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domingo, 10 de junio de 2007

De víctimas y verdugos


Hace un par de días ( 9 de junio de 2007) el periódico El País recogía una noticia sobre acoso escolar a una alumna del instituto Miguel Hernández de Alicante. La muchacha de segundo de ESO había sido objeto de vejaciones reiteradas y tocamientos por parte de un grupo de cuatro alumnos de carácter violento y conflictivo. La dirección del centro fue advertida, cuando los padres tuvieron conocimiento de lo que estaba pasando, de que o tomaban medidas ejemplares o llevarían el tema a la policía y a la justicia. Esto fue el 23 de mayo.

El juzgado de Menores de Alicante que lleva el caso ha dictado algunas medidas que deberán cumplirse en relación a la alumna agredida: los agresores deberán mantener una distancia de 300 metros con la víctima y habrán de realizar un curso de orientación sexual; además les han prohibido tener ningún tipo de comunicación por cualquier medio, tanto dentro como fuera del centro. La muchacha estará comunicada con un policía mediante el teléfono móvil. Son medidas que se asemejan mucho a las que se establecen con mujeres maltratadas.

A partir de aquí lo que más me sorprende es la reacción del centro educativo. No se han puesto en ningún momento en contacto con la familia para solidarizarse ni han llevado el caso al consejo escolar, las medidas contra los muchachos agresores han sido lentas y muy leves. Por otro lado, la dirección del centro se ha cerrado en un total hermetismo sin querer ofrecer su versión de los hechos a la prensa. En ello coincide con la Consejería de la Comunidad Valenciana que ha declinado dar ningún punto de vista sobre el tema.

Algunos alumnos que conocían lo que estaba pasando dan la razón a la muchacha, pero otros se refieren a ella despectivamente como “la violada”, y se apartan de ella diciendo “no le saludes que te denuncia…”

Esta situación coincide en sus parámetros con otra que conozco aquí en Cataluña en Olesa de Montserrat. Un muchacho es acosado sistemáticamente y agredido por sus características personales que le hacen fácil pasto de las amenazas de los más brutos o necios. Los padres del muchacho se ponen en contacto reiteradamente con la dirección del colegio (privado) para que conozcan la agresión y ésta actúa sin demasiada convicción y poniendo paños calientes a la situación que no logra atajarse. El niño sigue siendo agredido en el interior y en el exterior del colegio. Al final la familia plantea una denuncia contra los agresores y la dirección del centro por su pasividad. El muchacho ha tenido que abandonar el colegio y recibe apoyo escolar en su casa a cargo del Departament d’Ensenyament. Tiene miedo a salir a la calle porque le han amenazado de muerte. Sus compañeros se solidarizan con los agresores y le tildan de exagerado y la dirección del centro relativiza la situación y dice que la culpa es de los padres. Niega la gravedad de los hechos y coinciden con la opinión de que se ha dramatizado algo que son simplemente cosas de críos.

Me producen extremo malestar estas reacciones de los centros educativos cuando son puestos en cuestión. Conozco la dificultad de establecer responsabilidades en un proceso de acoso escolar. No es fácil demostrar lo que está pasando. Los acosadores son taimados y astutos. Cuentan con la complicidad y el miedo de los compañeros que no suelen prestarse a declarar lo que todo el mundo sabe. Nadie quiere meterse en líos peligrosos y las víctimas son miradas con desdén por un sector escolar. Pero ¿por qué esa anómala reacción de las instituciones escolares? ¿Por qué no hay un decantamiento claro por la posición de las víctimas? ¿Por qué reducir estas situaciones gravísimas a un genérico cosas de críos? ¿Por qué los mecanismos reglamentarios actúan con tanta parsimonia y falta de contundencia? ¿Por qué las escuelas e institutos se cierran como una concha cuando son denunciados por su inacción y pasividad?

