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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Europa en la encrucijada


Arturo Pérez Reverte ha publicado unos tuits que han levantado algún revuelo y múltiples retuits. En alguno de ello venía a decir que los europeos nos hemos acostumbrado a vivir en Disneylandia y no sabemos enfrentarnos al horror y a la guerra cuando esta nos viene de frente como son los yihadistas que han atentado estos días en París. Ante hombres dispuestos a morir no sabemos cómo actuar. No se ajusta a las reglas y a la normalidad y eso nos paraliza y nos inmoviliza.

¿Qué esta pasando?¿Hay una guerra declarada por el Estado Islámico a la civilización europea? ¿Cómo debemos contestar si esta existe? Estas preguntas nos producen agobio y zozobra y no sabemos responderlas. Queremos pensar en términos de personas bondadosas que aman Imagine de John Lennon y queremos parecer guays, personas que asumen su pasado colonial y que creen que Europa ha hecho mucho mal y ahora tenemos que pagar nuestros errores de siglos pasados. Nos sentimos culpables y eso nos paraliza y puede que no estemos viendo qué está pasando delante de nuestros ojos. Porque Estado Islámico (Daesh) no es solo un territorio entre Siria e Irak fruto de nuestros errores recientes. No. Daesh es un concepto, es un tipo de guerra que no excluye ningún método de ataque, desde el atentado brutal como los de París, Ankara, Beirut o Kenia, la ciberguerra, el flujo gigantesco de refugiados a Europa a los que queremos acoger por razones humanitarias, la explosión de la natalidad... Daesh ha nacido, que nadie se sorprenda, en Europa, o en una confluencia muy compleja dentro de Europa. Ha nacido entre nosotros donde hay millones de musulmanes, formados en nuestras escuelas y universidades, de los que una parte son proclives a la radicalización. Ya hay zonas de Bélgica, Francia, Suecia y Alemania donde apenas hay ciudadanos blancos occidentales. Hemos interiorizado que el Islam ya es parte de Europa como ha sostenido Merkel. Esta radicalización en choque con la sociedad occidental los lleva a odiar nuestros valores entre los que están la tolerancia, la libertad, la democracia. Nos podemos fustigar y decir que los hemos segregado en guetos como las banlieus de París o Marsella, que la sociedad francesa no se ha abierto a ellos. Podemos seguir enarbolando banderas de paz y amor, pero hay algo que está pasando en nuestras fronteras. Y no es tranquilizador. Más bien es aterrador. Estamos en una espiral diabólica porque hagamos lo que hagamos nos equivocamos. Si no hacemos nada, es suicida; si hacemos, generamos más conflictos y más guerras en un área terriblemente ardiente –el oriente medio-, si sigue creciendo la islamofobia como es inevitable, los sectores del Islam en Europa tendentes a la radicalización crecerán por sentirse rechazados; si seguimos acogiendo a millones de musulmanes, que llegan a nuestras fronteras, en veinte años es posible que seamos sociedades ya del tercer mundo y en las que rija la sharia. Cada musulmán tiene siete u ocho hijos frente a los dos o uno que tenemos los occidentales. Si tienen varias mujeres esto se dispara a veinte o veintidós hijos. ¿Forma parte de un plan de ocupación de Europa por todos los medios? Daesh conoce nuestra psicología y nuestro miedo, así como nuestra comodidad, nuestros complejos, nuestras contradicciones. Son expertos geniales en marketing audiovisual. Cuando degüellan a un prisionero y cuelgan espantosas imágenes saben que no querremos creerlo, que pensaremos que no nos atañe a nosotros. Nosotros vivimos en un mundo libre y tolerante en que estas cosas no pasan. ¿No? Los atentados de París y el miedo que se ha extendido en toda Europa a pesar de nuestros servicios de información, antidisturbios, y nuestros ejércitos, son pruebas evidentes de que la guerra de Siria ya está aquí. Creíamos vivir en Disneylandia y ahora vemos que lo que está sucediendo allí, también sucede aquí.  Daesh ha nacido en Europa. Exportamos combatientes islámicos y luego vuelven dispuestos a liquidar esto. A bombazos, por medio de la multiculturalidad, por medio de la natalidad, por medio de nuestros miedos, por medio de nuestros complejos de culpa, por medio de nuestras zonas de confort, de nuestra civilización débil cuya única aventura semanal es ir a Mercadona y Primark. Pero ellos están dispuestos a extenderse, a crecer, a dinamitar nuestras seguridades y valores.

