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jueves, 30 de abril de 2020

La facultad de la memoria en nuestro tiempo


Leo un libro fascinante –el calificativo aun me es insuficiente- de Oliver Sacks, titulado Un antropólogo en Marte en que el científico revisa casos clínicos sorprendentes que él ha conocido y que nos describe y analiza conectándolos con la historia de la ciencia… Así el pintor que por un accidente pierde la capacidad de ver los colores, el ciego desde su infancia que a los cincuenta años recupera la visión, el del cirujano aquejado del síndrome de Tourette –tics y movimientos compulsivos-, el hippy que, aquejado de un tumor, pierde cualquier memoria que vaya más allá del presente inmediato, el caso de autistas que son geniales en alguna parcela del arte o la memoria, el emigrante italiano a los Estados Unidos que a los treinta años de haber abandonado su pueblito, Pontito, comienza a dibujarlo y pintarlo hasta los mínimos detalles de cada pared y de cada calle en miles de cuadros con una exactitud que conmociona… Todos los relatos de Oliver Sacks son apasionantes pero el que tiene que ver con la memoria eidética de Franco, el pintor que se va de su pueblo y que recupera décadas después para reconstruirlo mediante la memoria me resulta sumamente sugerente.

Alguna vez he escrito sobre el papel de la memoria en el aprendizaje frente a teorías pedagógicas que la devalúan y que la consideran inútil como almacenamiento de datos en la era de google. La devaluación de la memoria es una de las tragedias de los sistemas educativos modernos. La memoria es la más plástica de nuestras capacidades. Vivimos conscientemente mientras tenemos memoria. Perderla es una de las peores tragedias. La memoria es una facultad activa y que conecta con la imaginación, no es esa potencia pasiva de mera repetición de datos. Recordar, almacenar en nuestra psique unidades de memoria que pasan de la memoria a corto plazo (uno o dos minutos) para retenerlas y que pasen a la memoria a largo plazo es un ejercicio prodigioso y que se debería alentar en la escuela intensamente frente a las banalidades pedagógicas que eluden el almacenamiento de datos frente a otras cualidades más plásticas. Vivir es recordar lo que aprendemos para que no caiga en el pozo del vacío, y recordar nos ayuda a establecer relaciones entre las cosas, relaciones de igualdad, de jerarquía u otras operaciones lógicas. La diferencia esencial entre las personas en algún aspecto estriba en el tipo de memoria que poseemos puesto que esta es selectiva y depende de nuestros intereses y la voluntad. 

Recuerdo, cuando hice teatro hace décadas, que entré en una escuela dramática y me propusieron un viernes un papel muy interesante. Tenía que memorizar para el lunes un monólogo de nueve páginas. ¿Cómo hacerlo si yo tenía una memoria malísima, suponía yo? No sé cómo lo hice pero el lunes me había aprendido el monólogo entero sin ningún error. Lo quise y lo hice. La memoria es dinámica y se puede educar pero nuestra civilización estimula la memoria de pez, quiere que todo lo busquemos en google y que nos olvidemos de las cosas. Es la teoría nefasta que impera en la escuela cuando se tendría que fomentar con frecuencia la memorización de poemas, de textos, de esquemas conceptuales… Pocas veces he visto disfrutar a mis alumnos como cuando se aprendían un poema de memoria y luego lo recitaban delante de sus compañeros. Todo el mundo podía, solo había que quererlo y ahí se dividían los estudiantes. Los que lo aprendían disfrutaban intensamente del placer de recitar algo que se había retenido. Yo procuro ejercitar cada día la memoria. Me doy cuenta de que muchos conocimientos que adquiero no se quedan grabados –es inevitable- y lo siento porque en un momento me han sido importantes. Leo muchos libros y recuerdo poco de ellos. Unas escenas intensas, unos relatos formidables se superponen unos sobre otros y los ocultan en la memoria. Para ello, tomo notas de lo que leo, para poderlo evocar y volver a tener presente. La memoria es una de las cualidades más fascinantes que existe, hay que forzarla cuando todo lleva a que la distendamos y no la utilicemos. La nemotecnia nos ayuda a recordar y a establecer relaciones.

