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martes, 12 de enero de 2016

La improvisación en el aula




Hoy he recibido un libro en formato digital a primera vista muy interesante. Se titula Profesor en secundaria. Claves para lograr la autoridad en el aula educando por competencias. Sus autores son Andrés Carmona Campo y Antonio Fonseca (2015). No lo he leído pero he mirado su índice para saber los temas que aborda y me han parecido francamente jugosos. Ha habido uno que me ha llamado poderosamente la atención. Es el capítulo titulado Nunca improvises.  Me he ido a él con sumo interés por motivos que luego aclararé. Los autores son defensores a ultranza de la preparación de las clases y de que se evite la improvisación solo posible para verdaderos maestros del jazz y no para los novatos. Añaden la ineludible programación de aula para realizar un trabajo realmente solvente y eficaz. Me he mirado atentamente y me he preguntado si yo era un profesor que improvisaba en el aula. No porque no me prepare las clases, algo que hago con exhaustividad sino porque la improvisación forma parte de mi modus operandi medular como profesor de literatura. Los mayores logros intelectuales de mi larga carrera docente han sido fruto de una intuición poderosa que me ha asaltado y se ha adueñado de mí. A veces se unen cabos sueltos para dar lugar a una idea que destroza las programaciones de aula y los planes prefijados con anterioridad. ¿Cómo puedo saber qué haré exactamente a lo largo del curso? ¿Puedo planificarlo con precisión de antemano? Yo no. No puedo responder a un guion estable, no sé hacerlo, si lo hago me veo hundido en el hastío profesional. Necesito una idea que surja estelarmente para embarcar a mis alumnos en viajes que exigen riesgo. No puedo siquiera programar las lecturas que van a tener mis alumnos. ¿Cómo voy a saberlo si no conozco bien sus límites?

Puedo parecer insolvente, pero pienso que para ciertas cosas es necesaria la magia de la inspiración. Y la capacidad de adentrar a los alumnos en objetivos insólitos. Los parámetros con que inicié el curso se han cumplido con bastante acierto, creo yo. Sin embargo, se han enriquecido con nuevas propuestas como la de escribir una novela de veinte a veinticinco páginas. Esto no lo había planificado. Hablé de ello en un post anterior. Fue una idea, ya realizada anteriormente, que surgió de repente y me dije ¿por qué no? Sería mi última oportunidad de llevarla a cabo. Para mi sorpresa, tras las vacaciones muchos alumnos se han sumergido en la novela y llevan varios capítulos ya escritos. Me lo han dicho varios con orgullo. Esa novela será sin duda la mayor aportación vital que van a realizar este curso. Quiero que se sientan satisfechos con ella. Que sea expresión de ellos mismos en un momento cenital de su vida. He lanzado la piedra y ya está formando círculos en el agua. Pero esto, como digo, no lo había previsto. Otra aportación es dedicar el curso al escritor Franz Kafka como hablé el post anterior. Fue una improvisación total. Tal vez sugerida por el gato del libro Marina de Carlos Ruiz Zafón. Se llamaba Kafka. Y eso fue la chispa que desencadenó un proceso dentro de mí llegando hasta un profundo centro. Kafka es un autor que había dejado de lado durante largo tiempo. Sentía que su mundo revelaba la impotencia del ser humano y eso me desconcertaba y ponía nervioso. Pero sabía que en algún momento habría de enfrentarme a él. Tengo en mi mesilla varios libros de relatos del autor de Praga, he recibido sus novelas completas, El proceso y El castillo. Anteriormente había leído América y La metamorfosis. He recibido asimismo un par de libros de novelización de la  última parte de su vida, el tiempo que pasó en Berlín con Dora Diamant y  en diversos sanatorios hasta que murió el 3 de junio de 1924. Es un Kafka distinto del que me había imaginado. Mi inmersión gozosa en Kafka propicia este proyecto en que voy a implicar a mis alumnos de tercero empezando con la lectura de Kafka y la muñeca viajera de Jordi Sierra i Fabra y luego leyendo directamente las setenta páginas de La metamorfosis. ¿Una lectura adecuada para alumnos de quince años? No lo sé. No lo sé realmente. Puede ser y representar un fracaso o una experiencia fascinante la lectura de este relato verdaderamente sorprendente. Pero he de entrar en su mundo enigmático para poder expresar a mis alumnos el misterio de la literatura con mayúscula. Sin duda dará lugar a debates intensos la lectura de esta obra. No quiero destripársela. Quiero que se encuentren con ella, si acaso que sepan del autor, de su lugar en la literatura del siglo XX, la vida de un modesto oficinista de una compañía de seguros que creó las más extraordinarias historias de un mundo extraño y misterioso no reducible en absoluto a las etiquetas.

Así se une mi pasión por un tema a la indagación que van a hacer ellos. Pura improvisación. De hecho he recibido una llamada de atención por parte del AMPA por no respetar las lecturas programadas. ¿Cómo voy a saber qué diablos van a leer con un año de antelación? ¿Cómo lo voy a saber si no sé dónde estaré yo y dónde estarán ellos? De momento veo las dos clases de tercero de ESO inmersas en una fiebre creativa muy interesante. Están creando su propia novela. Como hacía Kafka en sus noches de insomnio.


Un curso de literatura pierde su esencia si sabemos con demasiada precisión qué va a suceder. Supongo que habrá los partidarios de las programaciones de aula y que quieran llevar al milímetro lo que entra en cada clase. Puede ser. Y que sean magníficos profesionales. Lo único que puedo decir es que yo no soy así. Que necesito un margen para la creación y el arte de enseñar, que necesito la inspiración, que no me desagrada tomar carreteras secundarias y pararme en un paisaje para verlo con delectación. Creo que hay una vertiente maravillosa del arte de enseñar que tiene en la improvisación uno de sus principales fundamentos. Yo no hubiera sido el que he sido sin la improvisación cuando empezaba, cuando seguí y ahora cuando acabo.

42 comentarios :

  1. También me parece imprescindible la creatividad instintiva en forma de improvisación para sentirse vivo. No podría vivir sin ella, por eso vivo a mi aire, aparentemente anodino, que eso se trata para no atraer envidias innecesarias, pero muy especial para mi naturaleza.

