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lunes, 28 de abril de 2008

El corazón de las tinieblas

A propósito de lecturas iniciáticas ¿os habéis dado cuenta del papel de la literatura en nuestras vidas? Parece que se confirma la sentencia de Dios los cría y ellos se juntan. Todos los que habéis dejado vuestra lista de lecturas en Primera memoria, sin duda habéis transcrito una parte de vuestras vidas, la expresada a través de los libros que habéis leído en vuestra juventud y que os marcaron. La lista es extensa y no me resulta desconocida en absoluto. Conozco y he leído el ochenta por ciento de los libros citados, antes de los veinticinco o después de esa cifra aleatoria. No sería el que soy sin Cortázar, sin Dostoievsky, sin Tolstoy, sin Hermann Melville, sin Conrad, sin Kafka, sin Joyce, sin Saint-Exupery, sin Thomas Mann, sin Juan Rulfo, sin Cervantes, sin Clarín, sin Galdós, sin Baroja, sin Lawrence Durrell, sin Bukowsky, sin Asimov, sin Frank Herbert, sin Tolkien, sin Chandler, sin Matthew Lewis, sin Lovecraft, sin R. L. Stevenson, sin Jack London, sin Balzac, sin Stendhal, sin Flaubert, sin García Márquez, sin Borges, sin Alejo Carpentier, sin Boris Vian, sin Julio Verne, sin Salgari, sin Mortadelo y Filemón, sin el capitán Trueno, sin Richmal Crompton (la autora de las aventuras de Guillermo)…

Me pregunto quién sería yo sin ellos. No puedo entender mi vida sin los entes de ficción que me conformaron. Mi encuentro con los libros inicial fue el de un necesitado de consuelo. Necesitaba su presencia. Primero con los tebeos de los que fui un devorador compulsivo, y luego, a los once años, de los libros cuando los descubrí sin que nadie me dijera que existían. En mi casa no había ningún libro. Fui yo quien los compré todos e hice que llegaran a mi hermano quien tuvo ya la mitad de la faena hecha. Sólo tenía que leerlos. Me pregunto si en todos los que leéis este blog y otros semejantes basados en el amor a los libros hay un sustrato común. Profesor en la secundaria es la historia de un antiguo profesor de literatura que amaba hablar de libros con sus alumnos. Así lo hice durante muchos años. Cambiaron los tiempos y las leyes educativas y la enseñanza de la literatura perdió su lugar privilegiado. Hoy es una brizna irrelevante en los modernos planes educativos. Pero yo me pregunto si es necesaria la enseñanza de la literatura. Yo no la necesité para nada hasta llegar a la universidad donde aprendí a leer con algún criterio y descubrí en una asignatura fascinante de Literatura Hispanoamericana, la colección de novelas más apasionante que había conocido hasta entonces.

Me hice lector al margen de lo académico. Espero que entre mis alumnos exista también esa necesidad íntima de ir más allá de sus vidas, de buscar claves literarias que ayuden a comprender la existencia. Yo no les podré enseñar literatura porque ya el sistema no lo permite, pero ellos, algunos al menos, descubrirán los afluentes secretos que llevan hasta el río Congo, el más oscuro y misterioso de la tierra, el río desde el cual fluyen los meandros misteriosos de la literatura: el corazón de las tinieblas.

jueves, 24 de abril de 2008

Primera memoria


Tengo una relación tormentosa y difícil con las lecturas que me iniciaron en la literatura adulta. Algunas supusieron una epifanía en mi proceso de maduración. Recuerdo la intensa sensación de maravilla cuando me enfrenté a ellas. Tenía menos de veinticinco años. Lo que leí hasta los dieciocho no merece la pena reseñarlo. A veces he contado que no tuve maestros que me introdujeran en la literatura y hube de explorar por mi propia cuenta sin demasiados criterios. Quiero plantear aquí una cuestión a los que seguís este blog. ¿Qué libros os marcaron antes de los veinticinco años? He dicho que mantengo una relación complicada con estos títulos porque cuando los he releído a una edad madura no he encontrado ni de lejos la misma sensación de iluminación que tuve en su primera lectura. Sin embargo, me quedo decididamente con ese primer descubrimiento. Yo, como Aureliano Buendía cuando estaba frente al pelotón de fusilamiento y le vino la imagen de cuando su padre le llevó a conocer el hielo, tengo mitos y alucinaciones personales de primeras lecturas que nunca, tiempo después, se han reproducido. Estos son mis libros escogidos. Me quedo con aquella primera lectura maravillada. ¿Cuáles son los vuestros?

Rayuela, de Julio Cortázar
El diablo en la botella de Robert Louis Stevenson.
Esperando a Godot de Samuel Beckett.
Orlando de Virginia Wolf
El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell
El que acecha en el umbral de H. P. Lovecraft
Concilio de amor de Oscar Panizza
La espuma de los días de Boris Vian
Campos de Níjar de Juan Goytisolo.
El señor de los anillos de Tolkien
El hombre rebelde de Albert Camus.
Las comedias bárbaras de Valle-Inclán
Guillermo Tell tiene los ojos tristes de Alfonso Sastre.
Las once mil vergas de Apollinaire.
Dune de Frank Herbert.
La isla de Aldous Huxley.
Crónicas marcianas de Ray Bradbury.
Las enseñanzas de don Juan de Carlos Castaneda.
Bajo el volcán de Malcolm Lowry

lunes, 21 de abril de 2008

Un universo poético


Cuando tenía veinte años descubrí maravillado dos obras literarias que se transformaron para mí en creaciones de culto. Una de ellas fue Esperando a Godot de Samuel Beckett y la otra fue La espuma de los días de Boris Vian. Recuerdo la impresión y la conmoción que me causaron la lectura de estas dos obras literarias. Creo que me devolvieron al paisaje de mi infancia y a la pasión con que leí La isla misteriosa de Julio Verne una veintena de veces un verano.

No voy a hablar de Esperando a Godot. Hoy voy a referirme a Boris Vian y su imaginación patafísica que se proyecta en todas sus creaciones geniales: La espuma de los días, El otoño en Pekín, El arrancacorazones, La hierba roja, El lobo-hombre, una colección magnífica de cuentos titulada: Los perros, el deseo, el amor y la muerte, amen de aquella novela negra escrita con el sobrenombre de Vernon Sullivan, Escupiré sobre vuestra tumba…El universo de Boris Vian es un universo surreal que no encubre una concepción pesimista de la existencia. Hay pocas cosas que merezcan la pena, comienza una de sus novelas, el amor con chicas hermosas y la música de jazz de Duke Ellington o de Nueva Orleáns. El resto es feo, y debería desaparecer. En el mundo de Boris Vian todo es posible, la realidad es fragmentaria y trágica y el tiempo ocupa en su capacidad devastadora un lugar fundamental. De ahí ese título desolador que es La espuma de los días, una historia de amor trágica, como todas las grandes historias de amor, entre Colin y Chloé.

Recuerdo que esta obra que acabo de citar fue lectura obligatoria durante varios años en los años ochenta y noventa del siglo pasado en segundo de BUP, lo que es el equivalente de cuarto de ESO. Otras veces era lectura orientada y luego posteriormente objeto de intercambio con los compañeros de clase. Su lectura, especialmente en las chicas y los chicos sensibles resultaba demoledora. Pocas obras he visto que desgarraran tanto la sensibilidad de los adolescentes como La espuma de los días. Había un antes y un después de la lectura de la obra. Esta historia triste les sugería la levedad de la vida, la fragilidad de la existencia humana y el amor como uno de los resortes que dan sentido a nuestro devenir. Colin se arruina comprando flores para contrarrestar el nenúfar maligno que Chloé tiene en el pulmón. Se ha de poner a trabajar y tiene ocupaciones terribles como la de anunciar a la gente las desgracias que le van a pasar. Había quienes consideraban a la obra como extremadamente cruel y quienes veían una cierta dosis de esperanza. El final era sombrío. El universo se desmorona y nada queda en pie de todo lo que ha tenido vida. A ninguno les dejaba indiferente y la sensación que yo sentía era la de auténtica conmoción espiritual que percibía a través de sus varios folios enteros que escribían intentando describir el estado emocional que había dejado en ellos la novela.

Traigo esto a colación, recordando otro tiempo, porque en varias ocasiones en los últimos años he intentado recuperar la magia de aquellas lecturas. Hay quienes han dicho que La espuma de los días es una obra juvenil, que se identifica con las turbulencias existenciales de ese periodo de la vida. Sin embargo, he de reconocer que la lectura impuesta como obligatoria en cuarto de la Eso hace tres años, como la de éste en que ha sido una lectura orientada para intercambiar, ha sido un completo fracaso. En general y casi sin excepción, la obra les aburría, les parecía ininteresante y, sobre todo, demasiado imaginativa. Les molestaba esa transgresión de la realidad que se opera constantemente en ella y que lleva a que los ratones hablen o las paredes de una casa tengan vida y se encojan según la evolución de la enfermedad. Los adolescentes percibían algo como muy cruel dentro de ella, pero reconocían que ese universo que enseguida comenzaron a llamar “surrealista” les desbordaba y llegaba a producirles tedio lector. La desrealización de la novela y de los personajes les exasperaba, la fragmentación del espacio y del tiempo les producía irritación, la imaginación desbordante del texto les confundía y producía distanciamiento y animadversión. Aún así reconocían que la novela, críptica para ellos, era demasiado imaginativa y que ellos carecían de la imaginación necesaria para leerla.

Vida, amor, muerte, deseo, mutación… son componentes literarios de la mejor literatura. Mis alumnos actuales, sin duda, son mucho más terrenales, más concretos, más realistas, más tecnológicos, más pragmáticos y los modelos han cambiado. Harry Potter es un héroe que se identifica con muchas de sus inseguridades y tormentas adolescentes, pero es un héroe lógico, hay magia pero no hay surrealidad, ese componente detonante de pasiones en otras generaciones.

