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martes, 12 de enero de 2010

El multiverso

Muchas veces a lo largo de mi vida me he sumergido en pensamientos acerca de la inmensidad del universo. Cuando leí 2001, una odisea en el espacio de Arthur Clarke, las primeras líneas venían a decir que en la Vía Láctea hay cien mil millones de estrellas. Correspondería una estrella a cada ser viviente que haya existido sobre la tierra desde el comienzo de los tiempos. Sin embargo, nuestro sistema estelar es uno entre miles de millones de otras galaxias en un universo en constante expansión desde hace 13.700 millones de años a partir del Big bang, teoría que hoy es aceptada por la comunidad científica como la más plausible. Pensaba esto, pero luego me decía y me interrogaba sobre qué habría más allá del universo e imaginaba que habría otro universo en el que nuestro universo sería una isla y habría otros miles de millones de universos que a su vez estarían dentro de otro universo y así hasta el infinito. Esta ensoñación me asaltó muchas veces y volvía a mí con frecuencia.

La semana pasada, para mi sorpresa y fascinación, el último programa de Redes, dirigido por Eduard Punset se planteaba una hipótesis muy semejante a la que yo había imaginado intuitivamente. El científico y divulgador Punset entrevistaba al cosmólogo Alexander Vilenkin de la Universidad de Tufs y planteaban la teoría de la inflación eterna formulada por el cosmólogo Alan Guth en 1981. Según las derivaciones de esta teoría existen una infinitud de universos originados cada uno de su propio big bang. Estos son universos burbuja que son como islas en un océano llamado “falso vacío”, a su vez estas islas estan encerradas en otros universos burbuja rodeados “de falso vacío” en el que también existen otros universos burbuja. Este juego de muñecas rusa sigue un patrón fractal hasta llegar al falso vacío primigenio. Hay un número infinito de universos pero las posibilidades de desarrollo o acontecimientos son finitos, de modo que éstos tienen que repetirse y ser semejantes al de nuestra región observable (nuestro universo), y existe otro universo o muchos universos que son exactamente igual al nuestro. De modo que en otro universo existe un Joselu que también escribe en un blog y unos compañeros blogueros y lectores semejantes a los que me acompañan. Y quizás se repita muchas veces. Es la teoría del Multiverso en lugar del Universo o también la no tan desconocida de universos paralelos.

El vacío, en todo caso, no es la nada como se tiende a pensar. Es un objeto físico que tiene energía y presión y que parece estar en distintos estados energéticos. Su densidad energética es enorme y tiene gravedad repulsiva que lo hace expansionarse infinitamente.

No sé vosotros, pero desde que he conocido esta teoría me he quedado boquiabierto y he comenzado a pensar que nuestro infinito universo es una burbuja en otro océano de falso vacío lleno de infinitas burbujas de universos. Me siento extrañamente acompañado porque intuyo que en otro lado también estoy yo y mis seres queridos. Ayer veía este programa, que he grabado, con mis hijas que lo miraban alucinadas y llegamos a pensar juntos que en otro lado existía otro papi y otra Lucía y otra Clara que estaban mirando un programa de televisión sobre el multiverso.

El multiverso se muestra como una hipótesis nueva, extraña y misteriosa a la que cabe acercarse fundamentalmente por la ciencia pero también por la poesía o la religión, una religión no dogmática, libre, cósmica, personal, inspirada en algunas de las grandes tradiciones de la historia. Pienso en el hinduismo del Bhagavad Gita, en el taoísmo, en el gnosticismo, el sufismo, en el budismo…

¿Existe un Creador? ¿Juega con todo esto para crear condiciones favorables a la vida? Mucha gente cree que el Creador ajustó las constantes de la naturaleza para crear vida. Las constantes no parecen aleatorias. Se puede pensar que hay un sistema subyacente. ¿Quién en todo caso creó a este Dios? ¿Qué había antes de que empezara todo? Otros piensan que todo pudo empezar de la nada. Las dificultades para explicar el principio del universo o multiverso son parecidas a las que tienen los teólogos para explicar cuál es el principio de las cosas.

En todo caso, no hay respuestas definitivas, pero, sin duda, esta teoría de la inflación eterna es distinta y revolucionaria. El hombre ha dejado de ser el centro del Universo desde Copérnico y Galileo, pero ahora sabemos o intuimos que en otros lados (en otros universos) existen homínidos como nosotros que se plantean preguntas como nosotros.

¡Qué maravilla!

viernes, 8 de enero de 2010

La epopeya contemporánea

Uno de los debates más apasionantes que recuerdo con mis alumnos, cuando yo era profesor de literatura, fue sobre la cuestión de si es posible que el arte, el pensamiento y las literaturas contemporáneas pudieran alcanzar la grandeza y la dimensión de otras épocas pasadas. No me cabe duda de que vivimos en un tiempo en el que el acceso a la cultura es universal y es más fácil que en cualquier otro anterior. Nunca se han editado más libros, nunca ha habido más bibliotecas, más medios tecnológicos para aproximarse al conocimiento, nunca ha habido más medios de investigación en todos los órdenes científicos. Probablemente en la actualidad y en las últimas décadas ha habido más talento vivo que en otra edad de la historia. Nunca el ser humano ha tenido a su alcance la suma de conocimientos a los que hoy puede acceder con solo un clic de su dedo.

Sin embargo, fueron otros tiempos en edades antiguas, los que produjeron las más potentes creaciones literarias cuya capacidad de sugerencia nos sigue asombrando. Eran tiempos en que el hombre tenía terrores nocturnos por la oscuridad que dominaba el mundo, en que se escribía por la noche a la luz de una vela, en que no había remedios médicos y la vida era extremadamente frágil a merced de poderes totalitarios o dictatoriales. Y el ser humano alumbró epopeyas como la del Gilgamesh, La Iliada y la Odisea, el Ramayana, el mundo fabuloso del Panchatandra, el Mahabharata y dentro de éste el Bhagavad Gita, la esencia de la literatura védica y sobre el que Henry David Thoreau dijo que toda la literatura y civilización actuales eran triviales a su lado, el taoísmo chino, el budismo y el sentido de la impermanencia, se descubrió el sentido de la tragedia en la Grecia clásica y aparecieron dramaturgos como Eurípides, Sófocles y Esquilo, la comedia, el mundo de los mitos que nos sigue alumbrando e impregnando nuestro arte y nuestra concepción del mundo, el descubrimiento y desarrollo de la filosofía desde los presocráticos a los grandes filósofos como Sócrates, Platón y Aristóteles, la literatura hebrea, la literatura latina cuya importancia es fundamental con autores como Virgilio, Séneca, Tito Livio, Cicerón, Plauto, las narraciones persas, el tesoro de la literatura medieval y el desarrollo de las lenguas romances a lo largo de largos siglos de peligro e incerteza, los cantares de gesta, las baladas, las epopeyas como los Nibelungos y La chanson de Roland, la literatura japonesa, las fábulas africanas y las leyendas aborígenes, los mitos escandinavos, Dante, Petrarca y Bocaccio, el Renacimiento y el intento de ordenación del mundo en torno a valores clásicos a los que se volvió como una potente luz que nos siguiera alumbrando, Garcilaso, San Juan de la Cruz, Santa Teresa de Jesús, Rabelais, Shakespeare, Molière, Cervantes, Quevedo, y así hasta llegar hasta Dostoievski, Tolstoi o Chejov, Flaubert, Stendhal, Balzac…

El siglo XX ha sido prodigioso, pero uno tiene la impresión de que nuestra época contemporánea ha sido formidable en todo lo referente a la ciencia, la tecnología, la medicina, la liberación de la mujer, el control de la natalidad, la aeronáutica, la carrera espacial, pero el ser humano ha perdido su capacidad mítica y cosmogónica y lo presiento incapaz de emular en su imaginación las creaciones más poderosas de otras épocas. Samuel Beckett vino a desarrollar una literatura en que el ser humano era juguete del absurdo y cuyo destino carecía de sentido. Nuestro mundo se ha ensanchado pero a la vez también se ha reducido. Nunca ha sido más pequeño. Un hombre de otra época tenía la sensación de vivir en un mundo misterioso e inmenso y lo imaginaba en largas noches de oscuridad y tinieblas. Hoy las luces iluminan todo, pero los seres humanos han olvidado su íntima relación con la naturaleza y viven encerrados en centros comerciales que son los sustitutivos de los antiguos templos y permanecen pegados a una pantalla de televisión que sólo arroja banalidad y distracción que anula la capacidad de imaginar; los seres humanos han creado sistemas políticos admirables basados en la igualdad y la democracia pero son instrumentos de despersonalización en que no tienen ninguna capacidad de influencia puesto que son medios de grandes poderes económicos que son los que dirigen el planeta que camina sin ninguna dirección camino del desastre; no hay líderes ni héroes sino políticos que se basan en el juego sucio, el cambalache, y la visión alicorta de lo inmediato. Nunca el ser humano ha sido tanto el protagonista de una comedia bufa sin grandeza, sin destino heroico, tan demediado, tan incompleto y tan frívolamente satisfecho por poder adquirir objetos de consumo que van llenando su vida y sus días pero que dejan su alma vacía y su ser, en realidad, estremecedoramente desolado y perdido.

