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sábado, 22 de marzo de 2014

Un héroe de nuestro tiempo



Es curioso que la figura de Adolfo Suárez, ahora que está en situación crítica, sea objeto de tal cúmulo de epítetos admirativos y de tan alta consideración hacia su participación en la política del siglo XX. Es sorprendente porque este hombre venido de abajo fue mirado en su tiempo como un advenedizo, como un mindundi, como un chisgarabís adulador que había crecido a la sombra de un prohombre del Régimen franquista, Fernando Herrero Tejedor. Su primer gobierno, formado en buena parte por catedráticos, fue calificado como gobierno de penenes por su falta de peso político frente a otras vacas sagradas como Fraga o Areilza que lo miraban con abierto desprecio.

Sin embargo, este hombre fue el encargado de encabezar unas cortes constituyentes (junio de 1977) que elaboraron la Constitución, fruto del consenso de las principales fuerzas políticas, de llevar a cabo los pactos de la Moncloa para intentar estabilizar la tremenda crisis económica en que España estaba hundida con una inflación del 15 %. Por otro lado, el ejército odiaba a Suárez por su legalización del Partido Comunista a escondidas en una semana santa (1977) cuando todo el mundo estaba desmovilizado. Suárez fue perdiendo apoyos progresivamente y su propio partido, la UCD, contribuyó a acuchillarlo desde dentro, tras ganar de nuevo las elecciones en 1979. ETA asesinaba a alguien cada sesenta horas. En 1980 hubo más de 140 asesinatos por parte de ETA. La tensión en los cuárteles era inmensa. El Partido Socialista presentó una moción de censura en 1980 en la que a Suárez se le dijo de todo menos bonito. Aún se recuerda el discurso de Alfonso Guerra en que lo calificó de “tahúr del Mississipi” y se le trató de bandido entre otras lindezas. La oposición del PSOE fue feroz considerando a Suárez como un remanente del fascismo. 

Su propio partido, formado artificialmente, era un conglomerado unido exclusivamente por su figura. Adolfo Suárez terminó solo, traicionado por la mayor parte de los enemigos que tenía dentro de su partido, la oposición frontal del PSOE que ya olía el poder, las tensiones en el ejército, las acciones de ETA, el abandono por parte del rey que lo descalificaba públicamente en sus conversaciones con los militares lo que pudo dar lugar a equívocos (o no) al general Armada que era una especie de preceptor suyo. Además de estar solo sufría intensísimos dolores en la boca que le llevaban a tener que tomar continuamente analgésicos. La prensa lo masacraba desde la derecha y la izquierda. El caso es que a la altura de 1980 se le había perdido el respeto desde todos los ángulos. Suárez tenía un gran coraje pero no era un buen parlamentario. Era muy bueno, excepcional, con un discurso escrito, pero temía el parlamentarismo de las réplicas y contrarréplicas. Por ello temía ir al Congreso y lo evitaba. Suárez estaba radicalmente solo y lo sabía. Por ello, falto de apoyos políticos dentro y fuera de su partido, dimitió por sorpresa el 29 de enero de 1981 en un discurso de doce minutos que mostraba su grandeza y su sentido del estado. Suárez estaba hundido y roto, pero no se fue por la amenaza militar. Todos los que lo conocieron opinan que si él hubiera sabido lo que se preparaba, no hubiera dimitido. Hasta sus mayores enemigos le reconocen un gran coraje personal y político como se mostró en el 23F cuando el congreso en la sesión de investidura de su sucesor, Leopoldo Calvo Sotelo, fue tomado por una partida de facciosos que dispararon sus armas contra las paredes y techos lo que provocó el pánico entre los congresistas que se echaron al suelo. Solo hubo tres personas que no se tiraron a tierra. Uno de ellos fue Adolfo Suárez, otro Santiago Carrillo y otro, el teniente general Gutiérrez Mellado que fue zarandeado por aquella recua cuartelera.

