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martes, 8 de julio de 2014

Meditaciones del Quijote



Se cumplen en este julio cien años de la publicación en la editorial Renacimiento del libro de ensayos Meditaciones del Quijote del pensador español José Ortega y Gasset. Es difícil comprender, si no se conoce la época de hace un siglo, aquilatar la dimensión e importancia de este filósofo, sin duda el mejor del raquítico panorama del pensamiento español. 1914 es un año fundamental y no solo por el comienzo en agosto de la Gran Guerra, que también, sino porque en España comienza a tomar fuerza una oposición intelectual al gran fracaso de la Restauración con los dos partidos gobernantes, el Liberal y el Conservador, que hundían a España en una política rancia y corrupta, sin nervio y sin espíritu. Y a esto va a consagrar su vida y su obra José Ortega y Gasset: diagnosticar la parálisis total de la vida nacional y a plantear que todo está por hacer, que hay que renovar profundamente la vida social y política española. Él opone la España oficial, la de los ministerios, y la España vital que él quiere liderar. Y efectivamente en torno a él se agrupan los principales intelectuales de la época al que ven como su mentor más destacado en ese anhelo de rebeldía frente a un sistema anquilosado que solo sostiene un edificio en ruinas.

Ortega fue consciente del deterioro de la Educación (en manos de la Iglesia) y la Política en España. Fue a estudiar a Alemania (Marburgo, Leipzig, Munich) para formarse en la vanguardia de la filosofía y la ciencia europeas. Se impregnó en sus sucesivas estancias en Alemania del espíritu neokantiano que reinaba en las universidades alemanas y trajo la fenomenología de Husserl a España para intentar poner el nivel de la filosofía española en consonancia con Europa de la que era un ferviente defensor frente al españolismo casticista de Miguel de Unamuno, su rival indiscutible en todos los aspectos.  Para Ortega había que europeizar España y ello debían hacerlo las élites intelectuales que el pretendió organizar y estructurar, y así encontramos en torno a él a Baroja, a Pérez de Ayala, Antonio Machado, Azorín, Américo Castro, Pedro Salinas, Pablo de Azcárate, Enrique Díez-Canedo, Ricardo Baeza, Luis Araquistain, Salvador de Madariaga, Jiménez Fraud (el futuro director de la Residencia de Estudiantes) y una serie de brillantes mentes hasta un centenar que llenaron de sentido ese afán de regeneración que había iniciado Joaquín Costa. Ortega fue elegido asimismo presidente del Ateneo madrileño, foro fundamental del regeneracionismo y de rechazo de la política oficial.

El 23 de marzo de 1914 en el Teatro de la Comedia, Ortega dirigió un discurso apoteósico como sabio y como político que entusiasmó a los asistentes al acto. Fue el famoso discurso de Vieja y nueva política que inyectaba pensamiento claro en la Liga de Educación Política que pretendía aunar esfuerzos entre los nuevos liberales, los republicanos y socialistas para dar un sesgo totalmente distinto a una España hundida y postrada en la nada y que había que refundar. La España sana debía ponerse en pie y tomar el testigo de la regeneración total del país. Y Ortega debía ser su ideólogo, este es el papel central que se adjudicaba él.

Meditaciones del Quijote es el primer libro de Ortega. No era un texto filosófico pero como si lo fuera por la complejidad del disperso ensayo que es. Parte de la idea de que hay que buscar nuevas formas de ver las cosas –nuevas perspectivas- subvirtiendo la tradición castiza, conservadora y católica imperante en España. Don Quijote es el héroe español que no ha sido comprendido y que está esperando que varios siglos después surjan sus herederos para rehacer España. Para Ortega, la novela realista del siglo XIX es mera comedia y subraya la mediocridad de su visión burguesa del mundo sin temblor metafísico como era el que tenía el personaje de Cervantes que pretendía cambiar la realidad y el mundo. El héroe es el hombre cualquiera que se hace a sí mismo sin repetir los gestos que la costumbre, la tradición y los instintos biológicos le fuerzan a hacer. El héroe como don Quijote vive entre lo ridículo y lo trágico porque se enfrenta a la vulgaridad que lo rodea y reacciona esta con odio y resentimiento por esa apuesta por el ideal. Los héroes existen y hay que buscarlos dentro de nosotros empezando por desbrozar la maleza que nos ata a lo viejo y caduco así como al dogmatismo.

