Dimas es un singular profesor de mi centro. Hay muchos profesores en mi instituto -que están o que han pasado por él- pero sin embargo si tuviera que realizar una semblanza personal me quedaría con él. Su figura, su palabra, su actitud ante los alumnos y ante el hecho de enseñar me atraen poderosamente. Es uno de los profesores más valorados por el alumnado del primer ciclo de la ESO donde es maestro, porque Dimas ejerce de maestro, aunque ha cursado la carrera de Historias.
¿Por dónde comenzar su pequeña historia? Ha cumplido ya ampliamente la cincuentena pero sigue siendo un enamorado de su trabajo y de sus alumnos. Le quedan escasos años de ejercicio profesional y él lo lamenta. No entiende la vida sin sus conflictivos discípulos de primero y segundo de la ESO. Es un monstruo de la profesión por su dedicación, por su entrega y su actitud generosa y abierta a las novedades pedagógicas. Su vida es su trabajo. Éste es una poderosa droga que le mantiene vivo y alerta.
Sabe pautar el trabajo de sus alumnos. Cree que el trabajo del profesor se sustenta sobre una meditada planificación; sostiene que una serie de actividades sencillas secuenciadas y progresivas supone un cierto nivel de aprendizaje. Los demás nos debatimos entre las dudas y damos palos de ciego, mientras él desarrolla un método científico de enseñanza. Todos sus alumnos le aprecian. Con él no hay fracaso, nadie o prácticamente nadie se queda descolgado de la asignatura. Con él todos trabajan a gusto: ilustran las imágenes de sus dossieres y responden a sus preguntas hábil y sabiamente estructuradas. Todos aprueban con Dimas porque sabe ponerles el caramelo de un aprendizaje ameno y sencillo. Sin darse cuenta aprenden más de lo que con cualquier otro método hubieran logrado.
Le veo andar ágilmente por los pasillos. Tiene una personalidad enérgica y poderosa dedicada en cuerpo y alma a sus chicos. Son la sal de su vida. Padece del corazón y ha sufrido varias crisis cardiacas, pero él sigue entregándose a la enseñanza con la misma fuerza y entusiasmo de siempre. Algunos pensamos que corre un serio peligro con las dosis de medicamentos estimulantes que toma para lograr mantener su actividad docente. Entiendo su aceleración, su vigor, su energía… Le vienen también de la convicción de que se puede hacer algo seriamente por los alumnos. Él fue un alumno con problemas de aprendizaje y hubo de sufrir un amargo calvario en sus años de estudiante. Al final se quedó solo con el profesor que venía a enseñarle a casa. Se dijo que el se dedicaría a la enseñanza de un modo integrador y no segregador.
El fracaso no forma parte de su sistema de educar. Aprender exige un esfuerzo y él conoce el sistema de que todos sus alumnos, incluso los más desmotivados, trabajen y cumplan con ese esfuerzo necesario. Sus resultados son casi milagrosos. Los alumnos acuden entusiasmados a sus clases impartidas con Power Point, entre otros métodos de enseñanza, y completan con dedicación absoluta los dossieres que él les va proporcionando. Para mí es un misterio ver como lo consigue, pero lo hace con un enorme derroche personal de energías que no sé cuánto tiempo lograra mantener.
Me ha supuesto muchas horas de reflexión la figura de Dimas. Yo no querría ser como él, pero le admiro. En cierta manera envidio la geometría de su sistema integrador, progresivo y experimental. Yo no puedo dejar de ser anárquico y de cometer errores de principiante. Me falta el método y quizás su convicción absoluta y prioritaria de que lo que está haciendo es fundamental. Quizás yo relativizo mi influencia sobre mis alumnos y me sé sumamente imperfecto. Junto a grandes fallos, de vez en cuando sé encontrar algún camino certero y vuelvo a casa satisfecho. No obstante, mi labor, a mi juicio, está llena de luces y sombras. No he encontrado el sistema definitivo. Busco y busco y no dejo de poner en tela de juicio mis hallazgos anteriores. Soy un caos hecho carne, pero a veces, en el devenir de los días tengo alguna pequeña satisfacción en medio de otros sinsabores.
