Páginas vistas desde Diciembre de 2005




domingo, 6 de febrero de 2011

Cambio de paradigma




En el post anterior reflexionaba sobre la dificultad de acercar el mundo sentimental de Rosalía de Castro a mis alumnos de segundo de Bachillerato. Antonio Solano (Repaso de lengua) vino a decir en un comentario que quizás habría que considerar que un tipo de literatura, la que llenó nuestra historia personal, está llegando a su fin y que quizás surjan otros modelos de literatura. Decía textualmente:

No sé, Joselu; con la edad empiezo a cuestionar los cánones y ya apenas confío en mis lecturas. Algunos autores que tenía idolatrados se han convertido en ceniza con el tiempo y no tengo claro que deba recomendarlos, a pesar de que en su día me parecían magníficos. Es probable que esta generación crezca al margen de la literatura, de nuestra literatura; pero también es posible que surjan nuevos modelos que escapan a nuestra comprensión y que servirán para caracterizar esta era. Con mi optimismo prefiero pensar que estamos viviendo unas vanguardias extrañas de las que resurgirá una literatura distinta. Quizá dentro de poco lean a Rosalía como nosotros leemos a Juan de Mena”.
Aprovecho este jugoso comentario para pensar sobre ello. Y parto de la evidencia de que internet ha cambiado nuestras vidas. Internet y todo lo que ello implica está generando otro modo de estar en el mundo frente a la cultura y está produciendo cambios en nuestro cerebro que afectan a nuestro modo de leer y a nuestra capacidad de concentración que ha disminuido drásticamente, incluso en profesionales de la enseñanza de la literatura, entre los que me incluyo yo. No leo del mismo modo. Me cuesta mantener la atención en un texto especialmente cuando es largo. Mi atención es discontinua, más con mi iPad y el nuevo formato del libro digital. Me doy cuenta de que nuestro cerebro se ha conformado a los saltos de internet, de un sitio a otro... Correo electrónico, Twitter, Facebook, comentarios en el blog, navegación por internet... Es difícil mantener una continuidad. Los profesores comprobamos que nuestros alumnos tienen cada vez más dificultades para leer textos que hace quince años eran perfectamente asimilables para jóvenes de su edad. Hay asimismo un mundo sentimental y filosófico que ha quedado desfasado, y muchas de las obras de referencia durante nuestra juventud se han vuelto ilegibles, no sólo por el tipo de planteamiento literario y filosófico, que no se adaptan a las preocupaciones del siglo XXI, que es esencialmente superficial, sino también por la mecánica de la lectura que lleva a no soportar un discurso durante un tiempo considerado dilatado. Percibo una tendencia evidente a la fragmentariedad, a la dispersión, a la falta de densidad y profundidad, a la condensación y síntesis (véase el éxito mundial de Twitter y de los SMS)... 


En diez años el libro digital multimedia habrá sustituido al libro tradicional casi por completo que quedará sólo para los románticos y nostálgicos. El libro digital incluirá (ya lo hace el iPad) funciones de navegación por internet, correo electrónico, música, películas, fotografías e infinidad de otras posibilidades. Nuestros alumnos de dentro de diez años, quizás antes, contarán con un soporte digital en el que estarán los libros combinados con vídeos, canciones, hiperenlaces, diccionarios... y multitud de aplicaciones que hoy todavía no sospechamos. Se habla ya en algunos foros de la Twitternovela, hecha a partir de fragmentos y recreación colectiva. Si ahora la atención es fundamentalmente dispersa ante un texto tradicional y cuesta muchísimo fijar el pensamiento en la trama, ¿qué será ante el libro digital? ¿Alguien se imagina que se leerán El Quijote, La Celestina, Tormento, Fortunata y Jacinta, La Regenta, Cañas y barro, La colmena... por decir algo? ¿No estamos asistiendo delante de nuestros ojos a la desaparición de un determinado concepto de literatura, a la caducidad de los textos sagrados que vienen desde las culturas hindú y griega? ¿Cómo será la literatura, si es que existe este concepto, de los tiempos venideros? ¿Cómo se enfrentará el hombre del futuro próximo y lejano a los mitos y obras maestras, así como a la continuidad de un texto del pasado si han dejado de expresar sus problemas, sus inquietudes, su concepción del mundo y del tiempo? Máxime cuando los mismos conceptos de creación y autoría estarán puestos en cuestión, así como la hasta ahora sacrosanta integridad de un texto escrito. ¿Cómo soportará un muchacho un texto escrito si no incluye imágenes, vídeos, canciones, navegación por internet, mensajes multimedia, 3D, recreaciones virtuales... ?
¿Qué sucederá con nuestro cerebro habituado ya a las capas menos profundas y en continuo movimiento en torno a múltiples ejes que irán rotando continuamente? 
¿Qué implicaciones políticas tendrá todo esto?

jueves, 3 de febrero de 2011

Final Fantasy



Este año vuelve a entrar en Cataluña en las pruebas de acceso a la universidad una selección de poemas de Rosalía de Castro. Para preparar la edición y comentario de sus poemas, hacemos una introducción a la época, el movimiento romántico, el Postromanticismo, su biografía y las claves de su poesía, tan interesante en tantos sentidos. Para acercarnos a su modo de contemplar el mundo, hemos de entender e impregnarnos de esa tristeza profunda que penetra sus poemas. Dolor de la existencia, dolor de vivir, sentimiento radical de soledad existencial que se expresa en la saudade que no es sólo añoranza o nostalgia de algo perdido. En su poesía están presentes todos los matices del sufrimiento que afectan a la intimidad de un ser torturado y extremadamente sensible. Sus libros Follas novas (en gallego), 1880, y En las orillas del Sar -1884- (en castellano) tienen una profunda unidad de concepción vertebrada por la desolación, la enfermedad que arrastraba, las presencias inmateriales de los que ya no están, de imprecaciones contra Dios al que se le reprocha su silencio ante la angustia del hombre y el sufrimiento de los más débiles sobre los que parece cebarse la crueldad divina. En muchos sentidos, Rosalía anticipa la angustia que explorará Unamuno y los existencialistas del siglo XX enfrentados a la nada y el vacío. 
Mis cinco alumnos reales de bachillerato asisten atónitos al desplegar de un mundo sentimental que les resulta lejano. Ellos no han conocido la angustia y el desgarro de necesitar a Dios y buscarlo entre la niebla y sólo percibir el silencio, ellos no han necesitado buscar un sentido a su vida porque este planteamiento sólo sirve para “comerse la olla” y además no hay respuestas. Ellos parten, parecen partir, del punto al que algunos de nosotros llegamos tras un largo proceso de reflexión, de dudas y angustias. Están allí y no necesitan hacerse preguntas que les cuestionen o planteen una búsqueda del sentido. Me doy cuenta de que el mundo de Rosalía les suscita atracción y rechazo a la vez. El eje de su modo de estar en el mundo es la intrascendencia (en el sentido de no trascendencia) y sobre todo el tópico más tópico que domina nuestro tiempo: la versión más utilitarista del carpe diem que lleva a gozar permanentemente y negar el valor del sufrimiento. Es bueno todo lo que proporciona placer y malo todo lo que nos aleja de ello. 
Rosalía de Castro padecía (hoy diríamos) una profunda depresión endógena que podría haber sido tratada con fármacos y tal vez hubiera conseguido una notable mejoría en su estado de ánimo abocado a la desolación. Tal vez sí, pero entonces no hubiéramos tenido dos textos maravillosos que son Follas novas y En las orillas del Sar. El dolor es una buena fuente de conocimiento, el dolor nos hace humanos, la cercanía de la muerte nos ilumina. La negra sombra de Rosalía anidaba asimismo en la luz del sol, en los murmullos del viento, en la llamada amorosa del mar (que es la muerte) y que atrae al ser humano como los cantos de las sirenas. El lenguaje y el mundo de Rosalía es magnético para mí. Me seduce esa profunda tristeza expresada con hondura existencial y maravillosa naturalidad. Pero mis alumnos están desconcertados por muchas razones ante sus poemas y la negra sombra que los inspira. Cuando percibo esta distancia abismal entre lo que plantea la poetisa gallega y la realidad en que viven estos muchachos, advierto la brecha  que se ha abierto entre una concepción existencial del mundo y la vida y la que es inspirada por los valores contemporáneos que no necesitan nada de aquello, ni se sienten compelidos a la búsqueda de sentido. Tal vez sea mejor, pero uno no deja de sentir como necesaria esa indagación interior sobre la realidad última. Creo que en definitiva buena parte, si no toda, la esencia del arte de todos los tiempos termina por ser opaca e intraducible al lenguaje de estos tiempos en que viven los jóvenes de dieciocho años para los que no existe el misterio salvo en los videojuegos de Final Fantasy o en el resultado de la final de Copa entre el Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona

