Páginas vistas desde Diciembre de 2005




viernes, 24 de diciembre de 2010

Tiempo cíclico y Navidad

                                                                 Anwen Keeling
Es difícil decir algo original en Navidad. No lo pretendo. Tengo la impresión de que cualquier mensaje que uno pueda idear tiene algo de manido y convencional. Hay a quienes les entusiasma la atmósfera de la Navidad y hay a quienes les produce urticaria esa profusión de buenos sentimientos que se combinan con el consumismo más extremo. Hay a quienes la Navidad les evoca las fechas de otras navidades en que eran niños y la viven con agrado y cierta ingenuidad que se recupera. Otros reviven en estos días navidades tristes de la infancia o las viven en soledad por razones infinitas. No deja de ser un placer ignorar esta noche y acostarse temprano leyendo un buen libro como El corazón de las tinieblas, y mañana levantarse también pronto para ir a hacer footing en una ciudad vacía.

Lo más interesante de la Navidad para un observador escéptico es tomar conciencia de que representa el acontecimiento de año que más revela el fluir cíclico del tiempo frente al fluir lineal. Ciertamente es un conjunto de ceremonias rituales que se repiten anualmente marcando el solsticio de invierno. Nuestra vida incluye un determinado número de solsticios. No sabemos si llegaremos al próximo o nos quedaremos a mitad de camino. Ignoro cuántos me quedan. ¿Veinte? ¿Diez? ¿Uno? ¿Ninguno? Comemos, bebemos, nos reunimos, bromeamos, cantamos, volvemos a oír villancicos, ponemos el nacimiento, el árbol, adornamos la casa, bajamos a Barcelona a ver el nacimiento de la plaza Sant Jaume. A veces hace frío y unimos estas fechas a una bajada de las temperaturas. El caso es que fichamos diciendo: estamos aquí, no nos hemos ido, pero hay muchas más navidades pasadas que las que vendrán (en mi caso). El tiempo gira vertiginosamente encaminándonos al abismo, pero los ritos anuales contribuyen a que algunos mitiguen su desasosiego y olviden su condición existencial mientras brindan con cava y cantan canciones de Navidad. Somos seres en tránsito, sin una especial densidad, cantamos mientras podemos, hacemos el amor con ropa interior roja (si os gusta), nos aproximamos a la chimenea  y sentimos el calor que nos arropa en un universo enigmático y glacial.

Durante unos meses –hace tiempo- me fui a viajar por el oriente. Sólo me llevé un libro de lectura. Se titulaba Mito y realidad y el autor era Mircea Eliade. Me sirvió durante tres meses como reflexión en un mundo (Indonesia) en el que el mito seguía teniendo sentido. El mito es una historia sagrada que evoca un acontecimiento que ha tenido lugar en el tiempo primordial, el de los orígenes. Dicho origen da sentido a nuestra realidad, Mediante ritos volvemos a ese tiempo inaugural de modo que volvemos a renacer cada cierto tiempo. Cada rito es sagrado, la vida se colma de actos que tienen una estructura sagrada. Pero la idea es siempre la de volver a recuperar el tiempo del principio cuando el mundo estaba recién hecho, cuando todavía nada se había degradado. Volver al principio es participar de los ritos de la renovación, de la recreación, del renacimiento.

Hay quienes ven en esta concepción arcaica y mitológica un residuo de oscurantismo y de irracionalidad… pero otros consideran que en el mundo que vivimos, nuestra percepción de la realidad, absolutamente materialista y plana, impide la comprensión del  íntimo latido de la realidad más misteriosa, y es el de que tendemos a volver al origen. Nos encaminamos a la muerte, teniendo quizás algunos la intuición, de que es el pórtico al renacimiento. Y en ese fluir circular se inscriben tal vez los ritos de invierno,  que no podemos dejar de vivir con un secreto estremecimiento de felicidad o de honda tristeza. No pueden dejarnos impasibles o indiferentes. Es el último resto que perdura en nuestra concepción circular del mundo.

Detrás del consumismo, detrás de las cenas con los cuñados, detrás de los villancicos del Mercadona, detrás de los turrones, detrás de las ramas de acebo en nuestras puertas, detrás de toda la mercadotecnia y la tecnología que nos invade, se plasma nuestra tendencia a renacer de alguna manera, pero nuestra sociedad occidental ha perdido la posibilidad de percepción de lo sagrado. En ese tira y afloja reside nuestra navidad.

Yo por si acaso la viviré escépticamente, pero con un interno sentimiento de sorpresa y reconocimiento de que añoro ese origen, ese momento inicial del universo al que tiendo a volver. 

La imagen de Anwen Keeling está tomada del blog Imagina y crea de Carmen Sabes. Es uno de los mejores blogs en la red. 