Estos días me daba una impresión de ingenuidad totalmente naïf el canto de la Marsellesa en Wembley, las dos cámaras legislativas francesas reunidas para también cantar el himno francés, el chiste de El Roto contra las bombas... Y mientras ellos, cada vez más, inmunes a la crueldad que nosotros querríamos que no fuera de mal gusto, y centenares de miles de musulmanes llegando a Alemania, Suecia, Francia, Reino Unido ... tierras que no podrán satisfacer todas sus demandas de bienestar inmediato puesto que creen que llegan a lugares en que todo el mundo es rico y ellos exigirán inmediata y violentamente sanidad, escuela, vivienda, trabajo ... y cuando no sea posible, nos odiarán, odiarán nuestros valores y nuestra democracia.


Esta es la encrucijada en que estamos.

viernes, 13 de noviembre de 2015

Una jornada cualquiera en un instituto de barrio cualquiera

L


Hoy ha sido un día muy especial. Viernes, último día de la semana. ¿Qué se puede hacer en viernes? Una mañana intensa desde las ocho de la mañana hasta las dos y media. Detallo el día para que alguien intuya qué es lo que he vivido hoy en esas seis horas. Tras una guardia a primera hora, ha venido una amiga bloguera, Paz Montserrat, a ver una clase en directo planteada con la estrategia de Flipped Classroom. Para mí ha sido emocionante hacer una clase acompañado. Paz ha podido contemplar el desarrollo de una sesión. No sé qué impresión ha podido sacar. Antes le había mostrado el control que tengo sobre la realización de tareas, el visionado de los vídeos, las herramientas digitales que utilizo, el iPad con las numerosísimas notas que tengo recogidas de cada alumno. Los chavales se han portado muy bien, aunque ha habido un conato de pelea a la que no he querido darle más importancia. Ambos tenían responsabilidad. Supongo que otro profesor hubiera estimado mandarles a casa a los dos durante unos días. Soy lento reaccionando porque normalmente estoy muy abstraído en lo que estoy haciendo. En todo caso, la clase ha sido productiva e interesante y un observador externo ha podido aquilatar lo que hacemos en el aula. Gracias, Paz.

A la hora del patio tenía guardia. Un muchacho de origen bereber ha venido a hablar conmigo y hemos estado charlando animadamente todo el patio. Di clase a su hermana. Era muy inteligente y trabajadora. Le di clase tres años hasta cuarto de ESO. Guardo muy buen recuerdo de ella. Tenía unas posibilidades muy buenas para seguir estudiando, pero no lo ha hecho. Me ha dolido. Son ocho hermanos y parecen estudiar solo los varones. No sé qué será de su vida, si se habrá casado. Debe tener 18 o 19 años.

A la siguiente hora he tenido otra clase invertida con el mismo desarrollo que ha visto Paz. Todos han trabajado intensamente menos un grupo de niñas latinas que parecen estar más por la diversión que por el estudio. Se lo he hecho saber. Forman un grupo de cuatro. No me gusta presionar más que mediante las palabras suaves de un profesor que les da algún consejo, pero sé que es inútil. Están pasando ese sarampión que es la adolescencia. Y les va hacer el tonto. Creo que puede peligrar el curso. Se pintan los labios de rojo y llevan ropas ajustadas. Hay una que actúa como líder negativo. El resto se unen a su área de influencia. Me he ocupado de ellas animándolas a trabajar. Sin embargo, tenía que ir revisando los mapas conceptuales que hacían los chicos para corregírselos y darles el visto bueno. Realmente hay algunos excelentes. Han captado en esencia qué es un mapa mental. Creo que es muy positivo, pero no sé qué posterior desarrollo puede tener esto. Es una herramienta cognitiva muy interesante. Salgo del aula, recojo el ordenador tras desconectarlo y los trabajos que me han entregado hoy.

