La clase estaba expectante. Era lunes a media mañana. Eran las doce, una hora excelente para hablar de literatura. Había pasado un fin de semana desde nuestra propuesta teatral a la ciudad de Berga. La clase esperaba. ¿Qué había pasado? ¿Era lo que habíamos hecho una tontería? ¿Estábamos locos, según la versión más extendida? ¿Era un irresponsable el profesor que lo promovió?
Pocas veces he visto una tensión semejante en el ambiente. La clase estaba en asamblea. ¿Qué había pasado el viernes, en esos diez minutos de tensión total que habíamos vivido? Manos levantadas. Unos resaltaron la emoción que sintieron cruzando el paso de peatones con las margaritas, otros destacaron la sensación de ser el centro de algo, otros, que habían pasado miedo. La gente les insultaba, los coches pitaban, llegó la policía… Hubo miedo y la mayoría se retiró. Había muchas personas mirando la situación.
Les dije que lo que habíamos hecho era una acción poética, una propuesta creativa a la ciudad de Berga. Habíamos transgredido las normas sin ser insultantes. Nuestro juego había sido una cierta provocación de lo más inocente. Habíamos cruzado el paso de peatones con una margarita en la mano mientras estaba verde. Recibimos insultos y aplausos. Durante diez minutos habíamos sido actores y habíamos interpelado al público que, sin saberlo, se había metido dentro de nuestra representación teatral reaccionando frente a ella. Lo nuestro era una sencilla propuesta de incluir la poesía durante unos minutos en la vida cotidiana de Berga. La respuesta del público, que se había convertido en actor, fue desmesurada y tremenda. No dejamos a nadie indiferente. Es a lo máximo que puede aspirar un artista.
Todos reaccionaron en función del criterio de autoridad. Lo nuestro era una transgresión. No se puede cruzar el paso de peatones con una margarita en la mano a las cinco y cuarenta y cinco de la tarde de un viernes. ¿Por qué? La ciudad nos lo demostró. Nos llamaron gamberros, terroristas, sinvergüenzas. Todo había durado diez minutos en total. Parte del publico nos aplaudía, una minoría.
La policía municipal había recibido cuatro llamadas alertando de lo que estaba pasando allí por parte de ciudadanos normales. La guardia civil también había recibido alguna llamada, pero no intervino porque era de competencia municipal. ¿Qué había pasado? ¿Por qué los ciudadanos reaccionan tan agresivamente ante una propuesta inocente?
Un alumno, Miquel, puntualizó que deteníamos el tráfico. No lo habíamos previsto, es cierto. Pero fue un tiempo escaso. La gente podía haberse unido a nosotros. ¿sociedad esclava del orden? ¿del tiempo? Todos se habían convertido en actores. Nosotros también. Habíamos sentido emociones entre ellas el miedo. Éramos actores y espectadores a la vez. El hapenning es un ejercicio de transgresión, nos habíamos atrevido a vivir con los cinco sentidos. Pocas veces se puede percibir la carga teatral de un sencillo acto como coger una flor y pasar el paso de peatones cuando está verde.
Creo que Cortázar, que era taoísta en el fondo, se unió a nosotros y salió con su margarita en la mano. Y hoy desde la distancia, muchos lo recordamos sin admiración, que no le gustaba, pero sí con profundo interés. Su obra sigue siendo revulsiva y provocadora. Sigue siendo eternamente joven.
Tras aquello cuatro alumnas se comprometieron a leer y comentar Rayuela fuera de horas de clase. De esto hace ahora, como he dicho, veinticinco años, los que Julio lleva lejos de nosotros.
Emotivo Joselu.
ResponderEliminarNo creo que Cortázar admitiera un encasillamiento ni de "taoista".
Creo que volveré a Rayuela de inmediato.
Estoy de acuerdo con ID, es muy emotivo lo que has escrito. Ya sabes que tendemos a poner carteles a todo, y una acción así no iba a ser menos. Tenemos la fea costumbre de querer catalogar todo. Debe ser por inseguridad: "Si tiene nombre es conocido y no me da miedo"
ResponderEliminarUn abrazo y buen finde, Joselu
Vuestro atrevimiento es de admirar. Convertiste el texto poético en algo revolucionario, transgresor, y creo que la poesía en el fondo es algo de eso...
