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martes, 8 de julio de 2014

Meditaciones del Quijote



Se cumplen en este julio cien años de la publicación en la editorial Renacimiento del libro de ensayos Meditaciones del Quijote del pensador español José Ortega y Gasset. Es difícil comprender, si no se conoce la época de hace un siglo, aquilatar la dimensión e importancia de este filósofo, sin duda el mejor del raquítico panorama del pensamiento español. 1914 es un año fundamental y no solo por el comienzo en agosto de la Gran Guerra, que también, sino porque en España comienza a tomar fuerza una oposición intelectual al gran fracaso de la Restauración con los dos partidos gobernantes, el Liberal y el Conservador, que hundían a España en una política rancia y corrupta, sin nervio y sin espíritu. Y a esto va a consagrar su vida y su obra José Ortega y Gasset: diagnosticar la parálisis total de la vida nacional y a plantear que todo está por hacer, que hay que renovar profundamente la vida social y política española. Él opone la España oficial, la de los ministerios, y la España vital que él quiere liderar. Y efectivamente en torno a él se agrupan los principales intelectuales de la época al que ven como su mentor más destacado en ese anhelo de rebeldía frente a un sistema anquilosado que solo sostiene un edificio en ruinas.

Ortega fue consciente del deterioro de la Educación (en manos de la Iglesia) y la Política en España. Fue a estudiar a Alemania (Marburgo, Leipzig, Munich) para formarse en la vanguardia de la filosofía y la ciencia europeas. Se impregnó en sus sucesivas estancias en Alemania del espíritu neokantiano que reinaba en las universidades alemanas y trajo la fenomenología de Husserl a España para intentar poner el nivel de la filosofía española en consonancia con Europa de la que era un ferviente defensor frente al españolismo casticista de Miguel de Unamuno, su rival indiscutible en todos los aspectos.  Para Ortega había que europeizar España y ello debían hacerlo las élites intelectuales que el pretendió organizar y estructurar, y así encontramos en torno a él a Baroja, a Pérez de Ayala, Antonio Machado, Azorín, Américo Castro, Pedro Salinas, Pablo de Azcárate, Enrique Díez-Canedo, Ricardo Baeza, Luis Araquistain, Salvador de Madariaga, Jiménez Fraud (el futuro director de la Residencia de Estudiantes) y una serie de brillantes mentes hasta un centenar que llenaron de sentido ese afán de regeneración que había iniciado Joaquín Costa. Ortega fue elegido asimismo presidente del Ateneo madrileño, foro fundamental del regeneracionismo y de rechazo de la política oficial.

El 23 de marzo de 1914 en el Teatro de la Comedia, Ortega dirigió un discurso apoteósico como sabio y como político que entusiasmó a los asistentes al acto. Fue el famoso discurso de Vieja y nueva política que inyectaba pensamiento claro en la Liga de Educación Política que pretendía aunar esfuerzos entre los nuevos liberales, los republicanos y socialistas para dar un sesgo totalmente distinto a una España hundida y postrada en la nada y que había que refundar. La España sana debía ponerse en pie y tomar el testigo de la regeneración total del país. Y Ortega debía ser su ideólogo, este es el papel central que se adjudicaba él.

Meditaciones del Quijote es el primer libro de Ortega. No era un texto filosófico pero como si lo fuera por la complejidad del disperso ensayo que es. Parte de la idea de que hay que buscar nuevas formas de ver las cosas –nuevas perspectivas- subvirtiendo la tradición castiza, conservadora y católica imperante en España. Don Quijote es el héroe español que no ha sido comprendido y que está esperando que varios siglos después surjan sus herederos para rehacer España. Para Ortega, la novela realista del siglo XIX es mera comedia y subraya la mediocridad de su visión burguesa del mundo sin temblor metafísico como era el que tenía el personaje de Cervantes que pretendía cambiar la realidad y el mundo. El héroe es el hombre cualquiera que se hace a sí mismo sin repetir los gestos que la costumbre, la tradición y los instintos biológicos le fuerzan a hacer. El héroe como don Quijote vive entre lo ridículo y lo trágico porque se enfrenta a la vulgaridad que lo rodea y reacciona esta con odio y resentimiento por esa apuesta por el ideal. Los héroes existen y hay que buscarlos dentro de nosotros empezando por desbrozar la maleza que nos ata a lo viejo y caduco así como al dogmatismo.

