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domingo, 26 de enero de 2014

La vida es más hermosa…



Este ávido lector va buscando obras que lo absorban, que lo estimulen, que lo desafíen, que lo maravillen. Y uno de los descubrimientos que he he experimentado últimamente es el placer que tengo en acostarme temprano, sobre las diez menos cuarto de la noche y encontrarme con mis libros o mi iPad de última generación con textos comprados en Amazon. Me tomo un café intensamente cargado antes de ir a la cama, lo que me excita para encontrarme con los libros. Noto mi corazón más acelerado y mi mente despierta. Y allí tengo dos horas y media maravillosas hasta después de las doce en que me apasiono leyendo alguna obra que me cautiva. Esto no siempre es así, pero entonces decido si merece la pena seguir con la lectura o abiertamente dejarlo sin concluir. No tengo ganas de perder el tiempo. Recientemente he leído una novela de Johh Williams titulada Stoner. No es un relato demasiado conocido. Es la historia de un profesor gris de literatura en la universidad norteamericana de Misuri, era hijo de unos campesinos de vida muy dura. Stoner llegó a la universidad a estudiar agricultura, pero las palabras de un profesor ya cansado le hicieron descubrir su vocación literaria. Stoner es una novela maestra, impresionante, yo diría que maravillosa. Me tuvo prendido desde la primera línea hasta el final en ese trayecto existencial del protagonista.

David Lodge es uno de mis últimos descubrimientos. He leído Terapia y Pensamientos secretos. A David Lodge se le tiene por un fino humorista inglés, pero a mi me impresiona que sus novelas rozan lo trágico mirado desde una perspectiva que convierte esa realidad en algo interesante y que te congratula con la existencia. Me han hablado ayer de la serie de novelas sobre la vida académica cuyos protagonistas son profesores. Intentaré conseguirlas.

Una recomendación que he recibido por parte de un fino profesor de inglés de mi instituto es Bienvenido Mr. Chance de Jerzy Kosinski. Ya la he encargado en Amazon y espero recibirla en los próximos días. Mi compañero me ha dicho que es una obra maestra.

Ahora estoy leyendo fascinado la recién publicada biografía de J. D. Salinger (Salinger de David Shields)  el autor de El guardián entre el centeno, que ha cautivado a tantos millones de lectores y cuya potencia narrativa sigue vigente cinco o seis décadas después de haber sido escrita. La vida de Salinger era un misterio que ahora se abre para la maravilla del lector en esta biografía sorprendentemente buena. Llevo leído un veinte por ciento del libro y he de decir que estoy conmocionado. A pesar de mi interés por Salinger y haber leído lo que la prensa había publicado sobre su retiro en una cabaña, oculto al mundo, estoy vivamente sorprendido al conocer las circunstancias que llevaron a que fueran escritos muchos de sus relatos y la novela de Holden Caulfield. Estoy disfrutando muchísimo y solo espero tener un rato para sumergirme en esta biografía apasionante.

Leí también En la orilla de Rafael Chirbes pero no logró atraparme por más que fuera consciente de su excelente factura. Y no consigo convencerme que su intención, igual que en Crematorio que también he leído recientemente, fuera revelar las tramas de corrupción urbanística en la costa levantina. Su inmersión en los personajes de estas novelas revelan algo que va más allá de esa interpretación algo esquemática. Creo que hay una gran complejidad psicológica en dichos personajes que desborda el planteamiento de novela identificada más bien por lo social.

Las vírgenes suicidas de Jeffrey Eugenides me gustó pero no me cautivó. Deseaba terminarlo sin estar realmente interesado en ese suicidio múltiple de aquellas hermanas Lisbon que eran bellísimas. John Banville lo considera una obra maestra, pero no consigo estar convencido de ello por mi lectura. El encuentro del lector con una novela es siempre misterioso.

La cripta de los capuchinos de Joseph Roth ha sido una lectura que me ha llegado veintiocho años después que una muchacha italiana me la recomendara.  Leerla me ha llevado a recordar los días que pasé con aquella mujer cuando era joven y mantenía conversaciones con ella perdidos en la jungla de Sumatra.

Mis hijas me han regalado estas navidades Incerta gloria de Joan Sales que llevo tiempo queriendo leer. Las referencias que tengo de esta novela son excelentes. Se dice que es la novela más rusa y metafísica que ha producido un escritor catalán.