A cada época sus libros; a cada tiempo, su imaginación particular; a cada adolescente, su sueño perturbador. Pero qué lástima que el mundo transgresor de Boris Vian les caiga tan lejano e incomprensible. Creo que no me he resignado a este cambio y espero anhelante que algún chaval descubra alguna vez de nuevo el universo cruel y poético de Boris Vian. No sé…

viernes, 18 de abril de 2008

Lluvia en Macondo


El día ha estado marcado por la lluvia abundante que tanta falta está haciendo. Tengo varias guardias. Los cuartos han salido de excursión y tengo que cubrir las ausencias que han dejado los profesores. Subo a primero D. En cinco mesas se colocan una veintena de chicos y chicas. La mayoría son hijos de inmigrantes magrebíes y latinoamericanos. Es un curso de ritmo lento, como le llamamos aquí. Entro y me presento. La profesora tardará un poquito pero podéis ir estudiando el tema 11. Pero antes les pregunto cómo se llaman. Sé que en infantil comienza en algunos colegios la jornada dándose todos el buenos días. Lo aplico a los chavales. Les pregunto cómo se llaman y cuando me lo dicen entre risas les digo Buenos días, Fátima; buenos días, Rachid; buenos días Lassen; buenos días, Rafaela, así hasta los veinte que son. Algunos nombres son nuevos para mí y son difíciles de pronunciar. Lo hago lo mejor posible porque esto siempre da lugar a risas sobre la persona mencionada. Les hace gracia y crea un estado de bienestar en el aula. Les digo que les saludo porque quizás alguna vez yo sea su profesor y hemos de empezar a conocernos. Cuando estamos disfrutando del momento llega la profesora que se había quedado atrapada en un atasco y salgo del aula. A lo largo de la mañana me los encontraré en el vestíbulo pues no pueden salir al patio por la lluvia. Recuerdo algunos nombres. Les saludo y ellos, encantados, me lo devuelven.

Me paso la mañana haciendo pasillos, metiendo a los alumnos al aula, preguntando a los que deambulan de aquí para allá que qué están haciendo, que adónde van. Observo el clima en las diferentes aulas. Parecen relajados aunque a veces se oye a profesores o profesoras realmente enfadados. Distingo algunos gritos y me doy cuenta de lo agresivos que resultan. Crean un clima desagradable. Me digo que no he de caer en ellos aunque mis alumnos se porten rematadamente mal. Observo la lluvia cayendo por los patios. Todos la celebramos como algo grato. Se ha interiorizado la sequía y somos conscientes de lo que está en juego.

De pronto me llaman del piso sexto. Hay una emergencia. Subo corriendo. Un alumno, al que conozco bien, padece un ataque de ansiedad. El profesor de filosofía, que está haciendo un examen, lo atiende; también una profesora de Experimentales. El chaval –vamos a llamarlo Álex- está tendido en el suelo estremeciéndose por las convulsiones. Es el segundo o tercer ataque que sufre esta mañana. Ha venido su madre que es consciente de la situación pero estima que es mejor que esté en el centro. También el psiquiatra que lo lleva. Impedimos que se muerda la lengua y con palabras afectuosas y tranquilizadoras intentamos calmarlo. Álex, Álex… Lleva tapones de cera para no excitarse con los timbres y los gritos. Está obsesionado con el curso de primero de bachillerato. Piensa que no se lo va a sacar y su responsabilidad le lleva a padecer frecuentes ataques de ansiedad. Sus compañeros lo cuidan y ya están habituados a sus convulsiones y a que tenga que salir de clase cuando le vienen. Son casi diarios. Le damos un diazepan que lleva para casos así. Se lo metemos en la boca, parece ahogarse, vomita y lo echa. Parece quedarse tranquilo. Se toma otro. Al cabo de diez minutos parece serenarse. No es un caso para llamar a la ambulancia. Es algo cotidiano. No quiere irse a casa. Quiere asistir a las clases que faltan de la mañana, nos dice en voz muy bajita. Sus compañeros lo llevan a la clase de física que le toca a la siguiente hora. Algo que ha dicho se me ha quedado grabado: no sirvo para nada. Es un pensamiento peligroso y potencialmente destructivo. Todos estamos sobre el caso y somos conscientes de su situación pero no sabemos muy bien cómo actuar más allá de la buena intención.

Al final de la mañana, por fin me llega la hora de dar una clase. Dejo a Álex calmado de momento y me voy a dar mi clase de bachillerato, mis únicas tres horas de literatura. Hoy nos tocan los capítulos once, doce, trece y catorce de Cien años de Soledad. Tengo cuatro alumnos. Cada uno expone uno. Yo voy orientando la exposición, sobre todo haciendo que no se pierdan en el piélago de infinitos acontecimientos que acaecen a la familia Buendía. Hoy le tocaba el turno a Aureliano Segundo, tan amigo él de las parrandas. Se casa con una mujer fúnebre, Fernanda del Carpio pero sigue teniendo como amante a la vital Petra Cotes que le hace disfrutar del amor y de la cama…Remedios la Bella asciende al cielo, tras causar estragos entre los hombres a los cuales su olor excitaba…

Una mañana densa, llena de vida, en que se mezcla, como a mí me gusta, la vida y la literatura, la cercanía, los descubrimientos, las conversaciones infinitas, la humanidad, los saludos, los encuentros en los pasillos, lo inesperado, la fragilidad… Y esa terrible frase bajo la lluvia de Yo no sirvo para nada sobre la que habré de volver para hablar con Álex. Quizás un melancólico sirva tal vez para comprender a alguien que está sufriendo y preguntándose qué hace aquí. Una pregunta existencial e inquietante. A veces pienso que los universos mágicos como el de García Márquez ayudan también a entender la realidad real que nos rodea, abruma y fascina.

lunes, 14 de abril de 2008

Los maestros y la segunda República


¿Qué hablar hoy, un soleado catorce de abril, con una primavera en ciernes, y que nos sirva para recordar aquel otro catorce de abril de 1931? Para los que desconozcan la fecha allende el océano, éste es el día en que se proclamó la Segunda República Española, que duró escasamente ocho años y fue víctima de un cruento golpe de estado y una terrible guerra civil que acabó con ella e instauró cuarenta años de dictadura franquista.

Quiero rememorar en este día los ideales republicanos y su intensa campaña en pos de la enseñanza pública a la que deberían tener acceso todos los españoles y no sólo aquellos que pudieran alcanzarla por su nivel de renta. En efecto, la República se encontró con un país vastamente analfabeto y llevó adelante una escuela pública, obligatoria, laica, mixta e inspirada en el ideal de la solidaridad humana. Muchos de sus ideales estaban contenidos en la Institución Libre de la Enseñanza. Aquella escuela debía ser la piedra angular de la República. Para instaurar un proceso democrático era necesario un pueblo alfabetizado. La mejor tarjeta de presentación republicana fue su proyecto educativo.

Se proyectó la construcción de 27.000 escuelas en toda la geografía española y la república se propuso poner en ella a los mejores maestros. Estos estaban poco formados. Es la República la que eleva el Magisterio a carrera universitaria y mejora sustancialmente los sueldos de los maestros. Del mismo modo, se inician los cursos de formación, a cargo de los inspectores, para mejorar la capacitación de los docentes.

Se hizo del alumno el centro del proyecto pedagógico. Se le hizo protagonista de las clases y de su formación. Cuando había que estudiar la naturaleza se le sacaba al campo para observar y experimentar. Recordemos la magnífica película La lengua de las mariposas con guión del desaparecido Rafael Azcona. Los trabajos de campo se convierten en esenciales para estimular la curiosidad del alumno y su participación en el proceso de aprendizaje.

Por otro lado se impide a las órdenes religiosas aleccionar a los niños con sus enseñanzas. Los jesuitas que tenían una gran influencia en la educación son disueltos. A los maestros se les liberó de impartir enseñanza religiosa. Muchas órdenes religiosas optaron en contrapartida en poner a seglares al frente de sus proyectos para evitar las restricciones que hubo en aquel campo.

En el bienio radical-cedista (1933-1936) muchos de los proyectos republicanos fueron frenados, aunque no liquidados. De este periodo hay que destacar un buen plan para el bachillerato y una comisión para la reforma técnica de la escuela que no pudo dar sus frutos por el baile de cambios de ministros en el campo de Instrucción pública y Bellas artes que era como se llamaba el ministerio de Educación.

Antes que educar la república tuvo que alimentar y vestir incluso a los alumnos. Tuvieron un gran auge las colonias escolares. Los alumnos viajaban al mar o la montaña, salían de excursión, hacían deporte y, sobre todo, comían. En la escuela los alumnos ganaban kilos por la alimentación que se les proporcionaba.

Las teorías pedagógicas de aquel tiempo hacían del maestro el centro del proyecto pedagógico, especialmente de los maestros rurales. España era fundamentalmente un país rural y había que llegar hasta el último punto de España con escuelas sembradas por todos los sitios.

La motivación del alumnado era fundamental para evitar su distracción con preguntas constantes y el esfuerzo continuo para despertar su curiosidad. Tomar a cada alumno como único y plantearle problemas que debía resolver él.

Me atrae el proyecto republicano por su énfasis en el despertar la curiosidad de los alumnos. Con este post pretendo hacer un modesto homenaje a los maestros de la república y al inicio de los modernos métodos pedagógicos. Ellos fueron capaces de conciliar la escuela social con la escuela intelectual. Una buena base y un excelente bachillerato. Los mejores esfuerzos en España en cuanto a innovación educativa y calidad de la enseñanza comienzan con las Misiones Pedagógicas de la Segunda República. Por aquellos maestros que nos enseñaron el camino, no necesariamente un camino de condescendencia sino de exigencia a la vez en que el alumno se convertía en el centro del aprendizaje.

jueves, 10 de abril de 2008

El barrio chino y el Dalai Lama


La profesora Soledad V. me propuso hace unos días acompañarla a una salida que iba a hacer con alumnos de bachillerato, de primero y segundo. Enseguida me ofrecí con gusto. Una mañana en Barcelona, esa ciudad que tanto amo, es algo que no hace falta que me lo ofrezcan dos veces. El objeto de la salida en principio era visitar la sede del Parlament de Catalunya y conocer su vida institucional, recorreríamos luego el centro de Barcelona para llegar a una exposición sobre los bombardeos fascistas sobre la ciudad durante la guerra Civil.

