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lunes, 18 de junio de 2012

Dieciocho de junio



Dieciocho de junio. Tiempo de alejarme del blog durante un tiempo. No sé si volveré. Siempre lo pienso y al final con pesar vuelvo de nuevo en septiembre, hasta que vuelvo a gozar del hecho de publicar y descubrir gente nueva y mantener el hilo con los viejos amigos. Me pregunto si tengo ya algo que decir. No quiero que nadie se sienta constreñido a decirme que sí. Es un debate interno. La entrada en verano me cuesta. Anímicamente me producen estrés las nuevas situaciones. Hacia la segunda mitad de julio estoy mejor. Añoro el invierno y tal vez el otoño para esconderme entre las mantas y acercarme a  la chimenea que me encantaría tener. Os voy a dejar un tiempo sin dar el peñazo. ¿Proyectos? Caminar mucho. Recorrer la sierra del Garraf y en agosto ir al Alentejo portugués. Leer una magna biografía de Samuel Beckett, un dramaturgo pesimista  al que le apasionaba también caminar. También haré un curso de recursos digitales para vídeo, concretamente Trucajes cinematográficos. Haré muchas fotografías y reflexionaré de qué modo uno puede llegar a tomarse menos en serio.

Feliz verano.

domingo, 17 de junio de 2012

Grecia en el corazón


Ελλάδα στην καρδιά

He estado en dos ocasiones en Grecia: en 1980 y en 1993. En ambas me sentí próximo a los griegos. Percibí un país entrañable en el que no me disgustaría vivir por su sentido de la vida, por su modo de estar en el mundo, por su cultura, por su amigabilidad y apertura a los extraños. Deseo a mis amigos griegos lo mejor en esta jornada trascendental, ojalá puedan votar sin sentir el chantaje y el desprecio con que se los trata desde algunas instancias europeas. Ojalá Grecia pueda salir del hoyo y acompañarnos aportando todo lo bueno que tiene.


Έχω πάει δύο φορές στην Ελλάδα το 1980 και το 1993. Τόσο ήμουν δίπλα στους Έλληνες. Άκουσα μια αγαπημένη χώρα στην οποία δεν θα με πείραζε που ζουν στην αίσθηση της ζωής τους, ο τρόπος του είναι στον κόσμο για τον πολιτισμό της, τη φιλικότητα και το άνοιγμα προς τον έξω κόσμο. Εύχομαι οι Έλληνες φίλοι μου το καλύτερο σε αυτό το βαρυσήμαντο ημέρα, μακάρι να μπορούσα να ψηφίσω, χωρίς να αισθάνεται τον εκβιασμό και την περιφρόνηση με την οποία αντιμετωπίζονται από ορισμένους ευρωπαϊκούς θεσμούς. Ελλάδα επιθυμούν να αποχωρήσουν από την τρύπα και να φέρει σε όλους μας με το καλό που έχουν.


τύχη
(Suerte)


jueves, 14 de junio de 2012

Nuevos tiempos para la lírica



En el pasillo de profesores tenemos unos paneles donde se cuelga información variada. Nuestras reuniones, nuestras guardias, las salidas pedagógicas... Pero también hay un panel donde se recogen las incorporaciones de nuevos alumnos así como las bajas de alumnos que se van de nuestro centro educativo. En los años anteriores era un goteo constante de incorporaciones que llegaban en pleno curso y a los que debíamos hacerles sitio en las clases. Eran muchachos magrebíes o latinoamericanos fundamentalmente que llegaban al calor del impresionante crecimiento económico español. Sus familias por reagrupación familiar o por nueva llegada buscaban en España un espacio para la mejora de sus condiciones de vida. A esto se lo llamó el efecto llamada. Millones de inmigrantes han llegado en poco más de una década y los centros educativos hemos sido recipiendarios de esta masa de muchachos con más o menos integración cultural.

Este año, la lista cuenta con una treintena o cuarentena de bajas. Son alumnos que se van de España porque sus familias retornan a sus sitios de origen o buscan otros destinos en países menos golpeados por la crisis. Miro la lista y veo en ella a alumnos que han sido míos y que ahora sé en otros países, en otras circunstancias cuyo alcance desconozco. No deja de producirme una cierta nostalgia. España ha dejado de ser un país de oportunidades parar sumirse en una depresión de raíces muy profundas y que no será fácil reconvertir.

