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lunes, 31 de mayo de 2010

Allí estábamos

Hace poco más de dos años publiqué un post titulado Lluvia en Macondo. Recomiendo leerlo para entender la dimensión de lo que voy a explicar. En él hablaba de Álex –un alumno de primero de bachillerato- y la profunda crisis que estaba pasando que le llevó durante varios años a vivir un infierno personal en un proceso complejo de readaptación a la realidad.

Vuelvo a ello por una razón. Este fin de semana se celebraba la caminata que va desde mi barrio de la Almeda (en Cornellá de Llobregat) hasta el macizo de Montserrat. Otros años eran 56 kilómetros, pero la vía de éste se había recortado en tres aunque la dificultad era aún mayor si cabe. La travesía es nocturna y por el ritmo que lleva nuestro grupo dura unas catorce horas. Era la octava edición en que participaba. Es una prueba de resistencia física y psicológica de grado medio aunque muy fuerte para un ciudadano común que no sea un atleta.

La mayor dificultad es el ascenso a Montserrat despuntado el día tras haber andado cincuenta kilómetros. Las fuerzas se agotan y uno llega al límite de su resistencia.

Caminaba con mi grupo charlando animadamente al atardecer cuando alguien se puso a mi altura y me saludó. Era Álex, el protagonista del post que he reseñado arriba. Hacía ya bastante tiempo que no lo veía. Lo vi más delgado. La medicación lo había engordado mucho y ahora aparecía esbelto y atlético. Se quitó las gafas oscuras y se unió a nuestra pandilla y el resto de la noche participó de nuestras conversaciones, bromas y desfallecimientos.

Álex está en proceso de recuperación, pero mi impresión fue magnífica en lo relativo a su terreno personal. Está luchando por readaptarse y tiene metas profesionales tras haber descarrilado en el bachillerato, pero lo más interesante es su vocación humanista y solidaria. A sus dieciocho años participa en una ONG de ayuda a un país centroamericano, trabaja también con la cruz Roja, y colabora como voluntario en su ciudad con toda causa justa que lo necesite. Estuvimos hablando durante un buen rato sobre su visión del mundo, sobre la desigualdad, la pobreza, la necesidad de educación para los países subdesarrollados, el calentamiento global, la necesidad de poner límites al crecimiento, la crisis económica, y también hablamos de su proceso evolutivo tras haber estado al borde del abismo. La terapia humanista que está recibiendo está haciéndole verse de otra manera y darse cuenta de que el pasado no tiene por qué condicionar ni el presente ni el futuro. Yo le hice observar que su crisis le había hecho más denso, más profundo, más rico humanamente frente a la frivolidad que se palpa entre los jóvenes de su generación. No había muchos en aquella marcha a Montserrat. Era el grupo de edad menos representado. De hecho había más personas mayores de sesenta años que menores de veinte.

¿Por qué hacer esta marcha demoledora? Yo tenía mis razones y desde luego no eran religiosas. Quizás es un desafío personal que te lleva a prepararte durante el año. Todos los que participamos lo entendemos como una prueba, también intuyo que Álex se lo tomaba así e incluso con una distensión muscular y vendado se puso en camino. Tres jóvenes que iban con él terminaron retirándose a mitad de trayecto, pero él siguió con nosotros charlando, guardando silencio o riéndose a mandíbula batiente con los comentarios archidivertidos de Toni, nuestro compañero más divertido.

La noche fue pasando, atravesamos bosques alumbrados con nuestras linternas, cruzamos urbanizaciones, ascendimos, hicimos descensos vertiginosos por caminos llenos de piedras, subimos tramos durísimos de escaleras y llegamos al último avituallamiento al pie de Montserrat en Collbató. Allí comenzaban dos horas terribles de ascensión hasta el monasterio. Hubo momentos en que lo pasé muy mal al límite de mis fuerzas, Toni sufrió una lipotimia y casi se desmaya, y Álex con su rodilla lesionada tuvo un problema serio con sus abductores que le hizo subir buena parte del ascenso con fortísimos dolores, tanto que tenía que impulsar sus piernas con las manos para poder seguir.

Pero llegamos a eso de las nueve de la mañana y Álex también con una cara –a pesar del dolor- de profunda satisfacción. Lo había conseguido. Esos momentos son únicos. Brindamos con cava fresquito y me comí un bocadillo de salchichón. ¡Qué manjar más exquisito me pareció! Los malos momentos desaparecieron mientras la mañana brillaba con un sol espléndido. Nos dolía todo y olíamos a tigre, pero allí estábamos de nuevo. Y no sería la última vez. ¡Qué hermosa era la vida!

Por ti, Álex.

jueves, 27 de mayo de 2010

Mi biblioteca


Mi biblioteca es extraña. Creo que es una metáfora de mi interioridad: desordenada, caótica, multiforme, incompleta…

No tiene sólo un cuerpo o una localización precisa. La biblioteca abarca toda la casa, casi todas las habitaciones tienen anaqueles en los que se amontonan libros con un orden impreciso o un desorden exacto. Hay secciones, claro que sí, todas preciadas: narrativa española de postguerra (una de mis pasiones), teatro, poesía, novela negra americana, ciencia ficción, horror, novela criminal contemporánea, obras completas de Baroja, el 98 en todas sus vertientes, literatura medieval, literatura renacentista y barroca, siglo XIX (todo Galdós y cinco ediciones de La Regenta), literatura hispanoamericana (que recorrí en los ochenta pero en la que no estoy puesto en las últimas tendencias), literatura africana (una de mis secciones más completas), literatura inglesa, francesa, rusa, portuguesa, norteamericana, narrativa reciente, aventuras…

Pero mis libros apenas mantienen una lógica ni una ordenación. Cuando pienso en un libro que quiero releer u hojear he de trazarme un mapa imaginario sobre dónde puede estar colocado y ello es sumamente vago. Detesto el orden. Creo que el orden en su lógica abrumadora conduce a la muerte como conclusión final. Quiero tal vez que la muerte se embarulle cuando venga a buscarme y no sepa si encontrarme en un género u otro, en una sección u otra, que no sepa dónde está el libro que resume todo. Que no sepa quién he sido: alguien esencialmente sin terminar y que abraza la vida en su vertiente más imperfecta e inconclusa. Quiero perderme en mi biblioteca desordenada. Encontrar libros por azar como maravillosos tesoros. Redescubrir, releer sin temer la desilusión de la vuelta a un territorio de mi juventud.

Los libros me han dejado huellas profundas. Hoy mi hermano me decía que yo vivía en los mundos de Yupi mientras él vivía en la realidad real, en el mundo real. Me ha hecho recapacitar esta opinión porque tiene algo de cierto. Mi mundo es la literatura, mis recuerdos son esencialmente literarios y la construcción imaginaria de mi vida tal como la recuerdo es literaria. Me creo en cierto sentido un personaje de novela. No puedo aceptar que yo pertenezca al mundo de la realidad real. Entiendo perfectamente la literariedad de Valle Inclán que fue un extraordinario personaje literario.

Mi biblioteca habla de la vida, de la percepción de la vida, de reflexiones extraordinarias acerca de la vida (mis escritores preferidos son genios y me apropio de su genialidad), pero todos ellos murieron. Por grande que fuera su alma todos se encontraron con la restricción absoluta de la muerte.

Llega un momento de la vida en que uno no puede tomarse demasiado en serio su sufrimiento. Esto es para los jóvenes. El pesimismo –alguien me decía- es un signo de juventud. Llega un momento en la vida en que uno ya no puede ser pesimista. Está todo tan claro que sólo queda el humor y la literatura. Y el poder elegir el momento. Nietzsche escribió que la esperanza en esa libertad elegida le dio aliento para soportar la vida.

Mi biblioteca me acompaña. Es mi mayor riqueza (además de mi familia, mis amigos, mis recuerdos, mi blog). No entendería la vida sin los libros que me han dado consistencia, densidad… pero quiero que siga siendo desordenada y atípica como yo mismo, también confusa; no quiero apuntar los libros que he leído cada año dejando que se fundan en mi ser en una amalgama extraña… Pensar que mi biblioteca está formada también por los libros que he perdido, por los que regalé, por los que dejé y no me devolvieron, por los que me robaron, por los que desaparecieron misteriosamente… Mi biblioteca soy yo mismo en estado puro, leyendo hoy a Elías Canetti hablando sistemáticamente sobre la muerte, contra la muerte -El libro de los muertos-: es el último habitante que ha llegado a mi biblioteca.

