Esta cuestión ha surgido en el post
anterior respecto a si deberíamos hablar del futuro a nuestros alumnos. Pero ¿y
del presente? ¿Entra el presente en nuestras aulas? He intentado hacerlo en mi
materia de bachillerato de literatura donde hemos leído Don Juan Tenorio como lectura para selectividad. ¿Era posible
acercarles la figura del seductor a sus parámetros? ¿Cómo sería un seductor en
nuestro tiempo aunque no tuviera la dimensión demoníaca del de Zorrilla o Tirso de Molina? Al fin y al cabo vivimos un tiempo de
horizontalidad en todos los sentidos y don
Juan ha bajado del pedestal para integrarse como personaje de la calle.
¿Cómo sería un don Juan, un joven
donjuán que saliera cada fin de semana para pillar algo, algo así como carne fresca? Y hete
aquí que descubrí en mi cartelera de Netflix,
plataforma a la que estoy suscrito para dar mi granito de arena a los creadores
en lugar de descargármelas por la cara, una pequeña joya, una película del año
2013 que pasó desapercibida y que apenas se vio en los cines. Fue financiada en
buena parte por crownfunding. Para
los creadores e intérpretes les parecía lejano el objetivo de llegar al gran
público y se contentaban con estar en algún festival y que la vieran algunos
amigos. La película es Stockholm
dirigida por Rodrigo Sorogoyen e
interpretada fundamentalmente por un dúo de jóvenes actores, Javier Pereira y Aura Garrido. En cuanto la vi pensé que se la quería pasar a mis
alumnos y la lectura del don Juan me
ha venido como anillo al dedo.
Pues he ahí que tenemos a Bartolo (no sabemos si es su nombre
real), un muchacho que quiere plan para la noche del sábado y se fija en una
chica mona que hay en la fiesta. El típico guión de chico busca chica. La sigue y la persigue, ella se niega, pero él
insiste, todo en la noche madrileña. Le dice que está enamorado de ella. ¿Quién
se lo iba a creer? Pero es lo mismo que decía don Juan a todas sus presas. Es
todo un juego para conquistarla. Y lo
consigue, pero al día siguiente todo dará un giro inesperado que ha
desconcertado a mis alumnos y alumnas que han seguido la película con verdadera
pasión, porque los personajes son muy próximos a ellos y se veían inmersos en
la película, en los matices, en los cambios de actitudes, en la resistencia de
ella, en la gracia de él que domina el lenguaje y es divertido, es tope guay por
la noche. Pero por la mañana se convierte en un thriller psicológico que les ha
llevado a sentirse profundamente implicados por la película hasta el final que
... no vamos a dar pistas.
El caso es que la clase ha sido pura
emoción y nos ha servido para entender el teatro del siglo de oro y el éxito de
don Juan. Los espectadores de su
tiempo sintieron la misma emoción al ver la vicisitudes de la trama del Tenorio. Se sintieron intensamente
inmersos en la acción. El debate tras la película cuyo final les ha hecho
proferir exclamaciones de rechazo y de rabia o vete a saber qué, ha sido de
antología. Han sido treinta y cinco minutos de asamblea coral analizando a los
personajes, sus motivaciones íntimas, penetrando en ellos, intentándolos
comprender, aportando reflexiones personales sobre lo que conocen. Me he dado
cuenta de que son todavía inexpertos. Tienen dieciocho años y no son en general
muy conscientes de las complejidades de las relaciones amorosas. Rechazaban
situarse en una relación con alguien con problemas mentales e incluso ha dicho
alguna alumna que prefiere a su novio en una silla de ruedas que soportar un
trastorno de orden psicológico asfixiante. El análisis de la película ha sido bastante sutil. Y han intervenido
todos. Los alumnos y alumnas musulmanes presentes en algún momento se han
sentido algo incómodos y su moral puritana no pasa precisamente por ese ligoteo
fácil que alumbraba la película ni esa llegada al amor físico en una primera noche.
Pero es bueno que asistan en directo para ver cómo funciona la moral occidental.
El caso es que la disección del filme ha sido muy provechosa, mucho más que
analizar las distantes motivaciones del Tenorio
cuyo alcance les resulta bastante lejano aunque les ha gustado. Pero ese final
con angelitos y la mano de doña Inés
salvando al recién arrepentido don Juan y llevándoselo al cielo (o al
purgatorio, no se sabe) es algo estrámbótico. El caso es que tenemos una figura
clásica que ha sido continuamente actualizada y recreada -el seductor del que Valle Inclán creó también una versión
con el Marqués de Bradomín, por
ejemplo-. Pero sentirlo cercano es otra cosa. Nuestro tiempo ha perdido en la
virtualidad de las redes alcance épico y metafísico. Somos ya otra cosa menos
densa, más gaseosa. No solemos creer con demasiado ahínco en la vida de
ultratumba y pensamos que todo nuestro mundo está aquí. Para un profesor de
literatura esto es un handicap pero
lo acepto. La dimensión mítica, épica, metafísica, existencial del arte y por
ende de la literatura hay que trabajársela con tiento y habilidad. Hay que
acercar con sutileza a los clásicos, no rebajándolos y convirtiéndolos en la
semana fantástica de El Corte Inglés
para conseguir lectores. No. Es otra cosa. Hoy creo que en clase hemos logrado
ahondar existencialmente. Esta clase no la olvidarán, estoy seguro. En seguida
han pedido más películas para pensar,
pero este humilde profesor sabe que debe cumplir un temario y que los está
preparando para esa prueba infame que es la selectividad.
Lo que sí he hecho es enviar un mensaje a
través de su cuenta de Instagram a Aura Garrido, la protagonista, para
invitarla a venir al instituto. No creo que pueda ser posible, pero ¿por qué no
intentarlo? Y que ellos le pudieran preguntar todo eso que les ha dejado
quemando...
NOTA: A través de Gorka Fernández y Twitter, mi querido compañero bloguero, hemos logrado contactar con Aura Garrido que se ha sentido ilusionada por la experiencia y promete venir a clase si le es posible entre serie y serie que está rodando. Me han parecido entrañables sus palabras que mostraré a mis alumnos. ¡Qué maravilla es internet!
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NOTA: A través de Gorka Fernández y Twitter, mi querido compañero bloguero, hemos logrado contactar con Aura Garrido que se ha sentido ilusionada por la experiencia y promete venir a clase si le es posible entre serie y serie que está rodando. Me han parecido entrañables sus palabras que mostraré a mis alumnos. ¡Qué maravilla es internet!