No sé cuándo comienzan nuestros errores. Reconozco que lo ignoro. Sé que en 1999 la realidad de la geografía española empezó a multiplicar la llegada de inmigrantes. Lo sé porque hice el camino de Santiago Norte y observé la multitud de muchachas que se empleaban en bares y restaurantes por toda la ruta. Eran en su mayoría latinoamericanas. Dominicanos, ecuatorianos, colombianos, chilenos (menos)... comenzaron a considerar este país un poco suyo. No sé cómo los recibimos. Lamentaría que fueran recibidos con un espíritu de suficiencia o conmiseración. La situación nos llevó a creernos ricos y nos convertimos en altivos, mirando tal vez de soslayo a los que llegaban buscando perspectivas en sus vidas. Ahora en poco tiempo estamos empezando a darnos cuenta de que somos un país pobre, que fue un espejismo el crecimiento económico que llevó a algún presidente prepotente a pensar que éramos la no sé cuantos potencia del mundo, que podríamos sobrepasar a Francia o Italia en potencia económica. Ahora somos un país intervenido aunque el abrumado de nuestro desnortado y confuso presidente quiera hacernos creer que ha hecho una jugada genial aceptando un crédito de cien mil millones de euros. Las cosas no van bien, y lo veo en la lista que se va incrementando día a día en el pasillo. Nos está costando darnos cuenta de que somos un país del sur, un país bastante pobre, con grandes autopistas, con redes de AVE ineficientes, con aeropuertos vacíos, con innumerables universidades, con un sistema autonómico ineficaz y muy caro. Seguimos haciendo grandes festivales y programando olimpiadas que nadie sabe cómo se pagarán. Seguimos con la mentalidad de nuevos ricos, pero ahora somos nosotros los que hemos de coger los bártulos e irnos a otros países en Latinoamérica, a Europa, a Asia, Australia... Volvemos a ser un país de emigrantes y se percibe que la burbuja que fue causa de nuestro crecimiento en el aire está estallando poco a poco. Japón en una situación lejanamente parecida lleva veinte años sin salir del bache. Tenemos pisos construidos para los próximos diecisiete años, y se acabó el crecimiento por la saturación inmobiliaria. El problema será saber qué vamos a hacer, en qué vamos a ocupar nuestra capacidad productiva en un mundo tremendamente competitivo en el que sobran países con más capacidad de generar crecimiento.

Tal vez debamos ser de nuevo radicalmente pobres y perder la alucinación que todavía nos domina de que hemos sido ricos. Los centros comerciales, las cafeterías, los lugares de ocio todavía rebosan de multitudes que siguen viviendo en la euforia de lo que creímos ser. La realidad de la prensa de cada día nos devuelve a lo que realmente somos. Nuestra deuda está al nivel del bono basura, y no hay medida que anime el crecimiento y no hay día que no aumente en miles y miles las personas desocupadas. El próximo año de nuestra plantilla de sesenta profesores, al menos nueve saltarán y se perderán, quedando en el paro. Nuestras condiciones de trabajo serán extremas con más de cuarenta y cinco alumnos en el aula, sin apenas poder hacer fotocopias, sin libros de texto (porque no se pueden comprar), aumentando nuestra carga lectiva y empeorando nuestra realidad en todos los sentidos no siendo la menor las reducciones de sueldo, las que han llegado en todos los órdenes, y las que llegarán, no siendo inverosímil que haya algún día que no haya dinero para pagarnos.

Miro la lista del pasillo y me da medida de dónde estamos. Sigue aumentando día a día. Tendremos que aguzar el ingenio. Tendremos que utilizar la imaginación para sobrevivir en unas condiciones para nosotros y para nuestros alumnos que no podíamos suponer hace bien poco tiempo.

Hace un tiempo utilicé la imagen de que eran malos tiempos para la lírica y entonces estábamos en plena burbuja inmobiliaria que nos llevó al clímax consumista. Quizás ahora vuelvan a ser tiempos para la lírica; en la necesidad, los seres humanos tal vez hagan un hueco  de nuevo para la poesía, el teatro, el arte. No sé, se me acaba de ocurrir. Los años de abundancia no fueron pródigos en inspiración de ningún tipo y si de gilipollez y estulticia. Quién sabe. Yo desde luego no. 

martes, 12 de junio de 2012

Un hombre es un hombre…



Este curso hemos dedicado una sesión semanal a nuestro taller de lectura dramática y así hemos leído un par de obras de Federico García Lorca de las que he hablado en alguna ocasión: Bodas de sangre y La casa de Bernarda Alba.