Pensar la muerte, pensar contra la muerte.

viernes, 21 de mayo de 2010

El mundo que viene

Creo que tenemos que empezar a pensar que la crisis que estamos experimentando no es pasajera. Durante unos meses hemos creído, a medida que, no obstante, subía el paro, que esto ya se estaba reconduciendo y que en un año o dos volveríamos a nuestro estilo de vida anterior de crecimiento, endeudamiento y consumo sin límite.

Durante dos décadas (1990-2010) hemos crecido exponencialmente basándonos fundamentalmente en el crédito. Ganábamos 80 y gastábamos 140: viajes, moda, ocio, cultura, hipotecas, coches, segundas viviendas, vacaciones de verano e invierno… Esa dichosa tarjetita rectangular era un talismán mágico y todo lo que nos rodeaba parecía estimular esa espiral de que a mayor consumo, más crecimiento y mayor bienestar de modo indefinido e ilimitado. Los políticos aconsejaban en el inicio de esta crisis que siguiéramos consumiendo, que el consumo era patriótico y generaba puestos de trabajo.

Pero el sistema económico, el capitalismo, ha llegado a un punto en que no hay camino hacia delante. Hemos llegado al límite de endeudamiento. Todo el mundo ha gastado más de lo que podía y hemos erigido la satisfacción del placer en el eje de nuestro sistema de vida, tan diferente del modo de vida de nuestros abuelos que crecieron en la carestía y el hambre, y en el lógico esfuerzo que suponía.

Esto se ha acabado y lo vamos a ver bien pronto. De momento se ha bajado el sueldo a los funcionarios ante la aquiescencia entre todos los que no son funcionarios. Se ha congelado la pensión a los jubilados, y esto ya no ha sido tan celebrado. Pero lo que ha de venir va a ser peor, porque el paro va a ir en aumento y el déficit no va a poder ser controlado. Nuestro sistema productivo (construcción+turismo+automóvil) se ha venido abajo y no tenemos otro que lo reemplace.

Tendremos que acostumbrarnos a vivir con menos, a poder satisfacer menos nuestros deseos y limitarnos a nuestras necesidades. Va a ser duro especialmente para la clase media extraordinariamente endeudada. Los jóvenes lo van a pasar muy mal porque el mercado de trabajo va a estar muy limitado para ellos aunque se formen extraordinariamente. Magníficos currículums no van a garantizar un puesto de trabajo a la altura de sus méritos, si es que garantiza alguno. Los parados mayores de cuarenta años y más, teniendo en cuenta que la edad de jubilación se va a retrasar hasta los 67 o los 70 como recomienda la patronal, van a tener que depender de la solidaridad familiar. Los hijos tardarán aún más en emanciparse y muchas familias tendrán que subsistir con un sueldo. Habrá que medir mucho los gastos. Sólo tendrá trabajo quien genere auténticamente productividad. El sistema de cobertura social se viene abajo. Habrá que pagar por la asistencia sanitaria y probablemente por la educación. El estado no tendrá dinero para garantizar los servicios básicos. Ignoro qué pasará con el sistema de pensiones, pero me temo lo peor.

Habremos de pasar de una mentalidad individualista a una colectiva. Del yo al nosotros, de la euforia inane del consumismo hacia la racionalización y el sentido de grupo, la negociación, los proyectos compartidos… la reflexión sobre nuestro sentido de la vida y sobre la propia supervivencia del planeta.

Conceptos como la solidaridad se harán más necesarios porque habremos de compartir mínimos. Quizás la cultura vuelva a encarnarse como necesidad básica de los ciudadanos.

Habremos de aprender a compartir y entender que el mundo es desigual. A nosotros nos irá mal, pero buena parte de la humanidad lo pasará mucho peor. En estos años de euforia consumista, más de mil millones de personas han empeorado en su nivel de vida viviendo en la más real miseria. Esto es lo paradójico: que habiendo excedentes no hayamos sabido mejorar la vida de esta parte de la humanidad que ha tenido que intentar emigrar para poder sobrevivir.

El peligro real es que el malestar que se va a generar por la debacle del modelo consumista –y la reducción dramática de nuestras expectativas de crecimiento- podrá ser aprovechado por movimientos ultraderechistas que dirijan su odio hacia los inmigrantes y todo lo que ha significado la cultura progresista, incluida la idea de monarquía federal que estamos viviendo. Vemos ya indicios de ellos. España está girando a la derecha, pero no sólo España, también lo vemos en Estados Unidos y el conjunto de Europa, un proyecto que se está anquilosando ante el empuje de naciones emergentes que están creciendo mucho en plena crisis (China, Brasil, India, Sudeste asiático…)

¿Qué pasará con España en una crisis profunda del modelo de crecimiento, ya agotado? ¿Cómo afectará al equilibrio político entre las distintas regiones? ¿Se buscará la independencia de Cataluña y el País Vasco como solución a la debacle económica? ¿Nos mantendremos unidos frente a lo que se nos viene encima o nos dispersaremos en enfrentamientos interregionales?

Se avecina un cambio de modelo, una inflexión profunda en nuestro sistema económico y de vida. ¿Saldremos, pues, de la gilipollez consumista en buena dirección? ¿O triunfará el fascismo buscando enemigos que nos ayuden a tragar la amargura de la ruptura de ese bienestar que hemos vivido durante tanto tiempo?

¿Se legalizará la marihuana como pronostica algún economista?

martes, 18 de mayo de 2010

En perspectiva

Llevo aproximadamente cinco años manteniendo un blog que ha estado a punto de desaparecer en varias ocasioneNegritas. He urdido alternativas en otros blogs que pocos recordarán. Uno fue Zonas oscuras que duró dos meses y medio. Utilizaba el formato breve y publicaba todos los días. Revelaba mi dualidad en la que se enhebran los sentimientos más oscuros y a la vez el ansia de claridad y de luz. Quien me lea no encontrará fácilmente al pesimista que todo lo ve negro, pero tampoco al optimista que encuentra en todo motivos de exaltación.

Profesor en la secundaria ha tenido varias etapas. Años en que ha sido intensamente pedagógico, siempre desde un punto de vista existencial, y años en que se ha alejado de la pedagogía y ha ensayado reflexiones diferentes. He procurado en todas añadir mi experiencia personal como punto de anclaje al post. He evocado momentos de mi historia como profesor, como viajero, como actor, como practicante de zen, como lector, como padre… He hecho de la duda un ejercicio metódico. No tengo muchas certezas y sí muchas dudas, pero lo prefiero así.

A lo largo de estos cinco años he mantenido relaciones blogueras apasionadas que luego se han disuelto en la nada. Los blogs nacen, crecen y mueren y los autores que están detrás desaparecen. He seguido procesos de pensamiento que me han interesado y a los que me he sentido cercano. Pero un día el proceso se interrumpe por razones infinitas y pierdo a esa persona que está detrás. Otras veces sé que lo que he escrito ha interesado en un momento determinado a alguien que lo ha leído con entusiasmo, pero tiempo después ese momento vital ha pasado y se produce el distanciamiento. La blogosfera es un cúmulo de encuentros y desencuentros. Siento profundamente los momentos en que soy consciente de esa distancia que se produce con alguien a quien has admirado. No suele dejar huellas. A veces no hay una despedida formal tras incluso un intercambio epistolar sumamente intenso al margen del blog.

Pienso que cinco años es un tiempo largo en que todos hemos cambiado. Yo no soy el mismo que empecé y entiendo que todo el mundo pasa por experiencias de transformación, de pasión por el mundo bloguero por las perspectivas que abre y de cansancio o desilusión tras un tiempo más o menos dilatado. Es difícil tener siempre algo que decir y de sentimientos no sólo se nutre un blog. Es normal que ímpetu inicial se trastoque en rutina al cabo de un tiempo y uno ya no espere tanto. O se le acabe lo que tenía que decir.

