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lunes, 14 de enero de 2008

Homenaje a Ángel González


Imaginen a un grupo de personas que comparten una pasión común: el conocimiento.

Imaginen que estas personas pueden y quieren colaborar mediante las posibilidades inmensas que nos da la tecnología utilizada creativamente.

Imaginen que varios profesores deciden compartir su admiración por un poeta que se acaba de ir. Me refiero a Ángel González al que dediqué el post anterior.

Imaginen que se abre un wiki en el que todos los que queramos podemos colgar grabaciones con nuestra propia voz recitando poemas de Ángel González. Podemos colgar nuestras grabaciones e ilustrarlo con dibujos o fotografías.

Todo esto es posible en el wiki

Como promotores de esta acción poética tenemos a Lu, Antonio, y Joselu.

Pero hay más blogs que se han hecho eco de la muerte de Ángel González.

Todas las aportaciones serán bienvenidas. A ver si en este país tenemos capacidad de compartir temas e ideas que vayan más de lo que dictan los mass media. A ver si tenemos la capacidad de compartir nuestros impulsos y creatividad.

Os animamos a participar a todos los que amáis la poesía de Ángel González y no os queréis quedar en casa.

¡Pon tu voz a sus poemas!

sábado, 12 de enero de 2008

Ángel González, in memoriam


Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinocios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida
fuerza del desaliento…

Ángel González, Áspero mundo (1956)


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Hace este año medio siglo de la publicación de Áspero mundo, primer poemario del poeta ovetense Ángel González (1925-2008), poeta a caballo entre una concepción social y un enfoque existencial de la poesía. Se le suele incluir en la generación del medio siglo, pero también por su evolución se le encuadra con otros poetas españoles de los años sesenta como Alfonso Costafreda, José A. Goytisolo, Gil de Biedma, Carlos Barral y José Caballero Bonald.

Áspero mundo (Harsh world) se opone al Acariciado mundo –sección final del libro- que constituye una isla de goce existencial en un presente absoluto. Áspero mundo es el devenir trágico al que el adulto es arrastrado, el desgaste irremisible de la vida y las circunstancias, abocado todo ello a un final trágico y de todos conocido. No hay salvación sino en nosotros y ni siquiera esto está claro. Nos quedan, eso sí las palabras que son un ancla de salvación en el mar proceloso de la existencia. Las palabras, como había dicho Celaya en Me queda la palabra, pero con un marcado acento social. El poeta es una conciencia puesta en pie que guarda, que atesora, instantes eternos que sabe reconocer y poner de relieve. El amor es la única fuerza que puede disipar las sombras del vivir.El Tú esencial es capaz de detener el tiempo en momentos de intensidad mágica. El amor es una porción de luz que hace cesar el decurso temporal.

En este poema, el poeta se distancia reflexivamente de su propio nombre, como algo circunstancial, que sobreviene a lo auténticamente esencial: un ser perdido en la existencia en el viaje milenario de la carne. Sentimiento de extrañeza ante el signo configurador de su identidad, ese Ángel González que flota a la deriva y que vive en un lugar extraño. El poeta se ve como el último resultado de la evolución de la historia, la corriente humana en que está inserto. El poeta es el detritus, fruto del dolor y del naufragio, último resto podrido, escombro inútil… que levanta sus alas sin esperanza pero con tenacidad en un camino que no lleva a ninguna parte y sin salvación posible. Es el camino áspero y doloroso de que hablaba Garcilaso. Sin embargo, el poeta, el símbolo que se yergue desolado, encuentra en su fracaso y en su desaliento una fuerza titánica que le lleva a alzarse orgulloso en su derrota. El aliento existencial, la claridad poética y la transparencia, hacen de este poema un luminoso pórtico de este canto a la dignidad humana, sin dioses, sin salvación, pero con la suficiente tozudez para mantenerse en pie por la fuerza enloquecida del desaliento.

Destacan en el poema el tono conversacional, el lenguaje sin hipérbatos que extrae de la prosa todas sus posibilidades poéticas y la antífrasis final en que culminan los versos desalentados pero llenos de luz que nos alumbra en nuestro caminar incierto. El poema no deja de estar lleno de una ironía trágica puesto que es precisamente del desaliento, del fracaso, de la derrota, de donde el hombre –vencido y huérfano- puede sacar su fuerza para resistir en la lucha más terrible sin Dios ni nada que dé un sentido a priori a la existencia. Estamos ante un existencialismo fatalista y un desasosiego presentados sin énfasis dramático, de forma coloquial y transparente. Nos sentimos identificados con el sentir desolado del poeta y participamos simbólicamente, iluminados, en su resistencia tan inútil como tenaz.

Este poema y este comentario se publicaron en el blog Palabra poética el 21 de junio de 2006. Hoy, que se ha apagado la voz del poeta, lo recupero con emoción contenida.

martes, 8 de enero de 2008

Contradicciones


Volvemos de vacaciones. Caras largas. Sniff. Segunda hora: lengua castellana. Llego con el aula de ordenadores portátiles. Tema del día para investigar: la revolución de 1968. ¡Casi cuarenta años hace ya que Daniel Cohn Bendit arengaba a los estudiantes franceses en Nanterre! Treinta días que estremecieron el mundo, emulando el libro de 1919 de John Reed. La juventud se echó a las calles gritando que debajo de los adoquines había playa, que estaba prohibido prohibir y que la imaginación debía ir al poder… Este año 2008 abundará en retrospectivas del mayo francés, de lo que supuso la ideología del placer inmediato aquí y ahora, sin espera. Quería saber qué sabían mis alumnos de aquel año. Para ello les he preparado una presentación en Power Point muy sencillita y un post en el blog de la clase. ¿Qué queda de la rebeldía del 68? ¿Qué queda de aquel estilo de vida que se difundió por todo el orbe occidental?

Mis alumnos no habían oído hablar de la guerra del Vietnam, ni de la Revolución cultural china, ni de la Primavera de Praga. Les sonaba algo eso de los hippies, la marihuana, el LSD… En parte son herederos de aquella revolución que condenaba el aburrimiento como contrarrevolucionario y también son en su mayoría adictos al consumo, al placer fácil, no fruto del esfuerzo. No son rebeldes frente a la sociedad de consumo. Sólo aspiran a integrarse en ella de la mejor forma posible.

Del 68 ha quedado esa reivindicación del sexo placentero, el uso de drogas para mantener una buena desconexión con la realidad, el alcohol, y muy poco rock and roll. No sé si hay que enterrar el mayo francés como dice Sarkozy o recordarlo como un hito en nuestra historia occidental. ¡Cuánto aprendieron los ideólogos de la publicidad para vendernos paraísos en la tierra! En buena parte todo lo que nos rodea, en cuanto a concepciones de las cosas tienen que ver con aquello. Nos gusta la aventura (sin riesgo), los mundo virtuales, los paraísos imposibles, El señor de los anillos (Había pintadas en París que rezaban “Gandalf al poder”), nos sigue seduciendo Carlos Castaneda y las leyendas de Jim Morrison, Jimmy Hendrix y Janis Joplin, todos muertos por causa de las drogas. Todavía no hemos olvidado a los Rollings ni a los Beatles, aunque a mis alumnos les cayeran un poco lejos. Somos herederos de la revolución del 68 viviendo sus consecuencias más devastadoramente conservadoras. Del "prohibido prohibir" se ha llegado a un mundo invadido de ordenanzas y reglamentos abracadabrantes, así como a una sociedad burocratizada y controlada por decenas de millones de cámaras de seguridad (para nuestra seguridad). Es una herencia contradictoria. El mundo no volverá a ser igual. Los jóvenes del 68 llevaron a las calles los sueños de los surrealistas y vanguardistas del primer tercio de siglo. Lo que entonces concibieron minorías exquisitas, se extendió entre las masas de clase media ¡Viva la juventud! ¡Viva la velocidad! James Dean dijo: “Vive deprisa, muere joven y dejarás un bonito cadáver”.

