a las necesidades del mercado, a los cambios y transformaciones ideológicos que están sufriendo nuestras dinámicas sociedades para entender la esencia del siglo XXI. Nuestro mundo está en trance de experimentar mutaciones formidables. No hacen falta individuos marcados por el pasado ni por el exceso de la llamada cultura. El sistema educativo debe crear individuos que administren unas competencias básicas, tolerantes, que sean capaces de cooperar, que sepan aprender por sí mismos sin excesiva necesidad de un profesor que crea tener las llaves del saber y tienen que incorporarse al mundo tecnológico sin hacerse demasiadas preguntas que sabemos que no tienen respuesta. El conocimiento añade dolor. Y necesitamos ciudadanos conscientes de sus valores que no sufran demasiado. El consumo satisface y calma nuestras ondas de tristeza, y si esto falla, tenemos la industria química que produce sustancias que nos aligeran de nuestro malestar vital.
El franquismo creó un sistema educativo que algunos todavía añoran. Pero dividía a la sociedad entre los individuos pensantes y los que estaban diseñados para trabajar. Hoy día ya sabemos que lo primero es innecesario y perjudicial. Caminamos hacia un mundo nuevo sin pesar ni cadenas del pasado. Cuando se jubile toda esa generación de nostálgicos y mastuerzos, la LOGSE (o LOE) podrá al final ser una realidad y mostrar toda su dimensión y alcance.
Ley Orgánica del 2/2084.
ResponderEliminarLEONOR I Reina de España
"A todos los que la presente vieren y entendieren.
Sabed: Que las Cortes Generales lo han aprobado y Yo lo vengo en sancionar la siguiente ley orgánica:
2084.El Ocaso del Conocimiento
La fuente:
ResponderEliminarAntes de las Cenizas
Esta entrada me ha dado escalofríos.
ResponderEliminarMás vale tomárnoslo con humor, sí, aunque sea color meconio.
ResponderEliminarTodo un texto de manifestación, con tono de admiración a la Logse.
ResponderEliminarMe he empadado de tu exposición con entusiamo e ignoraba muchas cosas de las que mencionas, las cuáles, he aprendido hoy al leerte. Solo por eso, muchas gracias.
Te sigo.
Un abrazo muy sereno para ti,
Naia
Juas, cúanta maldad. Qué grande.
ResponderEliminarSinceramente, yo no sé si echarme a reír, o a llorar. Y ahora ya me dejas que ni sé qué se supone que debía (ser?).
ResponderEliminarLa suerte es que lo que se supone me la trae sin cuidado. Menos mal.
¡Qué susto me habías dado! Y qué desazonada me quedo después de leer tu entrada. Es mejor no pensar, como corresponde a un buen profe del siglo XXI. Saludos.
ResponderEliminarLa sociedad de la euforia perpetua, de los "valores" enlatados y la somnolencia social, sólo perturbable de vez en cuando por el ruido mediático, más artifical y maniqueo si cabe, y por el acontecimiento deportivo del momento. Pan et circense para paliar cualquier microbrote de pensamiento y vuelta a la sonrisa absurda de hiena. La evolución de la especie está asegurada. Somos mano de obra barata, sumisa y absurdamente feliz. Cuando una pila se acabe, habrá otra con las mismas características que seguirá permitiendo que la rueda siga girando. De vez en cuando pequeñas dosis de conocimiento manufacturado que den la falsa imagen de intelectuales incomprendidos y modernos, al más puro estilo romántico; mezclado con lecciones morales sacadas del saco de la demagogia de oferta. ¿Alguien da más?
ResponderEliminarGracias por tu ironía.
Terrorífico.
ResponderEliminar@Serenus: no conocía la entrada. Como todas las (anti)utopías también me parece aterrador.
jaja JOSELU,
ResponderEliminarTe ha vuelto a salir la vena irónica, que no sarcástica, que no me he olvidado. ;-)
Porque evidentemente, piensas todo lo contrario, sino en todo, en gran parte de lo que has escrito. Aunque tristemente, constates lo que sí que por desgracia, persiguen, piensan y desgraciadamente por el camino que vamos, consigan, imponer algunos, si ganan esos parámetros de la LOGSE, no sé si en sus fines, que lo dudo, pero sí en su aplicación práctica.
Evidentemente, no son buenos tiempos, para nadie sueñe con que a alguien le apetezca aprender por el mero placer de aprender. Ni muchísimo menos aspirar a que algunas personas se enteren que se puede disfrutar y mucho, con muchísimas cosas que quizá no tengan un valor tangible y ni práctico, en este mundo nuestro, pero que a la postre, quizá sean lo único que de verdad merece la pena.