16 comentarios :

  1. La Navidad es la gran bacanal del consumismo. Ha perdido completamente su sentido, conozco a pocas personas que estén deseando estas fechas; más bien provocan desasosiego y enturbian el descanso; sin embargo, es difícil oponerse al peso de la tradición. A mi también me gustaría cenar mi kéfir con pasas y acostarme con un buen libro para levantarme temprano. No será posible, ... y en el fondo resulta que es la mejor opción, porque celebrar la Nochebuena en familia, como todos los años, significa que no ha sucedido nada grave que lo impida.
    Que disfrutes de estas fiestas desde tu escepticismo.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Hortensia, recuerdo las navidades tristes que viví, y el placer que sentía en Nochevieja, tras la ominosa ceremonia de las uvas, en irme a la cama sin dar especial trascendencia a la noche e ir al día siguiente a correr a las ocho de la mañana con la ciudad vacía y las calles inundadas de desechos. Pero entiendo que la Navidad se puede vivir de muchas formas y esta noche no será de las peores. Al menos habrá gente con ganas de pasárselo bien y gastar bromas. Gracias por tu comentario en un día tan especial como éste en que nadie está muy disponible. Un cordial saludo.

    ResponderEliminar
  3. Pues no pretendías ser original; menos mal, porque, a mi entender, lo has sido. Has escrito una buena y difícil entrada. Me encanta verte escéptico y desapasionado.
    Nunca he sentido nada por estas fechas; miento: de muy niño, sí; lo que me gustaba hacer, cuando era soltero -y lo fui muchos años- era comenzar el año estudiando. En los lugares más inverosímiles sacaba un libro del bolsillo y me apartaba en los minutos finales del año. Cuando era aún más joven, me ponía a trabajar furiosamente. Siempre he guardado la esperanza de aprender algo.
    Felicidades, Joselu; no por la navidad; sí por escribir y pensarnos tanto y por ser tan buen, aunque lejano, compañero del breve viaje.
    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  4. Quizás por toda esa significación que señalas,la Navidad todavía es algo más que consumismo. La Navidad provoca en mí sentimientos contradictorios...
    Me gusta de ellas la posibilidad de descanso, el reencuentro con personas que en estos días "vuelven a casa por Navidad"...pero me entristece el vacío, que ahora se nota más, de esas personas que ya no están, y me molesta el espíritu navideño impuesto y ese estruendo inevitable de petardos y luces y otros brillos.
    Saludos y...¡Feliz Navidad!

    ResponderEliminar
  5. Animal del fondo, creo que me gusta la navidad como atmósfera de fondo, mirada con visión desapasionada, como elemento estético. No espero nada de la Navidad, pero, por ello, a veces logra sorprenderme. Sí echo en falta de mi niñez el olor a castañas y a leña, el frío. Pero esta noche estaré abierto a comprender a todos los que sí participan de la Navidad. No deja de ser algo misterioso. O eso al menos a mí me parece. Cordiales saludos.

    ResponderEliminar
  6. Marian, por eso la Navidad, como decía, no deja a nadie indiferente, en un sentido u otro. Eso quiere decir que todavía significa algo. Que la Navidad se está degradando lo oigo desde que era niño. El otro día vi la genial película de Berlanga Plácido, que trata, como sabes, sobre la Nochebuena, y en ella (es de 1961) hay una mirada ácida y corrosiva sobre estas fiestas. Feliz Navidad. Gracias por tus palabras.

    ResponderEliminar
  7. A mí, como dices, Joselu, lo que me llama de la Navidad es el elemento estético, el frío y sobre todo la nieve, que nunca cae en mi ciudad.
    La nieve que me recuerda otros mundos.

    De este modo, más que la Navidad, es el invierno, EL FRÍO lo que me parece mágico.
    Los villancicos y lucecitas son añadidos que están bien para rematar el efecto.

    ¿Qué mejor manera de sentir el invierno que consagrar la Navidad a escribir y a leerte? A helarse de frío en uno de esos ríos metafísicos de los que hablaba Cortázar.
    Que te cunda el paseo.

    Un abrazo

    PD. Hablando de la magia del invierno, te recomiendo un hermoso disco de Enya llamado "And Winter Came"

    ResponderEliminar
  8. Quienes tengan, como a mí me pasa, la desgracia de ver el mundo desde las bamabalinas, difícilmente podrán ver en estas fiestas nada de la dimensión mitológica que subyace, o mejor dicho, que yace enterrada bajo esteretipados sentimientos y apasionados negocios. Fue un destello que me cegó: vi a una persona en una pantagruélica mesa de Navidad abriendo una ostra y me saltó a los ojos el escozor salino del "percebeiro" que arriesga su vida para deleite del epulón; vi a los atareados padres esclavos escogiendo regalos "deslocalizados" y se me representó el niño al que explotan como en los mejores tiempos de la Revolución Industrial; vi... Vi demasiado; y aún no logro llegar, desde detrás del escenario, hasta el patio de butacas... Ya no lo intento: desencajado y desengañado.

