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martes, 9 de abril de 2013

La escuela democrática



Cada martes de 13.30 a 14.30 tengo una hora de lengua castellana con un grupo de cuarto de ESO que me lleva a hacer algunas reflexiones. Todos tienen en torno a 16 años pero se comportan en clase como si fueran niños de jardín de infancia. Hablan, se quitan cosas unos a otros, se tiran gomitas, riñen entre ellos, se abuchean cuando alguien dice alguna que no gusta a los demás, se levantan... Yo me harto de meterles discursos sobre la madurez necesaria a su nivel. El efecto dura cinco minutos tras yo alzar la voz y meterles la bronca. Su nivel es mínimo. Hay entre ellos algunos serios y responsables que están perdidos en un mar de tendencia al juego y a la irresponsabilidad. Con ellos es imposible cualquier tipo de debate porque no se toman nada en serio y no se respetan unos a otros. 

A otras horas están más tratables y se muestran más receptivos. Yo entiendo que es una hora mala y que la materia impartida no es la más atractiva del mundo. Hoy hablábamos del Complemento de Régimen Verbal y el Complemento Predicativo. Tenían que hacer una serie de análisis sobre oraciones sencillas que yo les había propuesto. El clima de la clase era como el que he explicado arriba. Procuro no enfadarme demasiado porque luego lo paso mal yo, y entiendo que, en definitiva, estos muchachos se encontrarán el problema cuando algunos de ellos lleguen a bachillerato y se den cuenta del tiempo que han perdido jugando y haciendo el tonto.

Supongo que saldrá algún avieso partidario de Ken Robinson a hacerme reflexionar que el problema es la escuela no adaptada a las necesidades del joven del siglo XXI, y que no responde efectivamente a lo que ellos precisan o a lo que a ellos les motivaría. Y desde luego, el Novecentismo, el análisis de oraciones compuestas, el origen de las palabras, las redacciones sobre temas variados... no es un paradigma adecuado para estos jóvenes que necesitarían otro tipo de escuela más dinámica y abierta a sus planteamientos vitales.

He reflexionado mucho sobre ello y no he llegado a ninguna conclusión sobre si el problema es que la escuela "tradicional" es la culpable del desinterés de nuestros alumnos o es que la escuela tradicional ha perdido su rumbo precisamente por intentar adecuarse a otros paradigmas revolucionarios y nunca acabados de diseñar, salvo con grupos de alumnos seleccionados, con padres implicados y un nivel económico y cultural alto.

Hoy les hablaba a mis alumnos de otro cuarto de ESO de escuelas en que los alumnos debían tratar preceptivamente a sus profesores de usted (ellos me decían que en este instituto hay profesores a los que no les gusta que los traten así), que hay que tratar a los profesores con el preceptivo señor tal o señor cual, y que incluso hay que levantarse cuando entra el profesor en el aula así como cuando sale. He incluido el tema del uniforme en la conversación y varios de ellos se mostraban partidarios del mismo por diversas razones, además de sentir mucho más atractiva una escuela con más autoridad. Esto me ha hecho pensar.

Entiendo que la escuela ha buscado desmitificarse, bajar a la calle, acercarse a los alumnos y a sus necesidades en un ejercicio de mimetismo que le ha hecho perder en buena parte su carácter reverencial, y el profesor se convierte en una especie de pieza festiva en un entramado lúdico y pedagógico que procura por todos los medios no frustrar ni crear malestar psicológico a los alumnos cuya salud mental está severamente condicionada por nuestro trato que no debe de ser en ningún caso autoritario sino inspirado en la negociación y en la mediación, y que no debemos tampoco torturarles con materias abstrusas y faltas de adecuación a sus necesidades concretas. Así la escuela se convierte en un gran espacio de convivencia y de aprendizaje consensuado en que profesores y alumnos se relacionan horizontalmente perdiendo los primeros cualquier atisbo de consideración preestablecida y exigida por su carácter de administradores del conocimiento, máxime en un tiempo en que éste parece estar democráticamente al alcance de cualquier joven con un golpe de ratón con la herramienta más prodigiosa jamás inventada que es internet y google por excelencia.

Lo sorprendente es que estos alumnos se quedan fascinados por películas como La ola en que se pone en funcionamiento en la escuela un proyecto autoritario, protofascista, y pareciera que ellos mismos añoraran un mundo en que hubiera valores fuertes, instituciones fuertes, uniformidad, orden y disciplina. Y es que, lectores amigos, nada hay más aburrido que el desorden y la desidia. Pero nos hemos empeñado en despojar a la institución pedagógica de cualquier carácter mítico y retirar de los profesores cualquier atisbo de autoridad dotada por el sistema y los alumnos nos ven como poco más que colegas que vienen a divertirlos unas horas hablándoles de materias oscuras, y que no entienden para qué les sirven.