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    1. Es cierto, emejota, que el aula necesita de unas dinámicas, unas rutinas, unos planteamientos planificados para poder desarrollar una tarea eficaz, pero en estos también cabe introducir el factor de inspiración y creatividad intuitiva a modo de improvisación. Es posible que este factor no esté desarrollado por igual en todos los docentes, y algunos necesiten como imprescindible la planificación. Supongo que esta mezcla de planificación e improvisación es lo que da vida al aula.

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  2. No creo que la improvisación sea algo malo en las clases, aunque supongo que en parte coincido con los autores en que debe ser algo a lo que se atrevan los profesores que ya tengan un mínimo de tablas, como es tu caso, claro. Vaya, que a lo mejor en profesores muy noveles que no tienen una capacidad mínima de llevar una clase, a lo mejor es contraproducente. Pero en el resto de casos, no veo el problema la verdad. Recuerdo en la EGB un profesor de naturales al que le gustaba mucho comprarse la clásica revista de naturaleza que se llama Nature. Pues muchas veces mientras estabamos haciendo tareas y el leía la revista (eran otros tiempos, no se si ha dia de hoy se puede hacer eso, o si los alumnos son capaces de trabajar más o menos en silencio dejando leer al profesor), de repente había algo que le interesaba especialmente y nos pedía que nos acercásemos para que nos enseñase algo que le había parecido interesante. De alguna forma era un modo de improvisación. Recuerdo con especial cariño esos momentos. Partiendo la rutina normal de la clase y dándole un toque diferenciador a la clase.

    ¿Como andas estos días con el tema de la independencia, je, je?. Mejor ni tocar ya el tema de lo cansino que es.

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    1. En el tema que me planteas en segundo lugar, oscilo en ponerme a escribir un post o dejarlo estar. Creo que optaré por lo segundo. Total ¿para qué? En esto no hay opciones racionales sino emocionales. Todo es pura emoción. Nada hay de racional. Se puede argumentar racionalmente pero no hay nada que pueda persuadir a quien está poseído por una emoción (que además cree racional). Es inútil. Pero esto acabará muy mal para todos.

      Nada hay más atractivo que lo que rompe la rutina en el aula, como aquel profesor de Naturales que nos cuentas. Esto plantea una simbiosis entre los dos principios: planificación e improvisación. Ambos se complementan.
      La pura improvisación como principio lleva a la inanidad, la pura y dura planificación conlleva la falta de vida y la rigidez. Se podría crear un concepto que fuera "la improvisación planificada" jeje.

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    2. Si, mejor dejar ese tema correr, no merece la pena. la polémica no lleva a ningún lugar y lo único que hace es cagarle a uno de mala leche. El tema estuvo muy presente en la excursión que hice este fin de semana con el niño y otros adultos y para lo único que sirvió fue para joderme lo que tendría que haber sido un fin de semana perfecto. En fin, la próxima vez voy solo que es lo que a mi realmente me apetece siempre.

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    3. Ya veo. Es un tema peligrosísimo en cualquier contexto. Mejor no abordarlo. Es imposible entenderse de ninguna manera. Cataluña se está convirtiendo en un país espeso en que hablamos solo con personas de confianza, porque si no, todo puede estallar. Esta navidad he compartido mesa con ínclitos independentistas con los cuales no he hablado nada, salvo los saludos iniciales y de despedida. Ignorancia mutua asegurada. He hablado de otros temas con sus madres o suegras que eran más abiertas y menos sectarias. Nunca hables de política con un independentista. Es como si tuviera en la cabeza un puré de banderas esteladas, un grumo de eslóganes facilones para él evidentes e incontestables, verdades reveladas y una capacidad de pensamiento mágico infinita. Además de puerilidad a raudales. Por eso solo hablamos de "eso" con quien intuimos cerca. Es imposible el debate. Imposible, peligroso e inútil, absolutamente inútil. Mejor solo, haces bien. Siento que tu fin de semana maravilloso con Martí se mezclara con otras historias que considero anodinas y cansinas. ¿Realmente es lo único que tienen en la cabeza? Me lo pregunto.

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    4. No puedo estar más de acuerdo, has expresado exactamente lo que yo pienso sobre este tema. "Es como si tuviera en la cabeza un puré de banderas esteladas, un grumo de eslóganes facilones para él evidentes e incontestables, verdades reveladas y una capacidad de pensamiento mágico infinita. Además de puerilidad a raudales.". Es justo eso, no hay más, menos mal que veo que no soy el único que piensa así. En este tema si que podríamos estar totalmente de acuerdo, je, je.

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  3. Me sumo gustoso a la reivindicación que haces de la improvisación. ¡Qué hubiera sido del jazz sin las jam sessions o del Flamenco sin las reuniones de cabales! Como tú, Joselu, basé toda mi actividad profesional en la improvisación a partir de tres objetivos muy simples: el dominio de la expresión oral, de la expresión escrita y el dominio de la comprension lectora. Nunca he permitido que se me amarilleen las hojas... Soy consciente de que la improvisación era un riesgo permanente, porque, al menos en Literatura te exige un dominio de la información que ha de llegarte pronto desde la memoria para poder construir el discurso. La improvisación permite que no te anquiloses y ayuda, como bien señalas, a abrir caminos prácticos muy rentables a nivel pedagógico. Me he pasado la vida "inventando" ejercicios y métodos con los que poder conseguir mis objetivos, y llegaba a ellos del mismo modo que los poetas aciertan con la expresión definitiva de una emoción o una sensación; por inspiracion. No sé si me gustaría el libro que has adquirido. Ese capítulo, al menos, lo considero una suerte de ataque personal. Me he reconocido siempre en la improvisación, y la he cultivado casi metodológicamente, aunque suene a oxímoron.

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    1. En tiempos fui profesor de literatura. Luego me reconvertí en profe de lengua en la ESO. En el área de literatura tenía un dominio genial de la materia algo que me permitía improvisar continuamente. Ponerse frente a una clase y tener recurso oratorios y de conocimiento para poder responder a preguntas inesperadas de tus alumnos supone un gran dominio de la materia, algo que adquirí en el área de literatura, pero en lengua es distinto, y es distinto con chavales pequeños a los que hay que tener continuamente activos porque si no, se aburren y eso es peligrosísimo. Hay que mantener la tensión en el aula.