Uno repasa este momento de hace ya un siglo y percibe elementos comunes con el momento que vivimos en cuanto a la percepción de la parálisis de la España oficial estructurada también en torno al bipartidismo que ha servido de pantalla para una corrupción extendida y la injusticia clamorosa que supone el desmantelamiento y poda de los servicios públicos como la Educación, la Sanidad, la Justicia, la Investigación...


Incluso hace un siglo, la cuestión catalana estaba también planteada desafiando la estructura centralista del estado. También encontramos movimientos de resistencia frente a esa necrosis del sistema que parece haber dado de sí todo lo que podía y se le ve exangüe. El diario El País de hoy día equivale a lo que significaba El Imparcial en 1914, un periódico de glorioso pasado pero ya en el fondo ligado al sistema y conservador. Para Ortega el verdadero político es el que es capaz de comprender el espíritu de época y llegar a la gente aprovechando el vacío que dejan los demás. Así actualmente vivimos una Restauración Monárquica que se ha quedado sin aliento capaz de ilusionar. Los partidos en el poder y en la oposición saben de la rabia e impotencia de la gente y empiezan a apelar a la necesidad de regeneración, palabra que es común con el espíritu de 1914 pero no pueden llevarla a cabo porque se les hundiría su chiringuito político. Hoy la influencia de los intelectuales estrella como Ortega es sustituida por el poder de las redes sociales y en torno a ellas y las televisiones nacen nuevos líderes de verbo ágil que encandilan a las masas y que rechazan la política oficial calificándola de casta, palabra que ha trascendido y se ha extendido en la conciencia popular. Ortega fue el nuevo sabio y capitán de la tribu intelectual. Su historia es la de un fracaso personal muy hondo, pero su pensamiento y figura de intelectual y agitador político fertilizó la España de su tiempo originando un tsunami que desembocaría en la Segunda República. No fue el único factor, claro está. Pero su visión  y análisis de la España de su tiempo fue certera.

viernes, 4 de julio de 2014

El horror al vacío



Timothy Wilson, profesor de psicología de la universidad de Virginia, acaba de publicar un artículo en la prestigiosa revista Science del que da referencia Javier Sampedro en El País de 4 de julio de 2014. El artículo expone las conclusiones de una serie de experimentos realizados con personas de todas las edades y condiciones sociales y culturales. Dicha experiencia era proponer a los sujetos estar de 6 a 15 minutos sin hacer nada, perdidos en sus pensamientos o dejando la mente en blanco. Al parecer, los seres humanos no podemos estar aunque sea un tiempo mínimo sin ninguna actividad concreta y se convierte en un estado insoportable si no es algo espontáneo y elegido. Así nuestra práctica real consiste en estar haciendo continuamente algo, manipulando algo (el móvil por ejemplo), oyendo música, mirando algo, hablando o  interactuando. Dicho de otra manera, el no hacer nada se puede convertir en la peor de las torturas según los resultados de este experimento cuyo artículo original en inglés no he podido leer porque cuesta veinte dólares comprar un artículo de Science.

Un aula es en este sentido un campo espléndido de experimentación. El profesor sabe por experiencia clara que los alumnos deben estar siempre ocupados en algo. Un veterano profesor al borde de la jubilación me confesó la mayor enseñanza de su vida:

“si ellos no están ocupados, el que estará preocupado es el profesor”

Y lo sabemos. No hay peor situación que en un momento la clase se quede en el vacío. No lo soportan. No puedo imaginar de ninguna manera que estén cinco minutos sin hacer nada en silencio. El que conozca el aula sabrá que todo se hundirá antes de concretarse esa situación. Los chavales se aburren y necesitan hacer algo aunque sea hacer el tonto, molestar, quitarle algo al de delante, esconder la mochila del compañero, manipular el móvil, escuchar música, jugar con el ordenador, dormirse, levantarse, gritar, mirar por la ventana, meter las manos en el cajón y sacar algo, mirar a alguien buscando su respuesta... Infinidad de cosas que se pueden hacer, pero todo más soportable que estar sin hacer nada.