Nos sentamos al final de la clase buscando otro espacio distinto al habitual y nos ponemos en corro. Se reparten los ejemplares que tenemos y leemos intentando que mis temerosos alumnos a los que espanta el ridículo y que se rían de ellos, dramaticen a los personajes. Les gusta leer, y la lectura es un momento en que debe afinarse la atención y la coordinación entre los diferentes personajes y sus réplicas.

La lectura de las obras de Lorca da ocasión para reflexionar sobre la sociedad rural en que están situadas en las que la mujer tiene un lugar especialmente ominoso. Tengo alumnas latinoamericanas y magrebíes cuyos papeles en sus culturas son esencialmente diferentes. Por eso me interesan sus puntos de vista sobre estos personajes femeninos que, en La casa de Bernarda Alba, sufren un cruel encierro que aplasta sus sentimientos más íntimos mientras Martirio y Adela sufren por el deseo de Pepe el Romano, mozo que va a ser marido (por convención y oportunidad) de Angustias, la mayor y menos atractiva por lo ajada que está. Todo en la obra, habla de la frustración, del deseo insatisfecho, del destino trágico, del poder omnímodo de la madre que cree controlarlo todo y que nada se escapa a su dominio. Mis alumnas asisten indignadas a los parlamentos de las mujeres.

Bernarda le dice a Angustias sobre la relación con su hombre cuando se case: "No le debes preguntar. Y cuando te cases, menos. Habla si él habla y míralo cuando te mire. Así no tendrás disgustos" Contesta Angustias: "Yo creo, madre, que él me oculta muchas cosas" Dice Bernarda: "No procures descubrirlas, no le preguntes y, desde luego, que no te vea llorar jamás".

La Poncia ha dicho en el primer acto: "A vosotras que sois solteras, os conviene saber de todos modos que el hombre, a los quince días de boda, deja la cama por la mesa y luego la mesa por la tabernilla, y la que no se conforma se pudre llorando en un rincón".

Hago hincapié en estos parlamentos porque sé que su filosofía no está tan alejada de la que se enseñaba a las muchachas en el no tan lejano franquismo. A estar calladas, a no preguntar, a no disfrutar de su cuerpo, a conformarse con que el marido tenga otros intereses u otras amantes. También ha dicho la Poncia para explicar la relación de Pepe el Romano con Adela (la más joven que está locamente enamorada de él): "pero ella debió estarse en su sitio y no provocarlo. Un hombre es un hombre".

He vivido en alguna manera estos planteamientos que justifican a los hombres porque son hombres, que son las mujeres las culpables, las que pueden provocar, las que en definitiva tienen la culpa de lo que pueda llegar a pasar.

Entiendo que me enfrento a alumnas cuya formación moral en este sentido es muy variada. Pero me sorprende la rotundidad con que alumnas marroquíes rechazan tajantemente este papel reservado para la mujer. Son alumnas que llevan velo, que no conciben que ellas pudieran tener una relación o enamorarse de un chico que no sea musulmán, que están educadas en la sumisión a los hombres en sus casas, a sus padres y a sus hermanos varones... pero en la lectura parecen oponerse radicalmente a esta visión que se desprende de la obra de Lorca reivindicando un papel más libre para la mujer. Para las alumnas latinas es diferente la cuestión. Tienen una sensualidad muy libre, exhiben su cuerpo con desenvoltura, tienen una madurez sexual anterior a las muchachas españolas, cuidan su hermosura o su sensualidad en un lenguaje erótico extremadamente evidente. Pero sus concepciones sobre el papel del hombre tienen mucho de machismo lo que es propio de sus culturas en que la mujer está subsumida al poder de los varones, siendo ellas, por contra,  las que soportan la maternidad y toda la carga familiar en la inmigración. La idea de que un hombre es un hombre pienso que está ampliamente asumida por ellas. Y la de que un hombre sustituye el sexo por la comida y la taberna al poco tiempo de estar casado, también.

Los debates son poco aventurados. Solo consigo que expresen en algunos momentos su rebelión contra ese papel de la mujer en el mundo dominador de los hombres, pero no hay discusión en profundidad. Tal vez porque es un grupo en que las relaciones personales no son muy buenas y se temen unos a otros. Ha habido otros cursos en que los debates eran mucho más afortunados y explícitos.  Aquí temen exponerse si expresan sus opiniones abiertamente.

