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jueves, 28 de noviembre de 2013

Literatura, una elección afortunada.


Recuerdo que a mis once años descubrí los libros. Conocía los libros de texto, las enciclopedias, pero desconocía que hubiera libros de lectura para niños que recreaban series famosas de televisión o personajes inventados que vivían aventuras extraordinarias. Había leído miles de tebeos, la literatura de los niños en un tiempo ya lejano, pero no había tenido en mis manos un libro. El descubrimiento me llenó de sorpresa y me maravilló. No podía creer que existiera algo tan prodigioso como ese artefacto llamado libro.

Así hasta ahora en que sigo sintiendo cosquillas en el estómago cuando compro un libro –digital o en papel- anticipando el placer que sentiré con su lectura. Mi relación con la lectura ha sido cambiante e incluso he pasado etapas en que he creído que la literatura me había abandonado como una amante despechada, y he dejado de leer no sin remordimiento. Afortunadamente fueron pasajeras y la realidad me ha llevado de nuevo a frecuentar los libros como un refugio ante las inclemencias de la vida. Creo que acumulo pocos méritos en mi existencia pero uno sí me acompaña, el de ser un lector apasionado. No entendería mi modo de estar en el mundo sin la presencia continua, aunque a veces conflictiva, de la literatura, de la buena literatura.

A veces empiezo un libro con muchas expectativas, y cuando llevo leídas unas sesenta páginas me doy cuenta de que hay algo en él que no me atrae, no me siento cómodo leyéndolo, la voz narrativa o el estilo del autor no se identifica con mi estado vital, lo que no quiere decir que en otro momento sí que me hubiera congraciado con él. Es lo que me ha pasado estos días con la magna novela Vida y destino de Vassily Grossman. Sé que es una espléndida novela, pero adentrado en ella no me sentía seducido ni atraído para continuar su lectura. Era un esfuerzo recomponer ese mundo narrativo en que aparecen docenas y docenas de personajes hilvanados por la guerra ruso-alemana. Dejé de leerla y busqué algo que me llevara a permanecer dentro de la narración. Ya no soporto un libro que me haga estar a la fuerza en él. Lo abandono.

Cuando leo quiero sentirme cómodo, me gusta sentirme identificado con la voz narrativa, estar en un paisaje y un territorio amable, que sus reflexiones de una forma u otra estén cerca de mi cosmovisión, que sus personajes me sean entrañables aunque puedan ser odiosos. Hay novelas que me fascinan. He leído mucho los últimos años. He descubierto la voz de José Luis Sampedro cuya novela El río que nos lleva y La sonrisa etrusca me han conmovido, no así la lectura de Octubre, octubre, de la que me sentí lejos y no proseguí con ella. No soporto la voz pretenciosa del narrador de Javier Marías. He leído dos de sus más reconocidas novelas y sé que no me volveré a encontrar con él. No niego su calidad pero si puedo elegir, desde luego no será una de sus narraciones la que escoja. Me ha interesado mucho la novela de Juan Marsé El embrujo de Shanghai. No es nueva aunque llevaba más de veinte años sin leer a este autor catalán. Releí recientemente La lluvia amarilla de Julio Llamazares y me gustó esa existencia solitaria, entre fantasmas,  en un pueblo abandonado, del último habitante de Ainielle, un lugar del Pirineo aragonés. La había leído hace más de veinticinco años, cuando la publicaron, y ahora he vuelto a ella. He leído Intemperie de Jesús Carrasco, una opera prima magnífica. En un año lleva más de quince reediciones y ha sido editada en unos catorce países, lo que demuestra que la calidad también se abre paso a pesar de ser un autor novel. He leído con enorme placer El sueño del celta de Mario Vargas Llosa, narración que recrea la figura de un irlandés, Roger Casement, que luchó por los derechos de los africanos del Congo y los habitantes de la Amazonia ante la depredación criminal de las compañías explotadoras de los recursos naturales de dichas regiones. La novela del premio Nobel muestra que se puede expresar un excelente castellano sin que suponga una dificultad para el lector que se sumerge en sus páginas. Memorias de Leticia Valle de Rosa Chacel me pareció una novela exigente para el lector que ha de transitar por las elipsis narrativas de la narración. Demasiada felicidad de Alice Munro me ha llevado a reconocer la calidad magnífica de esta narradora canadiense que expresa historias complejas con personajes aparentemente normales. Incluso este verano me compré Canción de fuego y hielo (Juego de tronos) de George R.R. Martin teniéndome varios días enganchado a este comienzo de la saga, reconociendo que tiene una calidad y aliento épico formidables en la construcción de un mundo singular y propio.

