Villa de Alquézar
Es difícil condensar en un post las emociones y sentimientos que están avivándose en mis días de estancia en el Altoaragón. Se remueve un sentido de pertenencia a esta tierra que tengo muy olvidado. Hace muchos años que huí hacia otras latitudes, y casi siempre que he vuelto ha sido por circunstancias muy concretas. Soy un aragonés extraño. No participo de los fantasmas de la tribu, como tampoco de ninguna otra tribu, pero me encuentro, tras treinta años fuera de Aragón, que hay personas que detectan mi acento maño simplemente tras decir “buenas tardes” o algo semejante, y me gusta, igual que ayer paseando por las calles de ese maravilloso pueblo medieval que es Alquézar en el corazón del Somontano y de la sierra Guara, junto a los cañones espectaculares del río Vero, que un abuelo que encontré a la fresca en una de las calles jalonadas por arcos de piedra, me dijera que tenía en el habla mis raíces aragonesas. Recorrí junto a mi hija las calles color ocre, magníficamente conservadas, de esta villa coronada por la colegiata de santa María la Mayor en un esplendor de piedras bellísimas que se abren a la profundidad del cañón del río Vero sobre el que sobrevuelan alimoches y águilas calzadas en un vuelo abierto y circular.
Por la mañana habíamos atravesado desde L'Ainsa la onírica sierra Guara, desolada, vacía y misteriosa, atravesada también por cañones profundos que le dan una personalidad única. Nos llegamos a un pueblecito llamado Lecina en el que viven siete habitantes durante el año, todos mayores. Aragón en buena parte está desierto, lo he comprobado en zonas extensas de Huesca y en Teruel. Muchísimos hemos tenido que emigrar por la falta de recursos y la dureza de la tierra. Lecina, como decía, es un lugar singular. Pensé inmediatamente en Frikosal pues tiene que haber una visibilidad del cielo nocturno maravillosa por la escasez de pueblos apenas habitados. Es una comarca telúrica y magnética, así como es un lugar misterioso el paraje en que se alza la encina milenaria de Lecina, muy cerca del pueblecito. Me sentí cautivado por la belleza agreste y dura de estos paisajes que me gustaría recorrer más detenidamente, así como descender algún barranco, tal vez el mítico río Vero que atrae a jóvenes de toda Europa por su atmósfera aventurera.
En alguna manera me siento ligado a estos paisajes que desconocía y los siento un poco míos, pero no quiero que se me note porque tiendo a enfriar las emociones de pertenencia. Siempre he querido sentirme apátrida, periférico, extranjero, en cualquier sitio y por ende también viajero alucinado de cualquier paisaje que recorro de ese país extraño que es España. Sin embargo he viajado por comarcas aragonesas siempre con una encubierto sentimiento de calor y cercanía. Por ejemplo cuando visité Albarracín y la sierra del mismo nombre. Albarracín, junto a Valderrobles y Calaceite en el Matarraña y el citado Alquezar en el Somontano, son pueblos bellísimos, de los más hermosos de España, lo que es decir mucho porque este país cuenta con todavía extraordinarias villas magníficamente conservadas.
Esta mañana he ascendido, como comenté en el anterior post, con mi hija Lucía hasta el ibón de Plan. Han sido tres horas y cuarenta minutos de subida y casi tres horas de descenso, un ejercicio muy fuerte para mi hija que no está habituada a caminar. He disfrutado enormemente de su compañía atravesando bosques de pinos y prados llenos de lirios hasta llegar a ese circo espléndido que rodea al ibón de Plan. Era nuestro primer ibón juntos, pero espero que no sea el último. He sentido en esta pequeña aventura algo próximo a la felicidad cuando, siguiendo el sendero, nos adentrábamos en el silencio del bosque y el sonido de algunos torrentes que hemos tenido que cruzar. Lucía compartía conmigo sus emociones y descubrimientos, y yo, concentrado en la situación, me holgaba y solazaba en su compañía y lo inolvidables que me iban a resultar esos momentos. Me gustaría volver a repetirlo. Espero que a mi hija le guste caminar. Para mí ha sido una vocación desde que pude empezar a hacerlo a los catorce años.
