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martes, 9 de diciembre de 2014

Enric Marco y el general de la Rovere


Estoy devorando el libro de Javier Cercas, El impostor, sobre ese hombre extraño y a la vez extraordinario que es Enric Marco. Su lectura es apasionante. Supongo que recuerdan el caso de este personaje que se hizo pasar como deportado en un campo de exterminio nazi, en Flossenburg, durante varios años hasta que fue liberado por los aliados. Enric Marco era un señor de unos ochenta y tantos años que iba dando charlas gratuitas por los institutos de secundaria, consiguiendo emocionar a alumnos y profesores, hablando de la necesidad del perdón pero no del olvido y divulgando la necesidad de la memoria histórica para no olvidar a los que fueron aplastados en defensa de las libertades y de la democracia. Vino a mi instituto en Cornellà y fue una jornada memorable por la intensidad de sus alegatos y la evidencia de su lucha contra la adversidad. Enric Marco había sido antes Secretario General de la CNT y vicepresidente de la FAPAC (Federación de Asociaciones de Madres y Padres de Cataluña). Recibió el más alto galardón de la Generalitat de Cataluña, la Creu de Sant Jordi y asimismo intervino en el Congreso de los Diputados, estremeciendo a los congresistas con su testimonio vívido y comprometido. Hubo alumnos que se sintieron transformados por las tremendas palabras de Enric Marco y contemplaron su propia vida de otra manera.

Nadie pudo acusarle jamás de haberse lucrado un euro de su abrumadora actividad sin límites difundiendo la conciencia de los deportados de Amical de Mathaussen. Era su eje y su alma en una asociación en que todos los supervivientes ya estaban muy mayores y eran incapaces de expresar la intensidad con que lo hacía Enric Marco.

El único problema es que Enric Marco no había vivido nada de lo que contaba o lo había vivido de una forma muy diferente, porque él efectivamente había sido prisionero en la Alemania nazi, país al que llegó en la posguerra española, de modo voluntario para trabajar como mecánico. Pero no estuvo en un campo de exterminio y fue liberado al cabo de un tiempo. Ni fue un héroe de la resistencia anarquista frente al franquismo como luego difundió. No, había llevado una vida gris, como mecánico, que era muy bueno, teniendo un taller de Hospitalet. Su vida en el franquismo, a caballo entre dos familias, fue mediocre como la de todos y no se distinguió en la resistencia de ninguna manera.

Sin embargo, con la llegada de la democracia, él convirtió, con una habilidad pasmosa, su vida grisácea en una vida novelesca, se convirtió en un personaje de leyenda, convenció a todos de que había sido un héroe, sedujo a todos los que pasaron cerca de él, a pesar de su insolvencia ideológica como anarquista, enamoró a mujeres de las que era un seductor nato y admiró a jóvenes con su ejemplo de rebelde que había mantenido en el campo de exterminio de Flossenburg una partida de ajedrez con un SS nazi al que había dado jaque mate mirándole a los ojos. E igualmente en plena posguerra se negó a levantar el brazo en alto cuando todos lo hacían frente a los pistoleros falangistas. Todo era falso o eran medias verdades que convertía en verdades incontrovertibles. Enric Marco no buscaba dinero, buscaba la admiración de los jóvenes, de las chicas, que lo miraban con arrobo y él con sus ochenta años a cuestas mostraba un dinamismo y una elocuencia arrebatadores. Era adicto a los medios de comunicación, quería aparecer siempre en la foto y lo lograba. Se convirtió en una estrella mediática de la televisión y los medios catalanes donde aparecía continuamente como ejemplo de un héroe singular que había estado en todos los frentes y había salido victorioso con su integridad y su valentía. Nadie podía arrebatarle el centro del escenario. Marco conmocionaba con su voz y su energía expresando palabras que llegaban al corazón, y lo hacía mucho mejor que los que verdaderamente habían estado en campos de exterminio que nunca entendieron por qué Marco expresaba aquello que ellos querían olvidar. Para componer su personaje, estudió la carrera de Historias, accediendo a la universidad en la convocatoria de mayores de veinticinco años. Aquel mecánico de Hospitalet, que había tenido problemas con la policía por motivos comunes, supo convertirse en un personaje literario como Don Quijote, dice Cercas. Como nuestro caballero, a los cincuenta años y tras una existencia abrumadoramente mediocre, decidió transformarse por obra de la imaginación en quien desearía haber sido. Y lo consiguió durante más de treinta años, hasta que un investigador lo desenmascaró y evidenció que había mentido al descubrir documentos que mostraban que había ido voluntariamente a Alemania. Era un completo y total embustero, un embaucador, un transformista que ocupó altas responsabilidades en organizaciones que lo encumbraron como líder. Pocos han querido hablar mal de él. Cercas reconoce que aun en muchos ahora hay una cierta sensación de que se lo veían venir y sienten pena por él, a pesar de que se le pueden reprochar muchas cosas y graves como que puede haber desvalorizado la labor de organizaciones como Amical de Mathaussen que llevó él a su máximo esplendor como garante de la memoria y que luego cayó totalmente al desvelarse su impostura. Asimismo los negacionistas del Holocausto vieron con hilaridad esta situación que es como si se descubriera que el Diario de Ana Frank hubiera sido falso como pretenden,.  