A mis alumnos les cae lejos ese espíritu de rebeldía pero el profesor todavía mira con fascinación aquella década prodigiosa en que todo era posible. Sólo bastaba imaginarlo. Aunque sabe de las terribles consecuencias que tuvo aquel conglomerado de deseos e ideas que han enriquecido a los que se declararon enemigos a muerte: a los capitalistas. Nunca los bancos han estado más cebados. Pero en cada anuncio televisivo vemos, creados por publicistas avisados, aquel recuerdo del mayo francés. Saben cuáles son nuestros sueños y nos los venden. Con perfumes, con coches, con hipotecas, con tecnología (el mundo de los videojuegos, Second Life…). El profesor concilia su devoción por los clásicos y el escepticismo, con una venada inconsciente que le pone contento cada vez que se acuerda de aquellos treinta días.

Hoy mis alumnos han estado trabajando sobre la revolución del 68. Las teclas de los ordenadores entraban en ebullición investigando y escribiendo sus comentarios. Entretanto el profesor releía el Primer manifiesto surrealista. Relee: “El hombre, soñador sin remedio, al sentirse de día en día más descontento de su sino, examina con dolor los objetos que le han enseñado a utilizar, y que ha obtenido al través de su indiferencia o de su interés, casi siempre al través de su interés, ya que ha consentido someterse al trabajo o, por lo menos no se ha negado a aprovechar las oportunidades... ¡Lo que él llama oportunidades! Cuando llega a este momento, el hombre es profundamente modesto: sabe cómo son las mujeres que ha poseído, sabe cómo fueron las risibles aventuras que emprendió, la riqueza y la pobreza nada le importan, y en este aspecto el hombre vuelve a ser como un niño recién nacido…”.

domingo, 6 de enero de 2008

Tres tizas



Tres tizas es un proyecto cooperativo en el área de Lengua Castellana de tres profesores vascos de la provincia de Bizkaia: Marcos, Gorka y Patxo, que se conocieron navegando por casualidad. Decidieron formar un equipo de trabajo, ante la carencia en el uso de los blogs educativos de lengua. Los tres ejercen su profesión en contextos educativos “complicados” (Programas de Refuerzo lingüístico, Programas de Garantía Social y un Instituto de Enseñanza Secundaria).

Su propósito es la innovación tecnológica en el área de lengua castellana entendida como “comunicación, reflexión crítica, conocimiento, creación y fuente de placer y encuentro”. El equipo tres tizas cuenta con los soportes virtuales de un blog y un wiki. El blog se actualizará tres veces por semana por parte de cada uno de los miembros del equipo y dicha actividad quedará desarrollada o ejemplificada en el wiki.

Desde Profesor en la Secundaria doy la bienvenida a este trío de ases, llenos de entusiasmo e ideas para desarrollar una asignatura de forma eficaz e interesante para los alumnos de nuestros tiempos que hacen de la tecnología una forma de estar en el mundo.

No sé qué me atrae más del proyecto. Quizás sea su garra e ilusión, pero también el hecho de que sea un "un proyecto cooperativo", que supera enfoques más individualistas. Quizás este sea el siguiente paso en la red de blogs educativos. Los tres miembros del equipo (Marcos, Gorka y Patxo) están abriendo camino y exponiendo sus actividades formativas para que todos podamos seguirlos y aprender de ellos. Los tres han sido conscientes –como expresa su wiki- “de la falta de proyectos colaborativos con entidad y actividades bien pautadas que tengan en cuenta al receptor menos experto”. Su blog y su wiki son una respuesta dinámica e imaginativa a los problemas que nos encontramos los docentes de lengua cuando tenemos que impartirla a nuestros adolescentes inquietos y difíciles de motivar.

La presentación será el próximo lunes, 8 de enero a las 13 h en su blog. Algo sencillito pero lleno de ilusión. Amigos, os seguiremos con interés y aprenderemos con vosotros.

miércoles, 2 de enero de 2008

Las benévolas


Jonathan Littell es el autor de una larga novela con estructura musical titulada, como saben, Las benévolas. Durante su lectura (mes y medio) me he visto absorbido por la historia –un largo monólogo- de un antiguo oficial de las SS, Maximilien Aue que comienza la novela en el movimiento de “tocata” dirigiéndose a nosotros para decirnos: “Hermanos hombres, dejadme que os cuente cómo ocurrió”. A partir de aquí, el narrador asume el papel de hombre normal al que le tocó vivir una porción de la historia de la que no se arrepiente en absoluto. El fue una pieza de un entramado social, político e histórico y la mayoría de los que le leemos, si hubiéramos vivido aquellas circunstancias -según Aue- , hubiéramos colaborado con lo que allí pasó.

Maximilien Aue es el eje del libro y su larga confesión, redactada con claridad, no oculta la naturaleza terrible del Holocausto especialmente en el frente ruso y polaco donde tuvieron lugar las mayores atrocidades. Hay lectores que han reconocido la dificultad de leer muchas de las páginas de este libro. Admito que la desnudez extrema de los asesinatos en masa de poblaciones enteras judías, gitanos o deficientes mentales, es un plato difícil de digerir. ¿Cómo fue posible aquello? Es la pregunta que se hace Jonathan Littell y la misma que se planteaba Primo Levi en La tregua, una vez liberado de Auschwitz. Pasaba éste de retorno a Italia por poblaciones alemanas, una vez concluida la guerra, y miraba los rostros de aquellos alemanes derrotados. Eran personas aparentemente normales. ¿Cómo pudieron haber hecho “aquello”? ¿Cómo el Nacional Socialismo llevó a un pueblo culto a semejantes extremos de brutalidad fría y terriblemente bien planificada?

Las benévolas es la disección de la personalidad de un verdugo y de una ideología. El protagonista es un jurista aficionado a la literatura y a la música. Tiene entre sus libros de cabecera El banquete de Platón, los diarios de Stendhal o La Educación sentimental de Flaubert, obras que lee durante las matanzas masivas en las que él no participa directamente. Él es un oficial de enlace pero lo observa todo desapasionadamente y haciéndose incluso preguntas sobre la naturaleza del “otro”, el que tiene en frente. En algún lugar de la novela incluso reflexiona sobre la imposibilidad de matar a un niño judío sin ver quien lo mata a sus propios hijos. El narrador no carece, pues, de conciencia moral. En otros momentos incluso, llorando, en medio de una crisis nerviosa y alta fiebre confiesa a una mujer enamorada de él –Helene- lo que están haciendo con los judíos. Esta conciencia moral es lo que más me aterra del libro porque ni aún con ella, el protagonista deserta de su colaboración con el genocidio. Tengamos en cuenta además que el protagonista es homosexual y debe ocultar cuidadosamente su tendencia en una Alemania que los perseguía como degenerados.

