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jueves, 31 de diciembre de 2015

El patio de mi casa



Niñez.
Solo en la cocina
que da a un patio
muy pequeño y gris
sin perspectiva.
Encerramiento.
Fascinación contemplativa,
abro la ventana, miro
los desconchados de la pared
del patio. Paso muchas horas
embebido en esas formas
quebradas. Las siento mías.
Muchos años después
vuelvo a ellas,
¿cómo describirlas?
¿cómo comprender la escritura
que hay en ellas y que llega
hasta mí en la noche de fin de año
en que habrá euforia,
cava, uvas, campanadas,
abrazos, todo eso, pero yo
me voy con la imaginación
y la memoria a ese patio
de mi infancia en que no había
un limonero lánguido,
ni una fuente limpia,
ni una buena madre que tuviera
albahaca en sus macetas.
Mis ojos, asombrados,
miraban ese patio grisáceo
y creían distinguir formas
en las corcovas que se plegaban
como un garaje lunático.
No sé por qué doy importancia
a este recuerdo
pero me acompaña,
es mi huerto íntimo
que yo llenaba, en su aridez,
de mares y gaviotas,
de navíos piratas,
de aventuras asombrosas
para dominar
la angustia que ya llenaba,
como un pecio negro,
el fondo de mi alma.
Era mi huerto oscuro
que yo henchía de luz
en la tarde de los domingos
para comprender
a un niño extraño,
inmerso en lo invisible,
perdido en la duermevela
de otra vida distinta...
            ...
Me asomé una mañana
de primavera a la ventana
y metí mis manos puras
en el ensueño de mi patio
encantado en busca
de los navíos hundidos...
            ...
Y hoy estoy aquí,
con uno de esos bajeles
fantásticos en mis manos.
Escribiendo, advierto
que estaba allí en medio
de la angustia y el miedo
en un mar de lodo,
cubierto de grisura.
Pero tenía luz.
Este soy yo.

miércoles, 30 de diciembre de 2015

El espejo prodigioso


Fueron en aquella buhardilla,
iluminada por la luz del atardecer,
frente a un tejado de chimeneas
y gatos grises que nos miraban,
atónitos por nuestra felicidad,
mis horas más hermosas.

El resto: grisura y vacío.
Estrépitos, chirridos, gritos,
cuchillos en el alma,
miedo y termes corroyendo
mi corazón ya cansado de vivir.

Sin embargo, ¡qué poderosas
visiones de aquel tiempo
de infancia que vuelven
cada hora de mi vida,
paseando por aquellas calles
junto al río y la gran plaza
en la que tañían cada mañana
las campanas y yo, desnortado,
como un perro sin dueño,
vagaba enloquecido de dolor
y soledad aturdida!

La Cruz, el verdín
de la fuente, las arrugas
de los viejos,
la gran basílica,
las grises palomas
revoloteando en círculo
siniestro sobre la plaza
de los cipreses,  
siempre solitario como
un faro de luz
aniquilada.

Solo ella me daba consuelo
Me miraba con dulzura
y veía mis ojos de marino
sin estrella ni navío.

A veces cruzaba el río
turbulento y sentía deseos
de tirar cubos y palas
por lo alto de la pasarela.

Mi ser más íntimo
era herido cada día,
traspasado
por mil flechas de angustia
y tormento inenarrables.

Sentía que era un monstruo,
nada aliviaba mi dolor
de ser culpable y deforme
a los ojos de Dios.

Aprendí a vivir
en las tinieblas, a observar
los instantes en su eternidad,
a cruzar bajo el agua
de los hombres que regaban la plaza
cada día en que yo lloraba
por el hecho de haber nacido,
y anhelaba morir cada instante
de mi vida de niño.

Solo aquella niña de ojos negros
estaba junto a mí, dándome la mano,
en aquella buhardilla que se abría
a un tejado, que era un espejo 
prodigioso que algún día yo
-estaba seguro-
convertiría en literatura.






martes, 29 de diciembre de 2015

Funcionario de sueños


... Como una negra araña huye
de una mano
áspera y afligida,
reniego del sentimentalismo
y de la belleza ...

