Páginas vistas desde Diciembre de 2005




lunes, 19 de octubre de 2009

La fascinación del mal

Como profesor de secundaria y/o bachillerato he de constatar el elevado interés que suscita el nazismo entre mis alumnos. No porque se consideren adeptos de la causa nazi, no, ni siquiera la conocen ni bien ni mal, sino por la pervivencia de cierta simbología y la atracción que suscita el mal y su estética. El nazismo ha eclipsado a cualquier otro avatar político del siglo XX. El comunismo está olvidado ¿se imaginan? Stalin, salvo en países del este y en los que suscita sentimientos más poderosos, ha pasado a un segundo orden. Las guerras mundiales entre nuestros adolescentes son papel mojado, del mismo modo que nunca llegarán a saber del genocidio armenio, las matanzas terribles de la URSS de Stalin, la misma guerra civil española es un trasfondo totalmente olvidado (¿para bien?), la represión soviética en Hungría, Checoslovaquia, Polonia, la guerra de Corea, Vietnam, el genocidio de los tutsis de Ruanda, la Camboya de Pol Pot… Nada de eso existe en la mente de nuestros adolescentes. Pero sí que existe la imagen siniestra de Hitler como un ente incomprensible y fascinante. Cada año en Catalunya los alumnos eligen sus trabajos de investigación en segundo de bachillerato. Muchos de ellos recurrentemente vuelven al nazismo, a la solución final que se programó en Wansee o a los campos de exterminio. Para bien o para mal, Hitler es probablemente el personaje más popular del siglo XX en términos históricos, claro está.

La historia se desvanece, pierde espesor, va aniquilándose y nuestros adolescentes no viven condicionados por ella. Ésta carece de interés para ellos. Como tantas otras cosas. Pero hay algo que les interesa como metáfora, aunque no conozcan este término: la presencia del mal, la presencia absoluta del mal. Hitler ha centrado el siglo XX como personificación del mal, fruto de una mente enferma, pero que consiguió con éxito socializar su visión del mundo entre un pueblo cultivado al que logró convencer de la superioridad de la raza aria y el carácter de bacilo de los judíos. Pocos casos hay tan tremendos en la historia de la humanidad y que tuvieran unas repercusiones tan apocalípticas. Millones de personas fueron eliminadas, según los parámetros de la más moderna y eficiente industria. Unos eran discapacitados, otros eran homosexuales, otros eran gitanos, la mayoría eran judíos. Esta apoteosis del mal logra enraizar entre la culta sociedad alemana y convierte su mayoría a Hitler en su líder espiritual, un personaje venido de los bajos fondos, artista frustrado, visionario enfermizo pero dotado de una incendiaria oratoria que logró seducir a los alemanes y que consigue, como encarnación del mal, seguir seduciendo a multitud de creadores como cineastas y escritores que vuelven una y otra vez a esa metáfora del mal para condenarla una y otra vez.

¿Por qué esa atracción por el mal? ¿Por qué esa fascinación por el lado oscuro de la historia? No conozco la respuesta, pero sí que puedo sugerir que el nazismo y su cabeza visible Hitler poseen una extraordinaria plasticidad. El nazismo es una obra de arte como también lo fue el ataque a las torres Gemelas de Nueva York y al que hemos vuelto en centenares de ocasiones. La estética nazi, el color negro de sus uniformes, la calavera de las SS, la amoralidad absoluta, las matanzas abominables de las que se hizo responsable todo un pueblo que no quiso saber o que sabía demasiado pero se sentía fraterno de esa comunión en el mal… Todo ello ofrece un panorama que no deja de seducir, no digo que para ser partidario de ello, sino como participante y admirador estético. Estética que una cineasta como Leni Riefensthal llevó a la pantalla magistralmente en la trilogía de Nuremberg en la que destaca La voluntad de poder, o posteriormente en Olimpiada en las que se muestran imágenes magnéticas e impresionantes.

Me inquieta que sean estas imágenes las que mis alumnos de la ESO y bachillerato tengan como especialmente seductoras. Me temo que en toda la seducción del nazismo a la que sucumben todos los que lo atacan, salvo, entre otros, Primo Levi en su extraordinaria trilogía que comienza por Si esto es un hombre o Hanna Harendt en sus lúcidos análisis del nazismo, hay un factor de fascinación. El nazismo es un fenómeno estético, de ahí su inmenso poder de seducción y que ha podido con el que pudo suponer el comunismo, sus símbolos y su ideología.

¿Por qué se publican si no tantas obras que tienen como referencia a Hitler y el nazismo o se filman películas que se rinden a esa extraña fascinación del mal? ¿Por qué es el tema estrella entre tantos otros posibles entre los alumnos de bachillerato? ¿Cuándo podremos olvidar este apartado de la historia como hemos olvidado otros tan terribles también? ¿O no podemos olvidarlo y hemos de volver recurrentemente a él para condenarlo, para mostrar lo que de profundamente humano (o inhumano) hubo en ello? ¿Rememorarlo para no volver a ello aunque la historia nos empuje desde ópticas distintas a escenarios que un día pueden ser parecidos a aquel tan desolador?

El mal seduce y ciertas encarnaciones del mal son extrañamente poderosas.

jueves, 15 de octubre de 2009

La buena educación

Ilia Popescu es un muchacho rumano que llegó a España hace año y medio. Este no es lógicamente su nombre verdadero. Hoy lo traigo aquí porque me atrae reflexionar sobre él. Es un chico de pelo negro con flequillo y que contrasta poderosamente con todos sus compañeros. Cuando conoció a su tutora de tercero de ESO a principio de curso le llevó una manzana como obsequio y reconocimiento. Parece ser que es una costumbre en Rumanía. La tutora se quedó boquiabierta pero luego advirtió el sentido del regalo. Ilia es un alumno extraordinariamente educado y su comportamiento sin ser pelota se puede decir que está lleno de detalles. Quiero aclarar que no es pelota porque observo que lo que hace le sale de dentro. Cuando llega la hora de salir de clase hay que poner las sillas encima de las mesas, bajar las persianas y apagar las luces. Mis alumnos están tan deseosos de salir que consideran una ofensa que se les recuerde que tienen que poner las sillas en orden. Lo hacen a regañadientes. No así Popescu que coloca más de las que le corresponden y baja las persianas con suma cortesía. Siempre que salimos de clase se despide de mí y me da las buenas tardes o buenos días.

Desde el Aula de acogida a los alumnos inmigrantes se me ha advertido de las probables dificultades que tendrá este alumno con la lengua y que convendría hacerle una adaptación curricular. He visto su rendimiento en estas semanas de clase, he leído su carta de amor siguiendo la estela de la Jeni y puedo decir que ésta fue una de las mejores, de las más poéticas y de las más ricas conceptualmente, a pesar de sus dificultades lingüísticas. Popescu ha aprobado el primer examen con buena nota en una lengua que no es la suya, pero se ve que ha estudiado y eso el profesor lo advierte. En su caso relativizamos algunos errores ortográficos, fruto de su confusión con el catalán, y apreciamos el gran esfuerzo que hace el chaval.

He traído este caso aquí, porque quiero poner de manifiesto lo que significa un alumno que respete a sus profesores y a sus compañeros, que sea responsable y educado, trabajador, honesto y lleno de buenas maneras que inducen inmediatamente a la consideración. Contrasta con las formas ásperas de sus compañeros, formas también llenas de matices y dignas de estima pero mucho más primarias. Parece que en España estamos perdiendo los matices de la cortesía, de la cordialidad, del buen entendimiento, de las buenas maneras.

Me contaban esta semana que una cajera ecuatoriana se había acostumbrado en el súper donde trabajaba a que nadie le saludara ni se despidiera de ella. Ella tras varios años en España se había dado cuenta de que aquí no somos demasiado detallistas ni corteses y había terminado por acostumbrarse a esa aspereza y falta de delicadeza. Un día un cliente la saludó y la llamó por su nombre –que llevaba en una placa- y ella casi se estremeció, tan raro era ese trato. Casi se le saltaban las lágrimas.

Cuando especialistas destacados en educación ponen de manifiesto que es buena y saludable la actitud displicente de nuestros alumnos, que es sana su rebeldía y que son encomiables sus malas maneras, y especialmente dignos de valoración su rechazo de la cultura porque los profesores resultan aburridos y les hacen estudiar y trabajar, así como mandarles deberes para casa y que les sometan a exámenes memorísticos que se olvidan tan pronto como se empollan, les pondría – me pondría- como referencia a Ilia Popescu, un alumno que todavía conserva la educación en su formación, la educación y el sentido del esfuerzo así como la de la consideración hacia sus profesores.

La mala educación es contagiosa. Los alumnos extranjeros cuando llegan a España procedentes de Latinoamérica, el Magreb, China, Pakistán o la India o también Rumanía se dan cuenta de nuestras malas maneras, Muchos se contagian de ellas a pesar de provenir de sociedades sumamente cuidadosas en el trato personal y en la consideración de los profesores. Otros siguen manteniendo un trato exquisito que contrasta con esa hosca y abrupta forma de relacionarse que estilamos aquí. Ilia Popescu me ha confirmado la confianza en esos muchachos que llegan sin nada pero que aprecian la cultura, la educación, el trabajo y el esfuerzo. Su ejemplo casi es revolucionario. La buena educación es revolucionaria. ¿No les parece?

lunes, 12 de octubre de 2009

En el sur de Francia

Este fin de semana del Pilar lo hemos pasado en familia en el sur de Francia. Concretamente el el municipio de Osseja, muy cerca de la frontera. Nos agrada la cortesía francesa, su sentido del humor, el cuidado de sus pueblos, el agua abundante de sus ríos… Hemos ido dos familias con nuestros hijas. Por la noche era el momento de cenar en compañía y de interesantes conversaciones. Quiero compartir una de estas conversaciones que mantuvimos Jorge y yo con un botella de Borgoña del 2003 que estaba delicioso.