La novela es un análisis también del Nacional Socialismo como ideología generadora de aquello. Toda ella se ancla en el Volk, la nación o el pueblo alemán, como matriz de pertenencia de todos los alemanes arios. El Volk es soberano y en el Führer se expresa o se encarna esa soberanía. De esa soberanía deriva la ley, y un buen alemán debe obedecer las leyes y al Führer. Si a un alemán le toca –por azar del destino- ir a un campo de concentración o formar parte de un comando de aniquilación de judíos, no es por su voluntad. Su obligación es cumplir la ley y sólo el azar le convierte en “asesino” en vez de “héroe”. Algunos historiadores han visto como algo folclórico todo ese entramado nacional socialista y han querido reconocer en el comunismo una ideología más seria. Sin embargo, en la visión de Littell la ideología del Volk hunde sus raíces profundamente en la cultura alemana y ayuda a entender cómo funcionó aquello.

Los alemanes sabían. Himmler expresó claramente en sus discursos qué estaban haciendo con los judíos, pero la pertenencia al Volk les obligaba a seguir la voluntad del Führer que había declarado a los judíos como enemigos del pueblo alemán. El protagonista para justificarse hace alusión al exterminio de los indios americanos por parte de los blancos. Si ellos pudieron hacerlo, ¿por qué no nosotros?

Mil páginas de inmersión en el polo reflexivo del protagonista nos hacen asistir a sus dudas, a sus conflictos sexuales, a sus lecturas, a su devoción por la música de Bach, a sus fracasadas relaciones afectivas, a sus juergas, a sus cenas con vino de calidad, a sus relaciones de camaradería, a su sentimiento de "dolor de la vida", a sus críticas al sistema de exterminio de los judíos: él no ponía en duda que hubiera que matarlos pero sí buscaba una cierta “humanización” en los modos...La extensión de la novela hace que esas escenas terroríficas que se nos exponen, queden en buena parte diluidas por la complejidad del protagonista. El lector que persevera en la historia queda en cierta manera insensibilizado ante el horror. Supongo que ésta es una de las explicaciones de la longitud de la historia.

Recuerdo que en una exposición de fotografías sobre el Holocausto, entre las espeluznantes imágenes que contemplé, hubo una fotografía cuyo recuerdo me persigue: era una foto familiar de un Jefe de Campo, creo que era de Treblinka. Allí aparecían sus hijas junto a su mujer. Era una foto entrañable que manifestaba su amor de padre. Lo único espantoso es que aquella foto había sido tomada “allí”. Es la misma sensación que tengo ante la lectura de Las benévolas. Desde luego, está claro, la cultura no tiene nada que ver con nuestras opciones política o éticas. Se puede ser extraordinario lector y melómano y ser un torturador. Es terrible…


lunes, 31 de diciembre de 2007

La risa y la tía felisa


Fin de año. Quiero escribir mis últimas líneas cuando faltan ocho horas y media para las doce de la noche. Normalmente –me doy cuenta- soy alérgico a las transiciones anuales, pero para mi malaventura no sólo me han tocado cambios de año sino de siglo y de milenio que he intentado sobrellevar con exquisita elegancia.

Esta noche me vestiré con traje negro y pajarita. Acompañado de toda la familia de mi mujer y de mis hijas, asistiré a la ceremonia de las doce campanadas y las uvas dichosas de la suerte. Hasta los supermercados hacen negocio vendiendo las uvas envasadas en almíbar y peladas al precio de 1’90 € los dos juegos. Mi hija pequeña, a la que le encanta reírse, contará chistes y me hará sonreír lo que le pondrá contenta y dirá: he conseguido que papá se ría, lo que me pondrá colorado y me hará reír de nuevo.

Y es que la risa, igual que aguantarse las ganas de cagar con fuerza y soltarlo todo de golpe, es el mayor de los dones y el mayor de los alivios. El mundo es sombrío, pero por ello mismo nos reímos viendo las conexiones cómicas entre las cosas y el absurdo de nuestros comportamientos. La risa es una dicha, yo diría que la más preciada que existe, y a veces son los más desdichados los que más capacidad de reír tienen. Si no, que se lo pregunten a los africanos, pobres en todo lo que entendemos como posesión material en occidente, pero ricos en risa fresca y maravillosa. En donde se reúnen dos africanos inmediatamente surge la risa. No hay peor desgracia para un africano que la soledad y la tristeza. El ser humano es esencialmente social (y risueño) y le gusta contemplarse con sentido del humor.

Esta noche acudiré con gesto ligero, ligeramente divertido, a la cena familiar. Me quitaré el gesto reflexivo y concentrado que me distingue. Iré de la mano de Lucía, mi hija, y bromearé a gusto y hasta me reiré de mí mismo haciendo el tonto. Diré tonterías y todo el mundo se reirá. Se van a quedar pasmados, ya lo verán. No se lo esperan.

A todos ustedes, los que lean esto: ríanse mucho esta noche y mañana, y al otro día. La risa es ligereza y burla de lo engolado y serio. ¿No se han imaginado el Juicio Final, aquel que profetiza el Apocalipsis, libro de humor donde los haya, igual que las concentraciones de la derecha y la iglesia de estos días, reunida la humanidad toda gimiendo de miedo, pero de golpe alguien echa polvos de la risa en cantidad y todos los esqueletos salidos de las tumbas, los ángeles, los santos, las vírgenes prudentes y las necias, todos empiezan a troncharse de risa? La humanidad toda ella es una carcajada inmensa. Y Dios asiste desconcertado porque esperaba ser temido, pero por el rabillo del ojo, ve a la Virgen que empieza a reírse y a timarse con los ángeles más atractivos. Todos en el cielo se ríen menos Dios que está reflexivo y meditabundo. No entiende nada. ¿Por qué en este día de Justicia con mayúscula todos se están partiendo el culo de risa? En ese momento saltaré yo, vestido con pajarita y traje negro, fumando un cigarro como en mis buenos tiempos, y, saleroso yo, actuaré para Dios de forma que como Molière ante el rey Sol, Luis XIV, Dios se termine cogiendo la tripa de risa junto a toda la corte celestial. Tanto es así, que meándose de risa, Dios perdonará definitivamente a todos los hombres y mujeres, y los devolverá felices de nuevo al Jardín del Paraíso de donde no debieron salir. Se acabará definitivamente el llanto y vendrá la risa subversiva, lujuriosa, sensual, vibrante. Y la humanidad será definitivamente feliz.

Joselu, ¡qué tajada llevas!