      En cuanto a tu improvisación en el área del dominio del lenguaje oral y escrito, contigo tenían a un eficaz y portentoso maestro. Yo parto de una premisa distinta. Si ellos quieren expresar algo con vehemencia, con intensidad, intuitivamente encontrarán los recursos para hacerlo. Si hay algo que decir y se quiere decir en voz clara, los chavales encuentran el modo de hacerlo. El problema existe en la situación de que a ellos les importa un ardite el tema, la historia, el texto, la redacción, la composición. Ahí hay poco que hacer. Cuando algo les interesa existencialmente, ese algo activa resortes no utilizado en otros contextos no atractivos. Ese es el desafío a mi juicio. ¿Cómo iniciarlos en la comprensión lectora, en la expresión escrita y oral en temas que realmente les entusiasmen vitalmente?

      Alguna vez fui un profesor de estilo de mis alumnos. Eran los finales de los noventa, casi en la raya del año dos mil. Teníamos ordenadores básicos, y tenía allí a siete u ocho alumnos con una texto escrito libre. Yo iba sucesivamente con ellos indicándoles sus puntos débiles y cómo debían transformar sus textos enriqueciéndolos y comprendiéndolos profundamente. Al final salían unos textos presuntamente literarios y ellos se sentían orgullosos de ellos. Luego no he podido ejercer esta maestría porque no he tenido tan pocos alumnos y el aula no ha podido conformarse para ello. Pero allí sí que a partir de un texto plano podíamos convertirlo en potencialmente rico y expresivo. Con treinta chavales en clase es difícil, si no imposible esto.

      El libro de que hablo no lo he adquirido. Me lo han hecho llegar sus autores en formato pdf para que lo conociera.

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  4. Me ha gustado el post y la reflexión. Me ha gustado especialmente cuando, en los comentarios, has puesto "improvisación planificada", creo que sería lo mejor.
    La falta de planificación es un problema que tengo en mi vida en general y también en mi trabajo. Me ha causado muchos problemas pero, al mismo tiempo, es muy difícil, pese a que lo estoy intentando, deshacerme de ella. Viva la "improvisación planificada"!!!

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    1. Mi compañera y colega (mi mujer) es muy organizada, tremendamente organizada, planifica todo cuidadosamente hasta el mínimo detalle. Lo necesita para sentirse segura. Yo me doy cuenta de que soy muy diferente en todo, en la ordenación de los espacios, en la planificación de las cosas. Yo dejo siempre una puerta a la espontaneidad, al azar, al desorden creativo, a la imperfección como portadora de belleza. Somos muy distintos. Yo necesito, me doy cuenta, herramientas organizativas y lo intento. Soy intuitivo y desordenado (aunque tengo mi sentido peculiar del orden). Pero me encanta el juego con el azar. De hecho soy un aprendiz de los juegos de OULIPO patafísicos. Pero ciertamente en el aula son peligrosos. Para liberalizar el aula hace falta un grupo con autocontrol emocional. Y eso no siempre se da por supuesto. Cada vez es más raro. No es un tema fácil, no hay respuestas facilonas y simples. Son complejas. Pero sí, viva la improvisación planificada.

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  5. Un ejemplo. En las artes escénicas la Comedia del Arte se basaba en la improvisación: cada actor decidía -más o menos- qué hacer en cada momento del espectáculo... pero el resto disponía de recursos ensayados exhaustivamente para darle la réplica y derivar la obra hacia otro lugar. Es decir, la improvisación profesional -y docente, claro- nunca parte de la nada, sino de la experiencia y de la preparación previa. Pienso que es tu caso. Y es sano, muy sano y muy bueno.

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    1. Bien traído el ejemplo de la Comedia del Arte, creo que es muy oportuno. La improvisación se nutre de la experiencia. Es normal que un profesor novel tengo menos recursos para dominar la improvisación. Recuerdo los resultados agridulces a que me llevó la misma en el primer año de docencia hace mucho tiempo. Fue en cierta medida un fracaso. Improvisar con muchachas de doce años puede ser peligrosísimo si no se conocen las leyes del aula, leyes cambiantes según la edad y los contextos. En cierta manera yo quería improvisar pero desconocía la profesión y la psicología de mis alumnas (era un colegio femenino). Luego con mayor dominio del aula sí que me permití experimentar en contextos rurales más tranquilos y llevé allí al límite mi afán experimentador. Para experimentar e improvisar hay que tener una seguridad pasmosa y un conocimiento profundo de los recursos oratorios, los silencios, la entonación, la plasmación de los proyectos. No es lo mismo interesar a un niño de tres años que a uno de doce, no es lo mismo interesar a un adolescente de doce que a uno de diecisiete. Varía profundamente. El improvisador tiene que tener un control del aula básico. Porque si no, todo puede irse al garete. No todas las ideas son buenas, algunas pueden serlo en teoría pero no en la práctica en un grupo concreto.

      Dicho esto, la improvisación es buena y necesaria. Es la sal del aula. Pero hay que saber hacerla y desarrollarla.

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  6. Me gusta mucho, me conmueve la pasión y las ganas que le pone a las tareas de buscar el aprendizaje de los niños o jóvenes. Tarea encomiable y titánica en entornos insitucionales todavía tradicionales. He trabajado por años en el tema de planificación y este concepto perdió su rigidez cuando fueron apareciendo conceptos como los de «contexto», «escenarios» «caos», «entropía», «gestión», etc. Desde los años cincuenta del siglo pasado planificación, programación, políticas, gestión, previsión se fueron retro-alimentando; y, dependiendo del área de actividad, existen versiones de planificación con sus metodologías y visiones particulares: economía, en lo social, en las labores gubernamentales, conocimiento, política, etc. En educación, me parece se ha mantenido la idea de oposición entre planificación e improvisación. «Improvisación planificada» es lo correcto como la idea de «previsión», de «prever» como actitud para enfrentar escenarios siempre cambiantes. Incluso los militares están predispuestos a ser plásticos frente a procesos humanos que no podemos conocer todas sus variables en su totalidad. Se dice que la sola improvisación es un desastre, sin embargo, en la gestión de gobierno, especialmente en las altas esferas, estas prácticas son las que más se usan por la alta inestabilidad de los escenarios. (con los sesudos «comités o unidades de crisis» y sus complejas metodologías). En la práctica, normalmente se programa, se prevé e improvisa como procesos necesarios y reales. Bajo un enfoque autoritario, la idea es controlar y no necesariamente «enseñar» o velar por un adecuado aprendizaje, donde predomina la idea del programa como ordenador del control de los estudiantes. En un enfoque que pugna por el aprendizaje, creo que se busca dar más espacios al encuentro, a la creatividad maestro/jóvenes o niños como personas. Y es que la escuela, la «enseñanza», en el fondo debe ser vista como actos para desarrollar la comunicación humana que por donde se mire es un juego constante de «creatividades» de quien enseña, de los niños que intervienen y de los niños que escuchan en silencio. Los saberes «enseñados», se deben mezclar con los saberes de los niños, con esas ganas de poner nombres a la cosas de este mundo pero forma diferente a la de los docentes y adultos. Aunque se usen la mismas palabras, frases y discursos parecidos a los de los adultos, ellos «significarán» de otra forma porque son otras generaciones, otras biografías. El encuentro inter-generacional debería ser enfrentado por las instituciones educativas. Un saludos y felicitaciones.

