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jueves, 19 de mayo de 2011

#spanishrevolution


Yo me pregunto si los hombres saben reconocer cuando la historia pasa a su lado, si los europeos de 1914 se dieron cuenta de que la muerte del archiduque austriaco en un atentado en Sarajevo iba a cambiar el destino de Europa. Me temo que no. La historia es extraña. A veces parece que se remansa y que no pasa nada, hasta que un día  estalla en función de fuerzas telúricas del subsuelo. 

Hemos vivido en las últimas dos décadas años bobos. Lo he constatado en mi relación con mis alumnos. Se nos dice que la democracia es importantísima pero aburrida. Así ha sido. Tras los años burbujeantes de la transición vino la década prodigiosa de los años ochenta, pero los noventa avanzados produjeron una sociedad boba, que se acentuó con la llegada del nuevo milenio. La estulticia general no es percibida por la generalidad de la población. Vive a gusto en ella, piensa que es la normalidad sobre todo si se puede consumir alegremente y la economía parece discurrir entre pequeñas crisis pasajeras que no impiden el tren de vida desenfadado. Sin embargo, en madrigueras subterráneas, debajo del bienestar y la imbecilidad generalizada, el mundo sigue transformándose y tienden a aflorar las tensiones que amenazan la estabilidad de un modo de vida. Para el que haya estado al corriente de la prensa en los últimos veinte años no hace falta que le dé datos concretos. Esto es para los que han vivido intensamente el tiempo que les ha tocado vivir. No podía ser que nosotros viviéramos tan bien y el mundo que nos rodeaba se cayera a pedazos en la miseria. Pero nosotros vivíamos en los mundos de Yupi y nuestros estudiantes pedían más cerveza y menos policía, y los profesores se adecuaban al modelo dominante renunciando a sus ideales. Esto era imprescindible: renunciar a los ideales. Los ideales son dañinos, son una trampa, son un simulacro, sólo llevan a catástrofes sociales. Pero sin ideales nos morimos de asco en la caverna. Así he visto durante quince años morirse de asco a mis alumnos, sin ansiar nada, sin esperar nada salvo saberse colocar, tener coche y tener fines de semana de juerga placentera. Yo suspiraba para mis adentros que aquello no era posible. Un día lo charlé con el poeta Joan Brossa antes de morir. Él auguró que esos años bobos, de imbecilidad pura, llegarían a su fin. Hemos vivido en ellos sin inquietarnos. La inquietud existencial ya parecía haber pasado con la muerte de los existencialistas del pasado. Y el sentido de nuestro mundo parecía revelarse en forma de tarjeta rectangular VISA o MASTERCARD. Guardamos y archivamos los ideales en un cajón del pasado, escondimos las utopías y nuestros deseos de cambiar el mundo. ¿Para qué cambiar el mundo si en él nos va tan bien? Mejor no moverse.

Pero, amigos, todo ha cambiado, y las fuerzas ocultas han emergido en una secuencia sorprendente. La crisis es un estado más profundo del que hubiéramos llegado a pensar. Es el estado espiritual de nuestro ser tras décadas de impotencia y frustración aunque sobradamente colmado de todo lo material. Pero la poesía y la utopía en estos días vuelve a emerger en la Puerta del Sol de Madrid con una fuerza inusitada. ¿Un nuevo Tahrir? Los jóvenes se reúnen con los viejos y quieren darle una patada al sistema depredador. Se juntan José Luis Sampedro y Stephane Hessel con los veinteañeros sin futuro. Y la combinación es letal. El mundo no podrá volver a ser el mismo. Es como si hubiéramos despertado. No se trata sólo de conseguir volver de nuevo al consumismo. No, hace falta toda una revisión de nuestra forma de estar en el mundo y entender a las fuerzas del capital que se articulan en los anónimos mercados. La guerra es económica y espiritual porque implica valores éticos profundos. En el mundo somos siete mil millones. No puede ser que una minoría especuladora y financiera maneje los destinos de miles de millones jugando con el precio de los alimentos básicos, echando a la calle a los desahuciados del sistema. Alguien ingenuo llama antisistema a los que se manifiestan en Madrid y otras ciudades españolas, pero es que no podemos ser de otra manera. Toda época ha tenido su revolución. Tal vez ha llegado el tiempo de la nuestra. Que los jóvenes se reúnan en Tahrir, perdón en la Puerta del Sol, a discutir en asambleas sobre el presente o el futuro puede ser visto como un vulgar remedo del mayo del 68, pero la mayoría que participan allí no tienen la más mínima relación con lo que fue aquello. Yo tampoco. Pero viejas consignas vuelven a ser coreadas. Sólo los tontos como Vicente Verdú y Quim Monzó piensan que esto es una tontería. Los más intuitivos se dan cuenta de que algo está pasando, que era imposible que no pasara, y que para bien y para mal, ha llegado la hora. Las cosas no volverán a ser como antes. No sé qué respuesta dará el sistema político pero lo tendrá mal si esta #spanishrevolution logra sobrepasar fronteras y se convierte en una #europeanrevolution. Tal vez la historia esté llamando a nuestra puerta y sigamos ensimismados en nuestra manzana o en el espejo de los sueños.

Lo que es necesario tarde o temprano se hace realidad. Y puede que con una potencia inimaginable.

Salud. Aquí tenéis un vídeo en que aparece José Luis Sampedro. Da gusto oírle. 

http://youtu.be/LOmh3jcV28g

martes, 17 de mayo de 2011

Más dura será la caída


¿Puede ser el sexo un impulso tan fuerte que obnubile la inteligencia y que lleve a un hombre brillante a convertirse en un violador tirando su carrera humana y política por la borda? ¿Puede un hombre convertirse en una máquina de follar en virtud de una fuerza tan intensa que no se puede reprimir? ¿Puede un hombre de una trayectoria política extraordinaria, que ocupa el más alto cargo de la economía mundial y que es un virtual candidato a la presidencia de la República francesa, ser tan necio como para abalanzarse, en una escena patética, sobre una camarera africana con intención de poseerla sexualmente en un país extremadamente severo en estos asuntos?

La respuesta a todas estas preguntas son conocidas. Sí, es posible. Y ha sucedido. Uno de los hombres más poderosos del mundo ha caído en la humillación más extrema por su carácter rijoso e incontrolable. No sé qué me inquieta más, si la mezcla extraña entre inteligencia y estupidez o el poder incontrolable del deseo. No quiero entrar en argumentos moralistas o políticamente correctos. Sé que lo que hizo no está bien, pero no quiero juzgar a este hombre cuya carrera ha terminado y es posible que sus huesos terminen por varios años en la cárcel. Ha cometido algo peor que un error sin retorno. Ha perdido todo empezando por la dignidad. Su rostro ha pasado de la soberbia a la más extrema desolación en una fracción de segundos. Me interesa esto. Ver a Dominique Strauss-Kahn esposado entre varios policías ante el juez y recluido en una de las peores cárceles de Nueva York es altamente significativo acerca de los azares humanos. Nunca este hombre ha sido más humano que lo es ahora. Muestra cómo la vida nos arrumba en milésimas de segundo de la cumbre a la sima más profunda. Ha perdido todo.

Otros mandatarios poderosos también tuvieron sus adicciones al sexo. Recuérdese a JFK, a Mao Tse Tung, a Sukarno… y recientemente a Bill Clinton o a Berlusconi. Son elementos de una larga tradición que proviene de la antigüedad. El poder genera tal vez una sensación de potencia infinita. Muchos de los reyes, papas y emperadores, que son hitos en la historia europea y mundial, tienen detrás una larga tradición de abusos sexuales en unos tiempos en que esto no pasaba de las alcobas regias. Nadie se hubiera atrevido a censurarlo. Formaba parte de las prerrogativas del poder poseer a doncellas vírgenes o a mujeres casadas.

¿Qué hay en la mente de un hombre? Hay un clásico dibujo de cariz freudiano en que se ve que lo único que hay en la mente de un hombre es sexo, sexo, y sexo. En mis clases de bachillerato acabamos de leer una obra de Enrique Jardiel Poncela, hombre complicado y contradictorio que definía su concepción del mundo en SEXO+SEXO+SEXO. Mis alumnos apenas repararon en esto y yo no le di mayor relevancia pero la tiene. No sé si el EROS es lo que nos mantiene en pie en la vida oponiéndose al impulso de muerte. Otras veces he hablado de esto y no tengo una respuesta concluyente. La mente de un hombre se ha convertido en el territorio más desconocido en los tiempos modernos. Se le reprocha su obsesión sexual y a la vez se constata que va progresando un creciente desinterés por el sexo en muchas parejas en que el hombre va apagando su deseo. El territorio femenino ha crecido y se ha extendido en profundidad y complejidad (o al menos ha salido a la luz más allá de tabúes). El hombre se hunde en un impulso fallido. Es necesario su deseo pero hasta cierto punto. Una mujer puede excitarlo y en el momento de máxima tensión decirle que no y rechazarlo. Esto lo respaldarían las legislaciones más extendidas en el mundo especialmente en los países nórdicos y en Norteamérica. Es conocida la demanda de extradición del fundador de Wikileaks, Julian Assange,  a Suecia por un presunto delito de querer realizar unas relaciones sexuales sin condón lo que allí es delito si la mujer en algún momento se opone. Es razonable. La identidad del hombre es conflictiva y frágil y está expuesta a que si se deja llevar por los impulsos, que en otro orden se le exigen y estimulan, acabe en drama total.