¡Feliz y risueño 2008! ¡Que ni los bancos ni Dios les quiten las ganas de reír!

jueves, 27 de diciembre de 2007

Cuento de Navidad

Durante estas navidades leo –más bien devoro- dos libros a la vez: del primero hablaré un día. Se titula Las benévolas de Jonathan Littell. Es una historia turbia y siniestra aunque no carente de atractivo. El otro lo leo en algunas ocasiones, fragmento a fragmento. Un blog espléndido -El tiempo ganado- me presentó a su autor, Robert Walser, un suizo nacido en 1878. Su vida fue trasfigurada por el fracaso. Nunca buscó el éxito, y a los cincuenta años, escrita la totalidad de su obra, se apeó del mundo y fue ingresado en un manicomio. Murió durante un paseo en la nieve en 1956. Fue un hombre solitario que no tuvo nunca ninguna posesión a excepción de su paraguas y sus libros. Ni siquiera estos. Su escritura es triste. Leo la considerada una de sus mejores obras, Jakob von Gunten, cuando voy en metro a ver a Julia. Es una antigua amiga que está ingresada a sus cuarenta y nueve años en una clínica geriátrica para enfermos de larga duración. Su hígado está deshecho y su aspecto es el de una mujer de sesenta y cinco años. Tiene el húmero derecho roto, lo que le impide hacer rehabilitación para estimular las piernas que están entumecidas y sin músculo tras tres meses de ingreso hospitalario. Lleva pañal y las enfermeras han de darle de comer pues tiene el brazo derecho imposibilitado. Sus ojos están amarillentos y su piel, prematuramente envejecida. Julia, no obstante, es una de las personas más prodigiosas que he conocido. Su vida se ha paseado desde que la conozco por el filo del abismo. Me maravillan su lucidez y su generosidad. Es una criatura delicada, poseída por una extraordinaria sensibilidad y un tremendo orgullo, como el de los personajes antiheroicos y humildes de Robert Walser. Ha vivido en otra dimensión distinta a la de los personajes prosaicos que la hemos conocido. Como el autor citado, gustaba de la pasión por aquellos detalles superfluos de las cosas, esos detalles superfluos que, según la luz con que los miremos, son los principales. Escuchar a Julia me enervaba en otros tiempos por esa supefluidad enojosa con que hablaba de las cosas y las personas. Parecía hablar otro idioma todo entreverado por un tremendo dolor de corazón y un portentoso sentido del humor. En medio de las mayores desgracias, ya debatiéndose su existencia entre la vida y la muerte, no ha abdicado de su ingenio e ironía. No hay tragedias delante de ella. Cuando la vas a ver al hospital no deja de emerger un humor fresco y palpitante, aunque en algunos momentos esté a punto de llorar y te confiese que está atemorizada. Ella, allí, entre ancianas catatónicas y enfermeras crueles, se debate entre la voluntad de vivir y la abdicación que la llevaría a dejar de sufrir y desaparecer. Es dependiente en prácticamente todo y todos sabemos que si sale de aquí, habrá de ser atendida por alguien 24 horas al día. El presente es sombrío y el futuro todavía más, si es que existe para ella. No dudo, no obstante, que si algún día pudiera estar sola, volvería al alcohol, la droga más peligrosa. Pero su hígado no resistirá una nueva agresión. Se sueña bebiendo martinis y corriendo por la playa en sueños gozosos que la asaltan en medio de noches interminables. A las ancianas les apagan la luz a la siete y media de la tarde. Sólo le queda soñar, allí donde el alma es libre para desplazarse más allá de las coordenadas espacio temporales.

Su vida es un fracaso absoluto, pero algo hay en ella que la hace singular en un mundo desposeído de grandeza y de espíritu heroico. No he visto existencia más provisional que la de ella. Nunca ha tenido piso en propiedad. Nunca lo ha querido. Ha ido deambulando por una docena de domicilios desde que la conozco. No tiene ninguna posesión. Incluso su único hijo adolescente, hace un par de años que decidió trasladarse a vivir con su padre, quizás para salir del caos que ha sido la vida de Julia. Me faltan palabras para explicarla. Hace diez años que decidió aislarse del mundo y sus amigos y quedó en completa soledad a excepción de alguna visita de algún antiguo amante que iba a visitarla de mes en mes. Todo en ella ha sido, como dijo Neruda, naufragio. Nada hay, o casi nada, que la retenga aquí. Sin embargo, pocas personas he visto que hayan amado tanto la vida como ella y que ésta haya estado cargada de tanta delicadeza y espiritualidad. Ir a verla es terrible, pero tengo la impresión de que es ella la que me consuela a mí. Cuando vuelvo en metro, revivo los momentos pasados con ella y avanzo en Jakob von Gunten: “Había arrogancia en sus palabras. Y tristeza. Y la arrogancia y la tristeza armonizan siempre bien”. Esa es mi Julia, aragonesa de las montañas, a la que hay que añadirle algunas carcajadas de vez en cuando en esa espera inacabable hacia la nada. Eso sí, con las banderas de la humanidad y la sonrisa desplegadas al viento. Ha sido un placer conocerte, amiga. ¡Cómo entiendo la música de Robert Walser en esos momentos!

lunes, 24 de diciembre de 2007

¿Por qué leemos?

Robert Walser
Una vida sin libros no es necesariamente inferior. Se puede vivir perfectamente sin leer libros, sin ir a exposiciones pictóricas y sin ver buenas películas… Es más conozco a bastantes personas que lo hacen y son perfectamente felices. Es una falacia pensar que la lectura es una necesidad humana y que nos hace mejores en ningún sentido. Hay algunas personas que leen, que no pueden vivir sin leer, y otras para las que la lectura es algo enojoso y absolutamente prescindible. ¿Quién es mejor? Cada uno tiene sus pasiones. Uno puede apasionarse por el fútbol como jugador o como espectador. Otros, en cambio, se apasionan por Los hermanos Karamazov de Dostoievski.

Leer es un acto pueril. Don Quijote de la Mancha era un personaje pueril que acaba derrotado, igual que algunos personajes de Kafka o Vladimir Nabokov. Es un acto pueril porque nos instala en el mundo de la irrealidad. Tenemos vidas reales pero nos atraen vidas irreales. Es como una enfermedad del alma. Los lectores compulsivos necesitamos de la ficción, vivir otras vidas que no sean la nuestra, necesitamos alimentarnos de belleza, necesitamos trascender nuestras vidas incompletas y trasladarnos a espacios imaginarios o identificarnos con personajes que no somos nosotros mismos como si nuestra vida no estuviera completa. ¿Hay acaso mayor evidencia de que los lectores tenemos algo de niños?

Detesto esa obsesión de los ministerios de Educación y Cultura de intentar conseguir que toda la sociedad sea lectora. La lectura es una actividad minoritaria, de individuos insatisfechos y sin terminar que tienen algo de niños pues buscan en los libros la magia que les falta en sus vidas. O la magia que les lleve más allá de sus vidas. No todo el mundo tiene esa íntima necesidad. No hay ningún poder en el mundo que impida que alguien sea un lector compulsivo. He tenido alumnos de vida desdichada de quince años que devoraban a Dostoievski. Leerlo era una forma de consuelo. La mayor parte de las grandes historias que ha creado la humanidad son historias tristes o desoladoras. La gran literatura es triste. Nos vemos reflejados en esas historias y nos producen consuelo. Nos vemos desplazados de nuestro centro y llevados más allá de lo que conocemos. Nos aventuramos en otras historias que no somos nosotros mismos.

Los grandes narradores son perversos con corazón candoroso. Intentan que seamos felices. No existe otra motivación para contar o leer historias que la de intentar ser feliz, igual que en la vida cotidiana necesitamos de esos postres tan maravillosos como las natillas, el arroz con leche o el turrón. Leemos para ser felices. Poseer un libro ya es un factor de felicidad. Me gustan con tapa dura y con bellas encuadernaciones. Cuando consigo un libro –los libros hay que comprarlos de uno en uno- largo tiempo anhelado me posee una emoción especial. Me gusta que alguien pueda recomendarme libros desde su experiencia personal. Del mismo modo que me gusta hablar de ellos o escribir sobre ellos. Ahora estoy embebido en una turbia historia cuyo narrador es un personaje perverso pero su vida y sus reflexiones me son atractivas. Me siento identificado en su cotidianidad pero odio lo que su vida representa. Leer es enfrentarse en muchos casos a la ambigüedad humana, a esos seres que representan la miseria moral pero que tienen una atractiva sensibilidad. Leer es un veneno del alma porque nos acerca a laberintos y encrucijadas morales que necesitan ser resueltas.