Nuestra mente necesita la actividad constante. Un tiempo en blanco produce infinidad de pensamientos o imágenes caóticos que se van sucediendo sin orden ni concierto. La mayor parte de los participantes en estos experimentos reconocieron que era algo terrible ese espacio de tiempo vacío impuesto, y que preferían en buena parte dejar el experimento o recibir una descarga eléctrica por molesta que pudiera ser.

Según las conclusiones de este estudio, las nuevas tecnologías que ocupan ahora masivamente a la población en general no son las causantes de este horror vacui sino una expresión, precisamente, de esa aversión que tenemos a no hacer nada que antes se solucionaba con otros medios para tener la mente ocupada, fuera la lectura o cien mil ocupaciones que distraían la mente.

Algunos lectores del artículo han señalado que la meditación precisamente parte de esta observación del fluir del pensamiento en la quietud de una postura y una respiración acompasada. El que ha practicado meditación sabe de la dificultad de dejar la mente en blanco. La mente se entretiene en imágenes y pensamientos fragmentarios que acuden masivamente a entretenernos y distraernos de ese anhelado vacío mental.

Otros señalan que el no hacer nada no es tan difícil y han señalado a los ancianos sentados en los bancos en actitud quietista. Sin embargo, no es cierto que no estén ocupados mentalmente porque están mirando activamente lo que les rodea o dejándose ir por los recuerdos del pasado... Los que toman el sol en la playa aparentemente tampoco hacen nada pero sí que se puede decir que están en una actividad que es tomar el sol que les centra la mente que, a su vez divaga, por infinidad de imágenes o ensoñaciones que se apoderan del consciente o del inconsciente.

Una vez en clase propuse a mis alumnos el ejercicio de quedarnos en la oscuridad mirando una vela encendida durante unos minutos. Esperaba que esta imagen magnética de la vela les ayudara a concentrarse, pero no fue posible lograrlo porque un par o tres de ellos hicieron estallar el ejercicio con su movimiento y sus gracias que provocaban las risas y la distracción de todos.


Nuestra mente está programada para la actividad lo que no quiere decir que esto significa que todos seamos trabajadores o que ocupemos el tiempo en algo útil y provechoso. No, de ninguna manera. Hay muchos que son refractarios al trabajo, en el aula por ejemplo, pero no pueden soportar la quietud y necesitan actividad por disruptiva que sea como hemos señalado. Un aula es proyección precisamente de esa dificultad del ser humano en centrarse en algo mental o, peor aún, en un tiempo vacío. En el aula siempre pasan cosas. Treinta mentes inquietas adolescentes que no dejan de urdir algo para calmar la necesidad de una actividad incesante sea del tipo que sea, y, a ser posible, lo más alejada del mundo mental que intenta transmitir el profesor. Por eso, las nuevas tendencias pedagógicas llevan a que los alumnos estén siempre activos e implicados en acciones que les resulten interesantes y atractivas que no supongan, eso sí, tampoco demasiado esfuerzo mental para el que cada vez estamos peor preparados.

miércoles, 2 de julio de 2014

Diario de la playa



Me levanto a las siete de la mañana en mi segundo día de vacaciones. Me tomo mis pastillas matutinas y bajo a desayunar. Antes voy a comprar El País, periódico del que soy suscriptor aunque cada día me suscita menos interés. Compenso la flojedad del diario con la lectura de dos ediciones digitales de Infolibre y Diario.es. También me gusta leer ABC por su sección cultural. Leo y retengo algunas noticias que me llaman la atención: el independentismo catalán diseña el ejército de la nueva Cataluña con marines, unidades navales, cincuenta mil militares en activo y sesenta y cinco mil reservistas, se proponen unidades para actuar en el Índico y el Atlántico. ¡Joder! Y ni siquiera hemos votado. Es como si se supiera que el resultado de la votación solo pudiera ser uno: la independencia. No se contempla que Cataluña pueda seguir unida a España. Pienso en si emigrar de esta tierra...

Pablo Iglesias en Estrasburgo se cree el rey del mambo y ataca a la casta europea.

Descenso demográfico: miles de inmigrantes abandonan España unidos a miles de españoles que buscan posibilidades de empleo en otros países. España será un país de viejos en veinte años. La mayoría de mis ex alumnos en la década de los treinta no han tenido hijos por diversas razones. Uno de cada cuatro niños en España pasa hambre. 