La cuestión era si los libros digitales conseguirían imponerse a los soportes tradicionales de papel. Jorge no es nada romántico como parece sugerir su profesión de ingeniero. Según él, actualmente las editoriales lo que hacen es vender papel. El precio de los libros estriba en el número de hojas que tienen. Si se extendiera el formato digital, entraría en crisis esta valoración. Le digo que las editoriales deben temer el momento de extensión de los archivos digitales. ¿Quién impediría que los archivos informáticos se piratearan? Por sofisticados sistemas anticopia que hubiera, siempre habría alguien que lograría sin mayores dificultades desblindar el sistema y distribuirlo. De hecho en EMULE circulan versiones digitales de multitud de libros de actualidad. Conozco a quien posee un libro digital que le ha costado 300 euros y que ha almacenado centenares de obras sin pagar, entre ellas la trilogía de Millenium de Stieg Larsson. ¿Qué pasaría con los derechos de autor en el momento que se extendiera el soporte digital? Sería la misma cuestión que ocurre con la música y las películas. Pocos pagan. Si la opción es tener un producto sin pagar o pagando, la inmensa mayoría de las personas optan por no pagar.

El debate entre Jorge y yo pasa entonces a la cuestión de la piratería, el hecho de que cualquiera pueda descargarse sin pagar una película, un disco (o una discografía) o el conjunto de la obra literaria de un autor. Lo que al principio parece una idea genial, el hecho de que el arte sea de libre acceso, se convierte en una realidad perversa que tiene consecuencias nefastas. ¿Cuántos videoclubes han cerrado por falta de negocio? ¿Cuántas salas de cine han cerrado por falta de público? Le hablo a Jorge de las salas de repertorio, aquellas en que se podían ver programas dobles de cine de películas de no estricta actualidad, pero de gran calidad. Estas salas de repertorio han desaparecido. Ya nadie va al cine si no es a ver a precios abusivos películas de rabiosa actualidad. El cine ha quedado circunscrito a la última novedad en cines formato de multisalas. ¿Acaso esta reorientación del cine y empobrecimiento de la oferta tiene también que ver con la piratería? ¿Acaso los altos precios de las salas cinematográficas tiene también relación con el hecho de la piratería, el saber que todo se termina copiando y descargando?

El pirateo tiene consecuencias negativas para multitud de trabajadores que no son los grandes directores cuya leyenda los pinta enriquecidos y cresos y que son la justificación de muchos para practicar el pirateo. Los directores y los cantantes a los que imaginamos forrados. Me pregunto si la realidad de la copia ilegal no afecta al fundamento de la creación artística. ¿Qué director, actor, músico, escritor seguirán creando con la misma convicción si saben que su obra artística va a ser inmediatamente copiada y distribuida?

Jorge se posiciona en que los creadores suelen cobrar subvenciones, pero esto no lo veo así. Es posible que algunas películas tengan subvención, pero la música y la literatura no suele tener subvención. Jorge añade que pagamos un canon digital que en cierta manera legitima nuestra tarea de piratas. No me convence. Pienso que el hecho de la piratería es negativo para la creación, y que en el caso de los libros digitales puede ser letal para el mundo literario. ¿Quién elegirá pagar si puede tener las obras gratuitamente?

Se me ocurre un sistema de descargas legales con coste reducido. Por ejemplo si descargamos películas y si estas tienen más de cinco años de antigüedad, pagar un euro, igual con los discos. Si son entre cinco y un año de antigüedad, pagar dos euros, y si son recientes pagar entre tres y cinco euros. Yo soy un amante del cine clásico, y no me parece justo pagarlo a precio de cine de actualidad. Si quiero bajarme la filmografía de Bergman, unas veinte películas por ejemplo, poder hacerlo por veinte euros en forma de pack o bien seleccionando películas.

La botella de Borgoña está bajando peligrosamente y no acabamos de ponernos de acuerdo. ¿Cómo reactivar la costumbre de ir al cine, sobre todo a esas salas que señalaba como de repertorio y que ofrecían una calidad infinitamente mayor que cualquier versión pirateada? El cine está hecho para ser visto en pantalla grande. ¿Es un proceso que ya no tiene solución? Hay multitud de jubilados, gente joven o parados que pueden encontrar en una sala de cine unas tardes de enriquecimiento personal. Serían necesarios unos negocios que ofrecieran unas posibilidades de ganancia razonable y que deberían contar con salas llenas. ¿O el cine en el formato que nació ya está definitivamente desaparecido?

Mucho me temo que el cine, si sigue este proceso imparable de pirateo pierda el gusto por el riesgo y se centre en productos estereotipados, comerciales y dedicados al gusto de consumo masivo e inmediato. Y ¿qué decir de la literatura si esta puede al final ser copiada sin ningún control? ¿Quién controlará la calidad de los textos? ¿Quién se arriesgará a crear? Me tomo mi último sorbo de Borgoña y unto oloroso queso camenbert en el pan . ¿Ha llegado el momento de poner coto a las descargas descontroladas? Sé que entre mis alumnos hay una cultura generalizada de la copia o la descarga alegal. ¿Cómo convencerles de lo contrario?

miércoles, 7 de octubre de 2009

Beatrice

Dar clase de literatura en bachillerato es una fuente de posibilidades pero también de desencantos. Hay pocos alumnos que estimen la literatura, que comprendan su alcance, que se den cuenta de su dimensión estética y humana. Creo que el pensamiento que domina nuestra civilización es demasiado pragmático (contra ello alertaba Cortázar), demasiado alicorto y poco ambicioso de grandes ideas o ideales. Los chavales suelen debatirse exclusivamente en torno a sus problemas inmediatos y apenas ven un ápice de poesía, un lenguaje extraño y anómalo. Esta constatación de la pasión por el presente que devora todo, que absorbe todo en un vórtice colosal, la he ido confirmando en las sucesivas generaciones de alumnos que han pasado por mí. Sé que para muchos partidarios de la nueva pedagogía, el pasado es un lastre insoportable y un ejercicio pueril de nostalgia. Nos debemos al tiempo que late aquí y ahora, patrón absoluto de nuestra vida, de nuestras expectativas y de nuestras ambiciones. Esto es lo que hay parece ser el eje de nuestro pensamiento contemporáneo. No importa lo que pudiera ser, lo que tal vez sea, lo que fue o lo que será, importa definitivamente lo que hay. Las utopías no son ya un código de nuestro tiempo, subsumidos en el devenir incesante de nuestros días y nuestras noches. Y con nuestras concepciones juzgamos todo el pasado.

El otro día una alumna de bachillerato, comentando el enamoramiento de Dante de la niña Beatriz Portinari, a la que vio por primera vez cuando aquella tenía ocho o nueve años, afirmó con contundencia que Dante era pederasta. No supe qué contestarle. Decirle tal vez que aquello fue un enamoramiento platónico, que un poeta puede enamorarse imaginativamente de una niña como realmente pasó, pero eso no significa que fuera un agresor sexual o un protodelincuente. Beatriz protagonizó la Vita nuova poco después de su muerte, y antes ella fue el eje de la nueva corriente literaria llamada dolce stil nuevo en que emerge Beatriz como dona angelicata, intermediaria entre dios y el hombre, mujer idealizada que promueve al hombre a la perfección espiritual. Es la superación de las concepciones cortesanas del amor. Dante amaba a Beatriz pero según nuestros criterios modernos era un pederasta. Así al menos lo pensaba la muchacha que he citado al principio de este párrafo. Supongo que el mismo problema encontraríamos en un escritor genial como Lewis Carroll y su pasión por las niñas que se proyecta en su extraordinario Alicia en el país de las maravillas. Del mismo modo Antonio Machado conoció a Leonor cuando ella tenía trece años y se enamoró de ella poco a poco. Se casaron cuando ella tenía dieciséis. Como Beatriz, Leonor moría poco después desvaneciéndose la historia de amor más auténtica de la vida de Antonio Machado. Dante hizo protagonista de su obra más emblemática, La divina comedia, a su amada Beatriz que simbolizaba a la fe, junto a Virgilio que era símbolo de la razón.

Aquel amor extraordinario para la historia de nuestra cultura fue maravillosamente provechoso y lleno de densidad poética y simbólica.

Es el problema de enjuiciar el pasado con criterios del presente de los mass media. Y la historia de la literatura es el recorrido por las más hermosas fábulas de todos los tiempos que se afincan en su momento, en las concepciones de su tiempo, con las limitaciones que esto supone y la maravilla que implica que veamos, en estas concepciones del pasado, cercanía a nuestro presente. Pero no podemos juzgarlo únicamente desde nuestro presente. En esto creo que reside buena parte del problema que da hoy consistencia al post. Hay dificultades enormes para acceder a la literatura del pasado, al sentido de sus mitos, a sus ideales, a sus búsquedas estéticas y humanas, porque somos prisioneros de nuestro tiempo, un tiempo como he dicho arriba absorbente y lleno de tecnología, pero que a la vez se cree que es el único tiempo que ha existido siempre. Por eso ya nuestros alumnos no buscan en el pasado referencias humanas o artísticas. El pasado se ve definitivamente muerto y el presente que existe es el de los cinco minutos en que estamos, y el tiempo pasa, a su juicio, terriblemente lento, y la sensación que surge continuamente es la de aburrimiento, necesitando continuamente estímulos que atenúen ese elan vital de sentir que precisamos de más velocidad, más efectos especiales, más acción, más entretenimiento. No soportamos el espacio vacío ni el vértigo del pensar que antes del nuestro hubo otro tiempo, otros tiempos tan cruciales como el que vivimos ahora y tal vez más densos.

