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lunes, 31 de diciembre de 2018

Argonautas antes del sueño




Por la noche, cuando estamos acostados, escuchando el viento que zumba en los árboles sin color, ignoramos cómo nos dormimos, pero nos dormimos, ¿no es cierto?

Este es un pensamiento que he recogido de un blog amigo y que expresa la cosmovisión de los indios crow. Me ha seducido su simplicidad y a la vez su complejidad. Intentaré explicar por qué.

Cuando uno da fin al día, apaga la luz, y se enrosca junto al cuerpo amado, tiene tiempo de oír el viento de la existencia durante un tiempo muy especial que es la transición entre el mundo de los relieves y el de los huecos. El viento zumba, la experiencia agitada del día está en mi mente, la recorro, cada día es inmenso por mínimo que parezca. No hay día insignificante o carente de ley. La vida fluye majestuosa por nuestras venas, el devenir, sea gozoso o doloroso, nos alumbra.  Cada trazo vital, cada fragmento, cada situación que vivimos, por gris que parezca, contiene la esencia de la eternidad… Solo hay que ser capaz de observar para advertir que no hay nada que no sea denso aun en la más ligera de las perspectivas. Hoy, por ejemplo, he contemplado el mar y he hundido mis botas en la arena, he paseado por el pueblo que ya no existe sino en la imaginación y me he sentado a tomar una cerveza considerando, en la foto que me he hecho, el paso del tiempo en mi piel quemada por el sol. Soy, estoy aquí. Todavía existo. Mis pies me llevan por arenas imprevistas. El sol alienta mi ser. Y el mar es contemplado con ojos que evocan al del poeta de Calafell. Luego escribo intentando reabrir el momento que  no necesariamente fue dichoso. La dicha no es condición esencial del vivir. Vivir es algo carente de sabor y de olor, carece de núcleo, es neutro, como la máscara del teatro, pero que es capaz de expresar cualquier emoción. No necesitamos gozar para ser plenos. No es necesaria una vida divertida para ser feliz. Solo es necesario ser consciente de que cada grano de arena en el reloj de nuestra vida es preciso y significativo. Y por la noche, junto al cuerpo amado, lejos de la literatura, del iPad, del teléfono móvil, y escuchando como un argonauta en lejanos mares o como indio en las praderas, el viento, su zumbido, nos adentramos en el territorio del sueño, nos dormimos, ignoramos cómo, pero nos dormimos y nos perdemos en geometrías desconocidas, en relatos diversos a los del día, sintiendo que la vida es algo más que sorprendente: es una ocasión única para aprender y tomar conciencia de nuestra dimensión entre poética y onírica. Somos artistas, solo hay que descubrirlo y oír el zumbido del viento en esa transición mágica antes de que nos durmamos sin saber cómo…

domingo, 23 de diciembre de 2018

La tecnología y los niños



Todos hemos leído que los hijos de los popes de GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon) llevan a sus hijos a escuelas donde no hay tecnología y que procuran aislarlos de contactos con ella hasta determinada edad. Luego a los once o doce años comienzan a relacionarse con ella de modo natural. Cuando lo supe me hizo pensar sobre las consecuencias de la inmersión a temprana edad en las pantallitas de los móviles o los iPads, algo que se ve por todas partes. Tengo compañeros de trabajo, sensibles y cultos, que dieron el Iphone a alguno de sus sobrinos desde que tenía un año o un amigo vasco que facilitó a sus hijos desde parecida edad un ipad. Al cabo de cinco años se quejaba de que su hija no podía estar sin el iPad a toda hora y que apenas jugaba con juegos tradicionales. Esto es consecuencia de una cultura optimista e ingenua acerca de la tecnología que abundó en el comienzo de la década con la eclosión de los smartphones y la interactividad de las redes de profesores que creyeron que se abría un nuevo mundo de relación en red que superaría y sobrepasaría la era de Gutenberg. Hoy, ya acabando la década, ya no somos tan ingenuos y empezamos a advertir  los efectos muy negativos que está teniendo la extensión de la tecnología en la vida corriente de las personas y el control que  termina por tener esta sobre nuestro cerebro que está mutando de modo acelerado.

