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viernes, 3 de noviembre de 2006

¡Qué lástima!



¡Por fin han estrenado en Barcelona la película de Al Gore, Una verdad inconveniente o incómoda como lo han traducido al castellano! He ido a ver la primera sesión matinal a las 11.45 con el objetivo de llevar posteriormente a mis alumnos de cuarto de ESO a verla y pedirles algunas reflexiones ad hoc que serían posteriomente publicadas en el blog de la clase. Me hacía una enorme ilusión. Lo habrán visto por mis comentarios en varios posts que he publicado hasta la fecha.

La idea de la película surgió a partir de las charlas-espectáculo que Al Gore realiza a lo largo y ancho de Estados Unidos y el resto del mundo sobre las consecuencias y realidades del llamado “calentamiento global”. Según él, estamos en estado de “emergencia planetaria” pero las respuestas son demasiado tímidas y los gobiernos no acaban de estar implicados en la resolución de la crisis, la más grave que atraviesa la humanidad, mucho más preocupante que el terrorismo. No nos queda demasiado tiempo para intentar atajar la situación, quizás cinco o diez años. Luego será irreversible. La población se resiste, a pesar de que conoce los fundamentos del análisis, a actuar en consecuencia. Es una verdad incómoda porque si se reconoce que es una verdad, hay que cambiar. Y el cambio puede llegar a ser muy incómodo.

A partir de su conferencia, se ha realizado la película que impresiona por la densidad científica de la misma. No se ha hecho una concesión gratuita al espectáculo. Al Gore conduce de principio a final la presentación de los hechos. Con sus palabras, va desgranando los efectos visibles del “calentamiento global” y el llamado “cambio climático” que está elevando la temperatura media del planeta, incluidos los mares. Los glaciares están desapareciendo y las grandes formaciones de hielo del Ártico, la Antártida y Groenlandia están fundiéndose a una velocidad crecientemente acelerada. Las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera -una capa extraordinariamente fina y delicada- son la principal causa del calentamiento. Los rayos solares que deberían volver al espacio se quedan en la tierra provocando el efecto invernadero.

He visto la película –subtitulada- intentándola ver con los ojos de mis alumnos de dieciséis años, algunos miembros de las llamadas “aulas abiertas” que acogen eufemísticamente a estudiantes con graves dificultades en el aprendizaje. Algunos subtítulos no se veían bien lo que hacía difícil seguir el hilo del discurso de Al Gore. El tono profesoral del conferenciante era apasionante y apasionado, pero para mis alumnos sería demasiado pesado e insoportable. No entenderían la mayor parte de los análisis que allí se exponen, del mismo modo que no comprenderían las referencias a la política norteamericana ni a las elecciones en que Al Gore fue vencido –por maniobras de la familia Bush pero no por los votos-. No entenderían las referencias al protocolo de Kyoto no firmado por los Estados Unidos ni las que hacen alusión a la comunidad científica internacional. En muchas de las palabras de Al Gore se desliza la ironía, que es compartida por el público norteamericano que asiste a la charla, pero no sería captada por mis alumnos que se sentirían distanciados de la película.

Me temo que si no consigo colaboración por parte del seminario de Ciencias Experimentales –y no será fácil porque no hay tantas personas que se tomen este tema suficientemente en serio- sería prematuro e incluso contraproducente llevarles a ver una mañana de otoño una película tan rica en contenido como carente de acción y de espectáculo. Es una película densa de ideas y de razonamientos que fomentan una reflexión moral y que promueve una toma de conciencia no catastrofista, porque entre la negación y el sentirse derrotado aún hay espacio para la “acción eficaz”. Podemos reducir las emisiones de dióxido de carbono, cada uno en el plano individual con acciones adecuadas y podemos también presionar a los gobiernos (España es uno de los países que menos está cumpliendo los compromisos del protocolo de Kyoto de reducción de emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera) para que actúen de modo efectivo Son acciones políticas individuales y gubernamentales las que son necesarias.

Aquí entraría la necesidad de alertar a los jóvenes sobre el cambio que se está operando en la Tierra. De aquí mi pasión por despertarlos y hacerles tomar conciencia con esta película, pero mucho me temo que llevarles a verla traería más inconvenientes que éxitos. Podría obtener un resultado claramente adverso si lo que consigo es que se aburran soberanamente.

Sin embargo, habría un diez o veinte por ciento de los alumnos que se sentirían conmovidos por la película. Conmovidos y conmocionados. Pero el noventa por ciento la verían como un “rollo” inaguantable. Es una lástima que ese diez por ciento no pueda tener acceso a las grandes ideas de nuestro tiempo ni a destacadas obras de la literatura. Siempre hemos de pensar antes en el otro noventa por ciento que no está dispuesto a hacer esfuerzos por progresar y por comprometerse. Este es uno de los grandes problemas del sistema educativo actual. Que pesa mucho más ese noventa por ciento, que el diez por ciento que podría ser el fermento de un cambio considerable y que podría extender su radio a otros alumnos intermedios.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Entre los siglos XIX y XXI


Hoy una profesora de mi centro me ha preguntado cómo iba todo. Estábamos los dos cuidando a nuestros alumnos y nos hemos encontrado en el pasillo. Yo estaba con tres muchachos marroquíes, dos de los cuales acaban de aterrizar en España y apenas saben unas palabras de castellano o catalán. Son bereberes, lo que marca una importante diferencia con otros alumnos de origen árabe que se consideran, no sé muy bien por qué, superiores. Los tres alumnos trabajaban con ahínco: dos hacían caligrafía con frases sencillas como “El pájaro se puso una capucha preciosa” y el otro resolvía en un cuaderno multiplicaciones harto complicadas. Los tres conversaban amistosamente y sonreían mientras resolvían sus trabajos. Es esta sonrisa la que me ha cautivado y la que me ha hecho reflexionar cuando la profesora me ha preguntado cómo iba todo.

Me he sentido especialmente útil y me he dado cuenta de que me gusta ayudar a estos muchachos que acaban de llegar del Rif o la Cabilia. Hablan entre ellos uno de los treinta dialectos del Tamazight, y se sienten especialmente agradecidos cuando reciben unas palabras de apoyo. Habitualmente, en las clases normales, te puedes dedicar poco a ellos pero hoy estaban solos puesto que el resto del grupo había ido de excursión.

Otra noticia en mi centro es que acaban de incorporarse quince alumnos chinos recién llegados de la República Popular China. Se han añadido al primero de bachillerato científico-tecnológico. Han estudiado seis meses de castellano en su país, pero su dominio, de momento, es muy elemental. Asistirán a las clases con contenido más tecnológico y tendrán horas especiales de castellano y catalán por las tardes. El grupo de alumnos parecen muy atento y disciplinado y de ellos depende su aprendizaje rápido de los instrumentos lingüísticos básicos para cursar los estudios de bachillerato. Tienen tres años de estancia en España para realizarlos.

En mi clase de Literatura Universal de bachillerato, un grupo reducido de nueve alumnos, tengo alguna estudiante de origen ruso, otro argentino y otro paraguayo. Añaden un plus de internacionalidad, que me gusta, al curso. Estamos empezando a trabajar con wikis la realización de los temas. Algún día hablaremos de ello. Supone un nuevo desafío con la incorporación de las nuevas tecnologías pero en este caso en el ámbito cooperativo.

¿Cómo va todo? Razonablemente bien. Cada vez tiendo a pensar que la enseñanza es un terreno lleno de oportunidades y de desafíos en que no hay nada definitivamente escrito y sí mucho por escribir. Es un terreno gozosamente abierto a la innovación y a la experimentación. Puede ser que no obtengamos de entrada resultados óptimos. El alumnado es muy variado y complejo y está inserto en una sociedad también compleja y poco cohesionada. No hay que medir nuestra acción por el número de fracasos que obtengamos, que serán muchos y serán inevitables. No podemos pensar que nuestros alumnos nos vayan a tener como centro de sus vidas y que nuestras materias sean lo más importante para ellos. Sus carencias son muchas y sus ganas de aprender limitadas. Ello no impide que muchos días, o al menos algunos de ellos, miremos nuestra tarea con especial ilusión y que tengamos unos momentos de gozo esperando ver qué resultados tiene nuestra introducción de las nuevas tecnologías en las aulas, o cómo van adaptándose unos alumnos recién llegados del desierto, sin apenas intrucción previa pero con ganas de sentirse útiles y estimados, como queremos todos.

Y un blog es eso: la posibilidad de contarlo. Cómo un profesor alterna la tecnología del siglo XXI con instrumentos de aprendizaje del siglo XIX como puede ser la destreza de la caligrafía. ¿Cómo va todo? Pues razonablemente bien.

Proyectos: llevar a mis alumnos de cuarto de ESO a ver la película de Al Gore Una verdad molesta o inconveniente que va a ser estrenada por fin en España. Luego escribirán sobre el cambio climático en el blog educativo Lengua en movimiento (que les invito a visitar, especialmente en el área de Comentarios). Espero que mis alumnos se conciencien sobre el mundo que han de intentar conservar. A veces tiendo a pensar que viven todavía en la luna y que no son conscientes, como tantos adultos, de lo que está en juego y el poco tiempo que tenemos para intentar hacer algo al respecto.

Hay que procurar trabajar a gusto. Y pasarlo bien.

sábado, 28 de octubre de 2006

Bodas de sangre


Esta es la famosa tragedia de Federico García Lorca que le llevó a la fama y al reconocimiento en el mundo teatral. De hecho, es la obra que le permitirá por fin independizarse económicamente de sus padres, tras la vuelta de su periplo americano. En efecto, Bodas de sangre fue escrita en 1932 y estrenada el 8 de marzo de 1933 en el teatro Beatriz de Madrid con un éxito impresionante por doquier que fuera representada, sea en España o Hispanoamérica.

Lorca declaró en 1933: “Creo, sinceramente, que el teatro no es ni puede ser otra cosa que emoción y poesía, en la palabra, en la acción y el el gesto”. Esto es en definitiva esta tragedia rotunda que constituye Bodas de sangre: emoción y poesía que sigue llegando a los lectores y espectadores adolescentes de hoy en día.

Tengo por costumbre, en cuarto de ESO, leer colectivamente, dramatizando en la medida de lo posible, la obra de Lorca. Su lectura nos lleva unas tres semanas, a lo largo de tres sesiones o cuatro. La experiencia no puede ser más estimulante porque los alumnos, especialmente las chicas, quedan prendados y prendidos por este bellísimo texto dramático, de desnudez enteramente clásica.

En él se enfrentan las dos fuerzas antagónicas: las que ayudan a mantener el orden y las que oscuramente participan a su fracaso. Es un amor irreprimible y prohibido -la fatalidad- , el que hace que el héroe trágico, la novia, huya con su amante, después de la boda con el novio, el que ya es su marido.

Los chicos y las chicas escogen sus papeles preferidos. Las hay que quieren interpretar a la novia y los que quieren representar a Leonardo, o a la luna o a la mendiga. Lorca los consideraba el mejor momento de la obra como símbolos de fatalidad. El realismo desaparece de la obra para dar paso a la fantasía poética. Es emocionante el momento en que los dos amantes huidos se encuentran solos pero rodeados por los perseguidores que están a punto de darles alcance.