Desplazar a un adolescente a otros tiempos es uno de los mayores desafíos que pueden encontrarse en la enseñanza. Es terriblemente difícil. Pero tengo la impresión de que los profesores, contagiados masivamente también de presente, tampoco ya son capaces de entrar en otros tiempos. El aquí y el ahora lo es todo, no sé si porque nuestra civilización se ha hecho budista en su totalidad o por otra razón, pero sólo existen los cinco minutos en que vivimos, y nuestros alumnos lo entienden así. De esta manera, la inmensa mayor parte del arte permanece opaco a la mirada contemporánea que no acaba de enfocar su lente sobre él, y la literatura es una rémora del pasado, como bien ha establecido el moderno tratamiento de las nuevas corrientes de pensamiento educativo.

domingo, 4 de octubre de 2009

Discurso de Wakefield

He dado muchos discursos sobre educación. Y he hablado sobre responsabilidad. He hablado sobre la responsabilidad de vuestros profesores de inspiraros y haceros estudiar. He hablado sobre la responsabilidad de vuestros padres de asegurarse de que permanezcáis encarrilados, que hagáis vuestros deberes y no paséis cada hora que estáis despiertos frente a la televisión o con la Xbox. He hablado mucho de la responsabilidad de vuestro gobierno de implantar niveles altos, apoyando a los profesores y a los directores, y mejorar las escuelas que no están funcionando, donde los estudiantes no obtienen las oportunidades que merecen.

Pero en última instancia podemos tener los profesores más entregados, los padres que más nos apoyen, y las mejores escuelas del mundo –y nada importará a menos que todos vosotros cumpláis con todas vuestras responsabilidades. A menos que asistáis a esas escuelas; pongáis atención a esos profesores; escuchéis a vuestros padres, abuelos y otros adultos; y trabajéis todo lo duro que hace falta para triunfar.

Quizás no tenéis adultos en vuestra vida que os den el apoyo que necesitáis. Quizás alguien en vuestra familia ha perdido su trabajo, y no hay suficiente dinero.Quizás vivís en un vecindario donde no os sentís seguros, o tenéis amigos que os presionan para hacer cosas que sabéis que no están bien. Pero al final, las circunstancias de vuestra vida- vuestra apariencia, vuestra procedencia, el dinero que tengáis, lo que pasa en vuestra casa –no son una excusa para descuidar vuestros deberes escolares o tener una mala actitud. No es excusa para ser groseros con vuestro profesor, hacer novillos, o abandonar la escuela. No es excusa para no intentarlo.

(Discurso de Barack Obama en la escuela secundaria Wakefield, en Arlington).

No me he resistido a copiar el discurso de Barack Obama a los estudiantes de secundaria de Wakefield que da paso a la reflexión de Ricardo Moreno Castillo sobre el manifiesto No es verdad que fue dado a conocer en junio pasado. En aquella ocasión tuve la necesidad de razonar sobre aquellas cadenas de reflexiones sobre el estado de la educación en España. He recibido personalmente un correo de Ricardo Moreno Castillo en que me remite su contramanifiesto No es verdad que no sea verdad. Lo enlazo aquí para todos los que quieran disfrutar de una prosa contundente contra ese cúmulo de necedades que es el manifiesto No es verdad. Necedades y despropósitos. Necedades en que se carga toda la situación de la educación en España contra los profesores; necedades en que se establece una dicotomía entre tradición y modernidad poniendo a la primera en un lugar ominoso como si la escuela no fuera un puente entre el conocimiento del pasado (de la historia, de la tradición) y el presente, en sus métodos y en sus contenidos; necedad por no abordar ni en un solo párrafo de su ilación hilarante la defensa del conocimiento, de la transmisión del conocimiento en la educación; ni en su olvido de la responsabilidad de los alumnos de respetar dicho conocimiento, a sus profesores, a sus padres y a sus mayores. No se trata de que nuestros alumnos, señores autores del manifiesto, sean peores que los de otras épocas, sino que están inmersos en un sistema fundamentalmente perverso y que ustedes partidarios de la modernidad y de la falta de responsabilidad, olvidan continuamente. El esfuerzo no es popular, sólo hay que preguntar a nuestros alumnos. No les gusta esforzarse. ¿Para qué? Mejor estar tumbados toda la vida en el sofá viendo la tele o jugando al ordenador. Algunos de ellos se salen de este esquema y se esfuerzan, pero el sistema no les ayuda. El sistema ayuda al transgresor, al objetor, al que no tiene nada que decir o no quiere hacer nada. No se trata sólo de poner medios tecnológicos para satisfacer las ansias de modernidad de nuestros alumnos, se trata también de restablecer un espíritu, un ansia de progreso, de mejora y de aspiración al conocimiento. Y en ello, los profesores en lugar de verse encadenados a los savonarolas y los juanjos de turno, deben tener cierta seguridad en su papel de transmisores del conocimiento y del saber de nuestro tiempo y de épocas pasadas.

La comparación entre el discurso de Barack Obama y el tono y argumentario de esa pobre divagación de los firmantes del manifiesto No es verdad, me da medida del alcance de sus reflexiones.

martes, 29 de septiembre de 2009

Arco iris

En clase de lengua de tercero de ESO aprovecho los textos que leemos para promover debates. Creo que es un medio eficaz para fomentar la participación y la expresión oral, a la vez que establece unas pautas para poder hablar siguiendo un turno en el que todos pueden expresarse libremente respetando las voces de los demás.

Hoy el tema era un texto de Paul Auster en el que entre otras cosas hablaba de la inutilidad práctica del arte y la literatura. Asimismo reflexionaba sobre la creencia entre alguna personas de pensar que la práctica del arte o su disfrute nos eleva a un nivel personal superior. Aducía el ejemplo de Hitler que comenzó siendo artista, y el de tantos asesinos nazis que eran entusiastas de la mejor música clásica y de la más exquisita literatura. Me duele reconocer esto. Ser artistas y amar el arte no nos hace mejores personas. Ser lector no te hace mejor persona. La Alemania nazi y Hitler lo demuestran. Pero no era de esto de lo que quería hablar. Aprovechando el tema en la clase de la tarde, he sacado la persecución de Hitler contra los diferentes, contra los disminuidos psíquicos y físicos que enturbiaban la raza aria, contra los comunistas, los gitanos, los homosexuales, y por supuesto los judíos. Un alumno me ha preguntado que qué tienen de malo los gitanos. Yo le he dicho que nada, pero que él perseguía una raza aria pura sin contaminación racial. Pero le he dicho que en su pregunta faltaba algo y era también que qué tienen de malo los homosexuales o los judíos para que fueran perseguidos y masacrados. Para mi sorpresa, la mención de la palabra “homosexual” ha sido objeto de mofa y befa por toda la clase (al menos por parte de los que se han manifestado). Es que los homosexuales, profe… me han dicho. ¿Los homosexuales qué? –he contestado-. Es que se visten como mujeres y hablan como ellas. La sensación dominante era la de repugnancia ante la homosexualidad. Les he explicado que la homosexualidad no era un defecto ni una enfermedad, sino una condición genética aleatoria que afecta aproximadamente a un 5 o 10 por ciento de la población, lo que hacía probable que entre los que me estaban escuchando hubiera alguno que estuviera descubriendo su condición sexual y que esta fuera homosexual. El rechazo era enorme. La homosexualidad no es un tema resuelto, se percibe como algo anómalo, antinatural, contranatura y en estos muchachos de quince años, me inquieta el poder de los estereotipos y las ideas preconcebidas. Es pura homofobia la que late en ellos de una forma muy intensa, tanto entre chicas y chicos. Ignoro si entre ellos había alguno que habría matizado esta aparente opinión mayoritaria, pero cualquiera se atreve a hablar de este tema sin que le endilguen el sambenito ya saben de qué. Los más rudos y elementales imponen su voz, y la del profesor intentando imponer cordura acerca de algo que es una condición natural de los seres humanos, no logra alcanzarles. Tan grandes son sus prejuicios. Al menos he logrado hacerles reconocer que si unos padres tienen un hijo homosexual, estos deben aceptarlo y quererlo como a cualquier otro. Esto lo tenían muy claro.

Les ha planteado la posibilidad de que algún homosexual viniera a la clase a charlar con ellos para que vieran que no es un enfermo ni lleva cuernos ni se viste como las mujeres, sino que la mayoría de los homosexuales llevan una vida que transcurre entre nosotros sin ningún tipo de discordancia. Y si la hubiera –la discordancia- tampoco debería ser motivo de rechazo o de repugnancia. La diversidad es esencial a la hora de entender las relaciones humanas.

Me ha sorprendido esta animadversión que pensaba que debería estar matizada por las leyes recientes sobre matrimonio homosexual o su presencia en películas o series de televisión como personas totalmente normales. Pero esto no es así. Desde luego un muchacho o muchacha que esté descubriendo su identidad sexual homo en un instituto de secundaria lo debe pasar muy mal, más si oye opiniones como las que he tenido ocasión de escuchar hoy en clase de lengua. Y ello me lleva a la conclusión de que es un tema candente, abierto y sangrante. No se persigue activamente a los homosexuales ni se los lleva a la cárcel, pero hay un muro invisible que los estigmatiza y ante el cual es difícil saber qué hacer. Está muy bien el día del orgullo gay pero también algo debería llegar a los centros de secundaria especialmente de zonas de carácter primario y donde las opiniones son demoledoramente contrarias y homofóbicas. ¿Qué hacer? Me pregunto. Supongo que los homosexuales están acostumbrados a vivir en un mundo potencialmente enemigo y urden sus estrategias de resistencia frente a la mentalidad hetero tan despreciativa y agresiva. Por ellos. Por esos muchachos y muchachas que sobreviven en los centros de enseñanza en un ambiente de total hostilidad, y que poco a poco van siendo conscientes de su identidad y que nos enriquecen con su inteligencia y sensibilidad.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Sensación de vivir

¿Hay algo tan poderoso como un sentimiento? ¿Como una suma de sentimientos? Creo que nos mueven los sentimientos más que las ideas. Un sentimiento es un estado del corazón, del ánimo, del humor, una propensión a lo emocional. Una idea es más racional y, por tanto, más fría, más cerebral, más intelectual, más analítica. Aunque también hay a veces ideas que se sentimentalizan, se cargan de densidad emotiva -y de peligro-, la de nación, la de Patria por ejemplo.

