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sábado, 12 de marzo de 2011

La máscara


Me fascinan las máscaras. En mi casa hay una buena colección de máscaras africanas  no demasiado tenebrosas ya que no deja de ser la decoración de un hogar. Me gusta mi relación con ellas. Mi estancia en Venecia durante unos días me ha llevado nuevamente hacia el universo de la máscara en su infinita variedad de diseños dentro de la imaginación del universo veneciano. Por dondequiera que uno vaya encuentra máscaras en los tenderetes y escaparates de todo tipo. Desde las más comerciales y estereotipadas hasta los diseños más espléndidos de la comedia del arte italiana en la que los venecianos son unos grandes maestros. Hay magníficos artesanos en Italia y si uno mira con atención advierte en las calles y callejones de Venecia abundantes talleres que trabajan el mundo de la máscara con diferentes técnicas y planteamientos.

El carnaval es una ocasión idónea para observar el uso de máscaras en la calles así como de las modalidades características del carnestolendas veneciano. No llevé máscara en mi paseo por las calles y los canales de esa hermosa ciudad pero me quedé con las ganas de ponerme una capa negra, un tricornio y ponerme una máscara típica veneciana.

Me atraen las máscaras blancas, neutras o las negras, no excesivamente decoradas, aunque las que me maravillan son las de cuero de la comedia del arte (Arlequino, Polinchinela, Pierrot, Brighela, ColombinaPantaleone, el Dottore, el siempre divertido capitano…)

Una mascara neutra (que no muestra ninguna emoción) es una herramienta de experimentación extraordinaria. La máscara no tiene ninguna emoción, pero en el momento que se la pone un actor, cobra vida y es capaz de expresar cualquier estado de ánimo. Lo he observado en todas las culturas. La máscara es un elemento mágico que se apodera del actor que está preparado y se deja llevar. La clave son los ojos que están maravillosamente vivos y la gestualidad del cuerpo. Se puede expresar todo. Hablan nuestros ojos y nuestro cuerpo y habla la máscara que se transforma en pura vida. Por eso contemplar una máscara inerte no nos da idea de lo que significa y de lo que puede llegar a expresar. Las máscaras africanas que están en los museos son objetos descontextualizados que no pueden ser entendidos fuera del mundo en que tuvieron sentido y vida. Son necesarios unos actores y unas creencias que no se pueden reproducir. De igual modo las máscaras venecianas requieren de un contexto y una disposición para poder recibir todo lo que contienen dentro. He visto estos días en Venecia personajes entrañables que con sólo unos instantes en los que he podido observarles y hacerles tal vez una foto, he advertido que estaban vivos y que el que portaba la máscara estaba metido en su papel, transformado por la máscara que le llevaba. La máscara habla. Su función primordial no es la de ocultamiento sino la de aportar al que la lleva un baluarte de emociones que pueden expresarse si se es capaz de vivir en libertad al personaje.

En mi efímera vida de actor, experimenté la máscara y pude reconocer la energía que ejerce sobre el que la lleva. Es algo difícil de explicar a alguien que no lo ha sentido sobre un escenario.

Más allá del tópico que dice que todos llevamos una máscara que nos encubre frente a los demás, quiero resaltar que no creo que sea así. Una máscara es algo material que nos ponemos (puede ser hecho también con maquillaje) y que ejerce un poder de transformación sobre nosotros y nos hace actuar como si no fuéramos nosotros, como si en efecto ese objeto pudiera tener vida propia. Quizás no hay personajes más profundamente femeninos que los que brillan tras una máscara llevada por un portador hombre. Podría mostrar fotografías en que se intercambian las identidades a través de las máscaras creando la ilusión del intercambio de sexos. Me ha gustado trabajar la máscara y el que esto escribe siente la poderosa atracción de ese universo enigmático que ha formado parte de todas las culturas de modo ritual y teatral si es que estas dos dimensiones pueden separarse.