La mañana ha sido pródiga en comunicación con mi compañera y con los alumnos de bachillerato a los que había tenido en cuarto de la ESO y algún curso de Literatura Universal el año pasado. Me ha asombrado el proceso de maduración que se da en ellos al llegar el bachillerato. El ambiente de la ESO se va progresivamente olvidando y los chavales entran progresivamente en el mundo de la cultura, la política y la historia. Al menos las dos visitas programadas tenían que ver con ello. Me pregunto al hilo de esto si es buena idea la de prolongar la Secundaria hasta los dieciséis años. El bachillerato queda excesivamente corto en dos años en el que uno es de adaptación y el otro se convierte en una prueba de fuerza por la exigencia que supone. No sé cómo se podría conseguir un bachillerato de tres años. Es una de las reivindicaciones más lógicas que he oído entre las diferentes corrientes ideológicas que se dan en la enseñanza. En este año añadido, probablemente empezando un año antes, se podría incluir muchas asignaturas que hoy no tienen cabida en estos dos años condensados al máximo. Por ejemplo, la enseñanza de la literatura.

Hoy los chavales se han interesado por la vida política en Catalunya. El parlament que habían visto muchas veces por televisión ha tomado relieve ante ellos. El parque de la Ciutadella, uno de los más hermosos que conozco, les ha hablado del pasado de la ciudad de Barcelona, de la derrota de 1714, del Institut Escola, en el centro del parque donde estudió Maria Aurèlia Capmany, la mujer que da nombre al instituto donde estudian, de la represión tras la guerra civil…

Ya en el centro de Barcelona, en las Ramblas, hemos entrado a almorzar en el Jardí de les Fades, un ambiente en penumbra que invitaba a la reflexión, por ejemplo de la situación en el Tibet, que estos días está en el centro de los telediarios. Varias alumnas se han interesado por este país y la figura del Dalai Lama, por la represión china. Alguien ha objetado que se está dando mucha relevancia a lo que pasa en el Tibet pero que se está olvidando lo que sucede en Palestina. Una alumna rusa, que nació a orillas del mar Negro, nos hablaba de sus recuerdos de infancia en Rusia. Ha hecho el trabajo de investigación sobre La revolución rusa y el estalinismo.

Atravesando el barrio Chino se les ha aparecido un espectáculo que les ha fascinado y asustado. Por unos momentos parecía que atravesábamos una de las calles de prostitutas del libro Ibrahim y las flores del Corán. Durante unos minutos aquello ha parecido intensamente cinematográfico con los chulos y las prostitutas alineados en el corazón de aquel barrio mítico que fue en tiempos el barrio Chino y que Jean Genet retrato en sus diarios fruto de su estancia varios años allí.

El recorrido ha acabado en la plaza de Universidad, frente a la facultad de Filología que alguno quiere estudiar. Un muchacho italiano nos ha explicado en correcto catalán (era de Cerdeña, de una ciudad –El Alguer- donde se habla catalán) los bombardeos italianos sobre la ciudad de Barcelona. Fueron realmente criminales. Durante tres días –en marzo de 1938- estuvieron bombardeando cada tres horas, algo así como en Guernica. Murieron unas mil personas en tres días. Los italianos –nos ha dicho- no son conscientes de su actuación en la guerra ni la terrible campaña contra Etiopía donde se utilizaron gases tóxicos que produjeron decenas de miles de muertos.

Me ha gustado la salida por la compañía y porque he observado que nuestros chavales van madurando y que el mundo y la historia entra en ellos. Quizás sólo es cuestión de tiempo y una enseñanza más exigente y selectiva. Cuando hablo de la escuela social versus la intelectual, quiero decir que es necesario ampliar los años de formación académica realmente densos. La ESO consigue objetivos sociales muy interesantes, pero no hay que dejar de lado la formación intelectual de nuestros alumnos que sólo puede darse en una atmósfera apropiada a las inquietudes artísticas, sociales y literarias de estos jóvenes en formación.

martes, 8 de abril de 2008

Aprendizaje por competencias

En el último curso ha empezado a aplicarse la LOE en la Secundaria española y estamos inmersos en un cambio de modelos de enseñanza-aprendizaje que todavía no han calado en el conjunto del profesorado. Este nuevo modelo viene por la introducción de un nuevo concepto sobre el cual hay edificada toda una línea pedagógica. Ésta es la enseñanza por “competencias”.

¿Qué diferencia existe entre competencia y capacidad según esta escuela. La capacidad significaría la potencialidad de hacer una cosa. Es un concepto estático en relación a competencia puesto que ésta consiste en ser capaz de llevar a la realidad, a la actuación, lo que la capacidad era sólo potencia. Ésta es un concepto dinámico.

Se han seleccionado ocho competencias básicas que deberán alcanzar todos los alumnos que estudien la secundaria obligatoria. Serían como los cimientos sobre el que se construye el edificio del aprendizaje. Estas competencias son las siguientes: Comunicación en lengua materna y en lenguas extranjeras, competencia matemática, competencia científico-tecnológica, competencia digital, competencia social y ciudadana, competencia artística y cultural y , dos más , que son la base de todas ellas, competencia para aprender a aprender y competencia para aprender a emprender.

Esto supone un enfoque global del currículo puesto que estas competencias afectan a todas las áreas de aprendizaje. Es tarea de todas las áreas mejorar la comprensión lectora y la expresión oral y escrita, por ejemplo; del mismo modo es competencia de todas el uso de las nuevas tecnologías de la información y comunicación; o la difusión de modelos de convivencia democráticos.
Ello no supone un gran cambio en cuanto al tema de los conocimientos. Lo que debe cambiar es el enfoque. Se trata de cambiar la metodología docente para que los alumnos adquieran dichas competencias en la convergencia de todas las materias. Pues todos los profesores desde sus respectivas materias tienen una responsabilidad compartida en esta tarea. Las competencias básicas no están vinculadas a una materia determinada, sino a todas.

Por otra parte, hacer hincapié en las competencias básicas exige orientar los aprendizajes para conseguir que el alumnado desarrolle diversas formas de actuación y adquieran la capacidad de enfrentarse a situaciones nuevas desde actitudes positivas.

Se busca que este modelo obtenga resultados de valor personal y social.

Mucho me temo que este debate todavía no se ha iniciado en los centros de enseñanza. ¿Cómo debe variar nuestro enfoque de las areas de aprendizaje? ¿Cómo nos coordinaremos para llevar adelante este modelo que puede levantar numerosas suceptibilidades entre las diferentes áreas? Ello supondrá un elevado número de reuniones teóricas y cursos de formación. Chocará asimismo con las dinámicas instauradas en el modo de funcionar los departamentos que habrán de colaborar con otros departamentos. ¿Se considerará como una competencia real el hecho de que todos hayan de trabajar por la mejora de la capacidad de expresión y ortografía? Tengo mis dudas.

Hay, por otra parte, quien críticamente ha relacionado este sistema de las competencias como la expresión máxima de la doctrina de la productividad capitalista, la eficacia, un auténtico modelo empresarial que busca modelar ciudadanos acordes y nada críticos hacia un sistema productivo que puede ser considerado radicalmente injusto. Se echa en falta en este modelo calificado de economicista -búsqueda del mayor rendimiento de la empresa personal y educativa- un enfoque crítico de la realidad social, se le juzga como no transformador de la realidad ni compensador de la desigualdad. Se ve en este modelo una especie de aplicación de aquel concepto novedoso de la inteligencia emocional, pero que al final fue el manual de aprendizaje de empresarios con ganas de sacar mayores rendimientos de su personal. Vamos, una especie de manual como aquel titulado ¿Quien se ha llevado mi queso?

sábado, 5 de abril de 2008

Violentos y puros


El enemigo de la clase es un texto dramático escrito en la década de los setenta por el dramaturgo británico Nigel Williams. Retrata un clima violento dentro del aula protagonizado por seis alumnos problemáticos que acaban de expulsar a su profesora y esperan la llegada de un nuevo profesor. La obra ha sido adaptada a la realidad actual y traducida por David Desola y está dirigida por Marta Angelat. Actualmente está recorriendo España con un cierto éxito. En Cataluña tendremos que esperar para verla hasta que dentro de unos meses llegue a Figueres. No sé si podremos verla en Barcelona.

Mientras esperan, los alumnos se golpean entre ellos y hacen barricadas para que nadie pueda entrar, aunque en el fondo esperan que se abra la puerta para que llegue alguna esperanza, al menos en el planteamiento de Nigel Williams y por parte de los adaptadores que la han considerado como muy próxima a los conflictos que actualmente se viven en las aulas y que con frecuencia salen en la prensa.

Traigo a colación esta obra porque en ella actúa un exalumno mío, Ayoub El Hilali al que dediqué un post hace un tiempo. Representa al personaje de Falafel, un joven marroquí que se siente aislado del mundo que le rodea. Ayoub es hermano de Hamza El Hilali que protagonizó hace un año la película Fuerte Apache y que también recogí en este blog. Ambos se han dedicado al teatro y al cine siguiendo los pasos de su madre Amina que también ha actuado en alguna obra de teatro como “Amina busca feina”.

Para mí es una satisfacción ver cómo unos jóvenes que he visto en las aulas y he sido su profesor, progresan en el mundo de la interpretación rompiendo moldes y esquemas sobre las limitaciones que suponen su carácter de hijos de inmigrantes. Me alegra que estos chavales hayan sabido abrirse camino, y estaré muy atento a su evolución de la que espero estar informado.