... Porque ya utilizan
el montacargas, si van de copas
a la zona alta de Barcelona,
los grumetes,
rechazo hablar del amor.

... Ismael, sin embargo,  persiguió
en el Pequod –aquel navío-
a Moby Dick, atrapado
por la enajenación de un capitán,
delirante y salvaje,
en tardes azules del trópico,  
como las dalias tronchadas que hay
en mi mente de errático
obsceno y desnortado,
incapaz de expresar belleza
si no es de un modo quebrado,
sin ritmo ni delicadeza:
vulgar y cargado
de fealdad industrial.
Solo versos desafinados escribo,
sin sutileza de vate tetuaní,
sobre mi niñez,
el espacio prodigioso de mi vida
en que dominé de modo infinito
el arte de sufrir y seguir viviendo
anhelando la muerte, 
y huir a aquella buhardilla
-mágica sí- 
en que estaba ella y que daba
a un tejado encantado
lleno de chimeneas
y de gatos grises. 

Luego mi incitante historia
es la de un payaso que
va de puerto en puerto
hurtando, como puede,
el aceite de ballena
que serene su pasión de vivir
en un mundo más alto 
y más hermoso.

¡Qué placer romper límites!

... crear territorios nuevos
de infamia y desasosiego
en que el caos y la vida
aspiran a un orden más profundo
junto a la desolación y el amor, 
fronterizos,
en una jaula de oro,
que tiene la puerta abierta
para que puedan escapar
sus pájaros negros
en días en que la muerte
asoma su silueta bajo la lluvia.  

Ahí estoy yo
en la finitud de las esperanzas
y en el comienzo de
las pesquisas para hacerme
funcionario de sueños.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Vladimiro espera de nuevo a Godot


Adorno mis elegías
infames con rosas negras
que van –delicadamente- en el metro  
en la mano de mujeres dormidas,
que sueñan con pájaros grotescos,
perdidos en parajes industriales.
Vladimiro solloza torpemente
en su tumba en el cementerio
de Montparnasse que no va
a ver nadie sino
aventureros que leyeron
en su mocedad solitaria
la llegada imposible de Godot
-que en contra
de  lo que se cree no es dios-
En ese universo de absurdo
y de torpeza, me vi identificado
cuando aún sentía eso
que llamamos deseo,
en tardes en que bebíamos
sin cesar una tras otra VollDamn,
abrazados y tristes
como saltimbanquis borrachos
de tinieblas, que deseaban matar
a sus madres con un cuchillo
afilado por las piedras del río,
que fluye en los sueños
de sicarios y poetas.  
La vida es así,
un lienzo de colores diversos
con que aseamos
nuestros sexos
creyendo que aprendemos
a ser artistas.
No me resigno.
Mi madre ya murió
y yo no la maté.
Se dejó morir en soledad
abandonando para siempre
sus fantasías de haber sido
la amante de un novelista rijoso.
Allí nací yo, en el pecado,
en la cúspide perfecta de la vida,
en el contraste de vicios
insospechados, y allí
aprendí a sobrevivir
en sueños de oscuridad
y audacia que me llevarían
más lejos que las tiernas
caricias maternas
que nos acostumbran
a lo que no será la vida.
Vladimiro habla y habla,
pero lo que dice no tiene sentido:
es un pobre fantasma de la mente
de su creador que ya descansa
en el cementerio -en la quimera-,
esa quimera hacia la que se alza
esta prosa ripiosa llena de rabia
y aspiración de imperfección 
llena de herrumbre
para que los poetas de verdad
nos desprecien 
con sus juicios inapelables.  

