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sábado, 9 de abril de 2016

En veinte o treinta años el mundo será totalmente diferente




He visionado un par de veces la entrevista de Iñaki Gabilondo a José Luis Cordeiro, que enlazo aquí y aquí, profesor de la Singularity University ubicada en Sillycon Valley y financiada por Google y la NASA. Estos vídeos me han llegado por el interesantisimo blog Patatitas Pochas, cuyo autor es Loiayirga, profesor de filosofía en una ciudad castellana. Son vídeos de unos veinticinco minutos pero animo a los lectores a verlos porque les abrirán caminos de reflexión fascinantes acerca del futuro que se nos va a abrir en 20 o 25 años. Ahora parece Ciencia Ficción pero los caminos que la ciencia y la tecnología están abriendo apuntan allí.

En la conversación de Iñaki Gabilondo con Cordeiro se aborda una tesis que me ha dejado aturdido y es la de que en dos o tres décadas se podrá “curar” el envejecimiento y la muerte, algo que hasta ahora se había considerado como inmanente a toda especie viviente. Según Cordeiro, en los próximos veinte años se van a producir más cambios que en toda la historia de la humanidad y es perfectamente verosímil la idea de acabar con el envejecimiento y la muerte. Por lo que infiero este camino lo abren las células hasta ahora consideradas malignas que producen el cáncer, y que no mueren. Se reproducen indefinidamente mientras tienen órganos que colonizar. Se podrá hacer células que vivan eternamente. Esto unido a que se podrán cambiar órganos, cultivados con nuestras propias células y tejidos. Además en diez años se habrá conseguido abaratar el mapa del génoma humano de cada uno que hasta hace poco costaba mil millones de dólares. El coste que se prevé es de diez dólares y en dicho mapa conoceremos las enfermedades que habremos de prevenir y las tendencias de nuestro organismo que habremos de controlar. En veinte años se conseguirá prevenir el Alzhéimer y el Parkinson, así como el cáncer que al final será nuestro gran aliado.

Adelanta Cordeiro que será normal la telepatía, la comunicación inmediata de cerebro a cerebro; que nuestra conciencia y memoria se expandirá a la nube que guardará nuestros recuerdos y vivencias; se hará realidad la computación cuántica; dejaremos de matar animales para nuestro consumo puesto que “cultivaremos” la comida para producir carne artificial que tendrá el mismo sabor que la original. Los robots, con forma humanoide o no, serán normales en nuestra vida y estos poseerán autoconciencia y sentimientos. Según el entrevistado, en el parlamento de Corea del Sur se está debatiendo actualmente el tema de los derechos humanos de los robots, algo que resulta realmente sorprendente para las discusiones que se abordan en nuestro Parlamento.

Asimismo es una hipótesis que se va a comenzar en dos o tres décadas la colonización de Marte con las espectaculares perspectivas que esto abre para la humanidad.

Hay muchas más ideas en los vídeos pero me detengo aquí. La idea de la Singularity University es que se va a abrir una etapa que podríamos llamar la Post-Humanidad en que todos los factores que limitaban la vida humana serán rebasados y entraremos en otra etapa que ahora mismo se está gestando. En los próximos veinte años habrá más cambios que en toda la historia de la humanidad.

Si esto es verosímil, estamos al borde un cambio trascendental de nuestra civilización humana. Se me ocurren muchas preguntas. Alguna las plantea Iñaki al profesor Cordeiro como la superpoblación creciente en el planeta unido a que no morirán necesariamente los seres humanos. Estima este que la población mundial se estabilizará en torno a nueve mil millones de seres humanos. La colonización de Marte abrirá una salida importante para dicha población.

Todo esto parece realmente inverosímil e increíble y plantea una gran cantidad de reflexiones morales, filosóficas, políticas y religiosas. Cordeiro sostiene que las religiones que se basan fundamentalmente en el límite de la vida que es la muerte, dejarán de tener sentido, dado que esta no será inevitable.

Sin embargo, a pesar de esta posibilidad fascinante de no morir es posible que haya personas que elijan morir –será una elección- como un proceso necesario y natural, como hay sectas y tribus que se niegan a aceptar el mundo moderno y sus avances. 