Y ¿qué decir de las redes sociales, donde nuestros hijos reciben su dosis de autoestima por los likes que tienen sus fotos en Instagram? En muchos sentidos su autovaloración depende de ellos. Hay un episodio en esa inquietante serie que es Black Mirror donde hay una sociedad en la que el valor de las personas depende del algoritmo de aceptación social que tiene cada individuo lo que le determina laboral y socialmente, limitando sus posibilidades si es reducido. Algo así ya se ha implantado en China donde cada ciudadano tiene un número que evalúa centenares o miles de ítems donde se resume su vida como tal. Si el número es bajo, no tiene derecho a determinados bienes o servicios o privilegios que solo son accesibles a los que tienen un algoritmo positivo.

Solo hay que ver cualquier situación en el metro o autobús, en restaurantes, en reuniones de amigos, la mayoría pendientes del móvil. En algún sentido es angustiosa esta forma de vivir absortos en pantallitas interactivas fascinantes pero terriblemente limitadoras de otros ámbitos de la vida. Ha cambiado nuestro cerebro y un estudio noruego estima que el CI ha disminuido en los últimos veinte años entre los jóvenes noruegos en un macroestudio sobre las capacidades reales de estos comparados con los de hace décadas. En mi vida como profesor tuve ocasión de comprobar la disminución drástica de los niveles de concentración en las clases, de razonamiento intelectual y lo más terrible, la depauperada capacidad de expresión, cada vez más pobre, de los alumnos respecto a los que había tenido en la década de los ochenta, noventa o comienzos de siglo. Ya no digamos, la capacidad de comprender textos de alguna complejidad y densidad. La tecnología habitúa a que con un clic se accede inmediatamente a todo, lo que nos hace más impacientes y, como estamos viendo, más intransigentes y llenos de ira. No soportamos la demora en la satisfacción y aumenta nuestro nivel de frustración ante la realidad. Hace unos días escribía que estábamos en la era del resentimiento que aumentaba igual que la intolerancia y el fanatismo político por la extrema simplificación con la que juzgamos las cosas. La era de los populismos y la agresividad no es ajena a la introducción de la tecnología representada por las redes sociales, los bots, la distribución de fake news…

No voy a ser tan inocente como para pensar que esto tiene vuelta atrás, es inexorable y esto no ha hecho sino empezar. Los algoritmos nos terminarán conociendo mejor que nosotros mismos y la idea de libertad puede estar en grave cuestionamiento.

Solo sugeriría algo y es que los que tengan la posibilidad, que retrasen la introducción de las pantallitas en los niños. Nada hay más triste que un niño de dos años embebido en la pantalla de un móvil como acostumbro a ver por todos lados. Les estamos privando de su niñez. Aunque ayer hablaba con mi mujer y me decía ella que eso es imposible, que los niños ven a sus padres y adultos metidos en el móvil y que eso les reclamaba de modo perentorio. Yo aducía que la élite tecnológica lo hacía y era por algo, pero no logré convencerla de que fuera posible. Me temo que tenía razón.

martes, 18 de diciembre de 2018

El feminismo y el MGTOW


Son tiempos en que el feminismo ha cobrado una fuerza sorprendente en el mundo occidental. Se ha consagrado como una ideología predominante en la orientación política de nuestras sociedades y ha emergido como una fuerza determinante en el modo de concebir nuestra realidad de género en la que las mujeres se ven sometidas al poder de los machos en muchos ámbitos como ha evidenciado el movimiento Me Too en el mundo del cine que ha supuesto el procesamiento y el cuestionamiento de muchos hombres todopoderosos hasta no hace mucho. Es la palabra de las mujeres la que condena a hombres por abusos de todo tipo. Simplemente un I believe you! es suficiente para dar crédito al testimonio de cualquier mujer que se vea abrumada por el poder masculino, el heteropatriarcado, que ha creado una sociedad en función de los hombres y la mujer es una especie de complemento o adorno al que no se le da el valor que tiene frente a los machos que son siempre los que quedan en el lugar evidente y notorio. Estos son ahora cuestionados en muchas de sus facetas, y las leyes se adecuan a esta nueva visión que considera a la mujer siempre víctima del heteropatriarcado. Los jueces dan la razón a la mujer, y la custodia de los hijos, se quedan con el piso en común y el hombre se queda fuera. Cualquier acusación contra un hombre lo pone contra las cuerdas y no se le concede el valor constitucional de presunción de inocencia mientras no se demuestre lo contrario. Las mujeres se empoderan y se ve el lenguaje como ideología de género y se quiere transformar para que sea inclusivo aunque sea en contra de la sintaxis y la coherencia de la lengua, que se presupone esencialmente machista. 