No, no creo que nuestras creaciones artísticas puedan emular la potencia imaginativa y el torrente de universalidad de otras épocas. Se vive en un patio de vecindad en que todo es pequeño, reducido, vulgar, y cada vez interesa menos lo que está a nuestro alrededor, tan sumergidos vivimos en nuestras circunstancias. Se ha perdido, no sé si irremediablemente, nuestra capacidad de soñar y el pensamiento mítico y cosmogónico.

Lo que se anhela son objetos, cuantos más mejor, que deslumbren y nos mantengan sedados frente a la tremenda soledad y desnudez del desierto, frente a la incertidumbre irremediable que nos acecha. Esta es la epopeya contemporánea. Y se cree que la historia se reduce al instante en que estamos viviendo que se quema inexorablemente camino de la nada.

lunes, 4 de enero de 2010

El hombre rebelde

Hoy hace exactamente cincuenta años que moría en accidente de circulación en Le Petit Villeblebin (Francia) el pensador, escritor y filósofo francés Albert Camus (1913-1960). Había obtenido el premio Nobel de literatura en 1957 a la edad de cuarenta y cuatro años lo que da medida de la riqueza y densidad de su obra literaria no demasiado extensa.

Pienso que Albert Camus es uno de los pensadores más ricos y complejos del siglo XX y su reconocimiento no deja de crecer a pesar del ostracismo y condena a que cierta izquierda marxista lo sometió tras la publicación de su libro El hombre rebelde (1951) por el que mantuvo una tensa polémica en la revista Les temps modernes con Jean Paul Sartre a propósito de la justificación de la violencia revolucionaria por parte de éste y el rechazo de Camus que renegaba de todo sistema totalitario incluido el comunista.

Camus nació en la Argelia francesa y se sintió profundamente argelino y a la vez perteneciente a la cultura francesa. Su madre era analfabeta y de origen menorquín; su padre murió cuando Albert Camus tenía un año en la batalla del Marne. Su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por la precariedad y la escasez. El escritor guardó siempre un profundo agradecimiento a su maestro Louis Germain en la escuela primaria -lo mencionó en su discurso de aceptación del Nobel- y a su profesor Jean Grenier en el instituto que le introdujo en la lectura de los filósofos y le dio a conocer a Nietzsche.

A mí me ha acompañado siempre el pensamiento de Camus y me he sentido identificado con sus principales ideas que me llevaron a disentir en la universidad de los partidos que defendían la dictadura del proletariado para acceder a algún paraíso imaginado en el futuro. La lectura temprana de relatos como El extranjero, La caída, La peste y de obras dramáticas como Los justos y Calígula me llevaron a admirarlo a la vez que no me sentí nunca cómodo en las páginas de su antagonista Sartre. Sin embargo, la lectura de El hombre rebelde, después de la universidad, me conmocionó y pienso que su consideración de esta rebeldía personal metafísica del ser humano contra su condición y la creación es especialmente luminosa porque permite darle una salida frente al absurdo propio de la naturaleza de la existencia marcada por el dolor, el mal y la muerte. El hombre rebelde -a diferencia del hombre masa- renuncia a su naturaleza de esclavo y se alza en nombre suyo y de los demás hombres. Es una rebelión que tiene su base en la solidaridad. El sufrimiento no es sólo individual sino de todos los hombres. La rebelión sólo tiene sentido si se entiende como un acto colectivo y como aventura de todos sin perderse nunca , sin embargo, la individualidad y la libertad, esencial en el pensamiento del filósofo francés. En esa complicidad es donde el hombre rebelde adquiere sentido. “Yo me rebelo, luego somos” dice Camus. El ser humano rebelde rechaza la humillación pero a la vez no la quiere para los demás y acepta su dolor “con tal de que su integridad sea respetada”.

El hombre rebelde de naturaleza prometeica se alza contra Dios –contra su dominio y su silencio- le habla de igual a igual y termina por derribarlo de su trono, pero entonces es consciente que la unidad, la justicia y el orden que implicaba el designio divino habrá de crearlos y darles sentido con sus propias manos a pesar del sentimiento de absurdo que lo domina. “Si no se cree en nada, si nada tiene sentido y no podemos afirmar valor alguno, todo es posible y nada tiene importancia”. El ser humano ha de fundar su propia moral, vivir en una tierra sin ley es imposible porque vivir supone, precisamente, una ley. “El rebelde no pide la vida, sino las razones de la vida. Rechaza la consecuencia que trae consigo la muerte. Si nada dura, nada está justificado; lo que muere está privado de sentido. Luchar contra la muerte equivale a reivindicar el sentido de la vida, a combatir en favor de la regla y de la unidad”.

Camus denunció y condenó las ideologías y pensamiento político que ven en la historia una finalidad como hizo el totalitarismo marxista llevando a los hombres al terror revolucionario y a los gulags para conseguir la felicidad en la tierra. No se puede justificar la salvación de los hombres por medio de la injusticia, el crimen y la opresión. Por eso fue acusado de derechista y reaccionario. El hombre rebelde hunde sus raíces en la generosidad y el amor y no puede aceptar el sufrimiento de los demás hombres para obtener un gramo de felicidad. Los seres humanos no son abstractos sino de carne y hueso y sufren. El resentimiento no debe dirigir nuestros actos sino el amor a nosotros mismos que nos hemos alzado de nuestra condición de esclavos y nos unimos a los demás seres humanos que son nuestros compañeros y hermanos en un destino común. “Elegimos Itaca, la tierra fiel, el pensamiento audaz y frugal, la acción lúcida, la generosidad del hombre que sabe. En la luz, el mundo sigue siendo nuestro primer y último amor. Nuestros hermanos respiran bajo el mismo cielo que nosotros; la justicia vive. Entonces nace la extraña alegría que ayuda a vivir y a morir y que en adelante nos negaremos a dejar para más tarde”.

Es famosa su afirmación "Si yo tuviera que escoger entre la justicia y mi madre, escogería a mi madre". En un congreso celebrado en Argelia recientemente sobre su figura, se le incluyó dentro de la tradición argelina entre otras cosas porque es así como hubiera razonado un hombre de esa cultura.

Recomiendo vivamente la lectura de El hombre rebelde y de su última obra inconclusa titulada El primer hombre de gran densidad y belleza en la que por primera vez deja a un lado el pudor personal y nos habla de su propia vida.

Albert Camus sigue siendo un hombre de nuestro tiempo. Y su pensamiento está vivo y continúa siendo fértil en un mundo como el nuestro en que hay tantas incertezas y tentaciones oscuras.

(Los fragmentos en cursiva pertenecen a la edición de El hombre rebelde en Alianza Tres. Edición de José María Guelbenzu.)

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Avatar


Reconozco que ayer salí conmocionado tras ver la película Avatar dirigida por James Cameron (2009). Tenía conciencia de haber asistido a un espectáculo extraordinario que me proyectaba al cine del futuro por los alucinantes efectos especiales y el derroche de imaginación visual que expone esta película. La vi en 3D lo que acentuó mi sensación de maravilla. El público aplaudió al final de la proyección, lo que no es frecuente y es más bien raro. Creo que teníamos conciencia de haber asistido al nacimiento de una nueva época del arte cinematográfico.

