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sábado, 11 de abril de 2009

Vírgenes y surrealismo


Sábado santo, día de recogimiento y dolor tras las explosiones -este año pasadas por agua- de las procesiones de semana santa de jueves y viernes santos. Reconozco que ayer quedé fascinado ante los continuos resúmenes de televisión sobre los desfiles procesionales en toda la geografía española. Me quedé boquiabierto pero como si lo contemplara desde fuera, como un espectador escéptico pero curioso y quise juzgarlo como un aficionado antropólogo inocente.

Pasos espectaculares con artísticas tallas de madera policromada, tronos adornados con flores y velas, costaleros que transportan en el aire o sobre ruedas estas vistosas exposiciones dramáticas, penitentes que caminan descalzos y con cadenas, cofrades encapuchados con grandes velones, manolas vestidas de negro y con espectaculares peinetas y mantillas, cristos yacentes, vírgenes -ataviadas con mantos de pedrería- que despiertan el entusiasmo generalizado, niños con capas y hábitos, tambores, chirimías, el ejército y la guardia civil custodiando los pasos, las fuerzas vivas de la sociedad, alcaldes, concejales de todos los colores incluidos los socialistas y comunistas, la cabra de la legión, las miradas altivas de los legionarios y el cristo que llevan orgullosos en andas como levitando.

Nombres plásticos y musicales: virgen de la Macarena, cofradía del Santo Entierro, el Cachorro, cofradía de la negación de san Pedro, Cristo del Gran Poder, Jesús del Vía crucis, Jesús cautivo...

Me alucinan, aunque no las he visto en directo, esas mil setecientas mujeres que desfilan en Zamora vestidas de negro y mantilla con cirios; los hombres que se atan con duras cuerdas portando una cruz, y se arrodillan en medio del fervor popular; el romper la hora en el Bajo Aragón en pleno alboroto popular; los encuentros en Granada entre la virgen y el cristo lo que hace que los pasos empiecen a moverse al ritmo de sevillanas; los piropos profanos a las vírgenes; las saetas en medio del silencio más solemne; la salida de la virgen de la Macarena en Sevilla esperada por decenas de miles de personas que prorrumpen en gritos de éxtasis; los miles y miles de participantes que se preparan durante meses y las enormes masas de espectadores que admiran boquiabiertos el espectáculo; los extranjeros que tienen ocasión de ver actos de raíz medieval en en corazón de un país de la Unión Europea.

¿No me digan que esto no es asombroso en pleno siglo XXI? ¿Es esto producto de un profundo sentimiento religioso que lleva a mostrar la adhesión a las formas plásticas de la pasión y el dolor del Cristo y de la Virgen? ¿Qué significa todo este espectáculo de raíces ancestrales que es profundamente dramático y que debería ser objeto de estudio en las escuelas de teatro más avanzadas? ¿Es España el país más religioso de Europa? ¿Es todo esto un atavismo y una manifestación del conservadurismo de la España profunda?

No tengo respuestas, pero esta noche cuando pensaba sobre ello, me ha venido como una piedra a la frente la palabra "paganismo". Es como si el universo politeísta -gozoso, plástico y multiforme- se hubiera apropiado del mundo cristiano y estallara jubiloso en las calles frente al aburrimiento de los ritos católicos. Pocos actos son tan soberanamente aburridos como una misa en España. La religiosidad popular, creo que profundamente pagana, entra en combustión ante las vírgenes proteicas, los símbolos de dolor, las velas encendidas -proscritas de las iglesias-, los cristos sufrientes -algunos bellísimos-, los oficiantes vestidos como en un carnaval dionisiaco con capirotes multicolores, tambores rítmicos o enloquecidos como los que inspiraron a aquel genial surrealista que fue Luis Buñuel... Es como una explosión delirante de la tierra que conquista el cielo, de la carne y el eros dominando el plano mundo de la divinidad cristiana y la idea aburrida del paraíso.