Voy a continuación a bachillerato. Estamos estudiando El Quijote. No había preparado la clase. Pero una alumna estaba comentando el capítulo XXV de la primera parte. He creído que merecía la pena detenernos durante toda la hora en él. Dudo que lean los capítulos que tocan diariamente. El Quijote no les atrae. No captan el humor y la ironía de Cervantes. Y el lenguaje les resulta muy difícil. Pero hoy hemos diseccionado frase a frase la parte final del capítulo mencionado. Es cuando Don Quijote está en Sierra Morena, tras liberar a los galeotes. Ha decidido hacer penitencia al modo de Amadís de Gaula en la Peña Pobre. Quiere enviar un mensaje a Dulcinea y es Sancho quien tiene que llevarlo. Y aquí surge un momento apasionante porque ha de revelarle quién es en realidad Dulcinea que no es otra que la labradora Aldonza Lorenzo. Sancho se carcajea porque sabe que Aldonza es machuna, robusta y muy cortesana con todos los hombres. ¿Esa es Dulcinea del Toboso? –dice Sancho-. La respuesta de don Quijote es genial. Le dice que se la  pinta en su imaginación como le da la gana. Y que él decide y elige que Dulcinea sea la más bella dama de la tierra. Como hacen todos los poetas que se inventan a sus damas. Este momento de El Quijote es bellísimo. ¿Acaso don Quijote está loco? Es capaz de distinguir fantasía de realidad. Y sabe que él se inventa a Dulcinea, imprescindible para ser caballero. Sonia ha leído el capítulo y yo iba desmontado cada frase que van revelando el juego cervantino. Me he levantado, he llenado la pizarra de frases, de firmas, de gráficos, y me he sentido trasportado al mundo de don Quijote. Y ellos también. Creo que por primera vez han entrado en la obra. No ha sido una clase preparada. Pero me sé el capítulo casi de memoria. Y he hecho lo único que se puede hacer con El Quijote: leerlo. Y comprenderlo. No es fácil. Hace falta un maestro de ceremonias como he sido yo hoy. Han quedado fascinados por el juego de El Quijote. Como cualquiera que entre en él. Sabiendo las claves, claro.

Última hora. Un curso de tercero de ESO de adaptación curricular. Buenos chavales. Ninguno con mala intención. Para mi sorpresa me propusieron ayer que les pasara alguna película. Recordaban que hace dos años les había pasado dos películas. Y recordaban clarísimamente cuáles eran. Me he dicho: tal vez estos chavales de ritmo lento lo único que recuerdan de hace dos años en que fui su profesor son las películas que les pasé (Cometas en el cielo, Sang Woo y su abuela). ¿Por qué no pasarles otra que les sea inolvidable? Al fin y al cabo, ver cine es un extraordinario ejercicio lingüístico y literario. La mayoría son de origen inmigrante y algunos con importantes problemas con la lengua. ¿Quieren ver cine? Tienen que reconstruir una trama, entender los diálogos, seguir los personajes que se van haciendo poco a poco. ¿Qué película les puedo pasar? He pensado en una peli muy lenta que han de ir reconstruyendo escena a escena, oscura, romántica, con protagonistas de su edad, vampírica, de horror, de amistad, de acoso en la escuela, literaria, difícil pero magnética... Y he llegado a la conclusión de que Déjame entrar (Let me in) era una propuesta formidable. Cuando han visto que les iba a poner una película han lanzado un rugido de alegría y emoción. Tal vez lo único que recuerden de este curso sea esta película, lo único que se salve al cabo del tiempo.

Cuando ha sonado el timbre estaban absorbidos totalmente por la película, pero han reaccionado como si hubiera explotado una bomba. Han salido corriendo. Tras colocar las sillas, claro. Alguno me ha dicho que guarde el minuto en que está la película. Estaban fascinados por ella.


Ser profesor es algo de esto.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Balance de "la clase invertida"



Llevo dos meses largos con mi planteamiento de la Clase Invertida. Los alumnos ven en casa vídeos que he grabado yo durante el verano sobre Historia de la Literatura. El programa de Lengua irá después. Las grabaciones son fruto de preparación e intuición a partes iguales. Abordo temas con rigor pero con amenidad. A veces hago el payaso para mantener la suspensión. Mediante una aplicación llamada EduCanon, puedo saber si han visto el vídeo y seguir sus respuestas a las preguntas insertadas en el mismo. Tengo una visión perfecta de su cumplimiento de las tareas y su grado de implicación. La respuesta suele ser muy buena. Ven los vídeos de forma mayoritaria. Tienen que hacer un resumen del vídeo y aquí ya no son todos quienes lo hacen ni hay homogeneidad en la calidad de los trabajos. Los hay excelentes y los hay chapuceros. Al día siguiente, al llegar a clase les planteo un Kahoot sobre el tema del vídeo. Esto me lleva mucho trabajo, tanto que es difícil imaginarlo. La animación invade el aula durante veinte minutos de duración del Kahoot en que compiten unos con otros sobre sus conocimientos. Al final uno gana y se le ve con una cara de enorme felicidad. Su nombre aparece destacado sobre la pantalla digital. En este juego se produce gran expectación. El resto de la clase es para elaborar mapas mentales sobre el contenido de los temas abordados. Un mapa mental en Mindomo a la semana. Estos mapas tienen gran complejidad y requieren de una buena comprensión del tema para establecer las jerarquías necesarias de conceptos.