Sin embargo, quiero hablar del texto de Nigel Williams que escenifica el cinematográfico tema de Rebelión en las aulas que tanto juego ha dado dramática y literariamente. En el planteamiento de la obra, unos chavales problemáticos y desesperados, que se aburren, escenifican peleas y conflictos que en el fondo esconden su inseguridad y su miedo. El enemigo de la clase se estructura también en torno a la clase que da cada uno de ellos sobre su tema favorito mientras esperan a su profesor. La tesis de los adaptadores de la obra es que el sistema es incapaz de dar salida a ese magma que brota de esos corazones puros y adolescentes tan extraviados en la búsqueda de sí mismos. Su violencia es expresión de esta rebeldía que les lleva a enfrentarse a todo –a los padres, a la escuela, al sistema-. Aderécese todo esto con música hip hop y reggae y se tendrá un producto que muchos aplaudirán como altamente simbólico de la realidad actual.

¡Qué plástica y teatral es la imagen del joven conflictivo y rebelde! ¡Qué juego dramático más admirable que plantea! Sin duda es un tema atractivo y vigente, pero no sé por qué los chavales conflictivos que he conocido –y son bastantes en los últimos años- no resultan tan interesantes ni tan dramáticos como aquí se ofrecen ni los considero capaces de dar una clase por sí mismos expresando su concepción del mundo y revelando sus anhelos y frustraciones existenciales. Lo que yo he visto es bastante más trivial, fruto de una mala educación sin límites impuestos por los padres o tutores, a los que estos chavales hace ya tiempo que se les han escapado.

Imagino que gustan los estereotipos y ver en esos jóvenes “airados” un símbolo es un poderoso atractivo que sedujo a Nigel Williams y a los adaptadores de esta obra, que dudo que tenga que ver en absoluto con la realidad pero que la muestra desde un ángulo muy atractivo. Los espectadores que han asistido a la obra y han dejado su opinión dicen que es una obra muy interesante y la ven como muy actual.

Sin embargo, nada en la historia de Ayoub El Hilali, uno de los protagonistas como he dicho antes, tiene que ver con el argumento de la obra, pues este muchacho fue siempre sumamente educado y nada problemático. Creo que la rebeldía no necesita de las formas violentas ni groseras para expresarse. Todo lo que lleve a magnificar la violencia en su lado estético -que lo tiene- no contribuye a construir una sociedad respetuosa con los valores humanos. La violencia es una realidad que existe por doquier, pero me inquieta que se haga con ella un discurso estético sobre la desazón existencial. Los verdaderos rebeldes no son violentos ni maleducados, no deberían serlo. Pero en cuanto pueda, iré a ver la obra.

martes, 1 de abril de 2008

Lo misterioso y lo sagrado

Hay un momento mágico en el día para mí. Es hacia las nueve de la noche cuando llega la hora del cuento de mi hija pequeña. Ha terminado la cena, se ha puesto el pijama y me espera tumbada en la cama con el libro que estamos leyendo. Si estoy enfrascado en algo trabajando con el ordenador, oigo una voz cantarina que me reclama. “Papi, ya”. Salgo de mis tareas, guardo el documento, y bajo con placer. Son unos veinte minutos densos que nos sumergen en historias generalmente de niños a los que les ocurren extrañas aventuras. Mi hija es más oyente que lectora. Le cuesta terminar los libros. Hay que dejarle tiempo al tiempo. Todo llegará -me digo-. Lo importante es desarrollar esa propensión innata del ser humano de escuchar historias que nos fascinan. A mi hija Lucía, que tiene ocho años, le encantan las leyendas en que el amor y la muerte ocupen lugares importantes. Sobre todo cuando viajamos, en el coche, me asalta para que le cuente alguna leyenda. Galicia es territorio privilegiado de leyendas y allí vamos con cierta frecuencia. Me he comprado varios libros que narran leyendas de aquellas tierras y se las voy adaptando a su edad. Hay algunas realmente crueles y misteriosas.

Necesitamos del misterio en nuestras vidas -me digo-; necesitamos de historias o azares que vayan más allá de la realidad cotidiana que vivimos; nos gustan los encuentros inesperados y los bucles del tiempo. Para ello nuestro cerebro esencialmente fantasioso precisa de la ficción. Recuerdo que cuando era niño, como no tenía a nadie que me contara historias al anochecer, acechaba muy atento las conversaciones de los mayores. Era un tiempo menos frenético y había espacio ancho para perderlo en conversaciones larguísimas que se enhebraban mágicamente por las mañanas entre las vecinas de mi casa. Contaban historias de muertos y cementerios, de fuegos fatuos, de aparecidos, de hombres que un día se van de su casa y nadie sabe de ellos durante muchos años, al cabo de los cuales vuelven totalmente cambiados. Ese momento me maravillaba. El reencuentro con las personas que lo amaron pero que ya habían prescindido de él. Mi mente de niño se alimentaba de estas imágenes contadas en la escalera, pero también las monjas del colegio nos narraban historias terroríficas en tardes infinitas de lluvia: nos contaban con lujo de detalles acerca del día del Juicio Final en que Dios llegaría sobre las nubes y entre truenos sonando las trompetas que tocarían los arcángeles. Estas historias me sobrecogían y me infundían un enorme terror hacia lo sagrado, temor que se reforzó con mi primera comunión que recuerdo unida a la imagen del pecado y de las postrimerías.

Sentía miedo, pero todo aquello, junto a los rezos infinitos en la capilla en penumbra de la iglesia me hacían vivir en la imaginación junto a abismos y estremecimientos que hoy, que conozco algo de la historia de la literatura, se me aparecen como claramente góticos. Mucho tiempo después leí una novela de Matthew Lewis, titulada El monje, una colección de historias de conventos, de pasadizos y de monjes malignos, unido a la presencial del diablo. Aquella novela, junto a otras góticas como Melmoth el Errabundo de Charles Maturin o El castillo de Otranto de Horace Walpole me llevaron de nuevo al paisaje de mi niñez, a mis historias de estremecimientos y hechizos en presencia de procesiones durante la Semana Santa a las que asistía embobado horas y horas.

Pienso que el mundo moderno se ha librado de estos terrores antiguos, de la imagen del diablo y del pecado, de aquellos rezos interminables y letanías que eran pequeños poemas. Ya nadie se estremece ante las descripciones del fin del mundo. Vivimos en un realidad más plana, menos propensa al misterio y a lo sagrado. Pero me digo que es difícil entender la historia de la literatura -sus novelas y leyendas románticas o medievales- sin esa presencia ominosa tal vez de lo que está más allá de nuestra comprensión. Creo que la pérdida de todo esto, que nuestros niños se eduquen con historias de Teo en el supermercado como máximo exponente del misterio les hace más terrenos y concretos. Pero esa ansia de lo fantasmagórico y de lo mágico vuelve a resurgir con fuerza. No entenderíamos el éxito mundial de Harry Potter, sin ver detrás la necesidad adolescente de sentir con fuerza lo que está más allá de nuestra comprensión, lo que roza lo sagrado o llamémoslo mágico. Nos resistimos a que nuestras vidas carezcan de dimensiones desconocidas y a vivir permanente y únicamente en los nuevos templos de nuestro tiempo: las áreas comerciales, la auténtica épica del mundo moderno.

Me gustaría que Lucía se educara tambien en esas leyendas que le ayuden a entender también la mística, la narración gótica o el misterio sin resolver que late tras Dulcinea del Toboso. El ser humano se ha hecho en lucha contra la superstición, en contra de lo irracional, pero cuando lo arrojamos de nuestra realidad por la puerta, retorna agazapado por la ventana, que creíamos cerrada o por la chimenea, aunque en ella hayamos colocado, como en Aragón, un espantabrujas.

sábado, 29 de marzo de 2008

Cronopios y famas


Muchas veces me he preguntado por qué no he cuidado más mi carrera docente, sobre todo me lo cuestiono cuando soy testigo de la fiebre desatada en Cataluña por parte de muchos profesores para alcanzar la condición de catedrático mediante un concurso de méritos y la propuesta de un proyecto de innovación educativa. Me lo pregunto cuando veo a mis compañeros de seminario reuniendo los justificantes de cursillos pedagógicos llevados a cabo a lo largo de los años. Hay que recordar cualquier mérito conseguido para adjuntarlo en dicho concurso.

Recuerdo que mi desastrosa carrera docente comenzó en los años de la universidad en que suspendí el CAP (Certificado de Aptitud Pedagógica). No creo conocer a nadie que incurriera en semejante desaguisado. Todos mis compañeros asistieron al ICE durante unos meses y recibieron automáticamente -sin hacer nada- el certificado. Yo no, me fui a la mili y lo hice mediante trabajos. Aprobé todos menos Psicología del aprendizaje en que tenía que resolver unos problemas desde la óptica de Piaget. Yo juraría que mi enfoque era válido pero no opinó lo mismo el profesor de la asignatura. Fui el único suspendido porque no me volví a presentar.

Cuando acabé la mili me fui a Barcelona. Trabajé un tiempo de camarero y luego conseguí trabajo en la escuela privada religiosa. La hermana monja que me contrató vio mi carita de niño bueno y pensó que había acertado en su elección. Pocos meses después, tres profesores nuevos entre los que estaba yo, revolucionamos la escuela exclusivamente femenina y las alumnas se declarararon en huelga indefinida, lo que no había sucedido nunca hasta entonces. No me renovaron el contrato y me decidí a preparar oposiciones. Las aprobé a la primera. El dichoso CAP me lo suplió la práctica docente en dos escuelas religiosas.

Saqué las opos, y me fui a cien kilómetros de Barcelona a montar una masía con dos amigos. Compartíamos nuestros ingresos económicos. Alquilamos una masía, la reparamos y compramos cabras, conejos, cerdos... Las cabras me jugaron una mala pasada. Un día se escaparon del establo y subieron por las escaleras a la vivienda. Me las encontré, cuando llegué, tumbadas en el sofá, no sé si viendo la televisión y tomando una limonada, pero lo cierto es que habían roído todo lo que por allí encontraron: el mantel, los periódicos, los cojines, y, fíjense, el título de mi licenciatura en Filología Hispánica que estaba por allí encima. Cuando lo encontré estaba roído por los cuatro costados. Fue todo un símbolo. Mi acreditación de licenciado acabó en los estómagos de aquellos cuatro rumiantes blancos llamados la Petita, la Tonta, la Meona y Georgina.