11 comentarios :

  1. Soy cierta alumna del MAC que en diversos momentos de la ESO ha sufrido acosos.
    La primera vez... Fue tan difícil hablar, no era consciente de que me estaban mangoneando y maltratando, todo empezó como una simple bromita y acabó siendo una constante molestia en mis días.
    Las otras veces no he callado y el instituto más o menos se ha hecho cargo, sin embargo sigo con la sensación de que esas pseudo-personas se sienten impunes tras dañarme, y yo ahora me encuentro en lo profundo de un abismo de tristeza, pues creo que quizá aún no he superado todos aquellos hechos.
    Pero, ¿a quién le importa?
    A esas proto-personas, seguro que no.
    Además, la gente es asquerosamente morbosa. Es más divertido señalar e insultar, seguir la corriente; que apoyar a esa persona a la que señalan e insultan. Por suerte, yo he contando con muy buenos apoyos.

    Jose Luís, me alegra mucho que reanudes la actividad del blog. Feliz verano.

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  2. Si bien es cierto que existen centros que prefieren correr un tupido velo antes situaciones de acoso, por suerte, hay otros en los que se actúa con contundencia. Sucede, sin embargo, que estos últimos no salen en la prensa.
    Conozco un caso de maltrato de una alumna por parte de los padres. La actuación en favor de proteger a la chica fue inmediata.
    Creo que la directiva de muchos centros es reticente a pronunciarse por la falta de apoyo de otras instituciones que debieran actuar. Todos sabemos la ineptitud de los Servicios Sociales municipales. Si ellos no actúan, es difícil que tome cartas en el asunto la dirección de los centros. Existe un protocolo que ralentiza los procesos de denuncia y que resulta ser más perjudicial para los acosados.

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  3. Conozco el caso de una compañera de trabajo cuyo hijo adolescente es acosado por tres compañeras durante todo el curso y que tiene similares características a las que describes. El resultado es que el muchacho cambiará de centro el próximo curso pero las agresoras han resultado impunes en su acción. La dirección del centro se ha mostrado indecisa y ha tratado de tranquilizar a los padres y de llamar al orden a las agresoras sin ningún tipo de sanción.

    De todo ese proceso se despenden algunas reflexiones. La primera que es difícil dibujar una frontera entre lo que es acoso escolar y lo que son simples bromas entre chavales, algo que no parece distinguible hasta que el fenómeno no se recrudece y entonces es un poco tarde porque ante el resto de la comunidad escolar parece como si el proceso se hubiera normalizado. Y después que no hay una toma decisiones firme desde la dirección del centro.

    Favorece este tipo de hechos el clima de falta de respeto que se vive no sólo en los entornos escolares si no en la sociedad en general.

    Por eso se hace necesario respuestas rápidas y contundentes ante este tipo de acontecimientos porque lo contrario es favorecer a los acosadores. Se hace necesaria una conciencia colectiva que los aisle.

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  4. No hace mucho, un padre se quejaba de esa situación kafkiana en la que la administración, por defender los derechos a la educación del acosador, 'obliga' a las víctimas a renunciar a los suyos. Parece que la norma acaba siendo que los malos se quedan y los buenos se han de ir (incluso con cierta sospecha de ser los culpables).
    Y los centros, con sus direcciones y sus claustros, no suelen tener herramientas ni ánimos suficientes para solucionar estos conflictos.
    Conozco de cerca un caso en el que un profesor ha tenido que pedir la baja, porque el acoso le estaba salpicando; todos saben quién es el culpable, pero miran hacia otro lado, quizá para no ser el siguiente. Y la consellería, que está al corriente, NUNCA puede hacer nada (hasta que intervenga la prensa, claro).