La película desarrolla una historia muy querida por la ciencia ficción. La acción se sitúa en el año 2154 en el satélite Pandora. Allí hay establecida una compañía de extracción de minerales entre los que destaca el unobtainium de inmenso valor económico. Sin embargo el planeta está poblado por una raza de humanoides, los Na’vi, indígenas que viven en íntima conexión con el bosque, la fauna y la biodiversidad. Jake Sully (Sam Worthington) llega a Pandora sustituyendo a su hermano gemelo que ha sido asesinado. Es un antiguo marine que quedó parapléjico en una acción bélica. Lo fascinante es que él y todos los militares que llegan al planeta se funden con sus avatares, trasladándose su mente, durante el sueño, a los nuevos cuerpos creados genéticamente con la forma externa de los Na'vi para conseguir adentrarse en su cultura. Deben internarse bajo la forma de los avatares en comandos en un entorno hostil en el que viven terroríficas criaturas. Jake Sully queda perdido en el bosque durante la noche y entra en contacto con los Na’vi. Debe obtener información sobre ellos y el gran árbol sagrado bajo el que se esconde un gran depósito de unobtainium. Debe ganar su confianza y lograr desplazarlos para que la empresa pueda apoderarse del mineral. Actúa como un traidor infiltrado. Sin embargo, Jake Sully, que vive entre dos identidades, ha de escoger finalmente su pertenencia a uno u otro mundo cuando el conflicto sea ya inevitable y la guerra, total. Le ayuda la doctora Grace Augustine (Sigourney Weaver) que se pone de su lado frente al malvado coronel Quaritch (Stephen Lang)

El punto débil de la película es el guión que es fácilmente previsible. Pienso que esta película debería haberse inspirado tal vez en alguna obra de ciencia ficción existente de mayor riqueza argumental. El guión es muy endeble, es del mismo Cameron, y reelabora historias que ya hemos visto en otras películas como Bailando con lobos de Kevin Costner, La selva esmeralda de John Boorman, Un hombre llamado caballo de Elliot Silverstein e incluso Pocahontas. A mí me evocó Soldado azul de Ralph Nelson e incluso a Enterré mi corazón en Wounded Knee por la lucha de los pueblos indios para defender su cultura frente al depredador hombre blanco. La película abunda en el mensaje bienintencionado ecologista, un delicado romanticismo por el amor entre el avatar de Sully y Neytiri , la muchacha Na’vi, y la lucha por la supervivencia de los pueblos indígenas. Muchos tópicos acumulados que son olvidados por la maravilla de la realización técnica que reitero que es espectacular y bellísima. También hay que pensar que el film no está dirigido a las minorías sino al gran público no demasiado exigente en cuanto a la originalidad del argumento. Sin embargo, uno piensa en películas que marcaron época como 2001, una odisea en el espacio, Alien el octavo pasajero, Blade Runner, La guerra de las galaxias, Solaris… y se da cuenta que pueden unirse ambos extremos: la calidad técnica y la originalidad sorprendente del guión.

Algunos blogguers han criticado duramente la película de Cameron porque es el héroe blanco el que lidera y dirige la lucha de resistencia de los nativos frente a la invasión armada de la selva. Supondría una especie de racismo subrepticio en el que figuraría el hombre blanco como salvador y redentor, una especie de capitán trueno que enardece a los indios dirigiéndolos con éxito contra el ejército agresor.

Esta es la primera parte de una trilogía, ya sugerida por la última escena de la película en que la continuación queda abierta.

Destacan en la película las escenas de recreación de la naturaleza de Pandora en las que aparece la biodiversidad más asombrosa, especialmente en las de ambientación nocturna con plantas y criaturas fosforescentes; las escenas de acción trepidantes marcadas por la agilidad y el ritmo mantenido; la conexión con las criaturas voladoras; el trasfondo filosófico de la relación entre los seres humanos y sus avatares que incluso puede plantearse desde un punto de vista religioso como reflexiona Víctor Manuel en su crítica-comentario de la película en Libro abierto

James Cameron quería crear una película que marcara un antes y un después en la historia del cine algo así como el paso del cine mudo al sonoro o la aparición del cinemascope, o lo que supusieron ciertas películas citadas más arriba. Quizás no sea para tanto y la cinta posea elementos muy positivos (dura casi 160 minutos y en ningún momento se mira el reloj) que hace que los espectadores queden fascinados por la estética y el uso de una tecnología realmente fantástica, pero tenga también elementos que hagan que no sea un hito en la historia del cine e incluso resulte superficial por su mensaje y tratamiento. El público tiene la palabra, el público y la historia del cine que pondrá esta película en su lugar.

Yo desde luego quiero volver a verla y llevar a mis hijas conmigo.

Dejo algunos enlaces de blogs que han comentado la película.

Blog Aterrizaje forzoso.

El cine según TFV

Cine Archivo (Crítica de Frederic Soldevila)

Mis críticas de películas

Escrito por... (Canal TCM).

Literatura prospectiva (Iñaki Baón)

Avatar, el paraíso azul (Una maestra feliz)

Libro abierto (Víctor Manuel Ramos).


domingo, 27 de diciembre de 2009

Meditación y aprendizaje

Una evidencia que asalta al profesor de secundaria y bachillerato es el estado de inquietud y la falta de concentración de la mayor parte de los alumnos durante las clases. Una buena parte de estas consiste en intentar atraer su atención y focalizarla sobre algún aspecto de la materia. El profesor se encuentra ante un clima de dispersión mental en que predominan las emociones disgregadoras como la irritación, el aburrimiento, el cansancio, la agresividad, el nerviosismo… Todo esto se traduce en una deficiente capacidad de atención. ¿Podemos incidir de alguna manera positivamente como profesores en este sentido? ¿Cómo calmar las emociones disruptivas de los alumnos para que puedan centrarse en el aprendizaje? ¿Cómo aumentar su autocontrol, su autoconciencia, el conocimiento de sus sentimientos y la capacidad de la compasión?

Vi con gran interés el último programa de Redes el 20 de diciembre, dirigido por Eduard Punset, en que se hacía eco del Congreso recientemente celebrado en Washington D.C. en que se han encontrado dos corrientes bien distintas: la milenaria de la tradición contemplativa representada por el Dalai Lama y, por otro lado, la ciencia occidental, en especial las llamadas neurociencias. La pregunta básica era si se pueden utilizar las técnicas contemplativas para mejorar el rendimiento en la ciencia educativa.

¿Se puede entrenar la mente para controlar las emociones y desarrollar la atención mediante la práctica contemplativa?

La cuestión es apasionante sobre todo siendo conscientes del mundo hiperestimulado en que vivimos y de la agresividad latente en todo centro de enseñanza. Todo contribuye a la dispersión y a la dificultad de centrar la atención y sin capacidad de atención no hay aprendizaje eficaz. ¿Podemos utilizar prácticas de la meditación para calmar la mente y mejorar la adquisición de conocimientos? No son prácticas difíciles. Sólo se requeriría una especie de rincón de la paz en el aula, un sitio para estar en calma y poder apaciguar la mente. Una postura relajada, con la columna recta, en la que se preste atención a la respiración (al aire que entra y sale de nuestros pulmones) permite que la mente se acalle por sí misma produciendo una sensación de calma que nos tranquiliza, disminuye el estrés y aumenta la percepción del detalle y de la memoria. ¿Qué pasaría si entrenáramos a los niños desde los tres y cuatro años en la práctica regular de la meditación? ¿Qué pasaría si a nuestros adolescentes les enseñáramos a calmar las emociones destructivas y negativas?

Se han hecho experiencias en Baltimore de practica yoga con niños de diez y once años durante doce semanas en sesiones de cuarenta minutos en las que se han practicado diversos assanas para liberar energía y posteriormente, mediante la postura del muerto, se ha llevado a cabo la llamada meditación de la atención o de la compasión. Se dejan pasar los pensamientos y se es consciente de la propia mente mediante la respiración tranquila. Parece que los resultados de la experiencia mostraron que habían sido positivos en el sentido de que disminuyeron los niveles de preocupación y ansiedad, hubo menos pensamientos intrusivos y se estimuló una mejor habilidad para manejar las emociones. Y no me cabe duda de que todo esto es bueno para el aprendizaje de las matemáticas, de la lengua, de la lectura (en el que el mayor problema es la concentración necesaria para la comprensión lectora), de las ciencias y de todas las asignaturas.