miércoles, 26 de enero de 2011

La lámpara maravillosa


Una de las actividades más motivadoras que estoy realizando con mis alumnos de segundo de ESO (un grupo en que la mayoría son inmigrantes magrebíes y latinos) es el uso del corto como herramienta didáctica. En el blog de la clase, titulado Vamos a meternos en la boca del lobo, cuelgo algunos cortos y les propongo una serie de preguntas sencillas sobre el desarrollo de la historia así como sobre su interpretación. El dominio de la lengua castellana es escaso, no así su capacidad lingüística pues hablan bereber o árabe, si no los dos, además de una cierta base de catalán que ha sido su lengua de acogida. Pienso que no los he de abrumar con conocimientos teóricos sobre teoría de la comunicación o nociones gramaticales o sintácticas. Tomamos la lengua como herramienta de comunicación tanto oral como escrita y es positivo todo lo que lleva a desplegar la expresividad y la ampliación de léxico y estructuras gramaticales. 
El corto plantea una estructura narrativa a veces muy compleja al conectar la supuesta realidad con elementos mágicos. El visionado del corto es un momento que es esperado con mucho interés. La pizarra digital es una buena herramienta para añadir imagen y sonido a la clase. Los chavales se la han incorporado con facilidad, y a mí ahora me resultaría extraño no poder acudir a sus múltiples recursos desde los más tradicionales a los más sofisticados. El corto es proyectado una vez e inmediatamente el profesor percibe el impacto que produce en ellos: el último que les pasé: El gato que quería ser pianista les desconcertó y en un primer momento parecieron no haber entendido la historia por la mezcla de realidades que se producían en ella de modo maravilloso. Pero ellos están habituados a la presencia de lo mágico en sus vidas. Ya hablamos de su creencia en personajes como los djinn o la malévola Aisha Kandisha propios de las leyendas marroquíes. Es curioso considerar cómo mentalidades conformadas en el tradicionalismo más conservador son alcanzadas por lenguajes experimentales y novedosos, y además tener la oportunidad de poderlo expresar en el aula, que se convierte en un lugar de juego inteligente, de participación y de intento de dominio de la lengua para expresar conocimientos sencillos y otros más complejos. 
El corto, como decíamos, cuenta una historia que se puede diseccionar e intentar interpretar dando, a veces, lugar a distintas percepciones de la realidad. No pienso que una clase de casi alfabetización no pueda contener elementos que lleven a reflexiones más profundas y que impliquen relaciones literarias imaginativas. Tienen escaso dominio de esta lengua pero sus espíritus están abiertos en esa permeabilidad ante lo distinto por el contraste con la cultura de origen en la que viven buena parte del tiempo. Me doy cuenta de que sus palabras son incapaces todavía de expresar sus reflexiones o interpretaciones para las que hace falta un lenguaje abstracto. Me encantan las animaciones de estructura abierta. Me maravilla verlos abstraídos los cinco, seis o siete minutos que dura el corto, y observar la intensa reacción que les supone (hay que escoger muy bien los cortos). Luego tienen que responder a una batería de preguntas. Pueden ver en su ordenador de nuevo el corto las veces que haga falta. El profesor les va dando las palabras que necesitan, las copia en la pizarra y las repite varias veces. Ellos las utilizan en sus textos. Les hago escribir manualmente. El primer trimestre permitía que me lo enviaran por correo electrónico pero he estimado mejor que no dejen de practicar la escritura que además entonces puedo corregir y devolver con las correcciones oportunas.  
La clase se convierte en un hervidero de interpretaciones para las que faltan palabras, y de ese ambiente espero que surja el enriquecimiento de la lengua; que sea la necesidad la que lleve a las palabras que han de ser reiteradas para que se incorporen a su horizonte lingüístico. 
Ensayo-error, experimentación, tradición, innovación, recursos tradicionales, apertura mental y de caminos... Nada de lo cual aparecerá, por supuesto, en las programaciones didácticas. Es difícil dar forma, si no es literaria, al apasionante momento de crear en el aula, especialmente cuando ello se produce sin angustia, sin que creamos que el tiempo se nos escapa para conseguir objetivos, que sólo pueden ser expresados en un lenguaje tecnocrático e inelegante. Lo nuestro es otra cosa. Buscamos la magia aliándose a la lengua. Y el corto es una herramienta increíble. 

domingo, 23 de enero de 2011

En el diván


Hace unas semanas hojeaba una revista de un distrito barcelonés. Había diversas actividades de tipo cultural. En una de ellas, figuraba una conferencia sobre la filosofía de Nietzsche y una conexión con el pensamiento de Freud. No recuerdo el título exacto, pero sí que me vino la sensación de que aquello era definitivamente antiguo y anacrónico. Igual sensación me invade cuando visito las librerías de centros de arte en que se apilan libros sesudos sobre arte, psicoanálisis, revolución o decenas de conceptos propios de tratados teóricos sobre lo divino o humano. Me gustaría haber tomado nota sobre la infinidad de títulos que figuran allí y que fueron fruto de arduas reflexiones sobre el papel de la cultura, el ser humano, la sociedad y el arte. Todo me parece ya periclitado, igual que prácticamente todo mi sentido de la existencia que se formó en el siglo XX, y que hoy día resulta ya desfasado. Nada de ello me sirve para acercarme a mis alumnos que viven en otra dimensión distinta a la que yo viví en mis años de juventud y madurez. 
¿Nietzsche, Freud, Marx, Camus, Sartre, Beckett? Marcaron nuestra visión del mundo y el sentido de nuestras luchas y concepciones del arte. Hoy veo sus libros cubiertos por una capa de polvo y el olor de la vetustez. ¿Quiénes marcan hoy día las tendencias de nuestro mundo contemporáneo? ¿Quiénes orientan nuestro modo de estar en el mundo? Pienso en Bill Gates, en Steve Jobs (el fundador de Apple), Sergey Brin (uno de los creadores de Google), Marc Zuckerberg (el fundador de Facebook)... Todos ellos han acumulado un inmenso poder económico e ideológico. Han penetrado en nuestras vidas cambiando todo nuestra relación con los demás, con la cultura, con el hecho de la comunicación y la presencia de la tecnología en nuestra experiencia cotidiana. No es infrecuente que vivamos pegados a una pantalla que ocupa un lugar fundamental en todo lo que constituye nuestro fluir vital, tanto que nuestra percepción del mundo es a través de imágenes líquidas que se van sucediendo vertiginosamente. El terreno de las ideas ha sido sustituido como fuente de creación o rebeldía, la literatura misma en buena parte se ha convertido en opaca y carente de sentido para estos jóvenes a los que intentamos acercar a la lectura y que no se sienten atraídos por la experiencia de un lenguaje marcado por el estilo y sólo reaccionan ante historias cotidianas que reflejen la inmediatez de vidas parecidas a las de ellos formuladas en modo extremadamente simple y elemental. Un ansia de telerrealidad impregna toda nuestra relación con los textos. Hoy la historia de Bartleby el escribiente de Hermann Melville sólo suscita la impresión de ser un tipo raro, pero hay tantos ya en la realidad... Y si no, ¿qué son esos hikikomoris que pasan su vida encerrados en su casa, enfrentados exclusivamente a la pantalla del ordenador totalmente aislados de la vida social salvo por sus relaciones virtuales? ¿No sería Bartleby uno de ellos si lo transportáramos a estos días?
Parecería que nuestra relación con las cosas ha cambiado profundamente, con las cosas y las ideas que se convierten en algo demasiado pesado y poco apto para soportar nuestra percepción de lo que constituye la realidad. No sé dónde voy a parar, pero quiero hacer constar que el Joselu que comenzó hace cinco años y pico a escribir en este blog ha ido evolucionando y transformándose en otro personaje a la par que se modificaba su relación con la tecnología y con la cultura que le servía de soporte vital. Y tomo conciencia de que hace unas décadas nos obstinábamos en buscar un sentido a la vida, pero advierto que esto ya no es una preocupación ni siquiera secundaria entre los jóvenes que frecuento, salvo para algunos extremadamente minoritarios que bucean extrañamente en la cultura de hace un tiempo. Además el liberalismo como ideología se ha ido adueñando de todos los espacios de la economía y la cultura, así como de la política que en buena parte ha perdido buena parte de su consistencia subordinándose al poder de esos extraños mercados que dominan totalmente el panorama mundial. 
Imagino que todas las épocas han producido inquietud sobre los cambios que se operaban en ellas. Hubo un tiempo en que el ferrocarril revolucionó la idea de las comunicaciones, y otro en que la luz eléctrica dividió la historia del mundo en un antes y un después. Sin embargo percibo que en el tiempo que vivimos, todo el mundo anterior parece disolverse y quedar lejano. Yo al menos lo percibo así, y vivo en ese filo de lo inestable y líquido que se refleja en la  pantalla que me comunica con vosotros y que es una fuente de satisfacción pero también de tremenda dependencia que me lleva a añorar otro tiempo más real, más complejo en lo relativo a lo existencial y con olor a pan recién hecho y senderos que uno comenzaba a recorrer. Necesito un alejamiento de este mundo virtual, pero sé que es difícil por no decir imposible porque yo también ha cambiado y mi subsconciente también pasa hoy por este teclado que busca expresarse e intentar interpretar lo que parece carecer ya de significado. 

