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jueves, 10 de junio de 2010
jueves, 3 de junio de 2010
Oh, Israel
No quería escribir sobre este tema, pero algo me impele a ello a pesar de que sé que levanta pasiones encontradas, y que no seré comprendido por la mayoría de lectores de este blog.
Siento simpatía por Israel, no puedo evitarlo. Desde que de niño viví la amenaza de guerra en 1967 en que se difundió públicamente que los árabes querían arrojar a los judíos al mar, tuve conciencia de que era un pueblo pequeño rodeado de centenares de millones de enemigos. Desconocía entonces la dimensión del holocausto y de los siglos de persecución y pogromos que habían vivido a lo largo de la historia. Pero mis sentimientos se unieron a ese estado minúsculo que luchaba por la supervivencia. Ello, sin embargo, no ha evitado mis enfados con su política con los palestinos, y ser consciente de su tremendo espíritu de superioridad –fundamentado en un miedo atávico a su desaparición, que no es una idea retórica sino una constante en la historia que todos conocemos-. Ser judío representa ser odiado, no sé por qué pero así es. En todos los sitios donde han estado han sido en alguna manera los mejores, pero fueron odiados, perseguidos y expulsados. También en España en 1492 como todos sabemos, para nuestra desgracia puesto que perdimos a la élite que podía haber dado soporte al poder financiero de España.
Triste sino el de ser judío, pero que lleva a un profundo sentimiento de unión entre ellos frente siempre a la amenaza exterior. Se les culpa ahora de ser como los nuevos nazis. Todo lo que tiene que ver con ellos levanta una oleada de pasiones muy intensas. Estos días he leído la prensa digital y he sido consciente de la división frontal de opiniones que desencadenan los hechos que todos conocemos. Para algunos ha sido un acto de piratería frente a una flota humanitaria y desarmada que revela el carácter genocida del estado de Israel que mantiene un bloqueo ilegal sobre la franja de Gaza que se ha convertido en una cárcel a cielo abierto. Otros, quizás un tercio de las intervenciones sostenían que si Israel no se defendiera como lo hace, pronto sería exterminado y manifestaban su adhesión al único país democrático en Oriente Medio frente a las tiranías dominantes en la zona.
He leído multitud de artículos y oído tertulias en la radio y en todos los sitios levantaba la misma polarización. No obstante es más fácil en este caso ser propalestino –solidarizándose con el padecimiento de la franja de Gaza y denunciando la brutalidad israelí- que intentar comprender las razones de este pequeño pueblo que le lleva a cometer estúpidos errores como ha sido el violento asalto a esta flota internacional y que le ha llevado al mayor aislamiento de su historia y ha reforzado todavía más a su mayor enemigo que es Irán y que ha proclamado reiteradamente su voluntad de destruir Israel.
¿Cómo sobrevivir en un entorno en que todos te odian? ¿Cómo hacerse respetar? ¿O Israel ha elegido –sabiendo que nunca podrá ser estimado haga lo que haga- ser temido?
Mucho me temo que esta es la verdadera clave. Si te odian, mejor será que te teman también. Tras el padecimiento espantoso del holocausto, algunos reprocharon a los judíos haber sido mansos y haberse dejado llevar sin oponer resistencia a las cámaras de gas. Y digámoslo claro, en Europa existía –y sigue existiendo- un profundo y arraigado sentimiento antijudío o antisemita, como quieran llamarlo. La mayor parte de los países en que se extendió la contienda mundial colaboraron activamente en detener y deportar judíos a los campos de exterminio, y el Vaticano no hizo lo suficiente para defender al pueblo culpable del deicidio. Los judíos saben que no pueden esperar demasiado de Europa. Tienen una buena experiencia de ello. Millones creían ser ciudadanos alemanes, austriacos, franceses, holandeses, húngaros, italianos… pero todos se convirtieron en alimañas judías a exterminar. Siempre se han extendido bulos sobre ellos: que si asaban a niños cristianos para comérselos, que si extendían epidemias con sus conjuros, que eran avaros de nariz ganchuda, que si dominan la banca mundial, que son los verdaderos gobernantes de Estados Unidos, que son malvados, genocidas, peor que los nazis –sus verdaderos maestros-.
He leído a los intelectuales judíos Amos Oz y David Grossman y ambos lamentan el trágico incidente como un crimen y un error innecesario que ha llevado a la muerte de nueve personas, y ambos abogan por hacer la paz con los palestinos -levantando el bloqueo a Gaza- confrontándose a una opinión pública que se siente asediada y amenazada y que está dispuesta a morir matando, pero nunca más a dejarse exterminar mansamente.