El subrayado sobre el papel de la mujer en el mundo de Lorca es extraordinario. Él conocía la personalidad femenina y sus conflictos en un mundo que también para él, por su condición, fue amenazador y agresivo. Sus obras de teatro siguen siendo 75 años después de ser escritas espléndidamente provocadoras y promotoras de reflexiones que nos siguen siendo vitales en un tiempo en que la condición femenina no está tan clara como lo que se podría esperar con el supuesto avance de los valores sobre la igualdad de sexos.

¿O es que los hombres siguen siendo hombres y las mujeres, mujeres, en el sentido lorquiano? ¿Cómo lo veis con vuestros alumnos los que seáis profesores, y si no, como padres, y si no como simplemente hombres y mujeres? ¿Veis interesante el debate en el aula? 

sábado, 9 de junio de 2012

100.000 millones de euros



La marca España acaba de caer por los suelos. Nos acaban de rescatar con una inyección de hasta 100.000 millones de euros. Esta enorme cantidad de dinero irá para sanear el gigantesco agujero de la banca española que un tiempo no muy lejano se glosaba por parte de Zapatero como extraordinariamente bien diseñada. Nuestra economía era puramente especulativa, basada en el humo. Y a esto se prestaron los dos grandes partidos por igual. Tan culpables son PP como PSOE en esta insólita y delictiva deriva financiera. A los dos les vino muy bien dejar crecer la burbuja inmobiliaria. Suponía impuestos, suponía dinamización de la economía en multitud de sectores secundarios... Ja, ja, ja... Todo funcionaba, y la corrupción consiguiente servía para engrasar el sistema. El dinero fácil fluía, los pisos subían de precio y el que más y el que menos especulaba... Cantaban de gozo los ayuntamientos recibiendo ingentes cantidades de IBI y tasas municipales, cantaban de gozo los notarios, cantaban de gozo los bancos que no hacían más que ofrecer crédito fácil y baratas hipotecas para comprar una o las viviendas que hiciera falta. Se generó una dinámica basada en la nada en la que los principales partidos nacionales y regionales metieron el cazo. Todo parecía el mejor de los mundos posibles.

¡Qué lástima que haya llegado el despertar! Siento asco por las élites políticas y financieras de este país. Se ha roto el pacto social que establecía la confianza entre los gobernantes y los gobernados. El PSOE y el PP nos han llevado a la ruina aunque ellos se dediquen a tirarse los trastos entre ellos. Tú más, se dicen. Pero es pura basura. Ha sido una incapacidad absoluta de previsión ante lo que cualquier estudiante aventajado de la ESO se hubiera dado cuenta de que era imposible. Ahora ese agujero de cien mil millones de euros tendremos que pagarlo con nuestra sangre todos los españoles. Rajoy dijo que España no sería intervenida, y que cuando él llegara todo sería seriedad y que España sería respetada. No ha cumplido ni una sola de sus promesas. Pero tiene mayoría absoluta y el control total de RTVE. Difundirán su parte demagógico.

Los españoles estamos en la quiebra. Toda nuestra economía tendrá que utilizarse en pagar los intereses de la deuda, la que teníamos y la que ahora acabamos de contraer. Se reducirá un veinte por ciento el sueldo de los funcionarios, se subirá el IRPF, se subirá el IVA, se recortarán las pagas a los desempleados y pensionistas, se machacará la educación y la sanidad, se subirá la edad de jubilación...

Y nadie pagará por ello. Las élites financieras seguirán sin ser tocadas. ¿Cómo van a ser tocadas si son el poder? Si el PSOE amnistió a un delincuente del Santander y el PP amnistía a los defraudadores. Solo queda desnudo y solo el ciudadano común que es el que habrá de pagar esta deuda con su reducción drástica del bienestar y lo que se consideraban conquistas sociales.

Solo me sale una palabra y es "miserables".

Ahora queda la Eurocopa. Deseo que España sea eliminada para que no pueda enmascarar lo que significa esto. Rajoy reza por que España gane partidos…  

La Roja, ¡bah! Es la economía, imbécil. 

viernes, 8 de junio de 2012

¿Existe la libertad en nuestro tiempo?