Cinco mil inmigrantes africanos llegan por el Mediterráneo a territorio italiano. Una treintena mueren asfixiados en las bodegas de uno de los barcos.

La monarquía parece de papel couché. Felipe VI no concita ningún entusiasmo ni adhesión popular.

Una carta de un lector recordando a Ana María Matute.

La sanidad pública pierde 28500 empleos en dos años.

Noticias intrascendentes del mundial de fútbol. TV1 pierde por su sectarismo y manipulación informativa audiencia respecto a otras cadenas...

Es verano. Mi mente se va a unas rocas junto al mar tranquilo y azul. Es mediodía. Cuerpos desnudos adolescentes reposan bajo el sol cenital.

Estoy leyendo una biografía de Ortega y Gasset escrita por Jordi Gracia. He encargado en Amazon una novela titulada El día que Nietzsche lloró de Irvin D. Yalom. Me aferro a la lectura como un mantra. Es lo que me mantiene vivo en un mundo que no comprendo demasiado. Si un día me convierten en extranjero en Cataluña y todo esto se desborda en un maremoto nacionalista con himnos y banderas y ejércitos catalanes, yo no seré de aquí. Mi patria será la literatura.

Hoy hace veinte años que me casé por la iglesia, yo que era anarquista y joven rebelde. Fue en una capilla románica en el barrio del Raval. Leí un fragmento de El cantar de los cantares. Luego nos fuimos a hacer fotos vestidos de novios con fondo de grafitis contraculturales (porros, banderas anarquistas y comunistas...)

Juan Poz comentó en mi anterior entrada que a cierta edad queremos reconstruir nuestra vida alentando una ilusión de continuidad, de unidad, de organicidad. Nuestra tentación de querer entender nuestra vida como si fuera un relato unitario con sentido.

Tengo que volver a ver Matrix, la película más filosófica de la historia del cine, según comentó algún amigo de Facebook.

Me gustaría ser escritor, dar salida a este magma interno que brota a borbotones de mi mismidad. Sin embargo, solo soy capaz de componer fragmentos. Soy un escribidor fragmentario, de momentos que se suceden vertiginosos y sin continuidad.

Pienso en si volver a practicar zazén.

Este verano haré la ruta del Camino de Santiago del Norte partiendo de San Juan de Luz en Francia. Me realizo caminando. Soy un caminante como lo eran Antonio Machado y Samuel Beckett.

Pienso en leer también la segunda parte de Juego de Tronos. Me mantuvo intensamente atrapado Canción de fuego y hielo. Un mundo propio creado por George R.R. Martin.

¿Qué anhelo? Ser capaz de crear también un mundo mío, inequívoco, existencialmente potente en que imágenes se repitieran magnéticas: como el día en que mi madre me echó de casa a los cinco años por no querer comer una manzana asada. Yo lloré amargamente y bajé desesperado los cincuenta y tres escalones hasta la calle. Me iba al abandono absoluto pero en la disyuntiva de comer algo que no deseaba y el abismo, elegí el abismo. De eso me enorgullezco. Cuando digo que no es no.

Mi mundo de imágenes recurrentes, de sueños eróticos algunos pedófilos para mi sorpresa al despertar.

No puedo saber muy bien quién soy. Soy algo así como un conjunto de impulsos deslavazados que se afirman en la escritura en busca del norte magnético que no existe.

Pronto me iré a correr unas vueltas por el parque. Me relaja. Sudo.

Escribir sin sentido, sin dirección, puros fragmentos que se reorganizan y dispersan en la lectura.

Pequeños poemas en prosa que bailan entre las teclas de mi MAC.

Esos cuerpos desnudos adolescentes, Serge y Nadine, él y ella, se desean en ese verano infinito frente al mar.

Poner fin al post cuando uno tiene ganas de seguir ...

Sí. Es mediodía. 




domingo, 29 de junio de 2014

Autoficción de una entrevista a Joselu.



Hola, Joselu, hace tiempo que rondas por internet, hace casi nueve años que tienes el blog Profesor en la Secundaria, un blog caótico que a veces tiene algún destello de interés para los lectores. ¿Podrías contestarnos a unas preguntas sobre tu perfil personal y profesional? Te enviamos por correo estas preguntas. Esperamos tus respuestas sinceras.

