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sábado, 1 de junio de 2013

La habilidad de la copia




Fragmentos de los ejercicios de argumentación de mis alumnos sobre la práctica frecuente de copiar en los exámenes:

“Si copias en un examen en verdad estás apoyando la corrupción y los fraudes. Estarás apoyando a las empresas que roban a los trabajadores no pagándoles lo que en verdad merecen o apoyando a los políticos que mienten, roban y no hacen nada de lo que dicen que harán en las elecciones”.

“... creo que la razón por la que la gente copia es porque los estudiantes en su mayoría solo piensan en aprobar y no en aprender. Debemos cambiar este aspecto y es posible que muchos, no todos, dejen de copiar”.

“A raíz de esta acción (copiar) puedes comenzar a pensar que el mentir puede servirte para conseguir otro tipo de objetivos como ganar dinero, asesinar, etc. Entonces las normas y las leyes ¿para qué están?”

“Perderás la confianza del profesor, ya qué él te está enseñando a aprender y en vez de estudiar, te rindes... Pero la vida no te da las cosas a la mano, tienes que superar los obstáculos que se interpondrán delante tuyo, pero acuérdate, todo esfuerzo tiene su recompensa y te sentirás orgulloso de lo que puedes llegar a mejorar. Te daré un consejo “ayúdame  que te ayudaré”. Si no pones de tu parte, no recibirás nada a cambio”.

“El que copia no aprende... Solo se limita a escribir lo que otros han podido aprender, sin tener ningún interés de al menos enterarse de lo que están escribiendo (...) Copiar no es bueno. Se tiene que demostrar lo que has aprendido tú y no tus compañeros. En la vida todo se paga y quizás de mayor, lo seguirás haciendo y engañándote a ti mismo hasta que un día te salga mal. Es mejor ser honrado que ser un sinvergüenza”.

“No se puede confiar en la palabra de alguien que copia. Y si sigue copiando y haciendo trampas, puede llegar a enseñarlo a sus hijos, y seguirán un mal ejemplo”. (...) Para triunfar en la vida, tienes que conseguirlo con tu esfuerzo y con tus capacidades. Sin hacer trampas. Así puedes estar orgulloso de lo que has hecho y lo que has conseguido”.

“Sinceramente creo que copiar en un examen es caer muy bajo, porque a la vez no aprendes.  Pienso que más vale el esfuerzo para estudiar aunque saques una calificación baja”.
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“Yo pienso que copiar en un examen no tiene nada de malo si sabes que no vas a seguir estudiando (...) no es nada malo mientras no te pillen. Puede ser que estemos haciendo trampas para obtener resultados pero si sabes que vas a aprobar ¿por qué no hacerlo? Puedo no sentirme orgulloso del resultado pero mientras apruebes...”

“Copiar en un examen es muestra de desesperación (...) No es correcto pero si te sientes presionado no queda otra”.

“Si no es algo abusivo y que no lo utilizas frecuentemente, lo veo normal. Copiar hay que tomárselo como un alternativa, por si no hemos estudiado ese día en casa”.

“En conclusión, copiar no es tan grave dependiendo del momento y de las circunstancias por las que lo haces. Todos hemos copiado alguna vez a lo largo de nuestra vida académica”.

“Las personas mienten para obtener resultados y eso no quiere decir que tengamos que dejar de confiar en alguien que ha copiado en un examen, porque entonces no podríamos confiar en nadie. Por tanto podemos decir que tanto copiar como mentir no es un acto bien visto, pero te puede sacar de algún aprieto”.

“En la vida se puede aprobar y suspender, pero es mejor tener una chuleta por si las malas. Copiar te  puede servir pero no será un buen ejemplo para tus hijos. No siempre será malo copiar porque encuentras que hasta tu propio profesor ha copiado alguna vez”.

“El copiar en un examen te puede servir para ayudar a poder aprobarlo. Yo no creo que sea algo tan grave mientras hayas estudiado. Siempre nos puede servir como herramienta de seguridad para cuando lo necesites”.