El autor de un blog espera los comentarios que entiendan lo que exactamente ha querido decir, incluso que vayan más allá y le revelen lo que no se atrevió a pensar. He encontrado comentaristas sagaces que me han alumbrado, que han ido más allá de donde yo había osado ir. Es una química extraordinaria la que se produce por medio de los comentarios. A veces dan en el blanco; otras veces, sus dardos caen lejos aunque animados de buena voluntad. Todos son bien recibidos. La lucidez es una cualidad no muy extendida. La mayoría expresamos lo que podemos sin ese plus de inteligencia necesario. No es necesario escribir mucho. Tal vez sólo es una frase, pero precisa y exacta, que entra en diagonal hasta el corazón y surge la emoción profunda. Intento hacer ese comentario que a veces surge inesperadamente y que notas cuando ha llegado con precisión a la otra persona. En otras ocasiones lo que uno escribe es enojoso y pesado y probablemente no coincidirá con lo que el autor ha intentado expresar. No descarto que entre los procesos de pensamiento que se desarrollan en los blogs se produzcan estos acercamientos casi eróticos y luego alejamientos que nadie sabe por qué han tenido lugar.

En otras ocasiones ha habido discrepancias fortísimas y quien había sido importante en un momento se convierte en indiferente o incluso hostil. Otras veces he visto extraordinarios ejercicios de comprensión y humildad ante lo que se consideraba distante respecto a lo que uno había escrito. No siempre la discrepancia es bien entendida, pero tampoco los comentarios que se limitan a elogiar por sistema terminan por ser apreciados. Me gusta personalmente la disensión crítica, aguda pero bienintencionada. Esto se percibe fácilmente. Igual que hay blogs que emanan simpatía y humanidad, capacidad empática.

El mundo de los blogs, tras un recorrido más o menos largo, es como la vida misma. Cercanías, lejanías y a veces mágicamente se perpetúa en el tiempo la amistad, el reconocimiento, el respeto

Entre los que todavía estáis aquí (espero que por mucho tiempo) hay buenos amigos, algunos ocultos (¿hay lectores ocultos del blog?). Os envío un mensaje de calor, de amistad, de cercanía. Todos vosotros sois esenciales en la trayectoria de este blog, y a todos los que han desaparecido, muchos, muchísimos, demasiados, os mando un cálido abrazo aunque sé que ya no me leeréis.

jueves, 13 de mayo de 2010

Desafío


Tengo miedo.

El mundo conocido se viene abajo.

Es el fin de un ciclo.

Me siento como un comediante

en un carromato de El séptimo sello

o en el de Gelsomina y Zampanó

en La Strada.

Esto se viene abajo,

pero quedarán los comediantes

para dar cuenta de los sueños

no realizados.

Empiezo a vislumbrar luces entre las sombras.

Este mundo se estremece entre temblores.

Desnudo camino en el río

y siento el frescor de la mañana.

Todo comienza en cualquier momento.

El mundo se abre a perspectivas nuevas.

Nada del pasado nos vale.

Hemos de idear un nuevo modo de estar aquí.

Maldigamos la nostalgia.

El mundo del pasado ha muerto.

Sólo queda el presente y el futuro que se abre incierto.

Pero hemos de estar a la altura del desafío.

Nuestros espíritus deben ser ágiles

y generosos para entender el enigma.

La historia se conmueve

y yo desde mi lugar privilegiado

me doy cuenta de que hay que cambiar.

Todo ha de cambiar.

No nos sirve el pasado.

Las manos abiertas, el corazón latiendo.

Buscando una nueva era.

lunes, 10 de mayo de 2010

Absolutamente Fellini

Durante las últimas semanas he estado sumergido en el mundo cinematográfico de Federico Fellini. Conocía algunas de sus películas pero nunca me había interesado tanto como para ver de nuevo todo su cine, que redescubrí a partir de una exposición en el Caixaforum de Barcelona sobre su figura y su cinematografía. He asistido maravillado a la evolución de una carrera artística absolutamente imaginativa y transgresora de un cineasta apolítico, católico en buena medida, que leía pocos libros y que presumía de no ver cine ajeno.

Fellini no era un intelectual, pero precisamente por eso su cine rebosa de vida por todos sus poros. De vida, de sorpresa, de intuición, de imaginación... Fellini sostenía que daba igual que una película fuera mala o buena. Lo importante es que hubiera vida en ella. Cada filme suyo es un salto en el vacío. Nunca se repitió, nunca quiso continuar el éxito de una película anterior. Cada nueva propuesta debía ser absolutamente novedosa con el riesgo implícito de equivocarse. De su extraordinaria colección de filmes elijo: El jeque blanco (1951), Los inútiles (1953), La strada (1954), Almas sin conciencia (1955), Las noches de Cabiria (1957), La dolce vita (1960), Ocho y medio (1963), Roma (1972), Amarcord (1973), La ciudad de las mujeres (1980), Ginger y Fred (1986)... El satiricón (1969), Casanova (1976), Giulietta de los espíritus (1965) me parecieron admirables pero no terminaron de cautivarme. Me reservo para verlas una segunda vez y volver a valorarlas. Una que no he citado pero que es absolutamente maravillosa es I clowns, un homenaje al mundo del circo y concretamente a los payasos. Constituye una despedida ¿provisional? de los antiguos payasos que levantó ampollas en el mundo del circo. Ésta la vi con mi hija -era en italiano y francés pero la lengua no era ningún obstáculo para seguirla-. También vi con ella Amarcord (Me acuerdo) y Ginger y Fred. Vivimos por ello en casa una temporada absolutamente felliniana.

¿Y quién entendería el mundo de Fellini sin la música circense, dramática, sentimental y romántica de Nino Rota, aquel genio intuitivo que a los diez años componía oratorios para orquestas sinfónicas? ¿Y quién seguiría la carrera de Fellini sin su relación con las mujeres a las que adoraba, sin su compañera y actriz Giulietta Masina, sin su relación con el mundo del circo, sin la evocación de la niñez, sin su formación católica cuyos ritos y procesiones vertebran varias de sus películas, sin el mar de aquel Rímini donde nació?

Fellini es un genial mentiroso. Es difícil creer en ninguna afirmación que hiciera en su vida. Prácticamente todo es inventado y a la vez es rigurosamente verdadero. No hay que buscar la verosimilitud histórica en sus obras o en sus afirmaciones sino la verdad poética. Lo otro da igual.

En la visión circense de Fellini todos somos payasos. La vida es un circo. Shakespeare también dijo que el mundo es un teatro y los hombres actores. Hay dos tipos de payasos. El payaso blanco y el payaso rojo, también llamado Augusto o Tony en la tradición italiana. El blanco es el amo, el integrado, el ordenado, el lógico, el rico, el cuerdo, el listo, frío, lunar, elegante, artístico, alegre, inteligente, autoritario... Es el más bello de todos los clowns... También se le llama Pierrot. Va maquillado de blanco y su vestuario es brillante, holgado, no lleva peluca y muchas veces un gorrito cónico...

El payaso rojo o “augusto” es el más cómico de todos los payasos, es el siervo, el rebelde, el pobre, el loco, extravagante, travieso, sociable, generoso, alborotador, tonto, recibe todas las bromas del blanco pero termina teniendo el control de la situación aunque siempre depende del blanco para realizar su papel pues es su antítesis. Lleva grandes zapatones, sombrero rojo y la cara pintada, muy exagerada, del color de la piel tendiendo al rojo. Representa la inversión del orden que le encanta subvertir, es desorganizado, despistado, torpe... pero tremendamente intuitivo y se ríe de todo.

Fellini en su visión circense decía que Hitler fue un clown blanco, Mussolini: un augusto. Pio XII: un clown blanco; Juan XXIII, un augusto; Freud: un clown blanco. Jung: un augusto. “El clown blanco es la Madre, el Padre, el Maestro, el Artista, el Bueno, o sea, lo que se debe hacer. Y el augusto, que admiraría ese dechado de perfecciones si no fuera tan severo, se subleva y se declara en perpetua rebelión".

Os planteo un divertido juego. Con algunos de los que me leéis y comentáis tengo alguna idea ya formada sobre qué tipo de payaso seríais. Yo también sé cuál sería yo, pero os planteo esta interesante reflexión para saber cuál es la opinión que tenéis sobre vosotros mismos.