Sin embargo, la trayectoria de Enric Marco, como la del falso general de la Rovere en la película de Rossellini y que interpretaba Vittorio de Sica, nos abre un campo fascinante de especulación sobre la realidad y la ficción. ¿Si hubiera llegado la situación al límite y Marco se hubiera jugado su vida por defender su personaje, genialmente creado por él, habría sido un valiente o un cobarde? ¿Habría ido al patíbulo como héroe o se hubiera cagado en los pantalones como impostor?

martes, 2 de diciembre de 2014

¿Dónde diablos está Orión?


Esta mañana he leído un texto de Manel Soria (Agrimensor Frikosal) que me ha interesado vivamente. Es profesor de Ingeniería Aeronáutica en la UPC. El texto que me ha llevado a escribir es este:

"El sistema educativo actual se basa en que los estudiantes deben repetir en un examen lo que se les ha explicado. Esto puede ser muy difícil, pero deja poco lugar a la creatividad. Con la dificultad de acceso a muchas carreras (por las notas de corte) el bachillerato se está convirtiendo en una especie de oposición. Pero las cosas que entran rápidamente al cerebro, salen del mismo modo y no se asimilan. Al llegar a la universidad, muchos estudiantes se han convertido en máquinas de sacar buenas notas, preocupadísimos por cada décima que se les puntúa en los exámenes, pero con serias dificultades en relacionar conceptos de diferentes asignaturas y en INVENTAR cosas nuevas. Estamos utilizando métodos docentes pensados para formar empleados de banca, contables y administrativos: deben ser disciplinados y conocer perfectamente lo que se espera de ellos. Cuando realmente yo creo que vamos a necesitar científicos, artistas, diseñadores, artesanos. Y ya puestos: ¿No se podría salir un día de noche con los niños y enseñarles donde está Orión? ¿Explicarles que cada noche pueden verlo muchos millones de niños como ellos en muchos lugares del mundo? Yo lo aprendí a los 35 años, menuda pérdida de tiempo".

La perspectiva de Manel Soria es diferente a la mía, pues él es profesor de los alumnos disciplinados y que sacan las mejores notas en Bachillerato, de una selecta minoría que es la que llega a la UPC y a la asignatura de Ingeniería Aeronáutica que él imparte. Se queja de que son disciplinados y trabajadores, que están obsesionados por las décimas de las notas pero que no son creativos, inhábiles en suma para lo que demanda el mundo actual que son profesionales imaginativos que sean capaces de conectar diversas disciplinas e inventar tanto problemas como soluciones nuevas.