Creo que tengo alguna perspectiva de la vida y de la historia, al menos ambas me han interesado mucho como vocación y como materia de estudio que me cautivaba. He vivido los últimos coletazos del franquismo estudiando en un colegio religioso en que se castigaba físicamente y se agredía en el plano personal, he participado en la revuelta política contra este sistema en organizaciones revolucionarias comunistas de estudiantes, he lanzado piedras contra la policía, realizado asambleas clandestinas, cortado calles, puesto pancartas, realizado manifestaciones relámpago en los estertores del franquismo... He vivido las limitaciones de una dictadura y a la vez mi capacidad de rebelarme contra ella, de discrepar y actuar en consecuencia. Las palabras tenían alguna dimensión en nuestros panfletos, en nuestros pasquines, en nuestro mítines, en nuestras lecturas que iban de Bakunin a Lenin, de Herman Hesse a Roger Garaudy... Éramos demagogos, éramos manipuladores, éramos revolucionarios que consideraban a las masas como un objeto que había que transformar, y así hablábamos de masas avanzadas, masas intermedias y masas retrasadas...

Nunca creí en ello y, a escondidas de mi partido, leía libros troskistas y  a pensadores libres que me llevaban a otros parámetros que los de la revolución maoísta. En todo caso, lo que quiero reseñar es que había una profunda revisión de lo dado y una aspiración a lo inconcreto que me llevaba a disentir, a esperar algo diferente, a latir y emocionarme con lo injusto y aspirar a otro tipo de sociedad, a alguna utopía.

Sin embargo, en mi edad madura, no sé sinceramente si por efecto de ella o no y de las limitaciones que ella impone, me encuentro con una realidad sociopolítica más opresiva que la que viví en el tardofranquismo con toda su iniquidad. Vivimos un mundo y una realidad reglamentada hasta el último detalle, vivimos determinados por normativas, por cláusulas y artículos legales que nos marcan hasta el último suspiro. Creo que el ser humano no ha sido nunca tan esclavo de lo dado como lo es ahora, y ello le impide ver con dimensión, pensar utopías, creer en un mundo diferente, hacer lo que le sale de dentro porque sin duda se encontrará con algún reglamento que le dirá cómo debe mear o hacerse una paja sin que afecte al común. Creemos tener la libertad de internet, y yo la disfruto, la hago mía, la exploto y digo todo lo que me sale de dentro... pero me falta el nivel íntimo de creer en un mundo posible diferente del que estoy viviendo y observo que todo  lo que vivo como docente es objeto de una reglamentación. Si mis alumnos van a mear tienen que llevar un papelito en que se consigna la hora, el nombre del meante y la firma del profesor que lo autoriza. Sin duda es un recurso para acabar con el vandalismo que había en los lavabos públicos. Toda reglamentación (y las hay para todo) tienen una voluntad benefactora, para evitar algo negativo. Mis alumnos de la ESO ni de bachillerato que no sean mayores de edad no pueden salir del centro ni hacer huelga salvo que sea autorizada por sus padres la falta de asistencia a clase. Si un alumno se rompe la pierna no puedo llevarle a traumatología si no es en una ambulancia o en un taxi. No puedo llevarle con mi vehículo por las consecuencias que se pueden derivar. Todo, absolutamente está reglamentado, medido, organizado, milimetrado y a la hora de la verdad nuestra vida pasa por si efectivamente nos hemos ceñido al reglamento dado o no. Esto nos lleva a la cuestión legal y judicial. Todo se ha judicializado. Añoro el tiempo en que era un niño con cinco años y deambulaba solo por la plaza del Pilar libre, absolutamente libre. Era la sensación que podía sentir un niño en la época franquista: ser libre y desdichado a la vez, pero esencialmente libre. Ahora los niños están superprotegidos, enclaustrados, vigilados por profesores y padres y no se les permite jamás el licor de la libertad que conlleva inevitablemente riesgos. Hemos pretendido evitar riesgos en nuestra vida y en la vida de nuestros hijos y hemos generado la sociedad más opresiva y dictatorial que he conocido. Ya sé que todo es por nuestro bien, que he de renunciar al noventa por ciento de mi libertad para lograr seguridad en mi vida, que mis hijos han de vivir limitados sin disfrutar nunca de libertad (yo seré el principal limitador). Que todo lo que yo haga debe estar normativizado, determinado... hasta mi vejez y mi muerte en que se me hará un funeral con música tal vez que estará también totalmente ajustado a la normativa vigente.