Corría el año 1984, por el mes de febrero. Habíamos vuelto mis compañeros y yo de un viaje a Alaska y Canada donde trabajamos en verano para comprar más cabras. Me llegó la noticia de la muerte de Julio Cortázar. Propuse a mis alumnos de COU la realización de un homenaje al escritor argentino. Fue un acto en la calle, en el centro de Berga. El caos que organizamos fue tan extraordinario que acudieron varios coches de la policía. Cuando me vieron allí como organizador del happening, quisieron detenerme hasta que les aclaramos que aquello era un acto cultural. Algún día lo contaré con más detalle.

Nada de esto contribuyó a que yo hiciera carrera docente. Era un provocador que se resistía a entrar en el sistema. Planteé desde todos los ángulos actividades alternativas y revolucionarias de matiz cultural. A lo largo de mis veintitantos años como docente he procurado contar con mis alumnos para desarrollar actividades innovadoras. Pero nunca me preocupé de reunir méritos mediante cursillos o publicaciones. Es más los rehuía. Ni siquiera cuando se inició la reforma asistí a los cursillos obligatorios para todos los docentes. Cursé algunos años del doctorado, cuya acreditación podría conseguir según me han dicho. También en 1996 participé en un cursillo de introducción a internet impartido por la XTEC de la Generalitat de Cataluña. Me hice internauta pero no me preocupé del título... así como también en los pocos cursillos que he seguido. De ninguno he logrado el título, dada mi alergia por el lado oficial de la docencia. Entiendo esta cultura de la titulitis -ahora tan necesaria-. Hay quienes atesoran docenas y docenas de cursos pedagógicos, que pueden añadir ahora a la antigüedad y a sus publicaciones. Yo carezco de todo excepto la antigüedad en el cuerpo. No seré catedrático ni cobraré los pluses que implica y otros beneficios anejos. No he sabido hacer carrera. Ni siquiera tengo en condiciones el título de mi licenciatura y sólo en pensar en luchar y competir por esas mil plazas inicialmente ofertadas, hay algo en mí que se rebela. Respeto a quienes lo hacen. ¡Ojalá tengan suerte y adquieran la condición de catedráticos!

Mi vena ácrata y mi falta de sentido práctico se niegan a participar en dicha competición. Atesoró eso sí, mil momentos de tensión creativa con mis alumnos buscando alternativas a las perspectivas oficiales de las asignaturas de lengua y literatura. En algunos momentos gozosos hemos vibrado con nuevas experiencias que pusieron a los institutos donde estaba yo al borde del caos con las juntas directivas encerradas en dirección sin saber qué salida dar a lo que estaba pasando en los pasillos. Esos, pienso yo, son mis títulos, los que guardo en mi baúl afectivo, los que me llevaré cuando abandone esta profesión. Todo aquello que implique la llegada de la imaginación a la educación. Sé que Cortázar tampoco hubiera sido catedrático y que entendería mi postura. ¡Por él y por los cronopios tan ausentes de la vida académica! Es el tiempo ahora de los famas. Están en el poder, en las tarimas y sentados en las aulas. Yo hago discretamente mutis y desaparezco. Dejo el terreno libre a los nuevos catedráticos.

martes, 25 de marzo de 2008

Najat el Hachmi


Najat el Hachmi, una escritora de veintiocho años, nacida en Nador (Marruecos) y que lleva en Cataluña dieciocho años, ha obtenido el premio Ramón Llull de narrativa con su novela L'últim patriarca en la edición de 2008. Es el premio Planeta de las letras catalanas y está dotado con 90.000 euros. La primera impresión que nos viene es la del origen de la escritora y su adaptación al medio que la educó desde los ocho años en la ciudad de Vic. Sin embargo, Najat el Hachmi se ha mostrado muy crítica con los estereotipos que quieren convertirla en un modelo de “integración”, término que ella deplora y rechaza con todas sus fuerzas.

Esta nueva narradora, admiradora de Mercé Rodoreda, no quiere ser bandera de nada y sus críticas abarcan desde los que miran con desprecio o temor a los inmigrantes como a los que exageran sus rasgos culturales en aras de un supuesto multiculturalismo. No soporta a los que hablan de la riqueza que supone la llegada de los inmigrantes de cara a la sociedad de acogida. Ella es crítica con las dos sociedades, una autoritaria -como es la marroquí- y otra -la occidental- que es incapaz de autocriticarse y reconocer sus propios errores y defectos. Lo único que se espera de los inmigrantes es que no lo parezcan, que disimulen sus costumbres y que se integren.

El ser humano puede compartir diversas identidades y roles y no ser incompatibles. Ella por ejemplo es bereber y con su familia habla amazig; con su hijo habla en catalán; es mujer, filóloga y escritora -lo que quiso ser desde que tuvo doce años- y son vertientes de una identidad, la que cada ser humano va construyendo con fragmentos. Najat asegura que en la literatura se pueden conciliar mundos que pueden parecer irreconciliables. Su primer libro se tituló Jo també sóc catalana. Algún crítico lo comparó con Els altres catalans del desaparecido Paco Candel. En esta obra, la escritora deja claro que ella es de aquí y que su identidad está construida con diferentes fragmentos, como la de todo el mundo.

L'últim patriarca, la novela ganadora del Llull, plantea las difíciles relaciones entre un padre bereber, paleta y que se convierte en pequeño empresario de la construcción, con su hija en el momento de la adolescencia. El padre tiene una visión despótica de las relaciones con su mujer y sus hijos, en especial con las que son muchachas. El retrato de dicho padre es inmisericorde. Según la autora, que no niega el carácter autobiográfico de la novela, se ha basado también en otras experiencias ajenas a ella.

Quizás, cuando vemos a alumnos con apellidos no peninsulares, tendemos a verlos como formando parte de una tradición ajena a la de la sociedad de acogida. No advertimos suficientemente el proceso de cambio que supone la entrada en el mundo educativo -el más avanzado que se da en la sociedad. Nuestros alumnos suman diversas facetas como son su origen familiar, y las tradiciones que viven en virtud del mismo, pero también se añaden sus relaciones de amistad en el instituto, su participación en equipos deportivos, la vida en las calles, su admiración por los ritmos musicales occidentales, los cantantes de moda, la tecnología... Son todos factores poliédricos que componen nuevas identidades y que deparan sorpresas en la combinación de las piezas dando lugar a nuevos hombres y mujeres que se escapan de los esterotipos al uso.

La voz de Najat da vida a algunas de esas contradiciones entre las sociedades de origen y de acogida. Su mensaje es que las identidades no se olvidan y que éstas suman y no restan. El ser inmigrante abre nuevas posibilidades al vivir en la frontera de dos o varios mundos. Sin embargo, según Najat, lo deseable no es que estos -los inmigrantes- se agrupen en sociedades culturales según los modelos étnicos, sino que participen en asociaciones de vecinos o de padres o clubes deportivos o grupos de teatro. Éste es el desafío. Éste y saber mirar con ojos abiertos lo que sucede en nuestro mundo.

Termina diciendo la escritora:

Al final aprenderás a vivir en la frontera de los dos mundos, un lugar que, aunque puede ser de división, también lo es de reunión y punto de encuentro. Un buen día te juzgarás a ti mismo afortunado por el hecho de disfrutar de dicha frontera, y descubrirás que eres más completo, más híbrido y más inmenso que cualquier otra persona.

viernes, 21 de marzo de 2008

Dinero por aprobar

Durante esta semana santa he seguido la prensa desde Galicia, y he pensado en algún post que diera continuidad a mi blog. El martes 18 de marzo El País publicaba una noticia que traerá cola y no sé si algún blogger lo ha abordado ya en estos días de cierta desconexión. Resulta, decía la noticia, que Nueva York está desarrollando un programa experimental, subvencionado de momento por entidades privadas como la fundación Rockefeller, que premia económicamente a los alumnos según su presencia y resultados en los exámenes de dos asignaturas: inglés y matemáticas.
Es un programa al que se han acogido voluntariamente 58 escuelas de zonas muy deprimidas donde predomina la población negra o hispana. Los resultados académicos allí son muy bajos. Se han probado todos los sistemas para que los niños estudien y no han funcionado. La polémica medida ha sido ideada por Robert M. Fryer, economista de la universidad de Harvard, y forma parte de un programa más amplio que bajo el título de NYC Opportunity trata de mejorar los resultados de los niños neoyorquinos.

La medida se aplica a niños de entre ocho y once años, en una etapa que ya se ha dejado de aprender a leer y se lee para aprender. El programa pretende dirigirse a las edades críticas como pueden ser los cursos finales de la primaria y la secundaria.

La noticia me ha hecho pensar. No es la primera vez que los alumnos me han replicado que yo trabajo porque me pagan, mientras que a ellos lo hacen de balde, que la cosa cambiaría si ellos también cobraran. Pero este era un comentario tangencial y nadie se hubiera imaginado que a algún economista se le ocurriera poner en práctica aquella idea acariciada por los alumnos.

Mi instituto está situado en una zona deprimida, con un alto índice de inmigración. No llega a ser una zona conflictiva pero sí que se detectan en ella bolsas de cierta pobreza. Los alumnos no tienen asumida en general la cultura del esfuerzo y viven más en la calle y en los videojuegos que en las responsabilidades académicas. Como imaginar es gratis, me planteo qué pasaría si mis alumnos cobraran por evaluación pongamos que 5 € por suficiente obtenido, 10 por el bien, 15 por el Notable y 25 por el excelente. Es una hipótesis que pienso plantearles en cuanto vuelva de vacaciones. Seguro que la idea les atraerá de inmediato. Un alumno con ocho excelentes cobraría 200 € por evaluación. ¿Serviría este sistema para atraerles hacia el trabajo y el esfuerzo necesario para la tarea escolar? ¿Se convertiría ello en un vicio que traería más inconvenientes que posibilidades? La escuela siempre se ha entendido que era un bien en sí misma y que uno no debería cobrar por aprender; más bien al contrario: se paga tradicionalmente por aprender bien. La escuela pública no obstante se ha convertido en gratuita y el pago queda para los colegios privados o concertados. ¿Qué pasaría en el caso de que se pagara por aprobar? ¿El alumno se convertiría en un mercenario y no haría nada sin cobrar? ¿Habría que pagarles también, como ha llevado a cabo Robert M. Fryer en Dallas, por leer libros? ¿Estimularía la curiosidad por aprender o sólo por el objetivo inmediato de sacar buenas notas? ¿Sería una especie de soborno encubierto bajo la buena voluntad de promover la igualdad de oportunidades? ¿A qué edad sería conveniente que comenzara? ¿Quién administraría el dinero que ganaran los alumnos? ¿Ellos mismos o los padres o tutores?