Espero que estos muchachos encuentren en la sociedad que les aguarda un mundo en consonancia con la escuela que han experimentado y que han disfrutado, y que sea igualmente generosa, no competiva, democrática, irreverente, laxa, tolerante, banal y leve. Se lo deseo de todo corazón, porque como nos hayamos equivocado... lo van a tener muy mal. 

viernes, 5 de abril de 2013

De lo próximo y de lo lejano



Esta mañana tenía un examen con alumnos de cuarto de ESO. Un examen te da oportunidad de considerar el ambiente de clase y mirar a los alumnos en plena prueba. Me daba cuenta de que todos eran de origen inmigrante menos cinco. Varias eran alumnas con velo, otros eran marroquíes varones, o latinos, o pakistaníes. Uno de los alumnos padece parálisis cerebral y va en silla de ruedas. El nivel no es alto, eso está claro. Es un grupo humano en que hay importantes limitaciones en base a su nivel, su rendimiento y su capacidad de trabajo. Me encuentro a gusto entre ellos. En el examen tendían a tener ataques de risa, a veces motivados por la risa nerviosa del espástico. A mí, que intentaba estar serio, también se me escapaba la risa, pero con un susurrante siseo les pedía silencio pues estábamos en un examen. Lo más divertido era el tema del examen: el Novecentismo o Generación de 1914 y las vanguardias, incluida la poesía de Juan Ramón Jiménez y la figura de Ramón Gómez de la Serna. También se repasaban varios de los movimientos de vanguardia, entre los cuales destacaban el dadaísmo y el surrealismo. Para ilustrar este último les pasé una versión restaurada de Un perro andaluz, el mítico filme de veinte minutos de Buñuel y Dalí de 1929.

Un perro andaluz les sumió en el desconcierto total. A nadie le gustó por mucho que les dijera que era una película mítica en la historia del cine. La reacciones fueron desde el horror ante el corte del ojo de la muchacha en los primeros fotogramas, al asco ante las hormigas en la mano de uno de los protagonistas del sueño, a la incomprensión absoluta ante la falta de carácter lógico de la película y la sensación de no haber comprendido nada, pese a que el profesor les hubiera dicho que aquello era como un sueño en el que las barreras espacio temporales y la lógica están suspendidas.

Soy consciente del nivel cultural de mis alumnos  y de sus criterios estéticos absolutamente conservadores, y era también sabedor de que la película les iba a desagradar. Pero aun así quise provocar la situación por ver si alguno era capaz de plantearse el desafío de una estética innovadora hace más de ochenta años. No sé si la película, por tanto, era demasiado osada o demasiado antigua. Tal vez era las dos cosas al mismo tiempo. El caso es que les disgustó profundamente.

El profesor de lengua y literatura tiene el desafío de acercar hitos de la historia de la literatura que no tienen nada que ver con la realidad de sus alumnos. ¿Qué tienen que ver con ellos Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, Marinetti, Marcel Duchamp... ? Nada. Son universos que son unidos artificialmente en clases de literatura por el profesor que se obstina en crear un marco de referencia literario para que al menos les suenen determinados nombres y ciertas ideas. Tal vez entre los profesores que lean esto, habrá algunos que piensen que la literatura ha de comenzar por temas que les puedan atraer, que sean cercanos a ellos, que tengan alguna conexión con su mundo, con su pequeño y conservador mundo ajeno a las grandes innovaciones artísticas. Reconozco que cuando les hice comentar el poema El viaje definitivo de Juan Ramón Jiménez logré un cierto acercamiento con el tema de la muerte y la pervivencia de la belleza, aunque el asunto de la muerte les retrajo por desagradable.