Hay una tercera opción quen es el payaso excéntrico”: solitario, listo, despierto, vence todas las dificultades, se enfrenta a sus dos compañeros -el blanco y el rojo- desconcertándolos y poniéndolos en ridículo, lo imprevisto es su pesadilla, todo cuanto hace es calculado y pensado, no deja nada al azar, no necesita a nadie para actuar, es un augusto inteligente... El augusto -aunque sea genial- necesita siempre de un partenaire para actuar. Toda su ciencia es acumular el mayor número de obstáculos para vencerlos a la vez.

¿Os apetece definiros? ¿Blanco, rojo, excéntrico? ¿Es la vida un circo y nosotros payasos? ¿Quiénes somos? ¿Qué tipo de payaso sería yo?

Hay una encuesta a la derecha arriba, por si no quieres contestar con palabras.

viernes, 7 de mayo de 2010

La rosa de fuego

Nací tierra adentro en una ciudad de procesiones, vírgenes y cadetes que iban del brazo de sus novias cruzando disciplinadamente los pasos de peatones. Nací tierra adentro, pero siempre –no sé por qué- me imaginé que yo sería de Barcelona. Lo decía en el colegio a quien me preguntaba. Yo era de Barcelona. Una ciudad que sólo había visitado una vez a una edad en que no parece haber recuerdos, pero yo creo que sí, a mis cuatro años, recordaba un terrado luminoso –en un largo y caluroso verano- en la calle Conde del Asalto en pleno barrio Chino sobre el que corrían las más fascinantes leyendas y canciones. Allí vivió Jean Genet años sórdidos, poéticos, peligrosos… Barcelona aparecía cargada en mi imaginación y memoria afectiva de un aura azul, de terrados llenos de libertad, de pequeños colmados, de mar, de ríos de gente que paseaban por las Ramblas y por las callejuelas de aquel barrio mítico en que viví una semana.

Mucho tiempo después hube de elegir destino en mi vida y me fui a Barcelona. La elección no era difícil. Lo había estado ansiando siempre y además allí tenía amigos que me esperaban.

Llegué a Barcelona a finales de los años setenta, recién recuperada la libertad. Barcelona era una ciudad viva, abigarrada y colorista a pesar de que sus gentes no se visten de domingo como en la ciudad donde nací yo. Participé de la magia de aquellos años de verbenas y hogueras de san Juan en cada encrucijada de calle, de petardos, de noches llenas de hechizo, de carnavales locos en que casi todo el mundo se disfrazaba. La ciudad parecía arder. Una euforia compartida nos unía a todos los barceloneses. Ahí encontré probablemente mi única identidad, asimilado a una ciudad prodigiosa por la que paseaba encontrando aquellas calles con sus bares –en los que me asombraba que hubiera mujeres sentadas en las barras-, sus pequeños comercios en que percibías un carácter serio pero abierto… Y la música de aquellos años en que sonaba Sisa, El gato Pérez, la orquesta Platería, Lluís Llach, Ovidi Monitor… en aquel mítico Zeleste que conocí fascinado. La ciudad ardía en ilusiones compartidas, en ambiente menestral y libertario… El teatro ensayaba también el ejercicio de la libertad y se representaba Antaviana de Pere Calders por el grupo Dagoll Dagom, triunfaban Els Joglars, Els comediants, El teatre Lliure… Se percibía la pasión cultural por nuevas formas de hacer teatro, música, o de ver el mundo… Vi en uno de aquellos días una película que me conmocionó y no fue otra que Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón de Pedro Almodóvar. Todo era posible. Se vivía en Barcelona y probablemente en toda España la movida que se había experimentado tal vez en Europa en los años sesenta. Nos llegaba tardía pero luminosamente. El mundo parecía ser nuevo y recién horneado. Todo olía a libertad.

Hoy Barcelona es una ciudad planchada, ordenada, normativizada, burocrática, cansada, llena de ordenanzas, de suciedad, de turistas que llegan a decenas de miles cada día y recorren las ramblas (donde se les sablea por doquier). La izquierda gobierna el ayuntamiento y la Generalitat. Supongo que no es su culpa pero todo ha perdido magia. Barcelona está abierta al mar pero quedan escasos márgenes para nada que no sea oficial y subvencionado. El espacio público ha sido ocupado desde ya hace décadas por un nacionalismo –tal vez necesario- pero extraordinariamente envarado y rígido en recuperar unas esencias que tal vez ya no existan más que en la imaginación. No quiero molestar a nadie. Sólo son reflexiones sobre una ciudad que amo y que en mi fantasía veo como bastarda, mestiza, plural, heterogénea, imaginativa. Barcelona fue llamada durante un tiempo como La rosa de fuego y era paradigma de la libertad y de la rebeldía obrera y anarquista. Hoy veo una ciudad domesticada que ya no conspira, que ya no respira emancipación sino un ambiente sofocante y ordenado dirigido por jefes de negociado grises. Es la propia sociedad y ciudadanía las que han perdido empuje, garra, ganas. Y la izquierda ha adormecido cualquier deseo de ir más allá.

En mi ciudad todo ahora es perfecto, organizado, pulcro, oficial… Supongo que no sólo es Barcelona. La rosa de fuego es un símbolo de lo que ha sido la deriva de la sociedad española, tal vez europea… Ya no sentimos el ansia de libertad desde que ésta se ha burocratizado y para ejercerla hay que llenar un montón de papeles.

No obstante, me gusta seguir paseando por Barcelona. Siento todavía el rescoldo de lo que fue en otro tiempo. Sus calles del centro, su Ensanche, sus barrios, sus comercios, sus colmados, sus bares, todavía tienen sabor y ambiente aunque cada vez más son sustituidos por tiendas anodinas de moda, centros comerciales, hamburgueserías, locales de diseño… Supongo que es el progreso y que un mundo nuevo sustituye a uno viejo y anticuado, pero quiero dejar aquí constancia de mi recuerdo infantil y juvenil de una Barcelona llena de fiebre por crear y ser. Y que existió, no me cabe duda.

domingo, 2 de mayo de 2010

Apología del pesimismo


¿Existe el pesimismo creativo?

Deja un pensamiento pesimista que nos acompañe durante la noche.


El personaje de la foto es Emil Mihai Cioran.

miércoles, 28 de abril de 2010

Ascensión del Pedraforca



"Lo único constante es el cambio” es la base de la escultura de bambú colgada del techo que se está elevando en forma de bosque en el Metropolitan de Nueva York y que podrá escalarse, atravesarse, descansar… Vi imágenes en la televisión e inmediatamente la instalación de los gemelos Mike y Doug Starn me cautivó y querría experimentarla, recorrerla, ascenderla. A veces el arte contemporáneo tiene intuiciones poderosas aunque no son nuevas puesto que la idea del cambio continuo viene ya de la filosofía atribuida a Heráclito de Éfeso. Nuestra vida es cambio, todo es impermanente, todo es una ilusión, la materia está vacía, el observador transforma lo observado, el arco, el arquero, la flecha y la diana forman una unidad. Lo que estoy escribiendo es un sueño que tal vez llegará a alguien que lo está esperando, como me ha pasado a mí en una etapa de crisis profunda. ¿Qué dirección dar a nuestros pasos? ¿Hacia dónde dirigirnos? ¿Dónde estarán nuestras certezas? ¿Hay acaso certezas?

¿Es posible que dos elementos aparentemente antitéticos sean simultáneamente correctos y verdaderos? ¿Acaso el taoísmo no enseña la complementariedad de los contrarios? Todo se ordena en contradicción. Es un juego. Nuestro juego, pero las apariencias llevan a que nuestra mente se pierda en ese juego de espejismos. Una crisis profunda puede ser la enfermedad que nos sane, tal vez. Sólo hay que ver las cosas de un modo adecuado.

Este fin de semana pasado ascendí el Pedraforca, una montaña singular –y bellísima- de 2500 metros en la comarca catalana del Berguedà, una tierra muy amada por mí pues estuve destinado en un instituto (Guillem de Berguedà) durante tres inolvidables cursos cuando saqué las oposiciones. Ha llovido mucho desde entonces. Y he subido el citado Pedraforca en varias ocasiones. La del sábado 24 fue la sexta vez. Y lo hice con un exalumno de hace ya bastantes años con el que he seguido teniendo una relación entrañable y profunda, Alberto. Recuerdo los apasionados debates que manteníamos en clase de literatura hablando del Cantar de Mío Cid, La Celestina, El Quijote o Macbeth… Tal vez Galdós. La clase era un laboratorio de elaboración de ideas que se compartían entre todos.