martes, 18 de enero de 2011

Indignaos

Zoubeir Souissi, Reuters. Enero 2011. Túnez.

Un panfleto político de treinta y dos páginas agita las conciencia en Francia. Su autor, un veterano de noventa y tres años, Stéphane Hessel, luchador contra el nazismo, detenido por la GESTAPO, deportado a Buchenwald y salvado de milagro, razona y argumenta haciendo una apelación a los jóvenes a que se rebelen contra las dictaduras de nuestro tiempo: el sistema bancario, los flujos financieros, la lógica de los mercados. Reconoce que en su tiempo era más fácil distinguir dónde estaba el enemigo: Hitler, Franco, Mussolini, Stalin… sólo hacía falta coraje y coherencia para unirse a la resistencia aunque ello supusiera jugarse la vida, Miles de jóvenes de todos los países resistieron contra el nazismo. Hoy el panorama está más confuso y complicado. ¿Quién es el enemigo? ¿Tenemos fuerza para resistir? ¿Hacia dónde debe ir nuestro movimiento?

Indignaos se vende por tres euros y ha publicado casi un millón de ejemplares. Es uno de los libros más buscados de Francia. Comenzó con una edición artesanal de ocho mil ejemplares pensándose que no iría a más… Pero su éxito ha sido arrollador. Se estima que será traducido este opúsculo a más de veinte idiomas.

¿Acaso las conciencia dormidas de Europa empezarán a despertarse del sueño del bienestar y el conformismo a que hemos sido conducidos hábilmente? Carlos Marx en el Manifiesto Comunista (1848), otro panfleto que incendió Europa, venía a decir que los proletarios del mundo deberían unirse “porque no tenían nada que perder excepto las cadenas”. Esta reflexión de Marx fue asumida por el liberalismo pero invirtiendo su planteamiento, de modo que quedaría desactivado el movimiento revolucionario: “démosles algo que perder y se estarán quietos, serán sumisos”. En esas estamos. El capitalismo ha conseguido hacer conservadores incluso a los que se consideran de izquierda. Ya se sabe: el corazón está a la izquierda pero la cartera a la derecha. Esto lo saben intuitivamente los jóvenes que sólo ansían su parcela de bienestar y consumo. La crisis ha venido a alterar el cómodo sueño tranquilizador en que vivíamos. Hemos constatado que los gobiernos no gobiernan más que de modo indirecto para aplicar las leyes que dictan los mercados que no tienen una cabeza visible. Se bajarán los sueldos, se retrasará la edad de jubilación, se endurecerán los contratos, se facilitará el despido… y por aquí seguimos quietos. En Francia se han declarado siete u ocho huelgas generales contra el gobierno, en el Reino Unido ha habido importantes disturbios contra el gobierno de coalición liberal conservador… Por aquí no detecto el más mínimo movimiento de insumisión ni de toma de conciencia acerca de tantas cosas como nos afectan. El año pasado salieron a la calle un millón de personas en Barcelona para mostrar su indignación contra el recorte del Estatut. Se palpaba allí auténtica rebeldía contra el centralismo y a favor de la independencia. Sin embargo, la lucha que habríamos de iniciar debería ser internacionalista y no nacionalista. En ella tendrían que estar franceses, alemanes, griegos, tunecinos y por aquí catalanes, extremeños, vascos, aragoneses, canarios… Tenemos que reflexionar sobre el sistema en que vivimos y la deriva que está adoptando en un mundo radicalmente injusto. Esto no ha tocado fondo. Nos tienen encantados con el consumo, el bienestar, la tecnología menos comprometida… Nos tienen atados a nuestras propias contradicciones, saben que divididos, cada uno en su burbuja, somos impotentes y fáciles de neutralizar.

En mi experiencia de la vida y de la historia, no he vivido época más gregaria, conformista y plana, que ésta en que estoy viviendo. Hay fuerzas ocultas que operan en todas las sociedades, pero no detecto en la que yo vivo, ninguna energía que conduzca a la rebelión contra el sistema, ni siquiera a pensarlo, ni a ser consciente de la realidad del planeta. Hay un núcleo extraordinariamente minoritario que no consigue extenderse. En Túnez fue el sacrificio de un informático acosado por la policía el que hizo estallar la rebelión larvada cuando nada parecía anunciarlo. ¿Qué tendría que pasar por aquí para sacudirnos la modorra y unirnos contra el sistema financiero y a favor de una toma de conciencia en lo referente al estado del planeta y la distribución injusta de las riquezas? ¿Se han acabado los tiempos revolucionarios? ¿Qué hará estallar la burbuja de indignación a la que apela Stéphane Hessel

miércoles, 12 de enero de 2011

El comunicado



ETA tiene casi novecientos muertos a su espalda. Muchos militares, miembros de cuerpos de seguridad, empresarios, políticos, gente común entre los que hay niños que fueron masacrados porque vivían, por ejemplo, en casas cuartel de la guardia civil. Los que tenemos memoria no dejamos de recordar la angustia que sus atentados producían en el conjunto de la sociedad vasca y española, por más que un sector de los ciudadanos del País Vasco celebraran sus asesinatos como parte de una guerra de liberación en que valía todo. Su historia macabra y cruel se basaba en un delirio atroz que despertaba simpatías entre muchos de ese rincón de España. La acción de ETA se combinaba con el chantaje y el fomento del terror entre los que pensaban diferente, que habían de agachar la cabeza o huir del País Vasco. Las familias de los asesinados apenas podían celebrar su duelo porque todos los que les rodeaban los miraban con asco, o preferían mirar a otra parte. Se culpabilizaba al muerto y se exaltaba el heroísmo del gudari que le había metido un tiro en la nuca al taxista indefenso.

Siempre me estremeció la falta de compasión o piedad de estos gudaris. Los veía en los juicios mofarse del tribunal y de los hijos de los asesinados. Parecían estar blindados emocionalmente. Para ellos los muertos eran no humanos, eran miserables txakurras que no merecían otra cosa que la muerte, o eran colaboracionistas o simplemente víctimas accesorias. Nunca entendí este odio que justificaba todo y que les llevaba a celebrar cada muerto que aparecía en las noticias. La sociedad les tenía pánico. Muchos se inhibían y miraban a otro lado siguiendo tomando los txacolís que no dejaron de ser disfrutados; otros sentían el aliento de ETA y su entramado en la nuca y procuraban que su rostro no delatara su miedo o su cobardía; otros, pocos, se enfrentaron al clima de terror con actos aislados de verdadero heroísmo porque nadie les protegía de lo que vendría luego (las pintadas en la fachada de su casa, las llamadas por teléfono amenazando de muerte, los insultos y agresiones a sus hijos en la escuela). Pocos se atrevieron a resistir el clima de terror pero el tiempo les ha dado la razón. Aquello era monstruoso e inhumano, abyecto, miserable.