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    1. Hay que decir que mis alumnos no son niños; son adolescentes y eso es un cambio significativo en cuanto a proceso educativo. Es una edad especial, no tan abierta como la niñez y sí reactiva al mundo de los adultos en general. El tratamiento del aula es distinto. Yo, como profesor, intento dar salida a su creatividad pero no es fácil por la vergüenza que sienten ante sus iguales. Este es un factor tremendo. Se sienten coartados por el qué dirán o pensarán sus compañeros. Mantienen roles discretos o audaces según el lugar que ocupan en el grupo.

      Me ha interesado tu intervención expresada con una lógica y enjundia que revela tu conocimiento del tema. La improvisación planificada es el descubrimiento conceptual del post. Es imposible encajar el desarrollo de un curso en una planificación fuera de contexto. El contexto es esencial para conocer los límites del grupo, los límites y las posibilidades. En juego con el contexto el profesor puede lanzar proyectos innovadores que capten las antenas de atención de los chavales, que no niños. Y la rutina del aula convertida en dinámica abierta a experimentos creativos. Hay quien sostiene que en la pedagogía no deben hacerse experimentos, pero sin la dimensión experimental no avanza el proceso educativo, o al menos así lo entiendo yo. Yo necesito recrear el aula, hacerla flexible y dinámica. No es fácil por esa tontería inmanente de la adolescencia, la pereza, y el control del grupo, pero algo podemos hacer, y de eso se trata. Yo soy partidario de la innovación y de esa improvisación planificada de que hablamos.

      Un cordial saludo, Vicente.

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  7. También soy firme defensor de la "improvisación planificada" en el aula. De hecho, creo que si de mí dependiese, eliminaría las programaciones y las sustituiría por memorias finales que sí serían supervisadas y tenidas en cuenta para el año siguiente. La improvisación genera creatividad y eso en el aula es fundamental, al menos para mí. Hay elementos sobre los que puedo pensar en verano o en septiembre, pero, hasta que no ves cómo funciona la dinámica de un grupo o nivel, no eres capaz de sacar todo el provecho como docente. Por otro lado, me aburre repetir lo mismo y si el profesor se aburre, los alumnos no responden. En ese sentido, improvisar genera la adrenalina que necesita mi espíritu cuando estoy en clase. Una última cosa para matizar: solo se puede improvisar cuando se conoce bien la materia y el oficio, pues no es prudente hacerlo cuando no se pisa bien el terreno.

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    1. En el libro del que hablo pienso que este capítulo se refiere más a profesores noveles que a experimentados, y en ese sentido es plausible lo que dice que debe evitarse.

      Estoy contigo en que la tarea en el aula se convierte en tediosa si se dedica a repetirse ad infinitum. Yo necesito hacer todo de modo nuevo cada vez. Nunca me he repetido. Necesito la novedad y es el único modo de no aburrirme y no aburrir a mis alumnos. Me da, como a ti, adrenalina para entusiasmarme y no anquilosarme. Incluso con grupos trimestrales y la misma materia, cambio de métodos, de lecturas, de planteamientos a tenor de lo experimentado con el grupo anterior.

      No hay posibilidad de planificación fuera del contexto real. Esto es muy cierto. Y cada grupo es distinto.

      Apoyo esa propuesta de eliminar las planificaciones a comienzo de curso. Nada hay tan inútil como eso.

      El aula debe estar viva, abierta a la experimentación, a la improvisación. Es muy cierto.

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  8. Siempre que leo cosas así pienso: ¿y los profesores interinos, qué receta debemos seguir? Porque un profesor habitual se puede permitir tanto programar como improvisar. Pero un profesor interino que llega un día a un aula donde igual pasa sólo cinco días con esos alumnos, ¿en qué se debe basar? No en la programación que haya dejado el titular, al cual no suele conocer casi nunca, y es muy difícil que exista una programación, por no decir imposible, en la que se explique segundo a segundo lo que se va a hacer, imagino que el primer día de clase esa programación iría directamente a la basura.
    En fin, hay que saber qué vas a hacer en clase, tener un guión mínimo, porque si no, es verdad, que se te puede ir de las manos. Pero hay que saber improvisar, querer improvisar, acertar y fallar, tirar de la actualidad, conectar la clase con el mundo, dejar volar la creatividad, que una actividad te lleve a otra, que un proyecto crezca y se defina según se hace.

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    1. Sin duda, no es fácil ser profesor interino o sustituto. Es una tarea complicada, pero te contaré una historia. Yo una vez estuve de baja largo tiempo, un trimestre. Vino una "bruja" de sustituta que enamoró a todos los alumnos que la adoraban. El problema lo tuve yo cuando tuve que sustituirla a ella. Buf. Ahora esta brujita trabaja conmigo en el mismo departamento pues sacó las oposiciones y quiso estar allí en el mismo sitio. De vez en cuando me da un beso. Es genial pero peligrosa para un profesor titular. Uf. No sé lo que hizo pero tuvo que improvisar mucho pues los grupos eran terribles, no te lo puedes imaginar. Era novata pero supo metérselos en el bolsillo. A todos.

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    2. Quiero ser esa "bruja" :-) Oye,podría hacer una colaboración en tu BLOG y contar su secreto, o hazle una entrevista...Supongo que tendrá encanto personal contagioso.

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    3. El secreto es toda ella. Una persona que es pura emoción, sensibilidad, y dominio del arte de enseñar de modo intuitivo. A la vez es muy respetada. Son cosas que se tienen o no se tienen. Ella lo tiene. ¡Qué mal lo pasé!