Propuse a Alberto la ascensión del Pedraforca y él aceptó encantado, pero no esperaba lo dura que iba a ser en plena primavera cuando la nieve todavía no se ha fundido a partir de los dos mil metros. Yo tenía una clara imagen de lo que nos esperaba pero él no. Cuando vio la montaña en la lejanía recortándose entre las nubes nos dimos cuenta de que el tiempo no iba a ser muy bueno. Era mi sexta vez. La montaña era la misma, pero yo no era el mismo. Ese cambio continuo del que hablaba al principio planea sobre todos nosotros. Somos el cambio. ¿Podría esta vez con la montaña o ésta podría conmigo? La ascensión y el descenso son muy fatigosos y en algunos puntos, peligrosos.

Nunca podemos dar por superada una dificultad, pues aunque la conozcamos nosotros hemos cambiado.

La ascensión con sus recesos para tomar fuerzas o hacer fotos nos costó más de tres horas. Cerca de la cima, en el collado, en medio de nieve abundante, vimos el camino hacia la cumbre cubierta por las nubes. A partir de ahora habría que trepar por entre la nieve y las rocas procurando no despistarse y viendo dónde poníamos los pies. Fue un ascenso emocionante y de risas compartidas. En el vídeo que he colgado se ven imágenes del ascenso y del descenso. El momento de hacer cumbre fue emotivo. ¡Habíamos llegado! Apenas se veía el horizonte entre las nubes. Normalmente se ve todo el Pirineo y se vislumbra Montserrat, pero en ese día de belleza áspera la visibilidad era limitada. Nos hicimos fotos y respiramos hondo pletóricos de felicidad por haber llegado juntos. Compartimos esos momentos inolvidables de compañerismo y belleza de la naturaleza con la conciencia de nuestra fragilidad, del éxtasis del instante que estábamos viviendo en medio de la nieve en lo más alto con el mundo a nuestro alrededor. No éramos montañeros pero ese día habíamos participado de la maravilla de la montaña, y quizás no fuera la última vez.

Dedico a mi amigo Alberto este post –que él no leerá- y le pongo de fondo al vídeo la canción Barriobajero del grupo Los Porretas que me puso en el coche cuando ya llegamos al punto de partida. Una vida de profesor da muchas satisfacciones y no es una de las menores el poder alcanzar una sana y sólida amistad con algunos alumnos que te siguen estimando tras el tiempo pasado y con los cuales se puede ir al teatro, tomar algo o ascender una montaña.

¿Qué relación tiene lo que he contado con el preámbulo del cambio continuo y la concepción cuántica de la existencia? No sé, pero tengo la impresión de que alguien lo entenderá porque lo estará esperando.

domingo, 25 de abril de 2010

Cine clásico para niños

Tengo dos hijas, una de diez años y otra de trece. Me gusta ver cine clásico con ellas. La mayor no está abierta a mis propuestas y tiene sus propias ideas sobre qué ver y qué leer, lo que le lleva abiertamente a la cultura de masas dominante. Nada que objetar. Cada uno tiene su propio camino y un padre no debe buscar que sus hijos sean necesariamente receptores de lo que se cree sinceramente una buena educación estética. El tiempo va construyendo el perfil y el alma de nuestros hijos. Nosotros somos una influencia importante, pero no la única. El conjunto de intereses que tiene cada uno son fruto de su libre elección, y sobre eso no hay nada que decir.

Sin embargo, mi hija pequeña es receptiva y disfrutamos enormemente viendo filmes clásicos desde hace ya varios años. Quiero dejar constancia de que es posible ver películas clásicas a una temprana edad, películas que educan la sensibilidad y la asimilación del sentido estético.

Estas películas las he visto con Lucía y las recomiendo vivamente a los padres de niños de edades semejantes. Tienen intensidad sentimental, a veces niños como protagonistas -un ingrediente esencial- y reflexión sobre la vida. Son hermosas películas llenas de densidad humana y cinematográfica.

- El mago de Oz (1939) de Víctor Fleming.

- Capitanes intrépidos (1937) de Víctor Fleming.

- King Kong (1933) de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack.

- Películas de Charles Chaplin del cine mudo.

- Películas de Stan Laurel y Oliver Hardy (El gordo y el flaco), en cine mudo o sonoras.

- King Kong (2005) de Peter Jackson.

- Cantando bajo la lluvia (1952) de Stanley Donen y Gene Kelly.

- Matar a un ruiseñor (1962) de Robert Mulligan.

- El pequeño salvaje (1969) de François Truffaut.

- The man of Aran (1934) de Robert J. Flaherty.

- Los pájaros (1963) de Alfred Hitchcock.

- Sonrisas y lágrimas (1965) de Robert Wise.

- Amarcord (1973) de Federico Fellini.

- Ginger y Fred (1986) de Federico Fellini.

- El diario de Ana Frank (1959) de Georges Stevens.

- La noche del cazador (1955) de Charles Laughton.

- Imitación a la vida (1959) de Douglas Sirk

- El ladrón de bicicletas (1948) de Vittorio de Sica.

- Fanny y Alexander (1982) de Ingmar Bergman.

- Una noche en la ópera (1935) de San Wood.

- El gran dictador (1940) de Charles Chaplin.

- Cinema Paradiso (1988) de Giuseppe Tornatore.

- Ana de las tejas verdes (1985) de Kevin Sullivan.

- Días de radio (1987) de Woody Allen.

- La vida es bella (1997) de Roberto Benigni.

- Derzu Uzala (1974) de Akira Kurosawa.

- Mi pie izquierdo (1989) de Jim Sheridan.

- En América (2002) de Jim Sheridan.

- Gorilas en la niebla (1988) de Michael Apted.

- Eduardo Manostijeras (1990) de Tim Burton.

- Los niños del coro (2004) de Cristophe Barratier.

- El viaje de Chihiro (2001) de Hayao Miyazaki.

- El castillo ambulante (2004) de Hayao Miyazaki.

- El espíritu de la colmena (1973) de Víctor Erice.

- El camino (1964) de Ana Mariscal.

- Secretos del corazón (1997) de Montxo Armendáriz.

- Tasio (1984) de Montxo Armendáriz.

- Planta cuarta (2003) de Antonio Mercero.

Son películas bellísimas que hemos de ver con ellos. La televisión es altamente deformante del sentido estético. Sin embargo, existe buen cine, cine extraordinario a nuestro alcance, y que será inolvidable para nuestros hijos. Nunca se olvida una buena película vista con papá o mamá, y serán referencias maravillosas en su historia sentimental. Algunas de ellas son tristes como El ladrón de bicicletas de Vittorio de Sica o La vida es bella de Roberto Benigni o Capitanes intrépidos de Víctor Fleming, pero ¿quién ha dicho que haya de pintarse la vida de color de rosa? No despreciemos a nuestros hijos. También saben que existe el dolor y la tristeza formando parte de todas las tonalidades de la vida.

Si queréis añadir alguna película a esta lista, será bienvenida e incorporada a nuestra filmoteca.

jueves, 22 de abril de 2010

¿Propiedad intelectual? No gracias.

El gesto inocente de dar a “descargar” con el EMULE, ARES… o cualquier otro programa de intercambio p2p de una película, un disco, un libro ¿es tan inocente? Reconozco que yo he utilizado el EMULE para bajar películas clásicas, prácticamente nunca recientes, películas cuya adquisición es muy difícil o imposible. Así he podido ver la filmografía de Bergman por ejemplo. Sin embargo, cada vez tengo más reparos en utilizar los programas de descargas gratuitos. Siento algo próximo a la vergüenza.

Leía a principios de abril esta noticia en El Periódico de Catalunya. Léanla no tiene desperdicio. El último cine de barrio de la ciudad de Hospitalet de Llobregat (400.000 habitantes) había cerrado por falta de público y tras pérdidas continuadas. Ahora sólo quedan los multicines de centros comerciales. Lo mismo ha pasado en Badalona y en muchas otras ciudades. Del mismo modo, la mitad de los videoclubes han tenido que cerrar. Se calcula asimismo que la piratería digital ha causado la destrucción de 13200 puestos de trabajo y la pérdida de 1700 millones de euros para el mercado minorista.