Esta atinada reflexión conecta con lo que ha sido mi objetivo en toda mi vida de profesor en la secundaria y el bachillerato: conectar áreas y materias, abrir espacios de reflexión compleja sobre la realidad, utilizar la literatura como vehículo de reflexión sobre el mundo y la sociedad... Cuesta ciertamente. En la secundaria, nuestros alumnos son indisciplinados y les cuesta mantener la atención, no solo a lo que dice el profesor sino a lo que pueden aportar ellos mismos, diluidos en una madeja de conflictos interpersonales. Pocas veces, sinceramente, he podido hacer debates constructivos en clase para extraer ese potencial conocimiento que ellos tienen de sus circunstancias personales (inmigración, problemas sociales, conciencia medio ambiental, uso de las tecnologías). Sus relaciones son tan difíciles que me encuentro que no quieren que se lean públicamente sus composiciones escritas para abrir foros de debate entre ellos. En bachillerato los chicos se quejan de que hay muy poco compañerismo en las clases que se revela en fuertes enfrentamientos, envidias, rencores, entre ellos. Quiero decir con esto que muchas veces las aulas no son esos espacios propicios a la creatividad, aunque el profesor quiera y lo intente de una forma u otra. Los muchachos que yo frecuento, raramente se interesan por la actualidad. No leen de ninguna manera la prensa si no es deportiva, y ni siquiera ven los noticiarios en la televisión. El mundo se puede hundir y ellos no se enterarían más que cuando los cascotes cayeran sobre ellos. Adjudican escaso o nulo valor a la cultura que no les atrae en absoluto. Desdeñan en general el cuidado del lenguaje y sus registros lingüísticos son muy reducidos. Hay pequeñas minorías que escapan de esta radiografía, pero no tienen posibilidades de expandir su influencia que no es aprovechada. Nuestros alumnos aprenden a copiar, se acostumbran a no pensar y no salen de lo mecánico en sus respuestas que se basan en clichés. Hay alumnos disciplinados, claro está; son los que llegarán a Ingeniería Aeronáutica, una ínfima minoría en el ambiente que yo conozco pues el alumnado de esta universidad (UPC) seguro que se nutre más bien de centros privados o públicos de zonas de clase media. Pero a pesar de ello tampoco eso supone esa creatividad que Manel Soria anhela. Las pedagogías de estas escuelas de clase media no son creativas, pues se basan en la memorización y la repetición de esquemas con mucha mayor exigencia que la que podemos ejercer nosotros en los ambientes, poco sólidos social e intelectualmente, en que yo imparto clases de lengua y literatura creativas. Los profesores son en general también poco creativos, salvo excepciones, y se ven enfrentados a agudos dilemas cuando se les exige rigor y exigencia a costa de la imaginación y la creatividad, cualidades que no son especialmente valoradas en la secundaria.

Siempre me he considerado un nadador contracorriente, un francotirador, un verso suelto que ha tenido grandes aciertos y también sonoros fracasos. La creatividad y la imaginación necesitan un contexto en que nacer y desarrollarse para crecer, pero no lo hallo en mi esfera profesional. En el ambiente que yo veo, por una escuela progresivamente más burocratizada, por el contacto con profesores muy profesionales pero mecánicos, por la depauperación económica e intelectual de nuestros alumnos que no tienen la cultura como un bien ni gozan en adentrarse en la complejidad de las cosas, ni disfrutan creando o inventando. En ambientes más floridos económicamente, que es donde la creatividad podría manifestarse, tampoco los docentes se orientan a ello por sus enfoques esquemáticos del conocimiento y las exigencias de las notas de corte que condicionan todo impidiendo una pedagogía abierta y creativa. Así de una forma u otra, creamos, en el mejor de los casos, burócratas disciplinados, oficinistas grises, repetitivos, incapaces de hacer algo propio y original que no esté inspirado en lo que anhelan las masas, ajenas a los bienes culturales o a la imagen del universo que anhela difundir entre los niños Manel Soria.


sábado, 29 de noviembre de 2014

La fotografía, arte abierto al mundo.

                                          John Stanmeyer, foto ganadora del World Press Photo 14

El pasado día 27 de noviembre fui con mis alumnos de segundo de ESO a ver la exposición del World Press Photo 14 en el CCCB de Barcelona. Era un día lluvioso. Aproveché la magnífica luz velada del día para hacerles fotos y salió un reportaje que me encanta. Los adolescentes son magníficos modelos fotográficos. Su frescura, su naturalidad, su vulnerabilidad, su todavía no estrenada entrada en el mundo adulterado de los adultos los hace un sujeto fotográfico extraordinario. Yo disfruto fotografiándolos y ellos se dejan querer por la cámara. En general les gusta mucho ser fotografiados. Luego les monto un vídeo con música de la que les gusta a ellos y aprovechamos los últimos diez minutos de la clase para verlo.

La salida tenía una función sibilina por mi parte. Quería hacer partícipes a estos chavales del mundo de la imagen, quería que mediante la visión de las mejores fotografías del año accedieran a una visión más compleja de la realidad del mundo en que viven. Sabía de antemano que la fotografía es el lenguaje esencial de estos muchachos, la fotografía y el vídeo. Había visto la exposición un par de veces antes para prepararles un dossier que ellos debían completar eligiendo algunas series de la muestra. El recorrido estaba preparado para que ellos curiosearan libremente por la exposición viendo diferentes aspectos de la realidad: la violencia de género, catástrofes naturales, homosexualidad en África, inmigrantes intentando captar la señal con sus móviles, una adolescente obesa que se va a operar para perder peso, deportes, comunas naturistas, hombre deformado con ácido, una comuna de albinos, fotos de bonobos, de leones, matanzas en centros comerciales en Kenia... El mundo se abre ante ellos sin la censura de los adultos. Estos muchachos no suelen ver los noticiarios y viven aislados de la realidad informativa. Pero les interesa, planteada sin tono didáctico. Yo no les expliqué nada que ellos no preguntaran. Los veía tumbados en el suelo tomando apuntes, mirando fotos absortos, o sentados o tumbados viendo vídeos sobre aspectos diversos. La oscuridad dominaba en la exposición, solo matizada por la iluminación tenue de las fotos. Nadie les intentó explicar nada. Eran ellos solos los que debían elegir series de fotografías, fotografiarlas y describirlas con palabras. La recepción fue extraordinaria. Pasamos allí dentro una hora y media y costó sacarlos a la calle sumidos en la penumbra de la exposición. Eran ellos los que tenían que haberse planteado preguntas al ver imágenes sobre temas complejos. Yo estaba allí viéndoles deambular y el que decidió que ya era bastante, que teníamos que salir a la calle.

