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viernes, 28 de febrero de 2020

El coronavirus y otras reflexiones.



Ayer publicaba un post de una cita de Cioran probablemente controvertida para mis cuarenta lectores. Sostenía que era necesario el miedo entre las especies animales y entre los seres humanos para mantenerlos vivos, de modo que si algún día se consiguiera vivir totalmente en paz y armonía, nos convertiríamos en estúpidos como los animales en los zoológicos.

¿Os dais cuenta de la carga de profundidad de este pensamiento? Ese ideal racional, ilustrado y políticamente correcto de querer vivir en paz y armonía, sin conflictos, pactando pacíficamente todo, daría lugar, en opinión de Cioran, a un mundo esencialmente de memos y seres insulsos.

La Gran Guerra de 1914-1918 produjo decenas de millones de víctimas en toda Europa en un combate absurdo y delirante que no tenía razón de ser pero que cambió el mundo derruyendo los imperios de la época y haciendo surgir un gigante inimaginado que fue la URSS. Una guerra cruel e inútil pero que transformó el mundo. Fue seguida, en plenos rescoldos de los enfrentamientos, por la llamada Gripe española, que causó entre 1918 y 1920 entre cuarenta y cien millones de muertos. Tras esta terrible mortalidad empezaron los fabulosos años veinte en que se vivió un mundo transformado totalmente y en plena euforia. Fueron años alegres y vitalistas, como la Europa que surgió como consecuencia de la peste negra en el siglo XV en que murió una tercera parte o más de la población europea.

Añoramos una vida carente de guerras y conflictos, una vida sin miedo, pero la paz y la armonía abocan al aburrimiento, la planitud existencial, la estupidez generalizada. Nada hay que estimule más que el miedo. Ni siquiera en la URSS estalinista en que la vida no valía nada, pudo evitarse la obra de escritores y artistas radicalmente disidentes y rebeldes, esencialmente libres, a pesar de que muchos de ellos, acabaron fusilados.

El dolor y el miedo nos estimulan. Una vida plana es indeseable, necesitamos conflictos, necesitamos situaciones que nos aterroricen. Ahora nos asustamos por nimiedades como el Coronavirus que es poco más que una gripe. Si nos enfrentáramos a una situación en que pudiera morir la tercera parte de la población mundial, estaríamos ante el estímulo existencial más potente que pudiéramos imaginar. Saldrían renovados y eufóricos los que sobrevivieran. Aumentaría la tasa de natalidad, terriblemente baja en los países occidentales porque estamos corroídos por el aburrimiento y la desesperanza. Saldríamos fortalecidos intelectualmente, nuestras sociedades serían mucho más abiertas y fuertes. Volvería el placer de vivir y el éxtasis existencial.

Una sociedad pacífica y sin miedo es la cosa más lasa que puede existir. Nos aburrimos, necesitamos el riesgo y el dolor para salir de la sima del pesimismo y el tedio.

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