JOKER: una película
peligrosa y turbia, desasosegante, "pura basura ideológica" –escribe un crítico
americano-, ambientada en un entorno urbano que es la ciudad de Gotham,
paradigma de las ciudades americanas. Pocas veces se ve en el cine un producto tan
salvaje y siniestro, tan brutal y tenebroso acompañado por la risa de Arthur Fleck que desconoce sus orígenes y la vida le ha tratado como una escoria. No es
gracioso, es inquietante y bueno a la vez. Porque Arthur es bueno, siempre ha
cuidado a su madre y ve con reverencia un programa de un tal Murray (Robert de
Niro) por la televisión de los años ochenta. Arthur es bueno pero es aplastado
por la vida, es objeto de violencia y desprecio hasta que alguien le da un
revólver y termina convirtiéndose en un símbolo social que va a promover el
caos y la violencia. Como trasfondo, la lucha de clases, todos los que se unen
a Arthur-Joker, con máscaras de payaso y que también se sienten arrollados
social y humanamente. Hay quien juzga esta película con parámetros políticos y
ve en ella una peligrosa alegoría izquierdista que expresa que es el ambiente
social, el medio, quien determina y condiciona al individuo al cual no le queda
otras que rebelarse mediante la violencia, la de los desposeídos, la de los que
no han sido sino despreciados y humillados en su dignidad. Es como si se
legitimara la violencia contra el sistema liberal americano que abandona en la
cuneta a buena parte de la sociedad a la que se deja sin recursos sociales, sin
asistencia sanitaria, o con trabajos miserables… Es un canto destructor el que se eleva, destructor de la
injusticia y se anhela otra sociedad no individualista en que los hombres sean solidarios, como
el enano con Joker. Él también es una víctima, solo las victimas pueden
comprender lo que se siente abajo, las víctimas y los fracasados, esos que la
ideología supremacista dominante aparta con repugnancia por no haber sabido triunfar. La
vida es una jungla y en ella depende de cada uno subir en la escala social, si
te quedas atrasado o fracasas es tu responsabilidad, pero Arthur juega con
cartas marcadas porque es un enfermo mental, fruto de malos tratos y abusos
desde su niñez. En el trasfondo de la película emerge la reacción de Arthur
ante su desvalimiento y termina adquiriendo un valor simbólico como referente a
otros también que se sienten como él. El espectador termina asumiendo como
atormentada y gozosa la violencia brutal del Joker, la vemos como necesaria y justificada en un sistema que no garantiza
la equidad y cuyos valores solo dan cartas a algunos. Nos sentimos estremecidos
por la violencia psicológica de la película porque vemos a un hombre bueno y
sensible y justificamos lo que pasa luego, y el incendio social que se
desencadena. El rostro de Arthur y su risa patológica es un componente malsano
que evidencia nuestro malestar y fascinación –además de anhelar algo que
revierta esa situación de hundimiento del antihéroe del que todos se
aprovechan-. Sin duda la vida no ha sido generosa con el protagonista. Y
comprendemos el grito de furia posterior y la venganza. Al terminar la película
vemos con gozo incomprensible la cólera desatada.
Hubo un filósofo
norteamericano llamado Herbert Marcuse que en 1965 escribía textos que
justificaban la violencia social revolucionaria que no buscaba la igualdad sino
la reversión del poder detentado por una minoría que aplastaba a la mayoría de
la población. Marcuse sabía que lo que defendía vulneraba el espíritu de la
democracia y la tradición liberal de la no discriminación, pero sostenía que
estaban justificados la represión y el adoctrinamiento para que la mayoría
subversiva alcanzara el poder que debía ser suyo. Y eso implicaría la retirada
de los derechos civiles de los opresores por medios “aparentemente”
antidemocráticos.
El planteamiento de
Joker tiene lugar dentro de este discurso y puede que refleje la polarización
política de la vida en los Estados Unidos. Confrontación entre diversos tipos
de bloques sociales, la mayoría de Trump que recoge un fuerte resentimiento
social frente a la sociedad liberal por unos motivos, pero por otro lado la
erupción política de otro tipo de resentimiento que viene de abajo por
cuestiones de clase o por discriminación de género o raza. Es la rebelión de los desposeídos y que carecen
de recursos –servicios sociales, sanitarios, trabajo digno- y aguardan en las alcantarillas para saltar a
la yugular de los Wayne y los Murray además de a las élites blancas. Solo hace
falta un Joker que los despierte.
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