Tengo pendientes también La casa de hojas sobre la que escribí un post. El autor es Mark Z. Danielewski. Es una novela extraña y enigmática para la que espero un tiempo reposado para meterme en ella.

Quiero leer La broma infinita de David Foster Wallace, un autor que se suicidó, siendo reconocido como uno de los mejores narradores de la reciente literatura norteamericana. Su muerte conmocionó a la comunidad lectora y literaria norteamericana. Se ahorcó a los cuarenta y seis años en California ante la consternación e incredulidad de los que lo seguían. Es una larga novela para la que he de encontrar también su espacio de tiempo.

Me interesó muchísimo Limónov de Enmanuelle Carrere. Es la historia real de un personaje mezcla de muchas cosas que resulta sorprendente. Una combinación de punk, vividor, admirador de la URSS, místico, proserbio, militarista y un escritor de su propia vida que ha logrado el éxito literario en su país. Limónov es un relato absorbente que se disfruta con alegría e intenso placer.

Estas son algunas de mis lecturas recientes y proyectos para los próximos meses. Eso sin olvidar que quiero leer la continuación de Juego de tronos de George R. Martin que comencé en el verano pasado. Me pareció una espléndida creación de un mundo totalmente sacado de la imaginación del autor, un mundo convincente y sugestivo que lleva al lector a la sorpresa permanente.


La vida es más hermosa con literatura y cine.

sábado, 18 de enero de 2014

Internet nos ha hecho más tontos



Recuerdo que en abril de 1996 en un cursillo de la Generalitat de Cataluña navegué por primera vez en internet, utilizando el buscador Altavista. No existía Google, algo difícil de imaginar. Han pasado ya dieciocho años e internet se apropiado de nuestras vidas, formando parte de ellas buena parte del día. Solo hay que ver la sobreutilización de los dispositivos móviles en todo lugar y situación, el tiempo que pasamos conectados, y la dimensión que tiene el mundo de las chorradas de corta duración en internet. Corre un post que viene a decir que internet nos ha hecho más tontos, más impacientes, más superficiales, más necesitados de estímulos que confirmen nuestro valor, tendentes a compartir nuestra intimidad dejándonos sin ningún espacio de soledad, propensos a creernos con multitud de amigos y ser unos grandes artistas utilizando los filtros de instagram y semejantes. Nos creemos en el centro de un espacio público cuando somos la inmensa  mayoría totalmente irrelevantes y solo nos prestan atención aquellos a los que también nosotros les damos a “me gusta” o comentamos sus banalidades de un plumazo muchas veces lleno de faltas de ortografía.

Yo soy docente con muchos años de carrera a cuestas, y siempre me he enfrentado a adolescentes de la misma edad, y he constatado a lo largo de los últimos veinte años la depauperación de la expresión escrita a todos los niveles, el ortográfico, el léxico, el gramatical, el de contenido de ideas, el de presentación de trabajos. Raramente hay pensamiento propio y menos expresión con cierta complejidad de alguna idea. No noto inquietudes ni el cuestionamiento de modos de vida que son ferozmente homogéneos. Los muchachos que leen son radicalmente escasos. Alguno hay. Hay una especie de aborrecimiento de la palabra escrita que no pueda ser expresada en diez palabras mal pergeñadas. Los ciclos de atención son cada vez más cortos y la capacidad de concentración es progresivamente menor. Se vive dando saltos, sin centrarse nunca en una cosa haciendo un continuo zapping. Se copia sin ningún tipo de empacho y no se percibe que copiar y pegar no es un ejercicio de pensamiento personal. Nada hay que violente más que crear una reflexión no mimetizada de lugares comunes que corren por ahí y que se distribuyen como perlas de vida a pantalla completa en las redes sociales. 

Los malos modos abundan y se extienden en los periódicos digitales. No se soporta que haya personas que expresen puntos de vista divergentes a los propios que se han recogido del amplio panel de tópicos. Los adolescentes participan de ese clima de intolerancia y difícilmente son capaces de participar en un debate escuchando razones que exponga un compañero. La incontinencia, la falta de control, el horror al silencio, la hiperactividad son síntomas de que vivimos en un mundo radicalmente diferente al de hace veinte años. Somos mucho más superficiales y frívolos, nos movemos en la espuma más externa de la realidad. No se intenta llegar más adentro, más profundamente. Todo el mundo opina sobre cualquier cosa, y lo hace con contundencia como si se fuera un experto.