Pienso en el pueblo del Libro, los hebreos, que fueron expulsados de Israel en el siglo I y tuvieron que vagar dispersos por el mundo. Lo único que los unificaba en sus distintos países y los hacía únicos era la memorización del libro, la Torá, que hizo que vagaran dos milenios por el mundo, siendo perseguidos, diezmados y masacrados, pero la fidelidad al libro, su memoria activa, hizo que fueran uno de los pueblos que más genios ha dado a la humanidad en todos los ámbitos a pesar de su número muy reducido. La memoria guardó vivamente su origen y sus principios que no se disolvieron, y la memoria trabajada hizo de acicate intelectual para abordar cualquier parcela del conocimiento cuando se liberaron de un excesivo enclaustramiento mental, y los judíos ya en el siglo XIX y XX destacan abiertamente en todo terreno intelectual o científico.

Una educación sin ejercicio de la memoria tiene malas perspectivas, como estamos viendo. Nuestras vidas sin ese ácido que es la vigorización del recuerdo, de los nombres, de los datos, de las ideas para llevarlos a la memoria son cada vez más pobres. Vivir es recordar, y recordar también es imaginar.

martes, 28 de abril de 2020

Apostillas a un vídeo de Gregorio Luri


Visto el último vídeo de Gregorio Luri me he quedado con la impresión compleja de que ha mezclado muchas cuestiones diferentes dejándolas en el aire. Me ha inquietado cuando ha dividido la reacción ante la situación actual de la pandemia entre tres posiciones: la conservadora, la suya, que se ejemplifica con la profecía de José de que hay vacas gordas y vacas flacas, y que la vida es una oscilación entre periodos de las mismas. Ahora nos tocan las vacas flacas. Añade la fábula de la cigarra y la hormiga que no acabo de ver de modo concluyente. La segunda posición es la del progresismo hegeliano que se siente perplejo ante esta rebelión de lo real frente a lo posible. La tercera que es la que más sorpresa le causa es la del progresismo pesimista que ve en esta crisis no la profecía de las vacas gordas y flacas sino la venganza de la naturaleza frente a los desmanes del ser humano frente a ella. Cuando menciona esta opción, su gesto parece desdeñoso por lo absurda e incomprensible que le resulta como que no está a la altura de lo que se exige a un razonamiento riguroso. Luego habla de educación sobre cosas que no acabo de entender demasiado y que centra en que el progresismo quiere favorecer a los alumnos pobres, por su pobreza, y hacerles pasar de curso de modo general. De esto no voy a hablar porque, siendo profesor jubilado, no tengo más referencia que la que conozco por mi esposa que no piensa que se esté haciendo esto exactamente y que se toma muy en serio esta tercera evaluación y los resultados de sus alumnos. El esfuerzo del profesorado para el que no lo conozca es muy importante, lo veo todos los días, con las videoconferencias que mi mujer mantiene con sus compañeros de trabajo y sus alumnos. Ella no está por regalar nada a nadie, pero hay unos problemas reales que no podemos obviar salvo que estés jubilado y veas la situación desde la distancia y te atrevas a intervenir sin saber muy bien lo que está pasando.

Luri habla de que la escuela está educando ante el miedo al futuro, lo que enlaza con la tercera opción la del progresismo pesimista que él parece apartar de sus horizontes intelectuales que piensa que hay tiempos buenos y tiempos malos y en tal caso no habría que temer más allá de lo que nos depare lo real frente a lo posible.