Nuestras calles enloquecen durante dos o tres días. Javier Marías lo ve como una intromisión de la iglesia católica en nuestras calles y plazas, pero yo lo pienso como una expresión surreal de corrientes profundas de la ritualidad y el dramatismo populares frente a la modernidad desoladoramente igual y unificadora desde el occidente al oriente... No creo que la jerarquía católica tenga mucho que ver con esto. No veo a estas masas como seguidoras del sínodo episcopal y sus directrices reaccionarias. Entiendo, no obstante, que los ciudadanos más inclinados a la izquierda o más liberales entiendan estas manifestaciones como antimodernas o alejadas del progresismo. Sin duda lo son, pero no dejan de hacer aflorar espectáculos interesantes y sugestivos para un antropólogo inocente y desprovisto de prejuicios. Revelan puestas en escena extraordinariamente teatrales y propias de ritos de otros tiempos. Pero ¿quién ha dicho que los ritos no nos fascinen?

21 comentarios :

  1. No, si el que no se consuela, al fin y al cabo es porque no quiere. Nadie conoce a nadie.

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  2. ¿Por qué lo de nadie conoce a nadie? ¿Cómo lo ves tú, amigo?

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  3. Y un año más el despliegue mediático que cubre una Semana Santa, cada vez, menos religiosa, bajo mi humilde punto de vista, y más folclórica (en el mejor sentido de la palabra). Aun así, sigue gustándome comprobar que la pluralidad cultural que tantas veces se intenta ocultar en defensa de no sé muy bien qué, sigue viva en esta sociedad a pesar de su modernidad (aunque no sepa muy bien qué significa ese sustantivo) y su europeización paulatina.
    En estos días no puedo dejar de pensar en una de las obras maestras de nuestra literatura y como cada año en estas fechas, redescubro “la heroica ciudad que dormía la siesta” (soy una decimonónica sin remedio). Para mi imaginario personal, no sé muy bien si acorde con la sociedad del XIX o con la del siglo XXI (soy una fiel defensora de que hoy no somos más que un anexo de los de entonces, debemos cambiar sólo el polisón por le wonderbra y al ángel del hogar por las protagonistas de Sexo en Nueva York), la Semana Santa ya no es lo que era. Mientras hoy las procesiones de mi personal Vetusta no me ofrecen ningún tipo de interés más allá del mero interés antropológico, en la cárcel clariniana de Ana Ozores, el pueblo entero esperaba con fervor, pasión y lujuria la llegada de esa Regenta, descalza, símbolo erótico del poder social y eclesiástico. Ya entonces, se veía venir esa conversión pagana de lo sacro y la creación de un espectáculo social más. El teatro de la vida una vez más seduce a sus actores y éstos, sintiéndose protagonistas, se lanzan al escenario de la calle.
    No sé si, como dices Joselu, los más progresistas verán antimodernos estos ritos, mi ojos, quizá tendenciosos, ya no me dejan ver la religión, la fe o las creencias, creo que todo eso ha quedado ya relegado a unos pocos, lo que veo en estas manifestaciones populares son una muestra más de cómo la tradición sigue ganándole la partida al mundo global que se nos impone. Más allá de una opinión personal sobre la festividad en concreto o más allá de poder compartir o no ese fervor religioso (un tanto dudoso), hay que intentar ver esas imágenes (y reconozco que me cuesta) como una pequeña muestra de una cultura popular, quizá, en peligro de extinción.
    Un saludo.

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  4. Para mí, amigo, tiene mucho de lo que tú dices, de ritual dramático, de teatralidad, y mucho de folklore. Creo que los políticos llamados progresistas lo ven así. Yo no reniego de esto, simplemente porque no reniego de las procesiones atenaicas en torno al Partenón, que se dieron en la Grecia clásica, por ejemplo, ni de ninguna manifestación popular de exhibición y sentimiento. Es emocionante, queramos o no. Si vieras lo que ocurre en Murcia con las procesiones de los Salzillos, de los Coloraos o la de Resurrección. Lo más popular que puedas imaginar, puro floklore. Con decirte que los nazarenos van compartiendo comida con la gente, comida ya estilizada, como monas pequeñas (bollos), huevos duros, habas tiernas y caramelos. Es una fiesta, pero no sé muy bien si dolorosa o jocosa. Es impresionante, cuando menos. Es algo profundo, en efecto, y yo creo que no puede ser estigmatizado ni pensar que eso nos quita laicismo o seriedad política. Una cosa no tiene que ver con la otra. Las calles se cortan por muchas razones a lo largo del año. Yo no me puedo enfadar porque se corten para una gran manifestación folklórica. Así lo veo yo.