Hay blogs emocionales y sentimentales y blogs aparentemente más fríos que son más de ideas y reflexión. Los primeros suelen tender al éxito de convocatoria. Nada hay que promueva más la adhesión que alguien se plante en medio de su blog y diga “Yo soy así”, y tras ello una catarata de sentimientos y emociones, de confesiones, de homenajes, de perlas reflexivas bienintencionadas al estilo de Paulo Coelho y Susanna Tamaro (Donde el corazón te lleve). Y es que los sentimientos mueven el mundo. A la gente le gustan los sentimientos pero desconfía de las ideas. Dadme un sentimiento y moveré el mundo podría decir algún bloguero con exactitud. La acumulación de sentimientos crea una estética participativa, a diferencia de la gris y más solitaria de las ideas; no cabe duda de que la dimensión sentimental promueve, concilia los contrarios y lo heterogéneo, aúna a personalidades diversas que participan gozosamente en la efusión y la cocción emotiva.

El mundo no puede funcionar sin sentimientos pero puede funcionar sin ideas, tan complicadas por otra parte. Así es nuestro mundo. Se nos han acabado las ideas. Es difícil luchar por ideas, sobre todo cuando estas son sombrías y no promueven –aplicando la razón- la dimensión esperanzadora. Tenemos un mundo herido, que sangra por los cuatro costados, y cuyo futuro es muy incierto. Como ven, las ideas también nos pueden llevar a los sentimientos. Sentimos inquietud, temor, casi desolación. Pero eso no es admisible. Hace tiempo que Coca Cola promovió una campaña publicitaria con aquella canción memorable que fue Viva la gente, o la otra de Sensación de vivir o Coca Cola y una sonrisa. A partir de aquello quizás comenzó la escuela de psicología norteamericana del llamado pensamiento positivo que nos es tan natural pues se difunde a través del cine americano, la publicidad, los medios de comunicación, las teorías educativas que se han impuesto en occidente, la filosofía media de los ciudadanos que pese a todo creen que merece la pena una sonrisa y lo que está por venir tampoco hay que pensarlo demasiado. El mundo se cae a pedazos y entre los destrozos advertimos que las ideas son peligrosas, y que lo auténticamente revelador son los sentimientos que nos hacen cantar todos juntos de la mano y por el jardín.

Hay magníficos blog de ideas o de literatura que tienen muy escasa audiencia. Suelo frecuentar algunos de ellos y observo que son profundos, que en ellos hay intuiciones serias -pero que son difíciles de digerir- o reflexiones existenciales sin la profusión sentimental que hace de caldo de cultivo de audiencias más mayoritarias. No sé si hay una relación entre superficialidad y éxito en la blogosfera. En general lo banal vende más que lo denso y con significado. ¿Y además quién se cree en posesión de la verdad para definir qué es denso y significativo? El ciudadano medio está en el centro, el blog es la apoteosis del ciudadano vulgar que de pronto se ve aupado a una cierta fama entre un número determinado de seguidores que lo aplauden, que lo jalean, que se identifican con sus sentimientos, con su forma de ver el mundo -su peculiar Weltanschaung- y con sus emociones. El vecino de la aldea global se erige en cierta manera en líder y recibe adhesiones en su blog que participan de su visión sentimental y de su egolatría.

Me congratulo de que Profesor en la Secundaria reciba entre los comentarios reflexiones que mejoran –y mucho- lo expuesto en el blog, que iluminan y llegan más allá de lo sugerido, que son chispas de inteligencia en un piélago de incertidumbre. Me alegraría de estar en la sombra y que mis sentimientos fueran un subtexto casi innecesario. A mi lo que de verdad me producen emoción son las ideas que deslizáis en vuestros comentarios, sin ostentación, pausadamente, reflexivamente. A mí lo que me produce emoción es visitar otros blogs que luchan en la soledad por mantener una visión del mundo no mayoritaria, personal, no condicionada en exceso por la sopa Cambell. En ese enhebrar y encontrar otro tipo de sentimientos, que caminan en lo subterráneo, encuentro uno de mis mayores placeres de pertenecer a la blogosfera.

martes, 22 de septiembre de 2009

La comunicación

La comunicación es un tema clásico dentro de los libros de lengua de la ESO y Bachillerato, pero es un tema que de tanto repetirse termina por ser cargante, lo que no obsta para que sea una de las cuestiones más extraordinarias que se pueden considerar. La vida social es comunicación en todos los sentidos, comunicación unidireccional o bidireccional en la que emisor y receptor intercambian sus papeles continuamente. Nuestro mundo tecnológico se caracteriza por ansiar la llamada interactividad, el relevo de papeles. Todo es comunicación, me he dicho pero no basta con decírselo a uno mismo. Hay que saberlo comunicar a estos adolescentes que intuyen un tema soporífero y que eso de emisor, receptor, mensaje, canal, contexto y código les suena a chino. Más aún en una clase caldeada por las altas temperaturas de los últimos días a última hora de la mañana cuando tienen hambre, están cansados y no tienen –aunque esto es frecuente- ningunas ganas de trabajar ni pensar. He llegado serio, aunque cordial, y me he propuesto hacer una clase académica, explicando la teoría con ejemplos, para luego realizar algunos ejercicios sobre lo que hubieran entendido. Es un curso de tercero de ESO con alumnos heterogéneos. Y he de reconocer que me ha salido mal. No había circunstancias para impartir una clase académica –con tendencia a ser aburrida-. La hora que era desaconsejaba pensar como idea directriz un aprovechamiento académico del tiempo. Y ha salido mal, muy mal. He salido descontento de la clase. Estaban alborotados y no he conseguido que el tema les importara un pimiento. Es una experiencia triste cuando una clase te sale mal. Pensar que puedes y debes aprovechar el tiempo no es demasiado buena idea en algunas ocasiones. Pero hay tantas ocasiones en que hay que tener en cuenta el momento en que están nuestros alumnos… A primera hora están dormidos y bostezan repetidamente, todavía con la mente puesta en la cama calentita y el desagrado del madrugón (empezamos a las ocho de la mañana). A segunda y tercera horas se está mejor, pero antes del patio ya están algo inquietos y tienen hambre. Después del patio, con la glucosa que han tomado, llegan acelerados y sudorosos sin ninguna gana de aprovechar el tiempo. Hay que calmarlos y llevarlos poco a poco. Las últimas horas y las horas de la tarde son procelosas, especialmente la últimas. Por la tarde no tienen ganas de nada, sólo de sestear y no realizar ningún trabajo serio.

Por la tarde volvía a tener clase con otro tercero de ESO a las cuatro, tras una primera hora. Los he encontrado agotados, mirando el reloj. El calor era agobiante. Tenía que explicar nuevamente el tema de la comunicación. Pero sabía qué error no debía cometer, así que me he convertido en un showman, rompiendo el esquema académico de la explicación, he dejado el libro de lado y he empezado a plantearles problemas y reflexiones sobre el universo comunicativo. ¿Nuestro aspecto personal es un acto de comunicación? , han gritado cuando les he puesto un ejemplo enormemente exagerado de un punky con cresta roja y piercings por todos los lados, pantalones de cuadros y botas con metal, que va a pedir trabajo para emplearse como relaciones públicas en una empresa de hostelería. ¿Le cogerán? Se ha abierto el debate y ha habido diferentes opiniones levantando la mano. Luego les he planteado si un beso es un acto de comunicación y que identificaran en tal caso los elementos que lo componen. He utilizado mi biografía personal y he empleado todos mis recursos histriónicos produciendo un feedback continuo. Se ha creado un buen ambiente en el aula. No tenían que tomar apuntes y todo era dialogado. Hemos abordado la comunicación no verbal como tema. Les he imitado la forma de andar en diferentes partes del mundo y les he relatado como son las relaciones afectivas en las distintas culturas, entendiendo todo como actos de comunicación cuyos elementos podemos analizar. Ha sido una clase abierta, agradable, me lo he pasado bien y ellos creo que también, el tiempo ha pasado rápido, pero he tenido que acudir a toda mi gesticulación y espíritu clown exagerando enormemente. He convertido la clase en un espectáculo total. Y ellos parecían razonar en este ambiente festivo. Al final les he dictado –para el próximo día- durante quince minutos los ejercicios que esta mañana se han hecho mal y de mala gana de aquella clase de la que he salido desangelado y perdido.

Seguramente cuando se encuentren a la salida del instituto no entiendan si unos y otros están hablando del mismo profesor. No sé dónde queda el informe PISA en este sentido. Si uno quiere ser estricto y académico se puede encontrar con una barrera insalvable que hace el esfuerzo vano y desagradable. En el otro lado, uno no deja de pensar que todo se tiene que convertir en un espectáculo para que pueda ser aceptado y asimilado. O en definitiva que todo tiene que ser divertido. A mí no me cabe duda de que me lo he pasado mucho mejor en la clase de la tarde. Al menos por la tarde hemos conseguido establecer comunicación bidireccional. Pero ¿es éste el camino?

miércoles, 16 de septiembre de 2009

El factor humano

El factor humano es una espléndida novela de Graham Greene en el que se plantea una historia de espías, pero exenta de violencia, y en ella aparece el lado peligroso de las cosas, el ladrón honesto, el asesino tierno, el ateo supersticioso… La leí hace unos veinte años y creo que necesito volver a Greene, como a tantos autores. Me gusta su moralismo. Creo que los grandes escritores son moralistas. Creo que todo ser humano ha de pensar constantemente qué está bien y qué está mal, qué parte de su vida merece la pena ser rescatada y cuál otra debe ser reconsiderada. No hay nada que me produzca más hastío que los que piensan que su vida es perfecta y que no tienen nada de qué arrepentirse. Yo tengo muchas cosas de qué arrepentirme. Escribiría una lista enorme, pero no sé si sería justo porque todo eso me ha hecho ser como soy. Y además es inútil.