Hoy, vemos su figura engrandecida.  Más de treinta años después la opinión generalizada es que fue una especie de héroe al que se le dedican estos días los mayores elogios. Esperemos los que le vendrán cuando fallezca lo que parece inminente dado su estado crítico. No sé si es su desaparición de la escena pública en los últimos años, aquejado de alzhéimer, lo que ha llevado a que este político enormemente seductor en su tiempo, atractivo para las mujeres, venido de abajo, no haya sufrido este proceso de degradación que han experimentado todos los otros participantes en la realidad de aquel tiempo convulso. Para nosotros, los que votamos socialista y contribuimos a aplastar a Suárez, la figura de un Felipe González que fue mítica, se ha cargado de grasa y desolación viendo su evolución como protegido de los grandes multimillonarios latinoamericanos, sus sueldos de las energéticas así como su propensión al lujo, tan alejados del espíritu socialista que encarnaba en aquel tiempo.

La democracia española ha envejecido, el rey ha envejecido y degradado, la Constitución, que es fruto de la era de Suárez, parece haber sufrido también un proceso de desgaste brutal y los que ayer eran enemigos de ella, hoy son los que defienden su carácter inalterable y monolítico.


Hay mucha hipocresía por parte de todos los que ahora elogian a Suárez, pero en cierta manera su historia seduce, sigue seduciendo. Ese chisgarabís, que llevaba el café a Herrero Tejedor, hoy nos parece alguien que tuvo dignidad y valentía, además de enorme audacia. Hizo lo que parecía imposible demoliendo el régimen franquista. En cierta manera aquel hombre al que no se respetó en su tiempo por parte de todos los que hoy lo enaltecerán y elogiarán, nos parece alguien con unas cualidades que añoramos en la política gris y mediocre de nuestro tiempo. Me hubiera gustado que alguien como Suárez pudiera dirigir la respuesta del estado a una situación de emergencia como la cuestión catalana. Hoy más que nunca es necesaria la audacia y la imaginación aun a costa de dar saltos en el vacío como los que dio él.

domingo, 9 de marzo de 2014

¿Cuál es el nivel evolutivo y potencial de un niño de doce años?


Matheson from olahjl

Hace unos días hablaba de la prueba de comprensión lectora que había planteado a mis alumnos de primero de ESO sobre un relato fantástico de Richard Matheson, Nacido de hombre y mujer. Era un relato exigente y difícil en que mayoritariamente se han sentido perdidos y confusos. Sin embargo, en las dos sesiones que se han desarrollado en las que han tenido que contestar a un cuestionario de veinte preguntas, se ha podido observar que han retenido algo de lo esencial del cuento, aunque no han percibido su carga de horror profundo, tal vez porque para ellos el horror es más bien una sensación de sobresalto o miedo que les da un susto imprevisto. No distinguen otra noción de horror que lleve más a la extrañeza, al escalofrío, al desasosiego ante unas imágenes que perturban. Es normal que no hayan percibido esta dimensión desconocida para ellos. Para eso me tienen a mí, para, una vez realizado el test, acompañarles en el descubrimiento de este cuento que no les puede dejar indiferentes.

Tienen doce años, es verdad, a veces me olvido, pero no puedo olvidar mis conversaciones con mi hija Lucía cuando tenía seis años sobre la muerte, cuando fue su descubrimiento de que la muerte era real, y que nosotros, sus padres moriríamos algún día. Creo que no hay temas que no se puedan abordar con unos niños dispuestos a escuchar. El problema es de lenguaje, de didáctica, de comunicación. Y es que el descubrimiento del mundo de niños de doce años me está fascinando. No pienso tratarles como si de incapaces se tratara. Sin embargo, hay un elemento que me hace también recapacitar. Como colofón del cuestionario de comprensión lectora les pedía que realizaran un dibujo según su imaginación del personaje central de Nacido de hombre y de mujer. No todos lo han hecho, pero he seleccionado una secuencia de treinta y un dibujos que reflejan su interpretación del personaje, ese niño que vive encerrado y encadenado en un sótano, comiendo bichos, al que sus padres golpean salvajemente con un palo, y que se escapa para mirar por la ventanita a otros niños que ve por la calle y que le parecen bonitos. Él es un monstruo y solo despierta horror en sus padres. No entendemos por qué en un principio, pero luego, cuando el niño vaya creciendo y despertándose el odio sabremos que tiene la sangre verde y que puede subir por las paredes con "todas" sus piernas.