Otra hipótesis con la que se trabaja es la de premiar a los profesores cuyos alumnos mejoren sus resultados académicos respecto al curso anterior. El alcalde de Nueva York, Bloomberg, ha propuesto también pagar a los padres por llevar a sus hijos al colegio. Esta es una realidad en España dirigida a comunidades gitanas a cuyas familias se les paga una cantidad mensual por que lleven a sus hijos a la escuela.

El mundo educativo está en transformación y parece ser que los incentivos son necesarios, sean dirigidos a los alumnos, profesores o los padres. ¿Cómo aumentar la motivación tan desganada de nuestros estudiantes? ¿Cómo competir la escuela con la cultura de la falta de ganas o con otras alternativas más atractivas? ¿Cómo atraer a los jóvenes hacia la cultura del conocimiento? ¿Tiene alguna perspectiva positiva la iniciativa de la fundación Rockefeller?

jueves, 13 de marzo de 2008

Allenrok


El dúo Estopa acaba de publicar su último disco titulado Allenrok, lo que es un anagrama del nombre de su ciudad, Cornellá con K. Ya lo tengo. Me lo pongo cuando estoy cocinando o lavando los platos. Me gusta. Me da marcha su ritmo rumbero y roquero. Veo a los dos hermanos Muñoz en un anuncio de un coche que promociona su gira. Todo ello me recuerda los dos años que fui profesor de literatura de David Muñoz. En tercero de BUP y en COU. A su hermano lo conocí posteriormente en el bar que llevaban sus padres en Cornellá, La Española, un bar de culto hoy día para los que quieren acercarse al origen de este fenómeno de la música de los suburbios.

David Muñoz en el instituto era un personaje popular al que todos lo conocían por el sobrenombre de Sabina, porque cuando había alguna fiesta, cantaba canciones del que era su ídolo. A David le gustaba hablar con los profesores. No eran raras las clases en que se quedaba cuando acababa la explicación y él preguntaba sobre algo que le había interesado. Al día siguiente venía con más información sobre el objeto de la pregunta. Insistía e insistía. David se interesaba por los márgenes de la asignatura. Creo que en mi libreta de notas, que aún conservo, hay pocos aprobados en los exámenes que él realizaba. No solía estudiar lo que se consideraba contenido ortodoxo de la asignatura, pero se quedaba con aquello que le estimulaba y se dedicaba a ello apasionadamente.

Su generación en Cornellá fue muy significativa. Todos en un grado u otro han destacado profesionalmente incluso en campos marginales. Los encuentro a veces y los saludo. Muchos recuerdan con agrado aquellos años de cultura y combate en las aulas. Cornellá era un laboratorio de ideas contracorriente. Góticos, siniestros, red skins, surrealistas, rumberos, diseñadores gráficos, antifascistas sobre todo, abundaban entre el alumnado. Alguno se ha dedicado a negocios inmobiliarios. David Muñoz y su hermano constituyen el fenómeno más visible de una cierta forma de ver las cosas aunando la música , el mundo obrero y la literatura.

En un principio, más que ahora, en las entrevistas que se le hacían al grupo salían inesperadamente maestros de la literatura como Dostoievski o Galdós. Son los que David había conocido en las aulas. Recuerdo que en su generación fue mítico el libro Los demonios de Dostoievski. Otros leían a Baroja. Literatura y música en las calles cuando acababan las clases. David y su guitarra...Me pasaba letras de canciones que componía. Me gustaban, pero nunca sospeché que iba a tener semejante éxito posterior. Conversar con David era siempre interesante. Se fijaba en el detalle más inesperado y le sacaba punta aunque sus resultados académicos nunca fueron excesivamente buenos.

En COU tuvo la ocasión de formar parte de un grupo surrealista que debía realizar un montaje siguiendo la estética del movimiento. Durante un mes lo fueron preparando: los cubistas, los expresionistas, los futuristas, los dadaístas y los surrealistas. Hubo algún alumno que se quedó prendado de la estética de estos movimientos de vanguardia y quince años después sigue fascinado por ella.

Otros, casi todos, se quedaron impresionados por el dramatismo de un grupo catalán futurista y alternativo llamado La fura dels Bauss. Fuimos a verlos varias veces y en clase se propusieron imitar su estética. Realizaron actos, happenings, de estética rupturista y vanguardista. David se unió a ellos y participó con entusiasmo.

Por las tarde de los miércoles llevábamos adelante un profesor de historia y yo un ciclo de cine clásico con títulos como El acorazado Potemkim, Octubre, de Eisenstein, o Olimpiada de Leni Riefenstal, la musa de Hitler. Sin tener obligación de hacerlo venían tanto profesores como alumnos a ver este ciclo de cine político. Luego surgían discusiones apasionantes, del mismo modo que asistían fascinados a las charlas dadas por supervivientes de campos de exterminio de Amical de Mathaussen, o escuchaban interesados a Fernando Savater cuando vino a nuestro instituto para conmemorar el aniversario de la muerte de Voltaire y el concepto ilustrado de tolerancia. David Muñoz estaba allí. En todo lo que se salía de la normalidad académica, estaba presente el futuro artista rumbero, sea representando obras improvisadas de agresiones nazis a homosexuales o recreando a Valle Inclán. Vivimos intensamente un momento de la historia. Por eso cuando David Muñoz y sus compañeros recuerdan su formación académica, no pueden dejar de recordar la enorme intensidad de aquellos años en que las aulas ardían en ideas y proyectos.

Hoy es otro el panorama que vivimos diariamente en las aulas, pero lo considero no menos excitante, y sin duda constituye un desafío que exige lo mejor de nosotros mismos. Eso es lo positivo que tiene la enseñanza. Estar abierta a la sociedad, a la imaginación y al romanticismo. Nos enfrentamos ahora a la cruda realidad que invade nuestras aulas, pero todo aquello que hemos vivido nos da también a veces inspiración para seguir adelante.

lunes, 10 de marzo de 2008

Jornada de puertas abiertas


Hoy diez de marzo es la jornada de Puertas abiertas de mi centro. Los padres estaban convocados a las seis y media de la tarde. Yo he sido una especie de profesor de enlace entre los padres y las distintas aulas que tenían que visitar. Ello me ha dado ocasión de hablar unos instantes con los profesores que tenían que presentar las actividades de la materia en cuestión.

He hablado con Dimas, un profesor de sesenta años de Sociales que se jubila a final de curso. Me ha contado que lleva cuarenta y tres años dando clases. Se siente quemado y que le faltan las fuerzas. Sin embargo, sus clases son prodigiosas. Utiliza toda la tecnología de última generación. Quiere que sus alumnos se encuentren en un espacio diferente cuando van a su clase. Les prepara dossieres ilustrados por él y les proyecta actividades o películas que recrean los diferentes tiempos que aborda en la asignatura. A los padres les ha proyectado la escena en que Aquiles, hijo de Peleo, vence al héroe enemigo. Es una escena impresionante representada por Brad Pitt. Le he oído hablar a los padres. Ha sido emocionante cómo él presentaba la asignatura. Daban ganas de cursarla. Los padres estaban conmovidos. Pero él me había reconocido antes que estaba quemado y cansado. También está enfermo del corazón, pero ha dejado hasta el último momento su vida en sus clases. Cada día se lleva trabajo a casa. Corrige ochenta o cien trabajos diariamente. Así está trabajando hasta las doce o la una de la madrugada. A veces se queda dormido corrigiendo hasta el último detalle. Él exige a sus alumnos, pero estos le exigen también a él y cada día ha de corregir con detalle el trabajo cotidiano de sus alumnos. Estos le respetan y lo veneran como uno de sus mejores profesores, sino el mejor. Está cansado, pero quiere retirarse recordando en sus clases cómo sentía cuando tenía más fuerzas. Oírle hablar a los padres ha sido emocionante. Parecía vibrar con la explicación. Antes me había dicho que había mucho de dramatización en ello. Cada alumno tiene más de cien notas a estas alturas de curso. Las calcula con Excel con una serie de fórmulas condicionales programadas. Todos le trabajan. Nadie suspende con él. Los peores alumnos se esfuerzan para superar la asignatura.

Luego he ido a hablar con un profesor de Visual y Plástica también a punto de jubilarse. Podría haberlo hecho ya, pero él, artista, disfruta con sus alumnos de bachillerato artístico tan freakies. Jerónimo es un provocador y dedica a sus alumnos los peores denuestos. Estos responden y sacan su lado más creativo. Él lo registra todo en sus fotos en que sigue todos sus proyectos artísticos.

Luego he hablado con Rosa, una profesora peruana de inglés. Su aula estaba desplegada para recibir a los padres. Es un prodigio de entrega cotidiana y siempre positiva hacia sus alumnos a los que aprecia sinceramente. Siempre tiene una frase amable con ellos.

A veces se enjuicia negativamente a los profesores haciéndoles culpables de cierto fracaso educativo. Mi experiencia es que en la actualidad, la mayoría de profesores se entrega profesionalmente a su tarea, algunos con pasión y energía y otros con honestidad. Y si a alguno le falta la fuerza y el entusiasmo que se nos exige, ahí está su profesionalidad para disimular dichas carencias.