Estos vídeos me han dejado alucinado porque todas son hipótesis pensables, dados los avances gigantescos en ciencia y tecnología que estamos viviendo.

Me pregunto muchas cosas, pero una para mi es esencial ¿qué significará el arte, la literatura, el misticismo para esta nueva Post-Humanidad que se hará realidad en el siglo en que estamos? ¿Qué será Shakespeare para ellos? ¿Bach? ¿Dostoievski?

¿Realmente es posible imaginar la no muerte? ¿Cómo será la vida sin ella?

¿Estamos al borde de un nuevo paradigma para la humanidad?

¿Estamos preparando a nuestros alumnos para lo que les va a tocar vivir? 



lunes, 4 de abril de 2016

¿Somos unos farsantes los que embellecemos el aula?


¿Embellecemos los resultados los profesores que hacemos la crónica de las aulas? ¿Contamos como en un cuento multicolor la vida y rendimiento de nuestros alumnos cuando aplicamos didácticas novedosas? ¿Queremos expresar al mundo educativo una realidad de color de rosa cuando esta, la mayor parte de las veces, no lo es tanto? ¿Realmente nuestras aulas son tan maravillosas como queremos hacer creer?

Profesor en la secundaria lleva once años en la red. Creo que no debe haber blog que haya relatado con tanta plasticidad experiencias de fracaso y de desastre. A veces he rozado la pornografía emocional narrando la interioridad de un profesor al borde de estados sumamente oscuros que he vivido realmente en mi carne. Entonces en este blog predominaba un estado dolorosamente triste. A veces prefería escribir de otros temas que no fueran pedagógicos para no dar salida a ese río de oscuridad.

¿Entonces? ¿Cómo es posible que relate en este curso las cosas con tanta ilusión y expectativas positivas? ¿Es realmente la Flipped Classroom una didáctica tan extraordinaria que pueda dar realmente la vuelta a la clase? ¿Sus resultados son prodigiosos?

Por simplona que parezca esta metáfora, manida y gastada, hay dos formas de ver el vaso, medio vacío y medio lleno. Si lo ves medio vacío, tus expectativas son menores, das mayor relieve a los problemas, a las disfunciones, a las horas que no han salido como pensabas, eres más consciente del lado problemático de las cosas. Esperas menos de los chavales, relativizas los resultados, ves los aspectos más angulosos de la realidad, se apodera de ti una sensación de cansancio y aflicción que te impulsa menos a pedir lo imposible. Eres más consciente de la grisura de la realidad.

En cambio, si puedes ver el vaso medio lleno – no es una elección- tiendes a aumentar tus niveles de dopamina y trasformas con un cristal de colores la realidad. Ello te conduce a pensar de otro modo, a amplificar, a tener expectativas probablemente elevadas, a esperar muchísimo de tus alumnos y ellos –curiosamente- tienden a intentar equipararse a tu nivel de expectativas. Predomina más la euforia en tu estado de ánimo. Los problemas los ves como coyunturales y no les ves más recorrido que el que tienen. La dopamina es una sustancia legal, no está prohibida de momento. Se genera espontáneamente el que puede hacerlo. No siempre es posible. Y cuando cuentas, con altos niveles de dopamina, tus experiencias tiendes a verlas desde ángulos favorecedores. Y se nota cuando escribes en el blog. Claro que no todo es bueno, pero este estado eufórico se proyecta sobre los chavales y ayuda al encuentro con ellos a pesar de la grisura inevitable del curso que se hace largo y en el que realmente todo el mundo hace lo que puede. Mis experiencias en otros cursos han sido insatisfactorias. Pues en este curso anhelo que sean extraordinarias. Veo alegría en el aula, lucha por conseguir mínimos, trabajo bien hecho, no por todos pero sí por un sector interesante.