Paseando por Venezia uno siente la fuerza de esos elementos en cualquier rincón, en cualquier taller artesanal que muestra esos objetos maravillosos que esperan que alguien les dé vida. La máscara es un elemento sagrado sobre el que se puede escribir poco o mucho, pero sólo quien se la ponga y se sienta transformado por su poder liberador y expresivo, podrá entender el misterio que late detrás de ella.

Esta foto la tomé en la Piazza de San Marco, el pasado martes. El portador (o portadora) de la máscara ha entendido bien la esencia de la comedia y de su personaje más en la tradición francesa de Pierrot que en la italiana de Arlequino. En todo caso, he ahí un ejemplo de lo que quería decir. ¿Podríais decir si es hombre o mujer quien va detrás de la máscara? ¿Podríais decir cuál es su profesión o adivinar su aspecto físico?  ¿Qué podríais decir sobre el ser humano que está detrás? ¿Y sobre el personaje?

19 comentarios :

  1. Estuve de adolescente en un campamento internacional en Il Lido y después en otras dos ocasiones. Siempre en verano. Me falta conocerla inundada por las aguas y en carnaval. Me temo que me quedaré con las ganas...

    Te cuelgo un poema de Juan Luis Panero, Enigmas y Despedidas:

    ”Queda una terca decisión
    - ya aplazada para siempre -
    y el reflejo del agua en los canales,
    una noche luminosa de abril.
    El exaltado adolescente se repite:
    "Volveré a Venecia, con una mujer,
    para ser feliz, verdaderamente feliz".
    Típicos y tópicos, los deseos y los sueños;
    no menos absurda la realidad que aguardaba.
    Nunca he vuelto, no volveré jamás,
    pero, a veces, muy de tarde en tarde, una fotografía,
    un guiño irónico de la memoria, me devuelven
    las estrellas perdidas de aquel cielo,
    el golpe del remo en el agua nocturna”.

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  2. Gracias por el poema. Y sí, estar en Venecia con una mujer y sentirse feliz.

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  3. Joselu, nunca me había parado a pensar en las máscaras como tú lo haces. No conozco Venecia y el Carnaval no me gusta tal como se celebra hoy. Me gusta su esencia, su origen, pero no esta pantomima de muy mal gusto en que se ha convertido de unos años a esta parte. La máscara, el disfraz, es un símbolo, cada uno lo elige por algo. No me gusta disfrazarme, lo que no significa que vaya siempre a cara descubierta, aunque resulto bastante clara, se me ve venir. Esa alegría inconsciente sin sentido asociada al baile y el desenfreno me resulta desagradable. El el colegio perdimos una tarde para hacer el tonto con un desfile y el miércoles las profesoras de religión se llevaron a los chavales a recibir la ceniza, manda narices. Ya ves, no soy partidaria de una cosa ni de otra. Me gusta la vertiente artística que puede sugerir el Carnaval si está hecha con gusto, y quizá las máscaras tal como tú las has visto tan de cerca sean una buena muestra de ello, no los disfraces comprados en las tiendas de chinos que han inundado las calles días atrás.
    Me alegro de que el viaje te haya resultado tan gratificante. Un fuerte abrazo, colega.

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  4. Yolanda, el carnaval es interesante cuando se integra en un ejercicio colectivo de imaginación, y más si hay un sustrato creativo que lo llene de ilusión. En Barcelona no ha cuajado el carnaval, pero sé que en Tenerife o Las Palmas o Cádiz se ha convertido en algo importante donde la gente prepara durante meses el disfraz. Lo que veo en mi instituto es patético aunque parece que se intente promocionar. No puedo decir que en Venecia sea algo magnífico. No estuve los días principales ni asistí a actos donde el carnaval estuviera presente. Hay quien sostiene que el carnaval en Venecia sólo tiene una función turística. Se calcula que en los días de carnaval visitaron Venecia 300.000 personas. Brutal. Yo tuve que huir del centro buscando barrios (sestiere) apartados donde hubiera algo de ambiente italiano. No puedo decir nada significativo sobre el carnaval veneciano, pero sí reflexionar sobre la máscara como objeto vivo que, en mis paseos por las calles de Venecia, deseé poder portar y transfigurarme en algún baile de dominós como los que suceden en alguno de los libros del Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell. Quizás mi visión sea literaria, y lo soñé más que verlo en realidad. Queda, eso sí, la máscara como objeto portador de fascinación y magia que necesita un mundo imaginativo en que poder encarnarse. Un abrazo, colega.