Se enfrentan a cuchillo Leonardo y el novio, pero esta escena es genialmente elidida por el poeta. Sólo oímos dos gritos desgarradores al final del segundo acto, y por la escena posterior en que aparecen las tres mujeres, todas víctimas ( la novia, la madre del novio y la mujer de Leonardo, embarazada y con un hijo) sabemos lo que ha pasado. Los dos ejes de la acción han muerto. La novia está en el centro, sola y hundida, esperando los golpes y los insultos de las otras dos mujeres, la madre del novio y la mujer de Leonardo.

El silencio durante la lectura es completo. Sólo hay algarabía cuando estamos repartiendo los papeles. El profesor lee las acotaciones escénicas e intenta explicar el sentido del texto en los fragmentos más destacados. Los alumnos están intensamente conmovidos por el texto dramático. Parece mentira que hayan pasado setenta y tres años desde que Bodas de sangre fue estrenada y que siga manteniendo tal capacidad de sugerencia y misterio entre alumnos tan alejados de sus coordenadas. Quizás lo que fascina es su sentido trágico, la elección de la novia de la libertad frente a las convenciones del mundo y del orden establecido.

Siempre, tras la lectura les hago reflexionar sobre el dilema de la novia: seguir su instinto, su tendencia y su amor prohibido o resignarse con el novio al que estará unida sin amor el resto de su vida. En esto hay importantes discrepancias: los hay que no perdonan a la novia y que la califican de lo peor o los hay que entienden sus razones para escaparse.

Para mí el momento mejor de la tragedia es cuando la novia explica a la madre los motivos que la llevaron a hacer lo que hizo:

NOVIA: ¡Porque yo me fui con el otro, me fui! Tú también te hubieras ido. Yo era una mujer quemada, llena de llagas por dentro y por fuera, y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes. Y yo corría con tu hijo que era como un niñito de agua fría y el otro me mandaba cientos de pájaros que me impedían el andar y que dejaban escarcha sobre mis heridas de pobre mujer marchita, de muchacha acariciada por el fuego. Yo no quería, ¡óyelo bien!; yo no quería. ¡Tu hijo era mi fin y yo no lo he engañado, pero el brazo del otro me arrastró como un golpe de mar, como la cabezada de un mulo, y me hubiera arrastrado siempre, siempre, siempre, aunque hubiera sido vieja y todos los hijos de tu hijo me hubieran agarrado de los cabellos!

Me han pedido insistemente que les pase la versión de la obra que hizo en 1981 Carlos Saura, una magnífica película con Antonio Gades y Cristina Hoyos en los papeles principales. Recuerdo que la vi por primera vez en París en una sesión subtitulada en francés y quedé profundamente emocionado, igual que todas las veces que la he visto y que han sido muchas. Espero que mis alumnos disfruten con ella igual que yo.

jueves, 26 de octubre de 2006

Creación de blogs


He abierto un blog educativo para mis alumnos. En él propondré actividades que pueden ser realizadas directamente a través de los comentarios como es el primer texto que les he ofrecido, propuesto por Antonio Solano en su blog Re(paso) de Lengua, al que le agradezco sus sugerentes ideas para desarrollar con los muchachos de la ESO.

En el blog, cuya URL es http://mac4rteso.wordpress.com/ con el titulo Lengua en Movimiento (lo que suscitó en seguida risas unánimes para ser veraces), he abierto una categoría titulada Taller de blogs para realizar enlaces a los blogs que ellos creen. De momento son sólo tres los que han abierto un blog en blogger, pero sé que otros, por mor de imitación y por propia iniciativa tienen la intención de crear otras bitácoras.

El blog Lengua en movimiento ha recibido en pocos días 330 visitas lo que es estimulante para ser una página recién abierta y teniendo en cuenta que cuento con sesenta alumnos de cuarto de ESO distribuidos en tres cursos.

Hay que señalar que sólo el cincuenta por ciento de mis alumnos tienen ordenador y acceso a internet. Ello hace que las actividades que les proponga pueden ser hechas según el sistema tradicional o a través de la red.

El sistema ha suscitado expectación y los he visto interesados en el proceso. Veo ventajas en el hecho de que así se sienten más motivados para escribir y verse publicados. Asimismo todos los alumnos pueden ver lo que los demás han escrito. No hay, a tenor de lo visto, un gran despliegue de originalidad. Sólo en algún comentario se vislumbra una perspectiva más creativa (Véase Ana Mª Gómez). Los demás reproducen las mismas características que se observaban en el sistema tradicional de entrega de composiciones escritas. La revolución tecnológica abre puertas pero no suscita grandes sorpresas hasta ahora.

Observo con preocupación que en los comentarios y en los blogs abiertos abundan, como es habitual, las faltas de ortografía. Los correctores de Word no detectan todas las faltas en los casos de homonimia y dichas faltas estropean y afean, aunque ellos no se den cuenta, la presentación del ejercicio. Una pega es que si soy yo quien les corrijo el ejercicio directamente sobre el papel, puedo señalarles las faltas, aunque hagan poco caso. Presentado a través de internet las faltas quedan registradas pero no son corregibles. Un recurso es el de proponerles ejercicios subrayando las faltas más frecuentes de ellos.

Otra posible objeción al uso de blogs como herramienta educativa es la presencia de comentarios poco respetuosos hacia los que son diferentes: en uno de los blogs hay bromas acerca de los “sarasas” que hay en el instituto. Esto me disgusta y debería ser motivo de reflexión colectiva. Es lo que llamaríamos el libro de estilo de los blogs. Debe estar presente el respeto hacia los demás. El alumno, posteriormente, ha accedido a retirar sus comentarios irónicos.

Por supuesto, cuando les he propuesto que podían crear blogs que serían evaluados para la asignatura les he tenido que dar libertad de creación. No sé si habrá sorpresas, pero de momento hay uno dedicado al deporte y chistes varios, otro dedicado también al deporte (sin poner una mísera mayúscula) y a los juegos de Play Station; otro, por fin en que se realiza una semblanza de Bob Marley. Hoy he comprobado que uno de los alumnos ha publicado una especie de manual del cultivo de la marihuana, y se pregunta si la sustancia conocida como maría es una droga o una medicina convencional. No es de extrañar por parte de un alumno que nos ha salido “rasta” en el corazón.

Los blogs son ventanas abiertas a sus inquietudes e intereses. También a su libertad. Nos permiten conocerlos mejor y seguir su proceso educativo.

En fin, estoy dividido entre las ventajas y los inconvenientes de los blogs como instrumento de creación y de estímulo de la libertad y la personalidad. Se pueden decir muchas tonterías y banalidades, pero entre ellas podremos espigar alguna idea original.

El proceso está empezando y todavía no se puede hacer una valoración global. Sólo son tendencias que estoy observando. Probablemente el hecho de crear un blog es emocionante, tanto para ellos como para nosotros. Esperemos y demos un tiempo para que surjan los frutos.

Estamos en compás de espera. Pero el comienzo no ha sido malo.

domingo, 22 de octubre de 2006

La trilogía de Nueva York (Paul Auster)


Esta es la famosa y popular serie de Paul Auster titulada Trilogía de Nueva York, compuesta por tres novelas cortas: Ciudad de cristal, Fantasmas y La habitación cerrada, este último compartiendo titulo con un célebre relato de HP Lovecraft en su serie de cuentos sobre Dunwich y sus horrores.

Tuve ocasión este verano de disfrutar con la citada trilogía durante una semana ociosa de agosto. Era mi primer encuentro con Auster y he de decir que me sorprendió su mundo paranoico y cerrado en que deambulan sus personajes en busca de sentido porque eso es lo que inquieren sus criaturas intensamente dramáticas

Tras tramas de estructura policiaca negra tradicional sus personajes se enfrentan a dramas íntimos paradójicos. Siempre hay una relación de observador-observado, como se da en Ciudad de cristal y en Fantasmas. Un personaje busca u observa a otro para darse cuenta al final de que a quien se está observando es a sí mismo o termina advirtiendo de que está metido en un círculo infinito que carece de sentido pero al que ha sacrificado la totalidad de su existencia.

En Fantasmas, los personajes carecen de nombre. Se llaman Azul (el detective), Blanco (el que lo contrata) y Negro (el observado). Azul ha de observar cuidadosamente todo lo que hace Negro y enviar sistemáticamente informes a Blanco con el que no volverá a tener contacto excepto a través de los cheques que le irá remitiendo por su trabajo. Azul se instala en un apartamento en frente de Negro que se pasa la vida escribiendo o leyendo. La relación de hechos es anodina y la previsibilidad de las acciones de Negro terminan por aburrir a Azul que se dedica a elucubrar acerca del sentido de lo que está haciendo. Está tan harto pero a la vez tan subyugado con su tarea que cuando salga a la calle lo seguirá a pocos pasos. Se identifica totalmente con el perseguido u observado e incluso lo llegará a abordar y le contará su historia, la de que está observando a un tipo que sabe que lo están observando. Un día entrará en el apartamento de Negro y descubrirá sus informes encima de la mesa con lo que se cierra el círculo. Terminará por enfrentarse Negro y no sabemos si lo deja muerto en la habitación. Luego sale de allí y se marchará quizás a China, no sabemos. La incertidumbre es la de la propia existencia en la que la novela se convierte en un símbolo inquietante.

Más sorprendente, si cabe, es el título que remata la trilogía –La habitación cerrada- que mantiene una unidad de estructura y de sentido con los dos primeros. Tal vez los tres libros no sean más que uno solo. El protagonista, víctima del relato y a la vez su agonista, recibe un día una llamada de una tal Sophie Fanshawe. Está casada con un antiguo amigo del personaje del que no sabemos el nombre. Fanshawe ha desaparecido hace unos meses. Se habían conocido él y Sophie hacía tres años y su desaparición sólo puede significar que ha sucedido algo terrible. El desarrollo de la novela es altamente intrigante y no lo voy a revelar porque merece la pena leerla con la convicción de que el relato se reconducirá por situaciones inverosímiles pero profundamente reales. Nadie sabe muy bien por qué actúa y la vida es concebida como una especie de drama interesante cuyas claves desconocemos.

Las novela de la trilogía mantienen, como hemos dicho, una unidad de sentido pero no es menos relevante la intertextualidad con otras obras literarias a las que el autor muestra su admiración y reconocimiento. Así sucede con Don Quijote de la Mancha, al que se hace un espléndido homenaje en las reflexiones de Auster-personaje, ya que el autor Paul Auster se introduce, al modo cervantino, dentro de la narración primera, Ciudad de cristal. Admiración asimismo hacia John Milton y su Paraíso perdido, Melville y Mobby Dick, Henry David Thoreau y Walden o La vida en los bosques, Edgar Allan Poe

Nueva York es aparentemente el territorio de la novela, pero no lo es menos la propia existencia humana y la misma literatura sobre la que se dan agudas reflexiones. Son tres novelas de intriga policiaca y metaliterarias porque versan sobre la propia esencia de la literatura y la relación fascinante entre escritor y lector, la pieza sustancial que falta a la obra escrita por Paul Auster.