Se me dirá que habría otra perspectiva que sería la realista, ni eufórica ni depresiva. Puede ser. Sin duda debe haber excelentes profesionales de esa visión intermedia seguramente provechosa. Y probablemente la más fructífera. Aunque en el medio en que me muevo los profesores no intercambiamos experiencias. Nadie parece estar muy satisfecho. Mi instituto es un centro de máxima complejidad y nuestros resultados no son brillantes. No pueden serlos. Estamos en otra liga. Supongo que entre mis compañeros debe haber simplemente profesores realistas, adaptados a los niveles medios de realidad. Que dan un valor relativo al aula, que no esperan resultados demasiado sorprendentes. Son personas sensatas y perfectamente equilibradas. No creen demasiado en el nivel de cambio que puede suponer la escuela. Los comprendo y respeto, claro está.

Pero la escuela parece llevar implícita una especie de fe en lo imposible. Las teorías pedagógicas que han llevado a la reformulación del aula, del sentido de la escuela, son siempre utópicas. Los grandes pedagogos han sido primero visionarios y han planteado una clara concepción del ser humano aprendiendo cuando todavía las neuronas son salvajes. Sin un alto grado de idealismo que nos lleva a interpretar sesgadamente la realidad no es posible formarse expectativas elevadas. En la pedagogía se define una nítida concepción de la personalidad. Digamos que en mi caso, en dos terceras partes de mi experiencia me he movido en el terreno de la utopía y he apuntado a lo imposible, logrando así, los resultados más brillantes que cupiera imaginar. Algún día los contaré. Pero ciertamente en una tercera parte de mi vida académica, he vivido como Dostoievski a nivel de subsuelo experimentando un dolor difícil de describir. Esa sí que fue la noche oscura del alma del profesor.


Así que he visto las cosas en su intrincada dualidad. Y me quedo con la evidencia de que el que no es capaz de soñar nunca hará grandes cosas en esta profesión. Pero eso no se elige. Uno es el que es.

jueves, 31 de marzo de 2016

Algunas claves de la buena literatura


La hora de literatura española de segundo de bachillerato supone un espacio al que voy lleno de ilusión, no porque a otras clases no vaya también con la misma actitud, sino porque allí puedo-podemos hablar de literatura en estado puro. Estamos leyendo Los pazos de Ulloa de Emilia Pardo Bazán, una novela excelente que plantea un modo de entender la literatura que no es común para ellos, mis alumnos, un combinado altamente interesante y reducido. Hay alumnos de raíces cristianas o indiferentes y otros de formación musulmana. Y todos tienen que enfrentarse a una historia decimonónica compleja que aporta múltiples lecturas y consideraciones a las que vamos entrando en ese espacio de discusión que es la clase.

En efecto, la hora se nos hace corta intentando diseccionar los dos capítulos que nos tocan cada día y que muestran la evolución de la historia que plantea la relación entre una mujer, Nucha, y un curita, Julián, enamorado platónica e inconscientemente de ella y que asiste a su desgracia en un matrimonio con el Marqués de Ulloa, que ha propiciado el propio sacerdote con la mejor de las intenciones o para estar cerca de ella. Lo sugestivo de la lectura es que todos han de entender que la novela no nos explica todo con pelos y señales, y nosotros, como lectores avisados, hemos de aprender a leer entre líneas. Están habituados a relatos en que todo se explica sin dejar espacio a la imaginación. Cualquier situación, en estos, es explicada y subrayada para que no quede lugar a ninguna confusión. Esta es la primera lección a la hora de enfrentarnos a un texto: no hay que esperar que nos digan todo. A veces es una leve sugerencia muy sutil que hemos de recoger y que a lo largo de la lectura se irá desarrollando. No es necesario subrayar lo obvio, sí releer para captar intenciones que en una primera lectura no nos son transparentes. Así los once alumnos y el profesor discuten abiertamente sobre las motivaciones de los personajes, el encadenamiento de los sucesos, la interpretación abierta de los mismos. Una buena obra literaria no nos da una explicación unívoca o tal vez no nos dé ninguna y hayamos de ser nosotros quienes descubramos las claves en una poliédrica discusión colectiva.