Hace dos días tres gudaris de ETA se presentaron con la parafernalia habitual (capuchas, boinas, banderas, el emblema de la serpiente y el hacha) y dijeron que declaraban una tregua y le aplicaron tres adjetivos poco definitivos. Pero en sus antecedentes todas las treguas planteadas fueron tramposas, meras tretas para ganar tiempo o recuperarse del acoso policial. Nunca tuvieron interés verdadero en negociar respetando a todos los bandos del País Vasco. Eran artimañas en las que no se concebía otra salida que la imposición total de sus delirios. Delirios que un prominente etarra, Josu Ternera, situó en la arcádica Albania de Enver Hoxa. Querían que Euzkadi fuera como la Albania comunista, un estado cerrado al exterior y dominado por una dictadura atroz, algo semejante a la actual Corea del Norte. Este era su modelo de país. No lo he olvidado. Buscaban tanto la pureza absoluta de lo auténticamente euskaldún sin contaminación de sangre o de cultura que apostaban por un estado fuera del tiempo y del espacio.

Este sueño o pesadilla parece haberse quebrado por la acción combinada de la justicia, la policía y los pactos políticos que han llevado al aislamiento del entramado de ETA. El País Vasco se ha serenado con el gobierno de Patxi López, y el PNV ha tenido que desdecirse de toda su política comprensiva de la violencia y de la crítica a la ilegalización de los que la defendían. Sigue existiendo miedo, sobre todo en determinadas zonas, pero el clima de Euzkadi ha cambiado para bien. Creo que muchos vascos llegarán a entender que es mejor vivir en un estado liberal que en la pura e incontaminada Albania que anhelaba en otros tiempos buena parte de los defensores de la violencia.

ETA debe desaparecer en el lodazal de la historia universal de la infamia, pero también mostrar arrepentimiento. Aquellos niños del cuartel de VIC que jugaban cuando un comando lanzó un coche lleno de explosivos contra ellos están esperando una respuesta moral. Si no hay arrepentimiento de unos determinados modos de acción política, no se podrá confiar en su cambio de estrategia. No se trata de poner al sector aberzale de rodillas, pero sí que evalúen su historia trágica y miserable, y aprendan a pedir perdón, el perdón que un determinado etarra cuyo nombre no recuerdo ahora, fue a buscar a un monasterio en el sur de Francia, cuando fue consciente del horror que había causado su sueño homicida.

domingo, 9 de enero de 2011

Madame Tutli-Putli



Para terminar la serie, os presentamos este vídeo extraordinario titulado Madame Tutli-Putli. Cualquier tema y cualquier tratamiento pueden ser abordados por el corto de animación. En este vemos a la protagonista, que da su nombre al vídeo, una mujer frágil y delicada,  que inicia un viaje en un tren nocturno. Va cargada con todas sus posesiones. El viaje, aparentemente normal, se van transformando en este stop motion animado en un recorrido existencial y metafísico en el que la protagonista se enfrentará a todos sus demonios y desembocará en una desasosegante segunda parte que está preñada de imágenes amenazadoras y surreales.  El corto aúna un sentido existencial alegórico, de difícil interpretación por el esoterismo que vela todo el desarrollo y que lo hace abierto a múltiples interpretaciones, y el género fantasmal terrorífico que sin duda inquietara a los potenciales espectadores de este domingo. En todo caso es un filme magnético que no dejará indiferente a nadie que esté dispuesto a ver sus dieciocho minutos de duración. Preparad, como decía María, las palomitas y una bebida que las acompañe.

Algunas interpretaciones lo han relacionado con el thriller jungiano y otras con el suspense de Hitchcok.

El corto está dirigido por Chris Lavis and Maciek Szczerbowski y está producido por el National Film Board de Canadá. 

Algunos entusiastas del corto de animación nos estamos planteando crear un portal para la investigación de sus recursos imaginativos y narrativos. Sin duda no será el primero pero tampoco quiere decir que no podamos añadir nuestro granito de arena en este terreno que merece ser explorado y fomentado. En todo caso es un proyecto abierto y por construir.

Quiero dedicar este corto lleno de suspense e inquietud a Lola que ha descubierto su pasión por las historias plasmadas en estos filmes llenos de calidad narrativa y magnéticas imágenes. Son, sin duda, un filón que pretendemos disfrutar colectivamente. Atentos, pues, a lo que vaya a surgir.

sábado, 8 de enero de 2011

French roast



Quería poner fin a este ciclo navideños de exploración en el lenguaje del corto animado, pero he encontrado French roast, un interesante filme que desborda originalidad e imaginación, desvelando actitudes de los seres humanos en determinadas circunstancias. Además nada ni nadie es lo que parece.

Mañana domingo publicaré el último de la serie, preparaos para una buena sesión con palomitas y un refresco. Invitad a vuestros amigos.

El vídeo está producido por la Pumpkin Factory.

Dirigido por Fabrice O. Joubert

miércoles, 5 de enero de 2011

La maison en petits cubes



Una pequeña maravilla. Me cuesta expresarme con palabras. Os dejo este vídeo que refleja mi modo de sentir el mundo.

Dirigido por Kunio Kato.

Producido por Masanori Kusa.

lunes, 3 de enero de 2011

Vídeo 3000


VIDEO 3000 from Lola Corbalán on Vimeo.

Un nuevo vídeo que cuenta una historia en cinco minutos. Al final no he podido sino sonreír. Me lo estaba imaginando. Os lo recomiendo. Estos cortos pueden ser un material didáctico muy útil para nuestros alumnos. Narran una historia que puede ser diseccionada y comentada. En este caso, la sorpresa y el humor son factores fundamentales. ¿Qué otros recursos distinguís?

sábado, 1 de enero de 2011

El gato que quería ser pianista


el gato que queria ser pianista from Lola Corbalán on Vimeo.

No sé si habrá algún amigo que se pase esta noche por aquí. Lo programo para que se publique a las doce en punto de la noche, justo cuando las campanadas. Es mi pequeño regalo a todos los que en algún momento decidan salirse de la noche de fin de año y la madrugada de Año Nuevo para pasar por aquí.

Quiero desearos lo mejor en este año recién nacido que se anuncia duro y conflictivo, aunque sé que sabremos salir de ésta. A peores nos habremos enfrentado, sobre todo nuestros padres y abuelos.

Quiero dedicar este vídeo a Cora Tusnelda en estos días en que el mundo y la vida parecen acelerarse mostrando giros imprevistos. Sé que le encantan los gatos y la música.

¡Feliz 2011!

jueves, 30 de diciembre de 2010

The end


THE END
Cargado por Premium-films-Tv. - Videos web independientes.

Os sugiero que no leáis los comentarios hasta ver el vídeo para no tener pistas. Este corto francés está bien para acabar el año. ¿Qué os parece?

sábado, 25 de diciembre de 2010

Thought of you


Thought of You from Ryan J Woodward on Vimeo.

Vídeo conocido a través del blog de Rosa Musicasabinamora. Necesitaba algo alegre y vital para este final del día de Navidad. El desenlace es algo desconcertante... ¿Qué opináis?

Dedicado a todos que pasáis por aquí y dais calor a la blogosfera.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Tiempo cíclico y Navidad

                                                                 Anwen Keeling
Es difícil decir algo original en Navidad. No lo pretendo. Tengo la impresión de que cualquier mensaje que uno pueda idear tiene algo de manido y convencional. Hay a quienes les entusiasma la atmósfera de la Navidad y hay a quienes les produce urticaria esa profusión de buenos sentimientos que se combinan con el consumismo más extremo. Hay a quienes la Navidad les evoca las fechas de otras navidades en que eran niños y la viven con agrado y cierta ingenuidad que se recupera. Otros reviven en estos días navidades tristes de la infancia o las viven en soledad por razones infinitas. No deja de ser un placer ignorar esta noche y acostarse temprano leyendo un buen libro como El corazón de las tinieblas, y mañana levantarse también pronto para ir a hacer footing en una ciudad vacía.