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  9. Cómo me recuerdas a lo que yo era y lo que hacía... Siempre he odiado las programaciones, echaba un vistazo al currículum del curso para saber qué tenía que dar y más o menos lo dividía por trimestres, pero preparar algo pormenorizado casi día a día... buf... imposible. Mis colegas hacían unas programaciones primorosas, quincenales o semanales, yo envidiaba su capacidad de planificación, pero nunca fui capaz de llevarla a cabo con regularidad. Pensaba con antelación los controles, las excursiones y cosas así. Me frustraba mucho preparar una clase con la pizarra digital, por ejemplo, y comprobar con desesperación que fallaba el enlace, se colgaba el ordenador... cosas así. Lo malo de tener que improvisar es que debes disponer de un "cajón de sastre" para solucionar el problema surgido. Con el tiempo y la experiencia comprobé que podía salir airosa de muchas situaciones imprevistas. Era frecuente que en las clases surgieran debates o preguntas no programados, pero rara vez se me fue de las manos. Más que improvisar creo que la cuestión es cómo saber solucionar los imprevistos. Hay que tener preparadas las lecturas, por ejemplo, pero, como bien dices, nunca sabes cómo van a responder los alumnos y debemos estar preparados para cambiar sobre la la marcha lo proyectado. Los padres protestan mucho cuando una clase va por el tema tres y la de al lado por el ocho, o cuando no se acaban los libros de texto, o cuando hay que cambiar una excursión... Es imposible planificar todo al milímetro. El año pasado, por ejemplo, fue la propia Comunidad de Madrid la que cambió por su cuenta y riesgo la fecha prevista para la prueba de inglés, lo que nos obligó a trastocar todos los planes del último trimestre. Nunca supimos las razones, pero tuvimos que aguantar un aluvión de críticas y quejas. Creo, en definitiva, que una cierta preparación es necesaria aunque luego son los alumnos quienes realmente marcan el ritmo. Hay que tener "cintura" para saber dónde, cómo y cuándo cambiar el rumbo. A veces la actualidad te lleva por caminos insospechados, o hay que hacer frente a un problema surgido en el recreo, lo que te obliga a aparcar la clase pensada. Es lo bueno y a la vez lo malo de la docencia: no saber nunca qué te vas a encontrar al tocar el timbre. ¡Sorpresa!
    Un fuerte abrazo, colega.

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    1. Emocionante ese ¡sorpresa! con que acaba tu comentario. Y es la pura verdad. La clase es un acto que es pura imprevisión. La más preparada clase del mundo puede irse abajo por un solo moscardón que entre en la clase por la ventana. Supongo que te ha pasado en más de una ocasión. O la hora de la clase. O que entre un grupo de alumnos a informar de una actividad. O el estado de los alumnos, muchas veces altamente inestable y alterado. Un conflicto en la clase, una discusión mal llevada, el fallo de las conexiones. No hay programación que te salve del caos en el que hay que saber nadar. Hoy en clase de un tercero de adaptación curricular, les he planteado copiar un poema de Antonio Machado: Pegasos, lindos pegasos... Se lo he dado fotocopiado y ellos tenían que copiarlo y decorarlo con colores, dibujos, formas... Luego tenían que aprendérselo de memoria. Es muy hermoso y sencillo. Pues se han entregado a la confección de ese poema y han salido dibujos y decoraciones realmente fantásticas, bellísimas, varias de niñas árabes que no necesariamente sacan buenas notas. Pero les ha encantado pintarlo, dibujar caballos alados, y lo han hecho con mucho gusto. Les he puesto música de Yiruma y la clase ha sido una balsa de aceite. Ha sido pura improvisación y ha salido genial He pensado que en mi último año no quiero torturarles con cosas imposibles y sí ofrecerles cosas con que aprendan y también disfruten.

      Un fuerte abrazo, Yolanda.

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  10. Hola José Luis,
    Me ha parecido ésta una magnífica reflexión. Y no lo digo desde el punto de vista académico pues, como sabes, no soy un profesional (ni siquiera aficionado) de la pedagogía. Lo afirmo pensando en que este mismo planteamiento es aplicable a otras profesiones y otras actividades.

    Yo he sido (y sigo siendo, aunque menos) una persona extremadamente planificadora y que, siempre que he podido, he rehuido la improvisación, simplemente por falta de seguridad y aplomo. En mis (escasas) presentaciones en público (en el ámbito laboral), siempre llevaba el papel bien aprendido, un guión previamente elaborado, para no divagar y ceñirme al pie de la letra al tema a comentar. Solo cuando tuve más soltura me permití hacer variaciones y alguna que otra improvisación. Pero, evidentemente, se trataba de algo muy distinto a lo tu te refieres en este post, algo mucho más anecdótico, si me lo permites.

    Ahora, sin embargo, con mi novedosa faceta de escritor de relatos, he descubierto que la improvisación domina esta actividad como nunca imaginé. Siempre creí que un escritor de novelas, cuando empezaba a escribir la primera línea del primer capítulo, ya tenía muy claro cómo sería la introducción, el nudo y el desenlace de su obra, aunque fuera de forma esquemática. Luego solo tenía que ir rellenando huecos, añadiendo carne y músculo al esqueleto.
    En mi caso, por el contrario, he comprobado que, muchas veces, el mejor relato es que se va ideando a medida que se escribe, improvisando. Es el tema, o el protagonista, quien va tirando de ti y crea la historia.

    Obviamente, no soy un experto en el tema, solo un "escritor" novel, neófito, un simple aficionado, pero ha sido todo un descubrimiento y en especial porque ahora sé que ésta es una práctica más habitual de lo que creía.
    He leído recientemente "Les incerteses", de Jaume Cabré, uno de mis autores preferidos en lengua catalana, y describe su experiencia literaria y creadora en estos mismos términos.

    Supongo que, como casi todo en esta vida, lo que hacemos es una mezcla de plan e improvisación. Como bien has dicho, el Jazz es un ejemplo de ello. Cada tema tiene su parte musical escrita, fijada de antemano, sobre la que se improvisa.

    Un abrazo y disculpa mi elucubración totalmente ajena al tema concreto de tu reflexión académica.