¿Qué había en la mente de Dominique Strauss-Kahn? ¿En esa mente brillante y poderosa? Alguien en un twitter ha afirmado que tal vez quiso hacer con la gente lo que el FMI hace con los países, pero en este caso el testimonio de una humilde mujer africana, camarera, lo ha llevado a la ruina. Se lo tiene merecido por cretino. ¿O es un enfermo que padece un impulso incontrolable de sexualidad como cualquier violador que se hacina en una prisión como parece que va a pasarle a él? Da igual. Su poder se ha esfumado, y no ha sido ningún rival político quien lo ha hundido. Ha sido él mismo quien se ha llevado al desastre más completo. No merece demasiada compasión. En el fondo hay una cierta satisfacción que surge de nuestro inconsciente de ver caer a uno de los hombres más poderosos del mundo y no por no pagar impuestos, sino por no saber o no poderse controlar sexualmente. Ya casi el mundo lo ha olvidado. En pocos días desaparecerá de las noticias. Sic transit gloria mundi.
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Seguimos las acciones de la sociedad, y en especial los jóvenes en sus acampadas en distintos lugares de España. La impresión es que la clase política no sabe qué decir y que empezara a tener miedo. No dejéis de oír este audio de una emisora de radio. Habla Cristina que calla a los tertulianos que despotricaban de las acampadas en la Puerta del Sol. 


http://www.xpress.es/radiocable/cristina-rne.mp3

domingo, 15 de mayo de 2011

Un dilema no existencial



Me ha seducido este vídeo. He visto auténtico al protagonista que va diciendo verdades como puños en estos días en que las imágenes edulcoradas de los políticos quieren convencernos de nuevo para que les demos el voto. Paco va por el metro con toda su humanidad estableciendo comunicación con la gente, porque les dice lo que ellos sienten acerca de los políticos y esa casta de banqueros y financieros sin escrúpulos. No sé si ya es hora de decir que ya está bien en estos momentos en que organismos financieros internacionales reconocen que hay una generación -la de los jóvenes de 18-30 años- que está condenada aplicando las medidas del gobierno, y otras mucho más duras que vendrán en cuanto gobiernen los de la gaviota en una ola imparable de privatizaciones.

¿Es hora de salir o seguimos quedándonos en el sofá viendo como cae la tijera? ¿Despertará la sociedad? ¿Despertaremos?------------------------------------------

miércoles, 11 de mayo de 2011

Nuevas fronteras

Henning Mankell
Cuando empezaba mi carrera docente, estuve contratado en un colegio privado en Barcelona. Mi jornada era agotadora. Tenía siete COUs de Lengua castellana y dos cursos de tercero de BUP de literatura. Uno de los COUs era especialmente complicado. Entre sus alumnos había varios superdotados, una capa intermedia de alumnos superinteligentes, otros inteligentes y un grupo reducido de alumnos normales. Entrar en aquel curso, yo que me sé no demasiado inteligente, era un desafío tremendo. Y a veces lo pasé muy mal. Uno es consciente de los límites de su inteligencia que no necesariamente compensa con su saber o preparación de clases. Me viene a la memoria esta experiencia lejana porque en estos tiempos estoy dando clase a un curso diametralmente opuesto. Sus componentes son muchachos de circunstancias muy alejadas. Hijos de inmigrantes llegados en patera, muchachos que lo están pasando mal en la crisis, muchachos limitados por diversas circunstancias sociales o humanas… pero en los que late un profundo deseo de saber a pesar de sus limitaciones. Con ellos he realizado el vídeo que habéis visto en el anterior post. Estoy orgulloso de ellos y ellos están orgullosos de sí mismos. Su imagen se ha difundido por  el mundo. No siento que esté en un nivel inferior respecto a aquel curso de alumnos sobredotados. Casi al contrario.

¿Cuál es la nueva frontera educativa? El cerebro humano está mutando. Yo no soy el mismo que era hace diez años. Mi imaginación y mi modo de estar en el mundo se han modificado profundamente. Para bien y para mal. Mi capacidad de concentración se ha diversificado. No soy capaz de leer textos largos o complejos. Lejos quedan mis lecturas entusiastas, a las que no renuncio, de Guerra y paz, de Ana Karenina, de Los hermanos Karamazov, de Moby Dick, de Sobre héroes y tumbas, de La montaña mágica, de Los novios de Manzoni… Todas estas lecturas forman parte de mi entraña íntima junto a miles de otros libros que me han conformado. Pero mi cerebro es distinto. Internet lo ha hecho modificarse. Mi atención es diferente y mis problemas existenciales son distintos a los que me planteaba hace veinticinco años. Me ha costado mucho entrar en esta nueva dimensión. Los que han seguido la evolución del blog (unos pocos) han podido ser consciente de mis contradicciones.

Mi cerebro ha mutado, y, en lógica consecuencia, el de mis alumnos también. Yo tengo una mayor perspectiva, pero no dejo de asombrarme de dicha transformación. Lo que entendemos por conocimiento no es exactamente lo mismo y pienso cuando digo esto que me meto en un territorio complicado e incierto. Sigo apreciando a Thomas Man, a Cervantes, a Goethe, a Valle Inclán… pero me doy cuenta de que me muevo en un universo distinto en que las cosas no valen del mismo modo ni aquellos hombres nos hablan igual.  Ha cambiado nuestra forma de percibir el presente… que se ha hecho absorbente. Hubo un tiempo en que el pasado era la clave de nuestro mundo. Hoy no. Lo que opinaba Platón no es relevante necesariamente, el mundo de Petrarca es lejano… La inmediatez devora todo. Uno siente miedo de sumergirse en este nuevo paradigma en que no se sabe cuáles son las claves. No obstante pienso que una de ellas, si no la principal, es que es un momento extraordinariamente moral. Me inquieta emplear un término como “moral”, pero es imprescindible. El presente frenético en que nos movemos necesita de anclajes morales, de discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal, de empatía, de solidaridad, de reconocimiento de los sentimientos ajenos…

Vivimos en una atmósfera diferente cuyos niveles de realidad nos desconciertan.  Henning Mankell ha afirmado que Europa pasa hoy por hoy por Lampedusa adonde llegan miles y miles de huidos de la Libia de Gadafi. Muchos mueren en el mar. Y otros no llegan a un mundo que los acoja. La tierra es, por otra parte, un mar de campos de refugiados. El ciudadano del siglo XXI ha de enfrentarse a un mundo y a un cerebro notoriamente distinto, ello  supone un desafío intelectual, moral y humano. Hemos de incorporar el cerebro -que está adaptándose-  de nuestros adolescentes a este proceso dinámico y abierto, en que hemos de mostrarles el camino a ser no dogmáticos, generosos y solidarios. No hay un nosotros cerrado, ni un ellos distinto a nosotros. Quizás algunos nos llamen ingenuos, pero es el riesgo que corremos, sumergidos en una realidad mucho más permeable y diversa que el ciudadano común que vive en la inopia y se siente amenazado por un mundo que se le derrumba. Y es cierto: se derrumba sobre todas nuestra certezas. Más vale que nos demos cuenta y empecemos a debatir sobre todo lo que creemos saber. Pero es más bien de lo que ignoramos. No hay certezas. El héroe contemporáneo, lo anunció Robert Musil, es un hombre sin atributos, pero debería estar imbuido de conciencia moral para discernir, o atreverse a pensarlo al menos, lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo y lo que es injusto en un planeta cuyas reglas tienen como norma el atropello y el privilegio de unos sobre los otros. En esto está la clave de nuestro mundo. Esta es nuestra nueva frontera educativa: acercarnos a esos muchachos y hacerles partícipes de la complejidad del mundo con una mirada libre de estereotipos, crítica y analítica, aprovechando el cambio de cilindrada de nuestro cerebro, que hemos de intentar entender, viviendo nuestro tiempo en toda su dimensión y dificultad.  

domingo, 8 de mayo de 2011

Las palabras hieren más que los palos y las piedras.



Hace un par de meses una muchacha americana, Alye Polack, estudiante de trece años, publicó, sin saberlo sus padres, un vídeo de 2.58 minutos en Youtube. Sin decir una palabra y mostrando únicamente unos carteles escritos por ella, mostró al mundo el acoso al que estaba siendo sometida en la escuela. El título del vídeo era “Las palabras hieren más que los palos y las piedras”. Cada día tenía que oírse crueles insultos que pretendían herirla en lo más hondo de su ser. Me abstengo de reproducirlos. El que quiera ver el vídeo de Alye, dejo aquí el enlace al mismo.

Este vídeo se difundió inmediatamente por internet y recibió centenares de miles de visitas y miles de mensajes en los que se expresaban apoyo a Alye por el infierno vivido en su colegio. Alguien ha definido este mensaje de la muchacha americana como un ejemplo de “sentido y sensibilidad” que ha hecho que muchos otros escolares le hayan contestado de igual modo, también con sensibilidad e inteligencia.

En nuestro blog de aula Vamos a meternos en la boca del lobo publicamos el vídeo, lo vimos en clase y abrimos un debate posterior. Los alumnos de segundo de ESO se mostraron todos sensibilizados con la situación de Alye a la que –sugerí- podíamos darle una respuesta del curso. La mayor parte decidieron participar en un vídeo que grabaríamos y publicaríamos en Youtube contestando con nuestras palabras a la situación de Alye. Si las palabras pueden herir, también pueden acariciar, dar afecto, apoyo y solidaridad. El idioma no sería un obstáculo. Nosotros habíamos podido entender sus mensajes en inglés y podríamos enviarle los nuestros en castellano. Si ella quería, podría también entenderlos teniendo en cuenta que nuestros gestos y actitudes serían igualmente expresivas de nuestro apoyo.