Como profesor creo que soy un auténtico desastre. Pero he tenido momentos interesantes. Muy interesantes. Hoy para escribir este post tenía como motivo conductor el título. Se llamaría El factor humano. Greene y mi experiencia como profesor. Esa experiencia trufada de éxitos, desaciertos, encuentros y reencuentros, dudas, pasión, depresión, hundimiento, renacimiento… No deja de admirarme ese factor humano que vertebra nuestra profesión. En mis años de docencia me he encontrado con personas, personas en un momento clave de su existencia. En su adolescencia. Un periodo tormentoso, agitado, tremendo, decisivo, luminoso, conflictivo. Hay quienes atraviesan la adolescencia blindados ante la tormenta y quienes sucumben a ella y se dejan arrastrar por olas de veinte metros. Quizás más. Siempre me ha gustado esa pasión, ese desgaste, esa entrega a lo imposible de la adolescencia. Una nave en busca de destino. Y uno pensando con Sartre que quizás la vida es una pasión inútil. Que el ser humano es una pasión inútil. Pero ¿cómo se lo haces saber a esos eternos adolescentes que son nuestro público y que se obstinan en poner pasión a sus actos y a sus pensamientos para llevarlos a errores sin fin o a aciertos insospechados? Somos la única profesión que tiene como receptores a adolescentes que nunca se acaban. Cuando han crecido dejan de ser alumnos nuestros. Pero llegan otros nuevos. Y la adolescencia nunca se acaba. Confusión como signo, pasión en las venas, hormonas aceleradas, pensamiento crítico, lenguaje insuficiente para revelar su interior. Y somos profesores de lengua. Hemos de darles elementos para que puedan expresar su magma interior. Lenguaje, palabras, ideas, elementos de anclaje en la tradición literaria. No hay nada más triste que una promoción de alumnos que no tienen algún tipo de ahondamiento en lo literario. Una generación de expertos en educación se ha obstinado en expulsar la literatura de la formación de los adolescentes. Álvaro Marchesi y su banda no han leído mucha literatura. Se nota en su forma de razonar y en su pensamiento banal. Hace falta tradición literaria. La literatura es esencial en la formación de esos muchachos (y muchachas) que están buscando su lugar en el mundo. La tradición literaria ahonda en los conflictos humanos que son siempre los mismos. Si los enumeráramos quedarían los dedos de una mano, tal vez. Nada hay como la literatura para encontrarse con ese factor humano que da título a mi post y que se ha convertido en el eje de mi actuación como profesor.

Hoy les he entregado una carta auténtica de amor escrita por Jeni a su amado Jonatan. Es un auténtico horror ortográfico pero contiene en ella una corriente de la lírica medieval. La enamorada, el amado, la confidente, el lugar de encuentro, el deseo físico. Las cantigas de amigo galaico portuguesas serían su referente. Les he propuesto corregirla y escribir ellos otra carta de amor. ¿Qué sería la adolescencia sin el amor? Los adolescentes están necesitados de amor, del otro, del cuerpo físico, pero también de la palabra amiga, afectuosa, si puede ser sabia, mejor que mejor.

Ellos pasan, nosotros quedamos. Ser profesor implica un enorme desgaste emocional. Me río de esos simples que menosprecian a los profesores y hablan de sus vacaciones. Nada hay tan delicado como tratar con emociones humanas y más si éstas tienen lugar en la adolescencia. Nada hay tan complicado, tan jodidamente difícil y a la vez tan enriquecedor. Necesitamos llenarnos de sustancia humana, de sentimientos, de pasión, de ideas, de rabia, de profundidad, de literatura, para seguir atendiendo a eso que he llamado factor humano. Pasión en estado puro.

Por la literatura siempre.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Valverde de Lucerna

Hoy me ha llegado la noticia. Yo, como jefe de seminario, debo ser el tutor de una joven profesora en su inicial año de prácticas. Ella, vamos a llamarla Dunia, encarna en muchos sentidos el profesor que yo fui hace veinte años: imaginativa, entusiasta, con gran capacidad para relacionarse con los adolescentes, segura de sí misma, sensible, optimista, con ganas y capacidad de experimentar, sentido del humor… Dunia no teme impartir clase a los alumnos más conflictivos del centro en un centro de por sí conflictivo y periférico. Nuestros alumnos no requieren de un profesor que les enseñe una materia, necesitan a un profesor que esté cerca de ellos, que los acompañe, que los estimule a sus ganas casi cero de hacer cosas o de estudiar. Dunia sabe cómo estar con ellos, sabe reírse con ellos y también ser firme cuando toca. A veces –sabe- hay que expulsar e imponer la autoridad en el aula. Piensa que estos chavales están en muchos sentidos desamparados por sus circunstancias sociales y familiares y que lo más que necesitan, más allá de la materia, es alguien que sea próximo a ellos, que les haga caso, que les dé afecto. Esta empatía es un músculo que se desarrolla, comenta Dunia. Ellos la quieren y les gusta tenerla como profesora. Dunia encarna al profesor que ha podido y ha sabido desenvolverse con éxito personal en la escuela que da primacía a lo social frente quizás a lo intelectual.

La contemplo y me veo reflejado en muchos sentidos en el que fui en otro tiempo en que me sentía próximo por edad y sensibilidad a mis alumnos. No había mayor placer para mí que tener una charla con adolescentes. Los prefería a cualquier charla con adultos compañeros de trabajo. Imaginaba por las noches qué proyectos locos llevar adelante con ellos, y lo sorprendente es que por inverosímil que fuera la idea que yo hubiera tenido, ellos se apuntaban entusiasmados.

Las clases eran un hervidero, una tormenta de ideas permanente. Mi mayor placer era cederles la palabra, hacerles sentir protagonistas de esas clases que eran necesariamente diferentes a otras clases más académicas y convencionales. Putrefactas, pensaba yo en aquel tiempo imitando a Lorca y Buñuel. Mi seguridad en mí mismo me hacía saber dirigir aquel bateau ivre utilizando la literatura como arma creativa, como arma imaginativa y secreta. Cualquier cosa era posible. Sólo había que imaginarla y una tripulación de orates adolescentes se apuntarían a descubrir nuevos mares en los que yo, cual Ulises, les acompañaría asumiendo los riesgos principales. Pensaba yo que lo esencial era utilizar su rebeldía juvenil para llevarles hacia la literatura, para que ellos experimentaran la literatura, para hacerles sentir cerca la literatura más contemporánea y también la clásica. Nunca vi contradicción entre lo más rabiosamente clásico y lo más actual. Lo importante era sentir, conocer, interpretar. Pensaba que un adolescente era un intelectual en potencia y que el placer de saber lo retroalimentaría haciéndolo llegar más lejos.

Ahora todo ha cambiado. El perfil intelectual ha caducado y la literatura auténtica en cierto sentido ha entrado en crisis. Mis alumnos no necesitan a un profesor intelectual sino a un profesor cercano, con sentido del humor, imaginativo, seguro de sí mismo, explosivo y optimista, quizás no demasiado obsesionado con impartir la materia pero sí en la vocación de abrirlos a la vida, a las cosas, al respeto, a la compasión que parte de la comprensión de sí mismos. Creo que Dunia representa en grado de excelencia estas virtudes y capacidades, y yo que contemplo el que fui, admiro su actitud positiva ante los cursos más difíciles, sus ganas de innovar, de hacerles sentir vivos y escucharlos transmitiéndoles afecto. Es la clase en las dos direcciones: la que va del profesor a los alumnos y la que va en sentido inverso, de los alumnos al profesor y al mundo.

Tengo que evaluarla, y junto a este juicio profesional inmediatamente se me agrupan muchos recuerdos, emociones, certidumbres y también incertezas de ahora. Hubo un profesor que fui y que ahora contempla a un doble de sí mismo en otras coordenadas, en otras circunstancias, en otro modelo que yo llamaría fundamentalmente “social” y “humano” y la admiración me domina… Ser profesor a veces tiene recompensas difíciles de explicar. No sé por qué este post me recuerda en algunos sentidos a San Manuel Bueno mártir –esa obrita de Unamuno injustamente olvidada por la Generalitat de Cataluña en las PAU-, cuando el sacerdote se confiesa con Ángela y le confiesa sus dudas. En fin…