No entiendo que leer deba ser una actividad mayoritaria. Como transición existen los bestsellers, las libros acomodaticios y fáciles que no suponen una experiencia compleja para el lector. Son géneros de éxito editorial y que se venden a millones. Satisfacen esa mayoritaria necesidad de escuchar historias atrayentes, pero que no nos amenazan. La gran literatura siempre es un riesgo y una experiencia importante. No son libros de fácil lectura por su densidad o su longitud. Muchas veces sus autores han llevado vidas desgraciadas que han dejado plasmadas en mayor o menor medida en sus obras. Algunos lectores son enfermos o niños en el fondo de su alma y están enganchados a una droga poderosa y terrible: la buena literatura. Algo perfectamente prescindible e innecesario para ser buena persona o feliz. El problema es otro pero quizás no lo sepa explicar.

martes, 18 de diciembre de 2007

Leyendo

Una clase de lectura es un espacio de silencio compartido. Los alumnos-lectores saben que tienen que traer sus libros y fallan pocos. Me asombra que la experiencia haya calado tanto en el trimestre que llevamos de práctica. Al principio cuesta conseguir el silencio. Hay varias llamadas de atención del profesor. Varios shhhhsssss imperativos, que poco a poco van haciendo desaparecer el rumor del aula. Veo a mis alumnos cautivados por la lectura. No todos por igual. Hay algunos de ellos que no traen ningún libro y se pasan la hora distraídos o cuchicheando. Hay dos focos de distorsión en la clase. Intento controlarlos con la mirada. La muchacha que lee Flores en el ático de V.C. Andrews está embebida, pero observo que silabea mientras está leyendo. No levanta la vista durante toda la hora; igual que el muchacho de origen georgiano que lleva dos meses leyendo Las uvas de la ira de Steinbeck. Se atascó durante un tiempo y ha necesitado llegar a la página 400 para que la novela le resulte absorbente. El final es inolvidable. Los hay que leen El niño con el pijama de rayas o Drácula de Bram Stocker; otro lee El juego de Ender de Orson Card. Varios están abstraídos leyendo a Stephen King, largos novelones de más de 500 páginas o a Lovecraft en su libro La habitación cerrada. La metamorfosis o El extranjero de Camus forman parte del ambiente de la clase, igual que Escupiré sobre vuestra tumba de Boris Vian.

La concentración es intensa durante cincuenta minutos. El profesor lee también una antología de Juan Ramón Jiménez. Él también tiene derecho a leer. Reflexiona mientras observa a sus alumnos. Ésta es una experiencia aprovechable. Un espacio de silencio y lectura. La próxima semana –se dice- les traeré una cinta de Bío música, esa música relajante que induce a la concentración.

Un fenómeno que se incorpora es que los alumnos traen sus propios libros de lectura, libros no recomendados por el profesor. Una alumna ha preguntado si puede leer El código Davinci. Sin pensarlo demasiado, le ha contestado que no. Bueno, leerlo, claro que puede leerlo, pero valer para la asignatura, pues no. Pero no lo tiene claro. Le duele que ese best seller pueda valer tres puntos en la evaluación. Él ha procurado que los libros leídos sean de una cierta calidad y teme las aportaciones de los alumnos, aunque a la vez eso significa que están apuntados al carro de la lectura. Otra alumna, cautivada por Flores en el ático está buscando la continuación titulada Pétalos al viento. Alguna otra se ha agenciado 97 formas de decir te quiero. El profesor teme la literatura juvenil pero entiende que ha de permitir la libre expresión de los alumnos.

Curiosamente hoy los alumnos de cuarto de ESO han contestado en el blog de la clase a un decálogo irónico que hace unos días planteaba Antonio Solano en su blog Repaso de Lengua. No les he querido explicar la intención del autor, y ellos espontáneamente le han contestado como pueden ver los lectores de mi blog. La mayoría, para mi sorpresa, defienden la lectura como una actividad convincente. Puedo aclarar que no han contestado condicionados por lo que se supone que habrían de responder. Las respuestas, plagadas de faltas de ortografía, se pueden seguir en su genuina espontaneidad. Los adolescentes con los que tratamos no suelen decir aquello que está programado. Suelen ser sinceros y más cuando el magnífico post citado no revela su intención en un primer nivel de lectura. Ellos se lo han tomado en serio y le han respondido en serio.

Creo que el objetivo de que les guste leer y que lean está siendo conseguido. El problema siguiente es cómo verbalizan su experiencia lectora. Sus palabras son escasas y torpes. Les falta –lógicamente- una formació literaria. La literatura es la pariente pobre de los planes educativos. Prácticamente se ha extinguido en esa combinación de Lengua y literatura que se estila en la ESO y Bachillerato. Me gustaría ver a estos alumnos pudiendo haber estudiado Historia de la Literatura en condiciones. Me los imagino empleando un lenguaje especializado para describir las obras que están leyendo. Toda materia estudiada se asimila cuando se adquiere un léxico apropiado. Ellos, desgraciadamente, no han tenido esa oportunidad, y el profesor ha de contentarse con su espontaneidad y sus limitados recursos. Pero estos valen su peso en oro. Hoy está contento de estos adolescentes absorbidos por el hechizo de los libros.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Sesiones de lectura dramática

Uno de los ejercicios más estimulantes de la participación de los alumnos en clase de literatura es la lectura dramatizada de algún texto teatral. Sugiero hacerlo en algunas clases en que el número no supere la quincena. En mi centro desdoblamos las clases de lengua y ello ofrece una oportunidad suculenta de poder leer algunos textos dramáticos. En cuarto de ESO hemos leído, como otros años, Bodas de sangre, y ahora estamos enfrentándonos al último acto de La casa de Bernarda Alba, ambos textos de Lorca.

Los hago colocar en disposición circular y reparto los ejemplares. Hay expectación por saber a qué personajes habrá que representar. En La casa de Bernarda Alba todos son personajes femeninos. El único personaje masculino –que no aparece pero se alude constantemente a él- es Pepe el Romano. La obra es un drama y no una tragedia. Les hago reflexionar sobre la intención de Lorca al hacer esta distinción respecto a la anterior leída y ya citada Bodas de sangre: desaparecen los personajes sobrenaturales y los coros que subrayaban la acción. Hay asimismo una voluntad de realismo fotográfico en blanco y negro. En La casa de Bernarda Alba se enfrentan poderosamente los principios de autoridad y libertad en un universo cerrado y hermético. El sexo aparece como fuerza totalizadora de la libertad humana. Adela y María Josefa se rebelan contra la tiranía de Bernarda Alba, pero la obra acaba dramáticamente y con la palabra “silencio” en boca de la madre, la misma con la que había iniciado su entrada en escena.

La lectura dura unas tres sesiones. El profesor participa leyendo las acotaciones escénicas y explica características de la estructura dramática de la obra. Es importante que se den cuenta de que están ante un texto teatral regido por la economía dramática. Todo lo que se dice en la obra tiene un sentido y subraya la intención del autor. No hay ninguna frase para rellenar.