Me sorprende la distinta interpretación que dan a los hechos los alumnos musulmanes que interpretan las cosas a la luz de su religión y no comprenden cómo en la realidad de los pazos de Ulloa, en que todos se dicen cristianos, pueden actuar de un modo tan anticristiano. Este es un aspecto que cuesta explicar pues para ellos debe haber una coherencia entre la religión y el comportamiento personal. Afortunadamente, la obra que hemos leído anteriormente es Don Juan Tenorio de José Zorrilla en que se plantea la vida de un libertino burlador de mujeres y matador de infinidad de hombres, que en el último segundo se arrepiente y es salvado y llevado por Inés al cielo por la gracia de Dios. Esto les pareció injusto, pero yo les expliqué que el catolicismo es así. Todos los personajes de los pazos, incluidos los orondos curas de la comarca del Cebre, son cristianos hasta la médula, pero actúan como si no existiera Dios, movidos por la maldad y los vicios más ominosos. Así es la vida, les digo. En el último instante recibirán confesión y podrán salvarse, se supone, al menos así nos lo han explicado.

Otra cuestión magníficamente desarrollada en la novela, sin ningún discurso feminista o ideológico, es la situación de la mujer en el siglo XIX. Emilia Pardo Bazán fue una mujer independiente y enérgica que se cargó todos los tabúes respecto a su género femenino. Se casó muy joven pero posteriormente se separó cuando su marido quiso imponerle que dejara de escribir pues se había montado un escándalo formidable con sus artículos sobre el naturalismo, titulados La cuestión palpitante. Ella salió por libre, tuvo diferentes amantes, entre ellos Galdós y otros, y nunca dejó de escribir o intervenir en la vida pública e intelectual española a pesar de los ataques furiosos que recibía que la ponían como marimacho en adelante. La voz de la Pardo Bazán es clara pero nunca manipuladora. No nos da un discurso reivindicativo de la mujer. No, para eso estaba su vida personal. En la novela solamente se refleja lo que era la realidad para las mujeres, sin dogmas, y que cada uno lea lo que quiera. Toda literatura que lleva implícito un mensaje moral o político que hay que extraer es de segundo orden, pienso yo. La literatura debe dejar al lector la libertad de interpretar abiertamente. Pues bien, la situación de la mujer emerge clara en esta novela, sin subrayados como he dicho, y eso no les deja indiferentes. La mayoría de los alumnos son chicas que reconocen en ese machismo de época, aunque no totalmente distinto del que existe ahora, una lacra, y en esto coinciden alumnas musulmanas o cristianas. Esto me produce gozo, pues estas alumnas musulmanas están en segundo de bachillerato y puede que vayan a la universidad. Parten de una educación muy puritana pero la asistencia a un centro de enseñanza laico es una buena escuela para formarlas en la idea de igualdad. De hecho, no hay tema que no podamos abordar en clase. Esto es algo que hace una década era inimaginable por la distancia que había todavía entre la mentalidad musulmana y la occidental. Observo puentes, bromas, coincidencias y unos hábitos de pensamiento que permiten el debate abierto y gozoso que tiene a la literatura como centro de análisis.

La clase es eso precisamente, un club de lectura en que todos aportan su parte interpretativa. Es tan abierto el debate sobre el texto y subtexto de las obras, que cuesta a veces moderar la intensidad de sus intervenciones. La teoría es parte de la clase, pero no su plano fundamental. Creo que lo esencial es que se hagan sutiles lectores que no deben esperar que se lo expliquen todo o que los libros les den una idea moral o política transparente.


La buena literatura es ambigua y poliédrica.

lunes, 28 de marzo de 2016

¿Lecturas elitistas en Secundaria?