sábado, 5 de septiembre de 2009

Crisis de fe


Faltan unos días para que comience oficialmente el curso y que nos presentemos ante los chavales. Entretanto nos afanamos en numerosas reuniones de coordinación (de departamento, de tutores, de cursos, generales…), y aprovechando unos instantes de pausa, he salido al pasillo a tomar un vaso de agua fresquita de esas fuentes con depósitos que ahora son frecuentes en las escuelas. Allí estaba Tomás, profesor de filosofía, exhibiendo oronda barriga y una camiseta de Kukushumushu. Hace unos años éramos íntimos y solíamos charlar de lo divino y lo humano con harto placer y pasión en nuestros ratos de asueto. El tiempo nos distanció, pero el calor de la relación de alguna manera se ha conservado. Él no da ESO –sólo bachillerato- y su visión del sistema educativo es sensiblemente distinta a la que tenemos los que hemos dado primeros y segundos de secundaria. En el fondo de nuestra distancia creo que está esa circunstancia que nos lleva a tener menos cosas que compartir. Hoy nos hemos hablado con renovado placer. El tema han sido los trabajos de investigación (treballs de recerca) que él dirige en segundo de bachillerato. Resumo alguna impresiones acerca de sus trabajos. Aclaro que en Cataluña es una institución la figura del treball de recerca. Ocupa más o menos medio año de investigación y elaboración por parte de los alumnos hasta que logran presentar por escrito y oralmente (ante un tribunal) el planteamiento de su tesis, trabajo y conclusiones, todo de acuerdo a los métodos de trabajo científico.
Uno de sus trabajos versaba sobre el superhombre de Nietzsche tal como se proyecta en las novelas de Jack London, especialmente en Los mares de sur y en Los relatos del gran Norte ambientados en Alaska y el Yukón. El otro que me ha explicado y que me ha llamado poderosamente la atención es el estudio de la figura de la mujer en el Corán, poniéndo especial énfasis en todo aquello que proyecta sumisión y subordinación de la misma. El autor del trabajo es un muchacho marroquí –muy aventajado e inteligente- y partidario del mundo occidental en el seno de una familia de valores que él califica como integristas islámicos. Tomás entendía que este muchacho está viviendo su particular crisis de fe –aquella que vivíamos los que pertenecemos a otras generaciones cuando llegábamos a algún punto de nuestra adolescencia y que ahora ya no existe pues se tiende a no creer en nada trascendente por lo que es impensable que exista ese hermoso e interesante conflicto que es la crisis de fe. El muchacho –Abdul- rastrea el Corán y descubre ejemplos cuando se dice que la mujer debe bajar los ojos cuando se encuentra con un hombre. Tomás dialoga con él y se da cuenta que se encuentra ante un conflicto muy sutil y complejo. No puede escorarlo hacia occidente en su dirección del trabajo, debe dejar que sea él mismo quien halle la línea del desarrollo de la tesis: el islam somete y subordina a la mujer ante el hombre. Yo he hablado del libro de Ayam Hirsi Ali, Yo acuso en el que la diputada holandesa de origen musulmán y huida de un matrimonio forzado en Somalia, acusa al Islam de totalitario y se declara abiertamente atea. Tomás utiliza en su dirección del trabajo autoras menos contundentes como la marroquí Fátima Mernissi, autora de libros muy interesantes sobre la mujer y el Islam pero que intenta conciliar su pertenencia al mundo musulmán con la modernidad. Fátima Mernissi ha estudiado desde una perspectiva racional la situación de la mujer en el Islam y ha profundizado en los estereotipos occidentales sobre el mundo islámico en especial en la idea artística que tenemos sobre el harem.
Yo he pensado que esta crisis de fe de Abdul puede ser muy creativa, pero también el preámbulo de algo que puede ser más peligroso. ¿Podrá conciliar su pertenencia al mundo, a las costumbres, a su familia islámica (rigorista) con la racionalidad y el nihilismo de occidente? ¿No llegará un momento en que Abdul perciba el gigantesco vacío de valores en que nos debatimos los occidentales? ¿No necesitará él en algún momento un sistema moral fuerte al que asirse? El Islam posee una sencillez y un magnetismo realmente admirables. La belleza de su concepción unitaria del ser, del hombre supeditado a Dios, de la conducta ordenada del hombre, de su moral y de sus obligaciones regidas por la compasión lo hacen sumamente atractivo. Os planteo que veáis y escuchéis sin prejuicios el vídeo que aquí enlazo. ¿No llegará un momento en que Abdul se sentirá miembro de la Ummah (comunidad islámica) y se distanciará de Occidente y lo que significa nuestro mundo vacío de valores, de nuestro relativismo y ambición que nos lleva a exprimir el mundo dejándolo exhausto y dejándolo al borde de la consunción? Hemos hecho del poseer nuestra razón de existir, abandonando la importancia del ser. Sin embargo, Occidente ha posibilitado la emancipación de la mujer, la medicina, la tecnología, la educación universal… En el vídeo que enlazo no hay mujeres pero sí una belleza que percibo y que puede ser realmente atractiva para alguien que tenga una crisis de fe. Entretanto veo a muchas mujeres musulmanas con el cuerpo cubierto de la cabeza a los pies en pleno mes de agosto. Muchas dicen que lo hacen eligiéndolo voluntariamente y reivindican ir con el hiyab porque les sale de dentro y que éste es fruto y manifestación de su libertad.
Pienso en el sufismo, esa corriente de misticismo islámica y que posee tan fuerte capacidad de atracción por su tolerancia y su alejamiento de cualquier extremismo fanático. Pienso en que esta crisis de fe de Abdul puede ser extraordinariamente rica y le deseo que logre abrirse a síntesis fructíferas. No me gustaría encontrármelo un día como enemigo inteligente (¿fanatizado?) de nuestro mundo, a pesar del vacío en que nos movemos intentando nosotros de alguna manera rastrear fundamentos de valores y puntos de apoyo que den algún sentido a lo que vivimos. En definitiva todos estamos en ese proceso de buscar el sentido a la vida.

martes, 1 de septiembre de 2009

Ubu rey


Y volver, volver, volver a tus brazos otra vez… Resuena en mi mente la canción original de Vicente Fernández cuando comienzo a escribir este post un uno de setiembre que ha amanecido gris en Cornellá pero con una atmósfera sofocante. Vuelvo a mi instituto y vuelvo a publicar. Estoy aquí, pero me pregunto seriamente si vuelvo de nuevo porque tengo algo que decir o tal vez por la pasión narcisista de seguir estando en la blogosfera. Temo nutrirme de retórica, de sentimentalidad autocomplaciente, de ideas tópicas, de palabrería vacua… Creo realmente que no hay muchas cosas que decir y que el silencio es a veces la actitud más digna que uno puede mantener. He sopesado si volver o no volver tras dos meses y medio de ausencia. Es una cierta sensación de liberación estar sin publicar, sin estrujarse los sesos para idear un post cada cuatro días en los que pueden deslizarse motivos poco meditados, quizás un poco traídos por los pelos.

Hace tres años años publiqué un post a primeros de septiembre titulado Reglamentos. En el recreaba una situación delirante en el claustro de mi instituto a propósito de la disciplina y las amonestaciones… Como ilustración había un dibujo del dios nórdico Thor en la imaginería de Marvel Comic Groups, que desgraciadamente ha sido comprado en su totalidad por Walt Disney. Detesto casi todo lo que representa Walt Disney y su estúpido canal para adolescentes y púberes, así que no me hace ninguna gracia que los héroes de mi adolescencia, que me alejaron de Disney definitivamente, hayan fagocitado a Marvel. Mierda. Una palabra malsonante que dio comienzo a una de las parodias vanguardistas más famosas del teatro alternativo: Ubu Rey. Mierda. Pues decía que hace tres años di comienzo a mi anual periplo bloguero con un post sobre los dichosos reglamentos –y la dificultad del consenso- y ponía como protagonista al jefe de estudios del centro y sus famosas camisetas que en aquel día era una con el dios Thor.

Hoy me he enterado que Thor, profesor de matemáticas del centro, ya no estará más en los pasillos exhibiendo sus polémicas y gozosas camisetas. Lo han trasladado de instituto, o mejor, le han dado destino definitivo en un centro en la otra punta de Barcelona. Será difícil a partir de ahora compartir conversaciones ajenas a lo académico –hecho que nos encanta-: sobre póker, magia, elaboración de cócteles, política, la pasión del juego, libros de matemáticas o literatura, el camino de Santiago, erotismo, exposiciones de pintura o instalaciones vanguardistas.

Te deseo, Thor, un buen viaje y que lleves tu martillo Mjolnir tan airoso como siempre, sin acritud, con humor, con imaginación, y que no te enteres que ahora es propiedad de Walt Disney Productions. Uf…

A cambio, ha llegado una nueva compañera a mi seminario llena de ilusión, joven y pelirroja. (Este año pongo como obligatoria una novela titulada Las pelirrojas traen mala suerte). En cuanto ha entrado a nuestra sala de reunión, aquello se ha alegrado y se han empezado a escuchar nuevos proyectos y propuestas para los chavales de la ESO, que el año pasado tuvieron la suerte de tenerla como profesora y terminaron queriéndola profundamente. Va a ser un placer trabajar con ella. Compartimos la ilusión de utilizar los blogs como herramienta educativa. Bienvenida, compañera.

Si algo es necesario en esta profesión es la ilusión, la capacidad de encontrar motivos para proyectar ideas positivas cuando nos encontramos en contextos socialmente difíciles como es el nuestro. Ilusión e imaginación, frente a la burocracia que nos abruma, frente a una administración de lenguaje torpe, inelegante y tecnocrático. Quiero pensar que este año será una ocasión para volver a retomar la pasión que tantos años me ha animado. A veces he pasado por zonas oscuras profundamente desoladoras. Dejémoslo estar. Me gustaría que la pasión y la imaginación presidieran mi estado de ánimo. El hecho de ser profesor ha contagiado gozosamente mi vida durante largos años. La presencia a veces de compañeros llenos de espíritu cordial y un toque surreal enriquece nuestros días. Y es que salirse de los caminos trillados es un auténtico placer.

Máximo (Sí, Máximo) descubrió mi blog hace tres años leyendo mi post sobre los dichosos reglamentos. Confesó que se había reído con él y siguió leyéndome y siguiéndome. Trenzamos una una hermosa relación en la blogosfera. Yo leía su blog fundacional, un experimento apasionante, que Máximo (¿o Gorka?) termino por hacer desaparecer un día. Ahora leo indignado que en su blog El adoquín del Temple ha planteado una especie de combate entre su yo biográfico (Gorka) y su yo inventado, su yo literario (Máximo), e invita a los lectores a intervenir en la diatriba con el propósito de terminar asesinando a su alter ego un día aciago de octubre. Yo encabezo la asociación de amigos de Máximo, infinitamente más interesante que su yo casual y biográfico. Pido que entréis en su blog y que le deis caña para hacerle abandonar ese empeño abominable.