Reivindico la profesión docente en la que abunda sin duda lo positivo. Sólo los que entramos diariamente a las aulas somos conscientes de la exigencia a que estamos sometidos. Y la mayoría lo hace con convicción y profesionalidad en todos los niveles. Quizás falle el sistema que nos hace individualistas. Tal vez sea algo mediterráneo y en medio de tantos esfuerzos individuales falte la mentalidad colectiva que aglutine toda nuestra pasión para conseguir una escuela propia del frío como es la finlandesa.

A veces leo comentarios que ponen en cuestión el trabajo de los enseñantes. Pero cada día me persuado de que esto no es así. En la enseñanza que yo conozco hay muchas historias de pasión y generosidad sin límites, historias llenas de amor a la profesión y al objeto maravilloso de nuestra enseñanza: nuestros alumnos.

jueves, 6 de marzo de 2008

Delicadeza


Hoy he asistido a un acto político-pedagógico en la sede de un colegio de élite de Barcelona. Los papás participaban con su presencia y los hijos se sentaban en la sala central del vestíbulo del colegio X. Ha hablado la directora, exalumna del colegio hace ya largos años. Luego han hablado los papás que habían acompañado a los alumnos en una convivencia de ocho días en la alta montaña. Allí los niños de diez y once años se habían encontrado con la naturaleza, con las montañas, las casas del pueblo, con la Cataluña profunda en un paraje excepcional. Habían convivido ocho días trabajando intensamente. Por el día se iban a las pistas de esquí de Llesuí y por la tarde y por la noche desarrollaban el programa pedagógico de la escuela en una casita austera que no carece de nada, pero que no tiene nada en exceso. La austeridad es uno de los valores de la escuela.

Miraba a los padres, que asistían entusiasmados, a la manifestación más ideológica de la escuela privada. Los alumnos participaban asimismo de esa concepción del mundo ordenada, abierta al cambio y al tanto de las novedades últimas en educación científica y humanística. No hay que decir que entre los padres asistentes abundaban los bien situados y los que disfrutan de una estabilidad económica a prueba de crisis. El mundo está bien hecho, he extraído como mensaje. Brillaban entre la dirección, los padres y los alumnos caras de satisfacción. ¡Qué lustre da el dinero! me decía yo. ¡Qué percepción del mundo tan –me cuesta encontrar el adjetivo- sofisticada! Algunos eran progresistas y algunos de sus hijos llevan nombres de ríos de África porque en su juventud viajaron por el río Níger. Otros son conservadores y admiraron a Rajoy en el debate de TV. Algunos son creyentes y otros son agnósticos. Pero casi todos lucen un moreno excepcional, y un sentido de bienestar con la vida. Son sonrisas inequívocas. Es la clase la que allí se manifiesta. Y cuando acabe el colegio empezaran las actividades de verano en campamentos internacionales para que los niños consoliden idiomas. Es posible que de allí surja algún lider de ONG humanitaria, es posible que desde allí se origine la reproducción de las élites de la sociedad catalana, las política o las económicas o las intelectuales. De todo hay.

No hay que aclarar que en toda la escuela no había un papel tirado en el suelo, que las clases estaban impolutas y ordenadas. Había diccionarios y material de consulta en abundancia. En el horizonte se veía Barcelona a los pies en un día especialmente hermoso. La escuela está rodeada por la naturaleza en una sierra que es un paraje protegido.

En la escuela no hay ningún inmigrante. Ni ningún niño que no alcance niveles aceptables intelectualmente.

Vuelvo a mi escuela. Las clases están destrozadas y cuando acaba el día el aspecto es terrible. Papeles tirados por el suelo, mesas desordenadas y llena de grafitis… Las palabrotas son el lenguaje normal en los pasillos así como los gritos. Abundan los inmigrantes latinos o magrebíes lo que le da un aire internacional al centro. El nivel intelectual del centro es muy bajo. Los alumnos viven más en la calle que en la cultura. Este es un concepto ajeno a las aulas que son verdaderos hervideros de conflictos pero también de encuentros estimulantes.

En mi centro todo es inestable y altamente volátil. Los rostros que veo de los padres son de personas golpeadas por la vida, y los alumnos reflejan diferentes estados de desestructuración. La convivencia es difícil aunque abundan también experiencias en este sentido muy interesantes. Aquí no están las élites del futuro, pienso yo. Pero qué vivo me parece este centro y qué falso me parece el que he descrito en primer lugar. En uno sobresalen las sonrisas profidén y en otro los rostros marcados por las circunstancias adversas. Si viniera un realizador cinematográfico, sin duda, que encontraría historias más relevantes aquí que en el colegio X en que todo es exquisito y delicado. La vida en estado puro es extremadamente imperfecta y se percibe más sufrimiento que autosatisfacción, más gritos que susurros, más grosería que refinamiento. Hay, pienso yo, otras formas de delicadeza, que no se expresan de forma tan maravillosa y distinguida.

Me he sentido tremendamente incómodo durante todo el acto recordando las aulas que transito día a día. ¿Cuál es la realidad?

miércoles, 27 de febrero de 2008

El poeta del pueblo


Hemos dedicado en cuarto de ESO dos trimestres a la enseñanza de la Literatura Española desde el Romanticismo. El último trimestre nos centraremos en la lengua y en la sintaxis. El tiempo se hace corto. Una de las tres clases a la semana tiene como eje la lectura silenciosa, y otra la distribuimos entre el trabajo en el blog de la clase o bien en el taller de literatura dramática. Sólo nos queda una hora para trabajar la Historia de la Literatura Española. Hoy por fin hemos llegado a un tema especialmente apreciado por mí: la poesía de la generación de 1936, si es que existió algo llamado así. El conflicto bélico –terrible catástrofe en la historia de cualquier pueblo- de la Guerra Civil rompió la convivencia y dispersó a los poetas en el exilio.

Hoy quería presentarles la figura de Miguel Hernández. Para ello me he leído un par de libros, uno de ellos de Agustín Sánchez Vidal, antiguo profesor mío en la universidad de Zaragoza. Se doctoró con una tesis sobre el poeta de Orihuela. El recuerdo de mi profesor es entrañable.

La vida y la obra de Miguel Hernández está llena para mí de una intensa emoción, y quería transmitírsela. El hecho de ser un poeta auténticamente salido del pueblo, de formación autodidacta, pastor de un rebaño de cabras de su padre… me lo hacen especialmente querido. Su trágica historia comienza con los golpes que le daba su padre cuando le veía leyendo libros o escribiendo versos. Estudió hasta los catorce años. Me lo imagino con ese aspecto de patata recién salida de la tierra con que lo retrató Pablo Neruda, uno de sus maestros, cuando llegó a Madrid en noviembre de 1931. Apenas tenía dinero y vestía pobremente. Buscaba contactos en el mundo de la poesía. Escribió a Juan Ramón Jiménez para ser recibido por él, pero no sé de que lograra en este primer viaje la ansiada entrevista. No podía pagar la pensión, y hubo de dormir muchas noches en los bancos de la calle o en el metro. Seis meses pasó en Madrid, donde se empapó de las nuevas corrientes poéticas: el gongorinismo, las vanguardias, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna… Todo ello salió en un libro tan meditado como impetuoso que fue Perito en lunas (1933). Góngora total en octavas reales construyendo sorprendentes metáforas sobre los objetos o hechos menos aparentemente poéticos. Les he copiado en la pizarra su famosa octava real dedicada a la masturbación.

El ambiente en clase era festivo. Los adolescentes tienden a trivializar cualquier tema. Les he pedido un poquito de concentración. Llegábamos a su maravilloso libro de sonetos El rayo que no cesa (1936) del que les he leído su espléndida Elegía a Ramón Sijé, su maestro poeta oriolano, coautor de la revista El gallo crisis. La muerte de Sijé le dejó una honda huella, aunque hacia aquella época él ya estaba orientado más a la concepción de la poesía impura nerudiana, alejado de su neocatolicismo, de Juan Ramón Jiménez y la poesía enconsertada en composiciones clásicas.

En plena guerra civil surte torrencial Viento del pueblo que ejemplifica esa concepción de la poesía como arma de combate. Les he leído La canción del esposo soldado, aquella en que augura que su hijo nacerá envuelto en un clamor de victoria y guitarras, y al final

Para el hijo será la paz que estoy forjando.
Y al fin en un océano de irremediables huesos
tu corazón y el mío naufragarán, quedando
una mujer y un hombre gastados por los besos.

El final, emocionante, la derrota plasmada en El hombre acecha y ese único y singular libro que es Cancionero y Romancero de ausencias, donde el poeta liberado de corsés estetizantes, canta con voz personal, su dolor desde la cárcel. Las palizas que sufrió, los continuos traslados de cárceles, la neumonía que no fue tratada, su condena a muerte conmutada por una pena de treinta años de cárcel, su tuberculosis final y la muerte en Alicante en 1942, alejado de su mujer y su segundo hijo. El primero había muerto a los diez meses. Su vida queda plasmada en aquel poema de las tres heridas: la de la vida, la del amor y la de la muerte, como también en aquel estremecedor poema que es las Nanas de la cebolla.

No sé muy bien quiénes me han escuchado y quiénes no. La poesía a priori no les motiva, aunque les gusta oírla. No sé si mi emoción les habrá llegado. Un alumno al final, saliendo de clase, me ha preguntado que cómo era posible que alguien que viniera de tan abajo hubiera logrado escribir una poesía de tan alta calidad, teniendo todo en contra. La voluntad, le he respondido. La vida de Miguel Hernández es un prodigioso ejercicio de voluntad, honradez y compromiso intelectual y político. Todo ello unido al genial misterio del artista del pueblo, del que no hay otro ejemplo en nuestra historia literaria.

lunes, 25 de febrero de 2008

El premio arte y pico


Lu ha tenido la generosidad de nominarme entre otros compañeros blogueros para compartir el premio Arte y pico que premia la creatividad, a tenor de lo que su promotora Eseya recoge en su blog. Parece que la cadena (Meme) se inició hace un tiempo y que ésta va multiplicando a modo de pirámide sus enlaces y blogs premiados.