Las emociones negativas dificultan el aprendizaje y la capacidad de conservar la información en la mente. Entendemos por negativa toda emoción que persiste más allá del punto en que puede ser útil. Enfadarse es necesario y conveniente según en qué situaciones pero si persiste más allá de lo necesario la ira se convierte en destructiva y altamente disgregadora. Si se tiene ira o miedo en la mente no se puede aprender ni tampoco enseñar. Los alumnos problemáticos y conflictivos muchas veces no tienen problemas cognitivos sino que carecen de algo relativamente simple: la capacidad de calmarse, tener buenas amistades y ser conscientes de sus sentimientos. ¿Es posible desarrollar este mundo emocional? ¿Es posible estimular el autocontrol que lleve a una mayor capacidad de análisis interior y a una mejora del rendimiento académico?

¿Pueden las técnicas contemplativas ayudarnos a mejorar la atención y la concentración imprescindibles para el aprendizaje? Estas son preguntas a las que no se ha dado en el programa una respuesta definitiva, pero sí que se ha sugerido que puede ser una vía interesante de exploración. Creo, desde mi humilde punto de vista, que merece la pena considerarlo.

Para los que quieran ver el vídeo entero que dura unos treinta minutos, dejo aquí el enlace al blog de Eduard Punset.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Feliz Navidad

Quiero celebrar con vosotros la Navidad con algunas imágenes artísticas. Hace un año, Conchi, una extraordinaria compañera de mi instituto, me habló en un comentario en el blog de Iman Maleki (1976), un pintor iraní que se sumerge en el hiperrealismo pictórico siguiendo los pasos de su maestro Morteza Katouzian, el más importante pintor del realismo iraní. Visité su website y sus cuadros me fascinaron. Son realistas pero también son pura poesía. Su país es dominado por un cruel orden teocrático, pero la sociedad iraní es rica y compleja como hemos podido ir siguiendo por las noticias en los últimos meses. Iman Maleki es un ejemplo de su riqueza.

Termina un ciclo y todos nos preparamos a pasar estas fiestas en familia. Quiero desearos a todos los que pasáis por aquí que estas fechas sean pródigas en felicidad y que el año que viene nos lleve a ser más sabios y compasivos. La vida es una extraña aventura con sus luces y sus sombras, pero cuando las cosas se observan desde éstas a veces todo adquiere una sorprendente luz. Quiero brindar por esa luz que invade nuestra percepción en noches de tormenta. Me he sentido acompañado por vosotros, acompañado y estimado. La blogosfera es un espacio cálido y humano, de intercambio y de búsqueda del conocimiento. Así al menos la entiendo yo. Quiero compartir con vosotros esos instantes luminosos que me alcanzan cuando leo vuestros blogs, mi gran familia digital. Me gustan porque todos en alguna medida suponen una voluntad de indagación en la realidad. Y el fundamento de la vida es intentar comprender.

No me extiendo más. Que lo paséis muy bien, que sigáis por aquí y que la poesía invada nuestras vidas.

Feliz Navidad.


















Dedicado este post a Conchi cuyas palabras me dan calor y me llenan de confianza.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Género negro

Raymond Chandler

Soy aficionado a la novela criminal. En el último año es el género que he leído con más fruición. Devoro los libros de novela negra encandilándome con sus intrigas y las idiosincrasias de los detectives e investigadores que las protagonizan. Éste es uno de los aspectos más interesantes de la novela criminal, la personalidad y sentido de la vida del investigador. Las novelas criminales han creado personajes singulares ya desde el archifamoso Sherlock Holmes de A. Conan Doyle, a Miss Marple o Hercules Poirot de Agatha Christie, el comisario Maigret de Georges Simenon, Philip Marlowe de Raymond Chandler, Sam Spade de Dashiell Hammet, Lew Archer de Ross McDonald, Ellery Queen y el inspector Queen... Recuerdo que leí entregado en los años ochenta del siglo pasado todo lo importante escrito en el género de la novela negra americana. En mis clases de segundo de BUP se leía fundamentalmente novela negra y los alumnos hacían trabajos sobre los relatos leídos. Tenían que leer al menos tres y plantear un trabajo. Había una colección de bolsillo espléndida de Bruguera dedicada al género. Creo que leí todo lo publicado en ella. Incluso viajé a los Estados Unidos en 1981 y 1983 llevando en mi equipaje varias novelas de este género. Tuve ocasión de visitar Nueva York acompañado de los libros de Chester Himes (Por amor a Imabelle, Un ciego con una pistola, Corre, hombre, corre…). Uno de ellos, protagonizado por Ataúd Johnson y Sepulturero Jones, comenzaba con una cita que decía literalmente: En Harlem si guiñas un ojo, te asaltan; si guiñas en otro, te matan. Y, claro, fui al Harlem caminando más arriba de Central Park y llegando hasta la calle 138, el corazón del barrio. No tuve sensación de miedo, pero he de decir que fue una de las visitas más impactantes que he hecho nunca a una ciudad. Nueva York parecía salida de una película de cine negro. No fui en cambio al Bronx lo que hubiera completado mi recorrido criminal. Recuerdo en Harlem una casa de venta de ataúdes expuestos en la acera. Incluso uno tenía la posibilidad de probarlos. Era el negocio más floreciente en la calle 125.

Mi afición a la novela criminal fue siendo orillado por otros géneros y tendencias: novela de ciencia ficción, novela de horror, fantástica… Creo que he leído de todo y en todas las direcciones que han estado a mi alcance.

Sin embargo, en el último año he retornado a aquel género que tantas satisfacciones me produjo en los años ochenta. Comencé por Henning Mankell y su magnífico Kurt Wallander; leí a Donna Leon y sus aventuras del comisario Brunetti, a Stieg Larsson y su sobrevalorada trilogía que tiene como protagonista a ese personaje tan original que es Lisbeth Sallander, al escritor griego Petros Markaris y su comisario Kostas Jaritos, al escocés Ian Rankin y su detective John Rebus, al sueco Hakan Nesser y su comisario Van Veteeren, a la escritora francesa Fred Vargas y su comisario Adamsberg, a Philip Kerr y el sardónico detective Bernhard Gunther con historias ambientadas en la Alemania nazi o en la posguerra, al islandés Arnaldur Indridason y su angustiado inspector Erlendur Sveinsson, a Andrea Camillieri y su comisario Montalbano… Pero, sin embargo, la serie que más me ha cautivado es la escrita en los años sesenta por el matrimonio sueco formado por Maj Sjowall y Per Wahlöö. Ambos eran comunistas y escribían al alimón los capítulos. Su personaje es el extraordinario inspector Martin Beck. Escribieron diez novelas de las que hay editadas en España tres (El hombre que ríe, El hombre del balcón, Rosseana…)

Disfruto leyendo novela criminal, disfruto y me sumerjo en la intriga de los relatos que terminan absorbiéndome y el problema es dejar de leer. Me atrae la personalidad de los inspectores y comisarios protagonistas de las historias. Los hay dubitativos e inseguros, diabéticos, angustiados, irónicos, vitalistas, alcohólicos… Cada escritor ha proyectado su cosmovisión sobre sus personajes y uno goza con sus reflexiones.

En Barcelona hay una pequeña librería en la Barceloneta dedicada exclusivamente al género negro. Se llama precisamente Negra y criminal. Sólo abre por las tardes y los sábados por la mañana a la una hay mejillones y vino para los visitantes. Hoy he estado allí y he comprado tres libros. Estaban los escritores Andreu Martín y Lorenzo Silva, autores españoles de novela criminal. El ambiente era cálido y el propietario ofrecía vasitos de vino a los visitantes mientras se mantenían animadas conversaciones sobre el género policiaco. Somos, debemos ser, un club muy peculiar los amantes del género de intriga criminal aunque muy extendido, pues no hay librería que se precie que no tenga una buena sección dedicada a este tipo de relatos. Que dure. Hay una excelente cosecha de autores europeos que destacan frente al dominio norteamericano de otras épocas.

