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lunes, 21 de diciembre de 2020

Imágenes de mi barrio en el comienzo del invierno









Hoy es el solsticio de invierno. He salido a hacer unas fotos para recibirlo. No me gustan las fotos redondas ni perfectas, una buena foto tiene siempre algo de imperfección que la redime de esa tentación que es conseguir una foto espectacular y redonda. Lo perfecto me aburre. Hay en Instagram fotos de ese tipo que intimidan por su puesta apoteósica en escena. Prefiero el latido frágil de la vida, ese que es un simple corazón en una fachada, o dos palomas que se miran, o una pintada que nos recuerda que estamos viviendo una "paranoia colectiva" o unas sombras inciertas o unas hojas marchitas. 

Puede que el mundo solo tenga la realidad de ser un reflejo en nuestra consciencia. Me gusta esta idea como fotógrafo que sale a buscar dicho reflejo. Todos somos un reflejo en la consciencia de los demás, existimos subjetivamente, por nuestra percepción y por la de los demás. Fuera de eso no existimos. 

La consciencia es el mayor misterio que existe. 

Por eso como hacedor de algunas fotografías busco esa consciencia en pequeños detalles que me alertan de nuestra impermanencia. 

domingo, 28 de junio de 2015

Proyectos para el verano


Primero, nada de descansar en el sentido habitual de la expresión. No quiero descansar. No estoy cansado. Quiero actividad y movimiento. Ya busco cada cierto tiempo mis lugares y espacios de descanso en mi hamaca multicolor. No soy capaz de una concentración intensa durante horas. He perdido esa posibilidad. Soy más bien una persona que lleva un montón de temas en la cabeza y los va enfocando y centrando en espacios de tiempo no muy extensos, pero vuelvo y vuelvo una y otra vez a ello. Necesito cambiar de actividad con bastante frecuencia. Mi falta de atención me lleva a dispersarme en diversos temas que abordo en cortos espacios de tiempo y alternativamente. Cuando me canso de un asunto, voy a otro, leo una novela o el periódico, o hago la cena, o voy a comprar. Me despejo y vuelvo al punto de partida. Es una atención parcial discontinua lo mía. Hubo un tiempo memorable en que era capaz de estar leyendo durante ocho o diez horas una novela o un libro de historia. Me tomaba media anfetamina y pasaba toda la noche en estado de máxima alerta y atención recreándome en lo detalles. Lo maravilloso de aprender es perderse en los detalles y avanzar lentamente. Me gustan esos zigzagueos de la atención. Los hacía incluso con anfetaminas. Antes se podían comprar casi libremente en la farmacia. Ahora no. Pero ¡cómo añoro aquellas noches de atención máxima en que devoraba obras que en otras circunstancias hubieran durado una semana o diez días! Nunca utilicé las anfetas para colocarme e irme de marcha. Me preparé las oposiciones y disfruté como un enano haciéndolo.

Pero me he desviado del tema central del post que era proyectos para el verano. Lectura de varias obras a la vez. Un libro sobre Roma, “Un otoño romano” de Javier Reverte que me han recomendado para calentar motores de nuestra visita a Roma a mediados de mes. “El astillero” de Juan Carlos Onetti, una novela poderosa que cuenta una historia, la de Larssen, el Juntacadáveres a su regreso a Santa María cinco años después. Me subyuga el estilo narrativo de Onetti. Leyéndolo me doy cuenta de mi absoluta insuficiencia como escribidor. Este libro forma parte de la lectura de verano del Circulo de Lectura de Nueva York en el que participo. 

Sobre el 25 de julio emprenderé mi proyecto más ambicioso: hacer diez o doce etapas del GR11 que me llevará de Cabo Higuer (junto a Fuenterrabía-Hondarribia) a Candanchú. Pasaré por el Baztán que era lo que quería, y por Vera de Bidasoa donde vivía Baroja. Llevaré un diario de viaje en mis largas caminatas en soledad. Y haré un reportaje fotográfico. Hacer fotografías me ayuda a caminar. Tengo que parar, pensar la foto, me abstraigo, compongo y disparo. Será una experiencia muy intensa pues la haré en soledad por el Pirineo en una ruta que desconocía. Tendré tiempo de pensar, de sentir, de respirar, de escribir a mano un diario de viaje, de ver el cielo de día y por la noche. Esta larga caminata se basa en la potencia de mi cuerpo con el que he de estar reconciliado: no fumo, no bebo, no bebo ya café, hago travesías, tengo las piernas fuertes...

El resto del verano no sé. Supongo que leeré mucho aunque trabajar no me distrae de leer. Ahora tengo pendientes varios libros. Los diarios de Carlos Morla Lynch en relación con los años de la república pero en especial sobre Lorca del que acabo de leer un libro bastante sorprendente: Rosas de plomo de Jesús Cotta. En él se sostiene que Lorca se aproximó a Falange Española por la relación entre este y José Antonio en los últimos días, antes del estallido de la guerra. Lorca no era un izquierdista aunque lo asesinaran los más reaccionarios del alzamiento. Lorca era amigo de José Antonio, lo protegieron falangistas en Granada, y una de las razones por que lo asesinaron es por ser amigo del líder falangista. Una hipótesis sugerente. Se ha manipulado totalmente desde la izquierda la muerte de Lorca. No fue como nos lo contaron ni como lo plantea Ian Gibson en su magna biografía del poeta granadino.

Otra novela pendiente es La muerte de Virgilio de Hermann Broch, recomendada por Dimas Mas, un escritor con el que me unen lazos de amistad profunda.

No descarto leer la segunda parte de Juego de tronos. La primera me interesó muchísimo.

Un verano en que no pararé, en que me niego al descanso y en el que prepararé mentalmente el nuevo curso de Lengua y Literatura en mi instituto.


No quiero descansar. Bastante tiempo tendré para hacerlo algún día cuando ya todo sea irremediable. Hoy de momento, tengo potencia y energía para caminar, fotografiar, escribir, leer, viajar. ¿Qué más? Nada, no ansío nada más que lo que tengo.

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