Dejo constancia de una entrevista hecha por Lou Reed a Paul Auster que es muy interesante.

jueves, 19 de octubre de 2006

Estambul


Llevo cuarenta años devorando letra impresa. He leído, como Cervantes afirmaba en El Quijote, todo lo que caía en mis manos: veintinueve años leyendo el mismo periódico sin casi faltar un día, entre cincuenta y sesenta libros al año, amén de otros muchos que leo fragmentariamente: obras literarias, filosóficas, históricas y sociales; revistas literarias y técnicas, folletos varios, revistas del corazón, carteles publicitarios, catálogos de editoriales y resúmenes varios de otras mil obras dispersas, antologías, poemas sueltos, letras de canciones, panfletos políticos, escrituras y testamentos, códigos de leyes civiles y penales, actas de la comunidad de propietarios, contratos comerciales con su consiguiente lista de artículos y condiciones, recetas de cocina, prospectos médicos…

He leído obras maestras imprescindibles y obras secundarias pero igualmente necesarias; literaturas de todo el mundo recorridas sistemáticamente; géneros literarios de todo orden (horror, ciencia ficción, policíaco, realismo social y mágico, fantástico, teatro en todas sus vertientes desde el clásico griego hasta el más innovador y rompedor…). No he desdeñado los best sellers como Los pilares de la tierra u otras obras de Ken Follet; hasta he leído El código da Vinci, así como Ángeles y demonios, por citar algunas entre las que no olvido a Frederick Forshyte, a Dominique Lapierre o Larry Collins

He leído en casa novelas del mar cuando era niño y de mayor en antiguas y desvencijadas pensiones las obras completas de Shakespeare.

He leído sin descanso, sin cesar, con hambre de ideas y de estilos, con deseo de penetrar en los arcanos de las épocas que han conformado el mundo. He buscado claves para comprender el universo y mi vida, especialmente mi vida. He querido, para ello, escuchar a los pensadores más preclaros y lúcidos, he llegado al pensamiento oriental y he querido descubrir las claves de la concepción del mundo africana, eslava, francesa, italiana, norteamericana, inglesa, nórdica… He leído sobre las mitologías más conocidas y otras menos populares.

He sido, en resumidas cuentas, un lector disciplinado, cuidadoso, sistemático, curioso…

Pero llevo unos meses que detesto lo que está escrito. No soporto la lectura que se me revela como profundamente ineficaz y abstrusa. ¡Estoy sencillamente harto de leer! He llegado a un tal extremo de saturación de palabras y de ideas así como de obras, que han llegado a no decirme nada. ¿Cómo puedo leer con tal dejadez La montaña mágica de Thomas Mann que en un momento me subyugó? Me importan un pito las andanzas de Hans Kastorp en las alturas y su fascinación, que fue mía, por la enfermedad y la muerte. No me dice nada Cien años de soledad, ni Dostoievski que fue tan amado por mí. Me importa un rábano Julio Cortázar que nutrió fructíferamente mis años de juventud. No me dicen nada Krishnamurti, el filósofo hindú que tanto me influyó durante unos años, ni Taizen Deshimaru. Ni tampoco Herman Hesse ni Borges, ni Lawrence Durrell, ni Tolstoi… Me dejan frío Las memorias de Adriano de Margarita Youcernar, y el Orlando de Virginia Woolf que causaron auténtica conmoción en mí en otros tiempos…

Estoy apático e inapetente. Miro los libros que se han de leer mis alumnos y siento horror. Comprendo su espanto ante la letra impresa. Me uno a su tribu de desganados ante la lectura. Sólo algunos blogs, escritos por gente normalita como yo, logran atraer mi atención. Siento la pasión por la creación que late en ellos aunque quizás ninguno lleguemos a tener ningún éxito ni social ni literario. Es otra la cuestión. Suscita ternura nuestro empeño en seguir en la brecha, en intentar hacernos un hueco en este extenso mundo de la blogosfera.

Esta situación me preocupa, porque yo no sé subsistir sin los libros. Me han acompañado sus páginas desde que recuerdo que los descubrí. Me han hecho compañía sus palabras y sus historias… No puedo vivir sin ellos. Cada noche, como un amante apasionado pero falto de vigor, me llevo un libro distinto a mi cama, pero ninguno llega a interesarme. Sus palabras me parecen distantes y opacas. No logro desentrañar el sentido de lo que quieren decir porque sencillamente estoy cerrado para el mismo. Lo intento y lo intento con obras que fueron clave para mi historia, pero la literatura parece habérseme hecho incomprensible. Mi estado es de desolación y no hay comparación más apropiada que la del enamorado desencantado.

Descubro que sólo me atraen las autobiografías. De pronto he tenido un rapto de inspiración. Recuerdo el único libro que en las últimas fechas me ha llegado a interesar. Pienso en el último premio Nobel, el turco Orhan Pamuk sobre el que he dado una clase en mi curso de literatura Universal de bachillerato. Su figura nos ha llevado a Salman Rushdie que se solidarizó con él cuando el proceso que lo quiso enjuiciar por haber denunciado el genocidio turco contra kurdos y armenios. Pienso en Orhan Pamuk y siento deseos de leer su autobiografía: Estambul. Ciudad y recuerdos. Su infancia. Me atraen los libros que hablan de la infancia, éste en la ciudad decadente del hundido imperio otomano.

Bajo de mi casa a la librería de El Corte Inglés, próxima a mi casa. Busco en un estado próximo a la desesperación un signo, espero que algún libro me llame, que me diga algo. Busco y busco pero es inútil, hasta que en un estante lateral atisbo Estambul. Ciudad y recuerdos. Me estaba esperando. Orhan Pamuk.

Me sumerjo en su lectura. Su primer capítulo se titula El otro Orhan y comienza: Desde niño me he pasado largos años creyendo en un rincón de la mente que en algún lugar de las calles de Estambul, en una casa parecida a la nuestra, vivía otro Orhan que se me parecía en todo, que era mi gemelo, exactamente igual a mí.

Llueve. Me adentro en las calles de Estambul. Estoy excitado.

lunes, 16 de octubre de 2006

Los chicos del coro


He pensado que en hora de tutoría, una hora semanal, sería una buena idea pasarles a mis alumnos una buena película que sea esperanzadora y formativa. Desafortunadamente me falta labia para ocupar una hora entera con ellos hablando de asuntos varios. Se me acaban en seguida las cuestiones urgentes y oficiales. Soy escueto y no me gusta alargar las conversaciones fuera de su duración adecuada. Una buena película podía ser la solución para que nos diera motivo de reflexión y una posterior conversación tomando como base algo sólido.

Inmediatamente me ha venido a la cabeza la película franco suiza Los chicos de coro, una película dirigida por Christophe Barratier en el año 2004 que vi con mis hijas y les encantó. Es una película que reúne todos los ingredientes para dar tema largo de conversación

He pasado la película en dos días. Lo primero que les ha llamado la atención ha sido la época de la película. Han advertido inmediatamente que los tiempos que refleja no son los actuales. ¿Nos vas a poner una peli de vuestros tiempos, aquellos en que os pegaban en la escuela? Es lo primero que me espetaron, pero no sé por qué la película consigue metérselos en el bolsillo a las pocas escenas, que si mis lectores recuerdan consisten en en el encuentro de dos antiguos compañeros de reformatorio: uno – Pierre Morhange- que ha llegado a ser un prestigioso director de orquesta y Pepinot que tiene el diario de su antiguo profesor que cambió sus vidas porque les dio una oportunidad. Un largo flashback nos lleva a la llegada de Clement Mathieu –cincuenta años atrás- al correccional que dirige con una fuerte carga de amargura el director Rachin. Mathieu es un músico que se ha visto obligado a trabajar como vigilante en el “culo del mundo”, la escuela correccional El fondo del estanque. Los alumnos son rebeldes y su comportamiento deja mucho que desear. Él, sin embargo, logra ganarse a los díscolos internos con su actitud leal y con su afecto. Ellos para él no son simple escoria ni material de disección psicológica mediante la que se encasillaba a los delincuentes en la Francia de 1949 cuando se ambienta la película. Él se preocupa por sus vidas y decide enseñarles aquello que mejor sabe: la música. ¡Cómo sacar oro del plomo es el viejo mito de la alquimia! Y de ciertas películas que tienen como eje a profesores que saben sacar lo mejor de sí mismos de alumnos condenados al fracaso por una escuela todo menos humanizadora que es la que se nos presenta.

Lo cierto es que con la música consigue transformar sus vidas. Nosotros como espectadores recibimos una fuerte emoción al identificarnos con ese impulso del ser humano de intentar ser mejor, de superarse a sí mismo, de convertir lo malo en notable o sobresaliente. La película es una avalancha de emociones, aderezada con la música bellísima del coro de la escuela en el que resalta la figura de Pierre Morhange que tiene un voz angelical. La película no está exenta de conflictos y de dramas internos: el enamoramiento -no correspondido- de Mathieu de la madre de Morhange, el enfrentamiento con su hijo por los celos que siente este por la simpatía que se profesan su madre y su profesor de música, la irrupción de un interno violento –el único barítono del coro y al que quiere integrar Mathieu- que es acusado erróneamente de haber robado doscientos mil francos, la posterior venganza de éste cuando quema el correccional.

Al final, Mathieu es despedido de la escuela por el director que odia a sus alumnos. Rachin llama al vigilante “músico fracasado” pero nosotros sabemos que Mathieu tiene el corazón de artista, y el corazón de un artista nunca es pobre, mientra que el director sí que es un ejemplo de fracaso existencial. Sus alumnos se despiden de él lanzándole mensajes de afecto y de despedida, a pesar de la prohibición, desde las ventanas. Le cantan también una bella canción del repertorio que Mathieu les enseñó. .

Mis alumnos, varios de ellos marroquíes, asistían maravillados al pase de la película que tiene el mérito de ser rabiosamente actual y llena de esperanza. La proyección les ha mantenido fascinados y se han identificado plenamente con lo que allí se les proponía que no era ningún mensaje maniqueo ni simplista. Sencillamente allí se hablaba de afecto, de música, de transformación íntima, de esperanza, de camaradería… de cantar juntos. Probablemente y lo han dicho en sus comentarios la película refleja otros tiempos y los alumnos de ahora no son como los que aparecen en Los chicos del coro. Ignoro si es así, pero constato la intensidad de la atención con que han visto la película que ilustra un viejo sueño del ser humano: el de ser mejor. Esto y la importancia de la música en nuestras vidas.

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viernes, 13 de octubre de 2006

Otros mundos, otras miradas

Malick Sidibé

He ido a ver una exposición de fotografía en una mañana lluviosa del día del Pilar. Me acompañaba mi hija pequeña Lucía de siete años. Junto a ella, a veces cansada de ver imágenes, he tenido ocasión de contemplar la exposición Bamako’05 Otro mundo en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. La muestra recoge fotografías de doce fotógrafos africanos que han formado parte de la exposición VI Encuentros africanos de la fotografía que se celebró en el año 2005.

África ha formado parte desde hace tiempo de mi imaginario personal. Me gusta leer literatura africana y asistir a charlas o exposiciones sobre tema africano. El comisario de la muestra, Pep Subirós, reflexiona sobre los fundamentos de esta exposición que tiene como subtítulo Otro mundo tomando como base la frase de Paul Eluard de que “Existen otros mundos pero están en éste”. La muestra no es la realidad total sino una propuesta que revela la rica vida del continente africano lejos de los estereotipos y las miradas exóticas. La tarea de los fotógrafos es la de revelar ese otro mundo a partir del instante único y mágico que es la mirada del artista. “El otro mundo no está muy lejos, a poco que nos dignemos buscarlo” sostiene en el catálogo el intelectual africano Simon Njami.