El resultado de la salida fue tan positivo que he pedido de nuevo que en enero haya otra salida a una muestra distinta que está también en Barcelona. Se titula Mujeres y el autor es Gervasio Sánchez. Es una panorámica de la situación de  la mujer en Afganistán. Desoladora, tremenda, emotiva, dolorosa, durísima, interesante, provocadora. Hay profesores que estiman que puede ser demasiado fuerte para ellos, muchachos de trece años, pero yo creo que necesitan nutrirse de la realidad del mundo. No pueden vivir en una burbuja ajena a las cosas que suceden. Pienso que están hambrientos de información planteada de forma no manipulada, de información que ellos deben contemplar y evaluar. La fotografía es un arte de nuestro tiempo y se suele utilizar poco como medio pedagógico. Todas las veces que he llevado a alumnos a exposiciones de fotografía interesantes ha habido una magnífica recepción. He preparado la salida a conciencia viendo varias veces la exposición, les he elaborado un dossier, les he explicado qué tenían que hacer y luego hemos ido. Suelen ser exposiciones gratuitas. En la exposición no explico nada. Las fotografías hablan por sí mismas. Veo inapropiado interpretarlas. La mayor virtualidad del lenguaje fotográfico es la libertad de interpretación. Es un sistema sumamente sencillo. Hay que aprender a ver fotografías y la mejor forma de hacerlo es evidente. Viéndolas. Fotos excelentes realizadas por fotógrafos magníficos. En Barcelona hay una oferta muy interesante si queremos seguirla.


El hecho de haber salido a ver fotos se une a que ellos llevaban cámaras o móviles para hacerlas también, mientras que el profesor disfrutaba disparando su cámara para hacer un reportaje lleno de vida sobre este momento de los trece años en que las emociones surgen poderosas y urgentes en su psique. No es la primera vez que un adolescente se enamora de la imagen viendo hacer fotos. Nada hay que estimule tanto la fotografía que el hecho de ver fotos y que alguien goce haciéndolas cerca de ti.

lunes, 24 de noviembre de 2014

La imaginación en las aulas

                                                          Obra de Li Wentao

Esta es una cualidad esquiva o ¿cabría llamarlo mejor capacidad? Me sorprende que a veces los mejores alumnos no son imaginativos. Son tenaces, son voluntariosos, más o menos inteligentes pero no necesariamente se une a ellos esa capacidad y cuando se les expone a un ejercicio abierto en que pueden darle salida, ellos se dan cuenta de que no son imaginativos. Y lo reconocen con pesar. Tienen muchas virtudes, pero esa no es una de ellas. Por contra, hay muchachos (y dentro del masculino también las incluyo a ellas) que son poco a nada académicos y, sin embargo, muestran destellos de una mayor imaginación. No es una regla directa, tampoco, claro está. No se puede afirmar que los alumnos que obtienen deficientes resultados sean necesariamente más imaginativos, pero es posible que sea así en algunos casos.