Mi impresión en general es buena, pero soy consciente de que estoy pisando territorio nuevo y potencialmente resbaladizo. Cuarenta minutos de la clase son dedicados a su trabajo de ampliación, pero el ambiente es muy distendido. No dudo de que hay algunos que aprovechan el clima libre de la clase para tontear y no hacer nada. Esto me duele. Intento motivarles pero no siempre es posible. Me pregunto qué impresión tendría un observador externo de estas clases. Aparentemente son demasiado libres. El profesor va de un lado a otro intentando orientar en la tarea que están haciendo. Hay alumnos que necesitan total orientación y otros que son plenamente autónomos y hacen unos mapas mentales realmente formidables, a un nivel incluso superior a bachillerato. Están en tercero de ESO. El nivel de avance es interesantísimo. Me asombra el grado de compromiso de algunos/as de ellos/as. Es tremendo. En ese clima de desorden aparente de la clase hay esfuerzos muy superiores a lo convencional. Otros, ya digo, lo aprovechan para divertirse y trabajar muy poco. Digamos que un ochenta por ciento de la clase está firmemente comprometido con un sistema netamente distinto a lo habitual y que exige una convicción muy importante. El grado de fidelidad de buena parte del aula al sistema es elocuente. Es como si nos hubiéramos metido en una nave a un destino incierto pero convincente. Yo no sé adónde vamos a ser capaces de llegar. Lo ignoro. Este año es para mí totalmente diferente. Intuyo que vamos a llegar mucho más lejos que con cualquier otro planteamiento. Ello no quiere decir que no me asalten dudas en clases que son completamente experimentales. Es tan práctico llegar a clase, imponer un orden, y ser convencional ... A veces me pregunto por qué me cuesta tanto ser un profesor convencional. Por qué me arriesgo a enfoques tan terriblemente audaces, tanto que un alumno externo puede pensar que en clase hay un enorme desorden. Sin embargo, busco llegar más allá de lo establecido. Pero ¿es posible? ¿Acaso no será como decía en un post bastante desconcertante XARXATIC que el planteamiento de la Clase Invertida era el más absurdo y necio que se había conocido en los últimos años? ¿Por qué arriesgarme en el final de mi carrera docente a hacer algo que es abiertamente revolucionario? Y con la incertidumbre que eso genera. Hay días en que salgo confortado, y hay días en que desfallezco y me siento abatido. El trabajo es abrumador. Dar soporte a este sistema de producción de dos vídeos por semana es agotador. Dedico todo mi tiempo libre a dar consistencia a lo que estoy haciendo. ¿No hay otras formas más sencillas de trabajar? ¿Conseguiría el grado de implicación y complicidad que logro de esta manera? ¿Es todo una ilusión que necesito para confirmarme que estoy en un camino interesante? Me gusta sentir el compromiso de mis alumnos con lo que estamos haciendo. ¿Cómo lo verán ellos? No lo sé. Ignoro qué idea se llevarán sobre unas clases nítidamente a contracorriente. Es difícil evaluar con esta escasa perspectiva un proyecto que es a la vez vitalista e intelectual. No sé. Ciertamente no lo sé. A veces me da la impresión de que estoy en una película de los Hermanos Marx y otras que estamos en un filme de Bergman. Mi vivencia interior está sometida a fuerte desgaste intelectivo y emocional. ¿Es algo absurdo lo que estamos haciendo? ¿O estamos construyendo una hipótesis de lo que puede ser la escuela necesaria para un mundo como el que estamos? Nada de esto me lo han explicado en los libros de pedagogía ni en los cursillos de formación. No sé si soy un botarate o un explorador que se abre a territorios nuevos. Francamente no lo sé.  

lunes, 2 de noviembre de 2015

Deconstrucción del dictado


 ¿Hay algo más aburrido que un dictado? ¿Más antipático y anodino? Y, sin embargo, los profesores de lengua lo utilizamos con alguna frecuencia. No sabemos de su utilidad real y si debe prepararse de antemano. Ni siquiera tenemos clara la penalización por faltas según su gravedad pues depende de la virtualidad de nuestros alumnos. Yo tengo muchos alumnos marroquíes cuya dificultad con el lenguaje es evidentemente mayor. ¿Sirve para algo un dictado al uso? Sin duda, selecciona a alumnos con una ortografía mejor, mediana o deficiente. Luego se acostumbra a hacer copiar las palabras erróneas con corrección diez veces tal vez. Pero es un ejercicio tan gris que desconocemos si centra la atención imprescindible para retener la correcta prosodia y ortografía. Desconocemos si es realmente útil o es una herramienta tradicional cuyo uso parece avalado por la práctica inveterada aunque sin verificación empírica.