Words are worse than sticks and stones era el título de su vídeo y también del nuestro. En esta actividad hemos promovido el debate y la reflexión sobre el acoso escolar, sobre el daño que pueden hacer las palabras y la agresión verbal directa y virtual. Algunos de ellos reconocieron también que habían sido testigos de insultos parecidos. El siguiente aspecto a considerar era escribir nuestros mensajes de solidaridad y grabar el vídeo poniéndole una música adecuada. Este es el resultado de las dos sesiones que hicimos. Podía haber quedado mejor, pero es nuestro primer intento de elaborar un vídeo entre todos. Han colaborado todos los alumnos, pero algunos no quisieron aparecer en Youtube y no están presentes en la grabación. Después de la publicación del vídeo hemos recibido mensajes desde Estados Unidos haciéndose eco del nuestro vídeo creado en Cornellà de Llobregat y que ha cruzado el océano para hacer llegar a Alye nuestras palabras de aliento. Ojalá hayan llegado hasta ella. Con ellas va la convicción de estos muchachos de no querer convertirse en matones ni agresores de nadie. Sabemos que las palabras hacen daño y hemos de ser extremadamente cuidadosos con ellas.

Aprovecho para presentaros la alegría de mis alumnos de segundo de ESO, los protagonistas de Vamos a meternos en la boca del lobo. No están todos pero es una buena representación. Para mí es un lujo ser profesor de estos muchachos. Aparece también mi compañera Silvia con la que trabajo en equipo con estos muchachos de adaptación curricular. El año que viene con los recortes que están anunciados, esta docencia compartida dejará de ser posible así como –probablemente- los desdoblamientos y las atenciones individualizadas.

En todo caso, dejamos constancia de nuestra ilusión y solidaridad activa. 

jueves, 5 de mayo de 2011

La ética dependiente


Un día fui padre de dos niñas que ya son púberes, y entonces, cuando eran bebés o pequeñas, iba al parque con frecuencia con ellas donde establecía relación con otros padres. Acostumbraba a charlar con ellos y a observar los códigos de conducta que se establecían en los juegos. Los padres solían proyectar buenos hábitos en sus hijos para que aprendieran a compartir, para que jugaran con otros niños sin pelearse, para que fueran iguales niños y niñas, nativos e inmigrantes… Fue una etapa entrañable en que me di cuenta de que todos los padres querían mostrar a sus hijos un mundo generoso y en el que se compartía y en el que no imperaba la ley del más fuerte. En la escuela se continúan estos buenos hábitos en el proceso llamado educación que pretende armonizar al individuo con la sociedad de modo que ese proceso formativo se proyecte en la organización social. Es la idea fundamental del movimiento que piensa que la educación formal e informal pueden cambiar la sociedad. Así, en las escuelas e institutos pretendemos enseñar a cooperar, a dialogar, a compartir, a negociar, a razonar, a aumentar la autoestima, a respetar las normas cediendo parte de nuestra individualidad en aras del bien común al que están orientadas todas las leyes. Pretendemos formar ciudadanos en un contexto democrático sin discriminaciones de ningún tipo (sexuales, raciales, nacionales, económicas…). Enseñamos que hay que cumplir las leyes y que estas se fundamentan en los derechos humanos que proyectan sobre todo una idea de igualitarismo de todos los ciudadanos que son sujetos de derechos y de obligaciones.

Entre estos derechos está como fundamental el que reconoce que todo individuo tiene derecho a ser considerado inocente hasta que se demuestre lo contrario. Es la presunción de inocencia. También admitimos que nadie debe ser sometido a tratos vejatorios y proscribimos la tortura en cualquier forma. Y, por fin, en la mayor parte de los países democráticos se establece que el derecho a la vida es un bien fundamental y que no debe castigarse un delito, por grave que sea, con la pena de muerte y en todo caso que la defensa jurídica es un derecho fundamental cuando uno es acusado de un acto que puede merecer castigo.

Esta es el entramado ideológico en que nos movemos. Sin embargo, observamos que el mundo es atroz y que estos hermosos principios son eso, hermosos, y nuestros hijos van intuyendo que superponemos un mundo idílico mediante nuestras palabras que no tiene nada que ver con la realidad. El pez grande se come al chico, no somos todos iguales, nadie escucha a nadie en la lucha política, y admitir los errores sólo supone el desprestigio. Estos días hemos tenido además que poner nuestros principios a prueba en el tema de Bin Laden, un individuo que ha promovido centenares de atentados en todo el mundo. Ha estado escondido diez años hasta que parece ser que ha sido descubierto y allí, desarmado, se le ha liquidado con un tiro en la cabeza sin intentar someterlo a juicio. Se ha dicho que no era una situación normal sino un auténtico estado de guerra en el que rigen otras reglas distintas. Y la comunidad política mundial ha suspirado con alivio al ver a Bin Laden muerto. Nuestros adolescentes han participado del júbilo general y se han regocijado ante nuestro desconcierto, nuestro silencio o nuestro oportuno cambio de tema.

 ¿Dónde están nuestros principios, esos que enseñamos a los niños en los parques infantiles o en la escuela? La realidad es que los principios son relativos y se someten al auténtico quid de la cuestión que es que “depende”. Todo “depende” del cristal con que se mire, de los criterios aplicados, de las palabras utilizadas para interpretar las situaciones. Todos somos iguales, es cierto, pero unos son más iguales que otros. ¿Es bueno o malo matar a alguien indefenso? ¿Puede admitirse la tortura? ¿Pueden negarse derechos fundamentales por razones de raza, religión o clase social? La respuesta es compleja pero se resume en: depende de si nos beneficia o no, depende de si favorece nuestra seguridad o la pone en peligro, depende de las consecuencias que se abran a partir de los hechos enjuiciados. Y estos juicios han de hacerse rápidamente, en cuestión de segundos, esos microinstantes que tuvo que emplear el premio Nobel de la Paz, Barack Obama, entre elegir si arrasar con bombas de novecientos kilos  el supuesto refugio del terrorista o mandar un comando con intención de liquidar sin lugar a dudas a Bin Laden invadiendo un país extranjero. El proceso judicial que se hubiera abierto si los SEALS hubieran respetado la vida humana hubiera sido harto complicado y no habría país en el mundo que pudiera juzgar a Bin Laden sin riesgos terribles, ni legislación apropiada. Además en el juicio, el encausado podría hablar demasiado y liarlo todo revelando todo lo que sabe sobre sus enjuiciadores a los que sirvió en otro tiempo. Además era un criminal confeso y Obama sabía que si lo liquidaba subiría como la espuma en las encuestas en Estados Unidos, e incluso se olvidarían de llamarlo protosimio o chimpancé los neocon y la Fox o de cuestionar si era musulmán o era realmente americano. Y asimismo ¿por qué reconocer derechos a alguien que ha despreciado brutalmente la vida humana y además ha herido el orgullo americano como nadie en la historia? Y, en todo caso, ¿no fue Bin Laden quien dijo que si un musulmán moría en la batalla se encarnaba en el paraíso servido por hermosas doncellas vírgenes? Fíjense en la paradoja. Al matarlo, se le ha hecho un favor inmenso y ahora está disfrutando como un canalla, follando todo el día.

Pienso que deberíamos hablar más los padres y los profesores del eje de toda ética real y que es ese “depende”. Todo depende. Los valores son buenos dependiendo si nos favorecen o no. Se aplican o se ponen en suspenso dependiendo de si... Pero parece ser que estas consideraciones ya están asentadas tempranamente en nuestros adolescentes por ósmosis cultural que entran en contradicción inquietante con lo que decimos en el parque o en las clases de ética. Esto es lo que significa hacerse adulto. Como Obama.

lunes, 2 de mayo de 2011

Osama Bin Laden


Osama Bin Laden ha sido abatido. Todos los periódicos y noticiarios del mundo lo ponen en primerísima portada. En pocas horas ha sido tiroteado por un comando americano y su cuerpo arrojado al mar. Todo ha sido sorprendente, y la prisa por hacer desaparecer su cuerpo no hace sino multiplicar la extrañeza por la trayectoria de este hombre que ha sido identificado con el mal absoluto. Ignoro casi todo de su biografía, pero sí que parece confirmado que estuvo a sueldo de la CIA en la guerra contra la URSS en la época de la invasión soviética de Afghanistán. En aquel tiempo la Casa Blanca apoyaba a los muhaydin (luchadores islámicos) contra su enemigo comunista que encarnaba entonces el imperio del Mal. Pero la historia no es lineal y el aliado de un tiempo se convirtió en el mayor enemigo de los tiempos modernos alzándose contra América y el sionismo y propagando la yihad total con los métodos más salvajes con atentados masivos contra Occidente y los estados títeres colaboracionistas. 

El atentado contra las Torres Gemelas en 2001 fue la causa de la invasión de Afganistán y el régimen de los talibanes, así como el de la posterior invasión de Irak. Osama Bin Laden se erigió en el ideólogo y planificador de aquel brutal atentado contra el orgullo americano. Alguien dijo que con aquel atentado habíamos entrado en el siglo XXI dada la situación apocalíptica que se generó en un  país que es esencialmente telegénico. Lo que sucede en USA se convierte inmediatamente en noticia mundial, y aquello fue esencialmente definidor de una estética que habíamos visto numerosas veces en películas americanas. Lo más original de aquella situación brutal del 11S fue su carácter cinematográfico que tuvo un éxito de destrucción que fue mucho más allá de lo que Bin Laden había imaginado.  No todas las tragedias –y aquella lo fue- tienen el mismo seguimiento mediático. El 11-S pareció ser obra de un realizador cinematográfico genial, y en el vértice de toda la producción aparecía el que se convirtió en símbolo del Mal, el hombre cuya vida ayer fue abatida. Un círculo se ha cerrado, y ha estado a la altura de la ocasión. Un acto suyo, o inducido por él, supuso un horror que hemos visto repetido centenares de veces. La tragedia del Congo es infinitamente más terrible, pero no es cinematográfica. Sólo Ruanda en 1994 alcanzó el carácter de acontecimiento global, cuando ya todo era irreversible. Ha habido alguna película memorable sobre aquel genocidio como Rwanda, pero no generará la estela de producciones literarias o cinematográficas que tuvieron a Bin Laden como origen creativo. Su rostro, reproducido hasta la saciedad, encarna la perversidad, el mal incognoscible e inabarcable y en cierto modo se asemeja en su poder como imagen al de Hitler. Se ha sugerido que sería uno de los iconos malditos del siglo XXI.

