El desasosiego en mi lectura es creciente porque soy consciente de que mi enfermedad del ánimo que duró doce años fue causada precisamente por el choque entre esta visión y la que nos ha traído la época contemporánea dominada por la tecnología y el pragmatismo en que la literatura y el arte, tal como los concebíamos, han sido barridos de la faz de la tierra. Enfermé por sentir que pertenecía a aquella cultura, y mi modo de salir de ello fue precisamente, tras doce años durísimos de padecimiento, olvidarla, arrumbarla, adaptarme a los nuevos tiempos en que la literatura sería para mí un remanso personal pero no para la sociedad abismada en aparatos electrónicos y digitales.
No hace falta quemar libros -como en Farenheit 451- para evitar su lectura, simplemente la buena literatura ha dejado de ser útil a la gente, igual que la poesía verdadera. Ha dejado de ser comunicativa. Ya no hay lectores de calidad salvo jubilados con mentalidad de otros tiempos. Si uno quiere sobrevivir en esta sociedad, ha de adaptarse. El sistema educativo ha convertido al alumno en un cliente, y en su programa solo constan asignaturas útiles –me río de la reintroducción de la filosofía en los planes de enseñanza, una vez que la historia de la literatura fue eliminada en su vertiente seria hace ya muchos años-.
En el libro de Ordine –una especie de cápsula del pasado sin conexión con este tiempo- no hay una sola mención a la presencia de la tecnología, es un discurso vacuo, como el de un narrador que estuviera en una barca como náufrago en medio del mar y no hablara de dicho mar a sus compañeros náufragos, ese mar que los rodea por todos lados. La poesía y el arte con dimensión profunda es cosa de otro tiempo. Hoy es cientos de veces más importante la aparición de un nuevo modelo de móvil que la publicación de no sé qué texto poético que prácticamente nadie leerá. El 99,99 por ciento de la población española no está por la labor de prestar atención a lo que era arte hasta el siglo XX. El 0,1 restante son 45000 personas que pueden responder al esquema de Ordine, algo absolutamente irrelevante. Los lectores de poesía en España son 5000 personas y exagero. El ensayo de Nuccio Ordine me irrita porque representa lo que yo era antes de la crisis que me reconvirtió en otra persona adaptada a los nuevos tiempos. El choque que sufrí fue demoledor. Ahora me parece una colección de lugares comunes y auténticas puerilidades que no puedo seguir leyendo. Lo he intentado pero me puede este argumentario a favor de lo inútil sin ninguna relación con la realidad que vivimos en que es omnipresente la tecnología y la visión pragmática. Un libro absolutamente prescindible. Increíble que puedan llenarse páginas y páginas sin ningún fundamento en la realidad real. Pertenece, sin duda, al territorio de los delirios alejados por completo del orden que nos ha sido dado en el siglo XXI.
Retomo el libro de Yuval Noah Harari que sí que me habla del mundo real y presente. No se pierdan la lectura de textos como Sapiens, Homo Deus o 21 lecciones para el siglo XXI.