Paralelamente a esto, el hombre, el varón, está en crisis, y muchos empiezan a sentirse desprotegidos ante el creciente poder de las mujeres que los convierten en sospechosos y culpables sin juicio de por medio. Se enjuicia toda la literatura del pasado y no hay autor que no sea considerado como ejemplo de heteropatriarcado y se condena a autores hasta ahora considerados como geniales y sobresalientes. 

La ideología de género está creando una gran transformación de la sociedad a muchos niveles, pero también una fuerte depresión en el modo de sentir de los hombres que se ven reos de crímenes sin necesidad de pruebas. Ser hombre es ya de por sí sospechoso, y los más sospechosos son los que se muestran como solidarios de las mujeres y empiezan a decir “nosotras” en una reunión cuando hay tanto mujeres como hombres. Las falsas solidaridades son también sospechosas. 

Sin embargo, por el otro lado surge otra ideología de género enfrentada al feminismo, me refiero al movimiento MGTOW (MAN GO TO OWN WAY) detestado por las feministas porque se plantea lisa y llanamente “pasar” de las mujeres y reforzar la masculinidad, entendiendo que los hombres son educados por las mujeres para satisfacerlas, para conseguir su aprobación, y se crea inconscientemente la imagen del hombre protector que termina totalmente dominado por el universo femenino que no está –ni lo ha estado nunca- tan indefenso como se supone. Las mujeres –dicen los MGTOW- gobiernan el mundo en la sombra. Ellas son las que eligen, dominando a los hombres por el sexo, por su deseo de ellas, y los llevan a aparearse, crear una relación estable, luego una familia, y el hombre termina trabajando para ellas y para sus intereses. Y cuando no interesa es desechado y abandonado. Las mujeres eligen a los hombres por su situación económica y se plantean, sea como sea su hombre, cambiarlos, transformarlos para que se adapten a sus intereses. El hombre en el fondo es débil y frágil, y su fragilidad se pone en evidencia en la pareja en la que domina la mujer puesto que es la que domina la relación sexual. En todo hogar hay un miembro predominante y no es precisamente el hombre que se ve subsumido y se pasa la vida trabajando para obtener la aprobación de su mujer. 

Sin embargo, con la crisis de la natalidad –su descenso hasta el crecimiento negativo- hace que la pareja ya no sea un reducto donde haya el proyecto de tener hijos. Esto ya no es mayoritario. Por otro lado, la inestabilidad de la pareja y la ruptura de la mayor parte de las relaciones que se inician al cabo de unos años, hace que la convivencia hasta que la muerte nos separe es un mito en muchos casos. 

¿Es extraño que haya movimientos de hombres –surgidos en los países anglosajones- que se planteen una perspectiva masculina del mundo que no dependa de las mujeres ni de su poder, considerado humillante? ¿Que se planteen vivir solos como hombres sin depender de las mujeres a las que se evitaría? ¿Que vivan el sexo mediante relaciones esporádicas sin compromiso, con prostitutas a las que se sabe qué se les está pagando o con muñecas de silicona, ya algunas con inteligencia artificial?

En una de las peores distopías que uno pueda imaginar, se abre la escenografía de un mundo con hombres y mujeres separados, cada uno viviendo su propia ideología de género al margen del otro sexo y apenas reproduciéndose porque los hijos, sea por deterioro del material procreador, el semen, o por la propia crisis de la relación entre hombres y mujeres, la haga difícil o imposible. 

Hay una película de Alfonso Cuarón que se titula Hijos de los hombres, es una distopía muy alarmante de un mundo donde no hay niños y hay un permanente estado de guerra civil con la presencia de inmigrantes como sensación amenazadora. 