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  5. Lo de "Nadie conoce a nadie" es un guiño cinéfilo a una película que por cierto no he visto.

    Haceis la misma lectura antropológica y benditamente anti-globalización de la fiesta taurina, cuyos primeros grandes festejos vienen a coincidir con el domingo de gloria?

    "Preguntaréis por qué su poesía
    no nos habla del sueño, de las hojas, de los grandes volcanes de su país natal?

    Venid a ver la sangre por las calles,
    venid a ver la sangré por las calles,
    venid a ver la sangre por las calles!"

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  6. He escrito un largo comentario y no sé cómo lo he perdido. Te decía, básicamente, que no soy creyente, pero que incluso cuando lo era me costaba entender estas manifestaciones del llamado "fervor popular" en las que el dolor y la sangre van parejos con el folclore más colorista y animado. Llega Semana Santa y se lucen mantillas y peinetas, se hacen torrijas y potajes, se va a la playa cuatro días y se asiste a estos espectáculos sadomasoquistas para formar parte de él, todo ello junto y sin respirar. Si es una religión basada en el amor, ¿por qué esa exaltación del sufrimiento? No lo entiendo, pero la religión no tiene nada de racional: se cree o no se cree. Hace años, no tantos como algunos piensan, se tapaban los santos en las iglesias con paños morados, se cerraban cines y teatros, la radio emitía continuamente música sacra, en televisión ponían una y otra vez "Ben-Hur" y mil historias bíblicas (como ahora), se hacía el recorrido de las visitas a los monumentos religiosos (los que montaban en cada iglesia), y se guardaba el ayuno y la abstinencia. Estemos de acuerdo o no con todo esta parafernalia, seamos creyentes o ateos, todos seguimos de uno u otro modo estas tradiciones. Mantener unas costumbres cíclicas parece que nos ayuda a vivir. Así, de paso, nos diferenciamos del resto, que tampoco está mal. La fiesta está servida. En cualquier caso, que cada cual aproveche estos días como mejor le parezca.
    Feliz regreso. Un abrazo, colega.

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  7. Hoy es el primer día que no oigo celebrar los goles del Barça con cohetes. Pensé que iba perdiendo hasta que caí en la cuenta de lo sagrado del día. Hasta el fútbol se inclina ante la Semana Santa. Por si había alguna duda: Messi es un dios menor.

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  8. Creo que das en el clavo al destacar de esta festividad su lado pagano y folclórico. Ese fervor popular se alimenta de creencias religiosas (también a veces de supersticiones y supercherías...), así que lo religioso contribuye mucho a darle carácter, pero no todo es religión. Yo soy de una tierra bastante "semanasantera" y me llaman mucho la atención esos contrastes: unos con lágrimas en los ojos viendo el paso y otros cn alegría desbordante en la barra de un bar; nazarenos descalzos que han acabado la procesión y jóvenes que vuelven de botellón; las cervecerías hasta los topes mientras se espera la llegada del paso...En fin, creo que esos opuestos se complementan.

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  9. Hay tantas contradicciones en esta fiesta que la exposición sería demasiado larga. En la España franquista se imponía un rigor de penitencia, nada de jolgorios ni cines ni distracciones. Incluso la chiquillería debía de esperar al sábado de gloria para hacer ruido. Era el luto y la pena. No dejaba de ser macabro por ello toda esa admiración por la sangre y el sufrimiento.
    Entre esa larga lista de aspectos sincréticos de la llamada Semana Santa, me llama la atención la interpretación del himno nacional y esa pedantería por la recarga joyera, por no entrar en las disputas de saber que virgen o que imagen de tal o cual cofradía es la más guapa.

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  10. Precisamente pensaba yo en el carnaval cuando mencionabas todas estas manifestaciones. Hay necesidad de salir a las calles y expresarse, aunque sea dentro de los confines de la vieja religión.

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  11. Siendo mi madre de un pequeño pueblo de Jaen, desde mi nacimiento pertenezco a la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración, es decir, el cristo clavado en al cruz.