África es vista siempre por la prensa desde un punto de vista fatalista y negro. Es el continente de los desastres, del Sida, de las hambrunas, de las dictaduras, de la emigración masiva a occidente, de las guerras… Sin embargo, siendo todo esto cierto, en África, que forma parte del planeta global, se da toda suerte de modernidad artística y las calles caóticas de sus ciudades probablemente nos dan pistas sobre cómo será el futuro y las contradicciones que habremos de asumir en el llamado primer mundo. En África está todo el mundo y Africa está en todo el mundo.

Los fotógrafos africanos que forman parte de la muestra han tenido que deshacerse de la función de ser propagandistas y tranquilizadores de la conciencia occidental. Sus fotografías están lejos de ser convencionales y esperadas. Recuerdo por ejemplo las fotos inquietantes de Michael Subotzky, sudafricano, tomadas en la prisión de máxima seguridad de Pollsmoor en que decenas y decenas de presos se hacinaban en sus literas posando para la cámara o las de dos cuerpos negros desnudos duchándose en un cuarto de baño… James Iroha Uchechukwu, nigeriano, toma fotos espeluznantes de un matadero de reses entre densas humaredas y fuego fuertemente dramático.

En otro orden de temas están las esperanzadoras imágenes de Malick Sidibé, malinés y en la línea del también malinés Seydou Keita. Son fotografías en blanco y negro, no recientes, de un pasado que refleja también la esperanza y la alegría de vivir. Son fotos de estudio en que posan los personajes en actitudes propias de la vida cotidiana.

En África las fronteras se deshacen con cierta facilidad. La fronteras físicas entre estados, la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, el mundo físico y el mundo inmaterial. Hay muchos mundos en África y no existe una sola África ancestral anclada en el pasado. África es un continente vivo y lleno de esperanza a pesar de las apariencias en el sentido opuesto. Hoy los fotógrafos de la muestra me han mostrado una serie de imágenes lejos de la mirada cansada de occidente. Son fotos llenas de dinamismo y vida interior. África necesita abrirse al mundo y a la modernidad y para sorpresa de muchos, en algunos sentidos África está en el centro de dicha modernidad.

martes, 10 de octubre de 2006

A la búsqueda del grial (o del estilo)



En el ángulo superior izquierdo, junto al contador de entradas, aparece un nuevo logotipo que dice "Soy un blogfesor". Animo a los amables visitantes del blog a clicar sobre él. Si lo hacen, entrarán en la declaración de principios del profesor navegante por la blogosfera que entiende que los blogs son un poderoso instrumento de comunicación e intercambio de ideas y sentimientos. Asimismo se propone su difusión, como mecanismo de motivación, aprendizaje y estímulo de la curiosidad, así como de alternativa a otros medios de comunicación tradicionales.

El blogger ha conocido los beneficios terapéuticos de participar en esta actividad que desarrolla la creatividad y la interconexión de ideas; que fomenta las relaciones humanas en un ambiente generoso y cordial; que aporta variedad, color, y un importante aliciente a la vida rutinaria que tendemos a llevar; favorece, por último, el conocimiento de otros puntos de vista con los que se entra en debate respetuoso, lo que exige ordenar las ideas, y a la vez, necesariamente, se procura una cierta confluencia de pareceres.

Nada hay comparable al hecho de redactar un post. Se pone ánimo y pasión. Y sólo la experiencia del artista o del actor es equiparable al momento en que uno clica en el botón de "publicar entrada". Es como lanzarte al vacío intuyendo que tarde o temprano el paracaídas se abrirá.

Por primera vez en la historia, el ciudadano anónimo y común puede publicar y expresar, sin coste económico, sus opiniones o reflexiones, o dar a conocer sus humildes o geniales creaciones en el convencimiento de que habrá alguien al otro lado en quien encontrarán un eco si se perseverá en el intento.

Me gusta el apartado que declara que la participación en el mundo de los blogs es una actividad espiritual. Así lo entiendo yo, y me convence este adjetivo que define certeramente la esencia de bloguear, que no es sino la continuación de la búsqueda del Grial por otros medios.

Dentro de la banalidad (o no) de la vida cotidiana, que a fuerza de repetitiva se convierte frecuentemente en insustancial, nos encontramos con algunos instantes de intensa excitación y de resquicios de eternidad, cuando publicamos, cuando leemos y comentamos, cuando sentimos que alguien nos lee e intenta acercarse a nosotros.

¿Cómo no dar a conocer a nuestros alumnos algo que puede transformar positivamente sus vidas o en todo caso ampliar notablemente su modo de percepción del universo? Probablemente hay más espíritus inquietos de lo que parece. Sólo falta el blog adecuado. Luego serán necesarios el estilo y la redacción precisos.

domingo, 8 de octubre de 2006

Sangre, sentimientos y tecnología


Los profesores de lengua que llevamos cierto tiempo en el ejercicio de la profesión hemos observado un creciente descuido y empobrecimiento del lenguaje oral y escrito entre nuestros alumnos. Es muy raro el alumno que estructura adecuadamente una serie de ideas escritas, que cuida la ortografía y que intenta enriquecer el léxico. Lo habitual es que se escriba y hable con lo que llamaríamos una espontaneidad absoluta. Se escribe igual que se habla, y se habla mal. Este es el panorama que vemos diariamente en la escuela.

Cuando un adolescente escribe, suele amontonar lo que son diferentes impresiones, sin orden ni concierto. Fallan los signos de puntuación y fallan los distintos conectores que ayudan a organizar el lenguaje. El resultado es un caos magmático de una enervante pobreza discursiva. Y es, en efecto, el discurso el gran perdedor de todo este proceso.

La Academia da varias definiciones de este concepto del discurso. La primera es “facultad racional con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia de sus principios o conociéndolas por principios o señales”. Otra segunda definición es “cadena hablada o escrita”. La primera hace hincapié en el proceso causal, estableciendo las relaciones de causa y consecuencia, algo que es esencial en la construcción de una argumentación o exposición. La segunda me es especialmente útil porque el discurso es una cadena formada por eslabones que son las palabras y las oraciones, que a su vez son la expresión de las ideas expuestas con un objetivo que es el sentido de la cadena: enseñar, persuadir, deleitar, entretener…

Lo primero que falla, a mi juicio, es el ánimo del redactado. Les falta motivación para escribir sobre los temas que les proponemos. Quizás aquí fallamos nosotros proponiéndoles asuntos que no les dicen nada. Tenemos aquí un elemento de reflexión porque no les atraen los temas que tengan un enfoque anticuado. Nuestros alumnos están seducidos por la modernidad y el mundo de la actualidad.

Luego falla su tendencia a la espontaneidad, a no darse cuenta de que lo escrito no se rige por las mismas normas que el lenguaje oral, el lenguaje de registro familiar que hablan con sus compañeros, amigos o sus padres. Para ello, han de filtrar sus impresiones primeras y convertirlas en ideas organizadas, correctamente expuestas, lo que exige el uso del borrador inicial y luego posteriormente un segundo borrador, lo que es, a todas luces, un esfuerzo que les resulta agotador, y para el que no están preparados. Hay que tener un prurito muy especial para dedicarse a enriquecer el lenguaje. Lo sé por los alumnos, escasísimos y generalmente chicas, que cuidan su expresión, y alguna de ellas une a todo ello la capacidad imaginativa, el siguiente elemento que falla en el proceso.

La imaginación consiste en la facilidad para formar nuevas ideas, nuevos proyectos…, es decir, sacar del caletre nuevos enfoques, que se salgan de los tópicos o estereotipos, lo que se supone que se debe decir o escribir. Esto ya no es tan fácil porque la imaginación literaria es la gran perdedora en el mundo tecnológico que estamos viviendo. El ámbito informático y tecnológico pueden suponer también elementos imaginativos pero de otro orden. La imaginación tecnológica es diferente y no responde al mismo sentido del juego narrativo o discursivo. El mundo informático está basado en saltos sin hilación, en la presencia continua de imágenes sucesivas e inmediatas, en la navegación sin esfuerzo o a lo sumo con un clic del ratón. El mundo entero está a nuestro alcance sin tener que sudar la camiseta. El poder de la pantalla es superior a cualquier medio de expresión tradicional, su interactividad es más que atractiva. Es una condición sine qua non para estimular su imaginación ya definitivamente contaminada por el lenguaje de la contemporaneidad.

Para trabajar la motivación, leo con interés sobre las propuestas de compañeros profesores que están ensayando la aplicación del mundo de los blogs a la enseñanza. Tengo la impresión de que cualquier mejora en la calidad de la atención y motivación de nuestros alumnos pasa por la innovación tecnológica, la única que ellos están dispuestos a experimentar. Todo lo que pase por una pantalla tiene un atractivo estimulante, todo lo que implique una capacidad electiva es especialmente fascinante para ellos.

Habríamos de saber combinar los elementos tradicionales de una clase, que son imprescindibles, con las nuevas aportaciones que nos proporciona el mundo de la tecnología. En ello estamos, intentando evolucionar en nuestro discurso pedagógico para abrirnos a su forma de concebir el mundo y el universo.

Un comentarista adolescente intervenía hace unos días en un post sobre “La imaginación adolescente”. Defendía como base de esa imaginación la mezcla de sangre y sentimientos. En este tándem tenemos la base de nuestro quehacer para acercarnos a ellos. Sangre y sentimientos. Pura pasión en definitiva. Pero ordenación del pensamiento y tecnología son a veces incompatibles porque la tendencia al escribir en un soporte informático es la de intensificar el nivel de espontaneidad. Tengo mis dudas. Pero también curiosidad por ver el resultado.

miércoles, 4 de octubre de 2006

Un viejo maestro

Dimas es un singular profesor de mi centro. Hay muchos profesores en mi instituto -que están o que han pasado por él- pero sin embargo si tuviera que realizar una semblanza personal me quedaría con él. Su figura, su palabra, su actitud ante los alumnos y ante el hecho de enseñar me atraen poderosamente. Es uno de los profesores más valorados por el alumnado del primer ciclo de la ESO donde es maestro, porque Dimas ejerce de maestro, aunque ha cursado la carrera de Historias.

¿Por dónde comenzar su pequeña historia? Ha cumplido ya ampliamente la cincuentena pero sigue siendo un enamorado de su trabajo y de sus alumnos. Le quedan escasos años de ejercicio profesional y él lo lamenta. No entiende la vida sin sus conflictivos discípulos de primero y segundo de la ESO. Es un monstruo de la profesión por su dedicación, por su entrega y su actitud generosa y abierta a las novedades pedagógicas. Su vida es su trabajo. Éste es una poderosa droga que le mantiene vivo y alerta.