Leo a golpe de inspiración, a veces recorriendo mi biblioteca en busca de joyas olvidadas. Así descubro maravillas que llevan veinte años cogiendo polvo desde que las compré. Me pasó hace un tiempo con La montaña mágica de Thomas Mann. Ese libro me había estado esperando más de dos décadas para llegarme en un momento cenital de mi vida. Otras veces rastreo Amazon en busca de obras o autores que me inspiren. Ahora estoy leyendo El mapa y el territorio de Michel Houellebecq cuya textura narrativa me está atrayendo poderosamente.

La literatura es alimento para el espíritu. No entendería la vida sin la literatura. Pero necesito sentirme atraído por el mundo narrativo que se me propone. Necesito sentirme atraído por la voz que me cuenta la historia, necesito sentirme aposentado en su mundo narrativo, sentirme próximo al autor, que el territorio de la ficción sea amable aunque luego me dé un puñetazo en el estómago, lo que es también interesante.

A veces cojo un libro de la estantería y solo con unas páginas puedo detectar si su prosa y su voz narrativa me es deseable como compañera durante un tiempo.


¿Qué libros habéis descubierto recientemente que os hayan atraído y que recomendéis? ¿Qué voces de narradores os han seducido cuyos mundos os han resultado cercanos y que queráis poner en común? ¿Hay alguna joya que queráis comentar?  

32 comentarios :

  1. Cada libro es una joya, aunque luego derive en chatarra. Eso sí, me suelo refugiar en los clásicos, nunca defraudan. Ahora estoy con Bías contra Fortuna, del Marqués de Santillana...

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    1. Leo pocos clásicos. Es algo que he ido orillando con el tiempo. En alguna ocasión me he planteado enfrentarme a la literatura latina que es una total desconocida para mí. De los clásicos hispanos, leo los que son imprescindibles para mi función docente. Prefiero leer literatura contemporánea, del siglo XIX para adelante.

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  2. Me gustó mucho la forma de narrar de James Salter, de él he leído "Años Luz" y "Juego y distracción".

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    1. Comprado esta mañana "Juego y distracción" de James Salter. Es mi próxima lectura.

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  3. Yo voy a ser un poco raro: me apasiona _Terapia_, de David Lodge. Es uno de los pocos autores con los que consigo leer riendo a carcajadas... Y me siento inmensamente pleno cuando leo a Proust. Me pasó desde la primera vez y, cada fez que vuelvo a él, me recreo en su manera de contar.

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    1. Encargado en Amazon Terapia de David Lodge. Espero con impaciencia esa lectura presumiblemente divertida. Gracias por la sugerencia. Me apropio de ella.

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  4. Coincido que hay algunos libros que tienen su momento, leerlos fuera de él puede ser decepcionante. Aunque la lista sería amplia, si tengo que escoger dos lbiros de los últimos, primero un clásico que releo de vez en cuando, en parte o abriendo el libro por una página y leyendo lo que me encuentro cuando estoy aburrida, Memorias de Adriano de Margarita Yourcenar, y Los desorientados de Amin Maalouf.

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    1. "Memorias de Adriano" fue un libro que me llevó una vez desde Sumatra a Singapur en pos de una italiana que me había seducido. Lo leía en un autobús con doscientos indonesios alrededor pero yo estaba prendido del relato que me llevó a reivindicar el placer y el deseo. ¡Qué recuerdos me trae ese libro! Luego lo leí en una etapa menso apasionada y me decepcionó. Yo había cambiado. Desafortunadamente.