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    1. Tu elucubración es plenamente bien traída y oportuna. En alguna vez yo ensayé la técnica del masaje cuando hacía teatro. Creo que tenía un cierto don para ello, pero me di cuenta que cuando estaba pendiente de la técnica como una secuencia ordenada de acciones, yo no lograba dar vida al masaje, estaba rígido. Era solo cuando lograba vibrar, improvisando, que lograba esa magia de comunicación intensa con la persona que recibía el masaje. Lo mismo en el teatro. Si estás pendiente del texto, de la técnica, el personaje no funciona, hay que fluir, dejarte ir, flotar en el aire. Es cuando surge el hechizo del teatro. No es fácil porque un actor novel como era yo tenía mucho miedo y sentía mucha inseguridad. Salir al escenario es una de esas cosas únicas en la vida. No tiente vuelta atrás. Hay técnica, claro, pero debe olvidarse para vivirlo de verdad. Lo mismo es la escritura. Baroja insistía que él escribía a lo que saliera. Y sus novelas tienen una impresión de espontaneidad y de cierto desorden, de frescura, como si estuviera improvisando sobre la marcha. Ese es el Baroja que vale. Y no hay que decir que si tuviéramos que elegir al mejor novelista del siglo XX, a pesar de su castellano vasquizado, este sería en lengua castellana Pío Baroja, al que tengo en un pedestal.

      Muchas gracias por tu claro y hermoso ejercicio argumentativo.

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  11. Me aterra pensar que alguna vez tengamos profesores no sólo incapaces de improvisar (de cambiar sobre la marcha de plan cuando los medios técnicos fallan, de atender debidamente una pregunta o una sugerencia de los alumnos, de integrar en clase la actualidad, imprevisible por naturaleza), sino convencidos por doctrina de que no deben hacerlo. Yo, leído ese índice, dejaría el libro en la estantería.

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    1. Me gustaría que estas reflexiones llegaran a los autores del libro. Se las haré llegar. Ellos, amablemente, me han hecho llegar un archivo en pdf para que lo conociera. Muy de acuerdo contigo. La esencia de un profesor está en su conocimiento (imprescindible) pero a partir de allí, su creatividad es lo que da vida a las materias, a las clases, al aula como organismo vivo.

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  12. Un profesor sin capacidad de improvisación es un profesión sin creatividad.
    No digo que no haya creatividad a la hora de planificar las clases. Evidentemente que la hay. Pero cuando la creatividad es producto de ese halo que las musas dejan suelto por ahí al mejor postor, y que pude producirse en cualquier instante, por qué no delante de los alumnos y alumnas, el momento se convierte en sublime.
    Yo, hoy, sin ir más lejos, lo he comprobado. Para explicarles el efecto que tiene el mar en el clima les he contado (porque las musas me eran propicias) mi primer amor. He disfrutado como un enano y ellos y ellas se lo han pasado de maravilla. Ya hemos quedado en que les contaré un día de estos mi segundo amor...
    La inspiración es un don mágico. No podemos despreciarlo.

    Un fuerte abrazo.

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    1. Tú, como buen narrador, tienes que encandilar a los chavales con tus historias. Lo has explicado otras veces. Ese arte, como el del griot africano, el juglar medieval, el comediante del arte italiano, el farsante, el vendedor de crecepelo ... es común a nosotros los profesores. Lo nuestro tiene mucho que ver con el teatro y lo sabemos. Así que sin inspiración y seguridad en nosotros mismos, nos hundimos totalmente. A mí me ha pasado. Afortunadamente ahora tengo de nuevo a las musas de mi lado.

      Un fuerte abrazo, también para ti.

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  13. Sin poder de improvisación, un profesor se aliena y deja de ser facilitador para convertirse en un autista. La planificación es un requisito que adoran los burócratas, y que utilizan como arma de sometimiento de la creatividad y la intuición del buen profesor, a quien le temen. Entiendo que, en cierta medida, es necesaria, como es necesario trazar ciertas coordenadas antes de emprender un viaje, pero si no estás atento a lo que va surgiendo en el trayecto, estás desperdiciando las mejores oportunidades, según lo veo.
    Acuerdo contigo en que un curso de literatura pierde su esencia si sabemos con demasiada precisión qué va a suceder: esta es una idea que aplica a todo.

    Un beso y buen fin de semana, Joselu.

    Fer

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    1. Es significativo que la mayor parte de los profesores que han intervenido en el debate exponen argumentos en línea análoga a la tuya. Hoy mis clases han sido pura experimentación e improvisación, como suelen ser pero hoy los resultados han sido excelentes en todos los cursos, algo que no es habitual porque a veces las cosas no salen como esperas. Me pasé buena parte del verano ideando un plan de trabajo que estoy aplicando con resultados razonablemente buenos. Otra cosa es la puesta en escena en la que hay siempre una dosis de riesgo alto. A veces sale bien y a veces sale regular, y otras, rematadamente mal.

      Cuando explico literatura es pura improvisación que expresa mis lecturas de la prensa, de libros, de reflexiones propias, conexiones que advierto en la misma explicación, sin reflexión previa, de modo que me admiro a mí mismo diciendo cosas que no esperaba y que surgen luminosas en la dialéctica de la clase.

      Eso para mí es el arte de enseñar. Riesgo, intuición y suerte.

      Un beso, Fer.

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  14. Pienso que ser profesor es más bien un arte. Y como tal requiere refinadas técnicas, planificación y organización. Pero también esa intuición ese don, ese duende que se apodera de uno con en el flamenco. Un saludo.

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    1. Gracias, Manuel, por tu aportación. Jazz, Flamenco, teatro, magia, ilusionismo, arte, duende... Una tarea en esencia indefinible, que se siente. Pero para mí toda planificación que no sea mental no me ha llevado a ningún lado. Eso sí planifico mentalmente durante largo tiempo, pero no me gusta encajarlo en ninguna parrilla. Detesto las parrillas. El arte no se puede planificar. La técnica sí. Un saludo.

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  15. Hola:

    Me llamo Andrés y soy uno de los coautores del libro que comenta Joselu: “Profesor de Secundaria”. Primero, muchísimas a Joselu por sus comentarios, y a todos los que habéis intervenido, eso nos ayuda mucho. Disculpad si no hemos logrado la redacción adecuada en el texto y lleva a confusión. El libro estaba pensado inicialmente para el profesorado que empieza, aunque después lo ampliamos a todo el profesorado que quisiera actualizarse. Sin embargo, mantiene algunos sesgos del proyecto inicial. Además, el libro es de divulgación y está pensado para animar, motivar y sugerir, no es una Tesis ni lo pretende, de ahí que algunos apartados, como este, estén escritos muy concentrados, tal vez sin todo el desarrollo que debiera, pero de haberlo hecho así con todos, hubiera resultado un Tratado que no se habría leído nadie.