Hoy he hecho un experimento con el dictado con mis alumnos de tercero de ESO. Les había dicho que hoy trajeran auriculares a la clase. Tenía el grupo clase dividido en dos partes en horas sucesivas. Tienen portátil lo que es un gozo inenarrable.

Hay una plataforma que acabo de descubrir que ofrece interesantes recursos. Se llama Educaplay. Una de sus funciones es el dictado. Los chavales no tienen que registrarse. El profesor genera unos tickets con una clave que se les da. Entran en Educaplay con esa clave y el profesor –pillín él- ha grabado un texto compuesto por él de unas 100 palabras con dificultades habituales de los alumnos. El texto se compone de nueve unidades sonoras correspondientes a las oraciones que hay en el texto. El texto se puntúa sobre cien puntos y cualquier tipo de error, incluidos los espaciados erróneos, se penaliza con cuatro puntos. Tienen –les he dado- once minutos para escribir el texto, más que suficiente. He grabado el texto con toda  mi gracia y salero. Ellos tiene que darle al play para escuchar la primera unidad sonora y que deben copiar. Pueden oírla todas las veces que quieran. Cuando acaban, le dan a “siguiente” y escuchan la segunda y así sucesivamente hasta que completan el texto. Y es entonces cuando le dan a comprobar que emite una puntuación. Pueden hacerlo todas las veces que quieran. En la pizarra digital iban apareciendo sus puntuaciones. La reacción espontánea era no conformarse con la puntuación y hacerlo otra vez. Pueden ver sus errores pues aparece la corrección y la forma correcta del dictado. Así que lo hacían de nuevo. Se han enterado que después de punto y de coma se pone un espacio. Es algo que no suelen hacer. Han sudado tinta china para mejorar sus puntuaciones. El clima de la clase era de intensísima concentración durante más de cuarenta minutos. La exposición pública de sus nombres con la puntuación era motivadora para ellos. Recuérdese que este dictado contenía errores clásicos suyos.

Mi reflexión sobre la actividad es muy positiva. Lógicamente pueden hacerlo en casa. No hay ningún problema. Hemos trabajado varios niveles:

* La ortografía y la prosodia con un nivel de atención insólito.
* El espaciado correcto en los textos.
* La delimitación de un texto en oraciones. Cada unidad sonora era una oración, algo que me servirá para hacer comprensible el próximo tema de sintaxis que versa sobre el concepto de oración.
* Y, por último, y no menos importante, el contenido del texto era un resumen sobre el último tema de literatura estudiado, El Lazarillo de Tormes. En él sintetizaba lo esencial de la unidad de literatura que vieron en vídeo. Lo han escuchado tres y cuatro veces cada uno. Ello supone un refuerzo importante sobre el contenido del tema anterior.

Esta actividad me ha recordado la deconstrucción culinaria de Ferrán Adrià. Convertir un plato tradicional en nuevo y sorprendente. No es que yo sea entusiasta del cocinero estrella catalán, pero sí que su concepto deconstructivo me es valioso porque expresa la posibilidad de utilizar un recurso tradicional que ha perdido buena parte de su eficacia en un potente combinado de estímulos que exigen una atención plena. Y es que el desafío para un profesor en el aula es conseguir y centrar la atención dispersa de los alumnos en temas que no les suelen interesar de entrada. Si se logra la atención es más fácil activar el mecanismo de recuerdo a corto y medio plazo. La repetición sistemática de contenidos en forma de espiral recurrente puede dar lugar a la memoria a largo plazo. En ningún caso planteo que mis alumnos estudien algo para un examen. Sé que no lo van a hacer, al menos mis alumnos, pero puedo conseguir que el tiempo en el aula sea productivo, intenso y de profunda concentración. Ello unido al proyecto de clase invertida mediante la cual los temas son expuestos en casa por el profesor mediante vídeos grabados por él y luego pasar dos test sucesivos sobre ellos. A continuación han de realizar en parejas un mapa mental –muy complejo- sobre el contenido expuesto.  Cada unidad enlaza con la anterior y las  anteriores a ella, reiterando conceptos. Todo se hace en un periodo corto y no dilatado para reforzar la conexión de conceptos. Es como el boxeador que golpea reiteradamente el hígado del contrario. Así concibo mi tarea como profesor: como un estratega de la atención y de la memoria a corto, medio y largo plazo.

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