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  5. Bueno yo empece a leer muy tarde y edl libro que hizo que me aficionase a la lectura fue "El Nombre de la Rosa", después he leido de todo pero me decanto, sobre todo, por los libros de la Alta Edad Media, Roma o Egipto. Ahora estoy leyendo el tercero de una trilogía de Colleen McCullough, Favoritos de la Fortuna, donde se narra desde la época de Mario (un magnifico general que en su senectud, degenero), la dictadura de Sila y el ascenso de Cayo Julio Cesar. Solo dejo de leer un libro cuando detecto que la Historia no se refleja en él de forma fiel y,por ejemplo, pone estribos en la caballeria del Siglo I.
    En España hay muy buenos escritores de novelas históricas, Jose Luis Corral, Santiago Posteguillo, Juan Eslava Galan (con pseudonimo Nicholas Wilcox), Pérez Reverte y su Capitan Alatriste entre otros muchos y buenos...
    Pero el libro que más me ha marcado no es una novela, es el Discurso del Metodo de Descartes, le he leido muchas, pero muchas veces y siempre se le saco jugo.
    Ahora solo me falta aprender a escribir...

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    1. He leído la secuencia de libros de Alatriste, personaje ilustre y formidable de Pérez Reverte, un escritor inclasificable cuya vida y pasión me entusiasma. No sé si su literatura aunque lo he leído en tiempos con mucha intensidad.

      Aprender a escribir es tarea de toda una vida, pero proponérselo es ya señal de voluntad de hacerlo. ¡Cómo me hubiera gustado a mí ser escritor! Pero me doy cuenta de que soy un torpe aprendiz que junta palabras sin mucho tiento.

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  6. A veces lo importante es reencontrarse con uno mismo como lector, con los viejos hábitos, con los rituales, con las expectativas ante lo desconocido, con las urgencias por el placer inteligente, con el bendito aislamiento, con el silencio, con la poderosa capacidad de representación de lo leído, e incluso con la indignación ante lo leído, ante la estafa, ante lo cutre, ante la basura... Es difícil contagiar la afición a la lectura porque el lector difícilmente puede convertirse en un ser mediático y la lectura en un espectáculo. El espectáculo está en nuestro diálogo lleno de vivacidad con el texto, y de eso, salvo que estallemos en alguna carcajada irreprimible como me pasó en un tren de cercanías leyendo unas páginas memorables de "El antropólogo inocente", nadie se entera. Por cierto, la extrañeza de mis convagonistas fue mayúscula. Se ve que les costaba entender que un libro pudiera provocar un ataque de risa de magnitud 10 en la escala de Richter, es decir, más allá de lo registrable... Como descubrí el placer y el dolor de la lectura tan tarde, a los 15 años, hasta entonces era prácticamente un analfabeto, nunca desde entonces he dejado de tener un libro junto a mí doquiera que esté o por doquiera que vaya. De hecho, el lector es el que sale de casa siempre con un libro por si acaso, el acaso de cualquier "tiempo muerto" que la lectura vivifica en cuanto se abre el volumen. Leo mucho y retengo poco -de aquí mis limitaciones-, como si quisiera tener la oportunidad de volver a leer lo leído, y no sé yo si alguna recomendación mía puede tener algún valor. De lo último, destacaría El asno de oro, de Apuleyo, y, sobre todo, Mínima Moralia, de Adorno.

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    1. Entiendo por qué has elegido Mínima moralia dado su carácter aforístico. Acabo de comprarlo en Amazon. Lo leeré y pensaré en tu sugerencia y en las conversaciones que hemos mantenido.

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  7. Cuando alguien me pide que le recomiende un libro, siempre necesito conocerle, mirarle a los ojos y cual "pitonisa" le digo mi propuesta. Quizá por tus gustos debería de acertar. Pero como apostilo siempre: si no te gustan, échame a mí la culpa y déjalo.
    Te dejo tres recomendaciones que, quizá ya hayas leído:
    El olvido que seremos, de Héctor Abad Faciolince.
    El niño que robó el caballo de Atila, de Iván Repila.
    Una forma de vida, de Amelie Nothomb.
    El señor Pip,de Lloyd Jones.
    Espero que alguno te entusiame como me sucedió a mí. Ya me contarás.