Máximo y Thor se unen en mi memoria. Y es por esto que vuelvo a la blogosfera, para reinvidicar que todos nos tomemos un cóctel preparado por Thor, un cóctel afrodisiaco, y nos dispongamos a disfrutar con música de jazz de este nuevo curso que hoy queda formalmente inaugurado en este blog. Viva Máximo y abajo Walt Disney.

viernes, 12 de junio de 2009

Receso

Estimados amigos:

He llegado a un punto en que necesito una vacaciones blogueras coincidiendo con el verano. Han sido noventa y tres posts (con éste, noventa y cuatro) los que he escrito durante este curso escolar. Quiero comprobar durante un tiempo que se puede vivir sin publicar, sin leer los comentarios, sin leer otros blogs. A veces esta actividad es de una tiranía autoimpuesta sorprendente. No me cabe duda de que soy un adicto a los blogs. Me produce una gran satisfacción la posibilidad de fijar mis impresiones ¿pensamientos? y que alguien -casi siempre con generosidad- lo lea y me dé su punto de vista. Gracias, amigos, por vuestra participación, por vuestras opiniones, por vuestros desacuerdos... Estos los aprecio doblemente porque muestran que ni este blog -ni los que frecuento- son blogs en que todo el mundo dice que es maravilloso por sistema lo que se ha escrito. La discrepancia es la base más fructífera de la blogosfera, la discrepancia y en otras ocasiones el acuerdo razonado.

A partir de ahora, apago, desconecto, emigro, me evaporo, me esfumo, me dedicaré más a la lectura, a mi familia, a caminar, a ir a la piscina, y, si puedo, a viajar. Tengo la intención de caminar doce días en agosto recorriendo el camino “primitivo” de Santiago, entre Oviedo y la capital compostelana. También soy un adicto al camino.

Hasta la vista, que seáis felices.

martes, 9 de junio de 2009

La lengua sospechosa

"Idioma y ciudadanía” es el título de un artículo de Fernando Lázaro Carreter publicado en El País el 12 de enero de 1977. He llegado a él por azar buscando otros temas lingüísticos, pero su encuentro y lectura me han evocado algunas reflexiones y nostalgias de la presencia del autor en la vida cultural española. Fue catedrático de Lengua española en la universidad Complutense y en la Autónoma de Madrid. Participó en la elaboración del Manual de Español Urgente (1976), fue miembro de la Real Academia de la Lengua desde 1972 y director de la misma entre 1992 a 1998. Lo recuerdo con especial cariño porque siendo además paisano mío -zaragozano- siempre veló por la riqueza expresiva del español. Sus artículos en la prensa, luego publicados, El dardo en la palabra, sobre los errores de los medios informativos en el uso de la lengua, eran de una calidad incuestionable y siempre resultan certeros y sugerentes. Asimismo, era un lujo contar con libros de texto en el antiguo BUP y COU de la editorial Anaya de lengua y también de literatura dirigidos por él con la colaboración del también especialista Vicente Tusón. Atesoro dichos textos como auténticos manuales de lo que es un estudio eficaz y rico de la lengua y de la historia de la literatura.

El artículo en cuestión Idioma y ciudadanía partía de la tesis de que el hablar y escribir bien era percibido -¡hacia 1977!- como un atributo de clase social. Hablar y escribir bien era considerado como sospechoso de ser instrumento de la clase superior y dominante frente a la que se reivindicaba otra lengua más libre y menos constreñida por la corrección considerada burguesa. Así las jergas juveniles, los idiolectos, los “tics”, los cliches y los vulgarismos pertenecientes a un registro coloquial y vulgar del lenguaje eran asumidos como signos de clase. Fernando Lázaro proponía un acercamiento respetuoso en la escuela a estas hablas, sin aires de superioridad, para hacer conscientes a los hablantes de la necesidad de ampliar dichos registros para alcanzar un nivel estándar de la lengua. El profesor no debía dejarse llevar por el desaliento o la resignación ante las incorrecciones lingüísticas u ortográficas de sus alumnos y debía transmitir también que la lengua no es sólo un vehículo de expresión sino además un medio de elaboración y transmisión del pensamiento. A un dominio lingüístico pobre del lenguaje corresponde un pensamiento también pobre. Si el profesor no estuviera decidido a intervenir consagraría una injusticia porque muchachos provenientes de otros medios sociales con un dominio superior del lenguaje poseerán mejores instrumentos de pensamiento y de expresión.

Han pasado treinta y dos años desde que fue publicado este artículo, y el autor ya hace cinco que falleció, pero sigue vivo el debate que genera que no es otro que el de intentar suscitar el amor y el cuidado de la lengua que no es sólo vehículo de expresión, aunque esto es lo que creen la inmensa mayoría de los alumnos. Muy pocos entienden que la lengua es algo que hay que cuidar y enriquecer. El amor por la lengua es algo que debería venir ya desde la propia familia. Es la carta de presentación de las personas sea en su vertiente oral o escrita. Sin embargo, las tres décadas que han pasado desde este artículo han intensificado el descuido y la degradación de la lengua hasta niveles que hubieran estremecido al autor de la reflexión. A los adolescentes no les gusta hablar o escribir pensando lo que hablan o escriben y consideran su nivel de lengua adecuado porque les sirve como instrumento de comunicación suficiente. El habla cuidada se considera una barrera y se percibe como algo innecesario y pedante. No es algo que sirva como modelo a imitar.

El nivel lingüístico de los adolescentes no sólo no se ha ensanchado sino que se ha empobrecido por las fórmulas sintéticas y esquemáticas de escritura en los chats y en los móviles que lastran la expresión más rica y matizada a la que no se le presta ninguna atención. El profesor se da cuenta del atroz empobrecimiento expresivo y ortográfico pero sabe también que no sólo es un problema escolar. Sus límites son sociales y la escuela puede hacer bien poco para equilibrar la balanza introduciendo una cierta mesura y riqueza en ese espontaneísmo y naturalismo que impregna cualquier escrito escolar. No existe conciencia del valor de la lengua. Se ve a esta como algo transparente y funcional y se pierde la noción de estilo personal. No es casualidad que triunfen escritores sin estilo que emplean un nivel pragmático y llano, con escasos matices. Del mismo modo el debate político no cuenta con buenos oradores y los medios de comunicación transmiten una dimensión laxa y pobrísima del lenguaje poblado de expresiones espontáneas que sirven eficazmente para comunicarse. ¿Qué modelos ven nuestros alumnos en su propia casa o en los medios de comunicación? Ya me contentaría con que la conciencia lingüística sólo fuera un diez por ciento de la pasión que suscita el fútbol.

El tema que propongo hoy es el del empobrecimiento de la lengua a todos los niveles (léxico, sintáctico, ortográfico y por fin estilístico). En 1984 de Georges Orwell, los dominadores de la sociedad difunden un neolenguaje que prescinde de la variedad y la riqueza de la lengua, laminando matices y eliminando términos. Saben que controlar el lenguaje es controlar el pensamiento. ¿Qué pasará cuando el castellano se hable sólo con quinientas palabras? ¿Tiene solución? ¿Puede hacer algo la escuela ante esta deriva general? ¿Es el hablar y escribir bien algo académico, y por ende una antigualla?

viernes, 5 de junio de 2009

Adiós, pequeño saltamontes

Ha muerto David Carradine en Bangkok a los setenta y dos años. Las circunstancias de su muerte no están claras pero todo apunta a un suicidio. David Carradine, hijo y hermano de actores destacados, puede que sea un desconocido para algunos de los lectores de este blog, pero para ciertas generaciones interpretó a un personaje que a algunos nos marcó poderosamente: Kwai Chang Caine, el monje pacifista que deambulaba por el oeste americano. La serie era Kung Fu, y para mí singularizó un momento de mi vida. Caine era un monje budista del templo de Shaolin. Su maestro le llamaba “pequeño saltamontes”, calificativo que se hizo popular en todo el mundo. En un momento de su trayectoria mata al hombre que ha asesinado a su maestro ciego y ha de ponerse a viajar y llega a Estados Unidos donde tienen lugar sus andanzas. Kung Fu es una larga serie de aventuras en que se superponen las enseñanzas de su maestro (en flash-back) que lo instruía en el taoísmo y el budismo y las circunstancias que se va encontrado. Es un experto en artes marciales pero sólo ha de hacer uso de ellas en caso de defensa propia. Era un aventurero con formación filosófica.

Este personaje le hizo popular en los años setenta y ochenta, y a pesar del tiempo pasado y su participación en más de un centenar de películas, los que lo conocimos, lo seguimos recordando por el papel del pequeño saltamontes. Su carrera fue extraña y excéntrica. Vivió en comunas hippies, probó las drogas como el peyote y no acabó de ser un actor convencional marcado por su aura de extraño. Trabajó para Martin Scorsese en Boxcar Bertha y para Ingmar Bergman en El huevo de la serpiente, así como para Quentin Tarantino en las dos entregas de Kill Bill pero nunca logró desprenderse del papel representado como monje de Shao Lin y lo vemos en todas las noticias que han aparecido en la prensa ayer y hoy en que se destaca este trabajo.

A mí personalmente me abrió el camino del taoísmo y del zen que años después practiqué. En seguida me di cuenta que en las conversaciones de Chang y su maestro había algo esencial que me interesaba y de hecho era lo que más me gustaba de la serie. El maestro era ciego y aparecía entre numerosas velas enseñando al pequeño saltamontes. Estos momentos me fascinaban mucho más que cuando Chang se veía obligado a ponerse a luchar en contra de sus inclinaciones pacifistas.

Años después compré el libro de Eugen Herrigel, El zen y el arte del tiro con arco y me lo recordó. En realidad para tensar el arco no es necesaria una gran fuerza, y el maestro ciego acierta en la diana sin ningún esfuerzo porque el arquero es simultáneamente el arco, el arquero, la flecha y la diana. Todo es uno. Cuando se entiende esto, ya no es ningún misterio el arte del tiro con arco. 