Uno repasa este momento de hace ya un siglo y percibe elementos comunes con el momento que vivimos en cuanto a la percepción de la parálisis de la España oficial estructurada también en torno al bipartidismo que ha servido de pantalla para una corrupción extendida y la injusticia clamorosa que supone el desmantelamiento y poda de los servicios públicos como la Educación, la Sanidad, la Justicia, la Investigación...


Incluso hace un siglo, la cuestión catalana estaba también planteada desafiando la estructura centralista del estado. También encontramos movimientos de resistencia frente a esa necrosis del sistema que parece haber dado de sí todo lo que podía y se le ve exangüe. El diario El País de hoy día equivale a lo que significaba El Imparcial en 1914, un periódico de glorioso pasado pero ya en el fondo ligado al sistema y conservador. Para Ortega el verdadero político es el que es capaz de comprender el espíritu de época y llegar a la gente aprovechando el vacío que dejan los demás. Así actualmente vivimos una Restauración Monárquica que se ha quedado sin aliento capaz de ilusionar. Los partidos en el poder y en la oposición saben de la rabia e impotencia de la gente y empiezan a apelar a la necesidad de regeneración, palabra que es común con el espíritu de 1914 pero no pueden llevarla a cabo porque se les hundiría su chiringuito político. Hoy la influencia de los intelectuales estrella como Ortega es sustituida por el poder de las redes sociales y en torno a ellas y las televisiones nacen nuevos líderes de verbo ágil que encandilan a las masas y que rechazan la política oficial calificándola de casta, palabra que ha trascendido y se ha extendido en la conciencia popular. Ortega fue el nuevo sabio y capitán de la tribu intelectual. Su historia es la de un fracaso personal muy hondo, pero su pensamiento y figura de intelectual y agitador político fertilizó la España de su tiempo originando un tsunami que desembocaría en la Segunda República. No fue el único factor, claro está. Pero su visión  y análisis de la España de su tiempo fue certera.

14 comentarios :

  1. ¡Que pasada con Ortega! Las similitudes con este momento que vivimos en España son tremendas y seguro que si nos vamos a siglos anteriores siempre encontraremos alguien con esas ideas de cambio. Pero esto me hace mirar el futuro con pesimismo pues hasta ahora nadie ha podido llegar hasta el final de ese cambio y aunque muchos lo deseamos no somos capaces de aunar fuerzas y tirar para adelante.

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    1. El filósofo era un hombre de una inteligencia superdotada que aplicó en el propósito de modernizar España para incorporarla a Europa. Hoy día este objetivo está conseguido. Formamos parte de Europa, pero a la vez la distancia con Alemania y otros países es gigantesca en todos los sentidos. Creo que sería interesante que hubiera pensadores que orientaran la vida social y política. Fernando Savater fue uno en la política vasca. Yo no veo intelectuales de la talla de los que se concitaron en aquel momento en España. Pensemos que estaban Unamuno y Ortega. Ahora en general el nivel político es deplorable y parece un sistema democrático que vive sus horas bajas. ¿Habrá posible renovación? ¿De dónde vendrá?