“A la hora de copiarnos en un examen hay que saber y tener experiencia de cómo hacerlo, porque si no hay muchas posibilidades de que el profesor te vea y te pille.”

“Porque copies en un examen no quiere decir que de mayor puedas engañar en el trabajo a o tu familia”.

“A veces los alumnos que no estudian intentan engañar a los profesores que saben que no se enteran de nada y aprovechan para engañarles copiando en el examen o en otras cosas, porque no tiene nada de malo. No es algo como robar en el banco”.


martes, 28 de mayo de 2013

Delación



Hoy salía de clase con una moderada satisfacción. Mis alumnos de cuarto B habían obtenido unos alentadores resultados en un examen sobre la generación del 27. No todos, pero sí una cierta tendencia que lograba que muchos fueran recuperando la evaluación a través de la hoja de cálculo de EDMODO, la plataforma educativa que utilizo. Además la clase de hoy, a una hora mala, había ido bastante bien. El poeta Miguel Hernández les había interesado: su origen humilde, la oposición del padre a que estudiara o que escribiera versos, el choque entre el deseo y las limitaciones de ese deseo... Me gusta hablar de literatura y acercarles a una serie de autores de modo que les sean próximos. Repito mucho las cosas. Es una estrategia para lograr atravesar los veinte muros de protección que tienen ante el acceso de información nueva que confunda o altere su mundo. Ello me lleva a que en numerosas ocasiones acuda a anécdotas y menos a análisis o comentario teórico que sé que no les llega... Quiero hacerles partícipe de un tiempo, de un modo de entender la literatura, de conflictos que les son o les resultan lejanos como la guerra civil que ellos no pueden llegar a entender. No pueden entender por qué Miguel Hernández fue detenido por la policía salazarista portuguesa y entregado a España, y ser encarcelado hasta su muerte en 1942. No pueden entender la vesania y el espíritu de venganza que reinó entre los vencedores de la guerra.

Pues sí, hoy salía contento. Habían tomado información sobre Miguel Hernández y parecía haberles llegado. Al día siguiente les daría una antología de poemas que incluiría algún soneto de El rayo que no cesa, la Elegía a Ramón Sijé, poemas como las Nanas de la cebolla y algún otro de Cancionero y romancero de ausencias.

Sí, el profesor salía contento de clase a las 14.30. El curso está saliendo con un nivel satisfactorio –me decía- y todo apunta a que estos muchachos tendrán un marco histórico y literario a la vez que sintáctico para encarar el bachillerato.

Salía contento... pero un muchacho de la clase se ha quedado el último para aparentemente hablar conmigo. Se ha dirigido a mí y me ha dicho que si les preguntara a mis alumnos todos sabrían la respuesta correcta. No he entendido lo que me decía, y le he preguntado, recordando su mediocre resultado en el examen, que qué me quería decir.

“Pues que han copiado, que todos tenían chuletas y por eso han obtenido esos resultados”.

Una sensación amarga me ha golpeado y ha hundido mi satisfacción. Aquel muchacho podía ser un impresentable, con confusos sentimientos o al menos extraños. Justificaba su fracaso en el examen acusando en general a sus compañeros, sin pruebas, haciendo extenderse sobre ellos una mancha generalizada de sospecha que afectaba a los que efectivamente hubieran podido copiar (siempre es posible) como a los que hubieran obtenido en buen lid su calificación (que también los habría).

Mi estado de ánimo había cambiado totalmente. Me había invadido una especie de amargura, no sé si tanto por lo que parecía revelarme este alumno, o por la tristeza humana que ponía de relieve la delación de sus compañeros. 

viernes, 24 de mayo de 2013

Darwin en la escuela



Una profesora vocacional y comprometida con su trabajo me comentaba en el departamento de castellano que los alumnos que habían llegado a primero de ESO hace tres años eran una generación brillante. Eso en los términos en que nos movemos en nuestro mundo significa que era una promoción buena. Al cabo de tres años de estancia en el instituto se habían contagiado de un ambiente de relajación y desidia y se habían convertido en cursos mediocres, que suspendían la mayoría al menos en castellano. El sistema les había transformado en alumnos perezosos, dejados, incapaces de realizar un esfuerzo continuado, faltos de convicción, entregados y esencialmente haraganes.

