Una de las oportunidades más extraordinarias de tener un blog como éste, es que el autor toma una idea, unos hechos o una noticia e intenta reflexionar sobre ello con mayor o menor fortuna. Expone su punto de vista y recibe unas cuantas respuestas que en muchas ocasiones sugieren otros enfoques distintos de la cuestión tratada. El autor entonces considera las nuevas aportaciones y en cierta medida modifica sus consideraciones. Es por esto que me gustan los comentarios discrepantes, no laudatorios, y que me hacen cambiar mis coordenadas que son ampliadas o matizadas por las nuevas aportaciones.
En el post anterior, Juan Poz, comentarista habitual en esta casa, me interpela sobre los nuevos y relevantes datos que aporta RFT sobre la actuación de Jorge Semprún en el campo nazi de Buchenwald. El comentarista RFT enlaza unas informaciones del blog Una temporada en el infierno de Juan Pedro Quiñonero, que también comenta María, en que se señala que el comunista Semprún formó parte de la organización del lager -cuya gestión administrativa fue delegada por los nazis a los comunistas-. Desde su puesto de intervención, Semprún -comisario político- habría confeccionado listas de hombres destinados a secciones de las que no se volvía vivo. En dichas listas tuvo la posibilidad de salvar y condenar a seres humanos, y utilizó dicho inmenso poder en salvar a sus correligionarios comunistas y enviar, en cambio, a la muerte a personas anónimas -o compañeros que no compartían sus ideas-, teniendo en cuenta la considerada superioridad moral y política de los comunistas que deberían salvarse para edificar después un mundo mejor.
Semprún, que utilizó abundantemente en sus libros y en su carrera política su estancia en Buchenwald como víctima que habría vuelto de la muerte, nunca hizo referencia a esta circunstancia. Su compañero de célula -y amigo íntimo- Robert Antelme haría posteriormente una autocrítica en que saldrían a relucir sus reservas morales sobre la actuación de los comunistas estalinistas en Buchenwald, reservas a las que nunca hizo mención Jorge Semprún y por las que fue expulsado del partido Robert Antelme.
¿Tendría que haberlo mencionado Semprún? ¿Fue una carga sobre su conciencia su participación en Buchenwald al servicio de los nazis? ¿Edificó su carrera política y personal sobre esta impostura? ¿Las leyes de guerra ayudan a entender dilemas que en otros contextos son inadmisibles? ¿Quién o qué era en realidad Jorge Semprún que ha sido enterrado con todos los honores políticos e intelectuales? ¿Lo que sabemos matiza su consistencia humana o intelectual, igual que el reconocimiento que hizo Gunter Grass de su alistamiento forzoso en las Waffen-SS a los 17 años, revelación que aparece en su libro Pelando la cebolla, cuestionó seriamente su coherencia ideológica? ¿Por qué no se ha dado relevancia a estos datos que sabemos fehacientemente sobre Semprún?
El otro día La Vanguardia (10-06-2011) publicaba una noticia en que se revelaba que una antigua heroína de la resistencia francesa -Atie Ridder-Visser- a sus 96 años ha confesado el crimen que cometió en marzo de 1946 contra Felix Guljé, ingeniero, al que se había considerado colaboracionista de los nazis. Ella disparó contra él en su casa. Posteriormente se supo que Guljé no sólo no era colaboracionista sino que había ayudado a cobijar y salvar a judíos a los que acogió en su casa, así como había protegido a otros perseguidos. Karin -el seudónimo de la que lo mató- no lo sabía, y entendió que merecía la muerte. El crimen nunca se esclareció pero Karin recibió hace veinte años la cruz al mérito de la resistencia en su ayuntamiento. Sin embargo, su conciencia no estaba en paz. Ha sido en el límite de sus días cuando ha confesado su crimen que explicó como lógico a la luz de las informaciones que entonces poseía su comando.
Leí hace unos años un libro magnífico titulado La gorra o el precio de la vida. En él el autor, Roman Frister, judío superviviente de Starachowize, Auschwitz y Mathausen confesaba, tras una larga vida, que a sus dieciséis años estaba internado en uno de los citados campos de exterminio. Allí había una norma inflexible. Todas las mañanas había que formar con gorra. Al que no llevaba gorra lo mataban allí mismo los nazis. Una noche fue sodomizado por un kapo en los barracones. Esto era castigado con la muerte. Lo peor fue que le arrebataron la gorra. Tenía unas horas antes del amanecer. ¿Sabéis lo que hizo? Él sólo sabía que quería vivir. Por la mañana en la formación él tenía gorra, y cuando oyó el disparo, miró a otro lado. Sin embargo, esto que pasó, y que todos podemos entender, no le abandonó ni un momento en su vida, hasta que, una vez retirado, escribió este libro en que confiesa lo que había sucedido en una obra espléndida en que no se evita la descripción de las maldades nazis pero también se muestra el colaboracionismo de tantos judíos en acciones no menos infames -tal vez como la suya y que necesitó revelar-.
¿Acaso hay un último libro inédito de Jorge Semprún en el que aborda lo que no se atrevió -o no quiso- hacer en vida? ¿Tuvo sobre su conciencia aquello o lo utilizó para ascender, él que fue expulsado del PCE por desviacionista, cuando se sabe que denunció a toda la célula de la rue Saint Benoit a la dirección del partido. Es conocido que Marguerite Duras lo calificó de chivato.
¿Cómo no va a modificarse mi punto de vista tras un post y los posteriores comentarios?
Escribo para entender.