Sabe pautar el trabajo de sus alumnos. Cree que el trabajo del profesor se sustenta sobre una meditada planificación; sostiene que una serie de actividades sencillas secuenciadas y progresivas supone un cierto nivel de aprendizaje. Los demás nos debatimos entre las dudas y damos palos de ciego, mientras él desarrolla un método científico de enseñanza. Todos sus alumnos le aprecian. Con él no hay fracaso, nadie o prácticamente nadie se queda descolgado de la asignatura. Con él todos trabajan a gusto: ilustran las imágenes de sus dossieres y responden a sus preguntas hábil y sabiamente estructuradas. Todos aprueban con Dimas porque sabe ponerles el caramelo de un aprendizaje ameno y sencillo. Sin darse cuenta aprenden más de lo que con cualquier otro método hubieran logrado.

Le veo andar ágilmente por los pasillos. Tiene una personalidad enérgica y poderosa dedicada en cuerpo y alma a sus chicos. Son la sal de su vida. Padece del corazón y ha sufrido varias crisis cardiacas, pero él sigue entregándose a la enseñanza con la misma fuerza y entusiasmo de siempre. Algunos pensamos que corre un serio peligro con las dosis de medicamentos estimulantes que toma para lograr mantener su actividad docente. Entiendo su aceleración, su vigor, su energía… Le vienen también de la convicción de que se puede hacer algo seriamente por los alumnos. Él fue un alumno con problemas de aprendizaje y hubo de sufrir un amargo calvario en sus años de estudiante. Al final se quedó solo con el profesor que venía a enseñarle a casa. Se dijo que el se dedicaría a la enseñanza de un modo integrador y no segregador.

El fracaso no forma parte de su sistema de educar. Aprender exige un esfuerzo y él conoce el sistema de que todos sus alumnos, incluso los más desmotivados, trabajen y cumplan con ese esfuerzo necesario. Sus resultados son casi milagrosos. Los alumnos acuden entusiasmados a sus clases impartidas con Power Point, entre otros métodos de enseñanza, y completan con dedicación absoluta los dossieres que él les va proporcionando. Para mí es un misterio ver como lo consigue, pero lo hace con un enorme derroche personal de energías que no sé cuánto tiempo lograra mantener.

Me ha supuesto muchas horas de reflexión la figura de Dimas. Yo no querría ser como él, pero le admiro. En cierta manera envidio la geometría de su sistema integrador, progresivo y experimental. Yo no puedo dejar de ser anárquico y de cometer errores de principiante. Me falta el método y quizás su convicción absoluta y prioritaria de que lo que está haciendo es fundamental. Quizás yo relativizo mi influencia sobre mis alumnos y me sé sumamente imperfecto. Junto a grandes fallos, de vez en cuando sé encontrar algún camino certero y vuelvo a casa satisfecho. No obstante, mi labor, a mi juicio, está llena de luces y sombras. No he encontrado el sistema definitivo. Busco y busco y no dejo de poner en tela de juicio mis hallazgos anteriores. Soy un caos hecho carne, pero a veces, en el devenir de los días tengo alguna pequeña satisfacción en medio de otros sinsabores.

Sin embargo, hoy he visto a Dimas casi desbordado. El clima de clase con treinta alumnos por curso, muchos de los cuales no saben escribir y son sumamente inquietos, es cada vez más complicado y agotador. Son muchos cursos y mucha faena para casa. Organizar y planificar llevan un montón de horas añadidas al trabajo habitual. No le he visto cansado pero sí al límite de la resistencia física y psíquica. No es bueno para su corazón tomar sustancias estimulantes para mantener el ritmo de trabajo. Entregarse en cuerpo y alma a una profesión tiene sus costes; entregarse por entero a los alumnos es dejarse devorar por un animal mitológico. Hay que encontrar, me digo, zonas de reserva, de higiene mental, de distancia personal y de relativización de la tarea.

En todo caso, quede como ejemplo de honradez profesional, de entrega sin límites, de sabiduría en el ejercicio de su labor de maestro siempre promoviendo e integrando a sus alumnos, siempre dándoles un ejemplo positivo y humano. Siempre haciéndoles ver que son mejores de lo que ellos se creen que son, siempre orientándoles hacia caminos rectos y comprometidos, siempre extrayendo de ellos lo mejor de ellos mismos. Siempre con ellos hasta el final. Un hermoso ejemplo de lo que es ser maestro hasta la frontera de las fuerzas personales.

sábado, 30 de septiembre de 2006

Hafida en su nuevo curso


Los lectores de mi blog del curso pasado recuerdan al entrañable grupo de cuatro niñas bereberes que formaban parte de mi tutoría. Sufrieron, si lo recuerdan, un verdadero caso de acoso escolar por parte de muchachas “del país”. El formar parte de un grupo que no se integraba demasiado con el resto de la clase y el hecho de ser diferentes despertaba la agresividad en alumnas muy poco dotadas que veía en ellas una ocasión de desahogarse y proyectar sus carencias.

El grupo se ha deshecho: una de ellas ha marchado a otra ciudad; dos –las más flojitas- han pasado a un cuarto de “ritmo más lento”, más por una adaptación curricular que por auténtico nivel académico. Tienen muchas carencias empezando por su escaso dominio de los idiomas castellano y catalán. Es normal, llevan tres o cuatro años en España y el hecho de que vivan en ambientes casi herméticos no facilita su integración. Se añade el hecho de ser mujeres lo que dificulta aún más su aclimatación porque las muchachas marroquíes se relacionan entre ellas pero escasamente con el resto de compañeros con los que hay una enorme distancia cultural.

Sin embargo, me preocupa Hafida. Esta muchacha es muy inteligente. En consecuencia ha sido trasladada a un grupo de ritmo académico “normal”, con alumnos en su inmensa mayoría españoles. Ella puede seguir el ritmo de la clase. No le falta agudeza, tesón e inteligencia. El problema es que Hafida está aislada del resto de sus compañeros. El año pasado sufría claros signos de rechazo por parte de sus condiscípulas. Este año, al menos al comienzo de curso, es objeto de una extrema indiferencia. Es como si un círculo de soledad la rodeara. Se parece a los personajes de la saga de los Buendía en la novela de García Márquez. Viéndola a ella puedo comprender la soledad extrema de la familia del coronel Aureliano. Ella es sumamente sensible y humana. Es capaz de analizar su realidad y entorno, pero pertenece a otra forma de ver las cosas que no concuerda con la que domina entre sus compañeros, especialmente las muchachas.

Su concepción del mundo es más moral, más recatada, más puritana. Es mujer y su hiyab marca un círculo de aislamiento en torno a ella. Es un signo de cubrimiento y de subordinación de la mujer respecto al hombre; es un signo que denota que la mujer pertenece a una determinada moral y forma de comportarse, lo que incluye que no le sea fácil –casi imposible- establecer relaciones con otros compañeros, especialmente muchachos aunque sean de su misma cultura bereber. Es curioso porque estas chicas a veces vuelven a Marruecos y allí sus antiguas amigas no llevan pañuelo en la cabeza porque intentan acercarse a la modernidad. Es en España donde sus padres se convierten en conservadores y quieren que en una sociedad corrompida sus hijas estén marcadas, que no sean miradas como iguales a las demás.

Tengo alumnas de origen magrebí que han nacido en España y tienen un aire muy diferente. Son muchachas de aquí, a pesar de lo que puedan sugerir sus apellidos y su físico. Hay un salto cualitativo en su integración.

Quizás haya que darle tiempo al tiempo, y esperar que la evolución natural de estas muchachas las lleve a integrarse, a ser más iguales a los demás. Sin embargo, veo que es difícil. Hafida tiene mucho que aportarnos. Su temperamento sensible y su inteligencia no es fácil de encontrar. Es un caso único entre los que he conocido. Me asusta su soledad, su aire concentrado y trabajador, pero también su tristeza. Se sabe sola y diferente. La tutora –una profesional excelente- está intentando que sus compañeros se acerquen a ella, que no la dejen aparte, pero es ella misma la que no casa con el ambiente que no es especialmente negativo en este caso.

Pienso en Francia en las leyes antivelo y no puedo dejar de sentirme identificado con ellas. En la escuela pública no deberían permitirse signos distintivos por razón de sexo o de religión. Sé que es algo que suscita polémicas y que aquí en España no se comparten en general los argumentos de la escuela laica y republicana francesa: pero los símbolos que impliquen subordinación de la mujer así como pertenencia religiosa deberían ser evitados en las aulas. No sé cómo funciona la experiencia francesa. No me parece que haya ido mal ni que haya habido excesivos problemas de aceptación o acatamiento. Al menos no han trascendido a la prensa española.

El multiculturalismo es un mito. Los inmigrantes deben integrarse, deben impregnarse de los valores dominantes en la cultura de acogida. Son ellos los que deben aprender las costumbres y valores del país de llegada. Es un flaco favor el que hacemos planteando que todas las culturas son iguales y somos nosotros los que debemos adaptarnos a su idiosincrasia. Occidente significa muchas cosas. Sin duda, nuestro pasado no está limpio y tampoco nuestro presente, pero quien opta por venir aquí no debería pensar que podrá seguir viviendo en un gheto con valores y cultura distintos. Como si no hubiera cambiado de coordenadas. Hafida merece la oportunidad de pertenecer a este mundo. Necesitamos su humanidad, su capacidad reflexiva, su sensibilidad. Si la conocieran advertirían que es un prodigio de persona, pero está terriblemente triste y sola…Sé que el hiyab no es el único motivo, pero sin duda la marca intensamente, igual que su cuerpo totalmente cubierto incluso en verano. Es un motivo de reflexión.

miércoles, 27 de septiembre de 2006

La imaginación adolescente


Los red de blogs educativos nos vamos conectando y algunas propuestas de algunos compañeros son recogidas y llevadas a la práctica con ilusión. Es el caso de la idea que lanzó Antonio Solano en su blog Re(paso) de lengua. Proponía la continuación a los alumnos de un fragmento de un texto de Quim Monzó.

El sugerente texto era el siguiente:

Hace no mucho tiempo, ocurrió en una ciudad italiana un hecho curioso. El párroco de un barrio marginal observó que una pareja de feligreses acudía todas las tardes a la iglesia. Eran unos jóvenes de aspecto latinoamericano que se sentaban en un capilla lateral y permanecían allí en silencio durante una hora, al cabo de la cual se marchaban con la misma reserva y cautela con la que habían llegado. El sacerdote, intrigado por la devoción mariana de aquellos extranjeros, los vigilaba a veces sin apreciar nada sospechoso. Durante un mes, los jóvenes no faltaron un solo día. Pero pasado ese tiempo…

Este el el punto en que detenemos la narración. ¿Cómo la continuarán los artistas adolescentes? He leído unas cincuenta redacciones de cuarto de ESO en las que hay continuaciones de todo tipo. La humilde iglesia se va a convertir en un foco de intrigas suculentas; el párroco y los feligreses se convertirán en el centro de conspiraciones sin fin. Veamos.