Les explico que esta obra marca la cima del teatro lorquiano. Fue leída por Lorca a sus amigos en julio de 1936, pocos días antes del inicio de la guerra Civil, pero no fue estrenada en España hasta 1964, veintiocho años después de su escritura. Veo que esto no les asombra demasiado. Mucho me temo que hablarles de dictadura franquista es un tema tan recurrente como poco efectivo. Ellos no pueden saber qué es un régimen dictatorial y la ausencia de libertades, esas que reclaman alguna hijas de Bernarda Alba. Por ello, esta obra tardó tanto en ser representada. Parecía una alegoría de la dictadura franquista con ese terrible ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio! que imponía la protagonista del drama.

Les animo a dar énfasis a lo que están leyendo, a que no dejen caer las palabras, a que se den cuenta de lo que están diciendo. Esto es difícil en una primera lectura y cabría hacer otra segunda lectura matizando las intervenciones, pero esto ya no es posible ni todos los alumnos se implican por igual en la lectura del texto teatral. Hay quienes se dejan llevar por la desidia y la indolencia y no logran extraer las posibilidades dramáticas; otros tienen vergüenza y leen sin soltura. Pero siempre hay quien recoge el testigo y logra dar vida a la obra lorquiana. Depende de los grupos. Hay algunos que leen con vehemencia y la obra adquiere intensidad, y otros en que la lectura resulta plana y aburrida. Depende del número de chicas en el grupo. Estas son más proclives a valorar lo que están leyendo y a identificarse con el universo lorquiano.

Sin duda es una buena actividad. La próxima que leeremos será Don Juan Tenorio de José Zorrilla. Pienso que puede ser un magnífico texto dramático para continuar con nuestras sesiones de lecturas dramatizadas.

En segundo de bachillerato, estamos leyendo además El caballero de Olmedo de Lope de Vega. Es excitante ver cómo se dan cuenta de que el texto adquiere vida a pesar de estar escrito hacia 1621. Participamos de su enredo y su dramaticidad genial, riéndonos con las bromas de Tello, aunque todos sabemos que la muerte planea como un soplo gélido sobre la obra, y al final sucederá lo irreparable (aunque todo el mundo lo sabía):
Que de noche lo mataron/al caballero, la gala / de Medina, la flor de Olmedo.

No hay duda que el día que toca lectura teatral, la clase se aproxima a ser una fiesta.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Ainhoa

Ainhoa es una alumna catalana que ha euskaldunizado su nombre por su pasión hacia la cultura vasca. Estudia euskera por su propia cuenta, y una de sus mayores ilusiones es conocer el País Vasco al que admira desde la distancia.

Ainhoa es una alumna aparentemente normal que estudia primero de bachillerato de la rama del Científico. Sus notas son promedio de Excelente a lo largo de toda la ESO. Esto y su interés por la cultura, la actualidad, la historia y la literatura la hacen ser una raras avis en un instituto público de la periferia de Barcelona.

Su expediente destaca poderosamente entre todos los del instituto, pero eso no la hace ser una alumna popular. Sus compañeros la ven como extraña y anómala y más de una vez le han jugado malas pasadas y en alguna ocasión éstas han sido hechas con una profunda mala intención. De estas todavía no se ha repuesto y teme todavía que le puedan hacer más daño. Porque Ainhoa, además de inteligente, es extremadamente sensible y siente esa sensación de extrañeza y mala voluntad que concita su personalidad que no esconde su pasión por el conocimiento y en especial la ciencia.

Claro que sus agresoras han sido sancionadas por expedientes administrativos. La dirección del centro tuvo que intervenir cuando tuvieron lugar los hechos más graves; igual que conoce sus fuertes depresiones y sus frustrados intentos de suicidio por creer que sobra y que lo único que quiere es desaparecer.

Su familia le apoya. Su padre le explica que ha de procurarse un fuerte caparazón para que la mala fe de los demás no pueda dañarla, pero ella se siente como una frágil burbujita de jabón a merced del aire. Ainhoa entró en mi mundo interior cuando publiqué un blog titulado Zonas oscuras que un día hice desaparecer. Era demasiado sangrante para ser exhibido. Ella, como alumna, descubrió el enlace y fue siguiendo durante varios meses en silencio los vericuetos de mis estados de postración. Un día recibí un mensaje de ella. Claro que no ponía su nombre. No quería que me sintiera descubierto, pero su ortografía perfecta la delataba, su ortografía y su estilo depurado y claro. Ainhoa ahora publica un blog en el que da salida a su estado de tristeza y desolación. Su tono es sobrecogedor. Se siente amenazada por sus compañeros. Todo es muy sutil pero ella cree no poder más. A veces ansía desaparecer y morir. Está en tratamiento psiquiátrico pero la medicación no le hace efecto. Solamente siente el sabor químico en su boca, pero su tristeza y sus ganas de morir no se atenúan.

Su historia me recuerda demasiado La campana de cristal de Sylvia Plath, un libro lúcido y demoledor en que relata sus años de depresión. Intento –en mis comentarios-animarla como puedo pero no puedo protegerla de esa conjura de los necios que ven en el que destaca un enemigo a batir, a destruir si es posible. Le hablo de hermosos libros que pueden ayudarla como El hombre en busca de sentido del psicólogo austriaco Víctor E. Frankl. Siempre hay sol por encima de las nubes, le digo. El problema de la vida humana es que hemos de dotarla de sentido, hemos de encontrar un motivo para el que vivir. Pero me temo que mis intentos bienintencionados le queden lejos cuando siente dentro de sí esa angustia profunda que le oprime el pecho y le hace ansiar dejar de vivir. Entre tanto sus compañeros que ignoran su fragilidad y la creen indestructible, la hieren tanto como pueden, se burlan de ella, la desprecian… Todo sería una anécdota más de las llamadas relaciones problemáticas en un centro de enseñanza público, a no ser porque hoy desde aquí podemos contemplar los intentos de supervivencia y de ser feliz de alguien cuyo único problema es su inteligencia y su sensibilidad extrema. Si fuera más intrascendente, si fuera menos lúcida, si se acoplara más a esa medianía que desprecia la cultura y ama la incultura de masas, si sintiera menos… probablemente podría soportar mejor su diferencia.

Cuando me cruzo con ella por los pasillos le sonrío. Ella también me sonríe. Nadie sabe de nuestra comunicación. Sigo cada día la evolución de su blog. Hay en él una llamada de auxilio y un intento de encontrar personas que puedan dialogar con ella para salir de esa ominosa soledad en que se encuentra. Una de sus amigas más directas ha dejado el instituto porque se cree también puesta en el punto de mira de sus compañeros por ser diferente también aunque por otros motivos.

Asisto a la situación y no puedo entender cómo los necios son tantos y tan poderosos, cómo alguien que tiene una poderosa inteligencia pueda a la vez ser tan frágil y quebradizo. Me pregunto cómo ayudar a alguien a conservar el deseo de vivir en medio de tanta consternación.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Memorias

Cuando yo estudié no existía la secundaria. A los diez años se iniciaba el Bachillerato lo que suponía un cambio sustancial respecto a los anteriores estudios. De hecho a los nueve cursé el Ingreso tras dos años en primaria. Se nos suponía adultos a la edad que habíamos hecho la Primera Comunión. El bachillerato iniciaba un periplo de seis años más un curso más de Orientación Universitaria. Son historias de otros tiempos en los que la madurez se presuponía. Claro si a los doce años se podía trabajar, a los doce años se podía cursar un sistema duro y exigente, casi sádico, al menos en el colegio religioso donde yo estuve nueve largos años, desde los siete a los dieciséis.

