Es lo mismo que “fotografía callejera” pero expresado en
inglés el idioma internacional con que se comunican experiencias los
fotógrafos. Yo soy uno de ellos, al menos en mi pasión por reflejar con mi
pequeña cámara escenas de la vida cotidiana que tienen lugar espontáneamente en
la calle. Las calles son escenario de infinitos instantes llenos de poesía que
suceden delante de nosotros si estamos dispuestos a verlos. El fotógrafo de
calle va con su cámara y se dedica intuitivamente a intentarlos reconocer y
apresar la oportunidad que no suele volverse a repetir. Es un intruso en la
realidad ajena, es un cazador que acecha observando el vaivén de las personas
que no desean de entrada ser fotografiadas, que no sospechan que puedan ser
objeto de interés para nadie. He ahí uno de los problemas del fotógrafo
callejero. Ha de enfocar su cámara lo más discretamente posible hacia personas
que tienen muy desarrollada su visión periférica e inmediatamente detectan que
están siendo observadas por un objetivo. Es una centésima de segundo, quizás
milésima y el clic inaudible de la cámara ha señalada la obtención de la
imagen, quizás en el instante en que el fotografiado se ha dado cuenta de lo
que estaba pasando. El fotógrafo callejero entonces hace exhibición de la mejor
de sus sonrisas y huye. No es fácil explicar qué se está haciendo. A veces la
reacción es airada, otras divertida, otras simplemente de sorpresa y
perplejidad. Se entiende que este fotógrafo nunca exhibiría a nadie en una
actitud ridícula o poco digna. Todo ha de ser tamizado por el buen gusto y la
búsqueda de la poesía en la calle.
No es fácil obtener una buena fotografía en esas
condiciones. Se hacen muchas pero son muy pocas las que son interesantes. Hay
que tener en cuenta que el cazador de
instantes ha de tener su cámara preparada para condiciones muy cambiantes
de luz, movimiento... Y opta por la exposición manual y no automática. De igual
manera estima que lo mostrado debe ser la realidad captada y no somete la
fotografía a reelaboraciones de los diversos filtros. ¿Qué se busca? Todo y
nada. Una imagen de la amistad, de la soledad, del desasosiego, del reencuentro
de dos amigos, de la confusión, de la espera, del caminar abstraído por la
calle o la observación atenta. Se busca que la imagen obtenida sea capaz de
contar una historia por sí misma. El campo fotográfico es inmenso. Es la
espontaneidad de la vida en las calles llena de contrastes y de potencial
ironía que el captador de instantes ha de intuir. La calle es polimorfa y cambiante.
Nunca es igual, permanentemente se está transformando. Ella misma puede ser
objeto de la fotografía sea de día o de noche. La gracia es saber encontrar
ángulos sorprendentes, lo que no es fácil. De ahí el desafío del fotógrafo que
sale con la cámara y el trípode si hace falta para situar su objetivo.
Es necesaria la audacia para este juego. En un principio nos
preguntamos ¿qué derecho tengo yo de meterme en la vida de los demás, de
invadir su espacio fotográfico? ¿Qué imaginan que pretendo con ello? Uno ha de
saber limitar estas preguntas porque si no se hubieran atrevido, no se habrían
captado las mejores instantáneas del siglo XX empezando por Henri Cartier Bresson, el mago de esos
instantes fugaces de la vida. La vida está ahí, en las calles, y todos somos
potenciales objetivos fotográficos. Al pasear por la calle estamos en un
espacio público y pertenecemos al que nos observe. No está prohibido fotografiar
la calle, y ahí estamos nosotros. Somos en el fondo personajes de una obra que
se representa sorprendentemente en las calles y allí hay “perversos” fotógrafos
que nos observan. Tal vez saquen de nosotros lo más inesperado, lo que no
imaginamos, lo que no nos atrevemos a pensar de nosotros. Nada hay tan
fascinante como la naturaleza humana (aunque otros se dedican a la fotografía
de paisajes o de la vida de los animales o de las cosas). En las calles estalla
violenta la vida, especialmente en situaciones de fiesta o de euforia en que
nadie se molesta por ser fotografiado. Son estas situaciones las que explota el
fotógrafo o aprendiz de ello. Situaciones en que las personas se concentran
gozosamente, cuanto más alegres mejor. La vida en su totalidad es materia de la
fotografía. No hay campo ajeno a ella. El artefacto más increíble del mundo es
una cámara fotográfica. Es tal su fuerza que se funde con el fotógrafo en una
simbiosis técnica y corporal. Es una parte de sí mismo. Respira por ella, late
con ella, se sobresalta con ella, sueña con ella...
La Street Photografy
es un campo que no es nada nuevo. Desde que surgió la cámara fotográfica los
fotógrafos se han dedicado a fotografiar la gente y las calles. Tal vez lo sea
en alguna manera para el que esto escribe que sale cada día con su cámara para
ver si logra hacer algo que tenga aliento poético. Y no, no es fácil. No es
fácil meterse en el mundo de la gente sin su permiso y si dieran su permiso, se
perdería la espontaneidad imprescindible. Es toda una técnica que voy
aprendiendo en sucesivos fracasos callejeros para obtener tal vez algo que tenga
algún interés teniendo en cuenta que la gente es muy suspicaz y no le gusta que
le retraten, sin saber en principio para qué se hace. Un reto mayúsculo. Y para
el que esté interesado, hoy con el mundo de los móviles es una posibilidad
espléndida. Yo no utilizo móvil sino una cámara muy precaria que no es réflex.
Es pequeña y cabe dentro de la mano. Pero entiendo que un buen móvil, un iPhone
por ejemplo es un instrumento ideal para ello.
Tal vez plantee a mis alumnos de la ESO un taller de Street
Photography. Es una posibilidad plástica excelente de creación
y de observación de la vida, además de técnica del camuflaje y de la ironía
imprescindible.