El ser humano del siglo XXI desconoce el sentido de la libertad. La ha perdido por el camino para reforzar su seguridad. Es mejor, nos decimos, estar en una jaula y estar seguros que libres en campo abierto e inseguros. Todos nos hemos metido voluntariamente en una jaula dorada (aunque ahora empieza a revelar que sus barrotes son de latón). No hacen falta censores ni policía política, nosotros somos nuestros principales guardianes y represores. Hemos interiorizado la represión como forma esencial de vida en sociedad en aras del bien común. Ni Freud ni Jung pudieron sospechar esto: que los seres humanos aceptarían libremente vivir constreñidos y encadenados para evitar el dolor, las asechanzas del destino y la muerte. Y que serían más esclavos que nunca de los poderes económicos en medio de una supuesta sociedad democrática. 

En algún sentido envidio a los tuaregs que son todavía hombres libres. Tal vez debería abandonar esta jaula de oro latonizado e irme al continente donde hay pobreza pero también hay libertad, esa que nosotros hemos abandonado en el camino.  

martes, 5 de junio de 2012

Así es si así os parece



Normalmente cuando escribo lo hago con libertad sabiendo que lo que yo escribo será entendido por algunos de los que me leen y otros discreparán amablemente y así me lo harán saber. Sucede cuando hablo de educación, de política, de cine, de literatura, de mis propios recuerdos... No hay reflexión que no engendre una visión crítica y antitética. Las leo, no obstante, cuando surgen, con suma atención puesto que un blog es un espacio abierto a la reflexión colectiva y no todo van a ser alabanzas, que, dicho sea de paso, ni las busco ni me gustan. Lo que más me irrita es cuando no logro ser entendido y se me atribuyen ideas o reflexiones que no son en absoluto mías. Puede ser por una deficiente o apresurada lectura o por mi impericia escribiendo. Esto me desconcierta.

Hoy, sin embargo, el tema que traigo me sume en cierta zozobra pero no puedo dejar de escribir. Cuando algo te llama, necesitas darle forma y apelar a la conciencia colectiva para comprender.  Temo ser tachado de mistagogo, de ingenuo, de dualista, de trascendentalista, de espiritista, de metafísico... Aclaro, me atraen los temas de psicología transpersonal que hacen alusión a diversos niveles de conciencia que van más allá del ego, se adentran en el terreno existencial para llegar a un nivel de unidad o cósmico. No sé si en mis escritos se percibe esta huella de lo que va más allá de lo meramente biográfico y egoico para llegar a un nivel más profundo, que yo lo cifro en lo cósmico. Mis caminatas y la experiencia del cansancio, los viajes como experiencia de muerte y renacimiento, la pedagogía como una apelación a estratos profundos del ser, el gusto por ciertas películas como El árbol de la vida que tanto rechazo suscitó... son muestras de que esto que hoy refiero no es algo improvisado sino que es plasmación de una visión orgánica que deriva de la intuición y la realidad de experiencias en mi vida a las que no hallo una fácil explicación basada simplemente en el azar. Algunas de ellas las he referido en el blog, y los que me leen saben que estuve practicando zazen varios años hasta que tomé conciencia de que la práctica de la meditación llevaba aneja la realidad de una iglesia y unos gurus que no me convencían. En todo caso, pienso volver a la práctica de zazen cuando mi vida se remanse y pueda viajar también de nuevo.

Hoy leía esta entrevista en la Contra de La Vanguardia y que recoge la experiencia del cardiólogo Pim Van Lommel que se ha dedicado a rastrear centenares de casos de personas que estuvieron en la muerte clínica y por algún azar regresaron de ella. La revista científica The lancet publicó en 2001 las referencias a 344 casos registrados en estas circunstancias. Muchos de los que regresaron contaron vivencias e imágenes de una densidad difícil de explicar en que se cruzaban los límites espacio temporales y se contemplaba la vida en su pasado, presente y futuro a una velocidad de vértigo. Algunas de estas personas cambiaron de vida tras esta experiencia que alguna vez fue ocultada para no ser tachado de alucinaciones. La idea sería que la muerte solo es un cambio de conciencia, y que, pasado, ese umbral, entraríamos en otra dimensión o universo.