La imaginación es una cualidad que se desarrolla por parcelas de intereses. Por ejemplo, se puede ser poco o nada imaginativo ante una redacción planteada por el profesor o cualquier ejercicio académico, y se puede ser imaginativo en el fútbol, en la danza, en la cocina, en la vestimenta... La imaginación se nutre de un muestrario de múltiples posibilidades, de infinitas posibilidades. Nadie saca sus ideas de la nada. Un alumno puede tener gran interés por el fútbol y eso supone que es capaz de crear jugadas imaginativas que va ideando de las que ve en otros partidos o en la televisión protagonizadas por sus astros. Entre las posibles va formando su propio criterio y entonces es capaz de reproducir algunas de esas jugadas como si fueran suyas en origen. Pero eso no implica que tenga el mismo interés ante una situación planteada por el profesor y que debe desarrollar en doscientas palabras. Ahí su muestrario de posibilidades es próximo a cero, solo conoce las soluciones más típicas y convencionales que ha visto en televisión o en el cine más facilón. Y además no le interesa ese campo. No le ve especial interés al campo del lenguaje donde son posibles infinidad de jugadas imaginativas conociendo las reglas y alterándolas después. Mis alumnos carecen de una base creativa en el área del lenguaje y de la literatura. Es como si a uno de nosotros nos ponen a bailar o a jugar al críquet. Seríamos probablemente lamentables, al menos yo. Porque “crear” es conocer las reglas de composición, de juego, de situación, de tener una base de elementos que conforman las infinitas posibilidades. Su disponibilidad es muy reducida porque carecen de interés por el lenguaje. El lenguaje para ellos es utilitario, sirve para comunicarse y, a su nivel, lo utilizan eficazmente aunque desconocen sus gigantescas posibilidades creativas. Posibilidades creativas que a ellos no les motivan ni interesan. Ciertamente hay una muy reducida parte de la población que esté interesada en el lenguaje que es la base de la creación literaria. No solo, claro está, pero sin lenguaje variado es imposible montar un artefacto mínimamente literario. 

El lenguaje no les seduce porque desconocen su capacidad de seducción. Y ensamblar, mediante el lenguaje, historias imaginativas es una sintaxis que ellos ignoran, e ignoran la cuestión esencial que es que se puede y se debe ser libre para “crear”. Es lo mismo que para bailar. Un buen bailarín se siente libre bailando porque controla la sintaxis del baile y puede desentenderse un tanto de la técnica. Y será un genio cuando la técnica no le limite y se atreva a romper las reglas. Pero para romper las reglas es necesario ser muy bueno. Lo normal es que las personas nos veamos constreñidas por las reglas. Y las reglas no son divertidas, son limitativas, son coactivas y coartan la libertad. Así cuando se enfrentan a una situación planteada por el profesor en que deben realizar un cómic, hacer un dibujo, escribir una redacción, ellos se ven muy encajonados porque desconocen las posibilidades de variación, desconocen los modelos básicos sobre los que improvisar, tienen un repertorio mínimo de términos lingüísticos sobre los que operar –su léxico real no es superior a doscientas palabras-. El resultado es muy deficiente porque no controlan las herramientas, desconocen el uso de muchas de ellas, y no tienen modelos a los que asirse. Navegan en el vacío, y su único punto de apoyo son las conexiones más endebles sacadas de lo único que ellos ven que son las series, los juegos de ordenador, las situaciones de la vida real de la que no son agudos observadores pues todo les parece “normal”. El creador de cualquier arte imaginativo que integre a los seres humanos (el teatro, el cine, la literatura, la fotografía, la escultura...) sabe que la realidad es una fuente de observación prodigiosa. Tenemos delante de nosotros verdaderas maravillas si las sabemos observar. La vida, la gente común, son una fuente inacabable de modelos y posibilidades, pero darse cuenta de que la realidad es mágica supone un salto conceptual que se opone a la consideración de que la realidad es normal. Y lo “normal” es una idea terrible porque no hay nada “normal”, todo es “extraordinario” pero para ver lo “extraordinario” en lo “normal” es necesario un aprendizaje para el que hace falta distanciamiento y sensibilidad. Quiero decir que mis alumnos fracasan a la hora de enhebrar un relato de forma imaginativa porque desconocen las herramientas, los modelos y las posibilidades que aporta la “normalidad”. Alguien dijo que describir las veinticuatro horas de un día de un hombre normal sería un prodigio y algo así intentó el Ulisses de James Joyce.

Hay pocos seres auténticamente imaginativos, la mayoría nos movemos en un área gris en cuanto a ese campo. Lo que diferencia a unos de otros es que unos conocemos más modelos, más posibilidades de desarrollo, controlamos más términos para expresarlas, pero no somos netamente imaginativos que no es otra cosa que la capacidad de establecer conexiones nuevas entre las cosas. Este es el último y gran campo de la imaginación: las relaciones, los conceptos aportados por el ingenio que es la capacidad de crear conexiones. El surrealismo se ideó mostrando la relación entre un paraguas y una máquina de escribir sobre una mesa de operaciones. 

Así, mis alumnos son escasamente imaginativos en su mayoría por su escaso interés en el área del lenguaje y la literatura, por su deficiente conocimiento de una base lingüística que les aporte variedad, por su desconocimiento de modelos, por su falta de observación de la realidad cotidiana, por su poco utilizado ingenio aplicado a este campo de creación y porque son torpes y no saben que pueden ser libres y es una maravilla ser libres en este campo o en cualquier otro.

Pero para eso estamos nosotros ¿no?



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