En primer lugar, ¿qué te mueve a escribir?

Tú lo has dicho, mi caos interior me lleva a plasmar por escrito mis reflexiones. En alguna forma, escribir es un modo de establecer un orden y unas prioridades. Escribiendo me fuerzo a contemplarme y desdoblarme, exige una disciplina a un señor perezoso y desorganizado incapaz de hilvanar los argumentos en su mente con rigor.

¿A quién admiras?

No admiro a nadie. Pero sí que hay personas cuya realidad y su obra me resulta sugerente, digna de ser conocida y pensada, personas que han sido coherentes en su vida personal y creativa, personas que son buenas, generosas, abiertas. No establezco una prioridad entre seres que han pasado a la historia y otros que se cruzan en mi vida como la panadera de mi barrio con la cual hablo con placer. Cada uno tiene la vida que le ha tocado o la que ha podido elegir. No creo que haya seres más grandes que otros. No se pueden comparar las vidas. Todos tenemos una existencia que es única, la única que poseemos.

¿Qué estás leyendo actualmente? ¿Qué te parece?

El proceso de Franz Kafka. Lo he leído a continuación de una biografía de Kafka de Reiner Stach sobre los años 1910-1914. No lo había leído. Mi impresión es compleja. Hay momentos que me parece apasionante y hay otros momentos en que me aburre y me suscita el bostezo, pero igual me pasaba con la biografía de Kafka. No soportaba la relación con Felice Bauer, una relación que no le aportaba nada aparente a Kafka pero a la que él daba una fuerte importancia. Desconozco si llegaron a acostarse más de una vez (que fue un fracaso) y toda se construyó por este intercambio epistolar entre ellos. Hemos conservado las cartas de Kafka pero no las de Felice Bauer. El proceso se escribió en este periodo. En algún sentido es una obra extrañamente humorística aunque revela un mundo inextricablemente complejo y diabólico por un entramado de enigmas burocráticos que rodean a ese proceso en el que el protagonista, Joseph K, está implicado. El adjetivo kafkiano cobra en este relato todo su sentido.

¿Quién ha sido la persona más importante de tu vida? ¿Por qué?

Sin duda, mi madre. ¿Por qué? Porque era un ser singular, enferma mentalmente, que no podía reprimir su necesidad existencial de hacer daño a las personas que tenía cerca especialmente si eran seres indefensos. Tenía una potencia inenarrable de causar sufrimiento. Solo se podía huir de ella. Nunca tuvo ninguna duda sobre ser una persona extraordinariamente buena. Estuve en su poder sin ningún contrapeso toda mi infancia. De ahí proviene mi personalidad conflictiva y mi inadaptación social. Cuando murió, la acompañé al crematorio y le deseé un buen viaje. Tuve la satisfacción de verla allí por fin indefensa.

¿Qué te parece el uso que se está dando a la tecnología?

Soy un adicto a la tecnología. Mi iPad es mi tesoro personal. No me desprendo de él. Pienso que los hombres cada vez estaremos imbricados en la relación con las máquinas que se están convirtiendo en una parte importante y fundamental de nosotros. La fusión hombre-máquina está en el horizonte. Ahora google ya es una parte esencial de nuestra inteligencia, es como una extensión de nuestra memoria. Y los móviles, no es necesario subrayarlo, son un elemento que está unido a cada instante de nuestra vida especialmente para los más jóvenes. A la vez, todo esto produce espanto. No concibo mi vida sin tecnología pero añoro el tiempo de mi juventud en que no existía nada de esto y los jóvenes nos reuníamos en clubes juveniles, bailábamos con canciones de John Lennon o Adamo y editábamos revistas a multicopista escritas en clichés. Creo que hablábamos más, nos comunicábamos mejor. Éramos más densos. La tecnología en su versión popularizada hace extenderse la banalidad entre los que la utilizan. Los seres humanos, aislados en sus artefactos tecnológicos se hacen más individualistas  y egocéntricos.

¿Temes envejecer? ¿Por qué?