No soy creyente. La idea de dios me resulta absurda e inútil. Cuando tenía veinte años dejé mis convicciones cristianas y nunca he tenido la tentación de retornar a unos parámetros que nutrieron mi adolescencia causando más dolor que otra cosa. El hecho de no ser creyente no me impide considerar que efectivamente hay experiencias transpersonales que desbordan nuestro ego y nos funden con la naturaleza, así como con nuestras capas más profundas, con la conciencia humana a través de comunicación verbal y no verbal que nos lleva a establecer hondos vínculos con personas que intuyen algo parecido aunque nunca haya sido verbalizado. Me atrae el misticismo en sus vertientes cristiana, hebrea, sufí, budista o primitiva. Creo que esa visión interior de algo que va más allá para fundirse con la totalidad o la esencia del cosmos me resulta muy válida, aunque no se puede verbalizar demasiado. 

Efectivamente pienso que la muerte es una transferencia de energía. Alguien se habrá sonreído y habrá pensado que ya se veía venir que Joselu tenía una vena mística que le hace desbarrar, y que todo esto es indemostrable, que en realidad nuestra conciencia son las conexiones eléctricas en nuestro cerebro, y que cuando este deja de funcionar, es decir, morimos, acaba toda percepción de conciencia. Más cuando vemos a esos enfermos de alzheimer que van perdiendo progresivamente su sentido del yo para disolverse en la nada. La conciencia no es más que conexiones eléctricas, me argumentarán. No hay nada más allá y no hay ninguna evidencia ni ninguna prueba, ni nadie que haya regresado para contarlo. La ciencia no puede basarse en ejercicios de superstición y esoterismo, y lo que demuestra es que la vida consciente desaparece con la muerte clínica.

No digo que no, pero mi convencimiento personal es otro por la percepción que tengo de mi propia existencia, por hechos inexplicables que me han sucedido y que me hacen concebir que existen otras dimensiones. Ojo, no me refiero a esos ocultistas que se comunican con los muertos. No, es algo más natural que está incorporado a mi modo de ver las cosas y que entiende que la muerte no es el final, y que la vida es pura transformación, continua transformación en que deberíamos ampliar nuestros límites perceptivos para ahondar en nuestras distintos niveles de conciencia. No hago daño a nadie, y a mí, la idea de que la muerte no es más que una pequeña broma no deja de resultarme atractiva y sugerente.

La lectura de la entrevista de La Vanguardia me ha animado a escribir sobre ello, sabiendo de antemano que habrá lecturas y opiniones totalmente opuestas, que consideran la vida simplemente como una experiencia única, en la que único que existe es el aquí y ahora (con lo que estoy de acuerdo totalmente), que la muerte es el final, que no hay rebobine de la jugada, que llega un momento en que el cerebro y el organismo se extinguen y ahí dejamos de existir y solo queda en tal caso el recuerdo que dejemos y que tal vez nos sobreviva.

Así es si así os parece, como escribió Pirandello.

Pero ciertamente no hay mayor censura que la racionalidad que excluye cualquier interpretación que se salga de ese estrecho cauce.

Ya digo que seguramente me arrepienta de haber publicado este post. Veremos. 

sábado, 2 de junio de 2012

Una anciana extasiada o el sentido último del viaje.



Me gusta viajar solo. Puede resultar sorprendente a quien lea esto, pero un viaje en solitario ofrece unas posibilidades totalmente ajenas a un viaje con acompañantes. No digo que sea mejor, pero ciertamente ofrece un índice de expectativas diferentes a un viaje en compañía en el que lo principal es la relación con la otra u otras personas. En un viaje en solitario uno es más libre para sentir y pensar en el mundo interior y exterior. También está más expuesto a la desolación y a los malos momentos que forman parte, a mi juicio, de cualquier viaje que se precie de serlo en el sentido profundo.