Teníamos profesores de todo tipo: curas frustrados que acabaron siendo miembros de ETA, curas que indagaban en nuestras inquietudes sexuales y nos reunían a los elegidos para enterarse de qué sabíamos de la vida; profesores laicos que nos golpeaban en los dedos salvajemente por no sabernos la lección de Trigonometría; otros nos castigaban por tener las manos debajo de la mesa porque eso era indicio de que nos tocábamos la minina; otros se sacaban pelotillas de la nariz y nos las arrojaban al foro de la clase mediante un pasagonzalo. Eran tardes interminables en que sólo deseabas que no te preguntaran para no exponerte a los sarcasmos habituales del profesor. Al final del día el cura tutor venía y nos hacía rezar el rosario entero. De seis a seis y media de la tarde rezábamos los misterios gloriosos, dolorosos o gozosos con su letanía correspodiente. Teníamos que dedicar cada misterio por una intención: por los enfermos, por los ateos, por los que sufren en el mundo… No discutíamos la autoridad. El ambiente entre nosotros era como el que recibíamos de nuestros superiores: sádico. El débil era machacado. La ley que imperaba era la de la supervivencia. Hubo gente que pasó por aquel sistema, que tienen mi edad, y que no fueron dañados por él. Paloma Díaz Mas, la autora de El sueño de Venecia, recuerda con interés aquellos años y considera que el rezo de las letanías y el rosario le facilitó el aprendizaje del ritmo poético, igual que la práctica de los ejercicios de San Ignacio le ayudó a entender la mística en la comprensión de que todo es efímero y que nuestra alma se desase del cuerpo para unirse con la divinidad. Yo no recuerdo eso, pero sí tardes esperando ante el confesionario para contar al reverendo padre tus pecados. Mentías como un bellaco en la capilla de la escuela. Te parecía tétrica y siniestra, pero te faltaban elementos teóricos para ser capaz de juzgar aquello.

Cuando llegaste a cuarto de bachiller (13 años) –antes de la reválida- cursaste con un bondadoso cura la asignatura de Literatura. Llevabas un grueso libro que te hablaba de los autores de la Literatura Universal. De aquella asignatura te quedó un conocimiento general de los clásicos griegos y latinos, así como de los humanistas italianos para llegar a los realistas del XIX. No recuerdas que te hablaran del grupo poético de 1927. En aquel momento todavía no era en la enseñanza un referente. Tuviste que esperar a cursar Lengua en COU, en una academia privada, para enterarte de que habían existido García Lorca o Vicente Aleixandre o Miguel Hernández. A los once, doce y trece años cursabas latín de forma obligatoria lo que te obligaba junto al conocimiento de la sintaxis y la morfología de la lengua a penetrar en el conocimiento de las estructuras lingüísticas… No discutías, sólo acatabas lo que en aquel momento era la realidad imperante. Te pegaban, pero a ti no se te ocurría ir a casa a contarlo porque entonces te hubieran golpeado más en casa y en el colegio. Aquello era sumisión absoluta ante la autoridad. Desde entonces detestas a los curas y odias la enseñanza religiosa. Años después terminaste siendo profesor en la misma orden en que tú habías estudiado. Fue un curso en los Maristas de Paseo San Juan en Barcelona. Tú habías estudiado en Zaragoza, una ciudad de curas y militares. Evocas tu infancia paseando por el Paseo de Independencia y la calle Alfonso de Zaragoza cuando salías de aquel colegio agresivo y autoritario. Era ya de noche. Vivía Franco y la autoridad era intocable.

Cuando llegaste a la universidad, ésta ardía en movimientos revolucionarios. Leíste a Erich Fromm, a Roger Garaudy, a Teilhard de Chardin, a Samuel Beckett, a Sartre, a Camus, a Alfonso Sastre, a Cortazar, a Juan Goytisolo y te salió el rebelde que llevaba dentro. Te uniste a los partidos de izquierda revolucionaria. Sentiste el deber de cambiar el mundo. De modo que cuando llegaste a la enseñanza como profesor entendiste que tu obligación era transformar el mundo con tus clases. ¡Cómo te lo creías! Disfrutabas introduciendo a tus alumnos en estéticas nuevas y dándoles a conocer la novela negra norteamericana o el Nuevo periodismo representado por Charles Bukowski y Tom Wolfe. La lectura de La Celestina era un ejercicio de reivindicación del cuerpo y del placer. Entonces tenías un discurso rebelde y tus alumnos te escuchaban. Venías de una enseñanza represiva y tenías la oportunidad de cambiar el mundo con la literatura. ¡Qué maravilloso panorama cuando veías a tus alumnos ansiosos de ideas o nuevos sentimientos!

sábado, 8 de diciembre de 2007

miércoles, 5 de diciembre de 2007

El informe PISA


Estos días han aparecido los datos del informe PISA (Programme for Internacional Student Assessment) en los que se valoran los resultados de las pruebas en Ciencias, Matemáticas y Lectura de los países de la OCDE y asociados. En ellos han participado diez comunidades autónomas españolas entre las que se han detectado unas diferencias enormes destacando La Rioja y Castilla-León, País Vasco, Asturias y Aragón en los resultados positivos y Andalucía y Cataluña en los negativos. Como yo vivo y trabajo en esta última comunidad autónoma me siento especialmente afectado por estas cifras en especial a lo que hace de la Comprensión Lectora cuyos resultados globales han sido 31 puntos por debajo del promedio de OCDE. Nuestros alumnos no entienden lo que leen y ello afecta a todas las materias.

Los docentes estamos acostumbrados a ello. Soy profesor de Lengua Castellana de cuarto de ESO (A y B) y tercero de ESO (Grupo D de ritmo lento o lo que es lo mismo de adaptación curricular). No hablo de estos últimos cuyos problemas de comprensión son muy graves y hace que a la hora de evaluarlos nos fijemos más en los procedimientos, la actitud y hábitos de trabajo diario… Me estoy refiriendo a dos cursos de nivel normal que están en la etapa en que se decidirá si van o no a promocionar la ESO. Pues bien, el profesor constata que sistemáticamente mis alumnos no entienden las preguntas que supongan una cierta elaboración intelectual o algo que les exija relacionar y comparar datos o efectuar un resumen lo que supone una clara comprensión de lo leído. Mis alumnos no entienden las preguntas sencillas que aparecen en los libros de texto. Les encantan, en cambio, las cuestiones mecánicas en que tienen que buscar datos en un texto (Cómo se llama el protagonista, cuántos hijos tiene, adónde va por la mañana…). Mis alumnos no están acostumbrados a interpretar lo que leen, no están habituados a pensar y se les ve pesarosos y perdidos cuando el profesor les interroga sobre algo a lo que han de encontrarle un sentido.