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  5. Me alegro de que te haya ido bien en este viaje. La foto es muy buena. Y muy intrigante. Que en definitiva es lo que se pretende al enmascararnos. Yo siento fascinación por la máscara. Desde pequeño. Porque la máscara es un refugio seguro de tus debilidades personales. Eres un "no yo" que anda y que se comporta como un "yo". Una maravillosa paradoja. No me gustan, en cambio, los carnavales (o carnestoltes, como se dice por aquí) que han derivado en un burdo desfile de charangas no muy apartado de lo que se hace en las fiestas del pueblo. La másacara tiene magia, eso que se hace hoy, no. A mí me gustaría convertirme en actor griego y tener dos máscaras en clase. Una para cuando la cosa va bien y otra para cuando estoy enfadado. Me pondría la máscara alegre de la comedia y daría clase con ella tranquilamente y cuando viera que la cosa se distorsiona, rápidamente la cambiaría por la máscara trágica. A lo mejor, los alumnos comprenderían la bifacial cara de los humanos, y acertarían a saber que las personas dependemos de las circunstancias para ponernos una u otra máscara. Y ellos y ellas son las circunstancias.

    Un abrazo.

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  6. Buena interpretación del sentido de la máscara. A mí me gusta cuando revela un íntimo y profundo sentido que es percibido por la colectividad, sin ello se convierte en mascarada intrascendente. La máscara posee un poder que encarna quien se la pone. En improvisaciones teatrales he visto la capacidad irónica, patética y conmovedora de la máscara. Hay que aproximarse a ella con respeto. Tenerla en nuestras manos como un objeto precioso y delicado. No vale cualquier máscara. Ha de ser fabricada ritualmente, con delicadeza... y el portador ha de continuar la cadena que encarna lo sagrado. Es quizás por esto que la máscara es poco comprendida, quizás por nuestra falta de comprensión de ese elemento fantástico que nos aleja de la visión comercial y utilitaria. Gracias por tu aportación, Miguel.

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  7. Tienes razón JOSELU ¡¡vaya coincidencia!! :-)

    Verás, a mi me gusta la más cara por lo que tiene de ornamento, de vistosidad estética, también yo tengo en mi casa, máscaras de ceremonias brasileñas y africanas, ninguna Veneciana y eso que estéticamente sin duda son las más delicadas y preciosas. Pero mi admiración por las máscaras se termina ahí, en su belleza.

    Nunca me ha gustado disfrazarme, aun cuando disfruto muchísimo ayudando a los que sí se disfrazan, yo soy “pinta caras”:-) A mi mi me cuesta horrores dejar de ser yo misma, se me sale por todos lados, de hecho me paso la vida esforzándome, para que no se me vea tanto el plumero jajaja.Sería una pésima actriz, eso seguro.

    Cuando escucho eso del vaciamiento de los actores y su profundización en la naturaleza del personaje, me admira...¡¡no tengo ni idea de cómo puede hacerse una cosa así!!

    Sobre tu fotografía, yo te diría, que es un hombre el que se oculta tras ella. Supongo que influye la estética del disfraz, su colorido y sobre todo, su gesto...pero no lo sé. Aventurar profesión o aspecto real, imposible... pero seguro que tiene un carácter expresivo y extrovertido, la colocación de sus manos es lo que parecen indicar ¡¡fíjate en la colocación de sus dedos!! jajaja no sé...quizá sean tonterías.

    Espero que hayas disfrutado mucho de tu viaje, me encantaría conocer Venecia en carnavales, debe ser una maravilla...justamente eso, como una actriz engalanada instantes antes de salir a escena, todo a punto y perfecto para lucir en todo su esplendor.

    Me alegro de tu vuelta JOSELU.

    Muchos besos y feliz domingo.