El profesor tiene una línea marcada que sabe que es controvertida. No quiere hacer una distinción entre alumnos de los distintos grupos. Para unos historia de la literatura y para otros otros temas más accesibles. No. Quiero que la historia de la cultura sea parte de un marco conceptual para ellos. Su estética no ha pasado del realismo y de lo social. Y esto hay que aprovecharlo, pero eso no significa que yo deba abandonar las propuestas de otros desafíos ni que deba únicamente plantearles otros temas que sean más fáciles. Probablemente a ellos no les gustó El perro andaluz ni tienen demasiado clara la importancia de las vanguardias porque no tienen nada que ver con su mundo. Pero hasta cierto punto estoy hastiado de esa tendencia de la enseñanza que hace que los alumnos deban partir de su comarca en geografía, de su nación como adiestramiento político, de lo próximo y cercano a ellos, dejando lo que no tiene relación con sus vidas, con su concepción artística o estética y así evitar lo que pueda desconcertarles o distorsionarles. Entiendo que haya que hablar de lo cercano pero también hay que hablar de lo distante, de lo contrario a sus intereses, alejado de sus presupuestos conservadores. Es un buen valor que lo que contemplen les desagrade porque entiendo que en el desagrado hay un juicio estético que hay que considerar y analizar. Es tan importante saber por qué les gustó El perro andaluz como por qué les desagradó a prácticamente todos. Sin embargo, estoy seguro de que habrá imágenes en la película que no olvidarán nunca y eso es importante. Enriquecieron su cultura viendo este filme, y también cuando oyen hablar de Pío Baroja y Unamuno, u Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez. Entiendo que no tiene que ver con su mundo, pero soy yo quien debo llevarles a la cultura, a la historia de la cultura y hacerles próximos lo que en principio está alejado de ellos. No voy a descubrir el mar Mediterráneo o la sopa de ajo, no, pero sé que hay una importante tendencia de la pedagogía que parte necesariamente de lo igual para asimilarse a ello e intentar llevarles más allá. Yo parto de lo disímil, de lo lejano, para hacerles ampliar sus perspectivas asaz limitadas. No puedo aceptar únicamente lo que ellos me proporcionan. No. Soy yo quien tengo el reto de llevarlos más allá. Incluso desagradándoles. 

lunes, 1 de abril de 2013

Paco Elvira en el Garraf



Muchos nos hemos sentido conmocionados por la muerte del fotoperiodista Paco Elvira cuyo cuerpo ha sido encontrado por la guardia civil en las cercanías del pueblo del Garraf en un paraje llamado La Falconera. Yo no conocía personalmente a Paco Elvira pero seguía desde la distancia y con interés sus publicaciones en Facebook y en su blog. Paco era un fotógrafo freelance que llevó una vida apasionante como corresponsal de diversos medios como El País, El Periódico o La Vanguardia. Viajó a países en conflicto donde realizó magníficos reportajes que le supusieron importantes premios, además de impartir clases en universidades como la UAB o la Pompeu i Fabra de Barcelona. Era un culo inquieto, incapaz de estarse quieto demasiado tiempo en ninguna parte y cuya mente era prolongada por la lente de sus máquinas de fotos que observaban la realidad con una potencia analítica y creativa que nos admira. Pertenecía a esa raza de fotógrafos de casta que llevan en su ADN el demonio de la fotografía documental ya sea en territorios lejanos o en la proximidad más cotidiana. Todo puede ser objeto de una buena fotografía, solo hace falta la imaginación y la técnica que convierta la realidad en un documento o en una obra artística que conmocione al espectador.

Paco tenía una vida conocida por todos los que nos acercábamos a sus publicaciones. Sus amigos se cuentan por docenas y los admiradores todavía más numerosos. Era un personaje querido y apreciado por su bondad personal y su capacidad profesional. Pero Paco tenía también sus obsesiones secretas, sus viajes interiores no fácilmente perceptibles para los que lo conocían a diario. Su delirio secreto era la aventura interior contemplada a través de la lente de una cámara. Tal vez esto le llevó a un paraje enigmático como el barranco de La Falconera de difícil y escarpado acceso en un entorno cargado de fuerza telúrica especialmente en los momentos del amanecer y el atardecer. Por allí, en la cueva de La Falconera desemboca uno de los ríos más misteriosos del macizo del Garraf, emergiendo sus aguas en torno a la cueva del mismo nombre, conocida por espeleólogos, y los visitantes que acceden a ella escalando o a través de embarcaciones o nadando. El agua que proviene de ese torrente del Garraf es dulce, o era dulce, podríamos decir. El vertedero del Garraf, que fue clausurado en 2007, contaminó las capas freáticas de ese terreno calizo que es el macizo del Garraf, y ahora la cueva es un lugar maloliente y lleno de algas resbaladizas. En torno a esa cueva hay alguna leyenda como la que recuerdan pescadores del pueblo cercano. Parece que en esa cueva vivía una sirena bellísima, como todas las sirenas, que estaba bajo la vigilancia de un terrible dragón. Un pescador un día la vio como se estaba peinando y se enamoró apasionadamente de ella, le declaró su amor a la sirena, y esta conmovida decidió corresponder a aquel pescador ingenuo que desconocía la existencia del dragón que, rabioso de celos (no me extraña) le preparó un brebaje mortalmente venenoso. El joven pescador, no obstante adivinó las intenciones del dragón y lanzó el veneno al mar. Desde entonces, una corriente de agua dulce mana de la cueva, excepto el día de San Juan, en el solsticio de verano, en recuerdo de aquel amor apasionado.