Todo lo que de verdad hace disfrutar al ser humano, de una u otra manera está relacionado con el saber, el pensar y en definitiva con la cultura.
Si se renuncia a ella, sin darnos cuenta renunciaremos de manera irremediable a ser felices, aun cuando no nos enteremos. Nuestras mentes, se robotizarán y todo se reducirá a apretar botones, para que desde fuera, nos llegue lo que no tenemos dentro.
Y lo cierto, es que la felicidad, tiene un precio, todo en esta vida tiene un precio, en la cultura, como en casi todo, se llama esfuerzo. Y esta es una palabra maldita hoy.
Todo lo que requiere esfuerzo se desecha, el atajo y el camino cómodo es lo que prima, por más que seguirlo, nos lleve finalmente a sentirnos todos como armarios insensibles.
Yo no creo para nada, que la cultura sea para nada, patrimonio de las élites, en todo caso, puede que las élites sean sus productoras. pero no sus consumidoras en exclusiva. Y precisamente porque somos una sociedad democrática, debería potenciarse cuanto más mejor, que la mayor y mejor cultura llegue a la masa y no desecharla por inservible, eso, es algo, que no me cabe en la cabeza.
Hay huecos del ser humano, que de manera alguna, llena nada que se pueda comprar con dinero, que parece ser lo único que hoy importa. Y por obvio que esto sea, parece ser, que a todos o a casi todos, se nos olvida.
A veces, uno tiene que perder algo para apreciarlo, la pena es que si nunca lo has tenido no lo puedes echar de menos, supongo que ese es el gran peligro que acecha. Si la cultura, deja de ser importante y nos olvidamos de ella, de nuestro pasado, del necesitar encontrar el por qué de las cosas, de discutir y cuestionar lo que ocurre, para intentar cambiarlo y mejorarlo. Dentro de nada, seremos una sociedad animalizada, embrutecida y manipulada, por los listos que nos han convencido que si algo no es canjeable, por dinero y satisfacción instantánea, no vale nada.
En realidad Joselu, yo en el fondo creo, que esto no nos puede ocurrir, es imposible, que el mundo se idiotice de esta manera...O a lo mejor, tienes razón y los idiotas somos los que pensamos así, pero vamos, que yo prefiero seguir siendo idiota y disfrutando, que lista a la manera de estas corrientes pedagógicas tan, tan innovadoras y súpercalifragilísticas espiralidosas ...jajaja.
Muchos besos y feliz tarde.
(de una nostálgica, obtusa y zampabollos...Que come poco, por cierto) ;-)
A veces, por raro que parezca, Divid, termina ganado a Goliat...¿Quién sabe?
Chapeau, querido Joselu. Así, sin paliativos. Si tornamos los individuos en sujetos y las mayorías en masas comprobaremos la vigencia del tan denostado como temido pensamiento orteguiano.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿y para qué la cultura y el conocimiento,Joselu, con el desgaste que produce y con la poca recompensa a corto plazo que supone, si la sociedad actual ofrece sobradas muestras de auténticos ignorantes que triunfan en la vida, en algunos casos haciendo gala incluso de su enquistada ignorancia? Pensar exige un esfuerzo casi físico, como subir las escaleras en un edificio con ascensor.Sólo un tonto o un raro lo haría. ¡Para una vez que nos lo dan todo hecho!...
ResponderEliminarSin embargo, Joselu, hay algo en lo que no estoy de acuerdo contigo. No creo que el franquismo creara ese sistema educativo que algunos añoran (sí,es el sistema en el que algunos nos iniciamos en la educación). Estaba ya creado. Te olvidas de épocas anteriores, de la República, de la Institución Libre de la Enseñanza.
Yo confío en que algún día saldremos de esta "edadmedia", oscura y dogmática y que renazca un nuevo humanismo que, una vez más, nos pueda salvar de la ignorancia.
Saludos.
Si la Sanidad, el Transporte, las Telecomunicaciones, la Energía, etc. han sucumbido al mercado y han dejado de ser un bien común, ¿por qué la Educación habría de hallarse fuera del sistema capitalista de oferta y demanda? Los enfermos, los viajeros, los parientes lejanos, etc. son ya sólo clientes, así que los alumnos y sus familias no deben ser menos. Y el profesor forma parte del sector servicios, con disponibilidad para caer bien y darle la razón al cliente, que siempre la tiene, claro. Pensemos en ese futuro lleno de miles de millones de clientes. Seguro que si somos empresarios, nos frotaremos las manos.
ResponderEliminarHuxley ya predijo Un mundo feliz, tal como tú lo planteas: para ser felices la sociedad debe ser manipulada, la libertad de elección y expresión se debe
ResponderEliminarreducir y se ha de inhibir el ejercicio intelectual y la expresión emocional.