Mañana nos acercaremos a Boltaña, cerca de L'Ainsa a conocer la feria pirenaica de Luthiers que concluye el 25 de julio. Le debo a Amparito la noticia de esta feria. En unos días volveré por estas tierras altoaragonesas y seguiré el festival de títeres de Abizanda y descenderé un barranco cumpliendo un sueño que tengo hace muchos años.
Son casi las once de la noche y hace frío. Por la noche hay que meterse bien en el saco y taparse con mantas. No sé cómo van las temperaturas por otras latitudes, pero esta última noche he pasado bastante frío.
Me quedan pocos días en esta comarca y quiero disfrutarlos. Me ha sorprendido el calor íntimo, que no quiero olvidar, y que he sentido al conocer estos paisajes y paisanajes.
Un saludo a todos.
Ya sabes Joselu, disfruta mucho.
ResponderEliminarMe apunto la comarca para mis sueños de verano
Os deseo lo mejor, a ti y a Lucía
Qué gusto leer tus experiencias estivales, Joselu. Está siendo un verano inolvidable. Volver a las raíces es una experiencia emocionante, dura a veces. Yo tengo parte de sangre aragonesa y he estado en alguno de los sitios que mencionas. Esos Pirineos, ese paisaje maravilloso pero no exento de peligros, esos pueblos parados en el tiempo, solos y casi abandonados... Caminar junto a tu hija estrecha vuestros lazos, qué bonito compartir el esfuerzo de la caminata...
ResponderEliminarDisfruta mucho. Y agradece incluso el frío, aquí nos derretimos.
Un fuerte abrazo, colega.
Lo mejor es poder viajar con los hijos. Eso saco en limpio de tu precioso texto. Yo estoy empezando a disfrutar eso ahora porque mis hijos, dos, con buenas edades para apreciar todo, están ahora, justo ahora, a compartir sus sentimientos, a expresar lo que están viviendo, con sus padres. Caminar esas horas con tu hija... Qué bonito. Disfruta eso.
ResponderEliminarBello verano para ti y tus hijas JOSELU. mis afectos.
ResponderEliminarYa somos dos enamorados de Aragón. Mi mujer es de Montroig de Tastavins ( en toponimia castellana Monroyo). Su familia habla un delicioso catalán occidental plagado de vocablos medievales. Yo ,que soy de ciencias, tengo en cambio una pasión desmesurada por las letras, especialmente por la filología así que realicé un estudio de campos semánticos del "xapurreao" como ellos denominan a us variante dialectal.
ResponderEliminarPor otro lado , sobe todo en el Alto Aragón hay una gran riqueza de significados mágicos en su arquitectura y ornamentos. También tengo un estudio realizado.
Acabo recomendándote la lectura de la obra de Ramón J. Sender, especialmente el primer volumen de "Crónica del Alba" , un libro cuajado de esencia alto-aragonesa.
Tengo una casita en Aragón y suelo ir bastante (ahora mismo voy a pasar allí una semanita).
Atagón y Cataluña tienen mucho en común, precisamente en el Alto Aragón, el Maestrazgo, el Matarrañya(como lo escriben ellos), Els Ports etc.
La huella de Jaume I es aún indeleble para un observador entrenado.
Saludos.
Miquel, los que vivís en ese sur maravilloso os cuesta un poco viajar hacia el norte. Mi tendencia ha sido siempre viajar hacia vuestra tierra (he hecho unos nueve o diez viajes a Andalucía). Me gustan los itinerarios poco frecuentados, o, aunque concurridos, que permitan un aislamiento íntimo. Es todo lo que le pido a un viaje. Tengo otra hija que se llama Clara, pero no le gusta caminar. Lee libros sobre vampiros juveniles y traza sus propias reglas. Un saludo.
ResponderEliminarYolanda, mi vida se estructura por mis viajes. En un tiempo orientados al Pirineo, a Andalucía, a Canarias, a Galicia, viajes internacionales... He hecho algunos a Aragón, pero tengo la impresión de que quiero volver con más frecuencia. Ahora escribo en un bar del camping donde hay montones de aragoneses. Yo soy uno de ellos pero que no pertenece a ese colectivo así en abstracto, pero me alegra verles hablar con ese acentico y esa socarronería que yo ya no tengo. Disfruto del frío. No me molesta. Me gustaría quedarme más tiempo por aquí, pero ya no es posible. Nos vamos el miércoles, aunque tres o cuatro días después, volveré. Un abrazo, colega.