Y como propuesta de participación os sugiero que me comentéis si sois aficionados al género, y si es así, ¿qué autores son de vuestra predilección e incluso qué novelas son vuestras preferidas?

miércoles, 16 de diciembre de 2009

La generación de 1927


Asumiendo la propuesta de Toni Solano de Repaso de Lengua queremos hacer una evocación del acto que dio lugar a la constitución (en la práctica) de la llamada "generación de 1927", hoy hace ochenta y dos años. Un homenaje al poeta Luis de Góngora en el Ateneo de Sevilla reunió a un conjunto de poetas, pintores y artistas que habían trabajado en la reivindicación del poeta cordobés, llamado por un lado "príncipe de la luz" y por otro "príncipe de las tinieblas". Juan Ramón Jiménez se desentendió del homenaje marcando ya así el distanciamiento con aquellos jóvenes poetas que ya buscaban su propio recorrido. Podría haber traído algún poema gongorino como los pertenecientes a Cal y canto de Rafael Alberti, pero he preferido escoger uno al que mi hija pequeña y yo tenemos especial aprecio, de modo que este post es creación de ambos. Por las noches hacemos nuestro pequeño acto de recordar -leyéndolos- a esos poetas que constituyen lo mejor de nuestra tradición. Os dejo también la voz de Lucía recitando el poema que más le gusta.

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean en las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraísos ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

Federico GARCÍA LORCA, Poeta en Nueva York.


lunes, 14 de diciembre de 2009

Iluminación


Llueve. Lunes por la mañana. Escribo en mi buhardilla. Pienso en mi post anterior y me atrae reflexionar sobre él. Se titulaba Bodhisattva en el metro. Es un cortometraje de la directora belga Christine Rabette sobre la que no he podido encontrar demasiada información. Sé que este filme recibió varios premios, entre ellos el Golden Wave en el año 2003 y que desde entonces va circulando por internet despertando sonrisas o abiertas carcajadas. No es un vídeo reciente, pero lo curioso es que sigue reproduciéndose en numerosos blogs y enlaces que hacen referencia a él.

¿Qué hay detrás de esta propuesta? En principio el título nos da alguna pista. Bodhisattva es un término budista de la escuela Mahayana que significa literalmente un ser viviente (sattva) que busca la iluminación (bodhi) y realiza prácticas altruistas. El bodhisattva es un ser que busca la iluminación para sí mismo pero también para los demás. La misericordia le lleva a considerar propio también el sufrimiento de los otros. Se afirma que el bodhisattva realiza cuatro juramentos en los que expresa su determinación de esforzarse por la felicidad de los demás. “Por innumerables que sean los seres sensibles, juro salvarlos; por inagotables que sean las pasiones, juro dominarlas; por ilimitadas que sean las enseñanzas, juro estudiarlas; por infinita que sea la verdad del Buda, juro alcanzarla”. Detrás del juramento del bodhissatva yace la decisión de librar a los demás del sufrimiento y de brindarles la posibilidad de una gran dicha.

El filme comienza en un túnel, en la oscuridad, ruido de raíles, vamos en un tren en el túnel de la existencia caracterizada por el sufrimiento connatural a todos los seres humanos. Vemos a los pasajeros. Son personas grises cuyos rostros reflejan ensimismamiento, aburrimiento, cansancio, aflicción. Cada uno esta encerrado en su propio padecimiento y parecen abrumados por las cosas. Sin embargo, en una parada sube un nuevo pasajero que contrasta con los demás. Luce una gran sonrisa pícara. Se sienta. Mueve la cabeza arriba y abajo y empieza a reírse sin causa aparente. Los demás pasajeros lo miran sorprendidos y tímidos. Su risa se convierte en carcajada en el vagón del metro. Algunos viajeros empiezan a sonreírse ante la sorpresa y de pronto la risa se extiende por todo el vagón que termina estallando en carcajadas por parte de todos y cada uno de los pasajeros que antes habíamos visto afligidos. Algunos comentaristas resaltaban el hecho de que la risa es contagiosa. Es cierto, como la pena, pero aquí hay algo más. Las risas en el metro revelan un estado de iluminación interior espontánea que lleva a los hombres y mujeres que allí están a ser conscientes de su verdadera naturaleza, la de budas, y entonces todos son poseídos por un abrasador estado de gozo interior y felicidad supremas que se comparte mediante la risa. Ahora todo es totalidad y plenitud. Todo es “aquí y ahora”. Los seres humanos han salido del pozo del sufrimiento en que estaban y por unos instantes han alcanzado el corazón del misterio, que no es misterio sino transparencia y luz.

En una parada entra un nuevo pasajero ajeno a lo que estaba pasando. Entra tímido y desconcertado oye las risas de los viajeros. Puede pensar que se ríen de él. Se sienta serio y circunspecto. Las carcajadas vuelven a estallar ante su perplejidad. El bodhissatva se queda concentrado observando la situación mientras los demás se carcajean y lloran de risa. Por unos instantes, los seres humanos, que de forma sana y natural aspiran a la felicidad y plenitud, han despertado y han contemplado su verdadera naturaleza, la de seres que participan del éxtasis de vivir y de la verdadera compasión.

El tren se sume de nuevo en la oscuridad, pero con el sonido de fondo de las risas que se siguen oyendo. La oscuridad y la grisura se ha convertido en luz intensa de reconocimiento y de iluminación interior.

El filme se titula Merci! y como una especie de resonancia sigue dando vueltas por la red como una piedra lanzada a un estanque cuyas ondas se multiplican y llegan a los corazones y las mentes de los que lo ven que ríen también, pero a la vez quizás vean algo más allá, o más acá, en el centro de todas las cosas. Todos los seres y fenómenos están interconectados. Nadie vive en un capullo aislado. El egoísmo nos cierra una visión más amplia. Y nada como la risa para aprender, la risa y la mirada levemente irónica del buda que sonríe enigmático, mientras que el Cristo, en el otro lado, muestra un estado inferior de sufrimiento y desgarramiento. Quizás ambas sean las dos caras de la moneda.

Una sonrisa. Y como escribía el otro día Al59

“Un viejo estanque. Al sumergirse una rana, ruido de agua”.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Bodhisattva en el metro



He descubierto una pequeña maravilla. Mirad este vídeo. No digo más. ¿Es posible crear espacios de felicidad? Quiero dedicárselo a Julia, que seguro que se está riendo, y a todos vosotros.

martes, 8 de diciembre de 2009

Humildad


Esta noche pasada ha muerto una amiga muy querida, Julia. Me he enterado de su muerte a mediodía. Ella era una desconocedora totalmente del mundo digital, pero hace un par de meses le enseñé a utilizar el correo electrónico e incluso le ayudé a crear un blog titulado Diario de una abstemia obligada que figura en mi blogroll. Han sido más de veinte años de amistad con etapas de mayor cercanía o cierta distancia, pero Julia me ha enseñado algunas cosas. Era una de esas personas con las que merecía la pena mantener una conversación, inundada casi siempre de alcohol. Este era el mayor de sus problemas. Estaba muy débil físicamente. Cirrosis hepática. Últimamente lo había dejado y asistía a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Me lo contaba en sus email. También iba a la piscina. Tenía un brazo, el derecho, imposibilitado por un accidente. Fue una de las personas más trágicas y a la vez con más sentido del humor que he conocido. Por un tiempo, cuando ella se quedó sin trabajo, compartimos piso, pero su desorden, su incapacidad absoluta de seguir ninguna norma hacía difícil la organización de la casa. Y es que Julia es el personaje más anarquista que he conocido jamás. Era absolutamente imprevisible, todo corazón y puro sentimiento. Desde su trabajo en la administración hasta que tuvo que enlazar bajas por depresión, favorecía –por encima de las normas legales- a multitud de marginados y desdichados que carecían de empleo. Parecía un ser de otra galaxia y resultaba absolutamente original. Le encantaban los outsiders, los que estaban fuera de juego, y llegaba inevitablemente tarde a cualquier cita un par de horas o tres. A mí, que soy tan rigurosamente puntual, me desesperaba, pero seguro que ella estaba viviendo intensamente alguna otra conversación con un buen vaso de whisky de por medio. La admiraba por su desprecio de la vida. Le gustó vivir en el límite del abismo. Me desesperaba porque sabía que tarde o temprano acabaría mal, pero no había consejo sensato que ella fuera capaz de seguir.