Lo más interesante de la Navidad para un observador escéptico es tomar conciencia de que representa el acontecimiento de año que más revela el fluir cíclico del tiempo frente al fluir lineal. Ciertamente es un conjunto de ceremonias rituales que se repiten anualmente marcando el solsticio de invierno. Nuestra vida incluye un determinado número de solsticios. No sabemos si llegaremos al próximo o nos quedaremos a mitad de camino. Ignoro cuántos me quedan. ¿Veinte? ¿Diez? ¿Uno? ¿Ninguno? Comemos, bebemos, nos reunimos, bromeamos, cantamos, volvemos a oír villancicos, ponemos el nacimiento, el árbol, adornamos la casa, bajamos a Barcelona a ver el nacimiento de la plaza Sant Jaume. A veces hace frío y unimos estas fechas a una bajada de las temperaturas. El caso es que fichamos diciendo: estamos aquí, no nos hemos ido, pero hay muchas más navidades pasadas que las que vendrán (en mi caso). El tiempo gira vertiginosamente encaminándonos al abismo, pero los ritos anuales contribuyen a que algunos mitiguen su desasosiego y olviden su condición existencial mientras brindan con cava y cantan canciones de Navidad. Somos seres en tránsito, sin una especial densidad, cantamos mientras podemos, hacemos el amor con ropa interior roja (si os gusta), nos aproximamos a la chimenea  y sentimos el calor que nos arropa en un universo enigmático y glacial.

Durante unos meses –hace tiempo- me fui a viajar por el oriente. Sólo me llevé un libro de lectura. Se titulaba Mito y realidad y el autor era Mircea Eliade. Me sirvió durante tres meses como reflexión en un mundo (Indonesia) en el que el mito seguía teniendo sentido. El mito es una historia sagrada que evoca un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el de los orígenes. Dicho origen da sentido a nuestra realidad, Mediante ritos volvemos a ese tiempo inaugural de modo que volvemos a renacer cada cierto tiempo. Cada rito es sagrado, la vida se colma de actos que tienen una estructura sagrada. Pero la idea es siempre la de volver a recuperar el tiempo del principio cuando el mundo estaba recién hecho, cuando todavía nada se había degradado. Volver al principio es participar de los ritos de la renovación, de la recreación, del renacimiento.

Hay quienes ven en esta concepción arcaica y mitológica un residuo de oscurantismo y de irracionalidad… pero otros consideran que en el mundo que vivimos, nuestra percepción de la realidad, absolutamente materialista y plana, impide la comprensión del  íntimo latido de la realidad más misteriosa, y es el de que tendemos a volver al origen. Nos encaminamos a la muerte, teniendo quizás algunos la intuición, de que es el pórtico al renacimiento. Y en ese fluir circular se inscriben tal vez los ritos de invierno,  que no podemos dejar de vivir con un secreto estremecimiento de felicidad o de honda tristeza. No pueden dejarnos impasibles o indiferentes. Es el último resto que perdura en nuestra concepción circular del mundo.

Detrás del consumismo, detrás de las cenas con los cuñados, detrás de los villancicos del Mercadona, detrás de los turrones, detrás de las ramas de acebo en nuestras puertas, detrás de toda la mercadotecnia y la tecnología que nos invade, se plasma nuestra tendencia a renacer de alguna manera, pero nuestra sociedad occidental ha perdido la posibilidad de percepción de lo sagrado. En ese tira y afloja reside nuestra navidad.

Yo por si acaso la viviré escépticamente, pero con un interno sentimiento de sorpresa y reconocimiento de que añoro ese origen, ese momento inicial del universo al que tiendo a volver. 

La imagen de Anwen Keeling está tomada del blog Imagina y crea de Carmen Sabes. Es uno de los mejores blogs en la red. 

martes, 21 de diciembre de 2010

El túnel y mi iPad.

Ernesto Sábato
Lo confieso: me ha dominado el deseo, posiblemente el consumismo, tal como adelanté en algún post anterior. Llevaba meses dándole vueltas al asunto. Había visitado varios supermercados de tecnología: el Mediamark, el Fnac, El Corte Inglés. En todos ellos buscaba a algún dependiente, en horas de no demasiado público, para intercambiar con él impresiones sobre el dispositivo de Apple. No sé por qué pero en todos los almacenes que he visitado los empleados eran hombres, jóvenes y dinámicos. ¿Acaso el mundo de la tecnología atrae mucho más poderosamente a los varones que a las mujeres? Lo cierto es que yo iba con dudas de todo tipo porque en un principio partía de cero sobre la realidad y funciones del iPad. Busqué alternativas en otras marcas como Toshiba o Samsung, pero ninguna me llegó a convencer. Sus aparatos me resultaban rudimentarios al lado del increíble iPad. En alguna ocasión, tras una charla provechosa con el amable empleado que me atendió, nos despedimos con afecto, aunque yo ya sabía que no lo iba a comprar allí. He comentado mis dudas con amigos con los que he mantenido interesantes conversaciones. Uno de ellos que leyó la referencia que hice en el blog, me comentó que por fin aparecían públicamente un vicio o una debilidad míos, ya que, según parece, soy alguien que se presenta orlado de misticismo y lleno de idealismo. Mi intenso deseo tecnológico me hace bajar al terreno de los seres normales, llenos de pequeños o grandes defectos, como mi ansia por un objeto revestido de cualidades casi mágicas.

Me interesó el comentario de mi amigo. Puedo dar, sin proponérmelo, una imagen demasiado exquisita, como si fuera un ser puro y perfecto, repleto únicamente de grandes idealismos. Y la realidad no es así ni siquiera por aproximación. Todos tendemos a dar una imagen mejorada de nosotros mismos. Hay pocos hombres de una sola pieza, que no tengan contradicciones, e incluso en ellos seguro que existen los ángulos oscuros.

Tengo ya mi iPad 3G de 64 gigas. He esperado durante meses, imaginándolo, teniéndolo en mis manos en las tiendas de tecnología, buscando debates en foros de internet que me informaran sobre él, conociendo las grandes utilidades de este instrumento y también sus insuficiencias. He experimentado el deseo como hacía tiempo que no hacía. Me gustaba en momentos de tristeza o dolor, imaginarme con el aparato en mis manos como si estuviera dotado de cualidades maravillosas para conjurar el sufrimiento, y lo cierto es que llegaba a sonreírme ante cualquier pequeña o gran adversidad pensándome con mi iPad.

He comenzado incluso a leer un libro en formato digital. Concretamente El túnel de Ernesto Sábato que leí hace más de veinte años, y lo cierto es que me ha vuelto a subyugar la historia del pintor que se enamora de una mujer que observa en un cuadro un aspecto no considerado por la crítica, un detalle marginal, pero que al  pintor le demuestra que es la única que ha comprendido su obra. Siento una sensación parecida a la que sentí en 1996 cuando por primera vez navegué por internet en un cursillo de la Generalitat. Me dije con orgullo: soy internauta. En este sentido advierto que ahora ya soy lector digital, a pesar de mis reparos manifestados en este blog. He puesto la pantalla con una luminosidad tenue y de momento no me resulta fatigosa la lectura.

Ha sido admitido ya como un miembro de la familia e incluso mi hija mayor le ha puesto nombre, y es que en esta casa muchos objetos tienen su propio nombre o apodo. Nos encanta bautizar a los personajes aparentemente inertes de nuestra vida cotidiana con un apelativo afectuoso que hace que nos los incorporemos. Mi iPad se ha transformado en los dos o tres día que hace que lo tengo en un protagonista indiscutible de mi modo de entender mi relación con la tecnología.

Es un dispositivo fascinante.

Recuerdo el tiempo en que me decía a mí mismo –en los primeros tiempos de mi carrera docente- que me mantendría al margen de la rudimentaria informática que había en los años ochenta del siglo pasado.

Hoy puedo decir que mi realidad es tecnológica en buena parte de mi vida. Tal vez debería enmendar esto con ese viaje nunca llevado a cabo de varios meses vagabundeando por África. Creo que sentiría un placer igualmente intenso de poder prescindir durante ese tiempo de cualquier relación con la tecnología y volver a mi diario personal escrito manualmente con pluma estilográfica. Me atraen los extremos.

He escrito este texto con mi iPad. Lo comparto con vosotros.