lunes, 10 de diciembre de 2018

La edad del resentimiento


Uno de los ensayos más esclarecedores que he leído hace un par de años, cuando fue publicado, es La edad de la ira del pensador indio Pancaj Mishra. En él, publicado tras la victoria de Trump en Estados Unidos y el referéndum del Brexit en el Reino Unido, se sostiene que las sociedades mundiales, de este a oeste, de norte a sur, están electrizadas por el sentimiento de ira contra los poderes establecidos, contra grupos sociales que se consideran antitéticos, contra la mundialización y el poder ilimitado del capitalismo, contra ideologías y movimientos que se perciben como amenazadores... Y así desde la India a Rusia, desde Argentina a Brasil donde ha triunfado un populista como Bolsonaro, desde Italia a Suecia, desde Cataluña a Andalucía, desde el Brexit inglés, surge inquietante un intenso resentimiento que desdeña los partidos tradicionales y apela a unos viscerales factores emocionales incontrolables que son el resentimiento y el miedo que son amplificados por las redes sociales de un modo devastador. El enemigo puede ser el capitalismo internacional, los bancos, las élites financieras, la desigualdad y la fragilidad de los más humildes, la inmigración masiva que se percibe como amenazadora, la penetración del islamismo en occidente, el machismo y la sociedad heteropatriarcal, la política establecida que se ve unida a los poderes fácticos, el fascismo que se percibe redivivo, el comunismo que renace de sus cenizas, el estado de Israel, la política americana… Este estado emocional surge impetuoso en forma de opciones políticas que expresan este resentimiento contra el poder -y la desigualdad- y erige líderes antipolíticos que hubieran sido inimaginables años antes de la crisis de 2008 en que el mundo era mucho más manejable a nivel político. 

Leo dos artículos en El País de estos días, uno de Daniel Innerarity, titulado Las voces de la ira, y otro de Javier MaríasFomento del resentimiento. Ambos desde reflexiones concomitantes dan cuenta del mismo fenómeno que hemos señalado. Nos sentimos amenazados y reaccionamos visceralmente, prescindiendo de los cauces de intermediación que establece la democracia, y, por otro lado, Javier Marías habla de ese rencor que se cultiva en unos contra otros y que es alimentado por una cultura del resentimiento. Así vemos en Francia, la revuelta de los chalecos amarillos que comenzó con una protesta contra el alza del precio del diésel que castiga a los trabajadores que dependen de sus vehículos para ir a trabajar en la Francia rural, y que se ha convertido en medio de la expresión de una ira agazapada contra el sistema político y financiero que hace sentir a la gente normal como excluida y olvidada en uno de los estados más proteccionistas del mundo, así como una rabia latente contra el presidente francés al que se ve como prepotente y altivo. El movimiento de los chalecos amarillos no sigue procedimientos democráticos pues Macron ha sido elegido democráticamente y se le está intentando hundir por todos los medios sin elecciones ni recursos propios del sistema representativo. 

En Andalucía acaba de hacer eclosión un estado de ánimo que ha alumbrado a Vox con una fuerza inesperada. Los calificativos que se le han dedicado no hacen retroceder a sus partidarios y el partido reconoce que está recibiendo mil afiliaciones diariamente que no respetan los sesudos análisis de los partidos institucionales o los columnistas de El País que lo califican de ultraderecha. En Vox hay elementos antipolíticos y populistas pero igualmente lo hay en Cataluña con la presencia de los CDR cortando autopistas, atacando sedes judiciales o haciendo escraches contra políticos no nacionalistas. El mismo presidente Torra es un agitador fuera de control, igual que su mentor Puigdemont en Bruselas. El independentismo ve en España un enemigo odioso al que hay que combatir sin respetar las reglas del juego, y en España brota impetuoso un sentimiento contrario de rebelión contra los nacionalismos y lo que se consideran privilegios de algunas regiones y la desigualdad que alienta el sistema autonómico. Podemos asimismo apareció tras el caldo de cultivo del movimiento 15M que fue una rebelión contra el poder de los bancos y el bipartidismo PPSOE reivindicando un populismo de límites imprecisos que choca frontalmente con las reacciones viscerales también antipolíticas que este está levantando en el campo de la derecha en todas sus vertientes de modo que la tensión y la confrontación política cada día es más intensa.  