En primer lugar distinguiríamos a grandes rasgos las escritas por muchachas de las escritas por chicos. Estos últimos urden unas tramas bastante truculentas en las que se mezclan con frecuencia el tráfico de drogas, que se distribuye desde la parroquia, porque los devotos feligreses eran traficantes taimados que aprovechaban su estancia, aparentemente rezando, para dejar dosis de droga blanca en los bancos. En muchas versiones los dos feligreses mueren violentamente, pero también el sacerdote acaba asesinado en varios casos de forma bastante extrema (estrangulado, asfixiado, a hachazos, ahorcado, en ritos satánicos –este motivo se repite con frecuencia- , como consecuencia de una brutal paliza…). En alguna redacción, los dos parroquianos tenían escondido a un bebé en una habitación escondida de la iglesia y lo estaban criando. En otros casos se tratan de terroristas -en alguna de las redacciones son de la ETA- que cometen atentados con explosivos. A veces los asesinatos son un tanto esotéricos o aparecen espíritus o voces de ultratumba o el sacerdote practica exorcismos a algún endemoniado. En alguna, se trata de una secta que asesina religiosos y la policía logra desarticularla y encuentran a cuarenta y siete curas muertos. En una, el párroco, herido en el suelo, es descubierto por los jóvenes. Resulta sorprendentemente que quieren convertir la iglesia en un MacDonalds y la derrumban con el cura dentro. En otra versión el cura era esquizofrénico, mata a los feligreses y luego se suicida. La nómina de personajes es extensa: atracadores, traficantes de droga, miembros de sectas satánicas, terroristas, espíritus, estafadores, miembros de bandas peligrosas...

Las chicas, en general, urden otro tipo de tramas aunque alguna coincide con las citadas anteriormente. Hay más lugar para los sentimientos. Aparecen repetidamente enfermedades. Los latinoamericanos comerciaban con droga porque tenían a una hija enferma de cáncer. En otra, rezaban para que alguien saliera del coma. Un detalle curioso es que las muchachas tienden a ponerles nombres a los protagonistas y a resaltar sus sentimientos. El tema de la enfermedad de alguien es recurrente o también la muerte de un hijo. Una alumna destacada acaba la redacción con un estallido emotivo. El cura abrazando a la mujer que está llorando. “El cura la acogió entre sus brazos” porque Antonio, su novio, iba a morir. Otra muchacha idea una historia de cambio de religión. Los feligreses dejan de ir a la iglesia porque se han hecho budistas; en otra, sencillamente no van porque han vuelto a su país. Una muchacha sensible presenta a la pareja muerta. Se habían suicidado por la enfermedad terminal que padecían. En otro caso, encontramos a los dos muertos con las manos unidas y desconocemos el motivo de la muerte.

También hay que decir que cuando alguna muchacha es macabra o gore, lo es en grado superior a los varones. Es el caso de dos o tres redacciones que tienen que ver con ritos diabólicos, animales monstruosos, bandas extremadamente violentas, asesinatos escalofriantes…

Esta es la imaginación adolescente, poco dada a la matización y al detalle. Raramente detenida en el estudio del carácter de los personajes. Está claro que como a Lope de Vega les interesa más la acción que el desarrollo de los caracteres. Lo importante es que sucedan muchas cosas en un lapso de tiempo increíblemente corto con el terrible coste de la verosimilitud. Pocas de las redacciones resultan verosímiles. Todas son tramas increíbles, llenas de acontecimientos hiperdramáticos. Pocos han apostado por la normalidad y la cotidianidad. Se diría que en el momento de ponerse a imaginar tienen un mundo de estereotipos surtidos por los medio de comunicación y series televisivas. De hecho destacan historias llenas de violencia, sangre, drogas, enfermedades terminales, ritos satánicos, asesinatos rituales… Alguno refleja lecturas próximas al Codigo da Vinci de Dan Brown, aunque no tengo constancia de que ninguno lo haya leído. Su imaginación en general es sesgada y estereotipada. Denotan una gran falta de lecturas. Sus fuentes de inspiración llegan de otro lado. El conjunto, salvo algún caso excepcional, sugiere una gran penuria de recursos imaginativos de carácter literario.

Pero este es nuestro alumnado. ¿Cómo desarrollar su imaginación? He ahí el problema, el que plantea salirse de los lugares comunes. Aquí estamos. Estas son nuestra limitaciones y nuestro desafío. Pero cuesta contrarrestar esta tendencia...

domingo, 24 de septiembre de 2006

Atención Parcial Continua


Nuestros alumnos están inquietos, les es difícil prestar atención a las explicaciones largas y prolijas. Tienen dificultades para enlazar argumentos y razonamientos. Se diría que están con ganas de saltar, como si tuvieran lagartijas en el culo, mientras nosotros les queremos obligar a estar quietos y a comprender conceptos abstrusos que les explicamos. Sin embargo, no pueden retenerlos, su imaginación vuela desbocada o desordenada y nuestras palabras no logran concentrarlos con frecuencia.

Este es el mundo en que vivimos frente a nuestros alumnos. Las actividades prolongadas no lograr cautivar su atención. Son necesarios distintos estímulos sucesivos, que se presenten, a ser posible en forma de juegos no demasiado complicados y preferentemente visuales.

Los publicistas han llamado a esto la Atención Parcial Continua. En un artículo publicado en El País, Vicente Verdú reflexiona sobre ello. Es en la publicidad donde más ha sido aplicado el concepto. Los receptores de información son infieles. Es inútil pretender absorber su atención en algo fijo; más eficaz es introducir los mensajes en el quehacer de los clientes. Fastidia la continuidad, es más util introducir el mensaje formando parte de un juego o entretenimiento en el que se caiga por azar.

Esto significa que el receptor de mensajes está con su mente dividida entre varios estímulos sin jerarquía entre ellos. Es más ágil para saltar de un lado a otro pero es mucho más superficial, recuerda poco y no ahonda en ningún lado.

Este es el pasajero de la era digital. No es necesariamente más tonto, pero sí más banal y con una escasa capacidad para retener la continuidad, la profundidad y la jerarquía. Es capaz de mantener una atención parcial hacia varios lugares simultáneamente, de forma rápida y siempre simplificada. Es lo que se llama dumbing down o atontamiento hacia mínimos. La tecnología permite ser usada con un mínimo de conocimientos. Se ha dicho que esta lasitud implica una disminución temporal del cociente intelectual. La movilidad permanente bloquea cualquier tipo de profundización.

Nuestros alumnos no añoran otro tipo de forma de ser las cosas. Somos los profesores veteranos los que constatamos el problema, lo que para ellos no lo es. Es el mundo que han conocido y es inútil hablarles de otra forma de entender la información. Este es su amado mundo, lleno de información dispersa y atractiva que reclama visualmente su atención que nunca llega a concentrarse en algo concreto demasiado tiempo. La gracia está en ir saltando de imagen en imagen, que pronto suscita cansancio o aburrimiento. El profesor se convierte obligadamente en un guía del ocio, en un animador cultural, en un formador discontinuo que ha de variar con frecuencia de actividad sin ahondar demasiado en ninguna.

Las iglesias hace tiempo que se han dado cuenta del problema y también se han adaptado al lenguaje audiovisual instantáneo y fragmentario especialmente las iglesias protestantes y los templos budistas. Esa percepción del Absoluto que reclamaban hace un tiempo ha ido variando y ahora es todo más animado y burbujeante, más superficial y frívolo. El templo del señor se ha centrado en una pantalla televisiva donde aparecen imágenes sugerentes o el sacerdote se ha hecho un maestro de ceremonias que imita a los presentadores de la televisión en un programa musical o concurso de televisión.

La política también se ha hecho parcial y dispersa. Nadie recuerda muy bien lo que un día u otro dijeron nuestros dirigentes. Parecería que nadie, salvo las hemerotecas, a las que nadie va a consultar, recordara lo que expresaron no hace mucho tiempo. Sólo cuenta el eslogan del momento que va a ser emitido en el telediario. Se busca el impacto inmediato, no la apelación al razonamiento y a la memoria. A nadie parece importarle esto.

Nuestros alumnos viven, en consecuencia, en un mundo inestable e irreverente frente a la autoridad. Nuestras clases han de adaptarse a su idiosincrasia, a su modo de percibir el mundo y la realidad. Es un mundo volátil en el que la concentración no tiene excesivo lugar. Si logramos retenerlos durante unos minutos es un éxito. Hemos de calmarlos, saberlos serenar en este estadio de permanente inquietud y necesidad de salto y de novedades.

Unos minutos de poesía al día, unos instantes de detención, de fijación en un mundo que se sabe inestable pero que necesita de la quietud para reflexionar, para observarse a sí mismo, son un éxito en nuestra tarea. Hemos de pensar en ello.

miércoles, 20 de septiembre de 2006

Literaturas orientales


Para mí es un descubrimiento y una gozada impartir esta asignatura. Es nueva para mí y me inicio en ella como un adolescente enamorado de sus predios y valles, montañas y cordilleras. En efecto, es la primera vez que doy Literatura Universal en primero de bachillerato. Hasta ahora me había dedicado a la Literatura Española con algún toque de literatura europea.

Mi primera conmoción ha sido encontrarme con el tema titulado “Literaturas orientales” que engloba a las literaturas más antiguas del mundo, esto es, la china, la india y la hebrea. ¿Qué sabía en profundidad de ellas? He tenido que recordar mi lectura lejana del filósofo Lao Tse y su libro imperecedero, el Tao Te King, lo que significa “el libro del recto camino”. Lo había leído hace veinte años pero el libro acabó, como otros de sabiduría oriental, en manos de otras personas. No sé por qué pienso que estos libros, auténticas cumbres del pensamiento filosófico y humano, han de pasar de mano en mano, y así sucedió con el Tao Te King. Se lo regalé a una alumna que había sufrido un accidente que le tuvo varios meses entre la vida y la muerte. Se llamaba Montse. Recuerdo que tras la lectura de Lao Tse, le presté un libro de Krishnamurti titulado El coraje de estar solo, que era uno de mis preferidos entre su extensa obra. Aquella alumna vino tiempo después a hablar conmigo. Su vida había cambiado tras aquella durísima experiencia cercana a la muerte, pero la lectura de Lao Tse y Krishnamurti la habían transformado. Se había hecho más ligera, más serena y más alegre. Veía la vida como desde el otro lado dejandola fluir sin excesivo esfuerzo. Hasta lo que había pasado, se consideraba una muchacha seria y concentrada, pero ahora todos sus amigos decían que era un prodigio de buen humor y alegría. Se sentía bien consigo misma y lo proyectaba al exterior.

Nunca sé muy bien qué pudo haber pasado por su cabeza. Por un lado estuvo el accidente, pero por otro, la lectura de dos joyas del pensamiento oriental que fueron como esas piedras que arrojamos al río y producen ondas concéntricas que llegan no se sabe muy bien adónde.

Recordaba a Montse cuando hablaba en clase del libro del Tao, de la filosofía de la dualidad del yin y el yang, de la literatura india con obras tan monumentales como el Ramayana y el Mahabharata dentro del cual hay otra obra maestra como es el Baghavad Gita. Su traducción es “El canto del bienaventurado”. Es un monólogo de Krishna a su discípulo Arjuna. Fue éste un libro de culto en el mundo anarquista y hippie de los años sesenta del siglo pasado pero antes fue lector entusiasta suyo Henry David Thoreau (1817-1862), el autor de Walden, o la vida en los bosques, una de las utopías más espléndidas creadas en la edad contemporánea sobre la vida contemplativa en armonía de la naturaleza. Hemos hablado, en consecuencia, de Thoreau. Ellos, mi grupo de ocho alumnos, habían buscado información sobre él para luego ponerla en común. Fue un importante precedente del Leon Tolstoi y del Mahatma Gandhi con su Tratado sobre la desobediencia civil. Es un antecesor de ideologías como el ecologismo y la ética ambientalista, la no violencia y el vegetarianismo… Pues bien, Thoreau escribió en su diario: “Todas las mañanas lavo mi intelecto con la estupenda y cosmogónica filosofía del Baghavad Gita… En comparación con estas enseñanzas, nuestra civilización y literatura modernas parecen mezquinas y triviales”.