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  8. María, no me disfracé pero me quedé con las ganas de haber ido a alguna casa de alquiler de disfraces venecianos. El ambiente de las calles predisponía a ello, y eso que no asistí a ningún baile de disfraces en donde todo el mundo fuera disfrazado. Seguro que Venezia (me gusta escribirlo con z) tiene sus secretos y sus bailes restringidos en algún palazzo al que se llega con góndola. Quiero pensar que existe una Venezia oculta. Yo intenté alcanzar los ambientes más propios pero no se puede llegar mucho más allá siendo turista entre los trescientos mil que llegaron esos días a la ciudad. Los venecianos han de aprender a convivir con masas de turistas a los que necesitan pero a la vez a los que rechazan. Me pasa a mí cuando paseo por Barcelona invadida de turistas en el centro. No me gusta ese ambiente y tiendo a ignorarlo. El éxito de Venezia es también su condena, como a tantas ciudades italianas. En cuanto a la máscara, me hubiera gustado tener un encuentro secreto parapetado tras la barrera de un antifaz negro, pero mi visión, como decía en otro lugar, es meramente literaria. Me gusta el carnaval como tema literario y no tanto las mascaradas que se fomentan por aquí donde vivo yo. El carnaval tiene que estar enraizado en la sociedad para hacerlo algo vivo. La máscara es un elemento social, y sólo en un contexto puede tener vida. Así las máscaras africanas, japonesas, brasileñas, venecianas... Me encanta el poder transformador de la máscara y en cuanto a tus dudas sobre si se puede ser actor teniendo un yo extremadamente fuerte como tú, la respuesta es que sí. El método teatral por excelencia (stanislavski) bucea en nuestras emociones reales para proyectarlas sobre el personaje. Todos sentimos ira, pasión, tristeza, odio y un montón de sentimientos más... El método es dejarlos fluir y hacerlos vivir en el personaje. El personaje nos transforma pero somos nosotros quienes le hacemos vivir con nuestros fundamentos emocionales y vitales. Aprender a ser actor es eso y la máscara es una simbiosis entre yo y cultura, entre el yo y el no yo, entre la máscara y el yo más profundo.

    Besos.

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  9. Tan sólo te diré que he usado máscara muchas veces y que he jugado al juego del engaño...y también a la pintura... recuerdo una ocasión hace ya tropecientos años que debido a los efluvios alcoholicos me asusté de mi mismo al verme reflejado en un espejo...es otro mundo, otra vida la que se ve y vive con la máscara.
    Y lo repito...¡qué envidia que me das!

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  10. Malo, casi me da por convocar una especie de certamen en el que mandaríamos fotos nuestras transformados por la máscara. No sé si a través de Flickr se podría hacer una especie de página general en donde pudiéramos colgar fotos nuestras, con máscara o maquillaje y en las que interpretaríamos a algún personaje. Tengo que investigarlo. ¿Se os ocurre a los que pasáis por aquí algún sistema de poder alojar fotos de todos los que quieran participar?

    Es cierto, Malo, que el espejo puede jugar malas pasadas según en qué estado nos encontremos. Podría contar alguna pero prefiero no desvelar aspectos de mi biografía más recóndita.

    Un abrazo.

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  11. Alguien me contó que el origen de la palabra 'persona' se remonta a la expresión griega "poner delante", referida, claro está, a la máscara. Las personas, como bien dices, somos máscaras representando un papel (ay, los clásicos, qué vigencia...) en función de diversos intereses; cuanto más altos o ambiciosos sean esos intereses mayor necesidad de actuar.
    En cuanto a tu foto, se trata sin duda de una mujer que usa la máscara para esconderse (y olvidarse) de Berlusconi.