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    1. Tomo nota y empiezo a investigar estos títulos que me ofreces. Gracias, amigo, no es lo mismo un libro que encuentras en la librería que uno que alguien te recomienda con pasión.

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  8. Siempre he sido un lector compulsivo pero tardé mucho tiempo en entender que no pasaba nada por abandonar un libro a media lectura simplemente porque no me llamaba o no era su momento. Me pasó con Kafka hace muchos años y en cambio en la misma época no tuve problemas para leer a Joyce o a Proust, mi autor favorito junto a Borges. Me sentí muy feliz cuando pude entrar y entender el extraño mundo del autor checo pero luego fui abandonando la idea del reto y aceptando la posibilidad de que el mundo no se iba a acabar por no leer determinado libro.
    Ahora me pasa con los libros antiguos. Tengo dos mediados a los que no encuentro la hora de liquidarlos de una vez y siguen esperando en la estanteria. Son los Cuentos de Canterbury y El Manuscrito encontrado en Zaragoza.
    En cambio estoy leyendo y en algún caso releyendo la saga entera de Pepe Carvalho de Vázquez Montalbán sorprendiendome de su gozosa actualidad.
    Mi recomendación final es un una colección de ensayos absolutamente delirantes y divertidos de un escritor que como Roberto Bolaño tiene más fama de muerto que de vivo. Me refiero a "Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer" de David Foster Wallace, un escritor americano que se ahorcó en el 2008 con 46 años. Humor del bueno -a la altura de Bryce Echenique en su Martín Romaña o la saga detectivesca de Eduardo Mendoza- que te da una visión inédita de la cutrería cotidiana.


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    1. Llevo tiempo detrás de leer algo de David Foster Wallace. Tengo "La broma infinita" pero no me decido a leerlo por su larga extensión. Tras tu comentario creo que me animaré a leerlo en breve. Había leído algo sobre su historia y su final trágico a tan temprana edad. Es aleccionador que este autor, pese a su humor delirante, tuviera un fondo depresivo que le llevara a suicidarse.

      En cuanto al derecho del lector de abandonar una lectura, es algo que es claro. La lectura supone un pacto entre dos visiones del mundo, dos momentos, dos músicas… Si hay acuerdo, adelante, pero si no lo hay, más vale dejar la lectura.

      Ha habido, además, libros que me fascinaron a los veinte años y que me aburrieron a los cuarenta. Por eso soy tan cauteloso con las relecturas de libros que me cautivaron de joven. Tengo miedo del reencuentro.

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  9. Vengo a hacerme un listado de títulos, Joselu. La realidad es que leo mucho menos de lo que desearía. Soy ama de casa argentina... Hoy en El País leí un artículo que ilustra bastante bien la realidad de lo que sucede con la lectura en esta región del mundo. Te dejo el link por si te interesa:
    Los cordiales enemigos de la lectura en el mundo hispanohablante.

    De lo leído en mi paso por la secundaria, atesoro haber descubierto los grandes clásicos de la literatura española, pero era aún muy tierna, y tendría que releer unos cuantos. Me queda pendiente la gran deuda, El Quijote, pero no hay tiempo en mi vida para abarcar tremenda obra, al menos por el momento.

    Luego me adentré en las letras en inglés, y de ellas realmente disfruté. Me gustan los poetas románticos ingleses y William Blake me parece una genialidad. Adoro a Shakespeare, y recito partes de sus obras en el baño, como buena actriz frustrada. Me fascinan sus sonetos por su increíble hondura y musicalidad.

    Hay joyas para mí que descubrí sola: Mary Shelley, Oscar Wilde, Aldous Huxley, George Orwell, Ray Bradbury y demás clásicos de habla inglesa, no estaban incluidos en los programas canónicos del profesorado y nunca lo pude comprender. Optaron por darme a Joyce en Contemporánea, a quien respeto pero no disfruto del todo, salvo como narrador de historias cortas.

    Me gustan mucho también algunos autores norteamericanos como Hemingway, sobre todo en sus cuentos, tengo devoción por Salinger, por Melville, por Steinbeck, y soy admiradora de Walt Whitman.