Espero que no haya alguno que se diga con toda la razón del mundo. ¿Qué diablos es en realidad un iPad?

viernes, 17 de diciembre de 2010

En la planta geriátrica

Pasar un tiempo en un hospital te da una medida bastante aproximada de la fragilidad humana. He estado unos días como acompañante en la planta tercera de un hospital público y he tenido ocasión de asistir en la sección de geriatría al encuentro con el lado menos glamouroso de la vida: la enfermedad, la decadencia y la vejez. Cuando salía de la habitación donde estaba, recorría los pasillos en las largas horas de espera. Algunas habitaciones estaban abiertas, a pesar de los carteles en todas las puertas que pedían, para preservar la intimidad, que se cerraran las citadas puertas. Ello me daba ocasión de ver a los ancianos que allí estaban hospitalizados, observar cómo tenían el estado de ánimo o cómo les daban de comer los visitantes que tenían… Asusta verse en ese espejo que nos está aguardando en un futuro más o menos cercano, pero en esta ocasión he querido contemplar la vejez y las enfermedades que la acompañan no como un fracaso existencial ni como una desgracia, sino como un estado necesario del ser. He querido ver sin anteojeras el hecho de envejecer, sin juzgarlo negativamente, sólo considerándolo como una parte de nuestra vida, como una pieza única en nuestra vida, igual que lo es la niñez o la madurez. He intentado vencer el horror que me inspiraba en otros momentos de mi vida y he considerado frágiles y hermosos a los ancianos que veía. Una de ellos –Teresa- tenía alzheimer desde hace cinco años. Su mirada parecía perdida y tímida. Yo la miraba y le saludaba, pero no interaccionaba con mis miradas. No sé en qué estado estaba. Vagaba perdida en el vacío. Sus hijas –las dos testigos de Jehová- la cuidaban con devoción. He tenido ocasión de hablar con ellas por separado. Recordaban a su madre plena de vida, cantando jotas, activa y vivaracha cuando ahora tienen que cuidarla  como a un bebé, en este estado extraño de desconexión con la memoria de todo lo que un día  fue. Lo más emocionante del caso es ver cómo la trataban, cómo la querían las dos hermanas, personas sencillas y alegres. La madre tenía ochenta y cuatro años y estaba toda llagada por pasarse la vida tumbada. No obstante, su rostro me parecía sereno y en paz.

Otra anciana parecía malhumorada, no quería comer ni beber y parecía dar la impresión de que se estaba dejando morir, como si hubiera llegado ya a un límite de desgaste en que ya hubiera elegido no seguir viviendo. Intuí una vida dramática que abocaba a la desolación y a la soledad, tal vez la desesperación. Su única liberación era la ensoñación en la que pasaba sumida largos ratos. Otro daba berridos cada pocos segundos. Cada uno enfrentaba la situación como podía, y uno podía percibir en la planta un cierto estado de ánimo colectivo.

Uno en la  vejez recibe tal vez lo que ha sembrado y es la culminación de todo lo que se ha sido en vida. Alguna vez llegué a pensar que cuando uno llegara a la edad provecta se produciría en un incierto momento algún tipo de iluminación sobre la propia existencia. Pero me doy cuenta de que esto no es así. Uno es el mismo que ha sido siempre pero viejo. Las metáforas optimistas de que uno crece en sabiduría no son necesariamente indiscutibles.  La vejez es recapitulación, vértigo, atravesar las lindes del desierto, abandono, luz melancólica de otro tiempo que ya no volverá, aledaños de la muerte, aunque también puede ser plenitud y éxtasis, pero para esto tendríamos que preparararnos para saber envejecer. Se ha mitificado tanto la juventud que todo parece decadencia cuando nos alejamos de ella e intentamos prolongarla. No sé tampoco si la vejez habría que asumirla con un gesto de rebeldía o de estoicismo. Ayer me enteré que Juan Belmonte, el famoso torero amigo de Hemingway que lo hizo personaje de sus novelas Fiesta y Muerte en la tarde, se suicidó a los setenta años enamorado de una jovencísima amazona que no le correspondía, y aquejado de una dolencia que le impedía montar a caballo. ¿Fue el suyo un acto de rebeldía e insumisión ante lo inevitable?

Miraba en mi deambular por los pasillos blancos a los internados y el contraste vivo con las jóvenes enfermeras que los cuidaban positivas y llenas de vitalidad. Descubrí alguna mirada de alguno de los ancianos que se dirigía llena de deseo hacia la juventud y la belleza que representaban esas ninfas de los pasillos que tratan con familiaridad a los ochentones. No hay sitio en que más se aprecien unos ojos hermosos, una voz amable, unas curvas insinuantes debajo del uniforme verde que en un hospital en la planta geriátrica. No sé por qué la enfermedad por contraste nos lleva al ansia de belleza y de sensualidad. También lo hace la presencia de la muerte, y probablemente la vejez.

Me queda la ilusión de que puede deteriorarse la cáscara, pero seguir  animoso y potente el espíritu. Pero no sé si esto es sólo una imagen que ansío. En algunos ojos de aquellos ancianos detectaba la desilusión y la rendición más que el desafío.

Me imagino siendo algún día en un hospital un viejo lleno de pensamientos inspirados por Venus, pero eso sí con un rostro de no haber roto un plato en mi vida. Nadie sabrá jamás qué pasa por mi imaginación. Sólo vosotros que me leéis desde la lejanía.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Las ciudades invisibles

                                                       Fueye, Alejandro Lucas Debonis
Tengo en mi nevera un imán que compré en el Caixaforum que recoge una cita de Federico Fellini. Dice: Nuestros sueños son nuestra única vida real. Me dije que algún día escribiría un post tomando como base esta reflexión. Hoy sábado, ya oscurecido, ha llegado el momento del desafío de hacer justicia a algo que me parece completamente cierto. Todos soñamos y a veces recordamos los sueños, otras veces no. Ha habido temporadas en que procuraba anotar cuidadosamente todos los sueños que recordaba, especialmente cuando el azar o la fortuna me deparaba la posibilidad de un viaje que me sacara de mis coordenadas abrumadoramente repetitivas.

Soñar. ¡Qué hermosa palabra! Me gustan los sueños de ciudades imaginarias por las que me muevo lleno de sorpresa y admiración. Recorro la ciudad, desplazándome a barrios extremos. Es una ciudad conocida pero transformada y revestida de maravilla. Me muevo por una Barcelona con  barrios en la montaña, deambulo por sus callejuelas por las que no parece haber pasado el tiempo. Es como si me devolvieran a mi infancia, pero yo no viví mis primeros años en Barcelona. Fue en otra ciudad a orillas de un río turbulento. Atravesaba una pasarela que se bamboleaba movida por el viento en tardes de tormenta, y abajo el río, denso y peligroso, me llenaba de miedo y fascinación. Abandonar la niñez es una gran tragedia de la que no nos reponemos nunca. Sólo los sueños, al menos los míos, en esos viajes oníricos que realizo a Nueva York, a París, a Alaska, a Winnipeg o a una Barcelona que no existe fuera de la imaginación, llegan a conectarme con la cosmovisión lúcida y terrible de la niñez, en que la visión de las cosas es nueva, incontaminada y  pura. Sólo los paisajes de los sueños me comunican con la niñez, que viví desolado, pero a la vez estremecido por la belleza de contemplar un mundo por primera vez.

Recuerdo nítidamente mis paseos por esas ciudades imaginarias e invisibles. Meses y años después los sigo teniendo absolutamente nítidos en mi recuerdo. Son más reales que los paisajes que recorro en mi vigilia con ojos rutinarios. El sueño es la plasmación de mi ansia de infinito que hallo a veces también en el territorio de la literatura. Acabo de leer un libro curioso de Italo Calvino. Se titula El barón rampante. Sucede en la Italia del siglo XVIII. El protagonista es el barón Cosimo. A sus doce o trece años, tras un enfado con su padre, decide subirse a un árbol del jardín, y allí permanecerá para siempre, desplazándose por todo el país a través de la copas de los árboles. Desde allí contemplará la vida y la historia sin bajar nunca más de los árboles. El mismo Voltaire irá a verlo en su vida rampante, e incluso el emperador Napoleón conversará con él. Es un libro extraño porque detrás de la fábula de pasarse la vida subido a los árboles, he creído ver la misma locura que afligió a don Quijote que decidió a sus cincuenta años convertirse en caballero andante y salir al mundo a proteger a los desvalidos. Don Quijote y Cosimo participan de locuras parecidas ante una vida real asfixiante en que los sueños son nuestra mayor y mejor huida de esa realidad. Los sueños y la literatura.

Como cantaron Lole y Manuel: Las caricias soñadas son las mejores.