No es fácil ser judío. Me dirán también los que leen esto, que tampoco es fácil ser palestino y tendrán razón arguyendo que son los judíos los que poseen una fuerza militar abrumadora y que la ejercen sin piedad. Es cierto, pero los judíos están solos frente al mundo entero (con el paraguas americano, también es verdad) y dependen exclusivamente de su determinación y voluntad para no ser de nuevo expulsados o exterminados. Todo juega en su contra: la demografía, la amenaza nuclear de Irán que pronto se hará realidad, el rearme de Hezbolá en el Líbano, el odio gigantesco acumulado de tantos y tantos palestinos tras décadas de opresión... ¿Cómo retener el gatillo si uno está dominado por el pánico que da la terrorífica experiencia histórica? ¿Cómo aceptar de nuevo con mansedumbre su exterminio? ¿Cómo sobrevivir? ¿Cómo hacer que le amen a uno? ¿No es éste un conflicto psicoanalítico en el fondo?
Hay una encuesta a la derecha que podéis contestar. Se pueden elegir varias respuestas.
lunes, 31 de mayo de 2010
Allí estábamos
Hace poco más de dos años publiqué un post titulado Lluvia en Macondo. Recomiendo leerlo para entender la dimensión de lo que voy a explicar. En él hablaba de Álex –un alumno de primero de bachillerato- y la profunda crisis que estaba pasando que le llevó durante varios años a vivir un infierno personal en un proceso complejo de readaptación a la realidad.
Vuelvo a ello por una razón. Este fin de semana se celebraba la caminata que va desde mi barrio de la Almeda (en Cornellá de Llobregat) hasta el macizo de Montserrat. Otros años eran 56 kilómetros, pero la vía de éste se había recortado en tres aunque la dificultad era aún mayor si cabe. La travesía es nocturna y por el ritmo que lleva nuestro grupo dura unas catorce horas. Era la octava edición en que participaba. Es una prueba de resistencia física y psicológica de grado medio aunque muy fuerte para un ciudadano común que no sea un atleta.
La mayor dificultad es el ascenso a Montserrat despuntado el día tras haber andado cincuenta kilómetros. Las fuerzas se agotan y uno llega al límite de su resistencia.
Caminaba con mi grupo charlando animadamente al atardecer cuando alguien se puso a mi altura y me saludó. Era Álex, el protagonista del post que he reseñado arriba. Hacía ya bastante tiempo que no lo veía. Lo vi más delgado. La medicación lo había engordado mucho y ahora aparecía esbelto y atlético. Se quitó las gafas oscuras y se unió a nuestra pandilla y el resto de la noche participó de nuestras conversaciones, bromas y desfallecimientos.
Álex está en proceso de recuperación, pero mi impresión fue magnífica en lo relativo a su terreno personal. Está luchando por readaptarse y tiene metas profesionales tras haber descarrilado en el bachillerato, pero lo más interesante es su vocación humanista y solidaria. A sus dieciocho años participa en una ONG de ayuda a un país centroamericano, trabaja también con la cruz Roja, y colabora como voluntario en su ciudad con toda causa justa que lo necesite. Estuvimos hablando durante un buen rato sobre su visión del mundo, sobre la desigualdad, la pobreza, la necesidad de educación para los países subdesarrollados, el calentamiento global, la necesidad de poner límites al crecimiento, la crisis económica, y también hablamos de su proceso evolutivo tras haber estado al borde del abismo. La terapia humanista que está recibiendo está haciéndole verse de otra manera y darse cuenta de que el pasado no tiene por qué condicionar ni el presente ni el futuro. Yo le hice observar que su crisis le había hecho más denso, más profundo, más rico humanamente frente a la frivolidad que se palpa entre los jóvenes de su generación. No había muchos en aquella marcha a Montserrat. Era el grupo de edad menos representado. De hecho había más personas mayores de sesenta años que menores de veinte.
¿Por qué hacer esta marcha demoledora? Yo tenía mis razones y desde luego no eran religiosas. Quizás es un desafío personal que te lleva a prepararte durante el año. Todos los que participamos lo entendemos como una prueba, también intuyo que Álex se lo tomaba así e incluso con una distensión muscular y vendado se puso en camino. Tres jóvenes que iban con él terminaron retirándose a mitad de trayecto, pero él siguió con nosotros charlando, guardando silencio o riéndose a mandíbula batiente con los comentarios archidivertidos de Toni, nuestro compañero más divertido.