    Hay pequeñas novelas que releí este año que me resultan abordables y entrañables. Una es To Kill a Mocking Bird de Harper Lee. Otra es How to Make an American Quilt de Whitney Otto y la última es una novela epistolar, 84 Charing Cross Road, de Helene Daff, una obra que cuenta las penurias de una escritora de guiones televisivos y su adoración por los libros. Se convirtió en una melosa historia de amor al hacerse la película con Anthony Hopkins y Anne Bancroft, ya que no refleja del todo la versión epistolar.

    Estoy leyendo Mi vida querida, de Alice Munro, pero no me parece tan genial como esperaba. Hay romances predecibles y un tanto promiscuos en las primeras historias, bastante extensas por cierto, y me sucede que no me siento reflejada por esa realidad que describe de manera un tanto somera, pero, de todas formas, voy por más.

    Gracias por este rico intercambio del cual siempre salgo ganando.

    Un abrazo.

    Fer

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    1. He leído a los autores en lengua inglesa que citas pero, lógicamente, traducidos al español. Mi lamentable nivel de inglés no me ha permitido acercarme a ellos en su lengua original. A Shakespeare lo leí prácticamente todo en los años en que hacía teatro, tiempo en que sumergí en la literatura dramática con una pasión absorbente. Moby Dick es una de las novelas más misteriosas que he leído. Mis dos lecturas de ella me cautivaron. No mencionas a Joseph Conrad, uno de los mejores narradores en lengua inglesa, a pesar de que era polaco.

      En cuanto a Alice Munro, yo he leído su colección de relatos titulada "Demasiada felicidad". Participo en un círculo de lectura (Círculo de Lectura de Nueva York) en que participamos lectores de ambos lados del océano. Fue nuestra última lectura y todos coincidimos en su extraordinaria calidad en esos relatos que siempre guardan un resorte que les da la vuelta y te hacen ver que las cosas no son como parecen. Me interesaron mucho esos relatos protagonizados por personas normales que se convierten en sujetos literarios sorprendentes. Tal vez la discusión abierta entre diversos lectores contribuye a darse cuenta de su gran calidad y penetración psicológica.

      Tengo pendientes la lectura de otros escritores norteamericanos como James Salter y David Lodge, que me han recomendado otros comentaristas en este post.

      La lástima es que mi memoria no es muy afortunada y que tiempo después de mi lectura olvido buena parte de lo leído, y guardo solamente una cierta atmósfera de la novela. Si yo pudiera recordar todo lo que he leído sería espléndido.

      Muchas gracias por tus aportaciones, teniendo en cuenta tu realidad de ama de casa argentina que puede dedicar un tiempo limitado a la lectura.

      Un abrazo muy fuerte.

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  10. Omití decir que lo mejor que he leído este año, lejos, es Dailan Kifki, con mi hija menor, aunque nos prendimos todos a seguirlo en la cama grande. Una verdadera genialidad de María Elena Walsh.

    Abrazo y buen finde!

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  11. Soy un alumno de la ESO y tengo la necesidad de hacer un trabajo sobre Marianela. El porblema es que no consigo adivinar el tema principal.
    Me ayudaria mucho si me lo dijeses.
    Gracias de antemano

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    1. Es una novela tan cargada de simbolismo que es difícil definir su sentido. Ha habido interpretaciones sobre lo que expresa. No es fácil extraer un tema.

      Menéndez Pelayo djo de Marianela que era el idilio trágico entre una mendiga y un ciego.

      Emilia Pardo Bazán escribió de Marianela que era un género aparte; es un drama psicológico, una narración de sentimiento.

      Ricardo Gullón decía que era "un interludio sentimental. Un retorno a los sentimientos de juventud, al amor llamado a perderse por ser puro e irreal y adolescente. Marianela, Nela, no solo es la muchacha fea amada por el ciego y desconocida por el vidente, sino llama de pureza que el viento del recuerdo extrajo de algún rescoldo, de alguna brasa no apagada en el corazón del novelista".

      Es difícil definir un tema central en la novela, sobre todo por su simbolismo complejo.