Me pregunto qué parte de responsabilidad tenemos nosotros como profesores a la hora de crear un ambiente tenso y exigente que lleve a que exista un estrés necesario y creativo que mueva a una continua renovación del espíritu inicial con que llegaron estos muchachos al instituto.

Sin embargo, un conjunto de ideas y de movimientos pedagógicos nos llevan a pensar que la selección es negativa, que el aprendizaje ha de ser cómodo y sobre todo igualitario, que debe ser inclusivo no dejando a nadie atrás. El resultado de todo esto es un sistema falto de tensión y estrés en que se vive sumamente bien, en que se suspenden muchas asignaturas y se pasa de curso, en que los profesores van reduciendo sus expectativas, acomodándose a un ambiente relajado, en que tras múltiples recuperaciones los alumnos que no han dado un palo al agua van promocionando y todos van viendo que la vida en el instituto es confortable, tranquila y amable. Ya se nos ha dicho que nuestro proyecto debe ser integrador, que no debe promover la insatisfacción y que debe contar con la participación de la mayoría que se va acostumbrando cada vez más a hacer cada vez menos. Y además hay que contar con que el instituto es un centro de relaciones sociales en que los muchachos aprenden valores y actitudes

Esta es la pedagogía de que nos hemos impregnado en los veinte últimos años. No debemos ser verdugos  sino colaboradores de la felicidad y de las aspiraciones de nuestros alumnos... Hemos de crear un clima creativo, participativo que no suene ni por asomo a los procesos de selección que muchos recordamos en la época del franquismo. Aprender en un centro debe de ser una actividad agradable y placentera, no discriminatoria...

Cuando redacto esto me viene a la memoria la anécdota del estanque dorado en que había peces rojos que vivían plácidamente sin amenazas. Al final todos murieron por falta de necesidad de espíritu de supervivencia. En el mismo estanque se echaron peces azules que comían peces rojos y la especie sobrevivió.

No sé por qué la izquierda es roussoniana y ha traído sistemas educativos sin tensión ni estrés que llevan al maleamiento de los alumnos que se hunden en una vorágine de holgazanería y distensión. La derecha es darwinista y aplica la idea de selección de las especies y lleva a sus hijos a colegios sumamente exigentes y selectivos donde han de aprender a convivir con la tensión y el estrés anejo a cualquier tarea intelectual, y lógicamente ha de haber elementos que sean dejados al margen, en la cuneta, o tal vez elementos que necesitan ser reorientados a otras opciones menos exigentes. La izquierda con sus planteamientos promueve un ambiente acomodaticio. Tal vez porque se ha planteado como ambición metafísica que se deben salvar todos o ninguno. La derecha es más cruel y promueve la selección natural y triunfa en la realidad.

Tal vez hay una pedagogía para pobres y otra pedagogía para ricos.

Pero, en tal caso, ¿por qué hay tantos dirigentes y cargos políticos de la izquierda que llevan a sus hijos a colegios donde rigen planteamientos de la derecha? 

martes, 21 de mayo de 2013

Los paradigmas educativos y la ley WERT



Tengo la impresión de que el debate es algo ajeno a nuestra cultura. No lo encuentro por ningún lado. Ni en la cultura política, ni en las aulas, ni en los blogs. Debatir supone aceptar una parte del razonamiento del otro y mostrar sus puntos débiles o frágiles y argumentar de modo que se alcance una visión más amplia. En este debate los participantes tienen que estar abiertos a modificar sus puntos de vista y sus razones, de modo que su posición puede ser modificada como consecuencia del debate. ¿Han visto alguna vez esto en el parlamento o en alguna tribuna política? Si alguien lo hiciera sin duda sería memorable. No, no es lo que se acostumbra. Se parten de posiciones políticas inamovibles o solo movibles en función de pactos que no tienen nada que ver con el debate sino con la fuerza política o la necesidad de apoyos. No interviene para nada la racionalidad ni el intercambio de razones.