Ciertamente he sido profesor muchos años en un barrio humilde de Cornellà y no he sentido esa educación en el pesimismo de que habla nuestro pensador. Yo no la he percibido. Sí que he hablado a mis alumnos de la crisis climática –no sé si Luri piensa que también es un asunto de tiempos buenos y tiempos malos, de un poco de calor ahora y un poco de frío después-; he hablado también de la realidad de la inteligencia artificial como uno de los desafíos mayores de la humanidad y que según lo enfrentemos nos estamos jugando nuestro futuro; también he hablado de la inequidad creciente en el mundo: cada vez hay menos ricos que disponen de la mayor parte del pastel. La desigualdad ha crecido exponencialmente en los últimos cuarenta años en todos los países. Ello no quiere decir que el mundo sea más atroz que hace un siglo, que no. La vida de la humanidad ha mejorado por la ciencia, la medicina y las políticas sociales. Pero es innegable que las clases medias del mundo están depreciándose a la par de la concentración de la riqueza en menores manos.

No sé si Luri estima que el mundo está bien hecho y que solo hace falta confiar en la familia y en  el sentido común. Su visión, que sigo asiduamente, me lo hace sentir como un ideólogo que apuesta por el conocimiento, en eso estoy de acuerdo con él, pero a la vez rebaja a Emilio Lledó, el pensador que más ha luchado por las humanidades en el sistema educativo. Su estilo admonitorio y sapiencial me interesa como algo exótico pero su inspiración conservadora –en que nunca revela qué partidos le representan, ¡ah, pillín!- me revela que algo no está completo. Puedo comprender que el conservadurismo es una tendencia digna, ahí tenemos a Roger Scruton, y que está siendo injustamente apartado de nuestros horizontes, lo acepto. En cierta manera pienso que en nosotros conviven tendencias conservadoras y progresistas, el ser humano necesita del pasado para alumbrar el futuro pero esquivar los peligros que nos depara el futuro como pedagogía del miedo y la urgencia ante ellos con un gesto de desdén, no me ha inspirado nada, de verdad.

domingo, 26 de abril de 2020

La polarización política


Estoy leyendo el interesantísimo ensayo de Jared Diamond, Crisis, que analiza el comportamiento de una serie de países ante terribles crisis que les han sucedido en su historia. Estoy aprendiendo mucho con los análisis de Jared Diamond, pero quería centrarme en un solo aspecto que él comenta sobre Estados Unidos y que apunta a la creciente polarización política que divide y enfrenta a los norteamericanos de modo que se han convertido en bloques políticos entre los que no puede haber ya ningún contacto ni pacto, crucialmente necesarios para la vida política. Así desde la presidencia de Obama la confrontación entre los demócratas y republicanos ha sido total y sin matices y esto ha permeado a la sociedad, o la sociedad ha fomentado tal choque brutal entre perspectivas que se han hecho ferozmente antitéticas. Leía también en un extraordinario ensayo, Blanco, de Bret Easton Ellis que en los últimos años es imposible cualquier tipo de encuentro entre votantes de Trump y sus enemigos liberales que lo odian visceralmente como alguien absolutamente despreciable. Él contravenía esta forma de ver las cosas y tenía amigos pro Trump y otros que lo detestaban. Bret daba cuenta de esta incompatibilidad que tenía que ver más con el odio furioso al que piensa diferente. Y cada ciudadano se informa mediante medios afines y las redes sociales como Facebook o Twitter donde se excluye a cualquiera que no piense igual. Es un fenómeno universal que ha venido junto al declive absoluto de la prensa generalista escrita y el auge de medios de información totalmente sesgados favorables a las propias opiniones. Así uno se informa estrictamente en voces que dicen lo que se quiere oír y leer. Y que, de paso, fomentan una confrontación radical con otros puntos de vista que se excluyen y se bloquean, de modo que el conocimiento de otras sensibilidades es totalmente imposible.  

