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jueves, 26 de noviembre de 2020
martes, 17 de noviembre de 2020
La grandeza de Lev Tolstoi
A veces siente uno una llamada y es lo que me pasó hace unas semanas en un comentario algo impertinente que dejé en Instagram en una página de citas literarias, en este caso de Lev Tolstoi, el gran escritor, del que había leído sus principales obras y alguna otra sobre sus últimos días. Como contestación, recibí una coz bastante agresiva en que se me calificaba de ignorante, de “artista” –por mis fotos en mi perfil de Instagram- y me instaba perentoriamente y de modo desagradable a leer los Diarios de Tolstoi, Me sentí tocado, pero luego pensé que ciertamente no los había leído, y en pocos minutos los pedí y me los trajeron al día siguiente en un volumen que abordaba sus últimos años, los que van de 1895 a 1910. El había nacido en 1828. Este post es un resumen –demasiado sintético- de mis impresiones tras la lectura por parte de este realmente “ignorante”.
Los diarios abordan simultáneamente cuestiones filosóficas, literarias, políticas y de ideas, por un lado, y situaciones familiares y domésticas –de su relación con su mujer Sofía Andreievna, sus hijos y visitantes a su finca de Yásnaia Poliana, por otro. Para él el diario era algo fundamental y un instrumento que permite la autorreflexión al que no se puede mentir. Las mentiras en un diario son claramente llamativas. Esto me interesó mucho, pues desde hace muchos años yo mantengo el hábito de escribir un diario lo que constituye un motivo de felicidad diaria cuando anoto mis impresiones acerca de cada día.
Lev Tolstoi era conde y muy rico; poseía grandes extensiones de tierra y bosques con campesinos que los cultivaban y cuidaban. Esto progresivamente le fue causando un hondo malestar, pues su pensamiento se fue haciendo cada vez más partidario de la justicia social y el reparto de los propios bienes siguiendo las palabras de Cristo. Además, quiso renunciar –y renunció- a los derechos de autor de algunas de sus obras. La faceta generosa de Tolstoi no agradaba a su mujer ni a sus hijos. Sofía había sido su fiel secretaria durante muchos años y había copiado, por ejemplo, siete veces Guerra y paz para la edición de la novela. Sofía se veía totalmente desplazada por los proyectos de renuncia de su marido que era dieciséis años mayor que ella. El matrimonio no había sido por amor y las disensiones entre ellos son cada vez más agudas y llegan al límite en los últimos años, especialmente por cuestiones económicas. Sofía temía verse en la pobreza, tras la muerte de Tolstoi, si este realizaba sus idas filantrópicas de ceder todos sus derechos de autor y repartir sus tierras.
Tolstoi se había convertido en una figura de rango mundial y sus artículos se publicaban en Londres y otras ciudades europeas y americanas antes que en Rusia donde eran frecuentemente censurados o prohibidos por su crítica a la autocracia, al militarismo, a la pena de muerte o a la violencia en cualquiera de sus formas. Tolstoi fue un ferviente cristiano –fue excomulgado por un sínodo ortodoxo- que criticaba duramente a la iglesia y su pompa, así como al poder en todos los sentidos. Se lo ha relacionado con una especie de anarquismo místico que toma como inspiración directamente los evangelios y no la estructura institucional de las iglesias. Fue un apóstol del pacifismo y defensor de la no violencia, ideas que compartía con Gandhi con el que se escribió en los últimos años. Varios tolstoístas fueron encarcelados en la Rusia zarista por seguir las ideas del escritor. Tolstoi escribía directamente al zar Nicolás II exponiéndole sus críticas al sistema. Nunca se atrevieron con él, aunque sí con sus seguidores.
Tolstoi era un hombre que en su vejez defendía la castidad –el sexo era para él una especie de inmoralidad que alejaba al hombre de Dios-; era tremendamente misógino y son numerosos los pasajes en que critica la condición femenina con los peores comentarios; abominaba de la ciencia moderna y de la tecnología porque confundían al hombre de su verdadero motivo en la tierra que era el amor y descubrir a Dios; era contrario a la música moderna que se alejaba de la melodía, así como de los nuevos escritores –estamos en la época del Modernismo y primeras vanguardias-, y criticaba duramente todo arte no definido por la moralidad y el espíritu cristiano.
Política y socialmente fue un hombre avanzado, pero eso no le llevó a coincidir con los revolucionarios de 1905 porque practicaban la violencia y esta era incompatible con su ideal de la resistencia pasiva y el pacifismo. También criticó abiertamente al zar cuando muchos revolucionarios fueron condenados a muerte. Había muchos que admiraban a Tolstoi, y también muchos que lo odiaban por su censura de la grandeza de Rusia y la autocracia zarista. Lo veían como un traidor. Otros criticaban la incongruencia de defender la justicia y la repartición de bienes entre los pobres cuando él era conde y un rico terrateniente.
El conflicto con su mujer se hizo insostenible. Ella le leía el diario por más que él lo escondiera, odiaba a su mejor amigo, Chertkov, y aducía, devorada por los celos, que era una amistad antinatural. Montaba frecuentes discusiones en casa que agotaban a Tolstoi, y alguna vez ella se arrojó a una balsa como queriéndose suicidar. Él quería sentir compasión hacia ella, pero las escenas tan frecuentes le llevaron a idear la fantasía de huir de casa tras redactar un testamento secreto que fue descubierto por su mujer.
Al final huyó de Yásnaia Poliana, a los ochenta y dos años, con su hija Masha en tren, pero un par de días después, enfermó y murió en una habitación de una estación ferroviaria. Allí fueron su mujer, amigos y familiares, y Tolstoi entregó su alma –había deseado tanto la muerte- al infinito.
Mi impresión de las relaciones entre Sofía y Lev Tolstoi es que ella lo amaba, pero no él a ella. Ella siempre se vio subyugada por las ideas de su marido –por generosas que fueran-, siendo admirado mundialmente, y ella, que era la que había entregado la vida por él y le había dado trece hijos –varios murieron-, se vio orillada y desdeñada. Al final, a pesar de sus ataques de histerismo, he sentido una profunda conmoción por su amor hacia Lev. La foto que publicó es la última foto de Tolstoi vivo. Es pocas semanas antes de la muerte del artista. Vean la actitud de ambos. Me da que pensar.
Esta ha sido la respuesta de un real ignorante. A veces una coz es necesaria para aprender. La lectura de los Diarios de Tolstoi me ha abierto caminos nuevos por la intensidad de sus relaciones de gran valor con intelectuales y artistas de todo el mundo. Él leía con frecuencia libros hinduistas y taoístas, fascinado por su concepción de Dios y la vida.
lunes, 29 de junio de 2020
jueves, 11 de junio de 2020
lunes, 8 de junio de 2020
¿Qué y cómo lo ves?
Carmona Escalera, Carla. Ludwig Wittgenstein: La consciencia del límite (Spanish Edition) . Shackleton Books. Edición de Kindle.