En torno a la ley WERT sobre educación, la conocida como LOMCE, se ha argumentado por parte del ministro que viene a dar respuesta al fracaso del sistema educativo ideado por los socialistas y que viene a traer un 30 por ciento de fracaso escolar entre los alumnos que no promocionan la ESO. Esto es una verdad como un templo, me refiero a lo del fracaso escolar español superior al de otros países europeos y muy distante de ese modelo inalcanzable que es Finlandia o en el otro espectro educativo, los modelos de Corea o Shangái. Este ha sido el argumento estrella del PP para defender la LOMCE, algo a lo que le resulta muy difícil contestar al bando de la izquierda educativa. ¿Por qué ese elevado fracaso en nuestras aulas? ¿Por qué tan bajo nivel en las competencias PISA tras unos veinte años de aplicación de modelos progresistas en la educación? No encuentro una argumentación que me convenza. Algunos argüirán que se debe a la escasa inversión educativa por debajo de otros países del entorno. Otros mostrarán su convencimiento que se debe a la escasa formación del profesorado cooptado entre carreras ligeras y con escaso compromiso educativo. Otros seguirán arremetiendo contra el profesorado y lo acusarán de conformista. Los profesores argumentarán que el modelo educativo no es estable y que ha sufrido continuos cambios a tenor de los partidos en el poder que han cambiado a su antojo sin auténticos pactos transversales la legislación educativa. Desde la izquierda se señalará el daño profundo que hacen los conciertos educativos –aprobados por el PSOE cuando se iniciaba la andadura política de la transición- y que segregan a una buena parte de las clases medias, aquellas cuyos padres están más implicados en la educación de sus hijos, cuando en Finlandia la casi totalidad de la educación es pública y apenas existe la enseñanza privada.

Desde perspectivas críticas se señalará que los modelos educativos de la izquierda son roussonianos y que han montado mediante su sistema educativo parques temáticos ligeros e intrascendentes para entretener a los jóvenes que van a las aulas a pasarlo bien, sin presión, sin verdadera cultura del esfuerzo y de la pasión por el conocimiento. Los padres, de paso, pretenden que la escuela sea una especie de aparcamiento donde sean recogidos sus hijos durante la dura jornada escolar.

Desde el seno de ciertos movimientos pedagógicos dirán que lo que pasa es que el paradigma educativo está obsoleto, que lo que se enseña en las aulas es ininteresante y no adaptado a la sociedad del siglo XXI. De ese modo los alumnos se distancian de lo que se explica en las aulas que son más propias del siglo XIX que del siglo en que estamos. De este modo aprender no significa lo mismo que desde posturas tradicionales y se fomenta un aprendizaje en red, cooperativo, no jerarquizado, en que el profesor es un acompañante más que el representante del saber institucional.

Desde ángulos más esotéricos se nos vendrá a decir que la escuela es una institución conformista y acrítica y se nos vendrá a hablar de empoderamiento mediante un acto casi mágico en que el profesor por medio de un discurso maravilloso convierte a sus alumnos en sujetos activos de su aprendizaje, frente al modelo tradicional en que existe uno que sabe y enseña y otros pasivos que no saben y aprenden. Este empoderamiento es representado en vídeos en que se muestra un cambio trascendental de actitud por parte de los alumnos que pasan a ser sujetos activos y creativos de su propio aprendizaje.