Según entiendo un viaje, tiene algo de ceremonia iniciática en que el viajero ha de nacer, vivir y morir para volver luego a renacer. He viajado algo, no todo lo que hubiera querido, y me he encontrado a veces en la otra punta del mundo con tres meses por delante en solitario, sin ningún apoyo personal excepto los que provinieran de mis propios recursos y mi imaginación. Recuerdo un inicio de viaje en Malasia en que  me hice alguna foto de modo automático con mi cámara Canon y aparezco perplejo ante la perspectiva de tres meses en soledad y mi sensación era en aquel momento que nada merecía la pena si no se podía compartir. Esto es importante. Un viaje en solitario se emprende a pesar de uno mismo. Uno parte a un destino más o menos lejano y siente un montón de sensaciones que se pueden expresar como miedo, incertidumbre, aprensión... No sabe qué se va a encontrar. No sabe con quién se va a encontrar. No sabe qué va a pasar. No hay nada organizado y hay tres meses por delante. Tres meses es la duración canónica de un viaje. Digo duración canónica porque es la única que he podido experimentar yo y en la que se permite una ruptura profunda con el universo con el que estás conectado en tu vida convencional. Un viaje ha de suponer una ruptura. Si no hay ruptura difícilmente se podrá apreciar el sentido del viaje. Ruptura y duración suficientes para que exista un proceso interior en que surja el nacimiento, la muerte y el renacimiento. Pero nada de esto está garantizado. No es que el que parta en viaje tenga asegurado nada. No hay nada asegurado. Uno parte a la aventura, se enfrenta a la incertidumbre, al miedo... Nadie garantiza nada. Pero mi experiencia como viajero me lleva a saber que cuando en el viaje se pierde toda esperanza, (esto es fundamental: perder toda esperanza) suceden cosas que no estaban en el guion. Y la esperanza se pierde no porque uno decida perder toda esperanza, no. La pierde sin más, porque se queda solo y sin fuerzas y ha de sobrevivir cada día enfrentándose a la desolación de estar radicalmente solo en la otra punta del mundo. Es entonces donde puede empezar a sentir de modo diferente. Y viva en tal caso la ligereza del viaje, el vacío del viaje, la autodestrucción y reconstrucción que supone el viaje. Que es un viaje al interior de uno mismo. Un viaje al interior sin posibilidades de retorno.

A veces he optado por llevar cámara fotográfica y otras veces he decidido no llevarla porque sin duda los recuerdos de un viaje son profundamente íntimos y los guarda uno siempre en su memoria sin poderlos compartir con nadie.

Pero ¡qué felicidad suponen los encuentros en ese viaje cuando se ha perdido toda esperanza! Son regalos maravillosos en que se encuentran seres a la deriva en la otra punta del mundo, a la deriva y extraordinariamente abiertos a los encuentros inesperados. Un viaje en solitario de una duración canónica te hace más fuerte. Te hace sumergirte en el nadir para llegar al cenit, tal vez. O no.

Tengo muchas imágenes guardadas de mis viajes de juventud. Todas son poderosas. Anhelo algún día volver a viajar en solitario. Tal vez cuando mis hijas sean independientes. Volveré a coger mi mochila azul, me calzaré mis bambas y saldré al universo infinito durante varios meses a exponerme a la soledad y la lejanía. Entonces todos los caminos están abiertos.

Hace muchos años vi a una anciana extasiada en una playa de Thailandia que miraba maravillada aquella arena blanca, aquel sol radiante y el agua clara con tonalidades verdes. En aquella imagen fugaz se cifra toda la maravilla de un viaje. Siempre he pensado que cuando sea tan mayor como ella me gustaría sentir de un modo semejante un día en una playa de Thailandia o Indonesia.

Un viajero no necesita viajar. Puede estar sin moverse de su lugar habitual y seguir siendo viajero. Es algo que se tiene o no. Por contra, se pueden visitar multitud de sitios y no experimentar nada relevante. Es el mismo horror que ver un importante museo y verlo en unas horas. Recuerdo con horror mi visita turística al museo Vaticano  para llegar a ver la capilla Sixtina antes de la restauración. Me pasé varias horas pasando descuidadamente por delante de auténticas maravillas renacentistas sin  prestarles atención porque yo solo ansiaba ver la capilla Sixtina a la que accedí entre una muchedumbre de turistas que la fotografiaban y no veían nada. Como yo.

Prefiero no viajar, no ver museos, no llevar a mis hijas a nuevos países. Pienso que el que es viajero lo descubre por uno mismo y no depende de lo que le hayan hecho viajar en su niñez. Y el que no es viajero no lo será nunca.

Me gustaría que mis hijas fueran viajeras, pero no puedo hacer nada al respecto. Ese hambre se despierta en el interior de uno mismo, sin programación. Surge, sin más. Uno simplemente, un día decide partir sin rumbo demasiado fijo y sin preparación, lamentando incluso la partida.

El viaje es esencialmente incertidumbre. Esa es la dimensión auténtica del viaje. 

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