    He participado en decenas de procesiones vestido de penitente con traje y capa blanco-negro y capirucho negro.

    Al principio de mi vida e infancia lo hacía porque todo el mundo lo hacía y mi abuela me cosía el traje y todo era folklore, fiesta, bares, cervezas, tapas y para mí un terrible cansancio tirarme 4 horas dando tumbos la mitad de las veces parado.

    Después durante la adolescencia lo hacía por dar placer a mi abuela. Mi madre me lo decía, a tu abuela le encanta que os vistáis de penitentes. Pues venga, para que darle un disgusto.

    Al final ya me negué por principios.

    No es que considere mal las procesiones, incluso podría defenderlas si me pusiera a ello. Estoy de acuerdo con tu observación Joselu. A mi lo que me entristece es que esas procesiones han pasado de pertenecer a una religión, una forma teatral, folkórica o como queramos describirlo a otra forma más de negocio, consumo y contaminación.

    Por haber pasado muchas vacaciones en un pueblo andaluz durante la Semana Santa, te puedo decir que la mayoría de veces una hermandad se gasta dinero en tonterías solo para soltarlo a la cara de otra. Se profesionalizan bandas para ganar dinero, se explota a niños y niñas, a adolescentes. Es una pena. Incluso las discusiones de nivel político, disputas e incluso han llegado a veces a las manos por una cosa u otra.

    Desde mi punto de vista, las procesiones tienen ese toque de tradición inocente de la historia de una cultura y un pueblo. El problema, como ya he dicho, es que hoy en día se ha transformado en otro negocio cualquiera con todas sus consecuencias.

    Yo me quedo con una anécdota de mi padre, quien es catalán, fue pro primera vez a pasar una semana santa a Andalucía siendo novio de mi madre y poco después de que Franco hubiera muerto. Al volver a Catalunya su hermano pequeño le preguntó que que tal y él le contestó que la Semana Santa le había parecido que consistía en ver procesiones y luego irse a un bar a tomar cervezas y comer tapas.

    saludos

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  12. Lo siento, no comparto esa devoción y esa admiración por estas cosas, pero me parece estupendo que haya gente que lo viva tan intensamente.

    Un beso y feliz semana, Joselu

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  13. El ser humano busca la metafora que le lleve a encontrar la razon de su existencia.

    Al final, nuestra soledad existencial necesita re-encontrarse con nosotros mismos, para renacer a la vida.

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  14. Estas manifestaciones folclóricas que tienen su raíz en el rito católico, son algo más que pura religión. Obedecen a una necesidad con raíces paganas de manifestar lo más profundo de nosotros en públicos desfiles. Siempre se ha hecho. Desde los clásicos, pasando por el medievo, hasta los tiempos modernos y contemporáneos. Estas manifestaciones van más allá, como digo, de la estricta religiosidad católica. Es una catarsis donde todos buscan la purificación. Los seres humanos somos así.

    Un saludo

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  15. En mi opinión lo antiguo no tiene por qué resultar anti-moderno. Véase en el campo del Derecho, como la ley romana, anterior incluso a Jesucristo, hoy se aplica (camuflada, crecida y evolucionada, aunque con la misma esencia) en cada percance diario.

    Los liberales que defienden el progreso por el progreso quieren ahorrarse años de evolución, y lo hacen llevando sus hábitos a la meta de unos caminos evolutivos por los que ellos juran que va a discurrir nuestro país; cosa que yo, por cierto, dudo.

    La Semana Santa, es una de las expresiones POPULARES, más hermosas que existen en todo el mundo. Y los turistas que vienen a vernos, miran los pasos con sorpresa, pero te aseguro que con ensimismamiento admiran y observan profundamente como NOSOTROS los sentimos. En la Semana Santa (de verdad) los pasos, palios, maderas policromadas, cirios, estandartes y vaivenes, no son más que la excusa perfecta para que el pueblo pueda gritar a los cuatro vientos que sus ojos ven más alla de sus narices, de su vida y de su propia muerte.