El PP acaba de aprobar su ley educativa, una ley que no sé cómo responderá al fracaso mencionado del 30 por ciento. Tal vez pretenden levantar una escuela competitiva a nivel interno y externo para generar otro estado de ánimo en las instituciones educativas ancladas al parecer en el conformismo. Parece que es un modelo más bien gerencial y empresarial, que comienza con impresionantes recortes en la financiación de la educación, aumento de alumnos por aula, disminución de apoyos y profesores y la aplicación al sistema de reválidas externas para verificar el funcionamiento del sistema mediante un modelo competitivo. De paso todo el apoyo teórico y económico para la enseñanza privada a la que se ve como un modelo exitoso frente al fracaso de la pública en la que no se cree en realidad y se la tiene como un lastre caro y pesado para entretener a las clases más desfavorecidas a las que, por desgracia, también hay que darles educación. De paso disminuye el valor de las materias humanísticas y artísticas, da carta de naturaleza a la enseñanza de la religión católica en el seno de la  institución que debía ser laica y fomenta los equipos directivos fuertes y gerenciales frente al cooperativismo de otros puntos de vista.

Como profesor estoy expectante intentando saber cómo va a afectar a mi día a día e intento averiguar sin conseguirlo cómo este nuevo modelo va a ser exitoso y va a promover un clima que levante los ánimos de unas instituciones –las educativas- que están confusas, desorientadas y sometidas a conmociones continuas en sus planteamientos pedagógicos, además de estar sufriendo los mayores recortes económicos de la historia de la democracia.

Por más que quiero ver al ministro WERT como un hombre iluminado y no comprendido por la masa de profesores, no alcanzo a ver cómo un experto en marketing y sociología ha promovido algo cuyos perfiles se me escapan.

¿Qué pretende en realidad? 

martes, 14 de mayo de 2013

La literatura y las redes sociales



“Al contrario de lo que hacen algunos profes, más que sacralizar el Quijote deberíamos desacralizarlo, bajarlo de esa nube de elitismo que nosotros mismos creamos”.

Este es el punto de partida de mi post, un fragmento de una respuesta de Toni Solano a mi comentario sobre la lectura de El Quijote por parte de adolescentes.

Me ha sorprendido y no me ha sorprendido. Conozco las posiciones de mi amigo bloguero del alma con el que mantengo comunicación desde 2006 y él ha seguido mis circunvoluciones personales y blogueras con una entrañable fidelidad.

¿Contribuimos a sacralizar El Quijote los profesores que lo consideramos una obra maestra inigualable? ¿Alejamos por tanto de su lectura a presuntos lectores que la asumirían si les fuera presentada en unos términos más modestos? ¿Tal vez como una buena novela? ¿Tal vez como unos sketches en que aparecieran representados Sancho, Don Quijote y Dulcinea en la vida cotidiana? ¿Hay que bajar El Quijote a unos términos más humanos y cotidianos? ¿Adecuarlo a los diferentes ritmos de una juventud fragmentaria y marcada por las redes sociales? Sin duda, esta es la posición de Toni y ello me representa un hito interesante que leo con suma atención.

Sin embargo, algo me llama la atención. En mi juventud, ya lejana, yo aspiraba a conocer modelos que estuvieran en lo alto, que sobrepasaran la trivialidad, que fueran en alguna manera superlativos... que contuvieran trazos de genio que me alumbraran y distrajeran del vulgar acontecer de los días y de las cosas. Así se hizo mi afición lectora: mitificando a autores, dejándome admirar por Samuel Beckett, Cortázar, Henry Miller, Anaïs Nin, Lawrence Durrell, Kerouac, Kafka, Dostoievski, Tolstoi... No sé cómo yo leí pero todo me llevaba a encumbrar a una serie de autores que me parecían cimas inescalables en el espíritu humano. Shakespeare, Molière, Milton, Dante, Cervantes... Leí El Quijote a mis 21 años introducido por un excelente profesor que me hizo apreciar la genialidad de esta creación, y lo leí con reverencia, sabiendo que me enfrentaba a algo excepcional ante lo que me inclinaba. Luego he aprendido a saber que Cervantes era no solo un genio sino alguien profundamente humano que tuvo una impresión en vida de fracaso que no logró atemperar el éxito de una obra presuntamente humorística que fue despreciada por los estudiosos españoles por la gran admiración que causaba entre los británicos.