Sin embargo, hoy he visto a Dimas casi desbordado. El clima de clase con treinta alumnos por curso, muchos de los cuales no saben escribir y son sumamente inquietos, es cada vez más complicado y agotador. Son muchos cursos y mucha faena para casa. Organizar y planificar llevan un montón de horas añadidas al trabajo habitual. No le he visto cansado pero sí al límite de la resistencia física y psíquica. No es bueno para su corazón tomar sustancias estimulantes para mantener el ritmo de trabajo. Entregarse en cuerpo y alma a una profesión tiene sus costes; entregarse por entero a los alumnos es dejarse devorar por un animal mitológico. Hay que encontrar, me digo, zonas de reserva, de higiene mental, de distancia personal y de relativización de la tarea.
En todo caso, quede como ejemplo de honradez profesional, de entrega sin límites, de sabiduría en el ejercicio de su labor de maestro siempre promoviendo e integrando a sus alumnos, siempre dándoles un ejemplo positivo y humano. Siempre haciéndoles ver que son mejores de lo que ellos se creen que son, siempre orientándoles hacia caminos rectos y comprometidos, siempre extrayendo de ellos lo mejor de ellos mismos. Siempre con ellos hasta el final. Un hermoso ejemplo de lo que es ser maestro hasta la frontera de las fuerzas personales.
- La ESO es muy distinta, los profesores no serán tan buenos como nosotros, os tenéis que aplicar, ellos no son tan considerados como nosotros. Así que espabilaros.
ResponderEliminarEsa frase se me repetía en la mente a medida que buscaba un lugar para sentarme. Cuando logre acomodarme observe a mi tutor que nos hablaba con simpatía y nos explicaba de un modo afectuoso dudas y cuestiones del nuevo curso.”
(...)
“Llevábamos tiempo y todo el miedo se me había pasado por completo. Me sentía a gusto en esa clase. Y los típicos compañeros que hacen gracia o se intentan meter con los mas débiles se habían suavizado después de una charla de nuestro tutor. Él les había echo comprender, nos había hablado de él, y muchos de nosotros quedamos impresionados por no decir todos, creo que fue entonces cuando mis compañeros mas conflictivos captaron su sinceridad y reflexionaron . Había conseguido que todos nos lleváramos bien y mediante la confianza que nos había ofrecido ahora nos respetábamos unos a otros.”
“Sus clase no son las típicas, nunca hice un examen con él.”
“Curso segundo de bachillerato. Sus dossieres todavía están guardados, me veo incapaz de tirar nada, y lo que el me enseño a base de explicaciones en las cuales se emocionaba y hacia que nosotros nos envolviéramos en su entusiasmo no se han esfumado. Y que yo sepa nunca tuve que estudiar para poder seguir recordándolo.”
“Hoy, a veces recuerdo como le defendíamos cuando alguien decía algo malo de él. Recuerdo que hace poco me encontré a una ex compañera que no termino los estudios que siempre hacia la vida imposible a los profesores, siempre se buscaba problemas, y que siempre había intentado mostrarse dura delante de nosotros .Al reconocernos y yo decirle que todavía seguía estudiando me pregunto:
-Y que tal te va? “Dimas” sigue dando clase? sabes como se encuentra?
La mire y creo que nos dimos las dos cuenta de que lo único que nos había unido por un tiempo fueron esas clases en las que todos nos ayudábamos, en que aprender era sinónimo de diversión.
Unidos por esa preocupación a los trece años por algo grave que le pasaba a nuestro tutor y la alegría de saber que se recuperaba y pronto volveríamos a verlo.
Porque?
Nadie puede explicarlo, simplemente lo admiro y sigo pensando que es uno de los mejores profesores que he tenido en mi vida. Y su secreto es enseñar. Enseñar sin imponer, enseñar y ponerse en nuestro pellejo, enseñar y poseer la magia de hacer que nosotros mismos tuviéramos afán de saber.
Una persona grande, que había ayudado a muchos de mis compañeros más conflictivos, les había dado la mano. Porque mas que nuestro profesor, llego un momento que era nuestro amigo, si teníamos que hablar, sabíamos que nos iba a escuchar.”