    El consejo de planificar y no improvisar va dirigido, principalmente, a ese profesorado novel, aunque, en general, también a todos. Me explico. Además de profesor, soy mago aficionado (en el sentido de ilusionista, que no brujo, je, je). Hablando con Antonio, el otro coautor, nos dimos cuenta de que tanto en el deporte (él es profesor de Educación Física además de deportista) como en el ilusionismo como en muchas artes y disciplinas (teatro, cine, música, ajedrez, etc.) la improvisación es toda una genialidad pero que es hija de la práctica. Que había una relación paradójica (dialéctica, diríamos en filosofía) entre ellas. Que para poder improvisar bien, antes había que haber practicado mucho, tener experiencia y haber planificado lo que se iba a hacer. Como mago, cuando preparo una actuación, lo planifico todo al máximo, y lo ensayo mil veces para automatizar todos los movimientos, la charla, etc. Esa planificación al detalle es lo que me permite que después, en la actuación en vivo, sobre esa base, pueda improvisar en función de las circunstancias y que el resultado final (la propia actuación real) tenga un ritmo y una calidad artística. El objetivo es que la actuación no resulte una mera repetición mecánica de las anteriores ni un caos improvisado, sino algo vivo, abierto, resultado de la interacción entre mago y público. Esa planificación al detalle evita los tiempos muertos (por ejemplo, para ir a buscar algo, porque sé dónde está) o los “eh, ah, esto, bien, hum…” en el discurso. Con el mismo guión (porque los magos tenemos un guión de nuestras actuaciones, igual que los actores) luego cada actuación concreta es totalmente distinta de las demás, improvisamos durante la marcha, pero es ese guión planificado lo que nos permite “saltárnoslo” y adaptarnos a cada público concreto y hacerles vivir una experiencia única, personalizada, y que recuerden con emoción (la emoción de la magia, la sorpresa, la maravilla, el misterio…) para toda la vida. Por eso ensayamos horas y horas, hasta meses y meses, cada juego de magia, cada uno de los pases y técnicas que lleva, la charla que lo acompaña, todo. Pero no para repetirlo automáticamente sino para tener esa base o fundamento que luego nos permite darle vida en el espectáculo “en vivo” que no en vano se llama así: en vivo. Pues bien, en una clase pasa igual, o esa idea queríamos transmitir: el mago viene a ser al profesor como el público al alumnado. Las clases también deben tener un ritmo, ser fluidas, al tiempo que abiertas y flexibles a las circunstancias. Tener preparada la clase (o la actuación del mago) da la seguridad suficiente para poder improvisar si las circunstancias lo requieren, sabiendo que en cualquier momento puedes volver al guión establecido y que no te vas a perder.

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    1. (continúo)
      En una actuación de magia, puede surgir un comentario del público que me lleve a salirme del guión. Por ejemplo, a veces pasa que alguien dice: “¡Cualquiera juega contigo a las cartas!”. Si eso pasa, lo mejor es hacer en ese momento un juego que en magia llamamos “de exhibición de póquer”. Puede que no lo tuviéramos previsto hacerlo en nuestro guión, pero no podemos dejar pasar esa oportunidad que ha surgido. Pero para eso debo saber hacer muy bien algún juego de “exhibición de póquer” y no inventármelo ahí sobre la marcha (porque seguramente sería muy cutre si lo hiciera). A eso nos referimos en el libro cuando decimos que “los novatos no pueden improvisar bien porque la improvisación es hija de la práctica”. Creo que la misma idea o similar quería expresar Salvador Dalí en la frase que se le atribuye: “Que la inspiración nos pille trabajando”.

      Os voy a decir un secreto de la magia: en magia ensayamos y planificamos ¡hasta los fallos! Cuando ensayamos un juego de magia, nos esforzamos por imaginar qué puede fallar: que el espectador olvide la carta que escogió, que la confunda con otra, que se nos caiga tal o cual “cosa secreta” (no puedo dar más pistas) en medio del juego, que no funcione esa “cosa secreta” cuando debería hacerlo… mil cosas. Y procuramos buscar una salida para el caso de que ocurran esas cosas, de tal modo que podamos salir airosos si ocurren. Es imposible prever todo lo que puede ocurrir o pasar en el directo, y muchas veces nos pasan cosas totalmente imprevistas. En ese momento no queda otra que improvisar algo, y si somos capaces de hacerlo bien es por la experiencia de haber planificado y previsto muchas veces antes. De la misma forma, cuando vamos a actuar, revisamos mil veces que todo esté listo: las barajas, las monedas, los pañuelos, las cuerdas, etc. No puede ocurrir que vaya a hacer un juego de pañuelos y me falte uno, por ejemplo, o que esté en el lugar más inaccesible del maletín y tarde varios minutos buscándolo y el público aburriéndose mientras tanto. A eso nos referimos también con no improvisar: tener claro el material de clase que vamos a necesitar (folios, película, libro…) en función de lo que queremos hacer, etc., y evitar esos tiempos muertos buscando cosas o mandando a un alumno a por folios. Eso no está reñido con improvisar en el buen sentido, al revés: si de repente hay una oportunidad que es bueno aprovechar aunque no estuviera prevista, lo más seguro es que tenga a mano el material que necesite, por ejemplo.

      Lo que desaconsejamos es la improvisación mal entendida, es decir, ir al aula sin nada “a ver cómo entretengo hoy a los alumnos”. Ningún mago va a su actuación pensando: “a ver qué juegos de magia me salen hoy”. Él lleva su guión y todo el bagaje de su experiencia e irá construyendo la actuación real y concreta durante la marcha sobre la base de ese guión, la experiencia y las interacciones que vayan surgiendo. El resultado, una actuación inolvidable. El resultado que queremos en las clases: que para el alumnado también sea una experiencia inolvidable, o por lo menos, que aprendan y no solo pasen el rato.

      Muchísimas gracias de verdad por vuestros comentarios, especialmente a Joselu por haber iniciado el tema. Nosotros aprendemos mucho de todas estas opiniones, y tened bien seguro que tomamos nota por si alguna vez hubiera una segunda edición. Es más, si lo leéis, os animamos a comentarlo y a criticarlo. Por eso mismo se lo enviamos a Joselu. No lo conocíamos personalmente, pero sí éramos conscientes de su valía y su opinión era importante para nosotros, aunque nos arriesgábamos a que no le gustara el libro. Podríamos haberlo enviado solo a amigos y así solo tendríamos opiniones positivas, pero entonces no aprenderíamos nada. Teníamos que arriesgarnos, y debates como este nos confirman que hicimos lo correcto. Gracias otra vez.