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  12. La foto es muy bonita aunque no me atrevería a decir ni quien es el que la lleva, ni como es ni para que la lleva. ¿No hablaste con él o ella?
    Lo que representa la máscara es muy especial y muchas veces me hubiera gustado llevar una puesta para no revelar mis emociones pues sin máscara las llevo todas reflejadas en mi cara.
    De todas maneras prefiero las máscaras africanas y los ritos pidiendo lluvia o alejando las enfermedades o simplemente el placer de bailar con ellas con alegría en sus celebraciones.
    Desde luego a los políticos los quiero sin máscara alguna. Un abrazo Lola

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  13. Yo también he estado en Venecia y en San Marcos, pero no en época de carnavales. ¡Debe ser fantástico! Yo me compré -es cierto- la típica máscara veneciana para adornar mi bibioteca, pero me ha sorprendido gratamente conocer su profunda significación -que conocía sólo parcialmente- y lo bien que lo has expuesto.
    La foto, muy buena y yo no tengo ninguna duda: es un hombre... bueno, un hombre... ¡es el mismísimo Berlusconi!

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  14. Antonio, mira los dedos de la figura. No son femeninos, las manos femeninas son más finas y estilizadas. No obstante, lo que es notorio es que la naturalidad y sensibilidad del personaje tiene algo de femenino (o mucho). Es lo que quería decir. Hubo un tiempo en que en el teatro inglés los personajes femeninos los interpretaban muchachos. Creo que en el teatro No japonés también los personajes femeninos los interpretan varones. En cuanto a Berlusconi, atisbé en carteles y convocatorias una cierta resistencia ante su figura, no demasiado por otra parte. La televisión italiana, la RAI 1, me sorprendió gratamente por la calidad de los informativos y los temas en profundidad que abordaban. Es una suerte que el italiano se entienda tan bien. Da gusto.

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  15. Lola, un político sin máscara es imposible. Sólo cuando caen es posible atisbar en ellos algo de su humanidad. El poder en práctica o en su cercanía supone tal necesidad de interpretación que es impensable alguien que no sea algo de actor. No se puede decir lo que se piensa. Todo debe ir tamizado e interpretado. Un político que dijera lo que pensaba en realidad o sería un fascista (Hitler era sincero, tremendamente sincero) o tendría una vena de populismo que le llevaría a identificarse con los instintos más elementales de las masas para mantenerse en el poder. Podríamos decir que sería sincero. Un político cauto no puede permitirse el lujo de no llevar máscara. Si fuera tan sincero que no la llevara en absoluto, se lo comerían vivo o se nos comería él a nosotros por lo que he dicho antes. La política es una representación y los políticos bufones sin máscara. Son otros los ideólogos pero esos están detrás. Un abrazo.

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  16. Marcos, Berlusconi es un bufón malo (hay bufones muy buenos) que es aplaudido en su grosería y venalidad por buena parte de la sociedad italiana que lo mantiene ahí. Como decía a Antonio, no he visto demasiada resistencia en la calle, en los carteles, frente a su figura. Sólo un cartel lo calificaba de "mafioso" pero era mínimo para lo que se supone que debía haber en estos momentos. Este Pierrot es demasiado sensible y no tiene aspecto de rijoso ni sicalíptico. ¿Te gustó Venecia? Yo llegué sin demasiada ilusión porque sé de las hordas de turistas que la invaden. Sin embargo, aprovechamos para evadirnos por callejones hacia el barrio de Cannaregio, el gheto judío, San Pietro y Santa Elena y en algunos de estos el ambiente italiano era mayoritario. No vi el interior de San Marco ni las galerías de la Academia. Me sorprendió que las iglesias estuvieran abiertas y visitables, no como en España que se las encuentra casi siempre cerradas. Mi impresión fue positiva, pero me faltó una mayor dosis de arte. De pizza y pasta, me llevé lo mío. Me encanta chapurrear italiano.

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  17. Joselu, entra en Facebook y búscamé, de seguro que me encuestras y jugando al engaño...me reconocerás por ir con cahqueta, corbata, chistera y taparme la cara, parte de ella, con un abanico. Como dice un buen amigo, hasta parezco heterosexual ;) siéndolo.

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  18. El asunto con las máscaras es que te hacen preguntarte qué es lo que hay detrás, más allá del rostro.

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  19. Víctor Manuel, una pregunta con sabor zen. ¿Hay algo más que la nada, la inconsistencia, el vacío? ¿Acaso todas las infinitas variantes del rostro no encubren el mismo rostro, el de seres humanos enfrentados al dolor de existir y que han de aprender a comprender?

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