Los dibujos que han realizado mis alumnos están recogidos en el Power Point que he enlazado arriba, Por otra parte he realizado un vídeo con música para que ellos lo vean. Este no tiene música pero se puede observar su interpretación del personaje y su destreza con el dibujo. Esto me ha sorprendido porque observo que los trazos con que están dibujados son enormemente infantiles como si correspondieran en algunos casos al estadio del dibujo de los cinco o seis años. No soy profesor de plástica ni de dibujo pero no ha dejado de llamar mi atención. Se los he enseñado a una compañera que estudia Bellas Artes y me ha dado su punto de vista. Estos dibujos tienen una gran fuerza naïf por su elementalidad y primitivismo, y en alguna forma reflejan el horror del relato plásticamente. Sin embargo, su dominio del trazo es primitivo. No saben en su mayoría dibujar con algo de elaboración. Me pregunto por qué. Soy capaz de saber por qué mis alumnos tienen tan bajo nivel de composición escrita, tal pobreza de vocabulario y de estructuras sintácticas, pero me sorprende su mínimo nivel de expresión plástica. Tal vez sean vectores del mismo problema. ¿Hay alguna conexión entre sus niveles plásticos y de representación narrativa? Es un campo que no se me había presentado hasta ahora. Sus dibujos son infantiles, pero su mundo, percibido a través de internet, es muy amplio, mucho más amplio que en generaciones anteriores. ¿Tendrá algo que ver esta falta de destreza en el dibujo con esto? ¿Es algo normal? ¿Hay conexión entre las diferentes destrezas, la plástica, la narrativa, la poética, la imaginativa?

Me gustaría que vierais estos dibujos y me comentarais vuestras impresiones. Tal vez yo espere de ellos algo que no pueden dar en el ámbito de la interpretación de relatos complejos, pero me siento a gusto en este juego en el que aspiro que algunos de ellos empiecen a entrar. ¿Cuándo es el tiempo en que comienza el pensamiento complejo? ¿Me hubiera gustado que a mí a mis doce años me hubieran introducido en él? ¿Por qué recuerdo con especial densidad mis conversaciones con mi hija pequeña sobre temas profundos?

No aspiro a tener razón, solo estoy experimentando, no temáis. Ellos espero que estén aprendiendo, pero yo también lo estoy haciendo, y este no tener respuestas más que esbozos provisionales me hace apasionante la tarea que estoy desarrollando. 

miércoles, 5 de marzo de 2014

Recordando a Gloria Fuertes




Este el vídeo que hemos realizado sobre la poeta Gloria Fuertes. Los alumnos de Primero A y Primero B del instituto Maria Aurèlia Capmany de Cornellà de Llobregat contribuyeron con entusiasmo en la recitación de los poemas. No encontramos mejor y más entrañable persona que ella para inspirarnos. Al cabo de los días, los muchachos de primero se sabían sus poemas de memoria y buena parte de los alumnos de estos cursos quisieron participar en la recitación de los poemas. Nuestro compañero Mario tuvo la responsabilidad de elaborar el vídeo, y Sonia, mi compañera de departamento, se ofreció para ayudarme en la recitación de los alumnos. Todos ellos son una pléyade de chicos y chicas fáciles de implicar. Espero que surjan nuevos proyectos en donde proyectar su frescura todavía ilusionada. También realizaron individualmente glogs sobre Gloria, y algunos de ellos fueron muy interesantes. Me gusta trabajar con ellos, a veces tengo la impresión de que me motivan más intelectualmente que los mayores de bachillerato. Lo comparto con vosotros.

domingo, 2 de marzo de 2014

Nacido del reto y la dificultad



Como sabéis este año soy fundamentalmente profesor de Primero de ESO, un nivel que no había impartido hasta ahora y que, de entrada, me causaba cierto temor por no conocer su madurez evolutiva ni las claves de la psicología de niños de doce años. Solía decantarme por muchachos de niveles posteriores porque pensaba que hallaría en ellos mayor eco en mis propuestas de lengua o literatura. Sin embargo, no siempre me he encontrado con esta respuesta y sí me he topado con alumnos desmotivados y maleados por el sistema educativo que encontraban todo tipo de artimañas para negarse al esfuerzo y a la maduración intelectual. No sé qué hace mal el sistema educativo pero no contribuye al aumento de la curiosidad ni a la implicación activa de los alumnos en desarrollar su potencialidad cognitiva. Lo que me encuentro en cursos posteriores, incluso bachillerato, son alumnos que no abundan en interés ni en actitud abierta ante el conocimiento. Supongo que tiene que ver su estadio de edad, que topa con un sistema que no estimula la idea de desafío intelectual y tensión creativa.

