Fin de año. Quiero escribir mis últimas líneas cuando faltan ocho horas y media para las doce de la noche. Normalmente –me doy cuenta- soy alérgico a las transiciones anuales, pero para mi malaventura no sólo me han tocado cambios de año sino de siglo y de milenio que he intentado sobrellevar con exquisita elegancia.
Esta noche me vestiré con traje negro y pajarita. Acompañado de toda la familia de mi mujer y de mis hijas, asistiré a la ceremonia de las doce campanadas y las uvas dichosas de la suerte. Hasta los supermercados hacen negocio vendiendo las uvas envasadas en almíbar y peladas al precio de 1’90 € los dos juegos. Mi hija pequeña, a la que le encanta reírse, contará chistes y me hará sonreír lo que le pondrá contenta y dirá: he conseguido que papá se ría, lo que me pondrá colorado y me hará reír de nuevo.
Y es que la risa, igual que aguantarse las ganas de cagar con fuerza y soltarlo todo de golpe, es el mayor de los dones y el mayor de los alivios. El mundo es sombrío, pero por ello mismo nos reímos viendo las conexiones cómicas entre las cosas y el absurdo de nuestros comportamientos. La risa es una dicha, yo diría que la más preciada que existe, y a veces son los más desdichados los que más capacidad de reír tienen. Si no, que se lo pregunten a los africanos, pobres en todo lo que entendemos como posesión material en occidente, pero ricos en risa fresca y maravillosa. En donde se reúnen dos africanos inmediatamente surge la risa. No hay peor desgracia para un africano que la soledad y la tristeza. El ser humano es esencialmente social (y risueño) y le gusta contemplarse con sentido del humor.
Esta noche acudiré con gesto ligero, ligeramente divertido, a la cena familiar. Me quitaré el gesto reflexivo y concentrado que me distingue. Iré de la mano de Lucía, mi hija, y bromearé a gusto y hasta me reiré de mí mismo haciendo el tonto. Diré tonterías y todo el mundo se reirá. Se van a quedar pasmados, ya lo verán. No se lo esperan.
A todos ustedes, los que lean esto: ríanse mucho esta noche y mañana, y al otro día. La risa es ligereza y burla de lo engolado y serio. ¿No se han imaginado el Juicio Final, aquel que profetiza el Apocalipsis, libro de humor donde los haya, igual que las concentraciones de la derecha y la iglesia de estos días, reunida la humanidad toda gimiendo de miedo, pero de golpe alguien echa polvos de la risa en cantidad y todos los esqueletos salidos de las tumbas, los ángeles, los santos, las vírgenes prudentes y las necias, todos empiezan a troncharse de risa? La humanidad toda ella es una carcajada inmensa. Y Dios asiste desconcertado porque esperaba ser temido, pero por el rabillo del ojo, ve a la Virgen que empieza a reírse y a timarse con los ángeles más atractivos. Todos en el cielo se ríen menos Dios que está reflexivo y meditabundo. No entiende nada. ¿Por qué en este día de Justicia con mayúscula todos se están partiendo el culo de risa? En ese momento saltaré yo, vestido con pajarita y traje negro, fumando un cigarro como en mis buenos tiempos, y, saleroso yo, actuaré para Dios de forma que como Molière ante el rey Sol, Luis XIV, Dios se termine cogiendo la tripa de risa junto a toda la corte celestial. Tanto es así, que meándose de risa, Dios perdonará definitivamente a todos los hombres y mujeres, y los devolverá felices de nuevo al Jardín del Paraíso de donde no debieron salir. Se acabará definitivamente el llanto y vendrá la risa subversiva, lujuriosa, sensual, vibrante. Y la humanidad será definitivamente feliz.
Joselu, ¡qué tajada llevas!
¡Feliz y risueño 2008! ¡Que ni los bancos ni Dios les quiten las ganas de reír!
Esta noche me vestiré con traje negro y pajarita. Acompañado de toda la familia de mi mujer y de mis hijas, asistiré a la ceremonia de las doce campanadas y las uvas dichosas de la suerte. Hasta los supermercados hacen negocio vendiendo las uvas envasadas en almíbar y peladas al precio de 1’90 € los dos juegos. Mi hija pequeña, a la que le encanta reírse, contará chistes y me hará sonreír lo que le pondrá contenta y dirá: he conseguido que papá se ría, lo que me pondrá colorado y me hará reír de nuevo.
Y es que la risa, igual que aguantarse las ganas de cagar con fuerza y soltarlo todo de golpe, es el mayor de los dones y el mayor de los alivios. El mundo es sombrío, pero por ello mismo nos reímos viendo las conexiones cómicas entre las cosas y el absurdo de nuestros comportamientos. La risa es una dicha, yo diría que la más preciada que existe, y a veces son los más desdichados los que más capacidad de reír tienen. Si no, que se lo pregunten a los africanos, pobres en todo lo que entendemos como posesión material en occidente, pero ricos en risa fresca y maravillosa. En donde se reúnen dos africanos inmediatamente surge la risa. No hay peor desgracia para un africano que la soledad y la tristeza. El ser humano es esencialmente social (y risueño) y le gusta contemplarse con sentido del humor.
Esta noche acudiré con gesto ligero, ligeramente divertido, a la cena familiar. Me quitaré el gesto reflexivo y concentrado que me distingue. Iré de la mano de Lucía, mi hija, y bromearé a gusto y hasta me reiré de mí mismo haciendo el tonto. Diré tonterías y todo el mundo se reirá. Se van a quedar pasmados, ya lo verán. No se lo esperan.
A todos ustedes, los que lean esto: ríanse mucho esta noche y mañana, y al otro día. La risa es ligereza y burla de lo engolado y serio. ¿No se han imaginado el Juicio Final, aquel que profetiza el Apocalipsis, libro de humor donde los haya, igual que las concentraciones de la derecha y la iglesia de estos días, reunida la humanidad toda gimiendo de miedo, pero de golpe alguien echa polvos de la risa en cantidad y todos los esqueletos salidos de las tumbas, los ángeles, los santos, las vírgenes prudentes y las necias, todos empiezan a troncharse de risa? La humanidad toda ella es una carcajada inmensa. Y Dios asiste desconcertado porque esperaba ser temido, pero por el rabillo del ojo, ve a la Virgen que empieza a reírse y a timarse con los ángeles más atractivos. Todos en el cielo se ríen menos Dios que está reflexivo y meditabundo. No entiende nada. ¿Por qué en este día de Justicia con mayúscula todos se están partiendo el culo de risa? En ese momento saltaré yo, vestido con pajarita y traje negro, fumando un cigarro como en mis buenos tiempos, y, saleroso yo, actuaré para Dios de forma que como Molière ante el rey Sol, Luis XIV, Dios se termine cogiendo la tripa de risa junto a toda la corte celestial. Tanto es así, que meándose de risa, Dios perdonará definitivamente a todos los hombres y mujeres, y los devolverá felices de nuevo al Jardín del Paraíso de donde no debieron salir. Se acabará definitivamente el llanto y vendrá la risa subversiva, lujuriosa, sensual, vibrante. Y la humanidad será definitivamente feliz.
Joselu, ¡qué tajada llevas!
¡Feliz y risueño 2008! ¡Que ni los bancos ni Dios les quiten las ganas de reír!