Las bases del premio son las siguientes:

-Nomina cinco blogs que consideres merecedores de este premio, por su creatividad, diseño, material interesante y que aporten algo a la a la Comunidad Bloguera, sin importar su idioma.
-Cada premio otorgado debe tener el nombre del autor y el enlace al blog para que todos los lectores puedan visitarlo.
-Cada premiado debe exhibir el premio y colocarlo con el nombre y enlace al blog de la persona que lo ha premiado.
-Premiado y premiador deben enlazar al blog de Arte y Pico (
Eseya) para que todos conozcan el origen de este premio.
-Publicar las reglas del premio.

Lo que más me enorgullece de este premio, no es éste en sí, que considero relativamente merecido, sino estimar la extraordinaria bloguera que me lo ha otorgado por un lado, y tener la oportunidad de premiar a cinco blogs amigos y que destaquen por su creatividad, lo que es difícil de elegir.
Mis cinco propuestos son los siguientes:
- Me encantó bailar contigo, un blog educativo surgido hace pocos meses pero denso en contenido y en ilusión. Sigo con gran interés la evolución del plan de lectura planteado por la autora a sus alumnos.
- Dalia, casos y cosas, por su sentido del humor, su ironía y su humanismo, que me hacen siempre sonreír cuando lo leo.
- El blog de Sera Sánchez, un blog que plantea el desarrollo de un taller teatral en un centro de menores. El autor –educador y profesor de teatro- ensaya ilusión y dramatización en un contexto difícil pero lleno de posibilidades imprevistas.
- Cosas que pasan en el sur, un blog que no es estrictamente educativo, aunque su autor sí que es profesor. Me sorprenden la sinceridad y autenticidad de sus reflexiones.
- Neomaestrillo: opositor y sustituto. Por su calidad, por estar escrito en lengua catalana, y por sus planteamientos novedosos que no eluden sus posicionamientos sindicales como su apoyo a la huelga del catorce de febrero en Catalunya.

Felicidades a los destinatarios del premio. Si lo relativizáis, da lo mismo. Desde mi punto de vista, es una manifestación de aprecio y consideración a vuestra tarea.

jueves, 21 de febrero de 2008

Naves más allá de Orión


Hay profesores que achacan el fracaso educativo a la falta de competencia de los profesores, a su falta de entusiasmo por las nuevas teorías educativas como las que supuso la LOGSE en esa búsqueda de la escuela social versus la escuela intelectual que propugnaba el antiguo sistema educativo. Leo sus debates con la carga de una experiencia que juega en mi contra. A mis treinta años culpaba de todos los males de la educación a un profesorado conservador, incapaz de innovar, que pensaba en su coche y en cómo pagar la hipoteca antes de llevar cada día ideas frescas al aula. Yo era un revolucionario prepotente que despreciaba a sus compañeros. Lo bueno es que mis propuestas tenían éxito y los alumnos, gozosos, acompañaban con su complicidad mis ideas que concordaban con su espíritu, con su alma. “Alma” qué palabra tan poco usada en los tiempos actuales. Desde mi tarima juvenil lanzaba diatribas contra esos profesores cansados, entregados al sistema. Odiaba al sistema tanto que algún alumno me vino a preguntar que por qué lo detestaba así, si el sistema era lo que en el fondo nos protegía, lo que me estaba a mí alimentando. Desde mi altanería me permitía juzgar lo que otros hacían y lo encontraba deplorable. No quiero contar lo que con mi prepotencia llegué a hacer. Algún día me gustaría escribir un libro como el de Frank McCourt sobre la profesión docente. Es un reto que tengo planteado.

Asisto hoy, desde mi madurez profesoral, a debates apasionantes en la red, y me resisto a entrar en ellos. Mi presente está demasiado condicionado por mi pasado. Y hoy entiendo demasiado bien a esos profesores cansados o simplemente dignos que hacen lo que pueden. Incluso llego a entender a esos profesores fracasados que no pueden permitirse poner un puesto de pipas como alternativa a su profesión que ya no puede mantenerse en pie. Hoy, despojado de tanta arrogancia, entiendo a los profesores que encontré en mi primer colegio de monjas donde di clase. Yo llegaba y ellos se iban. Teníamos verdades diferentes e incompatibles. He tenido que vivir una vida de profesor en los dos extremos para comprender las razones que asisten al otro.

Es muy fácil pontificar, decir que todo es culpa de los profesores, es de una ignorancia supina afirmar que la LOGSE fracasó porque se la boicoteó por parte de un sector del profesorado conservador. Es un error de perspectiva. Es simplemente ser joven e ignorante. Pero puedo entender ese error. Yo también lo cometí, y me ponía el mundo por montera y no vean de qué manera.

Como la película Blade Runner, puedo decir al estilo de uno de los replicantes, que he visto naves más allá de Orión…y que mi experiencia hoy no me sirve de nada. Existe una escuela social donde el problema fundamental es aprender modelos de conducta tolerantes y democráticos, en la que se encuentran personas de ámbitos muy diferentes por su origen étnico o religioso, que son apáticos en cuanto al problema del conocimiento, que raramente se detectan inquietudes (a veces sí, amigos, por eso no pongo el puesto de pipas), que implica una dedicación admirable del profesorado enfrentado al desaliento cotidiano. Que es mentira, vamos, lo que algunos ligeros juzgadores estiman como causa del fracaso del modelo educativo: la desidia de los profesores. Cada día me admiro del tesón y la profesionalidad de mis compañeros, pese a quien pese.

En algunos colegios de élite se carcajean de nuestros postulados educativos. Tienen el alumnado que nos falta a nosotros. Sensibilidad e inteligencia unidos. Lo que antes la escuela pública podía ofrecer en cantidades ingentes. En fin, no aspiro a tener razón

lunes, 18 de febrero de 2008

Vividores del cuento


Hoy tenía guardia de cuatro a cinco de la tarde. Estaba solo y faltaba un profesor de tecnología. He subido a la clase 5.4. y me he encontrado un panorama que quiero explicar aquí. Era un curso de adaptación curricular de segundo de ESO. La mayoría eran inmigrantes marroquíes, árabes y bereberes, lo que no es lo mismo. También había alumnos latinoamericanos y algún peninsular perdido allí. Les he explicado que el profesor tal no podía impartir la clase y que yo era el profesor de guardia y que iba a estar con ellos durante la hora. Una hora complicada. Se ha armado el guirigay porque esperaban disponer con el profesor de la sala de ordenadores portátiles para poder ver vídeos de Youtube. Era clase de tecnología.

En la clase había varias alumnas con hiyab, bereberes, que se han dedicado a enseñar los números en su lengua a alumnas latinoamericanas. Les oía su pronunciación gutural cuando actuaban como profesoras. La clase ha sido intensa pero estimulante. Mi presencia ha servido para paliar en parte la falta del profesor titular, pero he tenido que estar llamando la atención continuamente a varios de ellos que se levantaban continuamente, y servir de juez en diversas disputas surgidas entre ellos. Se pasaban papelitos diciendo que Youssef era novio de Elly o algo así. La algarabía era constante. He tenido, perdiendo la compostura, que gritar que se callaran, que estábamos en clase y que todos tenían que estar haciendo alguna faena escolar. Mi autoridad ha sido relativa, muy relativa, porque apenas he conseguido que hicieran trabajos de clase. La mayor parte han estado jugando o pasándose papelitos o levantándose para tirar papeles o véte a saber qué. “Siéntate, Lassen” he repetido veinte veces.

He sido consciente de que mi autoridad era muy relativa. Tengo una edad para ser respetado por alumnos de trece años, pero no era así. Alumnos marroquíes que sin duda respetarían como a un oráculo a sus padres o a un imán, se rebelaban y jugaban con un tira y afloja desesperante con el profesor de turno; alumnas bereberes con velo, que sin duda se mantendrían calladas ante una autoridad familiar o religiosa, se rebelaban sin enfrentamiento directo con la supuesta autoridad del profesor que estaba allí, que les trataba con todo el respeto del mundo. Alumnas latinoamericanas se juergueaban sin que el profesor supusiera demasiado recato en su comportamiento.

Me he dado cuenta de que la autoridad es algo cultural y que la escuela occidental supone un ejercicio relativo de la autoridad. La edad no es respetada en sí ni la función profesoral. No se valora la autoridad del profesor por lo que pueda enseñar o lo que pueda saber. La adolescencia, esa edad conflictiva, surge en todas las culturas como rebeldía frente a la autoridad que hemos diseñado. El profesor no llega investido de autoridad o de potestad, ha de ganársela en su ejercicio de la prudencia y del pacto que ha de estar basado en el respeto y en la elocuencia. El resultado es un equilibrio inestable. Nadie va a estar callado porque sí, y los conflictos van a surgir por doquier. Es la capacidad de empatía del profesor, su habilidad para tejer equilibrios inestables y su mantenimiento de cierta armonía interior; es su propia autoestima la que está en juego.

La escuela es un ejercicio arriesgado y conflictivo de la autoridad. Esta no se da por supuesta. Es un tira y afloja constante. Esos pequeños héroes que son los profesores, personajes que no se pueden permitir estar con la moral baja o deprimidos. Es una profesión para seres ligeros y cargados de optimismo. Aun así, cada día que pasa, decimos para nosotros mismos y para quien quiera oírnos: uf.

He querido terminar la clase despidiéndome de ellos. Han subido las sillas encima de las mesas, han cerrado las persianas y recogido los papeles –no sin conflictos-. Cuando salían les daba la mano uno a uno y me despedía de ellos con un “hasta mañana”. Casi todos me han dado la mano. Una alumna bereber se ha negado en principio, no sé si por una cuestión cultural, y otra latinoamericana ha bromeado quitando la mano cuando yo se la ponía varias veces. Era una falta de respeto evidente. Al final me la ha dado. Estaba fría. La alumna bereber al final ha venido y me ha saludado. La clase había acabado con un griterío ensordecedor que no he tomado en consideración. No, no es fácil ser profesor. Por eso me molesta tanto cuando vienen gentes ajenas a las aulas, que han huido de ellas y se han dedicado a pontificar, y nos vienen explicando en cursillos cómo deben ser las cosas dentro de ellas. Contra ellos, contra esos vividores del cuento es este post.

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