A sus cincuenta años estuvo varios meses en una residencia de enfermos crónicos todos mayores de setenta años, e incluso de noventa. Ella estaba muy frágil y casi sin movilidad, pero cuando llegaba a verla a la residencia en seguida me llevaba a la terraza a encender un cigarro detrás de otro y charlar sacando su inolvidable humor aragonés, últimamente algo ensombrecido por el sufrimiento. Había de llevar pañal y dormía acompañada de varias ancianas. De aquella etapa le pregunté que cómo podía soportar aquello, pero ella me dijo que había aprendido mucho. ¿El qué –le pregunté.? Humildad, me contestó. Humildad. Esta fue la última conversación que tuve físicamente con ella, al margen del correo electrónico.

Hoy la he visto muerta. Parecía dormida y en calma. Hacía diez horas que había muerto y en su rostro se veían los moratones de la caída que había tenido. La he acariciado, pero su piel todavía me parecía cálida. Su rostro reflejaba quietud y algo parecido a la felicidad. Ahí estaba yo, frente a la muerte, fascinado por su rostro que parecía estar a punto de decirme algo importante. Estaba arropada y me resultaba hermosa. La enfermedad y la debilidad la deterioraron bastante. Había dos velas en la habitación. He estado unos minutos despidiéndome de ella intentando mantener mi última conversación mientras el murmullo de las conversaciones de la familia y de sus amigos más allegados se oían en la habitación aledaña. He apagado la luz y le he dicho “Adiós, Julia, guapa”. Ella no se ha movido, pero de pronto ha resonado en mi mente su último mensaje y la enseñanza de toda una vida: humildad.

Allí estábamos los amigos –pocos- que la acompañamos durante estos años. Nos hemos olvidado de brindar por ella, pero hemos hablado de literatura y de vida, de tristezas y depresiones, de pasiones y de esperanzas, de amor y muerte.

Hasta siempre, guapa. Has sido el cronopio más cronopio que he conocido jamás.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Agua con azúcar

Recuerdo mi niñez vívidamente. Tengo recuerdos desde los dos años, y en mis evocaciones sigo viendo intensamente las calles de aquel barrio del Pilar en Zaragoza en que viví mis primeros años. Fui un niño imaginativo y triste. Ni siquiera mi primera comunión a los seis años fue motivo de felicidad. Yo creo que andaba enamoriscado de una niña que se llamaba Mariví y con ella iba a jugar a su buhardilla a médicos y enfermeras, o a papás y mamás. Recuerdo sus ojos negros y su voz dulce que me resarcía de la grisura y desolación de aquellos años. Nadie que no haya vivido una infancia sombría es capaz de comprender lo que significaban aquellos juegos que duraban horas y horas. También me emocionaban las procesiones de semana santa que pasaban por cerca de mi calle. Centenares de cofrades de las Siete Palabras, vestidos de blanco y verde, hacían tocar sus tambores con un ritmo que todavía no he olvidado. Los pasos me embelesaban. Tengo una extraña relación con lo religioso. De sobras soy un hombre racional que no cree en la trascendencia. Me inclino a pensar que cuando morimos, morimos definitivamente, pero sin embargo, las imágenes del Cristo o de la Virgen al pie de la cruz conseguían conmoverme en aquellos largos desfiles de gran magnetismo. Le daba furtivamente la mano a Mariví y aguantaba durante horas el paso de cofradías, velones, capirotes, tambores, hombres y mujeres descalzos o con cadenas…. Creo que éramos más ingenuos y que nuestra imaginación se exaltaba con imágenes plásticas que ahora no tiene capacidad la realidad virtual y los videojuegos. Al menos yo nunca he entrado en ese mundo, pero forman cosmovisiones totalmente diferentes. Yo sentía el terror del pecado y mi mundo interior se engrandecía o estremecía con las imágenes del final del mundo que las monjas se extasiaban en contarnos con todo detalle. Veía el río y veía el río, sentía tristeza y sentía tristeza. Para paliar esa sensación de desamparo tenía los tebeos, el agua con azúcar, la vida en la calle en libertad, los recortables para chicas que había de esconder porque un chico no debía jugar a esas cosas, y los ojos de Mariví. Un día no fuimos a clase porque se casaba el rey belga Balduino con la española Fabiola. En aquellos años de aislamiento fue una noticia enorme. Nos acostaron juntos. Teníamos cinco años, y jugamos a acariciarnos, a hablarnos en susurros mientras en la tele daban el regio esponsal interminable como inacabables eran nuestros juegos.. Mientras, preparábamos la primera comunión. Yo iría vestido de marinero y Mariví de monjita. ¡Cómo recuerdo aquella piel morena y lo bonita que estaba! Yo odiaba todo lo relativo a la primera comunión. Me parecía oscuro aunque me sabía el catecismo de pe a pa. Pero aquello no dejaba de generarme angustia. Las imágenes sagradas no me consolaban ya sino que me llenaban de aprensión. Era el mes de mayo, el mes de las flores, el mes de María. Yo era un niño muy dócil en la escuela. Las monjas hacían palomitas representando a los niños de la clase y arriba estaba la virgen. Según lo bueno o complaciente que fueras ibas ascendiendo, a través de un altarcillo de encaje, hasta la Inmaculada. Yo llegaba de los primeros. Las monjas lo tomaron como un signo de dios, pues yo llegué al colegio hablando un lenguaje soez y totalmente desquiciado. En año y medio me convertí en un niño modelo. Alguna monja vaticinó que sería obispo. Eso sí, la clase estaba dividida en dos grupos: los niños y las niñas. Yo siempre me iba con las niñas, a ser posible cerca de Mariví, hasta que me hacían volver con los brutos de los chicos que no me gustaban nada.

Cuando comulgué sentí que se me abría un abismo bajo mis pies. Pocas veces he sentido una sensación más abominable. Todo el universo sagrado se me hizo repulsivo. Y no quería recibir el cuerpo y la sangre de aquel ser que me hacía sentir desdichado y culpable. Además empezó a llover con fuerza y cuando recibí la sagrada forma estalló un trueno que me recordó el final del mundo que temia por encima de todas las cosas.

Mariví se cambió de barrio y nunca más volví a verla. Tengo una foto de ella y yo juntos, ella vestidita de monja en su primera comunión y yo con cara de bobo sabiendo que no la volvería a ver, pero yo la recuerdo más hablándome a mi oído, riendo, y diciéndonos cosas que todavía no he olvidado.

Me quedé solo en aquel barrio que nunca me pareció más vacío.

martes, 1 de diciembre de 2009

La desaparición del yo

La hoja en blanco impone. Acabo de escribir mi primera frase y no tengo ni idea de por dónde continuar. Quizás merezca la pena explicarme un poco para aclarar esta ausencia de ideas, de este vacío que me domina. Tengo dos semanas de baja por motivos psicológicos y en este tiempo he empezado a tomar una medicación combinada de antidepresivos y ansiolíticos. Ahora hace una semana, y coincidiendo con ésta, he debido doblar la dosis de Besitrán. El problema es que la medicación todavía no ha hecho su efecto. Hablan de dos semanas para que empiece a notarse su influencia positiva, pero lo que sí que he notado es que mi mente se ha quedado en blanco. Profesor en la secundaria se ha quedado sin temas, temas que venían a mí continuamente en cualquier momento y que me servían para desarrollar un post con menor o mayor acierto. Ahora noto que nada es capaz de motivarme, de sugerirme una idea, de encender una llamita que origine una ilación de ideas que me sirva para comunicarme. Llevo cuatro años publicando y nunca me habían faltado ideas. De pronto leyendo una noticia en la prensa u observando a mis alumnos o caminando por la calle o asistiendo a una exposición me venía una iluminación que era el germen de un post. Disfrutaba enormemente poniéndome a desarrollarlo y encontrando derivaciones de ideas. De sobras sé que escribo de una forma muy simple, pero no me importaba. Si algo tenían mis posts eran que resultaban claros y a tenor de vuestros comentarios, sinceros. Se transparentaban mis estados de ánimo y mis sentimientos, aunque mis posts trataran de ideas en las que trataba de profundizar.