Me encuentro ahora con chavales de primero que llegan frescos y todavía abiertos (eso quiero creer). Su actitud me parece más comunicativa y afectiva, más directa, más personal. Advierto que en este encuentro entre ellos y yo hay una posibilidad de abrir el campo de juego y proponerles retos en que puedan desarrollar la elasticidad de la inteligencia. Sé que hay colegios bien en que se presume de dar mucho programa y los alumnos que siguen escolarmente el sistema que proponen se convierten en máquinas de empollar datos y memorizar temas que se han de proyectar en los exámenes como conocimiento estereotipado no sometido al examen de la inteligencia. Sé que muchos padres optan por la idea de que sus hijos reciban programa, programa y programa. Sin embargo, no tengo claro que sea la única opción porque esta vertiente pedagógica no enseña a pensar en absoluto y los niños se convierten en máquinas de repetición.

Por el otro lado tendríamos la pedagogía progresista que relativiza la adquisición de conocimientos y se dedica al aprender a aprender y así los alumnos aprenden jugando, sintiendo agradable la praxis educativa o al menos eso es lo que pretenden los profesores que se identifican con estas corrientes de hacer ameno el conocimiento para que los alumnos se impliquen. He pensado mucho en esto y he observado la práctica de muchos profesores que lo pretenden y he considerado la realidad de mis alumnos, y no sé, tengo la impresión de que hacer del acto educativo un festín lúdico, no responde a lo que yo deseo en mi modesta propuesta que llamaría de “reto intelectual” y que llevaría a hacer del profesor un personaje que sometiera a sus alumnos a desafíos cada vez más exigentes para hacerles del proceso intelectual algo no necesariamente divertido sino “interesante”. Prefiero la palabra interesante a divertido.

Cuando enfrento a mis alumnos de doce años a pruebas complejas de lectura e interpretación de textos largos y difíciles los veo estar al límite durante cincuenta minutos hasta que algunos se dan cuenta de que detrás de la propuesta hay un reto intelectual y que para el que halle el camino habrá una recompensa en forma de satisfacción personal y una iluminación íntima. No todos lo consiguen, pero me niego a hacer una carrera de mentirijilla en que han de correr con vallas arregladitas para que ninguno se quede atrás. Sé que todos no han de llegar. Pero quiero ver el intento de la mayoría por comprender lo que se les expone de forma compleja como desafío.


El último texto que les propuse fue el genial cuento de Richard Matheson Nacido de hombre y mujer. No les di el nombre del autor, solo el título, y tras el cuento de unas mil palabras les hacía veinte preguntas sobre la interpretación del texto advirtiéndoles reiteradamente que tendrían que leerlo varias veces antes de empezar a contestar. Ellos tenían un PC a su disposición, es su portátil, una herramienta formidable para ayudarles. Inmediatamente averiguaban quién era el autor del cuento, ese cuento que les desubicaba tanto y lleno de enigmas que llevarían a la confusión a mis alumnos de segundo de bachillerato. ¿Qué quería decir Richard Matheson con esa extraña historia expresada como diario de un niño de ocho años encadenado en el sótano y al que sus padres golpeaban salvajemente? La primera impresión es que no entendían nada y sentí entonces su desaliento y la renuncia de alguno a seguir adelante. Yo los fui animando personalmente. Era un desafío ¿Hasta dónde podrían llegar? La tensión se palpaba en el aire, la tensión y la concentración intensa. Internet les daba claves de interpretación y les traducía en forma accesible el sentido del relato. Solo había que saber buscar y reconstruir las piezas que estaban ante ellos. Pero eso suponía concentración intensa y deseo de comprender. Tengo la impresión de que lo fácil es reconfortante y hay que utilizarlo con medida. A ellos les gusta. Lo utilizo, pero también sirve como resorte el enfrentamiento a discursos complejos, ayudados eso sí por una herramienta prodigiosa como es un portátil. Una sesión de cincuenta minutos fue insuficiente, así que decidí ampliar a una segunda sesión la resolución de las preguntas planteadas. Tienen esta semana para investigar el relato. Yo tengo los ejemplares de los cuestionarios que empezaron a responder, pero ellos, si quieren, pueden adentrarse en el misterio del cuento. ¿Lo harán? No lo sé. Sinceramente no lo sé, pero la esperanza de que haya alguno que lo haga me motiva. La dificultad del texto puede ser un acicate. Espero la segunda sesión con impaciencia, y la misma impaciencia tengo para empezar a corregir lo que escribirán. Corregir exámenes de memorización me hastía porque entre otras cosas no lo memorizan porque no están habituados a estudiar, pero corregir pruebas en que ellos han tenido que enfrentarse a un reto mayúsculo y saber adónde han llegado me estimula y me interesa, el mismo sentimiento que quiero que tengan ellos y que al final el texto les guste porque les ha interesado, y no solo les ha divertido. No quiero divertirles, quiero interesarles.