Se entiende popularmente que la cultura debe ser gratis, no barata sino gratis. Asumimos que una cerveza y unos pinchos se deben pagar, entendemos que una barra de pan hay que pagarla, que una vivienda o un coche tienen un precio que hay que satisfacer, pero cuando pensamos en un disco, una película y, en el futuro, en un libro, entendemos que tenemos el legítimo derecho de “bajárnoslo” gratis, faltaría más, sin querer ser conscientes de las consecuencias demoledoras que tiene ese inocente hecho para la creación y para el mantenimiento de miles de puestos de trabajo.

Conozco piratas conspicuos que no tienen la menor duda sobre la legitimidad de bajarse docenas, centenares, de películas o descargarse discografías completas sin pagar más de que lo que cueste la tarifa de banda ancha.

Importantes compañías como Sony Entertainment reconocen que la venta de DVDs en España ha caído en picado. En cuatro años (2005-2009) el mercado de DVDs ha perdido el 60% de sus ingresos. Ello no despertará las lágrimas de nosotros como piratas, pero sí nos puede hacer pensar que se han perdido el 40% de los puestos de trabajo que generaba el sector que era de 30000 personas.

La industria musical se encuentra en estado de crisis, casi abocada a la desaparición si sigue la situación en los mismos parámetros. Nadie va a pagar por un CD (por barato que sea) si puede “descargárselo” gratis. ¿O somos tontos? Nadie va a lamentarlo desde su casa. ¿Por qué va a pagar? ¡Además que se jodan las grandes discográficas! Ser pirata tiene encanto sobre todo si se hace sin ningún riesgo. No se lleva pata de palo o el ojo tapado pero sí que se entiende que se es una especie de Luis Candelas que roba a los ricos para dárselo a los pobres. El problema es que ese bandolero que somos atentando contra algo tan ridículo como la propiedad intelectual supone que multitud de pequeñas discográficas tengan que cerrar y que cada vez se vea menos estímulo en la creación. Al parecer los artistas deben vivir del aire o hacerlo meramente por placer y su contribución debe ser donada liberalmente a la humanidad.

¿Qué futuro le espera a la industria del libro cuando se popularice el soporte digital? ¿Quién va a pagar por algo que puede ser gratis dándole a la dichosa tecla? Quim Monzó decía en una entrevista on line en El País hace unos días:

Me preocupa la desfachatez con la que mucha gente cree que el trabajo de los artistas no merece recompensa. Así se han cargado ya la industria musical y todo el mundo cree tener derecho a bajarse de internet películas y canciones sin pagar ni un duro. Es evidente que en cuanto todos los libros estén digitalizados, eso empezará también a pasar con nosotros. De hecho, ya ha empezado a pasar. El otro día Román Gubern explicaba que había descubierto un libro suyo pirateado y colgado por ahí. Será cuestión de pensárselo mucho antes de volver a publicar un libro.

Pero nada hay que concite más unanimidad entre los internautas que la reivindicación del legítimo derecho a descargarse cualquier cosa. Mis alumnos también sienten un enorme desprecio por la propiedad intelectual. Copian y pegan sin citar las fuentes para realizar sus trabajos. ¿Para qué crear ideas propias si son otros los que lo hacen y las podemos copiar libremente sin ningún cargo de conciencia? Y además ¿qué son las ideas? ¿No son propiedad de todo el mundo? ¿Qué es una idea? Rodríguez Ibarra, el Ínclito, dice que no debería existir la propiedad intelectual porque todos copiamos de todo el mundo y que la historia de la cultura no es más que la cadena de una copia continuada y generalizada. ¿Por qué pagar por las ideas de los demás? ¿Por qué ni siquiera citarlos si las ideas, las canciones, las películas, los libros... son propiedad de todos?

lunes, 19 de abril de 2010

Esto es lo que hay

For the love of God, Damien Hirst, calavera realizada con diamantes y vendida por 74 millones de euros.

Me gusta visitar exposiciones de arte contemporáneo. No soy un experto ni alguien especialmente cualificado para opinar, salvo para plasmar mis impresiones de modo elemental y con unos básicos conocimientos sobre historia del arte y en especial el que viene de la corriente conceptual que se inicia en alguna manera con Marcel Duchamp.

Muchas veces salgo completamente insatisfecho con lo que veo. Bajo la etiqueta de arte conceptual (que puede ser cualquier cosa) se esconde mucha banalidad y ausencia de sentido, salvo que ése sea el último significado que se quiera expresar. ¿Qué es el arte? Es una pregunta que no tiene una respuesta fácil. Cada época se lo ha planteado de una forma distinta. Los pintores que decoraron las cuevas de Altamira (quizás alguna mujer o algún miembro del clan imposibilitado para cazar) desde su concepción no eran artistas. Lo son desde la nuestra, pero en el paleolítico no existía la concepción del arte ni aquello era considerado “artístico”. Los pintores medievales, los constructores de catedrales, los escultores de tallas románicas y góticas no acostumbraban a dejar su nombre como firma de la obras realizadas que estaban realizadas a la gloria de Dios.

La modernidad crea la noción de arte, de artista, de valor… y es la contemporaneidad la que ironiza sobre ello invirtiendo el proceso de valoración de una obra artística. No es el producto acabado lo que tiene valor sino la reflexión que ha dado origen a ello. ¿Puede ser un objeto artístico un urinario (Duchamp), una cagada enlatada (Piero Manzoni), una vaca conservada en formol con los cuernos y las pezuñas de oro (Damián Hirst), vendida esta última recientemente por trece millones de euros en las más exclusivas galerías británicas y norteamericanas? ¿Qué reflexión propone el llamado arte contemporáneo?

Siempre que asisto a una exposición de arte contemporáneo me hago esta misma pregunta e intento reflexionar sobre ello. Responder que es una broma es obvio pero quiero ir más allá; que es la propia ausencia de significado lo que está allí reflejado también es claro; que es una ironía sobre la noción del mismo arte y que pone en cuestión el fundamento efímero de la realidad, de la vida, del tiempo y en último lugar, el verdadero fin de todo que es la muerte, es evidente. ¿Qué reflexión hay en un tiburón conservado en formol vendido por millones de dólares? ¿Cómo puede haber un comprador tan estúpido como para pagarlos salvo que crea que es una inversión firme como el que compra acciones de una gran compañía?

¿Puede el arte proponer significados densos o profundos cuando la historia es crecientemente veloz y todo es efímero sin tener tiempo para ser? ¿Qué elementos nobles debería utilizar el arte para reflejar que todo se nos escapa? ¿La calavera realizada con diamantes como ilustra el post?¿Cómo evidenciar el sentimiento de absurdo que domina todo y en el que el supremo valor es la tarjeta de crédito? ¿Qué queda firme en nuestra concepción del mundo, salvo que todo está cambiando continuamente a velocidad acelerada y que todo depende de su valor de mercado? ¿Cuál es el arte que corresponde a nuestro tiempo? ¿La cabeza de vaca con la lengua fuera de Hirst? ¿La nada, la mierda, el absurdo, la tontería, la insignificancia?

Parece que hemos llegado al límite, al grado cero como sugería Roland Barthes, todo se ha deconstruido ya infinidad de veces, se han pintado lienzos en negro o en blanco, el lenguaje parece inútil (los parlamentos lo evidencian: nadie escucha a nadie), sólo se intuye que el único lenguaje posible es el silencio, pero ¿cómo callar? ¿de qué hablar cuando ya nada parece tener sentido? La cultura no puede ofrecer ya ningún modelo y lo que estamos viviendo es una involución hacia la nada, hacia lo anecdótico, hacia el libro de autoayuda tipo Jorge Bucay o Susanna Tamaro que dejan todo igual y nos plantean que debemos reconciliarnos con nosotros mismos y adaptarnos al tiempo. ¿Pero cómo adaptarnos al tiempo que vivimos si es profundamente perverso? ¿Cómo adaptarse si la sociedad está probablemente enferma o neurotizada? ¿Hay algo más allá del vacío o la tarjeta de crédito o la ciudad dormitorio? ¿Habrá de retornar lo sagrado en alguna manera más allá de las religiones que son profundamente alienadoras? ¿Hay algún camino para el hombre contemporáneo y que el arte pueda reflejar?