Hoy los americanos celebraban eufóricos su muerte y no se recataban en su entusiasmo. Unos alumnos de segundo de ESO me preguntaban hoy con insistencia si yo me alegraba de que lo hubieran matado. ¿Qué podía decirles? No sentía alegría. Era algo más complejo, no lo he tomado como un asunto personal. Me he dado cuenta de que no lo odiaba y  que no me alegraba de su muerte. ¿Cómo voy alegrarme de la muerte de nadie por abyecto que sea? Me resultaría impúdico hacer aflorar mis sentimientos hallando satisfacción en la muerte. He pensado sobre ello y me ha llevado a la idea de encadenamiento de causalidades.

América fomentó y financió el surgimiento del mecanismo del horror que luego le golpearía en su corazón. Un acto terrorista apocalíptico derribó a las Torres Gemelas, desencadenó dos guerras que todavía no han acabado y ha producido la muerte de centenares de miles de vidas de civiles inocentes, así como de más de tres mil soldados americanos. Ahora parece cumplirse la justicia poética y el malvado ha recibido su merecido y hasta su cadáver ya es pasto de los peces. ¿Acabará ahí la espiral de causalidades? ¿O hay ya seres humanos que serán las próximas víctimas y que ya caminan con la señal de la venganza por su muerte en la frente?

La historia humana es cíclica  y enigmática. Nada alcanza a sugerir qué pasará en los próximos años, ni si esta muerte ha sido el final de un ciclo o el comienzo de otro. Hay veces que la muerte violenta erige símbolos que son más difíciles de combatir que los personajes reales.

Algunos de mis alumnos discutían con otros porque no creían que Osama Bin Laden hubiera matado a nadie, mientras que otros parecían regodearse con su muerte. Este post se mueve en el terreno del ciudadano que no se ha documentado. No he querido leer la abundante información que se ha publicado sobre el yemení que ha  pasado a formar parte de nuestro mundo onírico y de pesadilla. No he querido profundizar sino expresar mi desconcierto ante un mundo cuyas claves se me escapan. Me doy cuenta de que como ciudadano soy insignificante, soy un dígito en las estadísticas globales del escepticismo, soy un cero absoluto en el devenir histórico. Carezco de relevancia, no soy símbolo de nada, pero no dejo de admirarme como ser humano por la potencia de otro ser humano cuya vida ayer se ha acabado (si nos han dicho la verdad) y que se ha convertido en un mito y una leyenda. Seguro que hay otras formas de pasar a la historia, pero hay que reconocer que, salvada la condena que merece sin paliativos, encarna una página epopéyica y desafiante que dejará huella en el tiempo que ha sido y en el que vendrá. Ojalá me equivoque. 

lunes, 25 de abril de 2011

Divagaciones en la noche


La escritura de un post es algo que me implica profundamente. Tengo a veces varias ideas que me van rondando en la cabeza. El instituto público donde trabajo es una fuente de inspiración extraordinaria. Mis alumnos me siguen produciendo intensas emociones. No he conseguido hasta ahora (tras más de treinta años de profesión) seguir una rutina, definir un estilo profesional asentado. Siempre tengo la impresión de estar sentado sobre un volcán. Envidio a los que tienen ideas coherentes sobre educación, yo no las tengo. Arrastro un lastre de incoherencia que no he podido resolver: mis alumnos son cada año nuevos, me presentan retos distintos, alegrías dispares, caídas en ocasiones profundas. No puedo hacer una programación de lo que será el curso de antemano. ¿Cómo voy a hacerla si no conozco a mis alumnos? Yo defino mi pedagogía como una pedagogía del encuentro, de la sorpresa, del reconocimiento. Y esto no es fácil. Surgen a veces situaciones imprevistas que implican tensión. Este año tuve una de ellas en las relaciones con mis alumnos de bachillerato. Quien haya seguido el blog será consciente de mis críticas, de mis esperanzas fallidas, de buenos momentos y de alguna sima emocional que me llevó a escribir un correo real a un alumno que había sido agresivo e insultante conmigo. Lo publiqué hace un par de meses. Se titulaba “Con la mano tendida”. Recibió numerosos comentarios que no respondí. Algunos vieron en este post un ejercicio casi pornográfico de mi interioridad, que probablemente no quedó bien parada. Leí atentamente todo lo que escribieron mis lectores y varias de las cuestiones que se plantearon me han sido muy útiles. La inteligencia colectiva no es una elucubración. Entiendo que este blog (y muchos más) son una suerte de mente plural en que se comparte con generosidad. Acepto las críticas que en muchas ocasiones son tan o más valiosas que los elogios.

Quiero decir y resaltar que el signo distintivo de este blog es el de revelar esa interioridad no coherente de un profesor maduro, pero que se siente como un estudiante que está haciendo el CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica). Y este blog recorre sinuosamente meandros de ideas que se van explorando, evaluando, poniendo en práctica, desechando, y, sobre todo, experimentando. No es un proceso cerrado, es un proceso en evolución dinámica en el que se vierten diferentes opiniones (algunas veces contradictorias) y en las que me implico emocionalmente con resultados que parecen un ejercicio de insensatez o de delirio.

Creo que la educación  sirve para algo. Sobre todo, para abrir mentes. Pero para lograr yo abrir las mentes de los demás, la mía ha de estar abierta, ser empática, ser flexible, ser permeable. No es con teorías con las que pretendo fundamentar mi pedagogía. No, es con acciones que yo califico de francotirador. El profesor apunta delicadamente al corazón y a la mente de los alumnos. El profesor se busca a sí mismo (todavía no se ha encontrado definitivamente), y promueve una búsqueda del significado entre sus alumnos. Las materias son instrumentos que llevan a la reflexión. ¿Quién soy yo? ¿Qué hago aquí? ¿Cuáles son mis límites? ¿En qué creo? ¿Qué es el mundo? ¿Cuál es el estado de mi interior y del planeta? Esto implica promover una actitud de contemplarse a sí mismo sin compararse con nadie. Esto es importante. Los seres humanos no deben ser sujetos para la comparación. Todos somos insólitos, irremplazables, y a la vez respondemos a parámetros comunes. Los seres humanos pueden contemplarse a sí mismos. Somos nuestro campo más poderoso de observación. Aprendemos mucho contemplándonos a nosotros mismos sin juicios, sin crítica, desapasionadamente, dándonos cuenta de dónde salen nuestras ideas que no son la mayor parte de las veces demasiado originales. ¿Por qué pienso esto? ¿He sido realmente yo quien lo ha elaborado o me lo han dado hecho y yo lo asumo?

Este ejercicio de autocontemplación de la conciencia puede llegar a ser doloroso para el inexperto. Especialmente si se es alguien demasiado sensible, pero abrir nuestra sensibilidad, exponerla al dolor, es educarla en la compasión porque los demás son igual que nosotros y a la vez profundamente diferentes.

¿Qué es educar? Educar es exponerse, estar en la trinchera en una batalla incierta, de resultado incierto. El objetivo de nuestra búsqueda es el conocimiento, la observación del yo y del mundo en relación a nosotros. Para ello utilizamos la lengua (plástico instrumento de indagación), la literatura (secuencia de modelos que se van inspirando unos en otros y que tienen como eje la belleza). Indagamos, buscamos, no estamos terminados. Vamos recorriendo en zigzag ese edificio en la arena que arrumbará el mar, pero tiene sentido. Somos una pequeña luz en medio de la oscuridad. Si consideramos la maravilla que es la vida, el azar que la contiene, cualquier instante en que los seres humanos pueden encontrarse y trascenderse alcanza un valor extraordinario.

Esto es ser profesor para mí. Pero ¿cómo explicarlo en una programación? Quizás esté equivocado, pero este ha sido el fundamento plástico, estético y existencial de los luminosos momentos en que esta pedagogía ha alcanzado algún resultado. Es incierta la búsqueda pero cuando estalla la luz… 

Son divagaciones en la noche. 

jueves, 21 de abril de 2011

Procesión atea en Madrid

                                                          Voltaire.
Me encantan las procesiones cuando viajo por España, especialmente por Andalucía. Hubo un tiempo en que pasaba las semanas santas por tierras del sur de España: Granada, Sevilla, Guadix, Cádiz, Almonte, Málaga, Ronda, Marbella, Arcos de la Frontera estuvieron en momentos distintos de mi vida sentimental, y la atmósfera de sus procesiones me envolvió. He visto a la Virgen y al Cachorro moviéndose en las estrechas calles de Granada al ritmo de una canción moderna, y he presenciado la salida de la Macarena al grito de decenas de miles de entusiastas llamándole “guapa” y una retahíla de piropos encendidos. Pienso que las procesiones tienen una maravillosa plasticidad que hay que conservar como un alto valor cultural. No pienso que revelen una fe profunda, ni siquiera superficial. Las iglesias están casi vacías y los seminarios están en trance de desaparición por la falta de vocaciones. Sin embargo, seguimos profundamente unidos a ciclos como la Navidad y Semana Santa, fiestas que en otros países laicos apenas tienen relieve, o en todo caso mucho menor.  Pienso que hay un gozoso politeísmo de matiz surreal que lleva, como he dicho en otra ocasión, a entrar en éxtasis ante la salida de la virgen del Rocío o a desollarse las manos golpeando tambores en Calanda, Hijar y otros pueblos del Bajo Aragón cuando llega la ruptura de la hora.