viernes, 21 de febrero de 2014

Sin rendirse a las circunstancias



Sé que una parte del alumnado es renuente a cualquier tipo de exigencia académica por los motivos que sean. Hay alumnos inteligentes que son alérgicos al aula y aparecen por ella para intentar desestabilizarla, otros son simplemente perezosos y enemigos del esfuerzo, otros van a pasar el rato.

Yo me pregunto cómo evaluar y me doy cuenta que me he convertido por obra y gracia de Idoceo (aplicación de libro de notas para el iPad) en un obsesivo de registrar todo y cada uno de los actos académicos que tienen lugar en el aula de modo que posea una radiografía total del alumno. Planeo pruebas y exámenes (me da igual el nombre) todas la semanas, lo que hace que un 33 por ciento del tiempo lectivo mis alumnos se lo pasan resolviendo pruebas que desafían su inteligencia, su capacidad de atención y su voluntad. Casi nunca es preciso estudiar. Los exámenes los cuelgo en Edmodo para que sepan exactamente a qué se van a enfrentar. Depende de cada uno que se los prepare o no. Y lo cierto es que el hecho de saber qué va a salir no supone mejores calificaciones en conjunto. Los suspensos son constantes. Cada semana les hago una prueba de comprensión lectora de textos muy largos y complejos (hablo de alumnos de primero de ESO) sobre los que han de contestar preguntas múltiples y que presuponen la comprensión del texto que no necesariamente es fácil. Los que lo consiguen suelen pasárselo bien realizando estas pruebas. Otras veces les leo un largo texto de más de mil doscientas palabras sobre un tema. Pueden tomar apuntes todos los que quieran. Les animo a utilizar abreviaturas y a que se enfrenten al hecho de tomar notas sobre cuestiones fundamentales. No les dicto y no repito nada de lo que leo. Voy a un ritmo lento pero continuo. La lectura puede durar diez o doce minutos. Ellos escuchan y toman notas. A continuación deben abrir Edmodo y realizar un test sobre lo escuchado para el que pueden utilizar todas sus notas. Entonces se verá si han sido efectivas o no. El aprobado está en contestar correctamente un 73 por ciento de las cuestiones. Bastantes lo consiguen y disfrutan con este tipo de pruebas en que pueden contestar cuestiones con tres opciones, o Verdadero/Falso o escribiendo un texto que presupone la comprensión de lo oído.

A mis alumnos de primero de ESO les pongo pruebas que desbordan su supuesta madurez evolutiva y lo bueno es que muchos llegan más allá de lo que se espera de ellos. Y a veces son los alumnos menos académicos, los más callejeros, los más disruptivos. Por supuesto esto no es todo porque también evalúo las tareas constantes que han de hacer tanto en el aula como en casa: ejercicios, redacciones, libros de lectura, repaso de conceptos básicos.