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  2. Siempre me ha parecido la mar de emotiva y entrañable la carta que Antonio Machado le envío a Ortega, cuando tuvo que examinarse con él en la Universidad. El estudiantón se deshacía en elogios al "joven maestro" y después esgrimía todas las disculpas posibles para que Ortega tuviera, literalmente, piedad de él y fuera benevolente a la hora de corregirlo. Al parecer, el examen del poeta dejaba mucho que desear, pero Ortega ejerció la magnanimidad que correspondía. Lamento no tener el texto a mano, para copiar el enlace, pero no creo que cueste mucho encontrarlo en esa red donde tantos peces maravillosos de la noche de san Juan se pescan. Como le dediqué un artículo al centenario de la Meditaciones, paso el enlace por si alguien quiere añadir otro punto de vista:
    http://diariodeunartistadesencajado.blogspot.com.es/2013/07/actualidad-de-las-meditaciones-del.html
    Nunca entendí, por cierto la inquina que generó Ortega entre los "jóvenes airados" de la generación del 50 y los renovadores de comienzos de los 60, con Martín Santos a la cabeza y su cruel retrato del maestro. Leer los ensayos de Ortega produce tanto placer como leer los de Unamuno y los de Bergamín, un trío ensayístico difícil de encontrar en cualquier literatura.

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  3. Las opiniones de Ortega sobre la novela son tan interesantes como relativas y respondían exclusivamente al criterio de su particularísimo gusto. El propio rechazo de El tiempo perdido de Proust da idea de lo limitado de su concepción, y del mismo modo su visión supernegativa del Realismo es peculiar. Creo que ahí no está viendo a un Galdós ni a un Clarín emerger de la mediocridad que él cree reconocer en ese movimiento. Y además Galdós es el primer discípulo de Cervantes que aplica el cervantismo a su novela. Ortega desdeñaba el arte novelístico de Baroja asimismo aunque fueran buenos amigos y se rieran mucho juntos. Ni que decir tiene que no era amigo de la novela unamuniana aunque luego, tras un distanciamiento con su gemelo en egotismo Unamuno, lo apoyara cuando éste fue desposeído de su rectorado en Salamanca en 1915. Leer a Ortega es entrar en un pensamiento inteligente, fino y profundo, pero a la vez extremadamente sectario lleno de recovecos de rencor oculto por no recibir toda la admiración y pleitesía del universo.

    En cuanto a las almas que nos hayan dejado un poso profundo de la reciente literatura a los lectores actuales, habría mucho que decir. Creo que la literatura actual, la más reciente, la de los últimos treinta años por poner un referente, no tiene la dimensión honda de otras épocas pasadas como la riqueza extraordinaria de primer tercio de siglo o el periodo entreguerras. Incluso la literatura existencial de posguerra tiene otra profundidad de la que podemos encontrar en la literatura actual. ¿Por qué? No lo sé. Nuestro mundo y nuestra forma de ver la realidad se ha hecho más gaseoso o más líquido. Más evanescente, menos proclive a crear personajes de dimensión profunda. La literatura tiene menos ambición tal vez en ello o no puede hacerlo. No obstante a veces uno encuentra algo como por ejemplo el autor noruego Karl Ove Knausgård que empezó en 2009 una titánica sucesión de seis novelas autobiográficas con el título de Mi lucha del que he leído la espléndida La muerte del padre y he de seguir leyendo para ver si mantiene el nivel que he conocido. Al ser contemporáneo le falta tal vez épica o excesiva planitud, le sobra deseo de triunfar, escasa reflexión, no sé. No soy escritor y lo contemplo desde la barrera. Pero si levantas una piedra salen miles de escritores indies en cualquier concurso o galardón convocado. No son escritores los que faltan o los que se consideran así. No sé. Hay escuelas de escritores por todas partes. Pero ¿hay algo nuevo que decir? ¿Faltan personajes por crear? ¿Habría lectores adecuados en un mercado editorial en que triunfan obras de relleno? No sé, pienso que es algo que tiene que ver con nuestra civilización y su agotamiento. Nunca ha habido tanto talento junto en la historia de la humanidad pero no somos capaces de crear personajes de hondura ni obras perdurables.

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    1. Vaya, como he visto un comentario en el blog, en la entrada de Ortega, te he contestado allí. Gracias por el vínculo. A lo mejor alguien va y pica...

