Acabo de entrar a una biblioteca pública. En sus cercanías había cámaras de videovigilancia, igual que en los pasadizos del metro y en los cajeros de los bancos por cuyas proximidades he pasado. Hoy mi imagen ha sido registrada en varias cámaras de seguridad, igual que cuando entro y salgo de mi centro educativo en cuyos aledaños y vestíbulo hay instaladas cámaras de control. Nadie parece dar relevancia a este hecho cotidiano, pero ayer y hoy ha habido una noticia acerca de un colega profesor de latín en el instituto El Plà de Alicante que me ha hecho considerarle una especie de héroe. El protagonista de la noticia se llama Luis Leante. Además de profesor es novelista de cierto éxito pues su novela Mira si te querré ganó el premio Alfaguara de novela 2007, otorgado por un jurado en el que estaba Mario Vargas Llosa.
Luis Leante fue detenido el pasado día tres de marzo después de ser identificado por la policía como el responsable de la desaparición de tres cámaras de seguridad instaladas en el interior del centro educativo. El citado profesor fue detenido a instancias de la directora del centro que interpuso la correspondiente denuncia. Luis Leante fue arrestado en el instituto y llevado a comisaría donde pasó cuarenta y ocho horas por negarse a confesar dónde estaban las cámaras que había arrancado. Según su mujer, no fue la gamberrada de un chiquillo, sino la muestra de hartazgo de que su imagen fuera registrada incluso en el interior de sus clases que impartía en un seminario y en cuya dirección estaba enfocada una de las citadas cámaras.
Varias decenas de alumnos del centro El Plà se han manifestado a la hora del patio con pancartas alusivas al profesor con el que se solidarizan y muestran así también su oposición a que se instalen cámaras de vigilancia en el interior del instituto con la justificación de que hay peleas en los pasillos o el valor del material que existe en las dependencias del mismo.
Detrás de esta noticia ha emergido la presunta persecución del escritor por parte de la dirección del centro y que la instalación de cámaras de seguridad no ha sido comunicada al claustro de profesores, entre los que se cuentan varios detractores de la medida, aunque sí que ha sido aprobada por el Consejo Escolar.
Esta es la noticia que me da qué pensar. Tomamos en nuestra vida diaria como normal que nuestra imagen sea grabada decenas de veces en los autobuses, en los metros, en los bancos, en las cercanías de centros oficiales, bibliotecas, aparcamientos, comercios, aeropuertos, estaciones de ferrocarril, en las calles, centros educativos... Este registro de nuestra imagen es explicada por motivos de prevención de delitos y en aras de nuestra seguridad. Surgen asimismo noticias de que el número de cámaras de seguridad están en aumento en todo el mundo. Se cuentan por decenas de millones. Sólo en la terminal 4 de Barajas hay instaladas, según he rastreado, 4500 cámaras. Nuestra rutina diaria podría ser contada por el número de cámaras que nos registran, muchas veces sin cumplir la normativa y guardadas por tiempo indefinido en los discos duros de los servicios de grabación. Para más alarma, he podido saber que muchas grabaciones de estas son colgadas en internet y a ellas es muy fácil acceder desde cualquier ordenador por cualquiera que sea un poco hábil.
¿Cuál es el límite de nuestra paranoia de seguridad? ¿Hasta dónde estaremos dispuestos a ceder nuestra intimidad con imágenes de nuestra vida para prevenir alguna vez ser objeto de un delito? ¿Terminaremos instalando cámaras de seguridad en el interior de nuestras viviendas para prevenir la violencia doméstica? ¿Para controlar la seguridad de nuestros hijos? ¿En el interior de las aulas para prevenir la violencia escolar? ¿Para controlar lo que dicen los profesores en clase? ¿Para mejorar la eficacia del sistema educativo?
¿Mi alarma es injustificada y es normal esta deriva en una sociedad poseída por el miedo? ¿Hay motivos para tanto miedo o éste es inducido para tenernos más controlados? ¿Cuál será el próximo hito en este orwelliano control de nuestras vidas que comienza en las huellas que dejamos en nuestra navegación por internet, en los perfiles que diseñamos, en las fotos que voluntariamente colgamos y que son almacenadas por los buscadores que conocen nuestras vidas por dentro al mínimo detalle. Por fuera se encargan las citadas cámaras que reconstruyen nuestros pasos casi como un entomólogo estudia el comportamiento de los insectos.
No puedo evitarlo. Siento simpatía por Luis Leante, este profesor de latín y novelista que ha arrancado tres cámaras de videovigilancia. Espero que no se retracte y que asuma orgullosamente su acto poético. Será inútil pero quizás nos haga reflexionar por unos momentos sobre el miedo que domina nuestras vidas y los que interesadamente se dedican a promoverlo. ¿Por qué? ¿Para qué?