La noche fue pasando, atravesamos bosques alumbrados con nuestras linternas, cruzamos urbanizaciones, ascendimos, hicimos descensos vertiginosos por caminos llenos de piedras, subimos tramos durísimos de escaleras y llegamos al último avituallamiento al pie de Montserrat en Collbató. Allí comenzaban dos horas terribles de ascensión hasta el monasterio. Hubo momentos en que lo pasé muy mal al límite de mis fuerzas, Toni sufrió una lipotimia y casi se desmaya, y Álex con su rodilla lesionada tuvo un problema serio con sus abductores que le hizo subir buena parte del ascenso con fortísimos dolores, tanto que tenía que impulsar sus piernas con las manos para poder seguir.
Pero llegamos a eso de las nueve de la mañana y Álex también con una cara –a pesar del dolor- de profunda satisfacción. Lo había conseguido. Esos momentos son únicos. Brindamos con cava fresquito y me comí un bocadillo de salchichón. ¡Qué manjar más exquisito me pareció! Los malos momentos desaparecieron mientras la mañana brillaba con un sol espléndido. Nos dolía todo y olíamos a tigre, pero allí estábamos de nuevo. Y no sería la última vez. ¡Qué hermosa era la vida!
Por ti, Álex.
jueves, 27 de mayo de 2010
Mi biblioteca
No tiene sólo un cuerpo o una localización precisa. La biblioteca abarca toda la casa, casi todas las habitaciones tienen anaqueles en los que se amontonan libros con un orden impreciso o un desorden exacto. Hay secciones, claro que sí, todas preciadas: narrativa española de postguerra (una de mis pasiones), teatro, poesía, novela negra americana, ciencia ficción, horror, novela criminal contemporánea, obras completas de Baroja, el 98 en todas sus vertientes, literatura medieval, literatura renacentista y barroca, siglo XIX (todo Galdós y cinco ediciones de La Regenta), literatura hispanoamericana (que recorrí en los ochenta pero en la que no estoy puesto en las últimas tendencias), literatura africana (una de mis secciones más completas), literatura inglesa, francesa, rusa, portuguesa, norteamericana, narrativa reciente, aventuras…
Pero mis libros apenas mantienen una lógica ni una ordenación. Cuando pienso en un libro que quiero releer u hojear he de trazarme un mapa imaginario sobre dónde puede estar colocado y ello es sumamente vago. Detesto el orden. Creo que el orden en su lógica abrumadora conduce a la muerte como conclusión final. Quiero tal vez que la muerte se embarulle cuando venga a buscarme y no sepa si encontrarme en un género u otro, en una sección u otra, que no sepa dónde está el libro que resume todo. Que no sepa quién he sido: alguien esencialmente sin terminar y que abraza la vida en su vertiente más imperfecta e inconclusa. Quiero perderme en mi biblioteca desordenada. Encontrar libros por azar como maravillosos tesoros. Redescubrir, releer sin temer la desilusión de la vuelta a un territorio de mi juventud.
Los libros me han dejado huellas profundas. Hoy mi hermano me decía que yo vivía en los mundos de Yupi mientras él vivía en la realidad real, en el mundo real. Me ha hecho recapacitar esta opinión porque tiene algo de cierto. Mi mundo es la literatura, mis recuerdos son esencialmente literarios y la construcción imaginaria de mi vida tal como la recuerdo es literaria. Me creo en cierto sentido un personaje de novela. No puedo aceptar que yo pertenezca al mundo de la realidad real. Entiendo perfectamente la literariedad de Valle Inclán que fue un extraordinario personaje literario.
Mi biblioteca habla de la vida, de la percepción de la vida, de reflexiones extraordinarias acerca de la vida (mis escritores preferidos son genios y me apropio de su genialidad), pero todos ellos murieron. Por grande que fuera su alma todos se encontraron con la restricción absoluta de la muerte.
Llega un momento de la vida en que uno no puede tomarse demasiado en serio su sufrimiento. Esto es para los jóvenes. El pesimismo –alguien me decía- es un signo de juventud. Llega un momento en la vida en que uno ya no puede ser pesimista. Está todo tan claro que sólo queda el humor y la literatura. Y el poder elegir el momento. Nietzsche escribió que la esperanza en esa libertad elegida le dio aliento para soportar la vida.