Como soy profesor, me veo implicado, y si se me pregunta cuáles son las raíces de este mal tan extendido incluso entre alumnos de un hipotético buen nivel, mucho me temo que viene de muy atrás, en un modo de entender la enseñanza de la lengua desde la primaria. Se suele incurrir en dar mucha importancia a temas de morfología y sintaxis cuya utilidad es muy relativa, y se trabaja muy poco la gramática del texto y la comprensión lectora cuyos primeros pasos deben darse en los cursos de primaria en que los niños aprenden a leer. No basta con decodificar letras, sílabas y palabras en una lectura más o menos fluida. (Hay dificultades lectoras muy graves a los quince o dieciséis años que explicarían una deficiencia básica para entender lo que se lee). Hay que interpretar lo que se lee, hay que acostumbrarles desde pequeños a que contesten preguntas hábiles e inteligentes sobre lo que han leído. Es una mecánica que hay que ir desarrollando progresivamente. Hay que acostumbrarlos a pensar. Esto supone un método de aprendizaje. Mucho me temo que en todo nuestro sistema de enseñanza se les enseña cuestiones poco menos que inútiles (mandan las editoriales que interpretan las directrices de los Ministerios de Educación) y se les enseña bien poco a reflexionar sobre lo que leen. Prima lo mecánico y los profesores se dejan llevar por la comodidad de ir pasando de temas que no son asimilados y luego se hace una evaluación light sobre lo aprendido que no ponga en cuestión la comodidad del profesor. Y el profesor se siente a partir de cierto momento incómodo planteándoles preguntas cuyo sentido a los alumnos les parece arcano. Es toda una filosofía de la enseñanza de la lengua la que está puesta en cuestión y que choca con costumbres bien arraigadas entre el profesorado y las universidades que lo forman.

A todo esto se une una clara concepción lúdica de la enseñanza que nos han inyectado desde la aprobación de la LOGSE. Las clases han de ser divertidas. Aprender es el menor de los objetivos. Los alumnos a estas alturas quieren pasárselo bien y no pensar, así como aprobar de forma mecánica sin demasiado esfuerzo. Pero ellos no son los únicos culpables. Es toda una filosofía de la enseñanza la que se ha impuesto desde hace quince años y que se une a una tradición poco centrada en el texto y su comprensión. El problema es que el sistema hace aguas por todos los lados y ahora se nos pide resultados. Hemos de divertirlos, hacerles amenas las clases y “enseñarles”, pero nuestros alumnos se han acostumbrado demasiado a la relajación, a la ley del mínimo esfuerzo, a la indisciplina, al juego, a la banalidad, e inculcarles otros hábitos es más que complicado. Tan complicado como enseñar a los docentes de lengua que hay otro modo de impartir la asignatura que no preste tanta atención a los complementos directos o a la naturaleza del pronombre. La clave esta en el análisis y comentario de textos y en la composición de los mismos respetando unas reglas de orden y jerarquía. Tarea nada fácil a estas alturas.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Bradomín


En la comunidad autónoma de Cataluña se imparten clases por la tarde en la ESO, a diferencia de muchas otras comunidades en que el horario es sólo de mañana. Son clases pesadas y en las que el aprovechamiento no es el ideal. Los alumnos llegan con la modorra de la tarde y cuesta motivarles. Especialmente si la materia a explicar es Historia de la Literatura, una asignatura que gustaba mucho hace años pero que hoy día les resulta tediosa y desagradable por la abundancia de explicación teórica que necesita.

En la tarde del jueves tenemos clase de tres a cuatro. Los 30 alumnos entran y se sientan. Cuesta comenzar la clase. Están muy agitados y el bullicio domina en los primeros diez minutos, hasta que el profesor se pone serio y les pide imperativamente que se vayan tranquilizando y se pongan en disposición de trabajar. No son conflictivos los alumnos de cuarto; si acaso muy perezosos a la hora de ponerse a estudiar y elaborar la materia explicada. Pero les gusta escuchar si uno consigue metérselos en el bolsillo. Hoy el tema no era sencillo. Tocaba el Modernismo y la crisis de final de siglo. El profesor intenta llevarles a esos años de transformación de las sociedades europeas (1890- 1914) y a las nuevas concepciones del arte y la literatura. La clave es que los modernistas, bohemios y rebeldes, eran esteticistas: buscaban una belleza no burguesa y se evadían de su tiempo al que consideraban vulgar y adocenado para proyectarse en otras épocas y espacios geográficos. De ahí, el exotismo, el orientalismo, las evocaciones refinadas de la Europa del Renacimiento o los mundos idealizados con princesas, palacios, cisnes… El profesor les habla de la vida bohemia de estos artistas, de las drogas que utilizaban para inspirarse. Escucho comentarios que afirman que así cualquiera crea. El profesor se ve obligado a meter una cuña en contra de las drogas en el periodo de la adolescencia, pero reconoce la importancia que pudieron tener en cierta concepción maldita de la literatura.

Luego hablamos de las corrientes que nutrieron el Modernismo como fueron el Simbolismo y el Parnasianismo. Hablamos de los símbolos, elementos visibles, que hacen referencia a realidades invisibles, en un mundo que está más allá de las apariencias. ¿Artistas modernistas españoles? Pues claro, muy influidos por Rubén Darío y los simbolistas fueron Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez y Ramón María del Valle Inclán. De Machado hablaremos largo y tendido pues este año también iremos a Collioure y prepararemos la visita a su tumba. Introduzco al ínclito Valle Inclán, uno de mis artistas más estimados. Les cito las famosas Sonatas –claro nombre musical por la importancia que daban los modernistas a la musicalidad-. Las Sonatas de primavera, de estío, de otoño y de invierno, que se corresponden con diferentes fases de la vida. El protagonista –les digo- es el marqués de Bradomín, un personaje único: “feo, católico y sentimental” que es un gran seductor a pesar de su fealdad, porque a las mujeres lo que las seduce, más que la belleza física, son las palabras. Hago referencia a las palabras de un blog de un muchacho colombiano de la clase del que reproduzco sus ideas. El marqués de Bradomín, en la Sonata de estío, llega a México –les explico- y en el barco que les lleva a Yucatán se encuentra a una mujer exótica y atractiva: la niña Chole, india exuberante, que inmediatamente atrae a nuestro personaje central. La niña Chole va acompañada de sus servidores y viaja para reunirse con su marido, el general Diego Bermúdez. La belleza perversa de la muchacha maya enloquece a nuestro marqués que se propone seducirla. En un momento cuando ella está montando a caballo le pide ella que le calce la espuela. Él coge delicadamente su pie –parte erótica donde las haya- y lo besa apasionadamente. El seguidor de las artes amatorias de Ovidio, el divino marqués, antes le había dicho que los españoles se dividían en dos grandes bandos: Uno, el Marqués de Bradomín, y en el otro, todos los demás. “La niña Chole me miró risueña”: - Cuánta jactancia, señor”.

Camino de Veracruz, el marqués y la niña Chole reposan en un convento. Les acogen gentilmente las monjas, y allí en una celda Bradomín la hará su esposa en una noche mágica. Entonces expliqué que el marqués le había hecho el amor ocho veces… En realidad son siete- número arcano-: “Mis manos, distraídas y doctorales, comenzaron a desflorar sus senos. Ella, suspirando, entornó los ojos, y celebramos nuestras bodas con siete copiosos sacrificios que ofrecimos a los dioses como el triunfo de la vida”. En aquel momento se produjo una conmoción en clase y se alzó un murmullo que duró un par de minutos. Hubo vivas al marqués y entonces supe que Bradomín se había unido a su educación sentimental. Algunos blogs de los alumnos se hicieron eco de la explicación. Todo lo que desarrollé después no tuvo ya importancia. Varios alumnos me preguntaron si podían leerse las Sonatas. Yo, encantado, les dije que valoraría adecuadamente la lectura de esas obras modernistas, que además son cortas y de fácil comprensión. A veces el acercamiento a la literatura ha de ser forzosamente tramposo y ha de tender celadas a los potenciales lectores. Así acabó aquella tarde de noviembre en que habíamos tenido como personaje invitado al marqués de Bradomín, el alter ego de Valle. Creo que no lo olvidarán.

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