Hubo un tiempo en que me aterrorizaba la idea de hacerme mayor. Me obsesionaba el envejecimiento, la decrepitud, me avergonzaba de mi edad. Dilaté mi adolescencia hasta los cuarenta años. Vivía en un mundo sin compromisos duraderos. Estaba como de paso. Sin embargo, la experiencia de ser padre cambió mi perspectiva totalmente, viví una profunda crisis existencial después de vivir la euforia inicial de la paternidad. Hoy mis hijas son adolescentes y yo he vivido el arco que supone su crecimiento. Creo que vivo más reconciliado conmigo mismo, pero a esto no es ajeno la medicación que tomo para paliar mi tendencia a vivir la vida como un conjunto de estímulos negativos. Soy feliz a mi manera. No soporto a quienes quieren ofrecer modelos o recetas para vivir. A vivir solo aprende uno por sí mismo. Mi camino es mi camino, no es de nadie más. Nadie lo puede evaluar. La vejez puede ser un estadio interesante si uno sigue en el sendero de no rendirse a lo dado. El otro día leía en un blog a un bloguero que se recreaba en su ancianidad. Me espeluznó. La vida es una sucesión de estadios superpuestos pero no necesariamente sucesivos. Lo importante es que el pensamiento salvaje, no integrado, siga estando presente. No rendirse nunca. La muerte, vivida en unas circunstancias adecuadas, puede ser una experiencia muy hermosa.

¿Qué libro te gustaría haber escrito?

Habría varios, pero yo escogería Moby Dick por un lado, y Los hermanos Karamázov por el otro. Hermann Melville y Dostoievski.

¿Quién te hubiera gustado ser?

Si yo pudiera haber elegido, me hubiera gustado ser trompetista de jazz como Miles Davis. He sido totalmente negado para la música. Carezco de oído por completo. Una pena. Creo que hubiera dado salida a toda mi tristeza mediante la música. Cuando veo a quien tiene facilidad para este lenguaje artístico, soy consciente de mi limitación. Incluso cuando escribo tiene que traducirse en un lenguaje poco musical, poco armónico.

¿Qué lamentas de tu vida?

Tantas cosas irreparables... Lamento muchas cosas. He sido un experto en meter la pata. A veces juego con mi imaginación a deshacer mi pasado y eliminar tantas y tantas cosas de que me arrepiento... No entiendo a aquellas personas que dicen, con seguridad pasmosa, que no tienen nada de que arrepentirse, ni nada de que avergonzarse, que están muy tranquilos. En este sentido me asombran los políticos. Tienen que ser de un material especial. Si a mí me dijeran un diez por ciento de lo que se tienen que oír estaría destrozado debajo de una piedra. Sí, hay muchas cosas de mí que no me gustan.

¿Has sido un buen padre?

No hay nada que deteste tanto como esos deseos que a veces se expresan diciendo “al mejor padre”, “al mejor profesor”, “al mejor abuelo”. No soy nada de eso. Ha habido cosas que he hecho bien y cosas que podían haber estado mejor. No soy ningún modelo de nada. Me deprimen los halagos generalmente inmerecidos. Procuro estar donde mis hijas puedan necesitarme pero nunca les he intentado llevar por un camino u otro. Mi padre lo intentó conmigo y fue un rotundo fracaso para él.

¿Cómo ha sido tu experiencia como profesor?

He vivido momentos de éxtasis profesional y momentos de honda depresión. Para algunos he sido un profesor motivador y para otros, especialmente en los últimos tiempos, he sido un profesor aburrido, carente de sentido del humor, que no conecta con sus inquietudes y sus necesidades. La enseñanza ha cambiado tanto... Puede que hace un tiempo yo reuniera cualidades espléndidas como profesor que, con el tiempo, se han convertido en lastre para el ejercicio de la  profesión. Una carrera docente es demasiado larga. Uno tendría que tener el derecho a cambiar de profesión cuando se da cuenta de que su tiempo ha pasado ya.  En la enseñanza he dejado buena parte de mi vida. He tenido aciertos importantes y he cometido errores lamentables. Siempre he sido un profesor que ha pretendido innovar,  pero no siempre es posible.

¿Qué es la literatura para ti?