Emilio Calvo, sí que es un placer compartir esos viajes y momentos con los hijos. Como decía, ayer tuve una experiencia de profunda armonía al ascender con mi hija pequeña a esos dos mil metros que no olvidaremos nunca, aunque ella hoy tiene agujetas. Hermosa y apasionante la vida.
Liliana, gracias por tus buenos deseos. Intento disfrutar entre las montañas, el cielo claro y azul, los árboles agitados por el viento, la intensidad de la vida. Un abrazo.
ResponderEliminarJosep, hace unos años hice un recorrido por los pueblos del Matarraña con un profesor de catalán también llamado Josep. Ambos nos quedamos maravillados por la belleza de los pueblos que visitamos. Supongo que Montroig de Tastavins es el mismo que yo visité que yo entendí que se llamaba Peñarroya de Tastavins. Tiene que ser el mismo. No sabía que se llamaba Monroyo. Como explico mi relación con Aragón ha sido algo conflictiva por mi propia historia personal, pero me gusta ser aragonés de incognito en estas tierras que en el fondo me llegan. Supongo que es lo que le pasaba también a Ramón J. Sender que vivió exiliado y cuando volvió puntualmente a Chalamera fue nombrado hijo adoptivo, pero él volvió a USA donde murió y sus cenizas fueron aventadas en el océanos pacífico. Entiendo ese sentimiento porque es el mío. Aragonés sí, pero hasta cierto punto, eso no impide que Sender escribiera magníficas páginas que recrean ese altoaragón. Soy de aquí, pero no soy de aquí. Me gusta esa ambigüedad.
Saludos.
Penaroja de Tastavins (famosa por su dinosaurio Tastasvinus de Dinópolis) es el pueblo siguiente a Montroig dirección Valderobles.
ResponderEliminarLo de sentirse o no sentirse es realmente relativo, es cierto.
Desde mi punto de vista personal, yo creo que uno acaba amando los lugares de la infancia,l los paisajes de la memoria, la casa donde se nace , los lugares donde estuvo paseando nuestro abuelo, donde diste el primer beso, etc etc,
No tiene por que ser el lugar de nacimiento.
De todas formas, hay que reconocer que una ciudad dormitorio (que es donde vive la mayoría de la gente), donde por norma general no ha nacido el bisabuelo y el colegio es un engendro horrible y no hay parques, ni espacios naturales que querer hacen más difícil ese recuerdo indentitario.
En resumen yo me siento de mi infancia, que es la patria de todos.
¡Qué bien, qué bien, qué bien! Es verdad que por más que uno se aleje de sus orígenes, forma parte de la tierra. Y, a menos que seas un insensible, cierto extraño - o no tanto - sentimiento de pertenencia se tiene.
ResponderEliminarMe ha gustado leer que ya has hecho la subida con tu hija; yo voy preparando a mi hijo con caminatas más cortas y le gusta andar por el monte, a ver si el año que viene volvemos a los Pirineos (sólo le he enseñado Andorra).
Me gustaría volver a dormir en la tienda y a la "precariedad" voluntaria, pienso que es un método de higiene física y mental muy saludable.
Bueno, me conformaré con un par de días en las sierras de Segura y Cazorla.
Gracias por acordarte de mi, jeje.
Un abrazo.
Ya estoy deseando llegar. y por lo que escribes y por lo poco de ese lado de la península, me da que me va a gustar.
ResponderEliminar¿Se parece a las Alpujarras?
Malo, conozco bien las Alpujarras y esto es diferente. Hay que darse tiempo para entrar en la atmósfera del Pirineo. Tiene una historia, una cultura, un modo de ver las cosas que es diferente a la Andalucía oriental. El paisaje es espectacular pero tiene matices en cada valle, en cada montaña, en cada río, en cada cañón. Los lugares amados no son sólo para visitar una vez, son para repetir y adentrarse en su espíritu que late en los bosques, en loa senderos, en los lagos. Hay mucho por descubrir aquí. Quiero volver pronto. No dejes de visitar los pueblecitos que menciono en mi post. Creo que vienes cerca de aquí. A mí me quedan dos días. El miércoles nos vamos y acaba en ensueño de las monañas hasta el año que viene.
ResponderEliminar¡¡ Pero que feliz se te ve, JOSELU!!