Sin duda el acceso directo y fácil a la información ha sido una gran revolución y ha abierto infinidad de caminos nuevos a la sociedad del conocimiento, la ciencia y el pensamiento. Sin embargo, la expresión popular de este cambio no es esperanzadora. El hombre del siglo XXI es más unidimensional que el de un pasado no tan lejano, y, sobre todo, es mucho más superficial. No cabe duda de que la gran revolución de internet ha modificado nuestro comportamiento y nuestro cerebro que ahora se ve conectado a la máquina que es sumamente inteligente, a la vez que nosotros nos hacemos más tontos.

Supongo que siempre habrá alguien que sacará el tópico más manido de todos, el que corre por las redes sociales como el gran mantra de nuestro tiempo, y no es otro que considerar solo el tiempo presente, el único que existe, y  que el que esto escribe es un profesor aquejado de nostalgia del tiempo pasado. Y siempre habrá alguien que se sacará de la chistera un argumento adocenado como el de que “el tiempo pasado es anterior no mejor". Sin embargo, yo pienso que el ser humano tiene la posibilidad de contrastar tiempos distintos que han formado parte de su fluir vital. Hablo del tiempo anterior a internet en que éramos en general más profundos y densos. Y nos esforzábamos más en buscar la información precisa, y llegábamos a ella también. Y nos comunicábamos. Y buscábamos expresar mediante el lenguaje argumentos complejos. Y teníamos también una educación estética y nos gustaba a muchos pensar de modo individual. Ahora no digo que no exista, claro que existe. Siempre hay salvajes que se enfrentan a su tiempo. Pero la ideología de las masas que domina el mundo es desoladoramente trivial y carente de personalidad, y además está dominada por la desarticulación y la pobreza del lenguaje que se exhibe sin ningún tipo de pudor.


El ser del siglo XXI es más frágil, más inconsistente, más banal y, sobre todo, más impaciente y quiere solucionar todo con un clic que ponga a su alcance la solución a cualquier duda, conflicto o situación. Y lo hace con una arrogancia nueva y demoledora.

sábado, 11 de enero de 2014

Dieudonné M'Bala M'Bala un humorista que la arma.



Leo la prensa todos los días buscando alguna inspiración pero hoy nada me ha llamado, salvo las noticias sobre ese cómico de madre francesa y padre camerunés, Dieudonné M’bala M’Bala,  que está poniendo en jaque a la política francesa por la prohibición que ha recibido del ministro del interior Manuel Valls y el Consejo de Estado francés de llevar a los escenarios su espectáculo Le mur acusado de incitación al odio racial por sus críticas demoledoras contra los judíos y la banalización del Holocausto. Dieudonné está cercano simultáneamente a las posiciones del Frente Nacional y el islamismo radical. Tiene en facebook más de medio millón de seguidores y sus espectáculos venden miles de entradas al haberse convertido en el héroe de los marginados de las banlieu en que viven centenares de miles de musulmanes y que asumen con entusiasmo el gesto inventado por el humorista, la quenelle, que se afirma que es un homenaje al saludo nazi pero al revés, aunque en otro sentido se afirma que es un gesto antisistema que representa a los excluidos de la sociedad francesa. La polémica está servida ya que aunque una buena parte de la opinión pública está de acuerdo con la prohibición tras siete condenas firmes de la justicia por incitación al odio racial, hay también importantes sectores incluso en la izquierda que condenan la prohibición por instaurar la censura previa lo que es un peligroso precedente en la política cultural de un país que hace gala de su libertad de expresión.

Dieudonné tiene miles de seguidores que han estallado indignados por la prohibición de su gira por veintidós ciudades francesas y lo ven como un ataque contra ellos. Por otra parte, es innegable que la campaña gratuita de publicidad que está recibiendo el cómico francés de 47 años es impresionante. Hoy todo el mundo en Francia sabe quién es, y muchos, a pesar del escándalo y su prohibición estarían dispuestos a querer ver su espectáculo aunque solo sea por morbo.

El cómico tiene un innegable talento y ha sabido dar en uno de los lugares sensibles de la compleja sociedad francesa que cuenta con millones de musulmanes que se sienten fuera y rechazados por el sistema. Recordemos los episodios de quema de miles de vehículos hace años en los barrios periféricos de las grandes ciudades francesas cuando todo un sector juvenil saltó como en plena intifada contra el poder y el sistema. Y es debido a su habilidad como logra aunar su cercanía al Frente Nacional de Le Pen y la simpatía por el islamismo radical. Más en un tiempo en que se prevé la subida del porcentaje de votos del partido ultraderechista francés en las próximas elecciones.