Tentáculos afilados en Navidad



Avistamos con tentáculos afilados
el futuro que seguro llegará,
mas los insectos que habitan
el alma chillan más y no podemos
escuchar las voces de los desesperados
que pugnan por llegar hasta
la cruz que preside el pastel de arándanos
que nos preparó nuestra madre
el día en que iba a entrar en el horno
crematorio, bien peinadita,
con su gran oreja izquierda,
enorme como nunca se le había visto antes.
Los parias buscan una tierra
de promisión que los redima
de los excrementos de la historia,
desencadenados por el hombre de corbata
de seda y camisa alba.
Temibles en nuestra melancolía,
nadie nos iguala ni siquiera fumando
la pipa de la paz, rodeados de gentiles
muchachas con sus sexos rotos
y llenos de sangre.  
¿Y mi padre? Buscando su coche gris
en la noche de Zaragoza,  
matrícula de Bilbao 18769,
en las portezuelas de los cabarets
por donde él rondaba noche tras noche
en su vida de señorito
y luego pasaba para ver si la lucecita
estaba encendida o no
para subir a tomarse el último whisky
con la puta que lo esperaba
y su hijo que dormía soñando
que era otro en otro lugar más hermoso.    
Siguen entrando uno tras otro
en barcas que se hunden
en vísperas del invierno
en que sucumbirán muchos niños
y nosotros, ufanos, cenaremos
turrón y vino dulce
antes de ir a la misa del Gallo
el día de Nochebuena.
Las nubes envuelven la travesía
de las barcazas cargadas
de muchedumbres
que anhelarían nuestros dulces
con almendras
y la música que los envuelve,
a modo de villancicos, en ansia
de justicia multicolor.
Es difícil ser hombre
y no sentir vergüenza
de existir: como yo la sentía
cuando me contemplaban
mis compañeros
y me aplastaban
cuando llegaba el plenilunio
y los calamares se apareaban
con voluptuosidad afanosa.  
Todo se mezcla, en una pleamar
de sentimientos ávidos de veneno
y muerte cuando la cosa se pone
definitivamente oscura.
Mirarles fijamente a los ojos cuesta
y no sentir el puñal
del dolor clavado
en las sienes mientras
unos y otros devanan
la madeja de lana
y se cuentan el último episodio
de Star Wars.



sábado, 26 de diciembre de 2015

Balada alegre en el día de San Esteban


La soledad es tan hermosa
como un pájaro silencioso y lleno
de grandes ideales que vive
intensamente su agonía
en tardes sempiternas de domingo
en que no hay nadie en las calles
y todo es silencio de estrellas moribundas.
El hombre vive en soledad
sus momentos más grandiosos:
por ejemplo morir en un bello paisaje
de espacios inmensos
cuando mi padre me llamaba imbécil
porque no quería ponerme la bufanda.
No obstante, hubo libros seductores
que leí en aquella misma habitación
en que la luz brillaba toda la noche.
Me encantaban los libros
sobre la guerra Mundial,
y yo me abalanzaba en un stuka sobre
las arenas del desierto en que una flor crecía
tristemente de madrugada
y los enemigos clamaban ateridos
para que los ampararan antes
de que llegara Pentecostés.
Así me moldeé yo: en la incerteza
y la carencia de orden planetario.
Viviendo como niña atónita ante la vida
que se abría como una dalia enmarañada
y sin demasiada belleza: era oscura,
trágica. Le faltaba todo para ser una flor.
Tal vez no lo era y yo me lo imaginaba
en aquel verano que bebía horchata,
leyendo y leyendo sin parar.
Todo aquel tiempo vuelve como una rueca
envenenada, pero no soy la bella durmiente
ni Raskolnikov en su acto tan hermoso.
Todo crimen lo es en su pureza
de ansia insatisfecha de cervato
atemorizado ante el fuego.
Yo solo leía aventuras
en que imaginaba seres
más bondadosos que los que el universo
de lo real me ofrecía.
La ficción siempre era más amable
que la vida y Cristo agonizaba
-ya sabemos- preguntando a su Padre
que por qué le había abandonado.
Sí, ¿por qué abandonaste el corral
lleno de niños en que todos comíais
sin vergüenza ni miedo?
Todo surge en medio de la torpeza
y el desasosiego.
Y yo, ahíto de turrón, gloso
a las 12.39  el orden moral
de los bonobos,
tan amorosos en la selva
que estamos devastando
para nuestras flores de plástico 
satisfechas con su propio delirio.   

viernes, 25 de diciembre de 2015

En el portal de Belén hay estrellas sol y luna ...


