Arturo
Pérez Reverte ha publicado unos tuits que han levantado algún revuelo y
múltiples retuits. En alguno de ello
venía a decir que los europeos nos hemos acostumbrado a vivir en Disneylandia y
no sabemos enfrentarnos al horror y a la guerra cuando esta nos viene de frente
como son los yihadistas que han atentado estos días en París. Ante hombres
dispuestos a morir no sabemos cómo actuar. No se ajusta a las reglas y a la
normalidad y eso nos paraliza y nos inmoviliza.
¿Qué esta pasando?¿Hay una guerra declarada
por el Estado Islámico a la civilización europea? ¿Cómo debemos contestar si
esta existe? Estas preguntas nos producen agobio y zozobra y no sabemos
responderlas. Queremos pensar en términos de personas bondadosas que aman Imagine de John Lennon y queremos parecer guays,
personas que asumen su pasado colonial y que creen que Europa ha hecho mucho mal y ahora tenemos que pagar nuestros
errores de siglos pasados. Nos sentimos culpables y eso nos paraliza y puede
que no estemos viendo qué está pasando delante de nuestros ojos. Porque Estado Islámico (Daesh) no es solo un territorio entre Siria e Irak fruto de
nuestros errores recientes. No. Daesh
es un concepto, es un tipo de guerra que no excluye ningún método de ataque,
desde el atentado brutal como los de París,
Ankara, Beirut o Kenia, la
ciberguerra, el flujo gigantesco de refugiados a Europa a los que queremos
acoger por razones humanitarias, la explosión de la natalidad... Daesh ha nacido, que nadie se sorprenda,
en Europa, o en una confluencia muy
compleja dentro de Europa. Ha nacido entre nosotros donde hay millones de musulmanes, formados
en nuestras escuelas y universidades, de los que una parte son proclives a la
radicalización. Ya hay zonas de Bélgica,
Francia, Suecia y Alemania donde
apenas hay ciudadanos blancos occidentales. Hemos interiorizado que el Islam ya es parte de Europa como ha sostenido Merkel. Esta radicalización en choque
con la sociedad occidental los lleva a odiar nuestros valores entre los que
están la tolerancia, la libertad, la democracia. Nos podemos fustigar y decir
que los hemos segregado en guetos como las banlieus
de París o Marsella, que la sociedad francesa no se ha abierto a ellos.
Podemos seguir enarbolando banderas de paz y amor, pero hay algo que está
pasando en nuestras fronteras. Y no es tranquilizador. Más bien es aterrador.
Estamos en una espiral diabólica porque hagamos lo que hagamos nos equivocamos.
Si no hacemos nada, es suicida; si hacemos, generamos más conflictos y más
guerras en un área terriblemente ardiente –el oriente medio-, si sigue
creciendo la islamofobia como es inevitable, los sectores del Islam en Europa
tendentes a la radicalización crecerán por sentirse rechazados; si seguimos
acogiendo a millones de musulmanes, que llegan a nuestras fronteras, en veinte
años es posible que seamos sociedades ya del tercer mundo y en las que rija la sharia. Cada musulmán tiene siete u ocho
hijos frente a los dos o uno que tenemos los occidentales. Si tienen varias
mujeres esto se dispara a veinte o veintidós hijos. ¿Forma parte de un plan de ocupación
de Europa por todos los medios? Daesh conoce nuestra psicología y
nuestro miedo, así como nuestra comodidad, nuestros complejos, nuestras
contradicciones. Son expertos geniales en marketing
audiovisual. Cuando degüellan a un prisionero y cuelgan espantosas imágenes
saben que no querremos creerlo, que pensaremos que no nos atañe a nosotros.
Nosotros vivimos en un mundo libre y tolerante en que estas cosas no pasan.
¿No? Los atentados de París y el
miedo que se ha extendido en toda Europa
a pesar de nuestros servicios de información, antidisturbios, y nuestros
ejércitos, son pruebas evidentes de que la guerra de Siria ya está aquí. Creíamos vivir en Disneylandia y ahora vemos que lo que está sucediendo allí, también
sucede aquí. Daesh ha nacido en Europa.
Exportamos combatientes islámicos y luego vuelven dispuestos a liquidar esto. A
bombazos, por medio de la multiculturalidad, por medio de la natalidad, por
medio de nuestros miedos, por medio de nuestros complejos de culpa, por medio
de nuestras zonas de confort, de nuestra civilización débil cuya única aventura
semanal es ir a Mercadona y Primark. Pero ellos están dispuestos a
extenderse, a crecer, a dinamitar nuestras seguridades y valores.
Estos días me daba una impresión de
ingenuidad totalmente naïf el canto
de la Marsellesa en Wembley, las dos cámaras legislativas
francesas reunidas para también cantar el himno francés, el chiste de El Roto contra las bombas... Y mientras
ellos, cada vez más, inmunes a la crueldad que nosotros querríamos que no
fuera de mal gusto, y centenares de miles de musulmanes llegando a Alemania, Suecia, Francia, Reino Unido ... tierras que no podrán
satisfacer todas sus demandas de bienestar inmediato puesto que creen que
llegan a lugares en que todo el mundo es rico y ellos exigirán inmediata y
violentamente sanidad, escuela, vivienda, trabajo ... y cuando no sea posible,
nos odiarán, odiarán nuestros valores y nuestra democracia.
Esta es la encrucijada en que estamos.