Paco era un enamorado de la sierra del Garraf, como yo, y volvía allí magnéticamente cada cierto tiempo. Cualquiera que la conozca y se haya adentrado por ella, reconocerá su componente metafísico en aquellos paisajes desnudos y desolados. El alma allí se queda a la intemperie y los ojos se enamoran de la aridez y la belleza que nos rodea al atravesarla. Paco lo sabía y volvía a ella, evocando en esos montes y en esas grutas, los paisajes elementales de otras partes del mundo y de su propia alma más allá del personaje abierto y sociable que era con tantos y tantos que lo conocieron.

Paco ha muerto y transmito mis condolencias a su familia, a sus amigos, a sus conocidos. Yo no lo conocía aunque me hubiera gustado conocerlo en la cercanía y no en la distancia. Su muerte me ha conmocionado porque era un profesional al que apreciaba y por las circunstancias de su fallecimiento en un territorio misterioso que yo también amo, y que voy a recorrer nuevamente el próximo fin de semana intentando comprender estos días más su figura, su persona, sus mitos personales, tal vez leyendo aquella novela ambientada en los días de 1992 que precedieron a las olimpiadas, Un día de mayo, y que revelan un mundo dinámico, pleno de intrigas y aventuras que rodean un periodo especialmente intenso de la historia española.

El próximo sábado haré una travesía recorriendo la sierra del Garraf hasta el barranco de La Falconera, e intentaré comprender mejor a este hombre cuya figura me resulta sugerente y magnética, buscando con mis ojos las últimas miradas de Paco hacia el mar, hacia el infinito, hacia el interior de sí mismo, antes de caer dramáticamente en un vuelo cuyo sentido ahora desconocemos, pero seguro que está preñado de plenitud de vivir, de dolor de existir y de contemplar el sufrimiento propio y el de los demás y de alegría de estar allí. Precisamente allí, donde tal vez la sirena enamorada del pescador le observara entre la corriente limpia de agua dulce como lo fue en un tiempo todavía no contaminado por la barbarie de los seres civilizados que acostumbramos a destruir todo lo bello. Tu muerte, compañero, haciendo lo que mejor sabías hacer me motiva para continuar, en mi medida,  esa tarea maravillosa de crear imágenes y ser capaz de transmitirlas a los demás. 

miércoles, 20 de marzo de 2013

Senegal o el profesor alucinado



Acaba de incorporarse a mi tutoría de cuarto de ESO una muchacha tímida que proviene de Senegal. Lleva dos meses en España. Ha pasado un mes y medio aprendiendo catalán en un Aula de Acogida para inmigrantes recién aterrizados. En el mes de marzo se incorpora al aula de castellano adaptado donde hay un número reducido de alumnos de origen latino, pakistaní, magrebí, portugués... Esta muchacha desconocía el castellano antes de aterrizar en mi aula, salvo lo que hubiera oído en la calle. Sabemos que habla francés, wolof y tres o cuatro dialectos más de Senegal.

Se llama María (nombre ficticio). Por algún signo externo decidí no adaptarle la materia como hago con otros recién llegados dándoles un dossier de primero o segundo de primaria que para algunos es demasiado difícil y se pasan meses intentando resolverlo. María me dio alguna pista que me llevó a integrarla con la mayoría de la clase. En seguida vi que hacía los deberes con una letra primorosa. Los entendía aunque abordaran cuestiones gramaticales que el resto no llegan a entender sobre el uso de los determinantes y los pronombres. El nivel que les doy es sencillo pero para la mayoría que no estudia ni trabaja es imposible de asimilar. María en cambio hacía todos los días los deberes y los hacía bien. No tiene portátil en clase pero en casa vi que utilizaba perfectamente el EDMODO, el entorno virtual educativo que vertebra el aula. No habla, la veo concentrada en sus tareas, apenas sonríe, aunque los últimos días le he visto una sonrisa tímida que me ha animado. Algunos en clase quieren llamarle la atención para que se dedique a tontear como ellos, pero ella sigue con una seriedad pasmosa cumpliendo con sus tareas con una concentración extraordinaria.