Me pregunto qué porcentaje de la sociedad española frecuenta los clásicos y pienso que es un mínimum irrisorio. Los libros más vendidos ya sabemos cuáles son, y está bien, es bueno que la gente lea, al menos es mejor que lea a que no lea. La escuela abre caminos de lectura que fácilmente se pierden en el tráfago de la realidad. Es más fácil no leer que leer. Esos clásicos que mencionas - los libros juveniles de actualidad- que deberían configurar el corpus lector en la secundaria no se consolidan. No llegan a ser clásicos. Son libros de circunstancias que apenas se repiten ya en el ciclo de tres años debido a la mutación continua de nuestros estudiantes y a que no alcanzan un mínimo de calidad. Cuando yo era adolescente había una biblioteca de clásicos juveniles (Julio Verne, Salgari, Richmal Crompton, Zane Grey, Karl May, Dickens -alguna de sus obras más accesibles-...). Nada de esto pasa hoy, así que difícilmente podemos hablar de clásicos juveniles, si acaso de libros más o menos dinámicos durante un ciclo y que pasarán rápidamente. Tú (me dirijo a Toni Solano, autor del blog Re(paso) de lengua) eres conocedor de estos libros juveniles y tienes blogs y alguna página de Pinterest sobre ellos. Es bueno que lean, claro. Es el único sitio donde se va a fomentar la lectura. Fuera de la escuela será muy extraño que sigan leyendo. 

Yo alterno libros juveniles con clásicos en el sentido estricto de la palabra. Así han leído conmigo obras de Jordi Sierra i Fabra, Carlos Ruiz Zafón, pero también a J. D. Salinger y ahora estamos con la lectura de La metamorfosis, tras otras lecturas de relatos cortos de Kafka. Sé que no son fáciles y no sé si entra esto dentro del elitismo que criticas y que tanto se teme en educación. No hay nada más condenable en una sociedad absolutamente horizontal que el elitismo. Aquel que destaque por encima de la multitud, hoz preparada para segarle la cabeza. Ese es nuestro mundo y nuestra realidad. Me pregunto hasta qué punto hemos asumido esa horizontalidad total para generar individuos adaptados a ello. Y la escuela debe formar también en consonancia horizontal. Así que ¿para qué los clásicos si responden a sociedades no horizontales, a sentimientos artísticos alejados de la muchedumbre con que se van a encontrar en la playa, en las calles, en los estadios, en los centros comerciales? La mayor parte de los clásicos que conozco -a menos que sean reinterpretados a la luz de nuestra filosofía de masas de fondo- son héroes aristocráticos, solitarios, individualistas, singulares, a contracorriente, y no es eso para lo que preparamos. Preparamos, no lo olvidemos, para una sociedad en que el centro de todo sean los tópicos y nada más que tópicos. Las redes sociales son una exposición universal del tópico. Las mutlitudes funcionan con tópicos que se van repitiendo inexorablemente. Los clásicos no encajan en una visión universalista del ser humano del siglo XXI. Y si alguien los lee con aprovechamiento, tendrá que ocultarlo para no ser segado por la maquinaria totalitaria del common sense al que hay que adaptarse con esfuerzo. La idea de que la escuela sea crítica y generadora de pensamiento autónomo no sé si se ajusta demasiado a la realidad porque hay que asentir a la Weltanschauung de nuestro tiempo y eso es lo que expresan los libros que las editoriales nos hacen llegar como juveniles, relevantes como lectura y solaz. El lector de clásicos en la escuela no será un individuo demasiado socializable. Una comentarista anterior pone como ejemplo que no deben darse libros que interesen solo a dos sino que hay que hacer que la mayoría disfrute. Esos dos quedan huérfanos y deben amoldarse a la mayoría y "disfrutar" con ella. Pero en mi fuero interno, siento que cultivar a esos dos es esencial, distinguirlos y apreciar su soledad en medio de la muchedumbre.


(Este es un comentario que dejé en el blog de Toni Solano, Re(paso) de Lengua, que he querido rescatar para mi blog)

sábado, 26 de marzo de 2016

Mi agradecimiento incluye el pagar por un bien cultural


Estoy leyendo El vidente y lo oculto, una biografía de Rainer Maria Rilke escrita por el barcelonés Mauricio Wiesenthal. Es un libro muy extenso que me costó más de cuarenta euros. Me tomo un café bien cargado y me sumerjo en su lectura, subrayando con lápiz todo lo que me parece relevante que es mucho. La figura de Rilke es una de las más interesantes de la cultura europea. Algún día hablaré de él porque no es sobre ello que quiero escribir. No. Es una cita en voz de este estudioso y crítico que es Wiesenthal sobre lo que significa la cultura:

"La cultura y, sobre todo, la poesía no son mercaderías de primera necesidad en los apetitos de la burguesía moderna. Solo gente muy sencilla y fina tiene la sensación de haber quedado en deuda cuando compra un libro. Pero el burgués moderno lo mide todo a precio de industria, entendiendo que el Estado carga ya sobre el valor de las cosas impuestos y compromisos sociales. Pocos salen de una librería pensando que un libro es un bien moral en peligro".