Nadie comprende nada: 
caminamos por el aire como pájaros
sin espuelas, 
y los ricos enhebran sus rizos dorados
con el runrún de las cajas fuertes
en que guardan sus pasteles de amarga crema. 
Y yo, hoy enredado en las palabras, 
salto inequívoco hacia la estrella puntiaguda
que tiene siete vértices morados. 
(Mi padre, entubado en la habitación del hospital,
junto a un pterodáctilo naranja). 
Dulces sueños, dulces siempre en las eternas
tardes de domingo de mi infancia en que lloraba
aturdido de dolor y de sombra. 
Las hormigas ahuyentaban mi sueño
en el parque del Batallador 
mientras mi novia subía a una bicicleta
con ruedas de esparto
y yo, acuciado por el deseo, 
anhelaba el olor del himen 
cortado en láminas 
y ofrecido triste a la memoria de Franco.
¡Oh, altar que viene a mí, 
agudo como un cuchillo enterrado en el barro!
Y la niña con su consuelo azulado
me acariciaba los párpados 
cuando lloraba en su buhardilla
de la calle que hacía esquina con la mía.
Fue el tiempo lejano y próspero 
de la infancia, eterno y  huidizo
como procesiones de Semana Santa 
a las seis de la tarde entre los cirios amarillos
que humeaban frenéticos
implorando a dios que lloviera
para anegar la tierra y fertilizar las heridas
que surgían cada primavera. 
¡Oh, Cristo, que naciste en Nochebuena!
¡Qué gozada tus meneos certeros de cintura
y tus puñales de sombra agazapada!
Ayer celebramos tu nacimiento
en un portal lleno de desechos industriales 
y roedores sedientos de dolor de los niños
que se confunden de día y vienen a morir
cuando es viernes, sin saber que están equivocados.
Y yo me alzo incólume,
como un prodigio de estirpe venida a menos,
para acariciar con mi aliento al niño, 
que ha nacido entre las pajas
en un solsticio de hembras turbadas 
por el calor del miembro arrogante de un cochero
millonario. 
Sí, es el día. Es la santa noche
de olivas y de cardos, 
que surgen estremecidos 
alrededor del niño encantado. 



jueves, 24 de diciembre de 2015

Feliz Navidad


Feliz Navidad
es un mensaje escueto, nítido,
abierto para hombres a los que les gustan las avellanas,
pero no para los que navegan en otoño.
Papá Noel es un sátiro verde
que acecha el sueño de los niños
para colmarlos de desdicha.
El niño Jesús llora impotente
en su portal junto a millones de pastores
desesperados que querrían cruzar el mar.
La Virgen María grita a los ojos de los murciélagos
pero estos no pueden sentirla por la tarde.
Mi padre murió y lamentó cada navidad
que tenía que escuchar el discurso del Rey.
Yo tragaba sables y jugaba con las lagartijas
en la cama de arena junto a ella
que dejó de estar allí cuando cumplí siete años.
Feliz Navidad
es un deseo claro de amistad y hermandad
para todos los rinocerontes que vagan por la playa
en la noche del trópico de Cáncer.
Navidad, dulce navidad,
preñada de mazapanes y huesos en la herida
que supura sin cesar cada veinticinco años,
y los leones rugen en la playa
cuando ven llegar al viejo pescador.
El mundo es el que es: sórdido y oscuro
pero en navidad todos comemos turrón
y levantamos las copas brindando
por las pirámides de Egipto
clavando cuchillos silenciosos en la tabla
de piedra que nos engulle silenciosa.
Feliz Navidad,
los Reyes Magos iluminan con su ira
el oriente que está llegando
y Jesús ríe sarcástico, sabiendo
que todos vamos a lavarnos al río
que no deja de fluir.
La vida es un estuche de papel brillante
y los pastores crepitan horrorizados
por la noche que no tiene estrellas
y la luna ofrece su ángulo más femenino.
Feliz Navidad a todos los hombres de
voluntad certera y corazón hermético.
Os deseo un  próspero año nuevo
en que todos vuestros deseos
se conviertan en azúcar
refinado y gritemos juntos
alborozados que la navidad ha llegado
una vez más para irse de nuevo
sin dejar una moneda
a los mendigos que llegan a nuestras puertas.

Feliz Navidad.

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