La clase de lengua es un ejercicio de desafío permanente. No hay lugar a la distensión. Se exige una actividad continua, y me doy cuenta de que algunos están dispuestos a seguir el ritmo, a hacer las tareas, a empeñarse en el ejercicio de exigencia. Solo los más dispuestos a seguir el ritmo de la carrera lograrán llegar a la meta. Eso no impedirá que el profesor felicite parcialmente a alumnos que no van a aprobar pero que tienen una buena base de inteligencia y agudeza ante cuestiones de rápidos reflejos. Luego hay sistemas de subir nota como participar en alguna actividad creativa. Hemos realizado un vídeo con recitado de poemas de Gloria Fuertes en que han participado una buena parte de alumnos de primero de ESO. La participación es un elemento importante y que tendré en cuenta para elaborar la nota que recogerá la complejidad de todo lo  que ha pasado en el aula que es evaluado de modo exhaustivo reconociendo el esfuerzo real de cada alumno.

Disfruto corrigiendo porque sé que es una pieza fundamental del aprendizaje. Cada nota es un elemento del puzzle evaluativo que va formando en Idoceo un cuadro que recoge colores que revelan el rendimiento y la actitud. Después hay distintos sistemas de calcular las medias de modo proporcional o acumulativo. Cuando algún alumno ha dejado de entregar un ejercicio del tipo que sea le envío un correo electrónico recordándoselo y ampliándole el plazo de entrega que ya será inexorable. Si no lo entrega, delante de él le pondré el rojo correspondiente a una nota abiertamente negativa. Su perfil de color es inequívoco. Como decía, hay alumnos que sacan unas notas brillantes en Comprensión Lectora pero que no hacen las tareas. Reconozco delante de todos este éxito y los felicito en Edmodo, pero puede ser que la evaluación, que es una nota compleja, quede suspendida. Quiero que todos los que quieran tengan su minuto de gloria. Hay algunos cuya nota es tendente a lo negativo pero que han hecho un glog sobre Gloria Fuertes imaginativo y creativo. Los felicito delante de todos. Otra cosa será la calificación final. Quiero que lleguen al umbral muchos, pero sé que no serán todos. Para aprobar la asignatura es necesario hambre y tensión académica: la nota será justa y recogerá lo que ha sido cada uno considerado como un conjunto de diversos impulsos y el alumno recibirá un informe personal con todos los elementos que implica su evaluación, nota a nota, tarea a tarea, prueba a prueba con sus elementos positivos y negativos.

No habrá en la nota el mínimo conformismo ni resignación a las circunstancias ni compasión alguna. Mis alumnos pueden en su inmensa mayoría, pueden mucho más de lo que pensamos o nos hemos resignado a esperar de ellos.



domingo, 16 de febrero de 2014

La paradoja del profesor



Mohamed es un muchacho vivo e inteligente que cuenta ya con suficientes años en España como para estar totalmente adaptado a esta realidad. Lo detecté en un curso de bajo nivel (o ritmo lento) a principio de curso. Su agilidad mental contrastaba con la de la mayoría de los otros alumnos. Varios de ellos fueron cambiados de clase porque se esperaba de ellos rendimientos superiores en un proceso de readaptación académica que busca ofrecer entornos adecuados a las distintas personalidades y capacidades. Pero Mohamed se quedó en su curso para desesperación suya ya que es consciente de su agudeza mental. El problema es que es un alumno conductual y conflictivo. Ha tenido varias expulsiones, y destaca por su carácter complicado y potencialmente agresivo. Yo he tenido diversos conflictos en el aula con él y he tenido que expulsarle en alguna ocasión en que me he sentido desafiado ante toda la clase por su actitud.

Nuestra relación ha tenido diversas fases desde que comenzó el curso. Enfrentamientos, retos verbales, expulsiones... En algún caso he llegado a decirle, tras llamar a su casa, que hablaría con el imán de su mezquita para comentarle su comportamiento. En algunos casos es clara su intención provocadora.