Hoy quiero escribir pero no puedo más que exhibir un parvo resultado. Mi estado anímico es el vacío. No tengo ni una sola idea que desarrollar, excepto esta que da estructura a mi post. La nada. No tengo nada que decir, nada me motiva para meterme a fondo a analizar o comentar alguna noticia o alguna visión. Esta realidad me inquieta. No me gusta la paz de los cementerios, el vaciamiento interior, la desolación significativa. Pero no me resigno. Quiero hacer de este vacío un tema que adquiera cierta sustancia. Uno cuando se encuentra perdido busca cosas o personas a las que asirse, que le proporcionen cierto apoyo o algún tipo de referencia. Este blog ha sido muy importante para mí. Es una especie de diario íntimo que no recurre a lo más estrictamente personal pero sí a ese conglomerado de ideas que sobrevuelan mi vida. A veces son mis hijas, otras veces son mis alumnos, otras veces son exposiciones, noticias en la prensa, reflexiones existenciales… Pero ahora no queda nada. Sólo un cero como el que glosó Antonio Machado en un poema titulado Poema al gran cero. Quiero decir que en este vacío, en esta ausencia, quiero distinguir todavía temas como el amor, la compañía, la amistad, la pasión, la confianza, el miedo, el deseo, la desolación, aunque no siento nada, pero mis palabras alientan a encontrar motivos, cercanías, patrias y utopías. Nada hay más estremecedor que sean las hora de sueño y en posición horizontal las que resulten más reparadoras. Quiero asistir a amaneceres dorados, a atardeceres plenos de misterio, a lectura de poemas que me conmuevan, a sentimientos que hoy por hoy están adormecidos. Siento el vacío, pero me rebelo frente a él y lo que llevo escrito por pobre que sea es una vocación de llenar la existencia de plenitud o si no de plenitud, de esperanza. A veces se contraponen el dolor de existir y su supuesta paliación, que no es sino el vacío. Sueño con playas doradas en África, con leones sobre las rocas, con manos que se estrechan con calor y conversaciones en las que pueda decir algo. Me queda ahora el silencio. No tengo nada que decir. Y me obstino en seguir escribiendo como si fuera ese narrador errante del que hablábamos en otros posts. Me encantaría iniciar un gran viaje de varios meses cruzando África. Llevaría una cámara y un diario de viajes. Me gustaría ser un viajero como los del pasado y no alguien atado a unas circunstancias encadenantes. Sería esa mi mejor terapia. Entre el viaje y la química he tenido que escoger la química, aunque esta sea castrante y empobrecedora. Pero mis palabras hoy –pobres y esquivas- afirman y roturan un paisaje desolado y como Blas de Otero me muevo entre la tormenta existencial y la intuición del sinsentido, o lo que es lo mismo la desaparición del yo.

domingo, 22 de noviembre de 2009

La necesidad del narrador


Un blog es una interfaz de comunicación con el mundo de la que sobresale la voz narrativa del que escribe. En efecto, cuando leemos un blog lo primero que percibimos es la música de la narración, y nos damos cuenta de si nos atrae o no, al margen de las ideas que allí se contengan, que en algún caso pasan a un segundo plano. El problema de un novelista, de un escritor, de un bloguero es el de encontrar una voz narrativa que resulte convincente o interesante y que haya alguien al otro lado al que le llame la atención y prosiga la lectura en una u otra ocasión. Si además siente el deseo de dejar un comentario, el post habrá alcanzado un éxito, porque nada hay tan lastimoso como que tus entradas queden sin respuesta.

Sin embargo, a veces el bloguero más veterano se siente atenazado y lleno de aprensión ante la hoja en blanco. No sabe si tiene algo más que decir. Profesor en la secundaria lleva cuatro años publicándose y ha colgado más de trescientos posts sobre los temas más variados. Muchos sobre educación, sobre la experiencia como profesor y las relaciones con los alumnos, otros sobre inquisiciones sobre los temas más variados que no tenían nada que ver con la enseñanza (arte, literatura, África, reflexiones sobre la crisis, poesía, teatro, cuentos de estilo zen, compromiso político, misticismo, dudas existenciales, viajes, experiencias telúricas y psicodélicas… Podríamos decir que el blog ha trazado un itinerario vital, ha sido un compendio de mi forma de sentir el mundo y la vida, llena de grandes zonas de sombra .

Agradezco de todo corazón a mis comentaristas habituales su presencia en el blog. Sin ellos esta página navegaría en el vacío… pero a veces aparecen ocasionales comentaristas que nunca se habían hecho visibles hasta que un día se asoman y me hacen saber que hay en la penumbra más gente que sigue las circunvoluciones de este blog caótico y existencial que no se atreve a afirmar con rotundidad y que prefiere el diálogo a media voz en la intimidad, sin grandes polémicas (que me asustan). Elijo el contacto en la cercanía, en un momento de compartir impresiones y reflexiones apenas esbozadas. Siempre me han atraído los diálogos cuyo desarrollo y desenlace no es previsible. Soy un admirador de Samuel Beckett. Cuando leí a los 19 años su Esperando a Godot, me quedé realmente fascinado. ¿Dónde estamos? ¿Quiénes somos? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Cuánto tendremos que esperar? ¿Para qué esperamos? ¿Quién es Godot? Algo así es el protagonista y autor de este blog que a modo de nave con bandera indeterminada -ni siquiera pirata- navega por el mar de las cosas, haciéndose preguntas y obteniendo respuestas provisionales, pero luminosas. Esos son vuestros comentarios, la mayor riqueza atesorada por este blog y de los que me siento especialmente orgulloso. Vuestras voces narrativas se enhebran con la voz que da relativa consistencia a Profesor en la Secundaria. Si yo diera salida completa a mis incertezas, probablemente este blog giraría en redondo y se convertiría en solipsista. Por ello, a pesar de la incertidumbre, hay que atreverse a afirmar con voz queda, y esperar a que alguien pase por el ciberespacio y tienda un puente, una cuerda hasta este lado y que juntos celebremos el éxito del encuentro, del éxtasis de la palabra, de la realidad de una conversación fructífera.

El otro día hablaba en este blog de la presentación del libro de Dimas Mas, Marcela y el narrador errante. El acto fue un éxito de público y en los ponentes estaba el propio autor y el brillante novelista Emilio Pascual (autor de Días de reyes magos). Me quedo con la figura del narrador. Tener al narrador de una historia, de una novela o de un blog es tener el cincuenta o más del trabajo hecho. Lo fundamental en un historia es el narrador. Pero ¿qué se puede esperar de un narrador avellanado, escéptico, lleno de dudas, enemigo de controversias, tímido y corroído por intuiciones y estados oscuros? A veces espero que un leve halo poético encubra mis dudosas inquisiciones. Quizás la poesía es el lenguaje en algún sentido más universal. Pero no sé si lo logro. Todo queda demasiado en el aire y en la más banal y extraña aventura.

Pero todos los que nos movemos en la oscuridad, ansiamos la luz y el placer del encuentro imprevisto. Por ese narrador extravagante que a veces se hace carne o luz o penetra en intuiciones merecedoras de algún detenimiento.

Vale.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Marcela y el narrador errante

Conocí a Dimas Mas (Tetuán, 1953) durante las oposiciones al cuerpo de agregados de Lengua y Literatura españolas de 1982. Ambos leímos ante el tribunal nuestro examen y yo tuve ocasión de escucharle pues él lo hizo antes que yo. Me deslumbró su estilo brillante y sugerente al exponer el tema, en principio académico, de Los orígenes de la lírica castellana. Su exposición me cautivó, y apenas me di cuenta de que a continuación iba yo a exponer el tema que había escogido que no era otro que el de la Ilustración en España, tema que me llevó a ganar en aquella ocasión las oposiciones, mientras resonaban los goles del campeonato mundial de fútbol que se estaba celebrando en España.

Dimas Mas y yo coincidimos casualmente en un instituto de Bachillerato de Berga y empezamos a mantener debates y conversaciones jugosas sobre literatura. Yo en aquel entonces no conocía demasiado a Galdós y mi compañero me aleccionaba para que pusiera fin a aquella carencia. Así hice y en varios años me leí todo lo escrito por el autor canario y asistí a varios cursos de doctorado sobre su obra, en especial sobre Los episodios nacionales que disfruté extraordinariamente.