Una tabla de salvación. En un tiempo demoledoramente triste descubrí los libros y siempre he sido fiel a ellos. No he leído para divertirme o pasar el rato. No. Siempre he leído para intentar comprenderme a mí mismo. Leer a otros que son mucho más inteligentes que han vivido algo parecido a lo que he vivido yo, me interesa y mucho. En ese diálogo implícito que se da con el libro surgen chispazos de inteligencia que me iluminan. Me atraen los autores de fuerte componente existencial, aquellos que han vivido la vida como un bosque oscuro al que han aprendido a darle sentido.

¿Cuándo conociste el amor?

A los cinco años. Ella era mi compañera y no la he olvidado nunca. Cada día me acuerdo de ella. Nunca la he vuelto a ver ni querría hacerlo. Basta saber el lugar que ha ocupado en mi vida.

¿Qué esperas de la vida?

Nada especial. Poder seguir caminando, leyendo y seguir aguantándome sin demasiado pesar. Mis hijas irán encontrando su camino. Cada una es muy singular. Han heredado la voluntad de su madre y son tenaces, tanto que me sorprende esa evolución personal y radicalmente suya que han tenido, que están teniendo. También espero seguir manteniendo mi relación de pareja que lleva ya más de un cuarto de siglo y en la que he encontrado mi estabilidad e íntima libertad.

¿Políticamente como te defines?

Me defino como conservador aunque nunca votaría a la derecha. No entiendo a los radicales que piensan que todo lo que tiene este país es una mierda y que todo es corrupción. Lo que pasa es que las buenas cosas que suceden no son noticia. Hay muchos españoles serios, responsables, honrados y eficientes que no son noticia. Hay mucho de lo que sentirse orgulloso en este país, aunque las noticias sobre corrupción en todos los niveles ocupen los titulares. No somos solo una pandilla de pícaros y tramposos. Hay mucho bueno pero siempre tendemos a desmerecernos y a depreciarnos. Es como si cada treinta años quisiéramos poner de nuevo el reloj a cero y comenzar adánicamente otra vez de nuevo. Es el carácter español que sigue considerando que somos atrasados y atávicos.

¿Cómo llevas el proceso independentista en Cataluña?

Con prudencia e íntima desolación. Hubo un tiempo que viví que Cataluña era un espacio abierto e interesante, con gentes no extremistas, un espacio tolerante... Pero el avance totalitario del nacionalismo ha hecho que esta tierra se convierta en simplista, ensimismada, autocomplaciente, pueril. Cataluña tiene dos almas que se complementan perfectamente. Querer negar una para afirmar la otra solo puede llevar a un resultado empobrecedor y desastroso. Si Cataluña se fuera de España pronto surgiría el sentido de la nostalgia de algo que era enriquecedor y plural.

¿Eres feliz?

A mi manera sí. Me gustaría tener algo de sentido del humor, pero el que tenía lo perdí en el camino. Soy incapaz de reírme por las cosas que se ríen mis compañeros de trabajo. Me gusta el humor absurdo en la radio de Los especialistas secundarios. Me encanta. Tengo momentos de íntima y profunda felicidad, y otros momentos de desolación y tristeza. Supongo que para que existan unos tienen que existir los otros. A cada momento feliz le corresponde uno de dolor. Es el equilibrio de la vida. No creo que la vida pueda existir como una sucesión indefinida de momentos de felicidad plena. La plenitud la he sentido en algunos instantes de mi vida, de éxtasis existencial que no se puede explicar. Supongo que todos vivimos instantes así. Por contrapartida el dolor más agudo también ha existido.

¿Crees en la magia?

Rotundamente sí. En mi cosmovisión está presente la magia. Hay muchas cosas en mi vida que nos son inexplicables sin esa realidad mágica de que hablaba Ana María Matute. La magia existe en el mismo hecho de existir. Además hay coincidencias, hay encuentros, hay constelaciones de hechos mágicos en nuestra existencia. Otra cosa es saber qué sentido tienen. Eso lo ignoro. Cuando ha surgido la magia en mi vida, lo ha hecho como un deslumbramiento cenital, pero no sé para qué ni por qué. A veces pienso que para alumbrar nuestro camino a la muerte.



Bueno, Joselu, por hoy ya hay suficiente. Tus respuestas han quedado consignadas como testimonio de una fracción de existencia. Ojalá que alguien las lea y pueda comentar algo al respecto. Buenos días.

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