 Me ha parecido una cita extraordinariamente oportuna, pero no solo la aplico a la literatura sino que creo que es extensible a la música y al cine.

Cuando leo un libro que conecta con mi alma, cuando veo una película que también lo hace, siento un profundo agradecimiento a la mente o mentes creadoras que están detrás de ello. Y no puedo concebir que ese placer que he sentido pueda o deba serme gratuito. Entiendo que con mi aportación, aunque sea lejana, contribuyo a la continuidad de la cultura como valor fundamental para los seres humanos. Mi dinero es mi forma de comprometerme además de mi lectura entregada o mi contemplación de la película. La cantidad aportada es una forma de participación espiritual para la existencia de ese bien. No puedo asentir frente a esa concepción supercalifragilística que sostiene que toda la cultura ha de ser gratis y de libre circulación y que, por tanto, todo el mundo tiene el derecho de bajársela o copiársela sin ninguna restricción aduciendo argumentos peregrinos como su elevado coste o que todo se lo lleva la editorial. Robar un libro en una biblioteca se considera algo inapropiado y censurable, pero bajárselo de la red es tenido como meritorio y se hace sin disimulo y sin sentimiento de vergüenza. Y lo amplío a toda la producción cultural en el ámbito que sea.

Este año de 2016 en el cuatricentenario de la muerte de Cervantes, apenas se habla de él como persona, como escritor. Sin duda, las instituciones españolas han estado descuidadas al respecto y no va a haber celebración o evocación solvente de la figura de Miguel de Cervantes. Espero que en el Reino Unido sean más agradecidos a lo que significó William Shakespeare, autor que murió en fecha muy próxima a la de Cervantes. No es extraño pues pienso que los británicos aprecian más el valor de la cultura que los españoles. Ya en su tiempo, este libro fue mucho más importante para los ingleses que para los españoles que lo tomaban por un libro chusco y ridículo. Don Quijote los hacía reír pero no vieron sus contemporáneos mucho más allá de un humor grotesco e incluso se tuvo a El Quijote apócrifo de Avellaneda como un libro más valioso que el de Cervantes por mantener el decoro. Las ediciones que se hicieron de las aventuras del hidalgo castellano apenas reportaron beneficio a Cervantes que obtuvo un gran éxito popular pero escasamente compensado económicamente. Eran normales en su tiempo las ediciones piratas y no existían los derechos de autor como tales. El caso es que Cervantes murió en la escasez, tal como vivió, sabiendo lo que es ser creador en España.

Cuatro siglos después, El Quijote sigue sin leerse – a nivel general- por motivos que expresan la atonía de los lectores que quedan, y su autor sigue recibiendo el mismo interés que tuvo en su tiempo. Es decir, muy poco o ninguno. Es cuestión tal vez de la raza de este solar hispánico en que tan escasamente se valora la cultura y, de hecho, todos somos conscientes del escaso lugar que ocupa en la vida de la gente común. ¿Conversaciones sobre libros, sobre películas, sobre obras de teatro, sobre conciertos? No las hay. Hay cien temas mucho más populares y apasionantes para el español medio, y es, por eso, que la sensación de profundo agradecimiento hacia el autor de una obra literaria o un bien cultural es tan raro o inexistente. El español de pro siente que la cultura es un bien gratuito porque ya pagamos al estado impuestos, y si no es al estado, a las compañías telefónicas que nos surten de ADSL para que podamos descargarnos con entusiasmo cualquier bien cultural.


Parecerá extraño pero yo siento que debo pagar, me quedo tranquilo cuando contribuyo con una cantidad más o menos costosa a la compra de un libro, disco o película. Sé que hay mucho argumentos de raíz oportunista para actuar de modo diferente, pero en estas estamos. Es mi forma de reconocimiento. El que quiera entender que entienda.

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