En esa tesitura observo el arte de nuestros días. Entre la ausencia de significado y la intuición de lo eterno y de lo sagrado, de ir más allá de nuestro mundo de sombras al que estamos atados y amordazados en la caverna creyendo que es la Realidad ¿Hay algo fuera? ¿Nos dice algo la noche cuando observamos las estrellas si podemos evitar la contaminación lumínica? ¿Hay algo permanente en nuestras observaciones, en nuestros estados de ánimo? ¿Hay algo más allá del fluir incesante? ¿A qué aferrarnos? ¿O cómo no aferrarnos a nada sin caer en el sentimentalismo y la comedia rosa? ¿Cómo ser seres plenos en un mundo que nos exige castrados e impotentes y que nos propone la televisión y el centro comercial como paradigmas del ser? ¿Cómo sobrevivir en un mundo falto de imaginación y atado a la realidad más banal?

¿Cómo caminar, cómo ser, cómo sentir más allá de lo que los pragmáticos -que tanto detestaba Julio Cortázar- defienden como supremo principio: “Esto es lo que hay”?

(Dedicado a Frikosal, quien me enseña a mirar el cielo y las estrellas).

viernes, 16 de abril de 2010

El caso Egunkaria



Cuando escribo este post, estoy escuchando Piedra y camino del cantautor vasco Mikel Laboa. Pienso entretanto en aquel alejado 2003 en que surgió el caso Egunkaria, el único diario que se editaba íntegramente en euskera. Fue en febrero de 2003, cuando el juez Juan del Olmo cerró el diario alegando que era un instrumento de ETA y que servía a sus fines e ideología. En aquel febrero el cierre coincidió con el asesinato del socialista Joseba Pagazaurtundua, ex jefe de la policía municipal de Andoain (Guipúzcoa) por parte de la banda armada. Fue abatido por cuatro disparos en el bar Daytona.

El caso Egunkaria se relacionó con la lucha contra ETA, pero la reciente sentencia de la Audiencia Nacional absuelve a todos los imputados y desmonta totalmente los argumentos esgrimidos por el juez Juan del Olmo que cerró el diario, bloqueó sus cuentas y detuvo a nueve de sus directivos, acusados de colaboración con ETA. Hay que señalar que el juez Garzón rechazó dos años antes la acción judicial en base a unos documentos que a su juicio no demostraban la implicación de Egunkaria en la estrategia de la banda terrorista.

En 2006, una vez había abandonado la Audiencia Nacional el fiscal Jefe Eduardo Fungairiño, el fiscal Miguel Ángel Carballo solicitó el archivo del caso por no haberse acreditado la acusación vertida contra el diario clausurado ni sus directivos. Pero el caso siguió adelante en un calvario judicial que todavía no ha terminado promovido por la Asociación de Víctimas del Terrorismo y Dignidad y Justicia contra el diario.

La sentencia de la Audiencia Nacional no ha tenido la repercusión mediática que tuvo el cierre de Egunkaria. Quiero desde este blog modesto difundirla porque creo que es de justicia que se sepa que a veces los medios utilizados contra el terrorismo son arbitrarios, infundados y absolutamente inconstitucionales. No todo lo que se expresa en euskera está relacionado con ETA. Esto es lo que sostiene el auto del juez Javier Gómez Bermúdez que arremete contra el juez Juan del Olmo por no haberse acreditado en ningún caso que el diario fuera un instrumento para la comisión de delitos, ni su línea editorial o informativa respondía a la ideología de ETA, extremo que no fue en absoluto investigado cuando se procedió a su cierre. ¿De qué le servía a ETA un diario que no defendía su línea política, ni justificaba el terrorismo en ningún caso, ni servía de financiación o blanqueo del dinero de la banda?

Martxelo Otamendi, director de Egunkaria, fue desprestigiado profesionalmente, acusado por los medios de etarra y su periódico, de instrumento terrorista. La opinión pública española creyó sin lugar a dudas la acusación del Juan del Olmo que la llevó a cabo sin pruebas. Es destacable que el juez Garzón no la consideró pertinente y se negó a secundarla. ¿Cabría, ante la inconsistencia y la manipulación del asunto que afecta centralmente a la libertad de expresión por parte del juez Juan del Olmo, acusarle de prevaricación? Me gustaría que opinaran los expertos en derecho si alguno llega a este blog.

Hay un momento, que quiero recoger en el vídeo enlazado, cuando el cantante vasco Fermín Muguruza recogió un premio en Madrid en abril de 2003 y fue silbado por parte de los asistentes al hacer mención al cierre del periódico Egunkaria y la detención de sus directivos a los que dedicó el premio, en especial a Martxelo Otamendi. Estas imágenes muy breves pueden servirnos de motivo de reflexión porque, ante aquellas acusaciones que dimos por veraces, no indagamos más ni hubo una información contrastada que nos llevara a dudar de la versión judicial que implicaba que la utilización del euskera significaba mecánicamente la identificación con una banda terrorista.

Recuerdo que en mi instituto un compañero, muy identificado con el nacionalismo vasco y catalán por medios pacíficos, tenía una pegatina en su despacho sobre el caso Egunkaria. Yo no le presté atención ni me llevó a dudar de la consistencia de las acusaciones que di por ciertas. Quiero disculparme. Probablemente yo no tenía la culpa de aquella mendaz y torticera acción judicial, pero acepté la versión oficial sin cuestionarme que a veces lo que parece cierto no lo es tanto.

Disculparme y procurar a partir de ahora conocer más y apreciar en lo que vale la cultura vasca que debe ser considerada también como una riqueza maravillosa de este país tan complejo y poliédrico.

Sin embargo, el proceso contra Egunkaria todavía no ha concluido, pues cabe recurso ante el Tribunal Supremo por parte de la AVT y Dy J y todavía no se ha celebrado el segundo juicio por el asunto económico que fue desglosado de la acusación principal.

En la columna de la derecha hay una pista musical de una hermosa canción vasca que cantan Oskorri y Mikel Laboa, Aita semeak. Os animo a escucharla. Fue una canción muy estimada en mi juventud cuando llegué a pensar que la riqueza de culturas diversas hacía más denso y extraordinario este país de cuyo nombre me he olvidado, pero que tengo en mi corazón. Espero que el terrorismo algún día sea una cosa del pasado y toda esta riqueza sirva para sentirnos a gusto y orgullosos de participar de un país extraordinario, así lo siento yo.

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Dejo aquí el enlace a un artículo de JOAN MARI TORREALDAI, presidente del Consejo de Administración del diario Egunkaria. También es académico de la Lengua Vasca. Me lo ha dejado Sorel en su comentario y ciertamente merece la pena su lectura a los que quieran saber más.

Declaraciones de Martxelo Otamendi a ETB.

Entrevista a Martxelo Otamendi en Gara.

martes, 13 de abril de 2010

Catorce de abril


Hace algunos años, cuando existía el COU, un luminoso catorce de abril empecé la clase proponiéndo a los alumnos un curioso experimento. Haríamos como si creyéramos que ese día volvía a proclamarse la República. Yo desplegaría la bandera tricolor que llevaba preparada y todos nos pondríamos en pie para escuchar el himno republicano recuperando el momento mágico de aquel día de primavera de 1931. Todo era una ficción, claro estaba, pero intentaríamos vivir aquellos instantes como si fueran verdad.

Después de la clase, un grupo de unos catorce o quince, entre los que estaba David Muñoz de Estopa, salimos a dar una vuelta por el barrio trabajador de Sant Ildefons de Cornellá. Llevabamos desplegada la bandera republicana y sonando un radiocassette con el himno republicano. Observaríamos cómo reaccionaba la gente.

Propongo a los lectores que cliquen en el icono en la columna de la derecha en el que hay enlazada la versión que Miguel Fleta hizo del himno de Riego.

El experimento fue interesante. Nos dirigimos sobre todo a grupos de personas mayores que pudieran haber vivido de alguna manera el periodo republicano y que el himno y la bandera les sugiriera alguna emoción. En seguida vimos que algunos sonreían y otros nos miraban con cara de pocos amigos. Alguno incluso nos espetó que no sabíamos lo que estábamos haciendo despertando a los demonios de un tiempo terrible, o algo así.