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  4. No conozco el libro, si al autor, tengo un amigo profesor de Filosofia que es un taliban de este autor.
    Me suenan vacias, huecas y sin sentido las palabras regenaracion, democracia, identidad y demás milongas que se escuchan en boca de determinada gente.
    En su animo exculpatorio la "tropa" de este pais anda por ahi buscando chivos a los que achacar los males, las diputaciones, las autonomias o el pais en general y eso es el error, ninguna adminsitracion, ningun territorio y ningun estamento hacen nada. Lo hacemos las personas y somos las personas las que hacemos buenos o malos dichas instituciones con nuestra conductas. La persona ese valor defenestrado en innumerables estamentos, burocracias, territorios y demas espejismos, no luce, no hace y desde luego no es responsable de nada.
    Yo dimiti hace poco de mi pequeña actividad politica por los hechos que explique en mi blog y viendo el panorama actual las esperanzas en que palabras regeneracion, democracia e identidad vuelvan a tener sentido son muy escasas.
    Por una parte hay gente que se beneficia del status quo actual, mucha gente y por el otro los perjudicados , mientras que no sea con ellos directamente vivimos placidamente mientras tengamos con que sobrevivir, ademas las alternativas de nacionalizar la banca, y demas estamentos economicos , a mi, por lo menos, "me acojonan".

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    1. Es curioso que Ortega y Gasset fuera muy apreciado por José Antonio Primo de Rivera y también es significativo que escogiera también el Teatro de la Comedia para su mitin fundacional de Falange en 1934, si no recuerdo mal. A Ortega se le ha reprochado su elitismo. Él pensaba que los mejores debían conducir la sociedad y desconfiaba de las masas. Él era una especie de liberal socialista pero descreía de la lucha de clases y del marxismo. Su figura tuvo una importancia capital pero luego se le rechazó por su egocentrismo y elitismo en una época que premia la vulgaridad esa que él detestaba. Le han acusado de dar un discurso oportuno a Falange Española que fue utilizado sin que él lo autorizara en ningún momento.

      Toda esta marea que se va produciendo de malestar en la sociedad terminará por salir no te quepa duda de una manera u otra. Las ideas van germinando, y cuando todo parece estar tranquilo, va y estalla todo por los aires. Es la dinámica histórica que he observado También en 1914 parecía todo atado y bien atado y ya sabes qué sucedió.

      Saludos.

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  5. "Los pueblos que ignoran su historia están condenados a repetirla" dijo Cicerón. Creo que es la mejor explicación al hecho de que 100 años más tarde parecemos estar en la misma situación. Conocimiento y respeto a su valor son, en mi humilde opinión, el único y último salvavidas.

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    1. ¿A qué te refieres con "Conocimiento y respeto a su valor sin el único salvavidas". ¿Te refieres a Ortega? ¿O a la historia? Acláramelo, please.

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  6. Creo que no aprendemos de la historia, de la experiencia de nuestros antepasados, porque la ignoramos. Y la ignoramos porque no nos interesa saber- el conocimiento carece de valor para muchísimia gente. Más- no se tiene respeto a los que lo poseen, se los menosprecia y se mofa de ellos. A lo mejor es mi experiencia anegdótica pero no noté varias veces.
    A mí sólo se me ocurren las palabras de Machado:
    "Castilla, miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos, menosprecia lo que ignora"- "A la orrilla del Duero" en "Los campos de Castilla" publicados en 1913, creo recordar. Parece que nada, o poco ha cambiado.