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  12. No hace falta que diga que "Marianela" es un libro de Benito Perez Galdós,,, jejeje

    Personalmente soy un seguidor acérrimo de Noah Gordon y de Ken Follet

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  13. Precioso post, colega. Los que amamos los libros (no consigo engancharme a los electrónicos, adoro el papel) disfrutamos enormemente con su tacto, su olor, anhelamos descubrir el misterio que encieran sus páginas, esperamos ansiosamente el momento que nos permita disfrutar de sus palabras. Siempre necesito tener al menos un libro empezado y leer algo antes de dormir. Me encanta Sampedro, sobre todo "La sonrisa etrusca" (también me gustó a versión teatral) y "La vieja sirena". Ahora tengo entre manos "Twist", de Harkaitz Cano, una original propuesta sobre el caso de Lasa y Zabala y "Todo lo que era sólido",de Muñoz Molina, una lúcida reflexión sobre lo que estamos viviendo. Me esperan Dolores Redondo, Vargas Llosa y Pérez Reverte, entre otros. Tengo poco tiempo para leer durante el curso, por desgracia.
    Intento fomentar el gusto por la lectura en mis alumnos y creo que lo consigo, a pesar de los escollos que me ponen día a día. Hay dinero para pizarras digitales, pero no he visto nunca a un padre reclamar una biblioteca digna, qué país...
    Estoy en pleno zafarrancho de corrección y notas, menudo planazo... Un fuerte abrazo, colega.

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    1. He leído recientemente el libro que mencionas de Antonio Muñoz Molina, Todo lo que era sólido que me resultó apasionante, escrito con fuerte implicación personal y a la vez desde la distancia de vivir lejos de España lo que le da una penetración distinta a otros testimonios. Me interesó especialmente el recopilatorio de unos meses anteriores al estallido de la crisis, en que recogía las referencias a escándalos de corrupción y noticias sobre la tremenda especulación que se vivía en España. Esto demuestra que vivíamos en una burbuja financiera en la que maltratamos todo nuestro patrimonio natural y la belleza de las ciudades para construir urbanizaciones sin fin que afearon nuestra geografía. Y lo mejor de todo es que el que dijero algoo así en aquellos momentos de euforia constructiva era insultado o calificado con los peores adjetivos por oponerse al desarrollo y lqa prosperidad. Y ahí tenías a Zapatero, envanecido y creyente en que España iba a desplazar a Francia y Alemania en desarrollo económico. Valiente imbécil de optimismo bobalicón. No fue capaz de ver que estábamos viviendo en una ficción. Es un libro lúcido e interesantísimo, escrito desde el amor a este país y la sensatez, además de penetración y agudeza. Y muy bien escrito.

      Leo mucho, es mi forma de escaparme de la realidad plana que estamos viviendo.

      He visto que te has hecho usuaria de Pinterest. Me alegro, yo allí guardo noticias de mis lecturas a modo de diario personal lector.

      Un fuerte abrazo.

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  14. Soy lector compulsivo desde hace años y creo que mantengo el ritmo de lectura a pesar de estas redes que tanto distraen, en todos los sentidos. He notado que cada vez me cuesta más encontrar lecturas que me dejen poso. Tal vez los nuevos modos de leer -ebooks, redes, fragmentarismo...- hacen que la experiencia lectora haya cambiado incluso para lo que podíamos llamar el "recuerdo lector". De los últimos meses me quedo con Petros Márkaris y con Manuel Chaves Nogales, dos autores impresionantes. Un abrazo.

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    1. Con cierto sentimiento de culpa, soy usuario habitual de Amazon. En esta compañía encuentro libros nuevos o de segunda mano, o libros en formato digital que tengo en décimas de segundo en mi iPad. He leído varios libros de Petros Markaris, lo considero un buen autor sociológico a la hora de mostrarnos un documento vivo de la Grecia actual o anterior al estallido de la crisis, interesante por todo lo que tiene de color y calor humano, pero pobre en cuanto a tramas detectivescas.