Sólo nos hubiera faltado trasladarnos subrepticiamente al bosque y haber metido nuestros pies en el agua del río y leer fragmentos del Walden o del poeta Walt Whitmann, su maravilloso Hojas de Hierba, o quizás del Baghavad Gita o del Tao Te King, quizás también algunos poemas del Cantar de los cantares o del Eclesiastés, joyas de la literatura hebrea.

Pero no, ha sonado el timbre de final de la clase. Mis ocho alumnos estaban desconcertados. Tenían ante ellos a alguien que no les estaba preparando para un examen que hubieran de aprobar sino a alguien que pretendía mostrarles libros e ideas importantes, que estaba lanzando piedras al estanque para que hicieran un viaje concéntrico quién sabe adónde. Hemos dedicado dos días a un tema marginal de la historia de la literatura universal y hemos de pasar a otros temas más cercanos como son las literaturas griega y latina. El profesor tiene la sensación de haberse equivocado de época y le hubiera gustado formar una academia peripatética en que estos libros hubieran podido degustarse y vivirse de una forma intensa y dialéctica. Quizás estas ideas reprimidas llevan a mesianismos insoportables como el que latía en El club de los poetas muertos sobre el que flota la influencia de Henry David Thoreau. Afortunadamente, sólo han sido dos clases en las que el profesor ha hecho el amago de iniciar un viaje a un destino alejado de nuestra filosofía de vida actual. Afortunadamente, ha sonado el timbre y ha deshecho el encanto de nuestros pies en el agua.

sábado, 16 de septiembre de 2006

Ilusión


Comienza el curso y ante mí tengo a varios cursos de cuarto de ESO que esperan con expectación cómo se va a ir desarrollando la asignatura de Lengua Castellana. Este inicio siempre me sume en intensas reflexiones sobre cómo enfocar la materia. El profesor puede ceñirse a cumplir el programa, lo que es ir desgranando y cubriendo tema tras tema de literatura, de comprensión lectora, de gramática, de léxico, y de ortografía; todo ello unido a las lecturas obligatorias. Es una posibilidad. No salirse un ápice del guión o del programa tiene sus ventajas. Te permite un asidero frente a la inestabilidad de los alumnos. Una buena parte de los profesores se niegan permitirse una pequeña improvisación, algo que rompa la rutina cotidiana. Los alumnos de la ESO están acostumbrados a asignaturas previsibles lo que les suscita, en muchos casos, un profundo aburrimiento. El profesor explica el tema que corresponde y a continuación resuelve los ejercicios del libro que están previstos. Nada nuevo, nada original, nada sugerente.¿Cómo va a atreverse a ser original con lo complicados que son los adolescentes de hoy en día? ¿Cómo va a osar iniciar un proceso nuevo si los alumnos tienen gigantescas lagunas en su proceso de aprendizaje? ¿No supondrá ello una pérdida de tiempo que no permitirá "cumplir" el programa?

Sin embargo, tomo de un blog educativo algunas ideas que pueden ser directrices en el planteamiento de la tarea docente. Al menos pueden servir para ilusionarnos y cuestionar desarrollos anodinos de la asignatura. Estas anotaciones son útiles para entender cómo funcionan nuestros alumnos:

Los alumnos muestran interés por:

- Todo aquello que lleva implícito el concepto de UTILIDAD.
- Aquellas situaciones en las que se sienten PROTAGONISTAS.
- Las actividades en las que tienen una cierta libertad de ELECCIÓN.
- Las actividades que suponen una RUPTURA de la rutina.
- Las actividades que tienen una PROYECCIÓN más allá de las paredes del aula.
- Las iniciativas en las que el profesor muestra su IMPLICACIÓN.
- Todo aquello que redunda en un RECONOCIMIENTO de su labor.

He decidido comenzar las clases de Lengua con lo que podría ser llamado “Un rincón poético”. Cada clase se iniciará con la lectura de poemas del autor “de la semana”. Les leeré dos o tres poemas y luego les pediré que me den sus impresiones, qué han sentido o qué les han sugerido. Si hay suerte, puede abrirse un diálogo fructífero que ellos pretenderán alargar para no enfrentarse a la clase rutinaria. Puede ser un buen comienzo. Al final del curso, los alumnos pueden haberse convertido en buenos oyentes de poesía. Hay muchas propuestas: la semana de Bécquer, de Salinas, de Neruda, de Miguel Hernández, de Vicente Aleixandre, de Rafael Alberti, de Nicolás Guillén… Iré buscando autores y textos poéticos que puedan llegar a su sensibilidad, que puedan motivarles y hacerles pensar o sentir. Hay asimismo múltiples blogs en que poetas noveles escriben a veces poemas interesantes. Un poco de erotismo también puede ser una sugerencia. Un paso posterior será que ellos intenten distinguir e imitar los temas y estructuras de estos poemas, que se suelten en la creación poética y que se sientan protagonistas. Es importante que confíen en mí, que no me sientan como el enemigo. Es un peligroso equilibrio el que hay que mantener porque no puedes perder el control de la clase. Salirte de los esquemas siempre trae riesgos, pero no salirte también provoca problemas y no menos serios. Si los alumnos se aburren en tus clases, son ellos los que provocan las situaciones hilarantes o tensas para mitigar el aburrimiento. No se trata, pues, de intentar solamente divertirles. No, tampoco es eso, sino de introducirles conceptos serios y profundos mediante técnicas que implique su participación e implicación. Lo que más les produce tedio es verse convertidos en personajes pasivos en el proceso de aprendizaje. Necesitan sentirse protagonistas, necesitan lo que hoy está a la orden del día: la interactividad. El profesor ha de estar abierto a las novedades y no dejarse cegar por el miedo a lo que pasará, miedo comprensible a tenor de la idiosincrasia de nuestros alumnos.

lunes, 11 de septiembre de 2006

Una verdad inconveniente


Hoy ha venido a verme inesperadamente mi sobrino Oscar de Zaragoza. Siempre que nos encontramos surge algún tema de conversación que me sirve de exploración del alma de los adolescentes con los que he de bregar día a día. Supone verlo desde un ángulo familiar y no del “lado del profesor”. Él me pone al día de los nuevos grupos musicales, de las nuevas tendencias tecnológicas, de sus gustos de lectura, de sus reivindicaciones de adolescente a los conflictivos quince años, con la ESO suspendida y orientado a los famosos programas de Garantía Social. Puedo ver en él a muchos de mis alumnos de un determinado perfil, pero en una relación transfigurada por el afecto y la cercanía.

Es un adolescente arquetípico: acné, brackets, aire desgarbado, inseguro con su aspecto físico aunque arrogante y necesitado de autoafirmarse continuamente, hipocondríaco, aprendiz de cínico, susceptible sobre su aspecto físico y sus características personales, aire de estar aburrido constantemente como si el mundo adulto fuera inhábil para satisfacer sus ansias más profundas, inquieto, incapaz de estar mucho rato con la misma actividad, protestón y contestatario, sabelotodo, adicto a los recursos tecnológicos y a la música heavy metal.

Intuyo en él una fuerte desorientación y un protopensamiento caótico que busca, que necesita modelos que le sirvan de eje en su vida. De momento se mueve dentro del ámbito de la negación. Sabe más lo que no quiere que lo que quiere. El mundo paterno y adulto es ambivalente y siente hacia él tanta atracción como rechazo. Está buscando nuevos paradigmas de ideología y de comportamiento. Desgraciadamente, dentro del mundo juvenil, que es el que él frecuenta, es difícil encontrar un pensamiento que vaya más allá del situacionismo negativo. Aquí estoy y el mundo me lo debe todo. Yo no soy responsable, yo no he pedido estar aquí; mis padres tienen la obligación de mantenerme y aguantarme; los profesores son unos seres cargantes que parece que se obstinen en hacernos la vida insoportable con sus discursos, con sus materias lentas y aburridas; los escritores oficiales son unos pesados y sus novelas obligatorias, soporíferas.

Una conversación hoy le ha desconcertado. No sé cómo ha salido, pero hemos empezado a hablar del cambio climático y del calentamiento global del planeta. Este es un tema que le venía lejano y carecía de interés en principio para él, pero que hoy se ha convertido en un buen referente de sus inquietudes y reflexiones. Estamos –hemos dicho-, en un proceso de cambio climático, cuyas consecuencias podemos ya ver por el ascenso de las temperaturas medias del planeta, la fusión de glaciares y de partes considerables de los polos que dará origen a un ascenso del nivel medio de los mares en las próximas décadas. El calentamiento global alterará y cambiará nuestro modo de vida lo que originará gravés sequías por un lado y lluvias torrenciales o huracanes por otro. Probablemente, el cambio climático esté propiciado también por la desaparición de grandes zonas de selvas tropicales y el avance de la desertización, incluida la península Ibérica. Las migraciones masivas de africanos puede que tengan que ver con este cambio climático y el agotamiento de recursos de vida tradicionales como la pesca. Todo ello alienta la migración de decenas o centenares de miles de africanos. Y es que como fondo de todo está la acción del hombre, esquilmando la naturaleza por encima de sus posibilidades.

Hemos hablado de la hipótesis de Gaia de James Lovelock, la idea de que la Tierra es un organismo vivo que reaccionará a tenor de las agresiones que está experimentando. Si continuamos explotando los recursos del planeta, éste sencillamente se defenderá y se nos quitará de encima. Hemos hablado también del debate promovido por Stephen Hawking del que hablaba en un post reciente. El científico británico se preguntaba sobre qué cómo debíamos enfrentarnos a un mundo caótico y cambiante y cómo sobrevivir a estos cambios en los próximos cien años.

Le he sugerido que vaya a ver la película a punto de estrenarse titulada “Una verdad inconveniente”, protagonizada por el exvicepresidente de los Estados Unidos, Al Gore. Se la he recomendado para que sea él mismo quien saque conclusiones sobre la situación grave –a mi juicio- en que nos encontramos.

He visto a mi sobrino preocupado e incluso angustiado ante lo que estábamos hablando. Sobre todo quería saber sobre cuándo veríamos cambios irreversibles de lo que estaba sucediendo. Al Gore sostiene que disponemos de una década para reducir considerablemente las emisiones de CO2 a la atmósfera y otros cambios que impliquen la reducción de consumo energético en el planeta. Si no, en unas décadas muchos cambios se habrán hecho difícilemente reversibles y la inestabilidad social, humana y climática del planeta se habrá hecho insostenible.