      Andrés.

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    2. Andrés, gracias por tu participación en el foro que, como ves, ha levantado una interesante serie de participaciones sobre todo de profesores, algunos jubilados y otros en activo sobre el tema planteado. Como has leído los comentarios, no hago hincapié en ellos pues son explícitos y expresión de modos docentes experimentados. Al acto docente se lo ha relacionado con el jazz, con el flamenco, con el teatro, y tú añades, la magia en tu forma de interpretar el aula. No sé si mi convence la analogía pero ahí está para añadir leña al debate. Me ha parecido muy interesante que vierais cotejadas con la realidad de los profesores alguna de vuestras tesis. Creo que es en ello donde reside el valor de este post y su debate posterior. Tenéis ahora puntos de referencia sobre la asimilación de algunos de vuestros apartados. Es el que más me llamó la atención. No me repito porque en las respuestas y post ya he expresado suficientemente lo que pienso.

      Joselu.

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  16. "¡Dejad que las improvisaciones se acerquen a mí"! Ese sería mi lema ahora si siguiera dando clases. En casi 40 años de docencia las programaciones no me han servido de nada, hasta que dejé de hacerlas y simplemente las actualizaba levemente cada año. ¡Que nadie se rasgue las vestiduras, lo hice y lo asumo!
    Una vez que tenía cubierto el papeleo oficial es cuando empezaba lo bueno. Casi siempre lo escribía en las programaciones, ¡DESPUÉS!, para que quedara constancia y me sirvieran para otros años.
    Salgámonos de la carretera principal, perdámonos en las secundarias...
    Ya no sé si hablo de improvisación, de carpe diem docente, de creatividad y pasión por el trabajo o de desajuste bipolar. El caso es que yo escribía una cosa y hacía otra. ¡Si perdía el tiempo buscando objetivos, competencias y habilidades,... ¿cuándo reflexionaba, cuándo HACÍA?
    Como diría Aristóteles, "en el término medio está la virtud": yo no supe encontrarlo.

    PD: Muy interesante entrada y comentarios. ¡Esta es la universidad de la blogosfera, afirmo!

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    1. Yo he sido siempre un profesor de inspiración, lo que no quiere decir que no meditara largo y tendido sobre los temas a desarrollar. Creo que lo que definía en mi pensamiento, era una filosofía del aprendizaje, más que una praxis del aula que he concebido esencialmente al modo experimental. Me gusta la experimentación salvaje. Eso me ha llevado a éxitos muy importantes y a fracasos sonoros. Creo que he sido el profesor que me hubiera gustado tener, un profesor inspirador, más que un pofesor metódico y sistemático. Mi carácter no me lo permite. Me aburro soberanamente si no siento el riesgo debajo de mis pies. Me gusta sentir el abismo y enfrentarme a él. Como puedes imaginar, esto está expuesto a peligros muy serios. Ahora ya acabo. En pocos meses. Y quiero acabar mi carrera docente con mi sello particular. Yo he sido el que he sido. Para bien y para mal.

      Me alegro de que esta sea la universidad de la blogosfera. En este debate he sentido algo del calor de otro tiempo en los blogs.

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  17. Pero es que la improvisación es hermana melliza de la creatividad. Nada bueno se ha hecho en el mundo que no suponga coger el machete y abrirse paso a estocadas entre los matorrales de lo permitido sin saber lo que te vas a encontrar al otro lado.
    Ceñirse al plan, es convertirse en un previsible funcionario que vende su fuerza de trabajo al mejor postor y vive una esquizofrénica dualidad entre su vida laboral y su vida personal. Ceñirse al plan, es convertir el ocio en un santuario y el trabajo en un infierno entre vacaciones pagadas.
    Ceñirse al plan es la negación de esa palabra tan fea llamada vocación y construir un nido de cinismo para sobrevivir al autoengaño.

    Nada que tú no sepas.

    Un abrazo.

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    1. Es significativo el debate que ha originado este post y en el que han intervenido también uno de los autores del libro. El acto que tiene lugar en el aula es algo bastante complejo. Dos personajes, los alumnos (un personaje múltiple y contradictorio) y un profesor que tiene algo de poder para dirigir lo que allí sucede. El enfoque tradicional de la clase se basa en la autoridad del profesor y el seguimiento de los alumnos a sus indicaciones. Puede ser bueno. Un profesor planificador o no que controla férreamente el proceso de aprendizaje y luego lo evalúa. Otro planteamiento se puede basar en una cierta dispersión de impulsos que democratizan el aula (con los peligros que esto supone) y la hacen espontánea. Los chavales toman lo que necesitan, lo que desean, lo que intuitivamente entienden que les interesa, no lo que les es impuesto. El grado de creatividad que requiere el segundo modelo es interesante. Es mucho más complicado y sujeto a errores. Pero cuando se consigue la retroalimentación adecuada (no es fácil) el aula vuela, es una experiencia diferente.

      En mi último año de profesor no quiero sentirme invadido por el cinismo ni el dejar pasar el tiempo. Asumo riesgo y posibilidad de error, pero si, por alguna conjunción azarosa, la nave vuela, será inolvidable. No lo olvidaremos ninguno de los que hemos estado allí.

      Un abrazo de vuelta.

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  18. La buena improvisación nace de una buena preparación anterior, eso creo yo. Es la rama rebelde necesaria que sale del árbol que crece fuerte.
    Uno improvisa bien cuando sabe de lo que habla y lo tiene preparado.

    Un saludo

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    1. Yo estudio todos los días de mi vida. Hablar de literatura requiere de un nivel de lecturas importante, incesante. La formación es continua. Es un estado general de adquisición de cultura permanente. El discurso entonces es fluido. Y se puede permitir uno la improvisación. Dar clase es un arte. Difícil. Apasionante. Sujeto a errores. Imprevisible. Eso lo hace emocionante.

      Tienes razón, la preparación necearia es imprescindible. Otra cosa es la planificación de la clase, cómo mantener el interés durante una hora. Cómo hacer que aprendan de modo sútil, sin que se den cuenta.

      Un saludo.

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