La ira aparece por todas partes, sea en los granjeros del medio oeste que se ven desdeñados por las élites liberales y votan a Trump a pesar de la película de Michael Moore que ha fracasado en Estados Unidos –y Europa-; da igual que se sea pobre o rico; da igual que se sea mujer del movimiento Femen o Me Too que ve en cada hombre un objetivo a abatir; da igual que se sea hombre y se rebele contra la prepotencia del movimiento feminista o el creciente poder de la liga LGTB cuyos lobbies cada vez son más arrogantes; da igual que se sea animalista que ve en las corridas de toros un acto atroz de una crueldad terrible o se sea taurino que ve amenazado un arte y una cultura que encandiló a genios del arte, de Picasso a Lorca; da igual que se sea jubilado o joven sin trabajo; da igual que se sea musulmán que ve con odio a la sociedad occidental, atea y sin valores; da igual que se vea en la constante llegada de inmigrantes atravesando el Mediterráneo una amenaza para Europa, pobre en natalidad frente a los vientres islámicos que se reproducen geométricamente; da igual ser africano que no acepta su postración en la historia y recuerda el pasado esclavista y quiere emigrar a Europa que blanco que ve en la invasión un peligro letal para este continente; da igual si se es ruso o ucraniano o nacionalista indio o acaso budista en Myanmar contra los rohingya que son masacrados; da igual que se sea obrero que vota a Le Pen en Francia o a Salviani en Italia o a la derecha radical en Suecia contra la inmigración… Da igual, todos nos defendemos contra algo y sentimos un íntimo resentimiento y miedo contra un determinado estado de cosas que consideramos amenazador y violento. Sentimos que la democracia no es garante de nuestro derechos de los que nos vemos excluidos y se acude a opciones antipolíticas que no encajan en el sistema democrático tradicional. Muchísimos se sienten excluidos y alimentan sus brasas de ira y miedo contra algo o contra alguien, y la tecnología -su gigantesca eclosión coincide con la de la crisis de 2008- amplifica, con sus mensajes simplistas y demagógicos, la estabilidad de los sistemas políticos. 

Lo más sorprendente es que vivimos en el mundo mejor de la historia, en que ha retrocedido la pobreza más extrema, en que los derechos sociales son más respetados que nunca antes, en que las guerras son escasas respecto a épocas pasadas, en que la medicina ha hecho avances gigantescos...  El liberalismo ha creado un mundo que no tiene parangón con el del pasado asolado por guerras terribles, hambrunas y desastres humanos, pero a la vez se ha convertido en profundamente desigual y ha alumbrado una creciente marea de miedos, resentimientos y aspiraciones legítimas o no que amenazan la estabilidad del sistema abocado a populismos de perspectivas muy peligrosas. ¿Se imaginan una nueva crisis mundial, en el terreno capitalista y financiero, en este estado de cosas?




lunes, 3 de diciembre de 2018

Regreso al mundo feliz




Soy un hombre que vive fascinado por las posibilidades del futuro y le gustaría ser testigo de los próximos veinte años en que se producirán transformaciones prodigiosas en nuestro modo de ver las cosas en el campo de la tecnología. 

La tecnología me hace percibir algo muy poderoso, algo próximo a la inmortalidad. Probablemente los que leáis esto os reiréis, pero es algo muy real en mí. En mi relación con la tecnología percibo algo de aliento que me proyecta más allá de mí mismo. Me gustaría convertirme en un ciborg fusionando mi cuerpo con la tecnología; que me instalaran un chip en mi cerebro para conectarme a internet; mover objetos con el pensamiento; guardar el contenido de mi cerebro en un disco duro como sugirió el otro día Elon Musk… 

La humanidad experimentará cambios alucinantes en los próximos años con la implementación masiva de la Inteligencia Artificial a todos los niveles. Pronto tendremos máquinas que servirán las bebidas en bares tecnológicos, los robots realizarán la mayor parte de las faenas a niveles intermedios que es donde más puestos de trabajo sustraerán a los seres humanos. Muñecas con Inteligencia artificial serán compañeras amorosas y sexuales de muchos hombres que sientan miedo hacia las mujeres reales y se sentirán mucho más seguros con ellas. Nuestra identidad se transformará profundamente porque seremos penetrados por los big data que sabrán absolutamente todo de nosotros: nuestras tendencias políticas, sexuales, nuestros gustos, nuestros rechazos, lecturas y tendencias musicales. Nada habrá que escape a la penetración de las redes sociales. Dicha identidad podrá ser modelada en todos los sentidos: podremos elegir múltiples vidas como juego experimentador. Seremos indistintamente varones o mujeres, y podremos vivir una eterna juventud, la vida se prolongará varias décadas más allá de las expectativas actuales. 