ResponderEliminar¡Feliz transgresión!,¡feliz día Cortázar!, ¡feliz memoria!... ¡que se repita, que se repita!
ResponderEliminarEl hallazgo literario de Cortazar
ResponderEliminarhecho realidad en la vida cotidiana
Un homenaje de unos jóvenes,mimesis
de un escritor irrepetible.
Historia mágica.
Me has dado una idea genial para mis alumnos de Artes Escénicas. Creo que nunca terminarán de agradecértelo. Saben lo que es el happening y la performance, pero no han hecho ninguno aún. Ha llegado el momento. Algo nos inventaremos para conmocionar al público. De momento, vamos a empezar por un recreo de un día cualquiera, a ver qué pasa. Ya te contaré.
ResponderEliminarYo, por mi parte, no volveré a Rayuela. Me queda muy allá. Sin embargo, sí volveré a los cuentos.
Qué experiencia tan entrañable y que magnífica manera de recordar (entonces y ahora, con estas entradas) a Cortázar.
ResponderEliminar¡Buenas salenas, Joselu Joselu!
ResponderEliminarUn abrazo entusiasta
¡Bravo!
"Queremos tanto a Julio..."
ResponderEliminarLo bueno es, que además de conocerle, seguro que no se les olvida nunca :) Me recordaste algo.
ResponderEliminarSaludos.
bonito homenaje a Cortázar
ResponderEliminarAquí Javier Marías traería a colación las innumerables ocasiones en que ayuntamientos, asociaciones festeras, cofradías, clubes de fútbol, manadas de ovejas y borregos... ocupan la vía pública durante lapsos desmesurados con el paciente desespero de la ciudadanía. Está visto que donde hay un adolescente se ha de presuponer un acto incívico (aunque -o a pesar de que- vaya acompañado de un profesor de literatura).
ResponderEliminarEnhorabuena tardía a tu memorable acción polipoética.
Yo tenía una novia -ya ves que lo mío es obsesión- que le gustaba mucho Cortázar. Lo que más rabia me daba era que el tío era viejísimo pero tenía la apariencia de alguien de cuarenta y pocos años. ¿Habría ido a ver a la Dra. Asland?
ResponderEliminarYo apostaría más por lo zen en Cortázar. Pero de todas formas felicidades por el hapenning. Y que siga la fiesta.
ResponderEliminarAquellos alumnos seguro que nunca olvidarán la experiencia que vivieron contigo. Para ser original y creativo no hace falta insultar ni ofender a nadie, se puede saltar las normas de modo inocente y llamar la atención de modo que se provoque una sonrisa y no indignación. Eran otros tiempos, es cierto. Hoy no creo que a nadie se le ocurra algo así, ni los profesores ni los alumnos tienen ese "algo" que lleva a realizar semejantes hazañas. Siempre quedará la poesía, desde luego, que inspira cosas así.
ResponderEliminarSigue contándonos tus andanzas, me encantan.
Un abrazo, colega.
Me queda la intriga de cómo se vivió el acontecimiento en la sala de profesores.
ResponderEliminarAnda, Joselu: pásate por mi blog que hay que defender al amigo Panta.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias, Joselu. Creo que la amenaza no es verosímil, pero agradezco las muestras de solidaridad. Tengo alguna sden tradas tuyas pendientes de lectura.
ResponderEliminarJoselu, muchas gracias por la mención a la entrevista de Julio Cortázar por Joaquín Soler Serrano, como son dos horitas me la he dosificado en tramos de 20 minutos.
ResponderEliminarEs muy interesante conocer el marco conceptual de Cortázar para darle un ingrediente más a la comprensión de sus obras. Pero, dado que él mismo rehuye interpretar el sentido de su obra, aunque a menudo hace referencia al origen de la inspiración, conservo mas o menos intacta la impresión inicial de la misma.
La entrevista en sí resulta muy convencional, pero Julio Cortázar se muestra muy cooperativo y, al cabo, resulta a mi gusto deliciosa.
Otra vez gracias.
Me gustó mucho esto que hiciste con tus estudiantes. Creo que es cierto, la obra de Cortázar es provocadora y será eternamente joven.
ResponderEliminarMe entran deseos de releerlo.