¿Se puede evaluar la idoneidad de un trabajador para un puesto por el análisis de su rostro? La respuesta aparente es que sí, de ello trata una técnica llamada morfopsicología que considera los rasgos de un aspirante a un puesto mediante el estudio de varias fotos, tomadas de frente y de los dos perfiles. De su estudio deriva su contratación o no. Considera que hay una correlación entre la forma facial y los rasgos del carácter. Parece que su fundamento es genético, de modo que nuestro rostro hereda características subyacentes.
Las empresas que están utilizando el servicio de análisis morfopsicológico están totalmente satisfechas por las predicciones realizadas que raramente se equivocan.
Uno de los más destacados morfopsicólogos es Julián Gabarre con despacho en Barcelona. Él recibe las fotografías de los aspirantes a un puesto y evalúa su idoneidad, su predisposición al trabajo, el tipo de inteligencia, si es mentiroso, si le da miedo el trabajo, si es flexible, paciente, diplomático, adaptable, firme, sensible, sensato, ambicioso/conformista, imaginativo, conservador, si le gustan los cambios… y, por los resultados, parece que es posible determinar qué tipo de trabajadores son aptos para cada puesto, lo que lógicamente será diferente si es cara al público o trabaja por su cuenta. Es una suerte de psicoanálisis inmediato sobre la persona morfopsicoanalizada.
Una de las empresas que utiliza este servicio con suma satisfacción es Bigmat Ochoa. Entre sus trabajadores no hay gente con morfología abrupta, ni con mandíbulas excesivamente irregulares ni pómulos abollados porque estos rasgos delatan cierta carencia de habilidades diplomáticas en una empresa que pretenden vender.
Julian Gabarre ha publicado un libro, El rostro y la personalidad que se puede adquirir en internet. Ha colocado a miles de personas y a entre cientos de miembros de las cúpulas directivas de empresas españolas.
La policía científica le ha pedido asesoramiento. Los agentes le mostraron a Gabarre las fotografías de diez delincuentes y él señaló el motivo de la detención sin fallo alguno: dos por estafa, cuatro por robos con fuerza, dos de robo con violencia y dos por lesiones.
La cuestión problemática es si la morfopsicología serviría para distinguir a un culpable de un inocente. El FBI utiliza desde hace tiempo este tipo de técnica.
Por ejemplo señalo algunas características aplicadas a dos tipos de niveles en la empresa: los jefes y los empleados:
JEFE BUENO. Marco ancho y tónico: notable energía. Frente pequeña, pero ancha: inteligencia pragmática y concreta. Sabe gestionar la creatividad del equipo con autoridad.
JEFE MALO. Perfil inclinado «en piñón» con insuficiencia de mentón, lo que implica que es una persona de decisiones poco reflexionadas, con poca seguridad en sí mismo y muy indeciso.
EMPLEADO EFICAZ. Rostro ancho, tónico, frente diferenciada, sentidos pequeños y controlados: energía, método, capacidad de concentración, orden, control del gasto y poco hablador.
EMPLEADO CONFLICTIVO. Perfil inclinado, muy tónico y abollado con los sentidos muy protegidos: Comportamiento oscilatorio, suave unas veces y agresivo y explosivo otras.
EMPLEADO INDOLENTE. Rostro largo, estrecho y desplomado, junto a ojos y boca caídos. Se trata de una persona con poca energía. Además la escasa de la que dispone no está activada. Abúlico.
O sea, que si para un puesto de trabajo en lugar de un test grafológico o test de personalidad, os piden permiso para tomar tres fotos, ya sabéis que os estáis enfrentando a un estudio morfopsicológico al que no es posible engañar.
No obstante, veo que en esta técnica hay mucho de la arrinconada fisiognomía de finales del siglo XIX y comienzos del XX en que se estudiaba el cráneo de las personas -o supuestas razas- para determinar sus características. Sus fundamentos fueron refutados desde diversos ángulos porque muchas de sus conclusiones fueron basadas en un determinismo sobre el carácter de las etnias y culturas diferentes.
¿Estáis de acuerdo de que la cara es el espejo del alma? ¿Nos determinan nuestros rasgos faciales?
(Datos tomados del artículo de El Mundo de enero de 2008, firmado por Ana Ortiz).