Un día le hice leer en clase en voz alta. Leía con desenvoltura y pronunciando el castellano mucho mejor que la mayoría, a la vez que la oía leer con sentido palabras de un libro de Lorca que ella no podía saber qué significaban. Me volvió a sorprender, igual que un día que la saqué a hacer un dictado en la pizarra y lo hizo a la perfección.

Yo no entendía nada. Yo temía pedirle cosas imposibles para ella recién llegada, pero cada día me volvía a maravillar por su seguridad pasmosa en resolver problemas gramaticales que los demás ni siquiera huelen.

Hoy les he hecho un examen sobre lo explicado en clase. Un dictado, una redacción y varios textos en los que debían reconocer los pronombres personales y en otro, los pronombres de todo tipo que había. Además ejercicios de sustitución pronominal, examen de formas verbales simples y compuestas...

¿Saben la nota que ha sacado el alumno que más alta nota ha sacado de sus compañeros? Un 5. El resto, la mayoría ha suspendido. Solo dos han aprobado con una nota raspada. María ha sacado un notable alto en un examen casi perfecto en el que ha resuelto con extraordinaria desenvoltura la distinción entre los distintos tipos de pronombres, su diferencia con los determinantes, la pronominalización, etc. El único elemento flojo ha sido la redacción (que ha estado mejor que la de sus compañeros) pero ha cometido algunos errores lógicos por confusión con el catalán y por utilizar formas verbales irregulares como si fueran regulares como "saliremos" en lugar de "saldremos".

Su presencia ha desmontado las excusas del resto. María es increíblemente inteligente y tiene una habilidad superior para las lenguas (en catalán también están fascinados con ella), pero también trabaja y se esfuerza mucho. Es un prodigio de tal calibre que hace muchos años que no encontraba a alguien tan inteligente. Lo que ha hecho es prodigioso en unas lenguas totalmente desconocidas para ella hasta hace dos meses. No sé cuál es su límite. Imagino que su habilidad lingüística dominando el wolof y otros dialectos senegaleses tiene que proporcionarle un marco magnífico para el aprendizaje de las lenguas.

No puede aprobar el curso. Un alumno que llega en marzo no puede en pura lógica aprobar el cuarto de la ESO y pasar al bachillerato. Además me han comentado que en matemáticas no tiene el nivel suficiente. El próximo curso repetirá cuarto de ESO. Yo no seré su profesor, pero me encantaría serlo. Tendría que estar en un curso no adaptado.

Lo siento por el resto de sus compañeros de aula. Se les han acabado las excusas. No digo que si ella puede ellos también pueden pero casi podría decir que es verdad porque ella lo consigue con una atención y concentración espléndidas y una habilidad lingüística superior, pero también poniendo mucho esfuerzo con su oído y realizando tareas que los demás no hacen. Y su lengua, la de muchos, es el castellano. Pues bien, una alumna senegalesa les ha dado a todos sopas con honda.

¡Qué increíble! No creáis que es fácil encontrarse con esto donde yo estoy, donde el trabajo y el esfuerzo brillan por su ausencia. Pero hoy estoy maravillado tras corregir su examen. Y me he puesto a escribir este post. 

domingo, 17 de marzo de 2013

El estado real de la educación y las pruebas de acceso al cuerpo de maestros



Son conocidos los resultados de las pruebas de acceso a la función docente en la Comunidad de Madrid en que los aspirantes han suspendido en un número de 86% por su desconocimiento de cuestiones de cultura general, arrojando sus resultados respuestas realmente sonrojantes como se ha difundido.

Soy profesor de segundo de bachillerato. Conozco el perfil de mis alumnos en un centro público. Es el curso anterior a la entrada en la universidad. Algunos de estos alumnos lograrán acceder a la misma el curso que viene si aprueban el curso. Sé que mis alumnos proceden de la ESO, y han sido formados en un ambiente de desmotivación total hacia el aprendizaje y sus conocimientos son mínimos dado el clima de rechazo hacia la formación intelectual y la retención de información.