Oscar se ha ido preocupado. Su padre le ha hablado de otras interpretaciones más tranquilizadoras sobre lo que está pasando. Que esto son ciclos; que estamos en un ciclo cálido, pero al que pueden suceder otros ciclos más fríos, que esto no es irreversible, que no tenía por qué preocuparse… Sin embargo, ayer por la noche, Oscar se preguntaba sobre lo que podía hacer como ciudadano del planeta y se planteó apuntarse en asociaciones como Greenpeace o Adena como colaborador. De hecho entramos en algunas de sus páginas web y vimos las tarifas para jóvenes menores de dieciocho años, sector cuya participación considero imprescindible para intentar paliar los efectos, a mi juicio, peligrosísimos del efecto invernadero y el calentamiento global. Son el futuro, es su calidad de vida y sus condiciones de supervivencia las que están en juego.

De nuevo, una visita de mi sobrino me ha servido para establecer un diálogo productivo con las generaciones jóvenes, y considero que muchas de sus reacciones son extrapolables a las que encontraré dentro de unos días entre mis alumnos de su misma edad y de su actitud contestataria, pero en el fondo necesitada de algo que dé sentido a sus vidas. Creo que ha sido un diálogo fecundo para los dos.

martes, 5 de septiembre de 2006

Reglamentos

Una de las sesiones más prolijas y burocráticas que preceden al comienzo del curso es aquella en que intentan fijarse las normas del RRI (Reglamento de Régimen Interno) que fundamentan la convivencia del Centro. El que esto firma no suele intervenir públicamente porque prefiere actuar antes como cronista que como protagonista dialéctico.

La Junta directiva va desgranando ante el claustro reunido en pleno las normas básicas del RRI y mi impresión es que la discusión parece extraída de una película de los Hermanos Marx en aquel film memorable que es Una noche en la ópera: La parte contratante de la primera parte será considerada como la parte contratante de la primera parte… En efecto, no hay norma escrita que considerada cabalmente no termine por resultar absurda e inaplicable en la práctica. Los profesores desmenuzan todo el reglamento de régimen interno y se dan cuenta de las sutilezas del lenguaje. Todo, en el fondo, si bien se observa, es objeto de relativismo y casuística. No bien el Coordinador pedagógico, un personaje melifluo que podría ser miembro de una ONG dedicada a auxiliar a los pueblos oprimidos del planeta, enuncia una norma, un montón de manos se levantan decididamente. Él, que tiene asumidos los hábitos democráticos a fondo y es partidario de la cordialidad y el entendimiento, da la palabra a los que se manifiestan como disidentes. Entre todos terminan por machacar el enunciado objetivo de la norma en cuestión y todos nos decimos entre nosotros que está en los límites del absurdo y es inaplicable. La discusión gira en redondo, y los argumentos de una parte del profesorado son cuestionados por todas y cada una de las intervenciones que siguen. Cuando todo está patas arriba, una nueva palabra desvía la discusión a otros términos que nadie hubiera sospechado. Entonces se produce el guirigay gozoso del claustro que, incapaz de llegar a una solución objetiva, decide tomarse tomarse las cosas con sentido del humor. De pronto, unas palmadas llaman al orden al profesorado y se intenta reconducir la situación que, sea la que sea, termina por ser pospuesta para una reunión posterior sin fecha. Así sucede con todos los artículos del Régimen Interior. El lenguaje, como denunciaron las obras del teatro del absurdo, empezando por La cantante calva de Ionesco, es un importante factor de incomunicación y llevado a sus últimas consecuencias es realmente insólito y delirante.

El Jefe de Estudios luce su larga cabellera desplegada al viento. Hoy lleva una camiseta con la figura del Thor el dios del Trueno, el dios de Asgard. En sus manos levanta el famoso martillo Mjolnir –hecho por los enanos en las cavernas subterráneas- que hace de este dios uno de los más conocidos del Olimpo de la mitología Nórdica y que ha sido acercada a las recientes generaciones por la versión de los Marvel Comics. El representante de Thor y del orden académico alza la mano serenamente ante las reiteradas y malévolas alusiones a la deficiente disciplina del centro. Todo es relativo, viene a decir. No pueden aplicarse mecánicamente las normas de de incoación de expedientes por la disparidad de criterios con que los profesores expulsamos a los alumnos díscolos. Los hay, sin ir más lejos, que expulsan por no traer el libro a clase mientras que otros más pacientes, sólo lo hacen cuando un alumno le está metiendo el dedo en el ojo. Hay que buscar un término medio, que carajo. Hay que contextualizar, dice agitando a Mjolnir en el aire.

La profesora tutora de mediación apela a nuestras conciencias para que no expulsemos sin antes haber dialogado profundamente con los alumnos. Han de sentirse escuchados, y no como enemigos de nadie. Es necesario, pues, que funcionen los puentes de diálogo y no los de enfrentamiento. La escuchamos arrobados a punto de entrar en éxtasis cuando argumenta que no podemos recoger por escrito los motivos por que debeberíamos expulsar a un alumno de clase. Es necesario, dice con voz delicada, aplicar el sentido común. El martillo de Thor, Mjolnir, ha de ser mesurado y darle antes una oportunidad al entendimiento, a las manos enlazadas por la concordia y no al gesto agrio e intemperante.

No todo el claustro coincide con tan benévola interpretación de los hechos. De hecho, desde muchos angulos se denuncia la falta de eficacia en la aplicación de las normas de disciplina y se discuten a propuesta del director medios que puedan ayudar a redirigir las situaciones conflictivas sin llegar a la amonestación -terriblemente complicada y liosa para el profesor en su aplicación según explicaremos algún día-. Varios profesores exigen un claustro que tenga como tema monográfico la disciplina pues se considera un asunto sin cerrar y que las medidas cautelares sean más abundantes y efectivas. Los puntos de vista son difíciles de conciliar.

Obvio otros múltiples temas de debate puesto que en casi ninguno hemos llegado a un acuerdo consensuado… y es que la naturaleza humana es compleja y los reglamentos muy relativos e incapaces de contener la infinidad de matices que tiene el ser humano. En todo caso, un claustro es divertido si uno ha de resumirlo posteriormente para los lectores del blog.

viernes, 1 de septiembre de 2006

Rumbo a lo desconocido


Crónica en caliente. Acabo de volver de mi instituto donde he vivido “la vuelta de las vacaciones”. Uno de setiembre. Los motores herrumbrosos han de ser engrasados. Todos somos extremadamente amables. ¿Qué tal las vacaciones? Respuestas estereotipadas. Muy bien. Demasiado cortas. Ya estamos aquí. Todos estamos desconcertados. Besos, efusivos apretones de manos. El Jefe de Estudios, que hace colección de camisetas estratosféricas (reaccionarias y revolucionarias) y de las que tiene una buena cantidad en su armario, nos cuenta en la intimidad que este verano ha participado en Londres en un campeonato de Streap-Poker. Nos enseña fotos vestido, al empezar, y luego, ataviado púdicamente con una toalla, al finalizar la partida. También fotos de bellezas rubias y senos esplendorosos cuando la suerte les había sido adversa. Al poker por internet, une su afición por la magia y los cócteles que endulzan la garganta. La pedagoga del centro me habla, en cambio, de su viaje por Uzbekistán, en plena ruta de la seda. Ciudades: Samarkanda, Bukhara, Tashkent, Fergana… Un país que perteneció a la URSS y que hoy en día busca su identidad (como todos, me digo yo). La mayoría son uzbekos y el idioma internacional es el ruso, luego el tayico. Casi nadie habla inglés. Es un país poco tocado por el turismo y sus gentes son amables y encantadoras. Sus ciudades son feas y deslavazadas pero su arquitectura histórica es admirable. Promete traerme otro día fotografías del viaje. Un compañero de seminario me habla de su viaje a Calabria, en el empeine de Italia, una región de bosques y lagos en que en pleno verano habían de ir con jersey, tan alejados de los calores que hemos padecido en España.

Cada cual tiene su historia que contar. Un profesor me habla de un verano angustioso por la tensión de que su hija pequeña pudiera padecer un tumor tiroidal. Me siento identificado con él y le cuento mis preocupaciones y ansiedades como padre. Nos damos cordialmente la mano. Entre tanto una profesora viene a manifestarme su afecto en un saludo tan parco como cálido. Los dos sabemos que nos apreciamos y no hace falta nada más. Ninguno ha hecho nada especial este verano.

El director te habla de un amigo común al que vio en sus vacaciones en un pueblo castellano. Otro profesor te hace la reflexión fatalista de somos más viejos. Otra compañera te habla del estrés que arrastra del curso anterior. Somatiza las tensiones y el curso pasado lo vivió como un náufrago a la deriva en alta mar, algo así como el protagonista del Relato de un náufrago. Estos días, por la vuelta, ha padecido dolores de estómago y ansiedad. Nos esperan nuestros alumnos en pocos días. Un comienzo de curso tiene algo de violencia. Dos ejércitos enemigos aguardan para devorarse y ninguno tiene la más mínima intención de comenzar. Sólo las fechas inexorables del calendario marcan nuestra dinámica. Todos lo vivimos con un sordo malestar interior que nos acompaña estos días.

Recuerdo una serie televisiva de hace unas décadas. Era una serie de intriga científica llamada Rumbo a lo desconocido. Era niño y yo la vivía con angustia. Algo parecido a lo que vivimos estos días cada uno a su manera. Existe en la conciencia popular la convicción de que los profesores vivimos muy bien, pero la gente no conoce nuestros temores, nuestra inseguridad, nuestra frustración de enfrentarnos a alumnos, hijos de nuestro siglo XXI, que no se sienten nada atraídos por lo que nosotros podemos ofrecerles. Somos un resabio del pasado. Los profesores somos algo con cierto sabor romántico y nuestros alumnos son todo menos románticos. Luchamos contra modernos molinos de viento que en pleno parque eólico nos derriban una y otra vez. Nuestra autoridad y nuestro prestigio es sólo ficticio. Representamos lo que Kundera tituló pomposamente como La insoportable levedad del ser, pero sustituyendo “ser” por “profesor”. Probablemente en pocas generaciones los profesores hayamos desaparecido o sólo seremos un lujo al alcance de las clases más acomodadas.

Este año impartiré asignaturas de lengua castellana a cuarto de ESO, y un lujo maravilloso: Literatura Universal a alumnos de Primero de bachillerato. Hoy decido finalmente las lecturas para este curso. Quiero que sean cortas para que no se agobien, pero también intensas y representativas de algunas corrientes fundamentales de la literatura. He elegido: Lisístrata de Aristófanes, Tartufo de Molière, Narraciones extraordinarias de Edgar Alan Poe y La metamorfosis de Kafka.

Nos adentramos en un curso que aparece delante de nosotros como una incógnita, una equis en campo de gules, llegamos a territorio enemigo con nuestras armas aguzadas por la ironía y el afecto, más allá de nuestros temores y nuestras ansiedades. Ser profesor tiene algo de misterioso. (Joselu, baja de tu nube. Te has pasado el verano leyendo, como te pasas la vida, en un correlato de existencia. No puedes vivir ya aventuras en el espacio, pero sí en el tiempo, sí con tus alumnos cuya respuesta no puedes vaticinar). Entramos en un tiempo mágico cargado de tensiones, de miedos, de incertidumbre, de desesperanza, pero también de desafíos, de energía vital puesta al límite, de amor, humor y de muerte: inevitable contradicción que es la vida y la enseñanza. Alia iacta est.

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