Porque también hay sueños eróticos, estremecedoramente verosímiles. No los olvido jamás. Lástima que no se prodiguen más, y que sea un azar acceder a ellos en algunas noches de tormenta. Aunque no sé si la palabra es sorpresa. Es algo más allá, es la antesala de algo que no llego a entender. Creo que yo a mis veinte o treinta años hubiera sido un claro voluntario a experimentar controladamente con algunas dosis de LSD o mescalina. Nunca tuve ocasión de hacerlo, pero entre mis libros de cabecera está Las puertas de la percepción de Aldous Huxley. Su lectura me llevó a imaginar y desear la experimentación con alguna sustancia alucinógena que no llegó desafortunadamente a producirse. No sé por qué imagino que la visión que me hubiera llegado no sería tan diferente de la que recuerdo de mi niñez o de algunos sueños o de algunos viajes. Supondría ver la realidad transfigurada, iluminada, distinta, potenciada, más allá de nuestra mirada habitual que no llega ya a soprendernos, ni a excitar nuestras neuronas que genéticamente están programadas para soñar, pero vivimos aherrojados en un cuerpo físico que se deteriora inexorablemente, se colesteroliza, se arruga, para algún día tal vez participar de nuevo –esto lo imagino-  en una cosmovisión de la misma sustancia de los sueños, la literatura, o los fragmentos que nos quedan de la niñez. Tal vez esto sea la muerte. Un nanosegundo de visión totalizadora en la que cabrá toda la eternidad. Tal vez no haya nada más, pero ese instante infinitesimal será superior a toda la existencia. Los místicos llegaron a vislumbrarlo. Y don Quijote que murió tal vez soñando que volvía a ser caballero.

Pero no me hagan caso. Son divagaciones extrañas de una tarde de sábado en que escucho a Richard Bona y divago entre volutas de humo imaginario. 

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El caramelo


Esta foto que encabeza el post no deja de fascinarme. Es un recorte de la que apareció en el dominical de El País el pasado domingo. Es una concentración de miles y miles de personas en perfecta formación estética y colorística en Corea del Norte, un país hermético dominado por una dictadura férrea que ubica a cada ser humano en un sitio evitándole la carga de la individualidad e insertándole siempre como una pieza al servicio del partido de los Trabajadores y de la masa del pueblo. No existe la libertad y todo se basa en el culto a la personalidad del líder al que se idolatra y venera como representante de los más altos valores morales y sociales.

Por otro lado, la otra mitad de la península de Corea, Corea del Sur, un país democrático, acaba de ser noticia también por su extraordinaria escalada en los puestos más relevantes de nivel educativo que emite el informe anual Pisa sobre comprensión lectura, competencia matemática y científica. Corea del sur junto a Shangái, Hong Kong, Singapur y cerca Japón y Taipei ocupan los más altos puestos en nivel educativo según la información que registra el citado informe.

¿A qué se debe la altísima calificación de estos países orientales mientras países como Estados Unidos obtienen una posición discreta? No hablemos de España que ocupa un lugar muy inferior en todas las pruebas.

El País publicaba asimismo un reportaje el lunes 6 de diciembre de 2010 en que daba algunos datos relevantes sobre la educación en Corea del Sur. Entresaco algunos datos: los profesores son contratados entre los mejores de cada promoción, los alumnos van a clase hasta once horas cada día, presionados por los padres, y en casa han de seguir estudiando o asisten a academias privadas tras el colegio – las llamadas hagwon – para conseguir mejores resultados escolares. Es frecuente que los alumnos que se preparan para la universidad regresen a casa a medianoche, después de sesiones especiales de estudio. El nivel de competitivad es altísimo así como el nivel de disciplina y respeto por la autoridad de los profesores. Tengamos en cuenta que la educación primaria es gratis, pero la secundaria no, lo que implica que las familias tienen que pagar elevadas cantidades por la educación de los hijos, un promedio de 522 € mensuales en educación privada. El 98 por ciento de los surcoreanos entre 25 y 34 años ha promocionado la escuela secundaria.

Subrayamos que los valores sociales son muy elevados. No es Corea del Norte, pero la aceptación de la autoridad, de las normas, la sumisión al orden social y la supeditación de la individualidad al conjunto son muy altas.

Como contrapunto, señalar el alto nivel de estrés de la vida escolar que llega a derivar en un alto porcentaje de suicidios por no haber obtenido unos resultados suficientes en primaria, secundaria y bachillerato. Algunos profesores cuestionan el sistema basado en la memorización, el aprendizaje orientado a los hechos, el planteamiento autoritario de la enseñanza y falta de importancia de la creatividad. El diario El País comentaba que hay muchos niños que no se sienten felices con este modelo educativo de altísima exigencia basado en la excelencia y la autoridad. También se señala el agotamiento con que llegan los alumnos a clase por las horas extraordinarias que tienen que estudiar en academias o en casa.

Me fascina el contraste entre modelos autoritarios y modelos permisivos y democráticos en que la autoridad del profesor es cuestionada en todo momento o se basan en resultados mínimos llamados competencias básicas y no en la excelencia. Sin duda, los modelo asiáticos no pueden ser un referente para nuestras culturas mediterráneas o europeas basadas en el consenso, el pacto, la mediación entre niveles educativos, el bienestar del alumno, su felicidad, el no llevarle a experiencias agotadoras o negativas.

Tampoco me cabe duda de quién es el futuro del mundo.

Hay un documental muy famoso en que se expone que el profesor ofrece un caramelo a sus alumnos de parvulario, un caramelo que les encanta, una auténtica golosina. Les dice que él se va a ausentar un rato, pero que si quieren pueden comerse el caramelo. Aquellos que esperen a que él llegue, al cabo de un periodo medio largo de tiempo, recibirán un caramelo extra y se comerán dos.

El estudio siguió la evolución de los estudios académicos a lo largo de los años de estos alumnos. Se valoró a quienes se habían comido el caramelo sin esperar al profesor (la mayoría) y a quienes difirieron el placer y atendieron la llegada del mismo. Estos últimos obtuvieron doble satisfacción.

¿Se imaginan quiénes obtuvieron mejores resultados académicos a la larga? ¿Los que se comieron el caramelo o los que esperaron? Pongan en relación esta reflexión con los modelos de educación que vivimos –en que se busca siempre algo que sea agradable para los alumnos- o los modelos que son duros, autoritarios, exigentes… ¿Llegamos a alguna conclusión?

viernes, 3 de diciembre de 2010

La condición humana


En mi último post planteaba algunas reflexiones sobre la horizontalidad de la época  que estamos viviendo. Hacía referencia al libro de Ortega La rebelión de las masas –aspecto que recogió un comentarista- planteando que éstas en la era contemporánea cortarían metafóricamente la cabeza de todo aquel que pudiera destacar o sobresalir de la masa social. No me refiero a las élites financieras, empresariales, deportivas o políticas… sino a las élites intelectuales, morales y éticas cuya realidad no implica un reconocimiento de los medios de comunicación o de la sociedad, o si lo hace, no supone la deslegitimación de su valor de compromiso humano.

¿Existen dichas élites? ¿Se las puede llamar élites? ¿Son personas que suponen una referencia para nosotros mucho más allá del famoseo o los manipulados premios institucionales que se premian a sí mismos?

¿Qué personas en la historia lejana o reciente o en la actualidad suponen un polo moral intelectual o ético al que acogerse en este tiempo de aparente relativismo y mediocridad? ¿Qué voces son esenciales y merecen que las escuchemos? ¿Por qué?

Como profesor me temo que si esta pregunta fuera formulada a mis alumnos de bachillerato humanístico de dieciocho años no sabrían responder en absoluto fuera de algunas figuras deportivas o cantantes de moda que son sus referentes además de los que alcanzan la notoriedad en algún programa deprimente de televisión? Me pregunto por qué esto es así. ¿No hay nadie digno de ser admirado y respetado por su valor y compromiso intelectual y moral que llegue por ósmosis al conocimiento del adolescente medio? ¿Son estos valores los que están en crisis frente a una inmensa manipulación mediática que nos deja inermes antes la vaciedad y la banalidad?