Leyéndote he temido por un momento que hubieras asumido ese pensamiento. Aterra pensar que Huxley, un visionario en muchos avances científicos y tecnológicos, también va a acertar en el futuro de la educación y la cultura.
Un saludo.
Joselu, no interesa formar ciudadanos pensantes y cultos, cuanto más ignorantes son más fáciles resultn de manejar. La LOGSE contenía algunos puntos positivos, pero su puesta en práctica fue lamentable: no se supo explicar bien y nunca tuvo el apoyo económico necesario. Por eso su aplicación ha sido tan negativa. Los sucesivos arreglos no hicieron sino empeorarla y cargarla de enemigos a los que no les faltaba razón. Extender la educación, no sólo la enseñanza, a toda la población hasta los dieciséis años era un objetivo en principio loable, el error fue querer conseguir el mismo nivel para todos. Así se cargaron el esfuerzo, porque se evitaba en buena medida la repetición de curso, y a la fuerza hubo que bajar los niveles. ¿Era mejor el sistema anterior? En parte sí, en otras no. Se introdujo en las aulas un abanico de actividades y asignaturas hasta entonces desconocidas. Los profesores tuvimos que hacer un tremendo esfuerzo de adaptación sin apenas ayuda. Nos obligaron a hacer hueco a temas como la educación vial, educación para la salud, temas transversales, manualidades desconocidas , festividades de todo tipo... todo ello en el mismo horario y con los mismos medios de antes, algo imposible. Algunos lo hicieron a gusto, sin tener la sensación de estar perdiendo el tiempo, otros siguen comprobando que los alumnos llegan a la Universidad necesitados de un curso de adaptación, sobre todo en las carreras técnicas. Vamos, un maremágnum de cuidado. ¿Cuál es la solución? Ya casi ni me lo planteo, fíjate. Me limito a hacer lo que creo más provechoso para mis alumnos dentro de los límites que me permite la ley, y he de decir que nadie lo controla realmente. Mientras no haya problemas o denuncias, no pasa nada. Lo peor, con todo, es el intrusismo de los padres, que se creen con derecho a opinar sobre todo cuanto se decide o aplica en el centro. No todos saben pararles los pies, y los grandes perjudicados son sus hijos. Cuando quieren darse cuenta del mal ya suele ser demasiado tarde.
ResponderEliminarEn fin, colega, te felicito por tu post. Veo que sigues en forma y consigues suscitar interesantes comentarios.
Un fuerte abrazo.
Nos gustaría informaros de la convocatoriaa del Certamen Internacional EducaRed, que pretende facilitar a la comunidad educativa nuevas herramientas, conocimientos y métodos de trabajo para asumir los cambios que las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) provocan en nuestra sociedad y en las nuevas generaciones de estudiantes, así como en los métodos de enseñanza y aprendizaje.
ResponderEliminarTenéis toda la información en nuestra web: http://www.educared.org/certameninternacional
También os invitamos a ver el vídeo promocional de esta edición en: http://www.youtube.com/watch?v=GGikEyxxrHc
Podéis participar en el Certamen creando blogs, webs y wikis. Además, los docentes pueden participar en solitario, con Experiencias Didácticas relacionadas con el uso de las TIC.
El plazo de inscripción finaliza el 16 de abril. Si tenéis alguna duda, poneos en contacto con la Oficina del Certamen.
Un cordial saludo,
Oficina del Certamen Internacional EducaRed
Correo electrónico: certamen@educared.org
Teléfono: 902.905.144
+34.981.975.621
Muy fina tu ironía Joselu. Sí, la LOGSE es algo maravilloso. La prueba está en el día a día en las aulas. Más vale una imagen que mil palabras. Podríamos empezar las clases para ir ambientándonos, con aquel lapidario grito que le lanzó a Unamuno el ínclito Millan Astrain: queridos alumnos mepezamos la clase: "Muera la inteligencia"
ResponderEliminarUn abrazo.
De la ironía al sarcasmo, un paso.
ResponderEliminarEstoy "confundía". Mientras leía tu texto, he pensado alternativamente que -como algún otro, por lo que veo en los comentarios- tus palabras eran pura ironía. Pero al final he deducido que no.¡¡¡La vírgen!!! (observa la minúscula, no vayas a decir que, claro, como soy una de esas reaccionaria nostálgicas... A mí también me da escalofríos pensar que a mi hija le pueda caer un profesor así. A la vista está el nivel de la educación española -y no por culpa de los docentes-. Menos mal que siguen existiendo maestros, profesores y unos pocos padres sensatos...
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