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    1. Algo ha cambiado, ha cambiado mucho, no estamos en los inicios del siglo XX, pero algunas cuestiones importantes siguen sin estar resueltas. Nuestras preguntas no son las mismas pero el sentido y la estructuracion de España siguen siendo un problema que no está solucionado. Y sí, es necesario conocer el pasado, yo, al menos lo pienso así. Hoy hablaba con mi hija de diecisiete años. Ella no se siente atraída por la historia. Dice que no le interesa, que hay que memorizar muchos datos. Yo le digo que hay que tener un marco histórico, que es imprescindible para entender el presente. No sé si le he convencido. Creo que no. Pero esa actitud es muy común en la gente que desconoce casi por completo el pasado del siglo anterior, ya no digamos antes. Las generaciones pasadas no existen y su mundo, el que vivieron, no interesa para nada. Yo, al menos, lo veo así. Pero, la España de 2014 no es exactamente la de 1914 aunque nos siguen incordiando algunas cuestiones cruciales que estaban presentes también en aquel entonces. Por ejemplo, el encaje de Cataluña.

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  7. No he leído Meditaciones del Quijote y respecto a Ortega tengo una postura ambivalente.
    Creo que él fue una figura clave de la ideología regeneradora que nació en aquella España retraída sobre si misma tras el desastre del 98. Pero no sólo Ortega era artífice de todo aquello. La postura casticista de Unamuno era más de búsqueda de la identidad perdida desde las propias raíces que un rechazo hacia lo que procediera de fuera. Pero hay más, está Joaquín Costa, está Angel Ganivet, Giner de los Ríos, el pedagogo libertario Ferrer y Guardia asesinado tras la Semana Trágica pero sobre todo está la "máquina" que incentivó a esas mentes preclaras: el Instituto Libre de Enseñanza, el organismo que mejor supo entender la necesidad de cambio y que fue refugio para todos los intelectuales que no encontraban sus sitio en las obsoletas aulas universitarias.
    Mis objeciones hacia Ortega vienen de su postura elitista y clasista frente a los fenómenos de la cultura popular. Su rechazo a la novela realista en aras de una especie de intelectualismo idealista revelan su desconocimiento de la importancia que esta tuvo en el siglo XIX como forma de acercamiento a las necesidades y sufrimientos de las clases más deprimidas. La idea de cambio social se alimentó gracias a figuras literarias como Dickens, Zola, Galdos o Eça de Queiroz.
    Saludos

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    1. Ortega amplió estudios becado por la Junta de Ampliación de Estudios, dependiente de la ILE, institución que consideraba clave en la regeneración de España. Esto es cierto. No fue el único que apostó por esa apertura de España a los vientos del exterior para su modernización. Joaquín Costa tuvo a Ortega como una especie de discípulo aventajado que continuó con sus ideas. Lo que Ortega aportó es toda una visión de conjunto entre histórica, social y política para esa renovación del país. Fue un hombre mesiánicamente entregado a un propósito. Él se creía una especie de profeta que debía ser seguido, primero por los mejores, y luego, extendidas las ideas, por el pueblo al que había que educar. Una visión ilustrada como puede verse. Pero chocó con el espíritu de su tiempo puesto que las masas se incorporaron a la vida social y dejaron de ser pasivas, no eran simplemente objetos inertes a los que había que conducir a la Tierra Prometida. Y ahí Ortega tuvo una terrible decepción y sensación de no ser agradecida la entrega a su misión salvífica. Pensó que los mediocres no aceptaban la dirección de los mejores y que reaccionaban con resentimiento. Él quería ser admirado y en cierto sentido lo era porque fue considerado el guía de aquel momento y en torno a él se estructuró la idea de modernización de España. Pero su ego necesitaba más y más. No entendió o, mejor, no aceptó la sociedad de masas que se abría camino. Despreció lo que venía de abajo. Creía que debían ser los mejores los guías. Y es cierto que no entendió muchas cosas valiosas como el Realismo del XIX encarnado en Galdós o Clarín. A medida que uno va entrando en su mente, el lector percibe sus conflctos personales para los que su inteligencia superior no le servía. Empezó siendo guía pero al final nadie le hizo el más mínimo caso. Nada fue como se esperaba, y tengo curiosidad por entrar en la biografía en su vuelta a España tras la Guerra Civil. Fue una vida tan brillante como fracasada. ¡Qué curioso!

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