Me pregunto por qué un adolescente de hoy en día tiene que consumir carne enlatada, que no le asuste, que no le lleve a pensar que se enfrenta a una cima del pensamiento y la literatura. ¿Por qué no le puede atraer el saberse ante algo radicalmente diferente y que esto le estimule a saber más del genio que lo produjo?

Algo de la respuesta a esto me lo dan las redes sociales en las que soy colaborador. Tengo cuenta en Facebook y en Twitter. Allí escriben en horizontal igualdad el que dice que le pican los sobacos como el que recoge el más sensible pensamiento. Hay una línea del tiempo en que se van sucediendo los estados de ánimo, unos airados, otros francamente positivos, pero con un tono semejante al que nos presenta las revistas del corazón en que vemos las más vistosas biografías a nuestra altura y ofrecidas a nuestra contemplación. Nada hay grande, nada hay demasiado grande... todo alcanza un tono medio trivial en que la realidad es diseccionada sin apelar a algo que nos sobrepasa, que está más allá de nosotros...

Este es el mundo en que nuestros alumnos adolescentes se forman. En él no hay mitos, en él todo es horizontalidad y sirve igual un pensamiento elaborado que un regüeldo mental. ¿Cómo entender que ciertas obras literarias, que la literatura misma  guarda un lugar de excepción en el espíritu humano? ¿Cómo hacer horizontal a Cervantes? ¿Cómo hacer cercano a Dostoievski? ¿Cómo demostrar que aquello que los hizo únicos hoy constituye carne que circula en las redes sociales que horizontalizan la realidad, la literatura, la historia de las religiones, la cultura?

¿Ya no tiene sentido lo que estimula sentimientos que van más allá de lo trivial? Mi historia como profesor tiene varias etapas y esta es una de ellas, pero yo soy consciente de que hubo un tiempo no demasiado lejano que lo único, lo singular, lo excepcional eran motivos suficientes para ser acogidos con entusiasmo para aquellos espíritus que se identificaban con lo que se salía de los cauces de la normalidad.

Hoy vemos a Cervantes, y a Kakfa y a Dostoievski a través del prisma que nos ofrecen facebook o Tuenti. Es el signo de los tiempos, y ello no permite en ningún caso la mitificación, el pensar que haya algo que vaya más allá del rascarse los sobacos y que aspire en alguna manera a expresar un modo auténtico, arriesgado y original de contemplar la realidad y el mundo.

¿Qué son Don Quijote y Sancho? ¿Quién es Gregorio Samsa? ¿Quién es Raskolnikov? ¿Hemos de hacerlos actuales, contemporáneos a nuestros tics, a nuestras nuevas obsesiones, a nuestro modo horizontal de entender el mundo, a nuestros comentarios en facebook con el clásico me gusta que revela la enorme pérdida de complejidad del pensamiento? ¿Hemos de acercarnos a ellos evitando la sacralidad o hemos de creer en ella?

Mi experiencia como profesor es en este sentido compleja. Mis alumnos dicen que soy peligroso porque soy demasiado filosófico, tiendo a extraer de mis comentarios factores que llevan a la consideración de la obra de arte con extrañeza y ello contrasta con la percepción de mis alumnos que se sienten confusos cuando ellos están habituados a la consideración llana de la realidad, la apegada a las redes sociales. No entienden que yo les estoy hablando de otras dimensiones a las que solo se es accesible desde una visión compleja y sacra del acto creativo. Sé que navego en contra de los tiempos, sé que no es lo que se habitúa, pero me he dado cuenta de que es lo único que soy capaz de hacer. Presentar lo literario como el reino de la extrañeza  y de la singularidad, en una realidad que se entusiasma por ser igualitaria y vulgar. Es una apuesta arriesgada y condenada, lo sé, al fracaso. No se puede ir contra el espíritu de época. Es así.

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