Su antisemitismo también incide en la sociedad francesa mezcla por el rechazo al sionismo del Estado de Israel que suscita un amplio rechazo y también por la creencia extendida de que son los judíos los que controlan el mundo. Así sus críticas banalizadoras del holocausto son el colofón a una visión del mundo que lo relativiza frente a otras matanzas habidas en el siglo XX y que no han recibido tanta publicidad. Además el antisemitismo sigue latente en una Francia que en buena parte colaboró con el régimen nazi mediante el gobierno de Vichy y deportó a miles y miles de judíos a los campos de exterminio nazis.

Muchas veces he sospechado que detrás de las críticas muchas veces justificadas al estado del Israel por su política antipalestina se agazapaba un fuerte antisemitismo que no quería reconocerse como tal y que se justifica por la solidaridad con el pueblo palestino. Sin embargo no escucho voces que se estremezcan por la matanza de la población siria por el ejército del Assad que masacra a su pueblo. Ni por la política represora de las mujeres llevada a cabo por Irán o su persecución de homosexuales. No quiero ni pensar si fuera el estado de Israel el que la llevara a cabo. Esto me lleva a pensar que existe un profundo antisemitismo en la sociedad europea, incluida la española, que explota el cómico francés con éxito extraordinario y que lleva a la Quinta República a establecer la censura de un espectáculo creando un precedente que hace de Dieudonné una víctima del sistema y generando centenares de miles de seguidores que hacen de él un héroe épico.



domingo, 5 de enero de 2014

Mi vida y los diarios



Empecé a los doce años, tal vez antes. En libretas de tapas duras. Allí consignaba qué era mi vida, qué me pasaba, cuáles eran mis zozobras, mis lecturas. Un verano de mis doce años me leía veinte veces o más La isla misteriosa de Julio Verne. La acababa y la volvía a comenzar. En ese diario fijaba el despertar de mi sexualidad, mis lecturas, las relaciones conflictivas con mi madre, hasta que un día me lo cogió y lo leyó. Violó mi intimidad. No hay dolor mayor en esos años de adolescencia que convertirte en transparente ante los ojos de los demás. Seguí escribiendo diarios pero esta vez en una clave que me inventé cambiando las vocales. Así me atreví a relatar mis turbulencias sexuales, mis fantasías con las chicas, mis lecturas de noveluchas del oeste de Marcial Lafuente Estefanía, mis conflictos en el colegio. Así a lo largo de mi vida hasta la actualidad me he sentido atraído por fijar mi día a día, a relatar mis viajes en que me paso buenas horas escribiendo sobre qué estoy viviendo. Guardo montones de diarios de las distintas etapas de mi vida. A veces los decoraba con dibujos y con fotografías. Me obligaba a escribir una página al día sobre lo que había sido esencial en esa jornada. He utilizado todo tipo de libretas. No sé si tienen algún interés y no sé qué pasará con ellos el día que muera. Me inquieta en ser transparente algún día para alguien que los pudiera leer. A veces he escrito sin pudor y eso es peligroso. Ahora escribo con más prudencia, como si esos diarios –ahora en formato digital- pudieran ser leídos por alguien, tal vez mis hijas que rastreando mi ordenador pudieran descubrirlos.