ResponderEliminarEsto empieza a parecerse al diario de un explorador... y la verdad, da muchísima envidia, todos los lugares hermosos que estás visitando, no se si descubriendo o redescubriendo, en todo caso disfrutando, que es lo importante.
¡¡Qué pinta tan estupenda y misteriosa tiene Alquézar!! si ya te he comentado que me moría de ganas de conocer la zona de los Pirineos, con todo lo que cuentas, van en aumento...
También me ha encantado, lo que cuentas de la caminata con tu LUCÍA. Dale tiempo, es aun pequeñita, seguro que con el tiempo, será una gran "caminanta" como su padre, para su edad...
¡¡ le llega bien el tute que le metiste a la pobre !! :-) ¡¡seguro que no lo olvidará jamás!! y esto, sólo es el principio de muchísimas más que haréis junto, eso seguro.
Yo a la mía, la despedí ayer en el aeropuerto, rumbo a Edimburgo, después de escuchar la noche antes a Dulce Pontes en un concierto y enlazar ambas cosas sin dormir...y hoy... ya sabes ¡¡ lunes resacoso después de tanto movimiento!! sólo que el mío, bastante menos saludable que el tuyo :-)
¡¡Me alegro muchísimo, de lo genial que te están resultando tus días ahí, aunque hayáis tenido tan mal tiempo!! pero si el sol luce dentro...¡¡qué más da si llueve fuera!! ¿verdad?
Muchos, muchos besos JOSELU,
PD
ya me falta menos para que también a mi me toque...¡¡ni te imaginas qué ganas!!
¡¡Ale, a seguir disfrutando!!
Vaya, la foto que has puesto me ha recordado a este otro sitio. Supongo que algunos lugares tienen un encanto especial :) A mí con Bocairent me pasa. No sé, tiene algo de magnético también a mi parecer :) como el pueblo de tu foto.
ResponderEliminar... mmm... no entiendo muy bien cuando dices: Siempre he querido sentirme apátrida, periférico, extranjero, en cualquier sitio y por ende también viajero alucinado de cualquier paisaje que recorro de ese país extraño que es España.
No sé, creo que lo de la sensación de pertinencia es algo inherente a lo humano. Incluso se me antoja necesario. Y no creo que en modo alguno sea algo negativo ni de lo que haya que huir o que haya de evitarse.
Visión personal, como siempre :)
Envidio tus vacaciones, y como es costumbre, tus vacaciones y sobre todo, tu visión de lo que descubres. Pero ahí cada cual tenemos la nuestra también, claro está. Y no se pueden tener todas precisamente porque somos uno... más uno, más uno... La suerte es poder transmitir la cuestión aunque se alcance a comprender sólo de modo aproximado, supongo :) Yo hubiese hecho de tu post un análisis geomorfológico o cosa por el estilo, casi seguro vaya... aiss...
Y lo del descenso de barrancos, no lo dejes pasar, que vale la pena, y mucho :)
Saludos, Joselu.
Por cierto, sabía que tenía nombre de lance de toreo, también de un género de plantas que abarca una infinidad de especies. Pero no que también tengo nombre de río :D :D Me gusta.
Loly, había pensado ir a Cazorla unos días. No conozco esa sierra y tengo ganas de hacerlo. Mis planes han cambiado y, tras mi retorno a Barcelona, volveré aquí a pasar tres días. Bajaré un barranco y caminaré por pueblecitos pirenaicos. Hay algo que me tira y no sé muy bien comprenderlo. He amado muchas tierras y regiones de España, y he sido un viajero siempre con curiosidad, pero en este viaje estoy redescubriendo mi bagaje interior y que tenía descuidado. Un abrazo.
ResponderEliminarJosep, es cierto: uno es de los paisajes de su infancia, pero hay infancias e infancias. Me gustaría reconciliarme con este espacio aunque sea de una forma imaginaria.
ResponderEliminarMaría, nos vamos mañana y lo voy a hacer con pena. Si de mí dependiera me estaría dos semanas más por lo menos. Es un viaje interior. Todos los viajes tienen la vocación de serlo. Hoy he estado en una iglesia de L'Aínsa. He bajado a la cripta pequeñita y románica. Allí he estado un cuarto de hora en silencio meditando en la penumbra. Luego he subido al campanario desde el que se ve el río Cinca y la peña Montañesa. Creo que he sentido esa sensación misteriosa llamada felicidad. Quiero volver pronto aquí. En agosto estaré en Galicia y escribiré desde allí. Besos.