      En cuanto a Chaves Nogales, he leído algún libro sobre la guerra civil y me sorprendió su equidad, su no sectarismo en un tiempo en que éste era esencial en la visión maniquea del conflicto bélico. Entiendo que fuera un exiliado. Su visión honesta y humana es algo impagable que tiene mucho tiempo después su reconocimiento. Yo también me hubiera encontrado ajeno a las dos Españas que aparentemente se enfrentaban, la genocida de los nacionales y la brutal de los comandos anarquistas que asesinaban de madrugada. Fue una guerra que despertó lo peor en cada bando. Chaves Nogales fue en ese sentido ejemplar. Maravillosamente humano y decente.

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  15. Yo no soy nada original, lo confieso. Así, te diré que hace tiempo, mucho tiempo, que no encuentro unas líneas que me hagan vibrar como lo hace cada vez que abro por cualquiera de sus páginas, el Quijote. No se ha escrito nada comparable. Yo, que estoy por creer en los dioses, diré que no lo escribió un humano... Hay otra obra que he leído infinidad de veces, que me produce algo similar, esta obra es "El Jarama" de Ferlosio. Por lo demás, pues no diré que todo es morralla, pero sí apuntaré que nada me produce nada parecido a cuando leo estas obras. Algunas me divierten, otras me alivian los momentos de asueto, pero sigo buscando este libro que coloque en lo más alto de mi estantería.
    Por otra parte, quiero que sepas, que con los libros me pasa como con las películas; si pasado un tiempo prudencial, no me engancha, la abandono. Sin más. No obstante, queda en mí (no sé por qué) un halo de culpabilidad. Y no creo que haya razón alguna para ello...

    Un fuerte abrazo.

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    1. Aparte de El Quijote, que se da por descontado, soy un admirador de esa novela de 1956 que has citado, El Jarama, a pesar del abandono por parte del autor que la consideró soberanamente aburrida. La he leído dos o tres veces con admiración. Teniendo en cuenta que es una novela de carácter objetivista, tiene un componente poético que me cautiva. Recuerdo la imagen de la luna llena, inmensa, poderosa, sobre el tablado en que uno de los protagonistas bailaba en aquel domingo interminable. Habían fumado grifa y todo se había transmutado. Me parece un relato magnífico.

      Una vez entró como lectura de selectividad, pero aunque me esforcé en hacerla accesible a aquellos alumnos, no conseguí que les gustará. Para ellos no pasaba nada. No fueron capaces de observar que tras aquellos diálogos banales y acciones de unos muchachos normales había todo un componente épico y poético formidable.

      Un abrazo.

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  16. Me pasa un poco lo mismo que a ti, Joselu, si la voz narrativa me resulta impostada o poco creíble y si no conecto con el estilo, o con la trama, o con el tono de lo que leo, lo dejo. A veces lo retomo pasado un tiempo, pero si los problemas persisten, abandono en espera de tiempos mejores. Creo que la voz, el tono y el estilo son muy importantes para conectar o no con la lectura.
    Muy interesante tu reflexión.
    Un saludo, Javier.

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  17. Hay libros a los que cuesta más entrar, pero el lector observa que le atrae lo que allí se narra. Sin embargo, a veces uno se encalla y advierte que la música de lo que allí se cuenta no es la apropiada para el estado de ánimo y la disposición que uno tiene. Y, efectivamente, lo mejor es dejar la lectura, aunque la obra sea de gran calidad, lo que es habitual en la selección que hacemos cuando vamos a leer. Gracias por tu comentario, Javier.

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  18. Yo estoy por el momento sólo leyendo clásicos, creo que no me atrevo a probar con escritores actuales porque siento que podría perder tiempo valioso para que luego todo resultara siendo un chasco...De las últimas cosas que he leído me encantó La mujer rota de Simone de Beauvoir y algunos cuentos de El Aleph.

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    1. Yo, sin embargo, leo muchos autores contemporáneos. Me gusta la literatura que aborda temas de nuestro tiempo, entendiendo por nuestro tiempo el que cubre el lapso de mi vida y el siglo que me alumbró con su carga existencial.

      Leí hace mucho tiempo a Borges, demasiado, creo yo y algún día habré de volver a él. Espero tener tiempo para hacerlo porque la lista de lecturas que espera ser leída cada vez es más grande.

      Muchas gracias por tu comentario y bienvenida al blog.

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