Pero Dimas Mas, su nombre literario, era algo más que un profesor al uso. Era –y es- un escritor apasionado por la literatura que había ensayado la poesía con su poemario Provincia Mayor (1936-1939); que ganó posteriormente el premio de la editorial Anthropos con su obra heterogénea titulada Poliantea, y publicó obras de amplia difusión como El tesoro de Fermín Minar que llegó a numerosos institutos de toda España; Nadie en persona (Un misterio de Barcelona); Del incierto encuentro entre don Giovanni y Turandot; El bellaco durmiente (novela juvenil dedicada a su hijo Lucas); Mi primer maratón, obra escrita con un registro literario en que desgrana su experiencia como avezado corredor de la prueba durante muchos años. En internet, en Badosa.com, ha publicado sus relatos El tardío vuelo de la avucasta, novela erótica, El juego d’scondit, La vida vecina, amen de otras obras que he tenido ocasión de leer y que se guardan en los cajones que un -espero que no lejano día- alguna editorial descubrirá y publicará.

Son veintisiete años de conocimiento e intercambio los que me unen a Dimas Mas. Quiero hacer público que el próximo día 19 de noviembre tendrá lugar en Barcelona la presentación de su última novela publicada titulada Marcela y el narrador errante (nivolilla) en Ediciones Oblicuas. El acto de presentación será en el Instituto de Secundaria Milà i Fontanals en la plaza Folch i Torres, s/n, a las 19.00 h.

Marcela y el narrador errante es una novela dedicada a su hija, tal como he citado que hizo también con su hijo Lucas. Es una novela excelente. Dimas Mas, escribe como los ángeles y es un orfebre del estilo, lo que le aleja de la literatura fácil y popular. En un registro aparentemente juvenil construye una novela de corte unamuniano que me ha recordado la nivola Como se hace una novela. Su hija Marcela, que quiere también una novela como su hermano, pero su padre escritor nunca se pone a ello, recibe una extraña visita, la voz de un narrador que le dice que va a escribir su novela. El narrador errante enhebra diálogos fecundos con la muchacha que va descubriendo el mundo y a sí misma a través de la experimentación del lenguaje. Es un juego absorbente en el que estoy metido hasta los tuétanos, dándome cuenta de que es una narración exigente en la que no pasa nada, no hay ninguna aventura exterior pero sí una indagación y una profunda aventura interior de la niña. Probablemente podemos calificarla de novela iniciática y la escritura de la novela es el mismo proceso de escritura de la misma. Os la recomiendo. Se aleja del modelo juvenil de narración llena de avatares trepidantes o de temas sociales. Es una novela profundamente literaria en la que con amenidad y rigor dialógicos se lleva un descubrimiento del proceso literario mostrando que la esencia del relato bien escrito es el propio lenguaje sobre el que esta narración gira ininterrumpidamente. No la recomendaría para mis alumnos de la ESO. Su nivel es muy elevado, pero sí a todos los amantes de la buena literatura y de los planteamientos unamunianos acerca del diálogo de los personajes y el autor, o el mismo proceso de construir el relato.

Me encantaría compartir con los que podáis el descubrimiento de este joven autor que lleva ya media vida a sus espaldas rastreando y escribiendo buena literatura con excelente estilo.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Competencia comunicativa

Estos días pasamos en los institutos de Cataluña la Evaluación diagnóstica sobre competencia comunicativa del área de lengua, en mi caso, castellana. Ayer tuve que cuidar el desarrollo de la prueba en un curso de tercero de ESO. Los chavales recibieron, a lo que vi, con enorme displicencia la necesidad de realizarla cuyas razones no entendían y de poco vale que se les diga que es un test para evaluar la eficacia del sistema educativo catalán valorando la llamada competencia comunicativa que consiste en tres pruebas de comprensión lectora bastante fáciles, aunque si se leen con excesiva rapidez, es fácil cometer numerosos errores como he tenido ocasión de ver. Otra parte es la realización de una redacción con unas indicaciones sobre su desarrollo. Trata sobre un viaje, sus preparativos, su transcurso y la llegada al punto de destino. He corregido unas sesenta y soy consciente de la enorme dejadez con que han sido realizadas. Si esto da medida de la competencia comunicativa de los chicos de mi centro, realmente es aterradoramente deficitaria. Escasa coherencia, deficiente cohesión, pésima ortografía, léxico endiabladamente pobre, faltas de concordancia verbales, signos de puntuación prácticamente inexistentes, anacolutos…

Yo estaba cuidando la prueba, los miraba atentamente aunque de vez en cuando había voces de protesta ante la realización del test de comprensión lectora y la engorrosa redacción para la que no se sentían nada motivados. Delante de mí había un muchacho boliviano que contestaba sin pensar demasiado las preguntas de comprensión lectora pero observé que a la vez escribía intensamente en una hoja cuadriculada dividida en cuatro pliegues. Vi que en ello ponía enorme interés no así en el test de los dichosos items aburridos. Me quedé con ganas de saber qué escribía. Cuando entregó el ejercicio, me dirigí a él que estaba sentado en primera fila y le pregunté directamente qué escribía. Es un buen chaval. Tiene fama de conflictivo pero en mi clase se porta bien. Se lo hice saber y él me lo agradeció. Me explicó que lo que estaba escribiendo era una carta que contestaba a otra que le había enviado una chica que se llama –pongamos- Vanessa. Me la enseñó y vi un corazón dibujado con el nombre de los dos: Aurelio y Vanessa. Los padres de ella se oponen a la relación y encierran a su hija sin salir de casa salvo para ir al instituto. Su amor es un amor prohibido. Los padres de Vanessa deben ver en Aurelio un latinoamericano poco apropiado para su hija de aquí. La tutora de ella me había hablado del conflicto y entonces até cabos. Es una relación al estilo de Montescos y Capuletos. Vanessa hace subir a Aurelio a su casa cuando sus padres no están y cuando estos se enteran de que ha estado en casa montan en cólera. Las dificultades aumentan la dimensión del amor –es un viejo tema literario-. Sentí simpatía por Aurelio aunque entiendo las razones de los padres. La hija –el ojito derecho de su padre- termina enrollándose a los trece años con un sudamericano que la lleva a ser mujer mucho antes de lo que ellos hubieran imaginado. Yo tengo una hija de doce años y puedo intuir gran parte del drama aquí montado. La tutora está desbordada por la situación y no hay día que no hable con alguno de los actores del protosainete.

Sentí curiosidad por la carta de Aurelio y por la de Vanessa. Sin duda dominarán los lugares comunes. ¿Hay algo que más se preste a los tópicos que el amor apasionado y prohibido? Deseo físico, ansias de huir juntos a un país lejano, ansia del otro… Nuestros alumnos no son intelectuales, al menos los que yo tengo. Son chavales de la calle. Su competencia comunicativa escrita es paupérrima y detestan todo lo libresco, eso que tanto placer nos causa a muchos de los que frecuentamos los blogs. Sin embargo, esto no impide que sientan intensamente –aunque no de una forma literaria-. Sus necesidades son otras, menos sofisticadas, pero igualmente valiosas. Nadie está por encima de nadie. A veces cuesta encontrarse con ellos, al menos a mí, por ese componente intelectual que me vertebra. Sin embargo, pienso que mis chicos de la calle probablemente sean más felices que otros que tienen una constitución más letrada, más elementales tal vez, más primarios para bien y para mal. Y además ahora recuerdo a Andrés Hurtado el protagonista de El árbol de la ciencia y sé que el conocimiento origina dolor evocando a Schopenhauer, y que la existencia es dolorosa, y que es una corriente impetuosa que nos arrastra sin ningún sentido más inclinándose por el absurdo. Así me sentí yo cuidando aquella prueba de competencia comunicativa, pero a la vez disfrutando del encuentro fugaz con Aurelio, ese muchacho boliviano enamorado, y que desde que bebe los vientos por Vanessa es un alumno, aunque no trabajador –alumnos trabajadores hay pocos, la verdad- sí que más humano y sensible. Y les aseguro que sus ojos de carnero a medio morir son todo un poema. Suerte, amigo. Que los hados te sean propicios. Y que los padres logren sobrellevarlo con prestancia, que la necesitan.

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