Ignoro cuál ha sido la causa de la muerte de David Carradine. La policía habla de suicidio o de accidente sexual como primeras hipótesis. Pienso que el actor encarna las contradicciones de un modo de ver el mundo entre el zen, el taoísmo, la psicodelia, el cine de culto y las series B, los hippies... No sé, me gustaría que en su vida haya habido intensos momentos de serenidad como los que me procuraba aquella serie y las conversaciones con el maestro aunque el actor quisiera desprenderse de una vez de aquel personaje que lo encasilló para siempre.

"Conocer y no saberlo, ésta es la perfección.

No conocer y estimarse sabio, éste es el mal.

Conocer el propio mal es liberarse del mal.

El sabio no tiene mal, porque lo reconoce, no lo padece"

(LaoTsé)

martes, 2 de junio de 2009

La nueva escuela.

El pasado 27 de mayo la prensa nacional (al menos El País) publicó un manifiesto como publicidad con el título OTRA ESCUELA ES NECESARIA Y ES POSIBLE, con el subtítulo MANIFIESTO PEDAGÓGICO “NO ES VERDAD”.

Dicho manifiesto mostraba su preocupación por ciertas ideas que se han difundido y que “distorsionan la realidad”. Resumo aquí las líneas maestras de este manifiesto: la escuela existente sigue en esencia el modelo de la escuela tradicional que se basa en la transmisión de saberes desfasados, en el aprendizaje repetitivo, en la evaluación sancionadora y en la prolongación de la jornada con bastantes deberes y se sigue creyendo que saber es retener información para el examen.

Deduzco, pues, que lo que se pone en cuestión es la capacidad de los profesores en la transmisión de saberes que se consideran desfasados y se defiende una escuela en que el profesor sea un mero administrador o coordinador de una búsqueda individual o en grupo de fuentes de información basadas en las nuevas tecnologías tomando a Google como el profesor idóneo. Deberá ser el profesor el que en un nuevo marco, sin exámenes y sin demasiados deberes, coordine dichas búsquedas que serán juzgadas como formando parte de un proceso de aprendizaje que habrá de resultar esencialmente satisfactorio para el alumno puesto que él, mejor que nadie, es el que sabe lo que le interesa. La escuela pasa a ser así un espacio agradable y se dejan de lado las engorrosas calificaciones y esa pesadez del llamado esfuerzo individual. El futuro es de los jóvenes y estos saben lo que quieren mejor que nadie. Sobran los exámenes.

El manifiesto niega que hayan bajado los niveles. Esto sólo es cierto si consideramos los parámetros de la enseñanza tradicional autoritaria y jerarquizada (y aburrida) y el tendencioso informe PISA. En un mundo en que la información circula libremente por internet y todo es relativo y no hay certezas absolutas, la escuela sigue anclada en modelos del pasado queriendo explicar el mundo y acumulando conocimientos que hoy son útiles, tal vez, pero mañana habrán pasado a ser inútiles.

El manifiesto continúa afirmando después que los alumnos de ahora no son peores que los de antes. Son diferentes, y si son diferentes la culpa no es de ellos. Es la sociedad la culpable por el consumismo que se ha impuesto, la cultura del triunfo y de la superficialidad. Son inciertas asimismo las noticias que se han difundido por los medios y que crean una alarma injustificada diciendo que hay falta de respeto hacia los docentes o que existe el acoso escolar. Son temas secundarios que se han sobredimensionado.

Entiendo que lo que aquí se hace es absolver a los pobres alumnos de toda responsabilidad. La responsabilidad es esencialmente social y además de la prensa por difundir una serie de estereotipos negativos de la escuela que han dañado la imagen de la misma. No se habla en absoluto de la influencia negativa que ejercen alumnos con mal comportamiento y con los cuales, siguiendo la espiral de razonamientos del manifiesto, se habrá de ser tolerante porque la culpa no es de los jóvenes pues lo único que hacen es seguir pautas sociales generalizadas. La escuela renuncia, entiendo yo, a educar seriamente con otros valores diferentes de la sociedad. Este es el llamado “buenismo” que entiende que el joven es inocente y es la sociedad la que lo corrompe. La desmotivación es culpa de la escuela porque no sabe adaptarse a las particularidades de estos alumnos diferentes con piercings, tatuajes, mp4, chats, facebook, Disney Channel...

El manifiesto en su punto cuarto sostiene que lo que pasa y la causa fundamental del estado de la escuela y su fracaso estriba en la falta de formación pedagógica de los profesores que no saben nada de la psicología del alumnado, la importancia de lo afectivo, la selección de recursos sobre todo de aquellos más próximos a los jóvenes (nuevas tecnologías, claro está), las formas de evaluar, las tendencias innovadoras en educación, la dinámica de grupos...

Deduzco aquí que lo que hace aquí es apuntar como causa del malestar y fracaso de la escuela a la escasa formación pedagógica de los docentes que saben quizás mucho de su materia y poco de pedagogía. Ya tenemos aquí el siguiente eslabón en la cadena: la culpa es de los profesores que no saben reconocer al alumnado que tienen ni los tiempos que les ha tocado vivir y se obstinan en seguir aferrados a la escuela tradicional en la que ellos son claves en la transmisión de los conocimientos no queriendo perder sus prerrogativas sancionadoras en lugar de perseguir una escuela abierta, democrática, igualitaria, lúdica, sin exámenes o relativizando mucho estos. Es la escuela en este sentido la que debe adaptarse a los jóvenes, a sus expectativas (o sus caprichos) y no estos a las normas de la escuela. La indisciplina es culpa de los profesores y de la sociedad porque la escuela está anclada en el pasado, es poco lúdica y escasamente participativa. No entiende a estos jóvenes diferentes a los cuales se los estigmatiza con etiquetas del pasado como el rendimiento o su conducta cuando lo que hay que hacer es promover la autoestima para no crear traumas de por vida y no extremar demasiado la importancia de los conocimientos (tan relativos, por otra parte). Lo importante es que la escuela sea democrática y fomente la igualdad social. No hay mejores ni peores alumnos, sólo diferentes facetas de la personalidad humana. Eso y buen rollete, que no falte. Nadie es superior a nadie. La idea de que un instituto es un centro de enseñanza es una idea del pasado. Lo esencial es que no se discrimine a nadie y se entiendan las variantes de la conducta de los jóvenes como manifestaciones de la rica cultura de las nuevas generaciones.  


viernes, 29 de mayo de 2009

Poesía necesaria

Llevo una semana sin publicar en el blog pero no he estado ocioso. El wiki dedicado a Mario Benedetti me ha absorbido casi completamente. No esperaba participación tan cálida y tan excelente tanto en la forma como en el fondo. Me ha desbordado gestionar vuestras grabaciones siendo consciente además de las dificultades técnicas que supone colgar un archivo sonoro. La inmensa mayoría de una forma u otra lo habéis hecho solventando problemas que surgían al convertir los archivos a mp3, subirlos a un servidor y luego pegar el código en el wiki. Para muchos era la primera vez que se trabajaba en un wiki y ha sido un descubrimiento; otros han disfrutado jugando con los hijos con el programa Audacity que era desconocido hasta entonces. Para otros ha sido una difícil labor que ha puesto a prueba vuestros nervios, pero por fin se ha conseguido con un grito de gozo exaltado: ¡Eureka! Lo conseguí.

Han participado blogueros (la mayoría) pero también colaboradores espontáneos; han participado personas de muchos lugares de España, Estados Unidos, Canadá y Latinoamérica, en especial Argentina; han participado con ilusión personas de todas las edades: niñas de ocho y nueve años con su voz de cristal, algún adolescente en esa etapa de cambio tan procelosa, hombres y mujeres jóvenes, maduros y algunas mujeres de setenta y cinco años o incluso ochenta y dos años que han aportado garra y fuerza, a la par que sabiduría e ilusión. Han participado mayoritariamente profesores, pero también periodistas, enfermeras, algún conspicuo militar, científicos, opositores, estudiantes, jubilados, niños...

Me ha sorprendido el éxito de la experiencia y no puedo estar más contento. La figura de Mario Benedetti concita mayoritarias adhesiones y cada uno que ha recitado ha hecho suyos algunos poemas con los más variados acentos y ritmos. En una época supuestamente de cinismo, el testimonio de un hombre bueno que tenía el don de la palabra poética universal, nos ha convocado a muchos, incluido algún sarhento que ha recitado su poema a la vez que su mujer freía las croquetas de pollo y bacalao.

Fondos musicales variados: clásicos, jazz, tangos, el himno de la legión..., que han servido para dar acompañamiento a las más variadas recitaciones.

Lamento las dificultades y fallos que puede implicar un sistema como nirewiki, un servidor alojado en el País Vasco que tiene escaso mantenimiento, y que no respondía a las preguntas y dudas que surgían. Lo elegí por estar en castellano y ser práctico, pero quizás haya que experimentar con otros wikis, para lo que estoy abierto a sugerencias. Trabajar con wikis en clase es una experiencia muy interesante. Permite la elaboración colectiva de los temas así como la revisión constante y la adición de información y de archivos musicales o sonoros, vídeos...

No puedo daros las gracias personalmente, pero desde aquí quiero agradeceros a todos vuestra participación entusiasta con vuestras grabaciones y comentarios y con vuestra emoción... que han hecho posible esta experiencia novedosa e interesante. Hemos celebrado nuestro pequeño recital y hemos mostrado que la poesía sigue estando viva y que es importante en nuestras vidas, quizás no tanto como el fútbol (hemos celebrado el homenaje en pleno éxtasis deportivo del Barça) pero es cierto que ocupa un lugar en nuestras vidas, no sé si para cambiar el mundo, pero sí para hacerlo más cálido, acogedor y humano. Me ha quedado un buen sabor de boca y en algunos sentidos estoy pletórico a pesar del abrumador ejercicio de coordinación que ha supuesto.

Gracias de nuevo. Y recordad que el homenaje sigue abierto, aunque ya no escriba sobre él. Cualquiera puede unirse cuando lo deseé pues el wiki continúa activo.

Homenaje a Benedetti

Selección de entradas en el blog