Sin embargo, me doy cuenta de que es un muchacho que necesita reconocimiento de su capacidad para que él se centre en su trabajo. Es necesario ese reconocimiento y a la vez mantener un tono autoritario que subraye el poder del profesor que debe ser ejercido sin dudas y sólidamente. Cuando me he sentido débil en el aula, este muchacho se me comía y me desafiaba. A medida que me he ido consolidando y reforzando personalmente he podido ejercer la autoridad con firmeza y sin estridencia, lo que ha supuesto la mejora de mis relaciones con Mohamed que precisa un modelo sólido al que seguir, y que le sirva de pauta. En las últimas sesiones de lengua, ha trabajado el triple y mejor que cualquiera de sus compañeros de aula, con una caligrafía esmerada, una atención intensa y una dedicación al trabajo importante que él ha visto reconocida y probablemente lo habrá sentido con orgullo. Yo era el pivote fuerte al que él quería estar sujeto, porque no hay peor drama para Mohamed que saberse ignorado o no reconocido. Su carácter disruptivo le traiciona, su extremado orgullo le lleva a chocar. Solo puede funcionar si se somete ante alguien que para él merezca la pena. Si he estado frágil o dubitativo, me ha intentado machacar. Cuando he logrado estar firme, he logrado reconducirlo y dejar que se convirtiera en el mejor alumno de clase, el que trabaja con más ahínco y mayor inteligencia.

El viernes pasadas las dos y media de la tarde, le hice volver a clase para buscar una redacción que no me había entregado aunque yo sabía que él había hecho. Subió sin protestar y a los diez minutos me la trajo con una caligrafía esmerada. No la he leído todavía. Le deseé un buen fin de semana y él, satisfecho de mi reconocimiento, me dijo que me lo deseaba también él a mí.

La mayor y mejor virtud de un profesor es su fuerza mental, su equilibrio, su dominio de la situación. Es indiferente si opta por una pedagogía tradicional o más innovadora. Los muchachos necesitan tener frente a ellos a alguien fuerte a quien admirar o detestar. No hay peor problema en el aula que un profesor débil que, debido a su debilidad, se convierte en defensivo y arbitrario. Los muchachos entonces se unen para devorarlo como jauría excitada por la sangre. No hay piedad. En el aula solo hay piedad desde el ejercicio de la autoridad firme y convincente en que estén marcadas las reglas del juego y se cumplan a rajatabla.

La postura dialogante y tolerante no es suficiente como punto de partida si no está refrendada por la autoridad previa. Cuando se da una orden a un alumno para que se cambie de sitio, para que trabaje o para que salga del aula no debe acompañarse de un debate abierto con él cuando interrogue al profesor que por qué le dice eso, que por qué tiene que cambiarse de sitio o por qué le expulsa. Sencillamente es una orden que no debe entrarse a debatir en el aula. Otra cosa es el plano posterior privado en que puede abrirse paso la consideración de los motivos que han llevado a la orden del profesor.

Sin embargo, algunos padres que desconocen la realidad de las aulas ante la discrepancia entre las razones de sus hijos y la versión del profesor optan por algo totalmente erróneo: confrontar en el mismo plano la versión interesada (y frecuentemente sesgada o mentirosa) de su hijo y la del profesor. Me he encontrado con esta situación en un par de ocasiones en los últimos días en que me he tenido que confrontar con la obstinada dialéctica de madres que ponían en el mismo nivel las dos ópticas (una alumna copiando con una descarada chuleta tapada por su mano encima de la mesa, y otra madre que negaba que hubiera habido motivos para expulsar a su hija de clase).

La posición del profesor no es nada fácil. Por un lado treinta adolescentes deseosos de sangre y de autoridad para sentirse aplacados, los padres muchas veces condescendientes y crédulos que no desaprovechan la ocasión de minusvalorar al profesor o desprestigiarlo, su propia situación anímica y su real indefensión ante la administración que lo considera una pieza lábil y potencialmente sustituible... Todo ello hace que la autoridad del profesor navegue por mares procelosos e inciertos y abierta a los más variados desafíos antes los cuales, sin embargo, como nos muestra el caso de Mohamed, es imprescindible que sea segura y firme.

Diderot escribió La paradoja del comediante, uno de los mejores libros sobre teatro, pero podríamos hablar también de la paradoja del profesor cuando consideramos su poder fugaz e inestable en el aula, y a la vez totalmente necesario para cumplir sus objetivos siempre que sea un poder justo y reglado, sometido a medida.


Y pobre del profesor que no posea esa fuerza mental por el motivo que sea.

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