Mi biblioteca me acompaña. Es mi mayor riqueza (además de mi familia, mis amigos, mis recuerdos, mi blog). No entendería la vida sin los libros que me han dado consistencia, densidad… pero quiero que siga siendo desordenada y atípica como yo mismo, también confusa; no quiero apuntar los libros que he leído cada año dejando que se fundan en mi ser en una amalgama extraña… Pensar que mi biblioteca está formada también por los libros que he perdido, por los que regalé, por los que dejé y no me devolvieron, por los que me robaron, por los que desaparecieron misteriosamente… Mi biblioteca soy yo mismo en estado puro, leyendo hoy a Elías Canetti hablando sistemáticamente sobre la muerte, contra la muerte -El libro de los muertos-: es el último habitante que ha llegado a mi biblioteca.
Pensar la muerte, pensar contra la muerte.
viernes, 21 de mayo de 2010
El mundo que viene
Conceptos como la solidaridad se harán más necesarios porque habremos de compartir mínimos. Quizás la cultura vuelva a encarnarse como necesidad básica de los ciudadanos.
martes, 18 de mayo de 2010
En perspectiva
Llevo aproximadamente cinco años manteniendo un blog que ha estado a punto de desaparecer en varias ocasiones. He urdido alternativas en otros blogs que pocos recordarán. Uno fue Zonas oscuras que duró dos meses y medio. Utilizaba el formato breve y publicaba todos los días. Revelaba mi dualidad en la que se enhebran los sentimientos más oscuros y a la vez el ansia de claridad y de luz. Quien me lea no encontrará fácilmente al pesimista que todo lo ve negro, pero tampoco al optimista que encuentra en todo motivos de exaltación.
jueves, 13 de mayo de 2010
Desafío
Tengo miedo.
El mundo conocido se viene abajo.
Es el fin de un ciclo.
Me siento como un comediante
en un carromato de El séptimo sello
o en el de Gelsomina y Zampanó
en La Strada.
Esto se viene abajo,
pero quedarán los comediantes
para dar cuenta de los sueños
no realizados.
Empiezo a vislumbrar luces entre las sombras.
Este mundo se estremece entre temblores.
Desnudo camino en el río
y siento el frescor de la mañana.
Todo comienza en cualquier momento.
El mundo se abre a perspectivas nuevas.
Nada del pasado nos vale.
Hemos de idear un nuevo modo de estar aquí.
Maldigamos la nostalgia.
El mundo del pasado ha muerto.
Sólo queda el presente y el futuro que se abre incierto.
Pero hemos de estar a la altura del desafío.
Nuestros espíritus deben ser ágiles
y generosos para entender el enigma.
La historia se conmueve
y yo desde mi lugar privilegiado
me doy cuenta de que hay que cambiar.
Todo ha de cambiar.
No nos sirve el pasado.
Las manos abiertas, el corazón latiendo.
Buscando una nueva era.
lunes, 10 de mayo de 2010
Absolutamente Fellini
¿Y quién entendería el mundo de Fellini sin la música circense, dramática, sentimental y romántica de Nino Rota, aquel genio intuitivo que a los diez años componía oratorios para orquestas sinfónicas? ¿Y quién seguiría la carrera de Fellini sin su relación con las mujeres a las que adoraba, sin su compañera y actriz Giulietta Masina, sin su relación con el mundo del circo, sin la evocación de la niñez, sin su formación católica cuyos ritos y procesiones vertebran varias de sus películas, sin el mar de aquel Rímini donde nació?
¿Os apetece definiros? ¿Blanco, rojo, excéntrico? ¿Es la vida un circo y nosotros payasos? ¿Quiénes somos? ¿Qué tipo de payaso sería yo?
Hay una encuesta a la derecha arriba, por si no quieres contestar con palabras.
viernes, 7 de mayo de 2010
La rosa de fuego
Nací tierra adentro en una ciudad de procesiones, vírgenes y cadetes que iban del brazo de sus novias cruzando disciplinadamente los pasos de peatones. Nací tierra adentro, pero siempre –no sé por qué- me imaginé que yo sería de Barcelona. Lo decía en el colegio a quien me preguntaba. Yo era de Barcelona. Una ciudad que sólo había visitado una vez a una edad en que no parece haber recuerdos, pero yo creo que sí, a mis cuatro años, recordaba un terrado luminoso –en un largo y caluroso verano- en la calle Conde del Asalto en pleno barrio Chino sobre el que corrían las más fascinantes leyendas y canciones. Allí vivió Jean Genet años sórdidos, poéticos, peligrosos… Barcelona aparecía cargada en mi imaginación y memoria afectiva de un aura azul, de terrados llenos de libertad, de pequeños colmados, de mar, de ríos de gente que paseaban por las Ramblas y por las callejuelas de aquel barrio mítico en que viví una semana.