Sin embargo, no entiendo la prohibición de la procesión atea que iba a celebrarse en Madrid convocada por una asociación de librepensadores en el barrio de Lavapiés. Probablemente no hubieran asistido más que una centena de penitentes en defensa de una interpretación atea o al menos laica del mundo. No sé por qué en este país no pueden expresarse libremente convicciones de descreencia, de agnosticismo o de ateísmo como son manifestadas las representativas del catolicismo a cargo de los presupuestos municipales pagados por todos los españoles, sean o no creyentes.

España es un país extraño que no ha entrado plenamente en la modernidad, que deberia deslindar el papel del estado con independencia de las creencias religiosas. No entiendo que se imparta religión católica en los centros públicos de enseñanza. Esto sería inimaginable en cualquier otro país europeo o incluso latinoamericano que tienen sociedades mucho más creyentes. No entiendo que se haya armado la que se ha armado (recogida de más de cien mil firmas) para impedir una modesta y humilde manifestación de ateísmo, con la excusa de que se ofenden los sentimientos íntimos de los católicos. No quiero echar leña al fuego, pero a mí me ofende más la realidad de los abusos sexuales cometidos por religiosos aprovechándose de su posición con niños a lo largo de los últimos cuarenta años (no quiero ni imaginar antes). Esta es una página negra de la iglesia, no la única porque su proximidad a los poderosos y  su ejercicio de la tortura más extrema con los heterodoxos, judíos y homosexuales acusados de los más terribles delitos culminaron en muchos casos con la quema en vivo de los condenados, y ello hizo que esta institución fuera detestada por mucha gente por no ser precisamente representativa del mensaje de su fundador al que probablemente hubieran crucificado de nuevo si les hubiera puesto en evidencia su envilecimiento.

Entiendo que son tiempos de dificultad para la iglesia en una sociedad laicista y alejada de sus valores y ritos, pero la grey católica no debería temer la pobreza ni sentirse a la intemperie. El que fue su inspirador nació en una cuna humilde y murió en un tormento muy doloroso increpado por la multitud. Si creyeran de verdad, no temerían sentirse ofendidos por un rebaño de ovejas perdidas que reclamasen el ateísmo y la crítica a los pecados más espantosos de la iglesia, pecados sobre los que no ha habido la suficiente contrición ni propósito de la enmienda.

Una procesión atea no debería ofender a nadie. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por atreverse a hacer visible la expresión de una forma de ver el mundo sin dios? ¿Creen que Dios los juzgaría con más acritud que a los curas pederastas? ¿A quién salvaría con más convicción? ¿Al que hubiera utilizado su nombre para violar a un niño o a un ateo que expresa simplemente su convicción de la no necesidad de dios y que ironiza sobre los desmanes hechos en su nombre?

Tengo la impresión de que sólo se ofenden los hipócritas.

Me gustan las procesiones. ¡Todas! Por la libre manifestación de creencias o descreencias. Contra la prohibición de la manifestación de ateísmo que iba a celebrarse en Madrid en fecha como hoy. 

lunes, 18 de abril de 2011

Finlandia en el punto de mira

                                                                Timo Soini, líder de los finlandeses auténticos

Para los docentes, Finlandia es un punto de referencia en el ámbito educativo. Tiene el sistema educativo más avanzado y eficaz del mundo, según los resultados del informe Pisa. Sabemos poco de este país del Norte, pero su éxito nos sorprende y nos estimula a intentar aprender de ellos. Estos días ha vuelto a ser noticia por el resultado de las elecciones legislativas en que un partido populista –Finlandeses auténticos (o verdaderos, o básicos)- ha multiplicado sus votos por más de cuatro, llegando a un 19% y quedando en tercera posición detrás del partido Conservador (Coalición Nacional, 20,4%) y el partido Socialdemócrata (19,1%). En  cuarta posición queda el partido de Centro de la primera ministra Mari Kiviniemi (15,8%).  El sistema electoral finlandés no permite las mayorías absolutas (¡¡¡) de forma que hay que gobernar siempre en coalición. El actual gobierno estaba formado por conservadores, centristas y Verdes, quedando los socialistas en la oposición. La arrolladora máquina del partido de los Finlandeses auténticos, casi empatado con los dos vencedores, hará muy difícil un pacto de gobierno.

Pero ¿qué defiende este partido dirigido por un político populista, Timo Soini? Tiene dos ejes en su discurso: Finlandia para los finlandeses (lo que implica un posicionamiento contrario a admitir a más inmigrantes, que son muy reducidos actualmente -3,5 %- a los que acusa de aprovecharse del sistema social y no adaptarse al estilo de vida finlandés y, por otro lado, son contrarios a participar en el rescate financiero de los países del sur de Europa (Portugal ahora, pero antes Irlanda y Grecia). Timo Soini viene a decir que la laboriosidad nórdica no tiene por qué pagar la vida ociosa bajo los olivos de los inoperantes países del sur. En esta propuesta de rechazo del rescate de Portugal coincide con el partido socialdemócrata en la oposición.  

El 19% que ha votado a Soini es ferozmente antieuropeísta y contrario a las políticas de Bruselas, lo que coincide sobremanera con un estado creciente de opinión en Europa (nosotros no somos una excepción) que ve como parasitarios a los parlamentarios que se dedican a generar una ingente burocracia que no parece tener una aplicación real.

Hay varias cosas que me asombran y que ponen en cuestión mi planteamiento de las cosas: que el sistema pedagógico más exitoso del mundo es gestionado por una coalición conservadora, que la población finesa es mucho más homogénea en términos de origen que la mayoría de los países europeos, que su sistema político está estructurado de tal manera que impide las mayorías absolutas, que consideran con reticencia a los países de sur como vecinos lejanos y ociosos frente a la laboriosidad nórdica de la que se aprovecharían, que Europa como marco político y económico está en una profunda crisis (no es único el caso finlandés), que las políticas de solidaridad y acogida de los inmigrantes genera una enorme resistencia y promueve iniciativas como la citada (auténticos finlandeses)...

Hablando con mis alumnos de bachillerato me comentaban que ellos votarían a un partido que dijera bien claro que no a la inmigración (conocían el partido de Josep Anglada en Cataluña al que se califica en la prensa de extrema derecha). Lo que no saben es que ellos a su vez son considerados casi como parásitos que viven del cuento por los auténticos finlandeses que imaginan que nuestra vida laboral tiene lugar bajo los olivos, trasegando sangría y practicando la siesta y el ocio como forma de vida.

Lo cierto es que el caso finlandés pone de relieve muchos aspectos que van a crecer exponencialmente en Europa: el rechazo a las políticas migratorias (veamos el caso de los inmigrantes tunecinos y libios en el limbo italiano y que no quieren ser acogidos por Francia donde crece y crece el Frente Nacional de Marine Le Pen), el rechazo de los países o regiones más prósperas de subvencionar a los más frágiles (pensemos aquí en España, el argumentario político obsesivo del nacionalismo catalán o vasco o zaragozano si llega el caso): los del sur viven del cuento, del PER, del clientelismo, de los subsidios bajo la sombra de los olivos, mientras los del norte trabajan y sudan para mantenerlos en su ociosidad.

El problema es que uno puede creerse “del norte” y que otros lo consideren “del sur”, que crea que se está dejando la piel en su trabajo y que otros lo piensen bajo las palmeras en una playa cálida y lujuriosa.

Y además lo curioso es que el concepto de democracia surgió en una sociedad ociosa y del sur.

Yo no sé de dónde soy. Me temo lo peor. 

miércoles, 13 de abril de 2011

El mundo desde la dicha


A través de Twitter llegué a una entrevista de Andreu Buenafuente a un joven de 23 años llamado Pau García-Milà, creador de un sistema operativo on line llamado Eye Os, que ya está presente en 67 países y que se codea con Microsoft, GooglePau es de Olesa de Montserrat y su historia ha sido ampliamente publicitada en Cataluña como ejemplo de joven emprendedor, que tiene ideas y que, a pesar de la crisis, es capaz de salir adelante con un discurso que, sin grandilocuencia, tiene muchos elementos positivos para nuestros alumnos.

Enlazo aquí la entrevista para los que queráis verla. No tiene desperdicio y además es divertida. Eye Os es el proyecto tecnológico más audaz creado jamás desde España. Si Pau viviera en California, se codearía con los grandes de Sillicon Valley. Aquí tuvo que lidiar con el fatalismo al que se enfrentan los que tienen ideas y que las considera irrealizables y condenadas al fracaso. Ya se sabe que el que no hace nada, ve con suma hostilidad la acción de los otros que sí están intentando hacer algo, porque pone en evidencia su pasividad y su negatividad. Que alguien como nosotros triunfe en este país se ve con desconfianza y algo peor. Pau además empezó cuando era un pipiolo de diecisiete años. ¿Quién iba a creer en él?

He interrumpido las clases dedicadas a Enrique Jardiel Poncela para pasar a mis alumnos de bachillerato el vídeo de la entrevista arriba citada. Quería transmitirles un mensaje de optimismo en un contexto en que todo parece derivar en desesperanza. Es posible hacer algo si uno tiene ideas y la voluntad de llevarlas adelante. Las ideas valen dinero. No pueden esperar a que el trabajo les salga al encuentro y que las oportunidades les caigan de los árboles. No, –les he dicho- tienen que  luchar intentando saber –conociéndose a sí mismos- que es lo que ellos pueden aportar de original al mundo en que vivimos. Todo está por hacer es el título de un libro de Pau García-Milà en que se expone que estamos en un momento óptimo para crear oportunidades si nos atrevemos a apostar, trabajamos duro y no tememos al fracaso. Y no cedemos tampoco al negativismo de todos los que desde todos los lados nos van a decir con fruición que nos la vamos a pegar, y que esperan ávidamente que se confirmen las expectativas para decirnos: ya te lo dije. Si por el contrario se tuviera fortuna, serían ellos –rabiosos- los que lo achacarían a la suerte o a los enchufes.

