Cincuenta
sombras de Grey está escrito por la autora E. L. James un seudónimo que encubre a
una guionista de televisión que se inspiró en un principio en la serie de
Crepúsculo para distanciarse de ella e individualizarse posteriormente. La
novela se convirtió desde su publicación en 2011 en la obra más rápidamente
vendida (diez millones de ejemplares en seis semanas en Estados Unidos) de la
historia, más que Harry Potter. Hasta ahora se han publicado unos treinta
millones largos de ejemplares en 37 idiomas. La saga consta de tres novelas que
no destacan en ningún caso por su estilo literario. Sin embargo, su éxito es
incontestable. Como una saga de autoayuda erótica ha sido calificada esta
novela de pornografía suave que desarrolla el mundo del BDSM (Bondage + Sado +
Masoquismo) entre Anastasia y el rico empresario Grey que le impone una
relación documentada en la que ella debe aceptar el papel pasivo de la
sumisión, comprometerse a dejarse ser atada, no mirarle directamente a los
ojos, no comer alimentos determinados, permitir ser penetrada en rituales de
sumisión que no dejan de tener una aura de romanticismo por la relación que se
establece entre ellos. A ello se une que ella no puede hablar a
nadie de lo que está viviendo por un contrato de confidencialidad. En esta
compleja relación en la que el aspecto sentimental está proscrito, surgirá
lentamente el amor entre los dos protagonistas.
La pregunta es por qué seduce a mujeres
cultas, casadas y jóvenes universitarias esta novela. Hay quien ha sostenido
que es una novela agresiva con la condición femenina a la que reduce al papel
de sumisión ante el poder masculino, una relación que es consensuada que quede
claro. En esta dirección se ha considerado esta narración como un arma más del
machismo para someter la imaginación de la mujer. Desde otro punto de vista se
ha enjuiciado como todo lo contrario: como una novela escrita para este tiempo
desde el punto netamente femenino, desarrollando una imaginación liberada de la
perspectiva masculina que es la que dominaba en el porno. Efectivamente, en los
últimos años hemos visto cómo se abrían locales de juguetes sexuales, ropa
interior, y estética apta para las mujeres, no como las sórdidos sex-shops a
los que acudían exclusivamente hombres. Estos boudoirs son otra cosa. Son delicados y románticos. Y la realidad
es que cada vez más mujeres utilizan juguetes eróticos que se han desprendido
de la carga negativa que pudieran tener en otro tiempo cuando se llamaban
despectivamente “consolador”. Cincuenta
sombras de Grey no es una obra literaria en el sentido clásico –está
pésimamente escrita y solo utiliza estereotipos- pero sí es una obra
sociológica de alto interés que muestra por dónde va la imaginación femenina
que se siente seducida por escenas bondage
que pierden su componente marginal y enfermizo. El erotismo se basaba en
estereotipos masculinos. Con esta obra, las mujeres casadas se despiertan a
otro tipo de relación con galanes de ensueño que juegan con ellas a papeles de
dominación. Nuestra moral puritana sale y nos lleva a denostar este fenómeno
con desprecio como pornografía suave para mujeres casadas mayores de treinta
años. Me pregunto si nuestras féminas están cansadas de una relación real que
ofrece escasos resquicios para la imaginación. El sexo es fundamentalmente
imaginación. El sexo reproductivo sirve efectivamente para traer niños al mundo
y todo el mundo sabe cómo se hace. El sexo en su dimensión tántrica es un juego
en el que cabe todo lo que tiene que ver con la identidad y el placer dilatado.
La pulsión masculina es demasiado rápida. Prescinde del juego erótico, de un
escenario y una atmósfera apropiadas. En el sexo se puede jugar con la
identidad, con los deseos ocultos y condenados por las ideologías. Una mujer
puede desear con vehemencia que se la llame puta y vestirse como tal. Y desear
serlo intensamente para la imaginación de un hombre que puede gozar golpeándola
si ella lo desea. ¿Habría que sentirse culpable por desear unir el dolor al
sexo? Hace años que vi El imperio de los sentidos de Nagica Oshima, película
que fue prohibida en Japón. En ella se establece una relación de entrega total
y de sumisión de ambos que alternan sus papeles, incluyendo el dolor más
extremo, llevado al límite.
El sexo es un misterio, pero la imaginación
masculina es en general pobre. No lleva al extremo el juego por su urgencia
eyaculatoria. Tal vez en esta serie y esta película que van a ver masivamente
las mujeres hay una reivindicación del sexo misterioso, de ese que prolifera en
internet, de ese que establecen algunas mujeres con hombres dispuestos a
satisfacer sus fantasías. Y es que tanto juego es la dominación como la
sumisión. Hay muchos hombres poderosos que van a salones donde dominatrices les
golpean y los someten a pesar de ser en la vida externa ejemplos de poder sin
límites. No caben moralismos al respecto. Cincuenta sombras de Grey no es una
obra literaria que puede satisfacer a los lectores cualitativos. Pero sí que es
un compendio de nueva moral femenina que se aleja de los cánones de la moral y la
estética masculina. Eso sí, dudo que las mujeres que van a ver estas películas
y leen estas novelas pueden poner en marcha sus fantasías con sus conjuntos. El
problema es que se conocen demasiado. El conocerse demasiado es letal para la
fantasía. La clave de Cincuenta sombras de Grey es que los protagonistas son
dos totales desconocidos que van intimando mediante el juego del sexo. Cuando
se conozcan demasiado, se acabará el juego y se hará rutinario pues todo tiende
a la rutina cuando se perpetúa en el tiempo. Probablemente podrán compartir más con sus amigas sus fantasías que con sus parejas.