Siento haberme explayado tanto. Pero al leer el comentario me emocione, me habían llamado por teléfono y no podía ni hablar.
Amigo!, me quede con tus vacaciones en el otro blog.
ResponderEliminarEn cuanto al texto, suena tan bien este canto al maestro, este reconocimiento al docente de cuerpo y alma, que emociona.
Abrazos
¡Qué suerte!, ¡cómo me gustaría conocer a Dimas!.
ResponderEliminarRetomando el hábito de la oveja negra, me atrevo a disentir, al menos un poquito. No tengo fe en un método científico de la enseñanza; creo más en el contagio y el vislumbre que en el plan y la documentación irrefutable. En otras palabras: me parece guay lo que hace Dimas (y, por lo que dices, admirable en lo que tiene de sacrificio a la causa), pero los profesores que a mí me han marcado han sido los de la otra escuela que tú (al menos en esta contraposición puntual) encarnas, dubitativos a veces, inseguros sobre la forma exacta que dar a sus clases, pero poseídos de modo inexplicable por el virus de lo que enseñan. Es decir, me importan menos las certezas trasmitidas que las inquietudes, las pasiones, los caminos abiertos sin garantías. En cualquier caso, está claro que todos le damos vueltas (y menos mal que es así) al tema de cómo enseñar. Os invito a visitar otro blog con profesora a bordo, a ver qué os parece su enfoque:
ResponderEliminarhttp://mundosperifericos.blogspot.com
Aún recuerdo un programa de La Clave en el que estaba Savater y un ministro de cuyo nombre no me acuerdo. En un momento del debate, Savater le recordó al ufano ministro que los maestros siempre están por encima de los ministros: Magister y Minister, le recordó etimológicamente el origen de unos y otros, y no se equivocó. Un ministro es siempre un nombre diminuto en los anales; un verdadero maestro es siempre una luz en el corazón.
ResponderEliminarSin duda, uno de los mejores que tube en el primer ciclo de la ESO.
ResponderEliminarMe ha emocionado leer esto.
Un saludo profe!
En mi centro hay también varios Dimas. A los profesores de ese tipo todos les respetan bastante. Y desde ahí se puede hacer todo. Enhorabuena por Dimas. A ver si a los demás se nos pega algo de lo bueno de los grandes expertos en la enseñanaza. Pero, paciencia. 20 años de experiencia no se consiguen en dos días.
ResponderEliminarSaludos, Joselu.
Dimas es de esos profesores que te marcan claramente. Los alumnos que no le han tenido no saben apreciarle pero los que le tuvimos... Ibamos a sus clases ilusionados e incluso había un sector que haciamos carreras para ver quien hacia mejor y más rápido el trabajo que nos mandaba. El día en que este profesor deje de enseñar, todos perderemos mucho
ResponderEliminarComo el fumador que apura hasta el último cigarrillo aún sabiendo que vende su salud, ¿qué es la vida sin una pasión que nos arrastre? Sólo los seres apasionados saben volcarse a aquello que les gusta hasta el final. En este caso es Dimas pero en la enseñanza y en otras profesiones, hay personas entregadas que se desviven por hacer lo que les gusta. Quizás también eso les pase factura en un momento dado, aunque ya no importe. He visto a buenos profesores terminar ‘quemados’ al final de su trayectoria profesional. Veo profesores que sólo saben vivir para la enseñanza.
ResponderEliminarhttp://elsexodelasmoscas.bitacoras.com
Me recordaste a un profesor clave en mi enseñanza.
ResponderEliminarHermoso texto, fantástico testimonio de un enamorado de su profesión. Hay habilidades innatas, de alguna manera no se aprenden. Conozco un buen puñado de maestros así. En ell@ las palabra maestro adquiere su verdadera dimensión. Cómo envidio esa capacidad de empatía. Ese saber enganchar para aprender con ilusión. Veo que se asoman al blog algunos ex-alumnos de Dimas. A mí me recuerda a la fascinación que yo sentía por algunos profeso@s. Su recuerdo me acompaña y algunos de sus comentarios se han quedado grabados en mi memoria.
ResponderEliminarSaludos.