Estos días me ha sorprendido como a todos
la muerte de dos escritores de signo muy distinto y complejo, la de Eduardo Galeano y la de Günter Grass. Del segundo tal vez hable
otro día. Hoy vengo a hablar del primero y la increíble ceremonia universal de
sahumerio de su figura. En facebook
parece que lo elevaran a los altares infinidad de devotos admiradores con
reproducción de frases entresacadas supongo de sus libros. La mayoría de las
frases y aforismos me parecían vanas y pirotécnicas, pero suscitaban olas de
entusiasmo entre los lectores de la red social yanqui. Galeano necesitaría pronto un proceso de beatificación por el papa Francisco para ser llevado al culto laico.
Su más famoso libro Las venas abiertas de América Latina (1971) es considerado por
sectores de la izquierda como la Biblia latinoamericana
y ha vendido más de un millón de copias, se ha traducido a más de doce lenguas
y ha ejercido una fascinación y devoción difícil de imaginar entre la izquierda
revolucionaria que lo tomó como libro de cabecera. Está publicado en la época
de las dictaduras latinoamericanas y fue prohibido tanto en su Uruguay natal, Argentina, Chile... Su
influencia fue enorme en la conformación de la ideología de millones de
latinoamericanos. En este libro se mostraba el proceso de explotación de América Latina por los imperios
coloniales desde el siglo XVI hasta el XIX, luego posteriormente la explotación
continuó con el Reino Unido y, sobre
todo, con Estados Unidos que se
llevaba las materias primas a precio de saldo para luego revender los productos
elaborados a precios abusivos. Los gobiernos sudamericanos eran simples títeres
del coloso y las empresas yanquis. Esta visión simplista de la historia fue
rebatida por otro famoso libro –Manual
del perfecto idiota latinoamericano- firmado por tres plumas destacadas: Plinio Apuleyo Mendoza, Carlos Alberto
Montaner y Álvaro Vargas Llosa
con prólogo de Mario Vargas Llosa.
Para ellos, este libro fetiche de la izquierda revolucionaria hizo mucho daño,
dado que se había convertido en la Biblia
de los desposeidos. Para el tridente
revisionista, la visión de Galeano
era maniquea e ignoraba aspectos fundamentales de la historia interior de América Latina. En definitiva, subrayó
esa tendencia de creer a América Latina
como una víctima y a todos sus habitantes, víctimas del malvado imperialismo
yanqui. Desarrolló el victimismo y la idea de que “somos pobres. Es culpa de ellos”. Se dice que Eduardo Galeano ha dado voz a los vencidos, a los pobres, a las
víctimas de la inicua explotación de la multinacionales y la conspiración exterior
apoyada en gobiernos militares. Obvia las también auténticos errores propios
que no son debidos a la influencia exterior. Es sabido que este título de Galeano es libro estudiado en
universidades y es libro de cabecera de los Castro y lo era de Hugo
Chávez que lo regaló a Obama
haciendo pasar este texto a uno de los diez más vendidos en Amazon.
Por otra parte, la influencia de este
libro fomentó la ideología de guerrillas antiimperialistas como los tupamaros y
la guerrilla colombiana. La guerra era fundamentalmente antiimperialista y
cabía la violencia contra el imperio. Ya saben, esa mitificación del Che Guevara, Emiliano Zapata, Simón Bolívar,
etc. Alguna portada de Las venas
abiertas de América Latina representaba el continente americano desgarrado
por un cuchillo con la bandera norteamericana.
La pieza que falta de este puzzle como
libro nuclear de la izquierda laica e incluso de la teología de la liberación
es que el propio autor, Eduardo Galeano,
en abril de 2014 en Brasil comentó
que su obra estaba superada, que estaba muy mal escrita y que cuando la
escribió no tenía conocimientos suficientes de economía política ni de
historia. Afirmó que por nada del mundo volvería a leerlo, que no sería capaz,
que caería desmayado. Aclaró que no se desdecía de ser un hombre de izquierda
pero que la izquierda llamada revolucionaria había cometido graves errores
cuando había llegado al poder, en referencia clara a Cuba y Venezuela, así
como a Nicaragua. Estas
declaraciones fueron recibidas por la izquierda como una bomba. ¿La Biblia puesta en cuestión por su propio
autor? ¿Acaso Galeano se había unido
en su senectud a la derecha? ¿O era como afirmó el cantante Ruben Blades, una forma de madurez del
autor que reconocía su simplismo y sus tesis totalmente superadas por la
realidad?
¿La culpa es siempre de los otros? ¿Acaso
América Latina no tiene una grave e importante responsabilidad en su devenir
histórico? ¿Por qué sentirse siempre víctimas exánimes del malvado
imperialismo? ¿Acaso otras naciones periféricas no se han enriquecido? ¿Es
culpa siempre de los otros?
En definitiva, Eduardo Galeano ha sido responsable de haber conformado una
mentalidad victimista, supuestamente revolucionaria, con mitos, con santoral,
con canciones e himnos, con héroes y con una Biblia que mostraba a América
Latina desangrándose por las venas acuchilladas siempre por los otros.
Michael Yates, crítico norteamericano,
sostiene que a pesar de la opinión revisionista de Galeano sobre su libro, “éste
es una entidad independiente del autor y cualquier cosa que él piense ahora”.
La legión de admiradores de Eduardo Galeano seguro que estarán de
acuerdo y pensarán que tal vez fue su enfermedad y la fragilidad que esto
implica la que le llevaron a criticar duramente su libro tanto en la forma
(pesado e indigerible) como en el fondo.