Los libros se convertirán en reliquias del pasado. No se leerá, pero se vivirán videojuegos en tres dimensiones con realidad aumentada y virtual que serán más reales que la realidad tradicional. Se podrá asumir que la realidad ha dejado de existir como concepto primario porque la viviremos exclusivamente a través de la tecnología, pantallas y simulaciones que nos serán más estimulantes que una dosis de la antigua realidad real. Viviremos dentro de burbujas de realidades que elegiremos más o menos libremente. Nos fusionaremos con las máquinas y nuestro cerebro sobrevivirá a nuestra muerte física. 

Probablemente pase mucho más tiempo para que las máquinas adquieran conciencia o tal vez eso no pase nunca, pero las expectativas de que ello suceda serán importantes. 

La medicina avanzará prodigiosamente con la manipulación de los códigos genéticos. Los niños nacerán elegidos por sus padres con sus características principales que determinarán tanto su grado de inteligencia, como la inmunidad frente a enfermedades como el cáncer o el alzhéimer o degenerativas que causan hoy terribles devastaciones personales. 

Viviremos una especie de vida controlada totalmente: la libertad y la conciencia se convertirán en rastros de un pasado liberal en que se creyó en el mito del individuo que elige libremente su destino. Viviremos una realidad diseñada, pero en la que seremos felices con las drogas psicoactivas más potentes. No sentiremos la tentación de querer cambiar el mundo porque estaremos adaptados a él. No tendremos utopías que lo único que traen son terribles tragedias como nos ha demostrado la historia. El mundo feliz de Huxley, probablemente la novela de anticipación más importante del siglo XX, será realidad. Viviremos felices transitando entre realidades virtuales y juegos de identidad. Nadie querrá imponerse a nadie porque todos estaremos determinados y sabremos nuestro papel y no querremos aspirar a más que a esa felicidad eterna que nos proporcionará la tecnología masiva y las drogas para equilibrar nuestro modo de vida. Se acabarán las grandes pasiones y las hondas tragedias. En la historia el hombre ha sido esencialmente infeliz. El futuro exigirá que entreguemos la libertad a cambio de nuestra felicidad. Nos adaptaremos y viviremos en equilibrio. Ya no existirán Homeros o Shakespeares o Cervantes: el espíritu humano será reconducido hacia las estrellas que será nuestro hábitat necesario para sobrevivir como especie.

Si alguien piensa que el precio será demasiado alto para pagar por la felicidad, le pido que considere la historia humana desapasionadamente. Son siglos o milenios de infortunio, de conflictos sin fin, de guerras de crueldad espantosa, de dilemas morales a los que no hemos sabido darles solución, de dolor y sufrimiento en todas sus vertientes. El mito del hombre libre es eso, un mito que no tiene por qué mantenerse en el futuro. 

Si hubiera en este futuro algún salvaje que no quisiera adaptarse, lo pagaría siendo profundamente infeliz y además fracasaría porque los hombres se sentirían satisfechos con su existencia, vivirían equilibrados y felices sin utopías o ansiedad de querer transformar la historia o la realidad. 

Yo no viviré esto. En el pasado fui profesor de literatura, profesor de ficciones que llevaban a la insatisfacción. Me gustaba cultivar la insatisfacción de mis alumnos para que quisieran transformar su vida y luego el mundo. Ahora, abjuro de ello. No les daría nunca ya a leer libros peligrosos que desarrollaran conflictos inútiles que los hombres tejieron porque eran infelices. Walt Whitman ya no será necesario. Cantaremos la plenitud del individuo del futuro, esencialmente conforme a su realidad, a su designio biológico libre de enfermedades y desdichas. Me reiré de cuando fui profesor de literatura y quería que mis alumnos pensarán por sí mismos y crearan en ellos conflictos que eran puramente imaginarios. La belleza es algo que se transformó a lo largo del tiempo: de una visión exquisita, clásica o romántica, al arte del siglo XX en que una lata llena de yeso fue etiquetada con el título de Mierda de artista como si fueran excrementos de su autor, Piero Manzoni. La belleza y el arte son eso mitos que perderán su vigencia. Arte es cualquier cosa mirada de una forma determinada. Y arte será la vida del futuro, sin libertad, pero bondadosa para el individuo que vivirá armónico y feliz. Aunque esto solo será posible para una parte de la humanidad, la otra sobrará. Considero que esto es un problema sobre el que hay que  pensar

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