Es un gozo tener diecisiete años y tener el mundo por delante. Diez años después uno está condicionado ya por la situación. Este es el momento apropiado, les quería decir, para intentar proyectos que si no salen bien, no pasa nada, ya se intentarán otros.

Este era el mensaje que ha sido recibido en la clase con sumo escepticismo. He percibido ese fatalismo que describía arriba. Estos muchachos parecen no confiar en sí mismos. Han replicado que eso que le había pasado a Pau sólo ocurre una vez en muchos millones de ocasiones, que es como la lotería –en la que parecen confiar mucho más y lo han dicho-, que tampoco era para tanto lo que él había inventado y sobre lo que no habían oído nada. Otro me ha dicho que eso se lo dijera a su padre, al que intuyo pasando una mala situación. No he visto que el mensaje fuera recibido con receptividad y sí con cierta destemplanza porque incomodaba. 

 Yo recordaba además el caso de otro joven catalán llamado Albert Casals, minusválido en silla de ruedas, que se preguntó qué tenía él de especial y llegó a la conclusión de que lo único radicalmente original era precisamente su silla de ruedas, y además le gustaba viajar. Desde los quince años viaja por todo el mundo en solitario con permiso de sus padres. Además lo hace prácticamente sin dinero, y ha logrado salir adelante en todos sus viajes. Ahora que tiene ya la mayoría de edad, está preparando un viaje por África. Ya ha publicado dos libros: El mundo sobre ruedas y Sin fronteras. Uno de sus libros se lo presté a una muchacha que se considera sumamente desgraciada por tener que ir en silla de ruedas y a la que sus padres tratan con excesivo proteccionismo y le han hecho pensar que es una víctima. Se leyó apasionada el libro en pocos días y ahora me está haciendo un trabajo sobre él. Por fin había encontrado a alguien como ella, que había sufrido como ella, que tenía sus mismas limitaciones pero que se consideraba afortunado.

Es cierto que las ideas negativas nos condicionan, y además sacan lo peor de nosotros mismos. Cuando decimos que algo no es posible, escurrimos el bulto, y damos la batalla por perdida. Pero además –y esto es lo peor- nos sentimos obligados a machacar a cualquiera que intente plantear esa batalla y a creer en algo. Las ideas negativas son profundamente destructivas, y no es que este pesimista ciclotímico, al que ya conocéis, esté ahora defendiendo el llamado pensamiento positivo en forma de plantearse el mundo como una serie de Hanna Montana. No. No me gusta el canal Disney, pero es cierto que tenemos que sacar lo mejor de nosotros mismos y ser capaces de defender proyectos que nos ilusionen, y atrevernos a sentirnos pletóricos en su búsqueda. Aprender supone placer. Esto hemos de tener el coraje y la habilidad suficientes de saberlo plantear a nuestros alumnos, y hacer del conocimiento algo útil, que alimente la mente y la curiosidad innata que no sé por qué el sistema educativo va progresivamente ahogando. Sólo si disfrutamos, seremos potenciales transmisores de valores que lleven a la acción. Un pesimista amargado es un enterrador de sueños, aunque se puede ser pesimista ontológico en el fondo como Cioran, del que se cumple el centenario de su nacimiento, pero tener la entereza de disfrutar sin acritud del optimismo ajeno sin condenarlo.

Espero poder transmitir el mundo desde la dicha. Cuando no he sido capaz, he preferido orillarme y esperar. 

domingo, 10 de abril de 2011

¿Juventud sin futuro?


En otras ocasiones hemos abordado el tema de la hipótetica rebelión de los jóvenes y hemos comentado recientemente la aparición del panfleto de Stephane Hessel, Indignaos, dirigido fundamentalmente a los jóvenes a los que se convoca  a ser conscientes del tipo de sociedad en que vivimos, frente a la cual sólo quedan las opciones de someterse a sus reglas dictadas por especuladores y financieros sin escrúpulos que controlan la política y la economía, o buscar vías de resistencia activa frente a un mundo que, inmerso en una aguda crisis sistémica, va camino de involucionar en todos los avances sociales que habían sido logros de la sociedad occidental.

El pasado 7 de abril se convocó en Madrid la manifestación Jóvenes sin futuro para expresar el malestar e indignación de los jóvenes ante la situación de la llamada “Generación olvidada” condenada al desempleo (40% de paro juvenil), o al trabajo precario sin derechos, o a la emigración a otros países donde haya más posibilidades de progreso, o a no disfrutar de la posibilidad de unos planes de pensiones viables, o a la privatización creciente de la educación que divide los sistemas en trenes de alta velocidad y trenes de contención social, o a la permanencia hasta los treinta y tantos años en casa de los padres sin poderse independizar por la casi imposibilidad de acceder a la vivienda propia por la restricción de hipotecas y la falta de trabajo… Los sujetos de esta protesta son jóvenes con preparación universitaria que se ven abocados al desempleo y la dependencia.

La manifestación tuvo una asistencia simbólica. Sólo unos dos mil jóvenes acudieron a esta convocatoria, pero ha sido el elemento de conjunción de un estado de sentimientos de indignación y de estafa ante las perspectivas que esperan a este segmento de edad. Para el próximo 15 de mayo hay otra convocatoria que se espera sea más secundada. En Portugal la manifestación en Lisboa Generacao a rasca (generación en apuros) logró reunir el 13 de marzo a unos 300.000 jóvenes protestando por la falta de perspectivas sociales y económicas y la precariedad absoluta en un contexto de crisis económica.

Me pregunto si tras tantos años de apatía y conformismo juvenil que he percibido en las aulas, ha llegado el momento del despertar amargo a una realidad que dista del sueño de bienestar en que se creyó que se vivía. Sin estudios no hay posibilidad de promoción social, pero con estudios tampoco se vislumbran vías de conseguirlo. Las solicitudes de trabajo en el Mercadona abundan en títulos universitarios acompañados de másteres varios. La universidad ha dejado de ser una vía abierta a la incorporación al mundo del trabajo, y más en especialidades humanísticas a las que se ven como periclitadas en un contexto de creciente mercantilización de los sistemas de estudio. Algunos, cada vez más, optan por emigrar a otros países más competitivos como Alemania, Reino Unido, Francia

Muchos reprochan a estos jóvenes ser la generación del botellón, único acontecimiento que les aunaría masivamente; ser la generación de los privilegios y de vivir entre pañales a costa de los padres que se han esforzado en darles todo; ser una generación que ha vivido sin esfuerzo, hundida en el conformismo y en el deseo de consumismo al que pensaban incorporarse sin ningún tipo de mérito especial. Se les acusa de soñar con convertirse en funcionarios y de no asumir ningún tipo de posturas de riesgo haciéndose empresarios con proyectos.

Sea cual sea la realidad, esas perspectivas se han roto y se ven abocados a vivir en peores condiciones que sus padres cuando se les preparó ideológicamente para disfrutar de un futuro sin especiales complicaciones sumergidos en el bienestar de una sociedad de consumo que parecía funcionar.

Otras consideraciones podrían ser el hundimiento del modelo de desarrollo español basado en el turismo, el ladrillo y los servicios; la terrible desigualdad del mundo que ha fomentado la inmigración que ha llegado masivamente a España en otra época anterior de bienestar y que ahora se enfrenta al paro compitiendo con los muchachos oriundos por los escasos puestos de trabajo; la continuidad de políticas que tienen como eje al mundo especulativo de los mercados, auténticos gobernantes y dictadores de las economías nacionales; la decadencia del occidente frente a otros países emergentes con economías mucho más competitivas; la crisis de los modelos de desarrollo empezando por Estados Unidos que no ha conseguido salir todavía delante de su debacle económica que viene de la última década de desregulación; la realidad de más de dos mil millones de personas en el mundo que viven en la pobreza más extrema sin ningún tipo de esperanza; la realidad del cambio climático que nos lleva a la idea de que cualquier tipo de crecimiento nos conduce al desastre ambiental…

Son algunos de los  hilos que hay que tener en cuenta. Será un error iniciar una lucha sin considerarlos. ¿Es posible un mundo mejor? ¿Cómo debe ser ese mundo? ¿Tienen alguna perspectiva los jóvenes en él fuera de ser mano de obra precaria y explotada?

¿Ha llegado la hora de los jóvenes o seguirán viviendo en su mayor parte (no todos son así) en la placenta cálida de un mundo que pudo ser y que no fue? Me temo que ha llegado el tiempo de hacerse preguntas, esas que fueron esquivadas y orilladas en aras de lo fácil. 

martes, 5 de abril de 2011

La vaca dorada


Esta mañana estaba de guardia y he tenido que cubrir a un compañero que tenía una salida escolar. Me ha dejado faena para los alumnos. Era la hora de música. Eran muchachos de primero de ESO (doce o trece años). Tenía que ponerles la banda sonora de Tiburón varias veces y ellos tenían que escribir un folio con las sensaciones que les producía la audición. La banda sonora duraba un par de minutos. Su primera reacción ha sido la de decir que era un aburrimiento. Lo han repetido varias veces e insistentemente. No puedo juzgar la dinámica de mi compañero. Ignoro sus objetivos y metodología, así que he buscado en Youtube la pieza musical y se la he puesto a todo volumen tres o cuatro veces. La mayoría no tomaban nota y he tenido que estimularles a que bajaran los pies de la silla donde se habían repantigado como si estuvieran en el salón de su casa y a que tomaran algunos apuntes. La sensación que les dominaba era de fastidio por el esfuerzo que tenían que hacer de traducir sus sensaciones a palabras. La pieza expresa tensión, inquietud, amenaza, peligro, dramatismo en un crescendo que conduce a un estallido trágico. Era todo menos relajante, producía un estado nervioso que envolvía a los oyentes. Ellos no conocían la película, para ello les he puesto un tráiler en inglés sobre algunas escenas famosas de Jaws.