    ResponderEliminar
  9. Esta mañana, precisamente le contaba a mi hija pequeña que a partir de esta fecha los días empiezan a crecer, algo que me produce una inexplicable alegría. Le decía que el rosal que hay debajo de la ventana ya tiene brotes; en definitiva, hablábamos de las estaciones, de los ciclos de la naturaleza...Nos guste o no, como dices, la Navidad es una referencia destacada en el fluir cíclico que es nuestra vida. Mis hijos viven las fiestas con la emoción y la alegría con que yo las vivía de niña: adornar el árbol, poner el nacimiento, ir a la Plaza Mayor a ver las tiendas, al centro a verlas luces, reunirnos con la familia...A mí ahora no me causan ninguna emoción (bueno, sí, estoy deseando que pasen: me enferma el consumismo desaforado, los buenos deseos solo circunscritos a estas fechas y la tristeza que me produce alguien que ya no está). Aun así, como dice Hortensia, estoy agradecida porque mis hijos puedan pasarlas con sus abuelos, que les parezca emocionante volver a la cabalgata año tras año y que les parezca una fiesta poner el belén. En fin: me voy, que me esperan los fogones navideños. Un abrazo, Joselu.

    ResponderEliminar
  10. Miquel, tomo nota And winter came. Y sí es un placer escribir, leer, y transitar por este pequeño mundo mientras preparamos la comida de Navidad en la que nos reuniremos buena parte de la familia. Yo también echo en falta la nieve y, sobre todo, el frío. Hoy hace una mañana espléndida y estamos a siete u ocho grados. Se puede salir a cuerpo gentil a la calle. Añoro el frío.

    Juan Poz, no son apreciaciones contradictorias las que propones y la estructura mitológica subyacente a la Navidad. Detrás de nuestra fachada armoniosa y llena de buenos deseos late la injusticia de un mundo en que hay muchos que son esclavizados para que nosotros podamos mantener dicha apariencia. Es cierto, y por ello debemos seguir atentos a la realidad del mundo que nos rodea. Sobre todo, vigilantes.

    Carlota Bloom, gracias por estar por aquí en este día tan familiar y apretado. Supongo que nuestro deseo de tener cosas, de consumir, encubre nuestro miedo a la muerte, miedo oculto y subterráneo. Que tengas un día feliz. Yo he escrito este post, quizás, porque ayer no estaba demasiado fino. Estas fiestas me producen emociones encontradas y me doy cuenta de que no soy el único. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  11. Saludos, Joselu.

    Un impulso casual (si la casualidad existe) me trajo por aquí.

    Creo que esta época del año, con las connotaciones que se han apuntado, está relacionada con el final y el principio. Quizá, la propia naturaleza nos ofrece una oportunidad anual para realizar una catarsis personal que no siempre se aborda o supera. Quizá, la parafernalia que nos rodea no es más que un gesto en apariencia amable, o una mueca grotesca, para evitar contemplar aquello que realmente sucede.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  12. Hola Joselu: me ha gustado mucho tu post, esa reflexión acerca del mito y el tiempo cíclico es muy interesante.
    Yo he tenido navidades de todo tipo: muy tristes y muy alegres pero desde hace unos años, he optado por quedarme con las alegres, como una especie de refugio personal contra los malos tiempos.
    Feliz Navidad.

    Caperucitazul

    ResponderEliminar
  13. Hice un post al respecto, original o no, exprese lo que sentia ¿lo leiste? Buen fin de año y grato 2011 Profesor JOseLU.

    ResponderEliminar
  14. A mí me pareció original, y hasta refrescante, este artículo de Manuel Delgado de hace unos años. Procura, muy antropólogo, entender la Navidad como lo que es, no como resto o degeneración de fastos pasados. Con todo, la culpa ociosa, la sensación de atracón físico y espiritual, también es parte de la Navidad hodierna: así que, puestos a ver lo que hay, esa dimensión también exige exégesis. Y gabela.

    ResponderEliminar
  15. Estas Navidades han sido muy entrañables para mi aunque ha faltado uno de mis hijos. Si me gustan estas fechas es porque cenamos alrededor de una mesa intentando ser lo mas próximos posible.
    Es muy interesante lo de los ciclos. En verdad, nuestra vida está llena de círculos cerrados y olvidados, de círculos que se quedaron a medias sin llegar a cerrarse del todo y que aun no hemos olvidades. Pero a mí el círculo más importante ahora es éste,el que estoy viviendo, que creo que se cerrará cuando yo escape a una de esas dimensiones que me encantaría conocer. Será mi último circulo y quiero envolveros a todos , familia y amigos, en él y que lo recordeis siempre. Lola

    ResponderEliminar
  16. Las tradiciones se han convertido en rutinas a medio plazo. Esperamos que llegue la Navidad para constatar que todo sigue igual, confiando en que sea otro año más. Y cuanto más crecemos, más miedo nos da salir de esa rutina, más miedo tenemos de que se quiebre el delicado fluir de gestos repetidos un año detrás de otro.
    Felices fiestas, Joselu.

    ResponderEliminar

Comentar en un blog es un arte en que se recrea un punto de vista razonado, emocionalmente potente.

Selección de entradas en el blog