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  16. La publicidad, como disciplina, y el agit prop, como recurso político, nació en España. A los artífices de la Contrarreforma habría que darles hoy un óscar o un doctorado honoris causa. Qué clarividencia la suya para perpetuar el poder del Vaticano. Si los bárbaros del norte incitan a desnudar las paredes de los templos y a la religión interior, ¡engalanemos nostros a las vírgenes, saquemos la Iglesia a la calle!

    No creo que todo se resuma en cierto atavismo pre cristiano. Los desfiles pasionales poseen todavía un sentido propagandístico bastante evidente.

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  17. A mí estas cosas me fascinan lo mismo que miles de personas acudiendo a un partido de fútbol a adorar a once hombres vestidos de corto y color uniforme corriendo detrás de una pelota.

    Personalmente no entiendo estas manifestaciones como antimodernas, como dices. El hecho es que están en la modernidad, así que no pueden serlo. Sí me parecen (personalmente, of course) ilusorias y alejadas de la realidad. Por lo menos de la mía, que es la que yo entiendo.

    Eso dejando a un lado el tema del cutrerío extremo de mantillas y pedrerías varias.

    No me parece curioso, me parece demasiado absurdo. Que cada cual crea en lo que estime oportuno, a partir de ahí, en fin, para mí: Siniestro carnaval.

    Hacemos cosas muy raras. Todos.

    Un beso.

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  18. Hay opiniones diversas, la mía es que no concibo que algo originariamente "sagrado" se convierta en un espectáculo callejero o en una tribuna de hipocresía.
    En los pueblos, todo el mundo se conoce y resulta sorprendente ver de costalero o con un cirio en la mano en procesión detrás de un paso a quienes practican la explotación laboral, los trapicheos dineriles, los desmanes conyugales...
    Me cuesta creer que en aras a la tradición o al folklore todo sea válido.
    Y que conste que no soy practicante.

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  19. Allí estuve yo. No soy creyente, pero es bonito de ver.

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  20. Vivo en Sevilla, la meca de la Semana Santa. Todos los años, tras descontextualizar la fiesta y limitarme a admirar la expresión artística que la Semana Santa supone, consigo realmente gozar de alguna que otra procesión.

    Es majestuoso ver tus cinco sentidos cubiertos por la fiesta (olores, colores, música, formas, dulces típicos...) Pero la fascinación es breve cuando me doy cuenta de aspectos que no salen en la tele y que, no es que los considere anti-modernos ni anti-progres, es que los considero feudales.

    El primero y más agraviante es el tema de "las sillas". Para quien no lo sepa, en todo el centro de la ciudad, en las zonas más emblemáticas (Catedral, Giralda, Sierpes, Tetuán, la Campana...) se instalan unos palcos de acceso privado, que las familias de señoritos heredan de generación en generación y que son carísimas. Es decir, que de primeras, yo, sevillano y pagador de mis impuestos, no puedo disfrutar de una fiesta pública de la misma forma que Don Fulano de Tal. Pero es que, además, detrás de los palcos se levantan paneles de madera para que nadie pueda ponerse detrás, ¿eso se llama segregación?

    En segundo lugar, los sevillanos se llevan las manos a la cabeza cuando se propone peatonalizar el centro, pero, cuando sale una procesión, se cortan las avenidas principales durante horas, produciendo atascos, desvíos e inaccesibilidad. De nuevo, se cerca el espacio público. Esto no sólo ocurre durante la Semana Santa sino, además, cuando las hermandades del Rocío salen, cuando hay cambios de vírgenes, via crucis de no se qué, aniversarios de no sé cuánto, etc.

    Y en tercer lugar, aunque esto ya es una queja más personal, me fastidia mucho ver el consenso de toda una ciudad para Semana Santa y el pasotismo para asuntos más humanos. Así como me fastidia que uno se convierta en el centro de atención si no va de punta en blanco para ver procesiones o que la señora de al lado, que lleva todo el rato agrediendo tu espacio y despotricando de "los maricones", "las niñatas", "el metro"... se hinche de llorar cuando ve a la Virgen y se bese el crucifijo.

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  21. Amigo mío, nunca he entendido estos ritos sagrados o paganos; nunca me han emocionado; nunca los he admirado ni como espectador... Lo siento, no soy capaz de sentirlos ni de comprenderlos, pero "de todo tiene que haber en la viña del Señor"...

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