Releo mis diarios de los años ochenta y noventa del siglo pasado. Son un prodigio de cuidado caligráfico y de diseño. Cada día en un dietario azul, rojo o verde, consignaba con una total sinceridad qué había hecho en ese día, que había pensado, qué películas había visto, qué libros había leído, las relaciones con mis amigos, mis salidas nocturnas, lo que comía, mis momentos de ebriedad y alucinación, cuáles eran mis pulsiones sexuales. Fueron años apasionantes. Sin embargo, cuando alguna vez releo lo que fue ese tiempo en su intensidad máxima, no me reconozco. Es como si leyera algo sobre alguien desconocido, no me reconozco en su voz, o sí, me reconozco pero lo veo lejano como si yo no fuera yo. Era otro. Y no me reconozco en el orden de las cosas según mis recuerdos. Mi memoria ordena los hechos de otra manera. La comparación con la realidad de lo que fue, encarnada en esos diarios, me sorprende, la historia ficcionalizada y construida de mi vida es diferente a lo que yo escribí cuando estaban pasando las cosas. ¿Qué es real? ¿Qué es más real? ¿Lo que yo, con afán de escribano, transcribí cuando estaba pasando o lo que yo he construido en mi memoria, eso teniendo en cuenta que cuando yo escribía también estaba ficcionalizando por notario que fuera de mi realidad palpitante? Porque entonces cuando redactaba al final de cada día también estaba inventando y construyendo un personaje ficticio. Se enfrentan así dos ficciones y no sé cuál es más real porque yo ya no soy aquel que fui. He perdido muchas cosas en el camino y he incorporado otras. Yo no era padre entonces y escribía con total despreocupación sobre mis circunstancias. Era como si fuera un juego sin consecuencias. Me imaginaba héroe de una vida singular y cada día lo convertía en una aventura, necesitaba dar dimensión épica a los hechos banales de mi devenir para convertirlos en literarios. No en vano me he pasado mi vida leyendo. No sé qué parte de mi vida es real y cuál es inventada. Y la verdad es que no me importa demasiado deslindarlo. Alguien puede llevar una vida apasionante sin salir de su habitación, quiero creerlo. Depende de lo que pase en el interior de su mente. Y mi mente siempre ha tendido a crear relatos novelados de lo que era una realidad, tal vez trivial. No sé qué pensará quien contemple, si es que alguien la contempla, mi vida concreta. Representa la expresión más adocenada de la vida burguesa, esa que Pier Paolo Passolini contemplaba arrojándole ácido clorhídrico. No sé qué pasaría si se presentara un dios en mi vida como plantea Teorema. No sé qué pasaría si mi vida se enfrentara a la dimensión de lo absoluto. Quiero creer que cada uno crea sus universos íntimos y que los va ensanchando, que van creciendo como expresa ese fenómeno del Big Bang. Esto me sorprende en la vida de los demás. Imaginemos que todos vamos creando un personaje ficticio como protagonista de nuestra vida, y que nuestro cosmos interior va creciendo misteriosamente. ¿Quiénes hablamos cuando nos encontramos? ¿Qué dimensión se pone en juego cuando dos personas hablan? ¿Uno puede adentrarse en el misterio que suponen las vidas ajenas o nos quedamos más bien en la superficie más externa? A veces siento que mi yo profundo, si es que existe el yo, no puede manifestarse externamente, como si hubiera quedado subsumido en su interioridad, como si hubiera crecido más hacia dentro que hacia fuera. Me cuesta salir, en mis diarios doy salida a ese magma interno incomunicable, en mis posts también le doy una oportunidad. Siento la vida como un enigma y tiendo a creer que es una sucesión de personajes que se desconocen unos a otros. El niño que fui hasta los seis años, el adolescente problemático que anduvo desorientado, el reencuentro con la literatura a los dieciséis años, mi misticismo y mi tendencia a lo simbólico, mi vocación valleinclanesca para inventar mi vida, mis viajes de los veinte años al oriente y Alaska, mi contacto con el zen y el teatro, el travestismo real e imaginario, la pedagogía salvaje antes que ser profesor se convirtiera en aridez y conformismo, el ansia por transformar la realidad como si la magia existiera, y la literatura siempre presente en mis días, y mi obsesión por transcribir sueños como si fueran de lo más real de mi vida evocando a Fellini.


Todo esto va configurando mis diarios en una sucesión cambiante día a día. A veces no soy capaz de reconocerme en el que fui hace un mes. No me atrae la realidad de personas que se rinden al tiempo, que se someten, que se hacen unidimensionales, que no se reinventan, que no ahondan en su universo interior; me gusta contemplar en cambio la magnitud de la  magia de personas totalmente normales que hacen de su vida algo hermoso y que se arriesgan. Soy muy consciente de esa dimensión extraña que hace a los seres humanos, no conozco a los perros, únicos, y, desde esa atalaya, contemplo y narro mi propia vida inventándola, convirtiéndola en ficción, sabiendo que todo es un juego en el que lo importante es no rendirse y no resignarse, aunque haya veces en que uno piensa que está cayendo en la grisura. Pero ¿cómo comprender la grisura, el alcohol, la mediocridad, si no es experimentándolos? ¿Cómo llegar a ser sin haberse atrevido a ser un hombre vulgar que un día despierta y lanza su flecha al cielo sabiendo que no va a caer, que una flecha que se lanza busca su objetivo que no está en otro lado sino en el propio dolor de existir y en la dicha de haber nacido sin saber a ciencia cierta si uno es real o es pura sombra, pura ficción creada por un extraño geniecillo que se entretiene jugando?

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