Entramos en supermercados y allí las amas de casa no parecían entender nuestra alegría ni qué música o bandera eran aquellas, los niños de un colegio se quedaron pasmados mirándonos pero no sabían qué sentido tenía aquello. Dimos una vuelta por el barrio y sus plazas y luego volvimos al instituto Verdaguer donde recorrimos también los pasillos entre miradas cómplices o risas que se producían sugiriendo que estábamos un poco locos (o mucho).

Hoy, catorce de abril, hace 79 años que fue proclamada la II República, un régimen plenamente constitucional -pero desastroso políticamente- que fue aplastado por una rebelión armada cinco años después y tras una larga guerra de tres años fue arrojado al olvido o a la ignominia y sus defensores fueron juzgados, muchos fusilados, otros padecieron años de prisión o terribles represalias; más de doscientos mil hubieron de exiliarse y empezar otra vida.

Muchas veces me he preguntado si querría un nuevo advenimiento de un régimen republicano, me he preguntado si merecería la pena convocar un referéndum sobre la forma de estado; de iniciar, en el caso de ganar la opción republicana, un periodo constituyente para dotar al estado de una nueva constitución, nuevas elecciones, nuevos partidos, nueva ley electoral, nuevos estatutos de autonomía, referendums de posible independencia de las distintas regiones españolas, una nueva articulación del estado… Me lo he preguntado y no sé contestar. No me gusta la España actual. No me gusta su clase política, no me gusta su ley electoral mafiosa, no me gustan los caciques que han ido creciendo en las autonomías, no me gusta la derecha antipatriótica de siempre, no me gusta la izquierda entregada y falta de imaginación, no me gusta la falta de sentimientos compartidos entre todos los españoles, no me gusta la monarquía como forma de estado ni los planes de sucesión, no me gusta la pobrísima intelectualidad española actual tan distinta de la brillantez de las generaciones republicanas que precedieron a aquel catorce de abril. No me gusta la falta de fe que tenemos en nuestro futuro y en nuestra propia realidad, no me gusta que los españoles se dividan en entidades regionales que se enfrentan unas o a otras queriendo blindar competencias.

No sé si esta época, en perspectiva, será considerada como brillante y luminosa. Yo la siento mediocre, gris, patatera, anodina, resignada, mezquina, conformista, intelectualmente pobre… Pero quizás sea una visión muy negativa la mía. El tremendo y maravilloso tiempo de la transición, con todas sus luces y sus sombras, se me aparece como dotado de una especial fuerza, la fuerza que podría haber llevado a un régimen republicano pero fue imposible. Hubo que pactar entre otras cosas, sin que nadie nos preguntara nada, la forma de estado que el dictador había designado. Todo hubo que hacerlo para tener la fiesta en paz y no enfrentarse al ejército, albacea del franquismo.

No sé, sin embargo, si merecería la pena clamar de nuevo por la república. Creo que no. Pienso que los españoles tenemos pocas cosas que compartir. Si uno lee los comentarios en la prensa digital, se queda asqueado por la mala baba y el veneno que respiran muchos de derecha o de izquierda recreando un guerracivilismo atroz que causa conmoción. Parece increíble que siga vivo el mismo rescoldo que llevó a aquel enfrentamiento brutal. Quizás esta monarquía federalista sea el mayor invento de síntesis que hemos sido capaces de tejer los españoles para plasmar nuestra convivencia. Y quizás su mayor mérito es que no acaba de gustar a nadie.

Pero sí sé que el himno y la bandera republicanos son los únicos que tienen un lugar en mi corazón. No tiene mucha importancia este desahogo, pero al menos he soltado lastre y he soñado con otro tiempo con otros colores y otra música.

viernes, 9 de abril de 2010

Baltasar Garzón

Soy de la misma generación que Baltasar Garzón y crecimos viviendo el mismo ritmo de la historia española: una infancia en el franquismo bajo el silencio ominoso de una sociedad paralizada en la que falangistas nos formaban en los colegios hablándonos de la unidad de destino en lo universal y del glorioso Movimiento Nacional que había llevado a cabo la Sagrada Cruzada contra el comunismo y el separatismo. Asistimos al progresivo despertar de la sociedad española cuando llegamos a la universidad y allí participamos como espectadores o como actores de la resistencia contra la dictadura. El movimiento obrero continuó su lucha más abiertamente y el estudiantil se forjó en mil y una batallas en años convulsos y llenos de esperanzas e ilusiones. La vida del dictador caducaba y su sistema empezó a tambalearse. La izquierda liderada desde la clandestinidad por el PCE defendía la reconciliación nacional dejando atrás el espíritu de revancha contra el pasado. Santiago Carrillo en la senda del Eurocomunismo reconocía el valor de las libertades democráticas y aceptaba sus planteamientos de mayorías electorales, elecciones… Se aspiraba a un gran pacto nacional entre el PCE y fuerzas democristianas al estilo de lo propuesto en Italia con el nombre de Compromiso histórico. El pacto era olvidar el pasado para construir el presente en un país en que el ejército era franquista y extremadamente poderoso. En aquel momento –yo lo viví- no se exigía la depuración de responsabilidades ni el juicio a los torturadores al menos entre la izquierda moderada entre la que incluyo al PCE. Incluso partidos de extrema izquierda como el MCE y el PTE aceptaron el marco democrático.

A prácticamente nadie relevante políticamente en la España de 1975, el año de la muerte del dictador, se le ocurría pedir la apertura de fosas de fusilados por el franquismo en su feroz represión durante y después del guerra. Teníamos demasiado miedo al ejército para remover el pasado y la alegría de ir conquistando la libertad dejó en un último plano la revisión de la historia. ¿Fue un error? No sé, pero España dejó esta tarea pendiente de cerrar las heridas y de enjuiciamiento moral del franquismo. De hecho la transición aceptó la figura del rey impuesto por Franco. Todo por la democracia. Se consideró internacionalmente un milagro portentoso la transición española que fue hecha de forma pacífica.

Sin embargo, el pasado sangrante algún día tendría que volver. Asociaciones para la Recuperación de la Memoria Histórica pidieron amparo a Garzón para exhumar las fosas de la guerra civil. La ley de Amnistía de 1977 parecía un borrón absoluto y cuenta nueva para no enjuiciar el pasado. Pero fue en buena forma el precio que hubo que pagarse para que no hubiera un golpe militar que sin embargo estuvo a punto de triunfar el 23 de febrero de 1981. Yo fui consciente del miedo de aquellos años entre toda la sociedad y en especial en los institutos y colegios donde ejercía. Había mucho miedo. La transición fue un éxito pero exigió el olvido y los asesinados siguieron en sus fosas, hasta que Baltasar Garzón dio amparo a las asociaciones de víctimas y pidió abrir una causa general al franquismo. ¿Violó la ley de Amnistía? ¿Prevaricó? ¿O los crímenes contra la humanidad nunca deben prescribir? Los descendientes de los pelotones de ejecución falangistas se personaron en una demanda contra Garzón y el juez del Supremo Luciano Varela tomando la demanda por el lado más extremo pudo al fin vengarse de su detestado juez estrella al que le tenía ganas. En estos momentos el juez Garzón ha sido procesado y se pide su inhabilitación por veinte años por un delito gravísimo de prevaricación.

El mundo jurídico internacional y la prensa más destacada ven la maniobra política para cargarse a Garzón, un juez que enjuició a las dictaduras chilenas y argentina, que acorraló a los GAL, que ha desarmado a ETA de su soporte político y, sobre todo, recientemente ha destapado la demoledora corrupción generalizada en el Partido Popular. Demasiados enemigos y muy poderosos en especial entre la derecha y la judicatura que lo odian.

El despropósito es de tal magnitud que la sociedad española se ha polarizado y ha saltado en defensa de Baltasar Garzón. El franquismo judicial y la politización de la justicia han quedado en evidencia. El sistema político caracterizado por una ley electoral nefasta frustra el surgimiento de nuevas alternativas. Pero tengo la impresión de que esto va a traer cola. De momento la rabia y la indignación de la España progresista son mayúsculas. La derecha enfangada en la corrupción calla y espera la cabeza de Garzón. Pero esto pueda dar muchas vueltas…

Mi pregunta es ¿será Garzón el presidente de la Tercera República Española?



24Horas:entrevista a Carlos Jiménez Villarejo.

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