En España vivimos también esta confrontación, no sé si como reflejo de la norteamericana o formando parte de los nuevos tiempos. En la última década se han desarrollado polos de ideología política que han venido a quebrar la tendencia al pacto y al diálogo constitucional aun entre puntos de vista divergentes. Se ha denostado ferozmente la Transición, un periodo en que posturas muy diferentes fueron capaces de llegar al pacto y al diálogo en la idea de que en España cabían todos los españoles y esto quería decir que cabían los franquistas también en la nueva conformación política, que aceptaban la democracia y asumían convivir con el resto y la pluralidad de opciones políticas. En los pactos de la Transición no se excluyó a nadie, fueron eso, pactos y de ahí la grandeza de un Suárez. Sin embargo, ahora las diferentes opciones políticas abren abismos entre sus concepciones y las de los demás. Lo vemos en la política pueril y denigrante de gallos encrespados en el Congreso, en el día a día en la prensa digital brutalmente sectaria. Se reprochó, tal vez con razón, el bipartidismo del PPSOE, pero ahora ha surgido un pentapartido, al que se añaden los nacionalistas excluyentes, incapaces de dialogar y que hablan con voces tan radicales y tajantes que es imposible cualquier visión compartida de un país que tiene problemas que deberían ser enfrentados comunitariamente. De la crisis de 2008 surgió un volcán político que abrió el camino al independentismo catalán en su vertiente más incompatible con el resto de España a la que virtualmente se odia de un modo africano. También surgió Podemos como versión que negaba todo nuestro pasado político reciente, y el otro más alejado, como profundamente corrupto y sucio. Se declaraba incompatible con buena parte de lo que es España mediante un enfoque que contradecía la idea de que en España cabemos todos. Y frente al nacionalismo catalán excluyente y al revolucionarismo anticonstitucional de Podemos, ha surgido VOX, que dinamita en sus presupuestos también nuestro entramado constitucional y el estado de las autonomías. Es significativo que los extremos se alimentan mutuamente y llevan la vida política a un estado de crispación y odio que se extiende a muchísimos ciudadanos que odian, sí, odian, lo que es fruto de su propia acción política como reacción.

Lejos queda un camino de Santiago en 1993 en que pasé diez días caminando con un peregrino veinte años mayor que yo que era del PP. Yo entonces era votante socialista. Fueron días entrañables en que estuvimos riéndonos con gracia de muchas cosas que surgían ante nosotros en el Camino por tierras de Castilla y León, pero también de la política y nuestras propias percepciones. Hoy sería imposible porque todo lleva a la citada polarización y odio que hacen incompatibles las diferencias políticas. Y el resultado de dicha falta de empatía lleva a conclusiones que en nuestra historia no han sido muy afortunadas ni edificantes.

Y hago una predicción sombría sobre nuestro futuro inmediato, tras la crisis del coronavirus, que abrirá una crisis económica más terrible que la de 2008. Si de aquella surgió un agudo conflicto entre visiones diferentes, acompañado de mucho sufrimiento social y humano, esta vez va a ser peor, mucho peor, porque las piezas de la confrontación política amenazan con dinamitar todo lo que nos queda de edificio constitucional, y eso es muy peligroso. Tenemos experiencia sobrada. 

miércoles, 22 de abril de 2020

La libertad en la era tecnológica


"Hasta donde llega nuestro conocimiento científico, el determinismo y la aleatoriedad se han repartido todo el pastel y no han dejado ni una migaja a la «libertad». La palabra sagrada «libertad» resulta ser, al igual que «alma», un término vacuo que no comporta ningún significado discernible. El libre albedrío existe únicamente en los relatos imaginarios que los humanos hemos inventado”.