Pero quiero reflexionar sobre esa actitud que muestran muchos adolescentes ante las tareas escolares sean cuales sean y es la de considerarlas un aburrimiento. La escuela aburre, y los profesionales más sensibles se plantean la hipótesis de una nueva escuela en que los alumnos sean protagonistas y tengan una educación propia del siglo XXI y a la altura de las circunstancias. El uso adecuado de la tecnología sería esencial en este planteamiento. Sin embargo, yo estaba utilizando la tecnología para que visualizaran mentalmente el estado de tensión de la banda sonora y seguían considerando aquello como aburrido. Me pregunto cómo puede la escuela convertirse en atractiva y las actividades de clase sugerentes y motivadoras. Me pregunto qué perfil debe mostrar el profesor para lograr dotar a sus clases de magnetismo que consiga que aquellos muchachos desmotivados en principio se pongan a trabajar con ahínco. El otro día leía en un blog la teoría de la vaca dorada. Quería expresar que mostrar a los alumnos vacas marrones es aburrido, pero si un día les mostramos una vaca dorada conseguiríamos entusiasmarlos y provocar la motivación para el trabajo del que se sentirían protagonistas y partícipes. Yo me pregunté  cuántas vacas doradas sería yo capaz de sacarme de la chistera, y, en el supuesto caso que cada día lograra sacar una, cuánto tiempo pasaría para que mis alumnos se aburrieran también de las vacas doradas.

¿Podemos convertir las tareas escolares en motivadoras, fascinantes, movilizadoras del ánimo y del espíritu de trabajo? ¿El uso de la tecnología lleva a que los alumnos no sólo se interesen más sino a que aprendan más? ¿Cómo debe ser la escuela del siglo XXI?¿Debe olvidarse el discurso de que el esfuerzo y cierta dosis de mortificación son necesarios y que deben ser el motor del aprendizaje? ¿Debe convertirse el conocimiento en algo ligero, fácilmente digestivo y burbujeante para que no provoque aburrimiento o hastío vital? ¿Cómo hacerlo? ¿Deben olvidarse los exámenes y métodos de clasificación intelectual o del trabajo? ¿Deben formarse cooperativas de conocimiento entre alumnos y profesores en que todos aprendan horizontalmente en un ambiente distendido, agradable y satisfactorio? ¿Conseguiremos así hacerles olvidar esa sensación de dejà vu que les provoca hastío vital, cansancio, apoltronamiento y dejadez? ¿Puede la escuela dejar de ser un campo de lucha de clases (alumnos contra profesores) y convertirse en un espacio de libertad, sin coacciones, sin sanciones? ¿Cómo hacer de la aventura del conocimiento algo atractivo?

Ya sé que son muchas preguntas y que no respondo a ninguna, pero estoy asombrado de constatar que muchas de ellas, para algunos compañeros extraordinariamente motivados y llenos de ilusión por generar la escuela del siglo XXI, las respuestas son obvias bajo la hipótesis de que tenemos actualmente una escuela del siglo XIX con sujetos del siglo XXI y que es necesaria una revolución total para ponernos en la centuria que toca, la era Post Gutenberg, en que el conocimiento ha dejado de ser patrimonio de los supuestos sabios para ser de dominio común y estar a disposición de cualquiera que lo tiene al  alcance de un golpe de clic. Sólo faltaría dinamizar, actualizar y modernizar todo el proceso de enseñanza y aprendizaje para dar lugar a una nueva escuela alejada de las rutinas del pasado en la que surgiría la transfiguración patente de la era del conocimiento.

Para mí las respuesta no son obvias porque constato que la distensión no genera aprendizaje necesariamente. No puede ser la búsqueda de un estado de felicidad utópica la que vertebre a la escuela. Y no es que piense aquello de que la letra con sangre entra, pero creo que es imprescindible una actitud o disposición adecuadas frente al trabajo. Lo cierto es que los buenos alumnos que he tenido a lo largo de mi historia profesional, hubieran sido buenos en cualquier tipo de escuela. Eran luchadores, al margen de su C.I., que no es esencial, tenían algo que les llevaba a superarse. Pienso que este espíritu de superación es el que cabe trabajar desde muy pequeños. No sé cómo, pero no me caben dudas de que para ellos el trabajo es atractivo ya de por sí. Otra cosa es intentar satisfacer a desertores, que parecen haber nacido cansados, haciendo de la escuela un paraíso en el que se convertiría su desgana y aburrimiento en entusiasmo creativo.

Francamente, no sé.

sábado, 2 de abril de 2011

El valor del silencio


Es difícil considerar el valor del silencio en un tiempo en que fundamentalmente hay ruido en todos los órdenes. Si nos trasladáramos por un bucle del tiempo a otras épocas, habría muchas cosas que nos maravillarían, pero no sería la menor de ellas la de encontrar mundos fundamentalmente en silencio o en todo caso sonidos procedentes de animales, instrumentos artesanos, campanas, voces humanas… El conjunto sería un universo en la penumbra del silencio por las noches y en cuanto nos alejáramos del centro de la villa, nos lo encontraríamos dominando por doquier. El silencio era un componente habitual de la vida.

En nuestro tiempo postindustrial esto no es así. Los ruidos estrepitosos dominan la vida cotidiana así como los motores de todo tipo, maquinaria, música estridente, emisoras de radio y televisión aceleradas donde se emite continuamente malestar y griterío que no apela al raciocinio sino  a la visceralidad. Pero el ruido no es sólo una cuestión acústica. Nunca han existido en tal cantidad los mensajes en billones de direcciones continuamente y que abruman la capacidad de equilibrio de los supuestos receptores que no encuentran otro modo de blindarse que la sordera física y psicológica y la indiferencia. ¿Cómo separar en esa brutal algarabía los mensajes importantes de los banales, sobre todo cuando estos son mucho más atractivos visual y auditivamente? El ciudadano medio está saturado de información con el resultado de que opta por cercenar voluntariamente su capacidad receptora y aislarse en su pequeño mundo de diez metros cuadrados intentando volver intuitivamente a un espacio de cierto silencio (relativo) en que no sería asaltado por informaciones no requeridas.

Pienso en mis alumnos de catorce años, con su portátil a cuestas desde el que pueden acceder a la información más relevante y más trivial que existe hoy en el mundo. Pero están, como lo estamos todos, inquietos, alterados… Las clases son ruidosas, les cuesta quince minutos recuperar como mínimo una cierta capacidad de atención, que no es tal porque la sesión es interrumpida continuamente por intervenciones que no suelen venir a cuento. La clase supone desorden mental y el profesor ha de saber encauzar esa energía dispersa y llevarla a algún lado de modo que sea significativa en medio del caos, el azar y el alboroto. No siempre se consigue.

El pasado jueves quise intentar con mis alumnos de segundo de ESO un ejercicio experimental al que di el nombre de “La magia del silencio”. Tenéis un enlace al blog de la clase en que se explicaba el proceso, y la encuesta que se realizó posteriormente. Llevé una vela que puse en una hermosa palmatoria traída de Marruecos y que me regaló una amiga muy querida y ya fallecida. Cerramos las persianas y la ventanita de la puerta de modo que la clase quedó en casi completa oscuridad sólo matizada por la luz de la vela. El ambiente era de entusiasmo generalizado. Pocas veces he visto un interés más real por el resultado de una actividad cuyo objetivo yo tenía claro pero esperaba que ellos me abrieran otras vertientes. Los muchachos se pusieron alrededor de la vela que centraba la escena dotando a la situación de una extraña irrealidad. Se trataba de recuperar unos cinco minutos de silencio en que intentaríamos relajarnos respirando profundamente. Nadie debería molestar a nadie y sólo intentaríamos concentrarnos en la luz de la vela y escuchar el silencio para ver si captábamos el misterio que yo había insinuado. Reitero que era intenso el ambiente de expectación, pero en las dos veces que realizamos el ejercicio no se logró un estado de quietud ni se pudo percibir directamente la citada magia. Siempre hay tres o cuatro alumnos que aprovechan la situación para hacerse los graciosos e intentar provocar la risa, a pesar de que había dicho que aquellos que creyeran que no podrían mantener el silencio podrían salirse de clase durante la realización del ejercicio. No quiso salir nadie. ¿Quién se iba a perder aquello? Me di cuenta de que la mayoría lamentaba no haber podido haber realizado bien el ejercicio y algunos me pedían que hiciera salir de la clase a los “graciosillos”.

La experiencia fue rica en potencialidad. Por una vez la lección dictada no iba a ser recibir información sino vaciarse de la misma para observar un estado poco o nada habitual: el silencio. Ellos se dieron cuenta de que nos enfrentábamos a algo diferente y que les  atraía. En la valoración posterior que se hizo a partir de sus intervenciones orales que suelen llevar a  que una decena de muchachos hablen con sensatez sobre lo vivido o visto, se habló de la dificultad de conseguir el silencio, de su falta de hábito, de que los chicos que habían alterado el experimento eran más inquietos (espíritus saltarines), que les había gustado y que les encantaría repetirlo aunque pensaban que no habían percibido la calificada magia del silencio de que yo había hablado.