Vero, la semana que viene haré un descenso por el río Vero y me acordaré de ti. Luego me comeré una ración de ternasco de Aragón. Tomo nota de ese pueblo que pinta precioso que se llama Bocairent. Tengo que conocerlo. Lo pongo en la lista de mis prioridades.
ResponderEliminarEn cuanto al sentimiento de pertenencia, todo depende muchas veces de tu historia personal. Mi llegada a Barcelona me abrió otras perspectivas más amplias que las que había encontrado en Zaragoza, una ciudad en cierto sentido conservadora tal como la viví yo. Sin embargo, con el paso del tiempo me noto con más necesidad de reencontrarme con esa galaxia interior que es la tierra propia aunque sea imaginada. Este viaje de diez días lo ha despertado. ¡Qué hermosa que es España! Besos.
(Si algún día vas, apunta visitar las cuevas y hacer una marchita por el barranco ;D)
ResponderEliminarCreo que estos días están llenando el depósito de tu alma. ¡Y me alegro tanto!
ResponderEliminarEstás en unas bellas tierras con muchas posiblidades: pueblos preciosos, mucha montaña, ...
Mi familia y yo estuvimos hace 3 años 15 días en Aínsa. Fue fantástico. Mi hijo pequeño Daniel se enamoró de la experiencia de bañarse en un río (el de Boltaña).
¡Qué la felicidad y la paz que están cultivando estos días te dure mucho tiempo!
Muchos besos
Conchi
Albarracín me gusta mucho.Camino del mar suelo desviarme a pasear por sus calles, a contemplar sus casas tan bién cuidadas. Sólo me molesta que en cada portal hayan hecho una tienda,un negocio.Parece ya un pueblo sin habitantes, sin vida.
ResponderEliminarCreía que te habías despedido hasta septiembre y mi espartano blog no me avisa de nada.
Saludos
¡Qué cerca he sentido esos lugares que tú has descrito! Me has hecho partícipe de tus sensaciones y he querido estar allí. Hace un par de años también visité algunos ibones de por esta zona (en Huesca, concretamente) y comprendo perfectamente que algo parecido a la felicidad te invadiera.
ResponderEliminarQue te lo sigas pasando igual de bien.
Un abrazo.
Este bonito y entrañable post Joselu, lo debías enmarcar y en invierno, el crudo invierno, cuando te sientas abatido, triste, cansado y frustrado, te lo lees bien despacito y verás como cambia todo. Me encanta verte tan pleno. Un abrazo Lola
ResponderEliminarConchi, tengo una enorme ilusión. Los días pasados en el valle de Chistau han tenido su entraña íntima. Dentro de tres o cuatro días volveré a la zona de Alquézar para intentar recorrer la sierra Guara y bajar algún cañón. Pero esta vez iré solo. También iré a ver, como decía, un festival de títeres en un pueblecico llamado Abizanda. Gracias por tus palabras. Tienes razón en eso de llenar el alma. Besos. Y hasta pronto.
ResponderEliminarRubén, es el problema de los pueblecitos que viven del turismo. Lo mismo pasa en Alquézar. Son pueblos bellísimos pero que van perdiendo su vida propia y se van convirtiendo en escaparates de souvenirs y artesanía. Es el signo de los tiempos. En todo caso, hay que saber que la sierra de Albarracín está despoblada y su único recurso es el turismo. Puedo entender esa proliferación de negocios porque si no, no hay futuro. De ahí la importancia de potenciar la cultura propia, y me siento extraño ante esta expresión. Saludos.
Miguel, tengo muchas tareas pendientes y muchos ibones que subir en esta tierra de Aragón que he tenido tan olvidada. Ya he vuelto a casa, pero en unos días retornaré solo para correr mis aventuras personales. Me llevaré el ordenador y podré conectarme y escribir sobre lo que vea y viva.
Lola, qué bonito vivir la vida en este estado. Pienso que estamos equivocados y que deberíamos trabajar un mes y tener vacaciones once. Yo me apuntaría. Entonces trabajaría con ahínco. Pero es al revés. ¡Vaya! Un abrazo.
Mi infancia fue triste y pobre, Joselu. Pero no tengo otra. Creo que me he reconciliado con ella tras mucho autoanálisis. Pero tan sólo lo creo.
ResponderEliminar