Harari, Yuval Noah. Homo Deus (Spanish Edition) . Penguin Random House Grupo Editorial España. Edición de Kindle.

domingo, 19 de abril de 2020

Mañana de lluvia y reflexiones variadas

                                                    David Quammen

Voy a dar cuenta de una mañana de domingo en que la sensación dominante ha sido el tedio bajo una lluvia incesante que bate la cristalera de mi buhardilla mientras yo repaso la prensa internacional en busca de nuevos enfoques que me hagan entender la pandemia y la situación en que estamos. Encuentro un artículo para El Confidencial de Slavoj Zizek que habla de las películas que podrían evocar lo que estamos viviendo. Una de ellas es Cuando el destino nos alcance. En ella, gente mayor, harta de vivir, va a unas instalaciones en recintos públicos en que se disponen a morir placenteramente mediante drogas viendo imágenes idílicas de la naturaleza. ¿Acaso los mayores tendrían que ser sacrificados para superar esta pandemia que afecta en su mayor parte a ellos? No solo, pero sí esencialmente. ¿Acaso toda la economía deba ser paralizada con el sufrimiento que va a suponer para los más jóvenes, especiales víctimas del paro y de la falta de oportunidades que van a venir, para proteger la vida de los más mayores que ya han cumplido su tramo de vida con creces? Es un enfoque darwinista, terriblemente cruel pero no falto de lógica.

Salgo a comprar pan, veo el barrio totalmente desierto bajo la lluvia. No me cruzo a nadie, son imágenes fantasmales de una zona en que los domingos estaba plena de terrazas llenas de vida antes de esto. Sigue lloviendo intensamente. Me pongo a hacer la comida para mi familia. Salmón con verduras. Lo dejo haciendo y sigo revisando prensa digital. Encuentro una entrevista al autor norteamericano de una obra titulada Contagio que será puesta a la venta el 23 de abril. Esta obra es un precedente y un texto de referencia pues anunciaba con antelación una pandemia de origen zoonótico que tendría su origen en los murciélagos cuyo hábitat es cada vez más invadido por la civilización. El autor es David Quammen, divulgador científico  que predijo lo que iba a pasar ante lo cual ningún gobierno se preparó porque nadie sabía si iba a suceder en un año, dos años u ocho, pero era fácilmente predecible. El origen de la pandemia es una corrección de la naturaleza. Los seres humanos somos la especie más extendida y tarde o temprano habrá una corrección de su número. Pongo el libro Contagio en mi lista de deseos para comprarlo en edición digital cuando se ponga a la venta.

Hay tantos enfoques sobre el virus que el lector curioso queda fascinado por lo que está suponiendo en cuanto a complejidad y riqueza para la sociedad del siglo XXI. Nos está enseñando mucho esta crisis que es también una oportunidad de hacer las cosas bien o hacerlas definitivamente mal. Siendo, como soy, profundamente pesimista, auguro un auge del nacionalismo frente a la crisis que va a venir, un auge del populismo, y la continuación de la depredación de la naturaleza. Todo el mundo parece que quiere volver a la normalidad, pero ¿cuál es la normalidad? ¿Volver a como vivíamos antes? ¿Volver a los viajes low cost, que yo frecuenté, para seguir emitiendo gases de efecto invernadero? ¿A la devastación de bosques tropicales que empujan a especies animales a los entornos humanos extendiendo infecciones como la presente que ha detenido el mundo entero?

Es apasionante lo que estamos aprendiendo a todos los niveles. Veo un vídeo de un médico español (Iván Moreno) en plena zona cero del coronavirus en un hospital público que sostiene que en pocas semanas se ha aprendido mucho respecto a los tratamientos farmacológicos del virus, y que cuanto más tiempo pase, más se sabrá. Avala la tesis del confinamiento pero él es médico y se inhibe de la catástrofe económica que va a venir, especialmente a la frágil España y los países del sur. Ya no digamos a países subdesarrollados sin estructuras sanitarias, o también en los campos de refugiados…

No quiero acabar sin hacer referencia al pensador coreano-alemán Byung-chul Han que en su obra La sociedad del cansancio estimaba que las amenazas probables a la humanidad en el presente o el futuro ya no provendrían de virus o bacterias puesto que ya habíamos creado instrumentos de inmunización frente a ellos, unidos a los antibióticos, y estimaba que las amenazas reales serían males como el alzhéimer, la depresión, el TDAH, el TLP o Trastorno límite de la personalidad… Desde luego su predicción resultó totalmente errónea.

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