¿Qué o  quiénes –para vosotros- son dignos de ser respetados y escuchados? ¿Qué voces -vivas o muertas- tienen una fuerza y credibilidad extraordinaria por su compromiso con  la condición humana

martes, 30 de noviembre de 2010

Respirando alegremente en la calle


Cinco años en la blogosfera, 447 entradas, 9533 comentarios. Me hago preguntas sobre esta necesidad de permanencia, de seguir encendiendo mi voz buscando la comunicación y la chispa que surge cuando hay una idea que me ilumina –que nos ilumina-. Soy un hombre antiguo, conservador. Me gustaría poder parafrasear a Valle y calificarme de “feo, católico y sentimental” como su personaje el marqués de Bradomín. Mi padre y yo coincidimos en pocas cosas, casi en ninguna, pero hubo una en que me he reconocido en él: la admiración por el marqués que sedujo a la Niña Chole en La Sonata de Estío. Siete le echó en el convento camino de Veracruz tal vez. Me fascina esa conjunción entre lo religioso y lo profano. Pienso que nuestro mundo racionalista, debelador de mitos, devoto de los centros comerciales y los iPad (creo que me compraré uno esta navidad), ha perdido algo sustancial al alejarse de la religión. Uno antes podía pecar múltiples veces y arrepentirse, sentir en el alma la quemazón del pecado, pero ahora no siente la trascendencia: uno es un canalla y no siente nada especial. El marqués de Bradomín es español, como yo, pero establece una diferencia: a un lado él y al otro lado todos los demás españoles. Así sentimos los seguidores -¿hay alguno más?- de aquel personaje genial de Valle.

Me pregunto si sería posible un autor de la dimensión de Valle en estos tiempos. Creo que le tocó vivir un tiempo ajustado a su realidad. Hoy somos pálidos remedos de personajes o personas que sobreviven aherrojados por el pensamiento correcto. No hay lugar para la individualidad. Vivimos una época esencialmente gregaria y horizontal. Nadie alza su testa por encima de la multitud. La muchedumbre exige las cabezas de aquellos que quisieran –o podrían- destacar. Y la voz de estos es tan débil o tan inocua que no merece la pena prestarles demasiada atención. Ortega en 1930 publicó un libro profético que se titulaba La rebelión de las masas. En él mostraba con lucidez la actitud del hombre contemporáneo ante las élites. No las permitiría. Las aplastaría. Vivimos un tiempo de masas. Nos determinan los mass media. Nuestro pensamiento está codificado, estudiado e interpretado. Las agencias de publicidad conocen perfectamente nuestros deseos más ocultos, nuestras pulsiones sexuales más recónditas, nuestro afán por poseer y consumir para concedernos alguna identidad. Si Descartes hubiera vivido en nuestra época, no hubiera formulado su famoso Cogito, ergo sum, sino que lo hubiera cambiado en Consumo, ergo sum. Lo he sentido hoy en MediaMarkt ante un iPad. Me he sentido dominado por el ansia de posesión de ese objeto que contribuye a llenar un espacio infinito de vacío existencial, pero ya no atendemos al vacío existencial. Eso fue un periodo del siglo XX cuando los existencialistas lanzaron sus preguntas sin respuesta. Hoy tenemos respuesta. Poseer, consumir, tener… y aquellos que se esfuerzan por el ser se ven desbordados por la vorágine que nos agita a todos. Ya nos lo dicen los neurocientíficos: el ser no existe, no existe la mente. Todo es puro cerebro. Conexiones sinápticas, conexiones químicas y eléctricas. El ser es  una ilusión, un mito del pasado.

Quiero celebrar mi post número 447. ¿Quién no ha deseado celebrar alguna vez este número mistérico? Cuatro, cuatro, siete, esperando continuar otros tantos posts entregado a esta euforia valleinclanesca que me lleva a salirme un poquito del guion y respirar en la calle –tal vez etílico- y gritar con mis compañeros de batalla que no nos rendiremos, que seguiremos imaginando, que continuaremos deambulando entre sombras para intentar alumbrar, tal vez, alguna vez alguna existencia. Aprecio infinitamente más esos nueve mil y pico comentarios que las 447 entrada que he realizado.

Por vosotros, los que me seguís, los que os hacéis públicos y los que estáis en la sombra. Quiero, me gustaría seguir siendo un espíritu abierto, contradictorio, curioso, conservador, inspirado en Bradomín. Mi perilla es un pequeño homenaje encubierto a ese autor y personaje que me iluminó cuando entré en una cueva, la cueva del Rei Cintolo en Mondoñedo, y  me llegué hasta la gruta de las barbas de Valle Inclán.

¿Alguien ha entendido algo? Da igual. Lo único que este soliloquio quería ser era una manifestación soberana de libertad, porque la libertad me hace sentir feliz dentro de las desdichas de la vida cotidiana. Desdichas o  azares.

Soy feliz respirando en la calle. Ya es hora. 

sábado, 27 de noviembre de 2010

Cohesión social


Imaginemos un instituto de barrio de aluvión migratorio en los años cincuenta y sesenta, y añadamos otra ola migratoria en los últimos diez años de origen latinoamericano y magrebí que hacen que el porcentaje de alumnos de origen no español sea más del cincuenta por ciento. El instituto se esfuerza en integrar a esta masa de recién llegados intentando hacerles mínimamente competentes en la lengua considerada oficial mediante “aulas de acogida”. Los cursos agrupan a los alumnos por sus necesidades educativas y ello implica que ha de adaptarse el currículum a su realidad. La mayor parte del alumnado -inmigrante o no- no cuenta con familias que aprecien la cultura, la lectura o la ciencia. El instituto es el único cauce para la integración y educación igualitaria de las muchachas que pertenecen a culturas en que la mujer está sometida y subordinada a la sociedad de los hombres.

El instituto pretende motivar el aprendizaje, pero ha de asumir su realidad social. Se trata de conseguir enganchar a estos chavales sin hábitos de estudio, habituados poco o nada al esfuerzo intelectual, al sistema educativo para que funcione como palanca de promoción social.

Se busca disminuir el fracaso escolar o el abandono, y se urden todo tipo de estrategias para reconducir a los alumnos conflictivos, o simplemente objetores a la clase. Se intentan programas de mediación, se ensayan carnés de conducta escolar por puntos, se introduce la tecnología masivamente para intentar hacerles más atractivo el aprendizaje.

El resultado es un instituto que -desde mi punto de vista- no puede garantizar debidamente el nivel educativo. Los chavales en general no están para esto y se acostumbran a que todo se les dé mascado y que el instituto esté continuamente adaptándose a sus necesidades educativas de lo más variado. El bachillerato se nutre de alumnos que han promocionado con generosidad magnífica la ESO y tardan en darse cuenta de que el bachillerato marca otra pauta de comportamiento y de exigencia. Pero la inercia es tanta que surge un rechazo a cambiar de dinámica. ¿Exigencia? La justa. ¿Madurez? La imprescindible, pero ni un gramo más. El profesor que suspende -para estimular- se convierte en un personaje insostenible en ese contexto. Recibirá la animadversión rencorosa del alumnado, la oposición de los padres, la mirada escrutadora de la dirección y la desconfianza de la administración que busca buenos resultados que muestren que se progresa adecuadamente. De hecho se pueden abrir informes para investigar si se “pueden mejorar los resultados”.

A este sistema de adaptación a la realidad social circundante creo que se le puede calificar de alguna manera como un tipo de “discriminación positiva” que consiste en facilitar de muchas maneras la promoción académica por razón del entorno social. Sabemos por el contrario que para que un sistema sea eficaz, debe ser exigente. ¿Puede ser exigente un sistema educativo en un ambiente complicado? ¿No debe primarse la cohesión social por encima de los conocimientos, por otra parte tan relativos? ¿Se puede comparar un centro de barrio de estas circunstancias con las escuelas de elevado nivel académico de la zona alta de la ciudad en que todos los padres son universitarios, tienen acceso a la cultura y medios económicos sobrados?

¿Hacemos bien en adaptarnos prioritariamente a las circunstancias sociales? ¿En facilitar la promoción con escaso rendimiento académico para primar la cohesión social? ¿Debe ser la enseñanza exigente –lo que implica un número necesario de suspensos y repeticiones de curso para alcanzar el nivel básico? ¿O debe dejarse una cierta liberalidad y una clara generosidad a la hora de enjuiciar y calificar el mundo adverso al conocimiento que nos envuelve?

¿O se trata de sobrevivir como se pueda en medio de este eje cohesionador, empleando artimañas y técnicas de supervivencia? ¿Es la escuela cohesionadora palanca de ascensión social o un artilugio para hundir a los mismos de siempre allá donde deben estar?

Abajo. 

Selección de entradas en el blog