Sin embargo, aunque es cierto que no se logró un estado de atención total, sí que es real que la atmósfera misteriosa nos envolvió a todos y que el aula ya tan conocida se convirtió en un lugar diferente en el que más de quince chavales de catorce años pretendían ver y oír algo que no es habitual y que, en alguna manera, se anhela pero no se sabe cómo conseguir sumergidos como estamos en una realidad compleja, contradictoria  y saturada de ruido incesante, en el que nuestras voces como docentes no son más que otra distorsión que sólo algunas veces se convierte en melodía significativa.

Quizás recuerden esta situación toda su vida. Yo al menos así lo haré. Mi enseñanza, mi intento de enseñanza, fue el valor del silencio. 

miércoles, 30 de marzo de 2011

¿Para qué leches nos pagan?


“Yo creo que nadie sabe muy bien para qué sirve hoy la escuela. De qué trabajarán los alumnos dentro de quince años. ¿Debemos formar personas críticas o sumisos trabajadores que contribuyan al sistema económico inmoral en el que vivimos? Precisamente creo que de ningún modo la administración desea ciudadanos críticos. Sería un desastre para el sistema. ¿por qué lo plantean en los preámbulos curriculares o en áreas como lengua y conocimiento del medio entonces?”

Esto es un fragmento de un comentario de Kikiricabra, autor de un blog minoritario en share, pero de una intensidad y honestidad personal ante la que no me queda sino leer maravillado intentando comprender cada palabra, pues ninguna es inútil. Os lo recomiendo.

Su comentario, hecho en un momento de desánimo, pone varias cosas en el alero. La primera es que se desconoce para qué sirve la escuela. Hay tantas interpretaciones y tendencias que uno que lo vive desde dentro se queda sorprendido. Las hay extraordinariamente pesimistas sobre la realidad del sistema educativo que descuidaría, desde ese punto de vista, el verdadero objetivo de la enseñanza: los conocimientos, el adiestramiento de la inteligencia, la adquisición de herramientas sólidas en un ambiente exigente. Para esta tendencia el discurso de la escuela que se ha impuesto en occidente sería la plasmación de un fracaso que habría dejado a las clases más débiles en un sistema educativo que conduce a la inanidad, mientras las clases dominantes envían a sus cachorros al instituto Alemán y otros colegios de fuerte exigencia académica.

Desde otros puntos de vista, la escuela sería la plasmación de un fracaso por no haber llevado hasta el fondo los planteamientos inclusivos de la misma por los que serían de mucha mayor importancia la socialización, la adquisición de valores democráticos y cooperativos, la igualdad de género, el diálogo y la resolución de conflictos, sobre todo en un contexto en que muchas familias han abdicado de su obligación de educar. La escuela en este sentido compartiría con los padres la tarea de educación y tendrían un valor secundario el factor de adquisición de conocimientos.

¿Qué debe hacer el profesor? ¿Impartir conocimientos? ¿Educar en valores? ¿Con qué prioridad y en qué proporción? ¿Qué valores? ¿Quién determina esos valores? ¿Qué debe fomentar el maestro? ¿La socialización democrática por encima de los conocimientos? ¿Qué se pide al docente? ¿Que sea un educador o que sea un profesor de una materia? Por un lado se nos conmina a que el centro de la educación sea la adquisición de valores, pero por otro se nos mide por los baremos de adquisición de conocimientos, destrezas y competencias, es decir, por los resultados. 

Estoy sorprendido de que en mi instituto se insista una y otra vez en el tipo de alumnado que tenemos y que nuestra tarea fundamental es social, y que, por otra parte, se nos hable del bajo rendimiento de nuestros alumnos en pruebas externas. ¿En qué quedamos? ¿Qué debemos hacer? ¿Ser exigentes o ser comprensivos? ¿Ser confidentes de nuestros alumnos, a modo de psicólogos o terapeutas, y ofrecerles nuestra experiencia para orientarles en el proceloso mundo de la adolescencia? ¿O debemos distanciarnos y dedicarnos a ser eficaces en la enseñanza de nuestra materia? ¿Debemos tener como objetivo crear un clima agradable humanamente en el aula para luego poder enseñar algo aunque secundariamente o debemos crear un ambiente de seriedad y exigencia? ¿Debemos ofrecer confianza y convertirnos en confidentes o marcar las distancias como parte del proceso educativo?

¿Hemos de formar -como dice Kikiricabra- ciudadanos críticos o sumisos a un orden que es inmoral? ¿Realmente quiere el establishment político y financiero ciudadanos críticos? ¿Por qué se plantea en todos los preámbulos educativos con tanta convicción lo de formar ciudadanos críticos? ¿No es una contradicción y más, una boutade? ¿Debemos abstenernos de intervenir y ser neutros? ¿Debe la escuela ser transformadora de la sociedad o debe ser un instrumento de reproducción de sus mecanismos conservadores?

¿Tenemos alguna idea del mundo que va a venir y para el que habemos de preparar ciudadanos? ¿Estamos al servicio de la empresa y los bancos o de la sociedad? ¿Qué sociedad? ¿La que impone condiciones brutales a los países del tercer mundo y contribuye a la destrucción del planeta? 

¿Para qué leches nos pagan? 

sábado, 26 de marzo de 2011

Una pedagogía incierta


Suelo mantener comunicación frecuente con exalumnos a través del Facebook en el que tengo enlazados a muchos de ellos, e incluso, mediante el correo electrónico, intercambiamos textos más complejos y densos, que me llenan de satisfacción, a la vez que me estimulan y me hacen seguir progresando. No son relaciones jerárquicas en las que un profesor con experiencia se comunica con personas que necesitan orientación. No, yo aprendo tanto como espero que aprendan ellos mediante esta relación que yo estimo y aprecio como totalmente horizontal.

A propósito de mi post de hace unos días titulado “Cara al sol” recibí en el Facebook el siguiente mensaje de un exalumno que concluyó el bachillerato hace un par de años. Lo transcribo para que podamos evaluarlo. Entresaco un fragmento de un comentario más extenso. Kike habla de lo que considera esencial en el proceso de aprendizaje:

“Es una muestra más de que el sistema educativo fracasa estrepitosamente desde la base. Cada vez nos empeñamos más en que los alumnos adquieran una infinidad de conocimientos, muchos de los cuales, dicho sea de paso, olvidarán en pocos días, y vamos dejando de lado lo que es realmente importante y en lo que, en mi humilde opinión, debería centrarse la educación y es en lo siguiente: deberiamos dar herramientas para aprender a pensar por uno mismo, para poder elegir entre lo importante y lo trivial, entre lo justo y lo injusto, en definitiva para poder adquirir un sistema de valores propio”.

¿Es este el objetivo de la educación? ¿Tiene razón Kike? Plantea que lo que deberíamos fomentar es enseñar a pensar por uno mismo para distinguir entre lo importante y lo trivial, entre lo justo y lo injusto con el objetivo de adquirir un sistema propio de valores. Lo he repetido porque quiero pensarlo y comentarlo con vosotros. No veo que esto sea lo que se fomenta en la educación que yo tengo en mi entorno y que está cargada de moralina en el mejor de los casos –con toda la buena intención supongo-, que no estimula la autonomía del pensamiento cuyo componente básico sería la libertad. Si se trata a los alumnos como impedidos intelectuales, reaccionarán como tales por la ley del espejo. Los sometemos a un sistema de reclusión en el que raramente pueden experimentar el gozo de la creación y el sentimiento de libertad. Para que haya placer en el aprendizaje deben comunicarse valores profundos de manera explícita y subliminal. El problema surge –a mi modo de ver- cuando se han de impartir –como dice Kike- multitud de datos que no son significativos porque no forman parte de un sistema coherente sino que son meros bits de información vacía. El conocimiento habría de encarnarse en algo físico, en algo necesario, en algo que hablara directamente al corazón y a la mente de estos muchachos que en esencia reclaman como resultado del sistema educativo la posibilidad de adquirir un sistema de valores propio.

Hay demasiados fragmentos que no forman parte de ningún sistema. Me angustia cuando me  veo como profesor representando esa función que me aburre profundamente. La represora y la que embute información que para mí no tiene ningún sentido ni fundamento para el tipo de muchachos a los que me dirijo. Y si yo me aburro, no quiero pensar lo que deben sentir ellos. Sin embargo, siento profundo deleite cuando puedo fomentar la dicha de aprender libremente, sin coacción, sintiendo la libertad de ser, y desarrollando secretamente la que considero la base de toda pedagogía con densidad: la autoconciencia. Cuando se llega a este nivel, el aprendizaje fluye porque se experimenta la libertad. El profesor disfruta y ellos se sumergen llenos de gozo inconsciente aprendiendo significativamente, y si se les pone ópera de fondo con María Callas mejor que mejor.

Decía Einstein «La escuela debe tener siempre como objetivo que el joven salga de ella con una personalidad armoniosa, no como un especialista». Ello implicaría que el alumno no sólo debe buscar conocimientos sobre las cosas, sino que debe conocerse fundamentalmente a sí mismo, y para ello debe ser consciente del mundo de su interioridad moral, emocional y existencial abriéndose a ello, paulatinamente, desapasionadamente, sin juzgar, sin comparar... sólo siendo capaz de mirar serenamente el fluir caótico de su mente y después aprender a mirar el mundo críticamente. 

No sé qué nombre debería recibir la que considero Pedagogía de la autoconciencia, pero mi historia como profesor, plagada de fracasos y desesperanzas, me ha mostrado que es la única que enseña algo, pero para ello el profesor ha de aprender a ser autoconsciente y a transmitirlo. No es algo que se improvise y difícilmente se podrá volver a ser moralizador ni a gustar de un recinto cerrado por rejas. No sé si he llegado a explicarme… 

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