Por otro lado, observo que todos mis alumnos detestan leer. La lectura es el peor de los suplicios para ellos, y solo leen, si leen, cuando es estrictamente obligatorio. Carecen de inquietudes culturales y personales y es inverosímil que estos alumnos te formulen una pregunta sobre lo que se está trabajando en clase. Desconocen además el mundo que los rodea. Ninguno lee la prensa. Eso es algo que les resulta totalmente ininteresante. No saben nada de política nacional o internacional, de cultura, de ciencia, de sociedad... Su mundo se limita a lo que está al alcance de su propia vida y su experiencia y no parece interesarles nada más. Cuando el profesor les sugiere que deberían leer la prensa, solo recibe el más notorio de los rechazos, y solo alguno proclama que le interesa la prensa deportiva en la que el fútbol sería el elemento de interés máximo.

Observo que desconocen casi por completo la historia nacional o internacional, desconocen cualquier rudimento de historia de las ideas religiosas, de la imaginería y simbología cristiana (varios de mis alumnos son musulmanes y en tal caso son ajenos a nuestra tradición cultural, pero no son más desconocedores de la historia que los españoles).

Su ortografía y capacidad expresiva es paupérrima, habiendo alguno en que es especialmente terrorífica. En general no hay capacidad de desarrollar un tema de modo convincente e interesante de modo que conecten elementos de fuentes diversas.

No saben tomar apuntes y el profesor ha de recordarles cada día su actitud de disposición a tomar notas sobre lo que se explica en clase. Pero es una batalla perdida porque raramente lo hacen. Y su memoria no es especialmente feliz. La inmensa mayor parte de lo que se explica en clase se pierde totalmente en el olvido, en el vacío.

Lo peor es que el conocimiento les resulta nada atractivo y solo estudian porque... No lo sé por qué estudian en estos tiempos en que una carrera universitaria ya es menos atractiva por la escasa remuneración que supone y lo reducido de su proyección laboral. La universidad ha perdido el prestigio que tenía en otros tiempos.

Yo entiendo que estoy en un centro público de barriada periférica, en que hay un elevado índice de inmigración latina y magrebí. Entiendo que mi instituto no es el mejor para definir un panorama del estado general de la cultura y la educación en nuestro país, pero es lo único que tengo a mi alcance. Es lo único que me permite tener elementos de juicio sobre lo que puede ser posteriormente la universidad. Entiendo que esta etapa de la adolescencia es esencialmente solipsista y es normal que no se interesen por el mundo circundante porque lo único que les interesa son ellos mismos. Lo entiendo totalmente, y entiendo que probablemente estos muchachos cuando lleguen a la universidad cambiarán y se interesarán por el mundo, por la historia, por la actualidad, por la cultura en general... Es posible pero lo dudo mucho. No creo que haya un cambio total de tendencia y que empiecen a solucionar su desdén por la palabra escrita en el ámbito de la literatura o la prensa.

Este es el estado que yo contemplo. Hay alguna excepción ciertamente que anima a pensar algo diferente. Pero las noticias de los resultados de las pruebas de acceso al cuerpo de maestros no me han sorprendido nada. ¿Cómo van a sorprendernos? ¿No es cierto que en los últimos años -en los últimos veinte años- se nos ha vendido que los conocimientos no eran esenciales, que lo importante era aprender a aprender, y que eran más valiosas las actitudes que el conocimiento en sí mismo que al fin y al cabo estaba al alcance de cualquiera con google. El resultado es el que es. Nuestros alumnos no saben siquiera utilizar google si no es para copiar sin misericordia, su capacidad reflexiva es mínima o inexistente y su cultura general no va más allá de sus cuatro amistades. Además de no tener resistencia ante la frustración, ni motivación ante el estudio que conlleva esfuerzo como debe ser lógicamente. Su expresión oral y escrita es demoledoramente pobre, su léxico no es superior a doscientas palabras por lo que la posibilidad de expresar cualquier conocimiento complejo es imposible, y la disposición a la reflexión sobre su propio mundo personal ni existe.

Los profesores estamos totalmente coaccionados para aprobar en la más misérrimas circunstancias. Se nos ha educado y condicionado para ello y no podemos hacer otra cosa. Pobre del profesor cuyos resultados no sean políticamente correctos y favorezcan las estadísticas de fracaso. Otra cosa es cuando se nos enfrenta a los resultados de pruebas externas en que se demuestra que el nivel real de nuestros alumnos es pésimo, debajo de tierra.

El resultado que llega a la universidad es el que es, y ante nosotros tenemos la realidad de lo que está pasando. ¿Debería saberse? ¿Deberían esconderse estos resultados? ¿Debería saberse que todo el entramado educativo favorece estos resultados? ¿Tiene solución?

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