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  5. Por los cuatro comentarios que han iniciado el debate se tiene una percepción que el acoso escolar no es algo lejano ni improbable sino más bien cercano y palpable. Alumna X reconoce haber sido objeto de acoso, y tiene la impresión de que, tras la sanción, los acosadores han quedado casi impunes mientras que ella arrastra el dolor de la agresión sufrida. Esta es la paradoja del acoso: la víctima se convierte en sospechosa, como dice Antonio. Es ella la que, en ocasiones ha de cambiar de centro, como los casos que cito en mi post. Los claustros no tienen fuerzas ni "animos" para esclarecer estos casos. Es lo que observo en las dos situaciones que cito. Una ha aparecido en la prensa y la otra todavía no, pero ambos son sangrantes y los equipos directivos "no saben o no contestan". Lu añade la inefectividad de los Servicios Sociales municipales lo que hace difícil el expediente por acoso al embarrancar en el procedimiento, largo y prolijo.
    Fmop añade un caso que conoce de acoso escolar y señala la "indecisión" del centro escolar a la hora de tomar medidas. El resultado lo señalan varios de los comentarios amables que he recibido. El acosador sale beneficiado y el agredido tiene la sensación de quedar indefenso, teniendo en cuenta, además, que las agresiones no tienen lugar sólo en el centro escolar, sino que la calle es también un territorio peligroso en el que se ejercen venganzas en el caso de que el acosado se atreva a levantar la voz.
    Desgraciadamente, todo señala a la estructura de dirección de los centros educativos y a la figura del Jefe de Estudios, una figura clave y decisiva que ha de actuar apoyado por todo el claustro y con la máxima contundencia posible.

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  6. Un caso concreto: dos alumnos de los que los demás se ríen, en especial de uno, por su torpeza y sus ganas "tontas" de caer bien. Ambos se convierten en acosadores de otra compañera que tiene más que serios problemas de visión, apenas ve sino un 20%. Los dos abusadores se pplantan delante de ella y le ponen las manos delante de los ojos: "¿Cuántos dedos hay aquí?", se burlan.
    ¿Alguien puede catalogar ese tipo de burla como "cosa de críos"?
    Los alumnos ni siquiera han sido expulsados. La tutora pasa del tema. Yo pasé del curso para el siguiente año: me negué a tener delante de mí durante nueve meses a esos dos energúmenos.
    Doy la razón a quienes se quejan de la falta de criterios claros y expeditivos de las juntas directivas. Deberían sancionar, incluso aunque fuera a gran escala, para hacer perceptible socialmente la gravedad del problema. No hay otra solución.

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  7. Alumna X, tengo 30 años y sobre los 15 se metían conmigo. Te digo que los que se metieron conmigo en el instituto son ahora personas fracasadas, con muy mala suerte... Los años pasan, y si dejas que todo siga su ritmo, las consecuencias de nuestros actos se pagan. En mí ya no queda nada de ese odio, me dan pena. El tiempo pasa y todo lo cambia.

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  8. Gracias, simalme.
    Todo el mundo me dice lo mismo... Me lo acabaré creyendo ;)

    Ahora mismo todo es muy difícil porque miro atrás y me vuelvo de piedra al no comprender cómo pude soportar tanta crueldad por parte de algunos... Han mancillado mi nombre, riéndose de él; han cuestionado ciertos asuntos de mi vida íntima que produjeron un enorme morbo entre mis... ¿compañeros?; esos "compañeros" que me suplican ayuda académica y luego a las espaldas me ponen verde.
    Es asqueroso, pero como tú dices, de aquí a unos años... me reiré yo.
    Gracias por responderme ^-^

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  9. Muchas gracias, Jose Luís... No sé si en un tiempo seguiré con este blog o empezaré uno nuevo, ya se verá.

    También ha resultado gratificante tenerte como profesor, a ver si nos vemos en bachillerato.

    Yo también he cambiado bastante, he tenido varias "zonas oscuras" y la gente me ha cambiado, y bueno... Historias largas y desgradables de contar.

    Gracias por tu comentario, ¡y felices vacaciones!

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  10. Creo que es un tema tan complejo que parece que se desvanece bajo los pies. Equipos directivos contundentes (autoritarios) e inspecciones decentes y comprometidas, honestas (je, je). Hay muchas cosas que se permiten porque conviene.

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  11. Es este un problema profundo y abarca todos los niveles.
    Felizmente la ley, tipifica cada vez con mayor certeza estos abusos para poder desalentar esta patología alarmante.
    Un abarzo

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